13. Peter Pan
Hola, hola. Esto no es exactamente un one-shot, sino un fragmento de lo que será la nueva novela de Leia y Melca cuando la escriba. Algunos ya lo sabéis, otros no; pero voy a reescribir Just be yourself (y Coraza) aunando las perspectivas de Melca y Leia en un solo libro.
El caso es que, como sé que no soy el único que extraña a Leia, he decidido dejar un fragmento de la novela, que escribí hoy, por aquí para que podáis reencontraros un poquito con ella. Es sólo un borrador de un fragmento que iría en la parte en la que Azu y Leia están haciéndose amigas, antes de las dos grandes rupturas del libro.
Para que se entienda mejor, esta nueva novela está escrita en una libreta que Leia escribe a modo de diario, pero que dirige a una Valeria imaginaria (porque no piensa enseñárselo a la de verdad). Entenderéis mejor el por qué de esto en la novela. Además, estas escenas las he escrito de seguido porque siguen la cronología de un tema en específico; pero en el libro se intercalarían con otras.
Espero que lo disfrutéis. ¡Tened un buen día!
Cuando era pequeña, me encantabaPeter Pan. Se podría decir, que fue mi primer crush de infancia.Pero, más que gustarme, me identificaba con él. No. Quería ser él.
Ahora sé que laverdadera historia de Peter Pan es perturbadora y habla de un ser queraptaba niños arrebatándoselos a sus padres. No obstante, para míPeter representaba la libertad.
Creo que la capacidad devolar ha representado para el ser humano un fiel signo de libertaddesde épocas muy remotas. Volar, es romper las ataduras que tesujetan al suelo. Sin embargo, Peter Pan era mucho más que eso. Eraun niño que vivía en una isla remota, sin padres o familiares porlos que preocupare, sin responsabilidades, sin ir a la escuela.
Si algo no me gustaba dePeter Pan, eran los niños perdidos. Sabía que, si yo fuera Peter,ellos me odiarían y me harían la vida imposible. Por eso,fantaseaba con un Nunca Jamás en el que yo estuviera sola. Una islasolo para mí. Una isla donde nadie pudiera dañarme.
Un refugio.
Supongo que, con eltiempo, comencé a construir ese refugio alrededor de mí. Me montéuna coraza que me salvaguardara, que mantuviera mi cuerpo a salvomientras mi mente volaba más allá para no ver lo que hubiera alotro lado de la coraza. Llamé a mis armas "frialdad","racionalidad" incluso "pasotismo". Les coloqué fundas depinchos y las dejé estar ahí, protegiéndome
Supongo que nunca penséque les saldrían pinchos por las dos caras.
Que, igual que nodejarían a nadie entrar, tampoco me dejarían a mí salir.
***
Y me diga quesola, no comprende la vida, no. Y que me pida más, más, más, damemás... Es capaz de nadar en el mar más profundo, igual que unsuperhéroe, de salvar al mundo.
-¿Qué haces?
Su voz me sacó demi ensimismamiento. No me molestó. Fue como si hubiera salido de mispensamientos.
-Dibujo-dije escuetamente, sin levantar la mirada.
Estabasentada en mi escritorio, coloreando mientras escuchaba Extremoduroen un volumen inusualmente bajo para mí.
-Nosabía que te gustara dibujar -contestó ella, manteniéndose a unadistancia prudente.
-Meayuda a no pensar -contesté.
-Ahoraentiendo por qué soy la persona menos rayada que conozco.
Larisa se atoró en mi garganta, siendo bloqueada justo a tiempo parano salir. Me giré a mirarla. Mi lámpara sacaba destellos brillantesa su cabello rubio. El gorrito rojo con el que la conocí descansabaen su cabeza. A veces me extrañaba que no lo hubiera tirado.
-¿Puedomirar?
Meencogí de hombros, volviendo mi atención al dibujo. Azu se acercóa mí, posando una mano en mi hombro como excusa para acercarse amirar.
-Meesperaría que dibujes a la Isla de la Calavera antes de vertedibujando a Peter Pan -comentó con aire alegre. Volví a encogermede hombros- A mí me encantaba Peter de pequeña, ¿sabes?-comentó- Siempre quise ser uno de sus niños perdidos, y viviraventuras en Nunca Jamás, un mundo libre.
Lamiré frunciendo el ceño. Si tú fueras una niña perdida, no meimportaría ser un Peter Pan algo menos solitario pensé.
-¿Qué?¿Piensas que estoy loca?
-Unpoco -me giré al dibujo, coloreando-. Pero mejor: así puedoestudiarte.
Ellase rió. Golpeó mi hombro con su puño de niña pequeña.
Undía con una noche oscura, y esperando por ver si saliera la Luna...Déjate querer, dímelo otra vez, un día con una noche oscura, yesperando por ver si saliera la Luna. Aaaay, Luna. Aaaay, Luna.
Por unos minutos, ambas nos mantuvimos en silencio. Yo, continuandomi dibujo. Ella, observándolo por encima de mi cabeza.Inexplicablemente, no se me hizo incómodo, a pesar de que estuvieramirando algo que surgía de lo más profundo de mí. A pesar de quepudiera estar juzgando mi mala praxis, las manchas en el coloreo, lasformas difusas, la temática absurda.
Podría conjeturar que fue gracias a la paz que transmitía Azu.Pero, salvándome de hacer teorías sin fundamento que convertiríana esa rata loca e hiperactiva en un transmisor de paz interior, diréla verdad: Extremoduro me calma el alma hablando de sus tragedias ysus perversiones.
-¿Puedo saber por qué necesitas no pensar?
Mis músculos se tensaron, colocando mi espalda tiesa y mi mandíbulaapretada. Antes de que pudiera pensarlo, le lancé una mirada dedesprecio y escupí:
-Por supuesto, seguro que contártelo es la mejor manera de lograrque no lo piense. Me maravilla tu mente, Azu.
Mi garganta y mi pecho se comprimieron, previendo su reacción dealejarse de mí. No obstante, mi rostro seguía emanando desprecio,como si mi interior sólo pudiera pensar en insultarla. Yo lo sabía,pero no podía evitarlo. No podía.
Para mi sorpresa, Azu sonrió con una pequeña risa.
-Solo preguntaba, tonta. -Golpeó mi nariz con su dedo- Peroclaro que te maravilla mi mente. Soy prodigiosa.
El aire volvió a inundar mi interior, llenándome de alivio. No pudehacer más que mirarla con asombro, escondida detrás de mi rostropétreo. La mente de Azu ya parecía dar saltitos por el lugar,olvidando el conflicto. Observó mi dibujo, la pantalla donde sereproducía el vídeo de Extremoduro, y echó un vistazo a mi mesa.De todo el caos estratosférico que habitaba en mi escritorio, unlibro pareció llamar su atención.
Cuando la vi sostenerlo, estuve a punto de arrebatárselo y echarlade mi cuarto. Sin embargo, mi cerebro pareció decidirse por unmaladaptative coping mechanism distinto a laagresividad esta vez: la indiferencia.
-"Tratamiento EMDR del mobbing y el bullying. Una guía paraterapéutas". ¿Por qué tienes esto?
Claro que mi cerebro nunca ha sido demasiado estable.
Le quité el libro de la mano y lo tiré en un cajón.
-Porque quiero. Estudio Psicología, ¿recuerdas?
Nuestras miradas chocaron en el aire. La mía, llena de rabia. Lasuya, llena de comprensión, curiosidad y paciencia.
Me irritó enormemente. ¿Por qué no se iba?
-Hoy pareces muy tensa. ¿Quieres un masaje?
Parpadeé. Sentí como si mi cerebro se reseteara a un estado deconfusión. Sabía que hay que romper el bucle cognitivo a los niñoscuando se ofuscan en algo; pero no pensé que funcionara tan bienconmigo.
La escruté, planteándome qué tipo de proceso mental lleva aofrecerle un masaje a alguien que acaba de tratarte mal. A veces,pienso que Azu tiene problemas serios de procesamiento.
-Que no soy un alien.
-A veces lo dudo.
Ella me ofreció su mano con una sonrisa.
-¿Quieres?
Negué con la cabeza.
-Prefiero que no.
-¿Quieres hacer algo?
Una vocecita que conocía bien hizo eco en mi mente pronunciandoaquella palabra que tantas veces oía, "morirme". Sin embargo, mipecho parecía opinar otra cosa. Sentí ganas de levantarme, deacercarme más a ella, de salir a pasear.
-Hoy no me ha dado mucho el aire.
La artista sonrió conforme.
-Vamos.
-¿Tanto te aburrías para venir a visitarme? -pregunté mientrasbajábamos las escaleras, con las manos en mis bolsillos.
-Pasaba por aquí, tenía ganas de verte y entré.
-¿Por qué tenías ganas de verme?
-Porque eres muy fea y me inspiras a dibujar mi comic de zombies-contestó tirando de mi mejilla.
Le dirigí una mirada asesina y me mantuve quieta solo el segundosuficiente para dejarla echar a correr antes de salir detrás deella, dispuesta a matarla.
Ojalá pudiera ser realmente la inspiración de alguien.
Ahora que lo pienso, Azu consiguió su objetivo. Olvidé todo pesarcorriendo tras ella, mis músculos se destensaron y me divertípeleándome con ella cuando la alcancé.
Pero no pienso decírselo.
Si supiera tanto de mí, me haría vulnerable. Y yo no puedopermitirme que me hagan más daño.
Sólo queda un hilo de mí sin romper.
***
Saqué del cajón el libro que antes me cogiera Azuleima. No sabíapor qué le habría llamado la atención que lo leyera, sabiendo queestudio Psicología. Claro que no lo había cogido por mis estudios.Por una vez, lo había cogido por mí. Pero, ¿qué sabría ella?
Observé por undécima vez la portada. Los colores blanco y naranjadel título y de sus dos autores, Iñaki Piñuel y María Cervera.No, no he tenido que mirar el libro para escribirlo, Valeria. Me loshe aprendido de memoria, de tanto mirar. No he conseguido pasar deahí.
En algún lugar oscuro y recóndito, una mujer observa su mano bajoel título. El tono de su cabello me recuerda vagamente a Sam.También sus ojos. Estos, brillan tanto que jamás podrían ser yo.
No me parece una persona compungida. Ni siquiera por su piel degallina en el cuello o por la tensión que crean las sombras en supiel.
Sé que no se puede juzgar a una persona por su rostro, quecualquiera podría ser un psicópata, estar deprimido o tener un TP.
Supongo que sólo esperaba verme en su portada.
Que lo temía.
Que lo quería.
Ojalá una portada pudiera darme el derecho a sentirme mal. Pudieraotorgarme el derecho de darme ayuda.
He apartado el libro, para escribirte a ti, Val. Porque es más fácilatormentarme en mi mente que afrontar la verdad. Si abro ese libro,tendré que asumir de una vez por todas que me hicieron daño. Tendréque asumir que no tenían derecho a hacerlo, que no me lo merecía(cosa que considero totalmente falsa). Y tendré que ayudarme amejorar.
No quiero hacerlo.
No sé si alguna vez habrás oído sobre esas personas que no quierenescapar de una situación que saben que les perjudica, Vale. Yo soyuna de ellas. No quiero salir de la oscuridad que me tormenta.Porque, esa misma oscuridad, es lo único en esta vida que meprotege.
Claro que tú no podrías entenderlo.
Estás demasiado llena de luz. Demasiada rodeada de luz. Yo me quedécon todas tus penumbras.
Ni siquiera quiero seguir escribiendo esto, ¿sabes? Quiero cerrarloy hacer como si no pasara nada. Quiero coger la moto de Luke y huir atoda velocidad, como si de ese modo pudiera dejar mis demonios atrás.Quiero saltar.
Pero sé que no puedo hacerlo. Y no creo que pueda postergarlo más.
Últimamente, estoy especialmente mal, ¿sabes? Me he dado cuenta deque se me acaba el tiempo. De que, pronto, tendré que elegir en quéme quiero especializar. Y que, cuando eso ocurra, no quedará nadapara que termine la carrera. No quiero que acabe.
Y no me malinterpretes, Val: si bien amo aprender, odio ir a clase.El aula es, para mí, un entorno agresivo, perjudicial, un terreno deguerra. Pero, paradójicamente, es también un lugar seguro.
Mejor malo conocido que bueno por conocer.
Sé cómo debo comportarme en un aula. Lo tengo estudiado. Sé quédebo hacer, cómo comportarme, con qué debo tener cuidado, a quéprestar atención, todos los patrones. Pero no sé cómo lo harécuando esté trabajando. Creo que no quiero saberlo.
Y sí, me ilusiona ser psicóloga, me entusiasma. Pero sé que, pormi personalidad, seré pésima. Que no podré afrontarlo bien, quetendré problemas, y que me hundiré más todavía. A no ser que seapsicóloga experimental. Eso me llama, claro. Pero también senecesita trabajar en equipo. Y, hay algo, dentro de mí, que sienteque no es lo correcto. Que no quiere estar allí.
Quizá sea solo porque no quiero que la salud de alguien dependa demi capacidad de análisis. O no. No lo sé.
Sería tan fácil acabar con todo y ya... Dormir para siempre, québonito sería.
Y, cada vez que lo pienso, apareces tú, Val. Te odio tanto por eso.Sé que no puedo irme de este mundo y abandonarte aquí. No puedo.Porque lo pasarías mal.
Qué importa cómo lo pase yo mientras soporto todo para que tú notengas que sufrir. A quién le importa.
Aguanto porque vosotros no lo paséis mal. Pero, ¿sabes? Sé quevosotros no estáis pensando en cómo estaré yo mientras tanto. Esirrelevante. Incluso para mí lo es.
¿Por qué no has venido hoy a verme? Se suponía que te estabassintiendo mal. ¿Es que ya no me necesitas? ¿Ni siquiera cuandoestás mal? Entiendo que no quieras venir a verme cuando tienes cosasmejores que hacer, pero nunca has faltado en la Nave cuando menecesitabas. ¿Ya no lo haces? ¿O te sientes demasiado mal paravenir? ¿Encontraste a alguien que te consuela mejor que yo?
Estoy sintiendo unas ganas de irme a follar impresionantes. El rostrodel libro me mira, me dice que esa no es la solución. Que noarreglará nada. Evito devolverle la mirada.
¿Qué sabrás tú, me digo, de lo que es sufrir? Ojaláser también un trozo de papel. Ojalá que me quemaran.
No quiero curarme.
Adiós, Val. Mañana iré a visitarte. Ahora me voy al pub.
Espero que las estrellas cuiden tus sueños mientras yo no estoy.
***
Debo confesar que casi abordo a Azu cuando me la encontré, Val.Aunque, en realidad, nunca te lo confesaría. Así que olvídalo.
Ella iba con su guitarra colgada a la espalda, sus andares de raperaperroflauta y su mirada volando por toda la calle. Me acerqué a ellafingiendo estar haciendo footing, no queriendo que notara minecesidad.
-Hey -saludé con un movimiento de cabeza y voz de hablardel tiempo.
-¡Hola, Leia! ¿Cómo tú por aquí?
Me encogí de hombros.
-¿Y tú?
-Estaba tocando la guitarra con unos amigos en el parque.
Perroflauta.
-Bueno, me alegro de verte -añadió al ver que no decía nada-.No interrumpo tu corrida.
La miré alzando una ceja, riéndome por dentro.
-¿Te das cuenta de lo mal que acaba de sonar eso?
-¿El...? -Soltó una carcajada y me dio con la mano en mi cara-¡Malpensada!
-¡Fuiste tú quien lo dijo!
-Anda, vete a correr.
-En realidad, ya estaba terminando. -Tragué saliva- ¿Quieresvenir por casa? Esa guitarra debe pesar mucho, estarás cansada sillevas mucho en la calle.
Claro que sabía perfectamente que ir hasta mi casa era desviarsemucho de su camino, Vale. Pero no, no voy a admitir que queríaraptarla. Se le veía en la cara que necesitaba una amiga, ¿ok? Erasólo eso.
Azu estuvo observándome unos instantes antes de responder. Claro quele había sorprendido mi proposición. Había sido completamenteestúpida.
-Vale. De hecho, deberías llevarme para que no esté tan cansada,musculitos.
Hizo ademán de colgarse de mis hombros. La alejé dando una zancadahacia atrás.
-Hey, no te pases.
-Eres una mala amiga -respondió con un puchero.
La miré varias veces de arriba a abajo. Imaginé como me sentiríade llevarla a cuestas. Analicé las consecuencias que esto podríatraerme. Sopesé las distintas cosas que Azu podría pensar de mí araíz de aquel acto.
Sí, Vale, la mayoría de las veces que pensáis que estoy pasando devosotros porque no respondo, solo estoy pensando.
-¿Tan cansada estás?
Azu asintió con su mejor cara de niña buena. Algo me dijo que setramaba algo, pero no supe qué. Suspiré poniendo los ojos en brazosy me giré, agachándome para que se subiera.
Pronto, la tenía enganchada a mí, abrazándose de brazos y piernasa mi cuerpo.
Joder. Lo acabo de descubrir al decirlo así, Val. La puta queríaabrazarme. Puta artista de mierda.
Le diré a papá Satanás que le prohíba la entrada al Infierno pormaldita.
Aunque debo admitir que- No, olvídalo.
Olvídalo.
Al rato, llegamos a mi casa. Y no, no se pasó todo el camino a miespalda. Ni yo estoy tan fuerte, aunque me gustaría.
Subimos a mi cuarto y me quedé sin saber qué hacer o decir.Realmente, la había invitado para nada. Me sentí estúpida. Leestaba haciendo perder el tiempo.
Mi mirada se desvió hacia su guitarra. Siempre me han encantado.Supongo que te lo habré comentado alguna vez. De hecho, de pequeñaaprendí a tocar un poco. ¿Te acuerdas? Supongo que no.
Ella siguió mi mirada y sonrió suave.
-¿Quieres que te toque?
Me encogí de hombros.
-Haz lo que quieras.
He escuchado muchas veces los vídeos de Azu cantando mientras tocacon su guitarra, Val. A veces, me los pongo por la noche para nosentirme sola, cuando no quiero molestar a nadie. Pero, debo decir,que no se comparan con verla tocar en persona. Esa puta canta comolos ángeles.
Azu se puso a cantar una canción que se llama Mira dentro, oalgo así. De Maldita Nerea. Por lo que he visto en su canal deYouTube, le encanta ese grupo.
Yo me tumbé en mi cama a escucharla, sin apartar la mirada de susmanos en las cuerdas. Cuando dijo aquello de "y tu nave espacialvolará tan lejos que encontraremos siempre la libertad", unasonrisa fugaz pasó por mi rostro. Estábamos en la Nave. Y ambassoñábamos de pequeñas con volar hacia la libertad.
¿Por qué lo haría ella?
El otro día, estaba tan ofuscada que no me detuve a pensarlo. Soyidiota. ¿Qué le pasó en la infancia a Azuleima para anhelar serlibre?
Antes de que me diera cuenta, la artista terminó de tocar. Sentí lanecesidad imperiosa de llenar el abrumador vacío que acababa deformarse sin su voz.
-Qué canción más ñoña -solté.
Ella me tiró un calcetín que encontró sobre mi colcha. Me dio delleno en la cara. Voy a tener que denunciarla por acoso físico enalgún momento.
-Es verdad, que a ti te gustan más las canciones que dicen cosascomo "yo te la meto hasta las orejas".
-Exacto. No te creía a ti tan ñoña, con tanto que reniegas delamor.
Azu me sacó la lengua. Observé con detenimiento sus ojos,intentando encontrar una pista en ellos.
-Es que el amor vende -replicó, volviendo tocar-. Esta sí quees para que la escuche todo el mundo: Una niña triste en elespejo, me mira prudente y no quiere hablar. Hay un monstruo gris enla cocina, que lo rompe todo, que no para de gritar. Tengo una manoen el cuello, que con sutileza me impide respirar. Una venda me tapalos ojos...
Reconocí en seguida "La puerta violeta" de Rozalén. Es laartista favorita de mi Nikolai. Algo lógico, supongo, teniendo encuenta que ella es psicóloga y él un ñoño.
Lo cierto es que, sobre todo esta canción, me parece una metáforademasiado bien hecha. Observé a Azu cantando. Había algo en suvista perdida, en su rostro tenso, que me dio mala espina. No cantabacon la misma tranquilidad y confianza que antes. Algo la compungía.
-Sé lo que no quiero, ahora estoy a salvo -terminó lacanción.
-Tienes razón. Todo el mundo debería escucharla.
Azu debió de notar en mi tono de voz que había notado algo raro.Mierda. Se me escaparon mis sentimientos.
La verdad, no entiendo por qué me pasó, Val. Ya sabes que nunca mepasa.
-¿Porque estudió psicología? -bromeó.
-Claro.
Azu se levantó dejando la guitarra a un lado. Echó un vistazo a miescritorio y mi cama, deteniéndose en cierto cajón.
-¿Te importaría si le echo un vistazo al libro del otro día?
-¿Por qué?
-Me interesa el tema.
-¿Y eso?
-Bueno, ya sabes que mi madre es Psicóloga Infantil. Y se veíainteresante.
-Ah. Está ahí -le señalé.
En cuanto Azu tomó el libro, sentí como si estuviera a punto depenetrar en mi mente, de abrirme, de leerme.
Ni siquiera sabía si era o no un buen libro. Pero su contenido meaterraba.
Azu se tumbó de nuevo en la cama. Lo abrió, hojeándolo.
-¿No lo has empezado o tienes tan buena memoria que no usasmarcapáginas?
-No lo he empezado.
Azu asintió. Continuó pasando hojas, como si buscara algo enconcreto. Se detuvo en una página y observé cómo sus ojos semovían sobre el texto. Sus músculos se habían endurecido. Yo medebatía por dentro sobre si mirar o no. Al final, la curiosidadganó.
Azu estaba mirando una página donde aparecía un iceberg con losdaños visibles (físicos) e invisibles del acoso escolar. Dentro delos daños invisibles o psicológicos, se enumeraban el estréspostraumático, la depresión, las somatizaciones, la ansiedad, laideación suicida, los cambios en la personalidad y la disminuciónde autoestima.
Leer esa simple lista hacía que mi garganta se comprimiera. Quetemía que algo en la mente de Azu hiciera "click" y pudieraleerle. Que aún tema admitirlo ante mí misma.
La artista cerró el libro, apartándolo.
-Bueno, préstamelo cuando lo termines, si puedes.
-Claro.
Bajó de la cama de un salto. A veces, pienso que en serio tieneproblemas con estarse física y mentalmente quieta. Siempre estáhaciendo o maquinando algo.
Tomó de nuevo su guitarra y comenzó a tocar un ritmo cualquiera,para luego cantar lo primero que le vino a la mente. Yo dejé que lamúsica calmara mis músculos acongojados.
En eso, escuché pasos por las escaleras. Ambas nos giramos hacia lapuerta, para ver aparecer a Nico por ella.
Él pareció sorprendido de ver allí a la artista. En seguida sonriómirándome.
-¿Qué haces aquí? -pregunté- ¿No tenías comida con tufamilia?
-Sí, pero terminé antes y vine a verte. ¿Cómo estás? ¿Todobien?
-Sí -gruñí.
Nico asintió, antes de tumbarse a mi lado, dándome un beso en lafrente. Ignoré el gesto y me acomodé apoyándome en su barriga.
En serio, Val, algún día deberías robarme al vampirito y probarlo.Es la cosa más blandita y gustosa del mundo entero. Mejor quecualquier colchón.
-¿Cómo estás? -preguntó a Azu con una sonrisa mientras yo medisponía a cerrar los ojos y quedarme allí cómodamenteescuchándolos sin tener que hablar.
-Bien. Creo que mejor os dejo a solas.
-¡No, no! -se apresuró a decir él- Quédate, tranquila.
Abrí un ojo para mirarla.
-No seas boba, Azu, claro que queremos una cantante gratis.
A falta de encontrar un calcetín, Azu me tiró el libro a la cara.Suerte que Nico tuvo reflejos para pararlo. Fue una forma muy sutilde decirme que me lo leyera de una puta vez.
El resto de la tarde, ellos estuvieron hablando. Yo hice algúncomentario infrecuente a su conversación. Se llevan bien, y no meextraña. Ambos son una maldita bola de ñoñería infumable.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro