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ᴅéᴄɪᴍᴏ ᴄᴜᴀʀᴛᴏ ➳ ❝ ᴄᴏɪɴᴄɪᴅɪʀ ❞

Para Baek Arin nada fue sencillo desde que tenía pocos años de vida.

Estar en una familia disfuncional no era el mejor lugar para que una niña, inocente de todo mal, se criara. Ver a su padre ebrio golpear a su madre en cada oportunidad que tuviera, son cosas difíciles de olvidar, quedan grabadas en tu memoria.

Otras veces, en aquellas juntas que su padre tenía para beber en la propia casa, un compañero de trabajo intentó aprovecharse de ella, afortunadamente siendo descubierto por una amiga de su madre. Nunca se sintió querida, ni amada. Siempre le repetían que estorbaba, que era una inútil y a veces, recibía golpes por tan solo equivocarse en alguna tarea.

Cuando tenía tan solo ocho años de edad la obligaban a vender dulces y generar lástima, para que así le dieran mas dinero del solicitado. No contaban que uno de aquellos días, su madre sería descubierta por una asistente social que transcurría, viendo aquella dulce niña, con su ropa toda sucia y sus cabellos revueltos vender en la vía pública, cuando debería estar en la escuela.

Considerado una vulneración grave a sus derechos.

Arin fue derivada a un hogar de menores, sintiendo que sería su escapatoria de aquel infierno llamado casa. Pensó que todo sería mejor, que no sufriría más. Pero estaba muy lejos de la realidad.

Sufrió bullying intenso por parte de las demás niñas que residían ahí. Por las noches le lanzaban cosas, como también le rayaban su rostro.

—Ni las rayas mejoran tu rostro. Eres tan horrible, bruja Arin. — la niña mantenía sus ojos cerrados a pesar de que sentía como el crayón pasaba por su rostro, sintiendo como las ganas de lanzarse a llorar se intensificaban cada vez más, pero se negó a hacerlo frente a ellas. No mostraría debilidad. — ojalá murieras, eres un gran estorbo.

No entendía como siendo tan pequeña tenía tanto odio en su ser. Sabía que Solyi era la que mandaba dentro de ese lugar. Era cuatro años mayor y tenía muy claro que las demás debían hacer lo que ella pidiera, sino serían las siguientes en recibir algún castigo por parte de ella o el séquito que manipulaba o aún peor, ser de la lista de las excluidas, aquellas manospreciadas, en la que lamentablemente Arin era parte.

Aquella noche lloró de manera silenciosa hasta quedarse profundamente dormida, sabiendo que al siguiente día, sería igual o peor que el anterior. Estaba cansada de aquella vida, veía a niñas ser adoptadas y salir de aquel infierno, pero por ella aún nadie se interesabala hacía sentirse tan mal que ya iba perdiendo el interés en la vida.

¿Tan mala era? ¿Debía cambiar ciertos aspectos para que la gente notara que ella también existía? Eran preguntas que diariamente debatía en su mente. Cada día su ánimo decaía un poco más, ya no había ni siquiera una mísera sonrisa, como tampoco palabras hacia las superioras. Estaban acabando con el poco entusiasmo que le quedaba por salir de ahí y tener una familia que realmente la amara.

Una noche, cuando acababa de cumplir los diez, Solyi como cada noche, fue hasta su cama para molestarla, pero no contaba con que esta vez cruzara aún mas los límites.

—Un corte no te vendrá nada de mal. Tienes el cabello horrible. — sentía el sonido de las tijeras abrirse y cerrarse cerca de sus oídos. Se levantó viendo como mechones de su cabello estaban esparcidos en la cama.

—¿Q-qué haces? Detente. — pidió angustiada, notando como su larga cabellera ya no existiría más por el acto tan macabro que estaba realizando su compañera de habitación.

—¿Qué si no quiero? — acercó su rostro de manera intimidante. — ¿harás algo al respecto, bruja fea?

Apretó sus labios con fuerza y sintió una presión en el pecho. Las ganas de llorar aumentaron y en un acto de arrebato, de enojo, de frustración, tomó la mano de Solyi que aún tenía las tijeras y las acercó a su cuello.

—¡Mátame! Hazlo, por favor. No quiero seguir aquí. ¡Vamos, hazlo! — las lágrimas caían por su rostro y sujetaba fuertemente el brazo de su compañera, quien comenzaba a forcejear y también, a asustarse ante los gritos de aquella estúpida.

—Suéltame, loca. ¿Qué crees que haces?

—¡Mátame, mátame! ¡Mi vida es un asco, no quiero seguir viviendo! — no paraba de gritar, despertando a las demás niñas quienes algunas miraban aterrorizadas la escena y otras tan acostumbradas, simplemente volvían a dormir. Solyi al sentir pasos se alejó, dejándola con las tijeras que aún estaban posadas en su cuello.

Una de las nuevas encargadas del turno nocturno ingresó de manera rápida a la habitación al escuchar por el pasillo gritos ensordecedores, sintiendo como su corazón latía desenfrenado al imaginarse lo peor. Vio como aquella niña que había visto días anteriores tenía un objeto corto punzante directo en su cuello.

—Ey, ey, ey, ¿qué sucede? — intentó mantener la calma, se veía que la pequeña estaba en un estado de histeria y podría cometer cualquier acto desafortunado. — vamos cariño, mírame, ¿quieres hablar conmigo?

—Tía Yoonah, ella se volvió loca. — se defendió aquella adolescente. Yoonah al notar que ya era algo mayor para compartir habitación donde hubieran más pequeñas sugirió que fuera cambiada a otra residencia, siendo completamente ignorada. Ella veía comportamientos abusivos de su parte, pero no podía hacer algo al respecto cuando la directora de aquel hogar al parecer hacia oídos sordos ante las quejas de las demás. Solo le importaba el subsidio que les brindaba el estado y llenarse los bolsillos de dinero, ante que el bienestar de aquellas indefensas niñas.

—¿Qué hacías con unas tijeras, Solyi? — preguntó al ver como la niña tenía mechones mas cortos que otros, imaginando el escenario que probablemente había sucedido.

—Y-yo solo... solo quería molestarla un poco, pero ella se alteró y cortó su cabello, como también me las quitó para intentar atentar contra su vida. — explicó mintiendo de manera descarada. Aquella joven tenía rasgos de narcisismo, como también carecía de empatía, no se arrepentía en absoluto por sus actos y sabía que ella ya no podría cambiar, era parte de ella.

Yoonah llamó por radio a las otras encargadas, siendo atendida de inmediato. Una se llevó a Solyi para hablar a solas y ella se acercó lentamente hasta donde estaba aquella niña que sus ojos no tenían brillo. Desde la primera vez que la vio, pudo percibir que sufría una depresión grave. Siempre estaba deprimida, no quería realizar las actividades, a veces no comía y siempre estaba en su cama.

Sentía una pena inmensa al verla así, tan angustiada, tan rota. Tomó con cuidado su mano, para quitarle aquel elemento y pudo percibir que su mano temblaba, así que la apretó con fuerza sintiendo sus ojos escocer ante las inminentes lágrimas que se querían avecinar. Sabía que trabajar aquí no sería fácil, su esposo se lo dijo, solo sufriría. Pero ella quería ayudarlas un poco o quizás, que su estadía sea mas llevadera cuando ella se encontrara en turno. No podía permitirse llorar y ser despedida por cruzar los límites de relación con aquellas niñas.

—Todo estará bien, princesa. Yo estoy aquí. — intentó consolarla al ver que ella no paraba de llorar. La acercó hacia su cuerpo y la abrazó con fuerza, transmitiendole que ella se preocuparía por ella, que estaría ahí siempre que fuera necesario.

Arin quedó perpleja ante el acto desinteresado de aquella joven mujer que había llegado hace algunos días atrás y no pudo evitar llorar con mas fuerza al sentir unos brazos rodearla por primera vez. Nunca recibió amor ni cariño de sus padres, al llegar acá mucho menos, así que sentir un abrazo tan cálido por primera vez, hizo que todo a su alrededor no existiera. A pesar de estar llorando como Magdalena, sentía una calidez en su corazón, algo que nunca antes había experimentado.

Yoonah se encargó de que sus quejas fueran escuchadas y logró que transfieran a Solyi a otro centro residencial. Muchas niñas al enterarse de la noticia se sintieron aliviadas al no tener que ver nunca más a la causante de los maltratos en el mismo lugar que ellas. También pidió un permiso especial luego de unas semanas de aquel incidente para salir específicamente con Arin, permiso que fue otorgado luego de quejas por parte de la directora. Firmó un consentimiento que si algo sucedía fuera del establecimiento, sería de su absoluta responsabilidad.

—¿Dónde iremos? — preguntó la niña al ver los vehículos pasar. Había pasado mucho desde que estuvo fuera y que las cuatro paredes de la habitación que compartía con las demás se convirtiera en su zona de confort.

—A una peluquería. — le comentó al momento en que hizo detener a un taxi y se subió con ella. — tu precioso cabello quedó disparejo a causa de los cortes. Aquella persona que te atenderá te dejará más preciosa de lo que ya eres y tu cabello quedará parejo. — terminó de explicar y Arin asintió para quedarse en silencio por el resto del viaje.

Aunque no lo demostraba, estaba feliz de poder salir aunque sea un momento de aquel encierro. Yoonah se estaba convirtiendo en poco tiempo en alguien de fiar y le gustaba cuando ella llegaba para cumplir con su turno. Siempre hablaba con ella, Yonaah le preguntaba que tal había estado el día, como habían estado las clases, como ha estado de ánimo y esas simples acciones la hacían sentirse querida. Sentir que alguien se preocupaba por ella la hacia sentirse bien.

Luego de unos minutos, llegaron hasta un lugar que Arin nunca había visto en su corta vida.

—¿Dónde estamos?

—Es un centro comercial. Aquí hay variedades de tiendas y centros de estética. En uno de esos lugares trabaja mi esposo, es un excelente estilista. — respondió orgullosa. Kim Taehyung siempre le apasionó la estética, por eso se metió de lleno a estudiar todo lo relacionado con eso, tanto como en cortes, masajes de todo tipo, como en cambios drásticos de looks. Fue el mejor de su clase y ahora era uno de los estilistas mas solicitados tanto por hombres como por mujeres. Con el dinero adquirido y ahorrado, abrió su propio centro. Yoonah estaba orgullosa de él y su hija les decía a todos que su padre era el causante de que su cabello y rostro estuvieran tan bonitos. — verás que hará magia.

Arim volvió a asentir no muy convencida. Confiaba en Yoonah, pero no en los demás. No podían juzgarla por tener miedo de todos cuando solo había recibido daños y dolor. Llegaron a un lugar en donde estaba repleto de gente, haciendo que la pequeña se cohibiera ante todos los ojos que fueron posados en ella.

No le gustaba la atención.

—¡Amor! Te estaba esperando. — un hombre alto se acercó para besar los labios de su cuidadora y después se agachó a su altura para mover su mano con una sonrisa, que a su parecer, le pareció linda. — hola, pequeña. Soy Kim Taehyung, esposo de Yoonah, ella me ha hablado mucho de ti.

Seguía en silencio completamente avergonzada. Comenzó a mover sus manos al momento de estar sentada en aquella silla. El señor Kim estaba totalmente concentrado cortando su cabello, usaba diferentes elementos para que todo saliera perfecto y dejarla con un aspecto precioso, cosa que era algo complicado al ver algunos mechones mas cortos que otros, por lo que sería mas factible hacerle una melena. Se sorprendió al ver todo su pelo en el suelo, pero finalmente, cuando vio el resultado, se sorprendió aún más.

—¿Qué te parece?

—Me veo... — no podía expresar muy bien lo que veía en el reflejo. — bonita.

Yoonah sonrió complacida y nuevamente sintió esas ganas de llorar. Pestañeó varias veces intentando ahuyentar aquellas lágrimas traicioneras que a toda costa querían salir. Taehyung en cambio sonrió enternecido y se apoyó en sus muslos para mirarla por el espejo.

—Tú eres bonita. Que nadie te haga pensar lo contrario.

—Yo no soy bonita. — negó rápidamente con la cabeza. — siempre me han dicho lo fea que soy, que soy horrible. No es necesario que mienta. — agachó su cabeza y Taehyung sintió una punzada en su corazón. Volteó mirando a su esposa quien se levantó para salir un momento, sabía que estaba llorando al escuchar las crudas palabras de aquella niña.

—Hablaremos en casa. — le dijo Tae al momento de despedirse. Ella asintió para salir de aquel salón y llevar a Arin a comer algo exquisito. La pequeña a pesar de todo, se veía entusiasmada. Ver a toda la gente y llegar hasta el patio de comidas fue algo magnífico. Comió por primera vez comida deliciosa, que según Yoonah, no era saludable, pero comerla de vez en cuando no le hacía daño a nadie.

Fue un día agradable y Arin siempre estaría agradecida por esto. Llegaron a la residencia y la niña se despidió por primera vez dándole un fuerte abrazo y agradeciéndole por todo.

Yoonah luego de finalizado el turno, llegó a su casa, en donde su hija, de la misma edad de Arin la recibió de manera amorosa y un serio Taehyung estaba sentado en la mesa.

—¿Qué sucede, amor?

—Conocer a Arin removió algo en mi interior... — comenzó explicando el rubio. Juntó sus manos y apoyo sus codos en la madera. — me has dicho lo que ha sufrido y quiero hacer algo al respecto...

—¿A que te refieres?

—Quiero adoptarla. — soltó de sopetón. Yoonah sentía que se desmayaría en cualquier momento. Esa posibilidad había pasado por su cabeza, pero la había descartado al llegar a un acuerdo con su esposo de que no tendrían mas hijos por el momento. — Yo... no lo sé, quiero entregarle el amor de una familia. ¿Cómo una niña de diez años diría que es horrible? Se me rompió el corazón al escucharla decir eso. Quizás cuantas cosas horrendas le han dicho para que piense que no vale nada.

—Pero... no puedo adoptarla si trabajo ahí. — dijo angustiada.

—Renuncia. Nos informamos sobre el tema de adopción y hacemos todo lo que esté en nuestras manos para traerla hasta aquí. — sabía que era arriesgado, también sabía que su esposa dudaría el dejar sola a las niñas.

—No lo sé... no quiero que piense que otra persona mas la abandonará. — su voz tembló levemente. — vi su expediente, ha sufrido mucho, no merece nada malo.

—Lo sé. Pero confiemos en que todo resultará bien. — se levantó para acercarse lentamente y tomó sus manos. — realmente quiero adoptarla, ¿tú no?

—Claro que sí. — respondió al segundo, limpiando una lagrima. — amaría adoptar a una niña que a pesar de todo lo malo, sea tan dulce.

—Entonces no se diga más. Aquella niña será una Kim.

Y fue todo lo que tuvo que decir para comenzar con su búsqueda exhaustiva de información sobre el proceso de adopción. Era factible, tenían los medios para cuidarla, tenían un hogar y ambos estaban capacitados para cuidarla al ver lo sana y feliz que era su hija, Hari. Luego de dos meses, llegó el momento de renunciar para comenzar con los papeles y fue lo mas difícil que tuvo que hacer.

Varias niñas estaban llorando en el momento que fue a dar la noticia. Observó de soslayo a Arin quien no tenía expresión en su rostro y se preocupó, así que al momento de consolar a sus niñas, fue hasta la cama de la pequeña, quien le dio la espalda.

—Mi niña...

—Me dijo que siempre me protegería...

—Lo haré. — evitó a toda costa llorar aunque se le estaba imposibilitando.

—No lo hará. Me abandonará como todos y se olvidará de mí. — pudo escuchar como su voz temblaba y su corazón se encogió. — creo que todos piensan que soy alguien desechable.

—No digas eso. — la cortó de inmediato, limpiando sus lágrimas. — volveré por ti, lo prometo.

—No mienta...

—Aunque sea lo último que haga, Arin, volveré por ti. Confía en mí.

La pequeña niña no le respondió, como tampoco se despidió de ella. Pero Yoonah volvería, se lo prometió y con su esposo harían todo para llevarla a casa. Con el corazón roto por tener que dejarla aquí, salió de aquella residencia, dando por finalizada aquella estadía.

Dos meses.

Cinco meses.

Un año había pasado desde que había visto a Yoonah salir por la puerta. Un año desde que se arrepentía por no haberse despedido de ella. Un año en que a pesar de todo, seguía con esperanza de que ella cumpliría lo que prometió aquella noche.

—Bueno chicas, hoy nos despediremos de una niña que lleva tres años aquí y el día de hoy, sus nuevos padres firmaron los papeles de adopción. Por fin ha sido adoptada por una extraordinaria familia que se nota que la amarán y cuidarán como es debido. — la cuidadora que se encontraba en turno sentía felicidad y miró a Arin, que no estaba pendiente de sus palabras.

Ella sabía que no era la elegida. Nadie la había querido adoptar cuando era mas pequeña, menos ahora que estaba creciendo. Sabía que las probabilidades de encontrar una familia disminuían cada vez más y debía ser realista para no sufrir.

Pasaron unas horas y llamaron a la castaña a la dirección. Ella fue en compañía de la cuidadora y cuando ingresó, vio sentada a Yoonah y su esposo, Taehyung. Miró sorprendida a ambos, estaba estática, no podía reaccionar. ¿Estaba soñando? Yoonah se levantó para extender sus brazos y ella, reaccionando, se fue de lleno a los brazos de la mujer para comenzar a llorar.

—P-perdón por... por no despedirme... — a la niña se le dificultaba el habla por el llanto y Yoonah limpiaba sus lágrimas, llorando al verla nuevamente. Taehyung a su lado también limpiaba sus lágrimas al ver que si se pudo. Lo habían logrado.

Ahora Arin era una Kim.

—No te preocupes, mi niña. Te dije que volvería y aquí estoy.

—Y-yo... desde que usted se fue pedí volver a encontrarme aunque sea una última vez y abrazarla fuerte.

—Pues ahora me podrás abrazar fuerte cada día... — respondió quitando un pequeño mechón que se había adherido a su rostro. Su melena estaba creciendo y sus ojos mieles brillaban con intensidad a causa de las lágrimas. Arin no entendió su comentario y la miró curiosa. — Seremos tus padres de ahora en adelante, tendrás una casa, un hogar. Te cuidaremos con nuestra vida, Arin.

Sintió que se paralizaba al oír las palabras que jamás pensó que escucharía. Sus ojos estaban abiertos de par en par, mirando a Yoonah y luego al señor Taehyung. Tapó su boca y un sollozo se escapó para agacharse y agradecer.

—No los decepcionaré, lo juro.

Taehyung no aguantó más, y la abrazó, tirando suavemente a su esposa para que se uniera a aquel abrazo, aquel comienzo de la nueva vida de su hija. Estaban completamente emocionados por esta aventura, sabían que habían tomado la decisión correcta al oír las palabras tan emotivas de Arin.

La cuidadora tenía sus cosas listas y todas se despidieron de ella, quien con una enorme sonrisa que nunca antes había brindado, se despidió de vuelta.

Comenzaría una nueva vida y estaba totalmente emocionada que Yoonah sea su madre adoptiva. El destino la unió con una maravillosa mujer.

La pequeña Hari estaba ansiosa por conocer a quien seria su hermana. Sus padres le comentaron sobre la idea de adoptar, le mostraron fotos de Arin y ella estaba emocionada por que por fin tendría a alguien para jugar a algo mas femenino, ya que su mejor amigo cuando quería jugar a las muñecas, prefería jugar a la consola.

Miraba impaciente a través de la ventana de la señora Jeon, quien se había ofrecido a cuidarla para sus padres fueran tranquilamente a buscar a la nueva integrante de la familia.

—No es la gran cosa, Hari-ssi. — comentó un Jungkook cruzando sus brazos con fastidio. No le gustaba la idea de que alguien mas llegara y se robe la atención de su mejor amiga.

—¡Es mi hermana! Claro que es la gran cosa, Jungkook. — la alegría le desbordada hasta por los poros.

—No es tu hermana, ella es adoptada. — respondió sin un ápice de amabilidad, hasta ofuscado.

—¡Jungkook! — reprendió la señora Jeon, sorprendida por el comportamiento tan hostil que estaba teniendo su hijo aún sin conocer a la niña. — ¿Qué te sucede, eh?

—Aish, olvidenlo. Me iré a jugar video juegos. — caminó a pasó apresurado hasta su habitación para encerrarse y lanzarse a su cama.

Quizás si estaba actuando mal, pero sentía algo de celos. Hari ha sido su amiga y compañera desde el preescolar. Ambos han sido muy unidos y pensaba que con su compañía bastaba y sobraba, total siempre han sido solamente los dos. Pero al parecer estaba muy equivocado. Escuchó la puerta principal abrirse y cerrarse, y la curiosidad lo mató por ver a través de la ventana aquel auto de sus vecinos. Se acercó aun más de manera cautelosa al ver a una tímida niña bajar y mirar a los alrededores. Tenía el cabello corto, claro y vestía con un short y una polera, muy básico fue lo que pensó.

Pero extrañamente eso la hacia lucir tierna.

Se alejó rápidamente de la ventana al pensar estupideces. Nunca le había llamado la atención una niña por el momento, ya que solo pensaba en jugar, así que menos lo haría ahora.

Por su parte, Hari abrazó a su hermana y le dio una cálida bienvenida, acto que Arin agradeció internamente. Sintió miedo al pensar que ella le tendría odio por ser elegida como hija adoptiva, pero fue demasiado grato el recibimiento.

A las horas después, la familia Jeon estaba fuera para la pequeña fiesta de bienvenida que Yoonah y Taehyung le realizaron a Arin.

—Arin, cariño, te presento a nuestros vecinos y muy buenos amigos. — con su mano apuntó aquella pareja quien veía enternecidos a la niña. Sabían su historia y querían que ella se sintiera cómoda en todo momento. — él es el señor Jeon Seungwan...

—Me siento tremendamente viejo si me dicen señor. — bromeó tocando la cabeza de la menor. — ella es Jeon Junseo, mi esposa. — la señora de mediana altura movió la mano con una enorme sonrisa. — y él es mi hijo Jeon Jungkook. Tiene tu misma edad, de seguro se llevarán muy bien.

Arin repasó su vista donde se encontraba aquel niño con el ceño fruncido. No se veía cómodo, ni tampoco a gusto. Les hizo una corta reverencia y medio sonrió. Era extraño para ella que fueran todos tan amables.

—¡Arin, vamos! Te quiero mostrar mi casita de juegos que está en el patio. — Hari tomó su mano y tiró de ella para llevarla directamente hacia el jardín trasero.

Jungkook las siguió de forma inmediata.

—Hari, ¿qué haces? — el pequeño pelinegro la paró en seco cuando estaban a punto de ingresar.

—Le mostraré la casa, ¿por qué?

—Esa es nuestra casa. — se cruzó de brazos enojado nuevamente. Arin miró de manera tímida a ambos y se alejó unos centímetros.

—Lo siento, no quería molestar. — se disculpó, queriendo escapar de esa situación algo incómoda. No entendía porque el niño de cabellos negros la miraba como si fuera lo peor que pudiera existir.

—Pues molestas.

Abrió su boca para replicar, pero la niña azabache se adelantó muy enfadada.

—¿Qué es lo que te ocurre? No seas un idiota, Jungkook. — su cara se había tornado roja a causa del enojo y Arin pensaba que en cualquier momento le saldría humo por sus orejas. — Arin ahora es parte de nuestra familia y será parte de nuestro grupo. Cuando se te pase la odioso, ven a jugar, sino, vete. No necesito que vengas con tus comentarios pesados.

Jungkook apretó sus puños al escuchar la última palabra de su mejor amiga. Le dedicó un desprecio a la allegada y fue nuevamente dentro dando grandes zancadas.

—Lo siento. — respondió una apenada Hari. — él no es así, no se que le ocurre. Es un buen chico, por algo es el único amigo que tengo...

—Tranquila. — interrumpió dedicándole una sonrisa tranquilizadora. — estoy acostumbrada a que tengan esa reacción conmigo, no te preocupes.

—Pero... — la azabache la miró extrañada. — eso no está bien. Nadie puede tratarte mal. Si eso sucede, debes defenderte.

—¿Defenderme?

—¡Claro! Le respondes lo que te digan o en casos mas extremos, le das un golpe. — hizo una demostración dándole un golpe al aire. — justo en el rostro.

—¿Y eso está bien?

—Si te molestan, claro que sí.

Arin nunca se había defendido de nadie. Siempre recibió humillaciones y nunca fue capaz de poner un alto por el miedo que le invadía al estar frente a las personas abusivas.

—Lo haré.  — respondió decidida. — pero, ¿tú me puedes enseñar?

—Querida Arin, eso será un placer. — dio una sonrisa malévola y entró con ella a la casita, para comenzar a jugar con todo lo que vieran. A Hari no le gustaba estar viendo televisión o jugar en el celular, prefería usar su imaginación. Se sentía feliz de estar jugando a las muñecas con la nueva integrante de la familia. Le agradaba mucho Arin y sin duda podían crear un gran vínculo.

Mientras tanto, Jungkook observaba  como aquellas dos niñas jugaban y reían. Sintió algo extraño cuando vio a Lord Farcua reírse con tanta naturalidad y volteó nuevamente ofuscado. Negó con su cabeza y sacó su celular para jugar un videojuego mientras sus padres hablaban de temas aburridos.

Su mejor amiga estaba ocupada y molesta. Así que con un recordatorio de que luego debía disculparse, comenzó una partida de battle royale.

Arin se sentía como nunca antes se había sentido y estaba feliz. La vida le había sonreído luego de tanto dolor y ahora, poder tener una familia que cuidaría de ella la hacia sentirse afortunada y agradecida.

Los meses comenzaron a pasar y Jungkook no cambiaba su manera hostil. Siempre peleaba con ella y aunque en un principio agachaba la mirada por las pesadeces que le decía el amigo de Hani, ahora se las respondía. Todo gracias a las enseñanzas de ella.

—Tú no puedes jugar.

Resopló con fastidio al escuchar la voz de aquel idiota que ya le estaba colmando la inmensa paciencia que poseía. Arin pensó que no volvería a toparse con gente así, pero estaba tan equivocada.

—¿Por qué no?

—Porque eres pésima. Nos harás perder.

—Jugaré de todas formas. — se encogió de hombros. El grupo de amigos los miraba como si de una partida de tenis se tratara. Ya poco a poco se estaban acostumbrando a esto.

—Los adoptados no juegan. — respondió cruzando de igual forma los brazos, mirándola desafiante. Arin tragó saliva.

—Yo jugaré igual.

—Ya deja las tonterías, bruja fea. — replicó Jungkook fastidiado, pero al momento en que vio como los ojos de la niña se humedecieron, se quiso retractar al momento. — Arin...

—Está bien. Hari, te espero en casa. — volteó a mirarla, pero la vista de ella estaba posada en Jungkook furiosa.

—Me voy contigo.

—Arin, yo... — intentó pobremente disculparse, pero no sabía como actuar. De pronto se sintió completamente avergonzado e intentó detener el paso de la castaña.

—No entiendo porque me odias. Intenté tener una buena relación porque eres el mejor amigo de Hari, pero ya olvídalo. Vete al demonio, Jeon Jungkook. — soltó furiosa, pero aún con ganas de llorar. Aquel apodo no lo escuchaba desde que la peor persona no paraba de burlarse de ella en el orfanato y escucharlo salir de la boca de Jungkook, hizo que todo recuerdo se activara nuevamente.

Hari la siguió directo a casa y fue el momento en que estaba duchándose, en que se dijo a si misma que Jungkook era una de las peores personas que pudo conocer y lo lamentaba con Hari, pero ya no podía hacer más por intentar mejorar la relación.

Jungkook bajó la guardia unos días después, al ver que la castaña no lo saludaba y tampoco le dirigía la mirada cuando iba a su casa para jugar. Arin solo estaba por Hari, pero él pasaba desapercibido. Al día siguiente, llegó nuevamente a casa de ellas con una caja de chocolates y una flor que había sacado del jardín de la señora Ahn y Hari lo miró extrañado.

—¿Por qué me traes una flor? — arrugó su nariz viendo el panorama.

—No es para ti... es para Arin. — ladeó su mirada sintiendo como su rostro se comenzaba a enrojecer. Sintió la divertida mirada de su mejor amiga. —¿Está o no?

—¡Arin! — gritó hacia las escaleras.

Jungkook sintió como su corazón latía mas rápido de lo normal y sentía sus manos sudar. Cuando vio unas piernas blancas bajar las escaleras sentía que el nerviosismo le jugaría una mala pasada.

—¿Qué sucede?

Arin no miraba en dirección del pelinegro, su vista estaba enfocada en Hari.

—Jungkook quiere entregarte algo.

Y apenas escuchó eso, él le tendió la caja de chocolates y la flor mientras miraba el suelo.

—Lo siento. Yo...

—Gracias. — lo recibió porque a pesar de todo no podía ser mal educada. — no es necesario que te disculpes porque Hari te obligó. Tú eres el mejor amigo de ella y ya está. Ahora, si me disculpas tú a mí, terminaré de asear mi habitación.

Hizo una corta reverencia para voltear y subir de manera rápida las escaleras. Jungkook resopló fastidiado y miró mal a su amiga.

—Esa... pequeña... es... — Jungkook abría y cerraba su mano enojado. Hari lo miró divertida y se encogió de hombros.

—Tú empezaste esto. Yo quiero que se lleven bien, pero esto es tu culpa.

El pelinegro lo sabía, así que no se rindió esa vez y a su manera, intentaba tener la atención de la castaña. Cuando salían por helados, él le daba el cono mas grande porque sabía que la nueva obsesión de Arin era eso, también a escondidas le dejaba chocolates o cuando descubrió que era alérgica a los mosquitos al ver las ronchas que se formaban en su cuerpo, se recordaba a si mismo que siempre que si salían al parque tendría que llevar un repelente. Pero con nada lograba que Arin le dedicara una mísera mirada y lo disculpara por haber sido un imbécil, pero todo fue en vano.

Y se cansó.

Volvían a tener discusiones por cada mínima cosa, nuevamente volvió a molestarla y hacerle bromas que tenían podrida a Arin.

Sin dudas, Jeon Jungkook era lo peor que se pudo cruzar en su camino.

El tiempo corría.

Seis años habían pasado desde que Arin era parte de la familia Kim. El primer año fue de adaptación, volver a una escuela normal, tener nuevos amigos, conocer gente nueva y nada pudo ser posible sin Hari, quien siempre estuvo ayudándole en todos los sentidos.

Ahora, con dieciséis años, estaba en plena adolescencia. Su cuerpo estaba cambiando y estaba mas desarrollado, ganándose las miradas de los tipejos en la escuela. A Taehyung no le gustaba la idea de que hombres babearan por sus dos hijas, pero sabía que no podía evitarlo, tenía muy claro que ambas eran muy hermosas y debía aceptar que algún día —esperando que sea en mucho, mucho tiempo más— llegarían con algún idiota que se presentaría como el novio.

—¿Quieres ir a la fiesta de Suno? — Hari le preguntó mientras se sacaba una selfie para subirla a su red social. Estaba ganando popularidad en Internet y ahora era como una influencer que hacia blogs hasta para ir a comprar.

—¿Quién mas irá?

—Todos.

—Todos... Mmh, ¿incluye al odioso de Jungkook? — preguntó sentándose a la orilla de la cama de Hari intentando a toda costa no arruinar sus fotos.

—Obvio. Sabes que no se pierde ninguna fiesta.

—Entonces no voy.

—¡Oye! Que no te importe si va o no. Tú debes ir conmigo, tienes que hacerme compañía. — la apuntó con su celular. Arin levantó las manos en señal de rendición.

—Que va, ¿para qué me preguntas entonces?

—Por cortesía.

La castaña soltó una risa y salió de la habitación para lanzarse a su cama mirando el techo que contenía estrellas que se alumbraban con la oscuridad. Amaba todo lo relacionado al espacio, las galaxias, los planetas y las estrellas.

Su relación con el idiota insoportable no mejoró con el pasar de los años. Él en cada oportunidad que tenía la molestaba y sacaba de sus casillas. Siempre sintió que tenía la virtud de la paciencia, pero con Jungkook mágicamente los niveles descendían a niveles insospechados.

No podía tener paciencia con él.

Todo lo que tenía de lindo, lo tenía de pesado.

Decidió subir una foto que se había sacado días anteriores, recibiendo comentarios de manera inmediata. Claramente el de Jungkook no podía faltar. A veces pensaba que era un acosador, podía subir un post y al segundo tenía una reacción por parte de él.


Sonrió al ver el comentario de su amigo y le respondió de manera rápida. Jeonghan es el tipo que te sube el ánimo en cualquier situación, es un rayo de sol dispuesto a ayudarte siempre que pueda. Lo conoció cuando ingresó a la escuela y se han vuelto muy unidos, sin duda alguna fue un gran apoyo en ese proceso de adaptación.

—Ya arréglate, Jungkook vendrá por nosotras.

—Me iré con Jeonghan. — respondió sin siquiera haberle preguntando antes a su amigo, pero no tenía dudas de que no tendría quejas de irse con ella.

—Está bien. Nos vemos allá entonces.

Hani bajó las escaleras con ropa cómoda, pero sin duda linda. Su padre la escaneó con la mirada y asintió.

—¿Arin no irá?

—Se irá con Han. — explicó viéndose en el espejo que estaba justo al lado de la puerta.

—Como que pasa mucho tiempo con él, ¿no crees? Yo digo que sí... ¿Son novios? — aprovechó de preguntar de forma inmediata. Yoonah golpeó su hombro y negó su cabeza.

—Ya basta. Ella no tiene novio y no le interesa tener nada por el momento con nadie. — explicó con su frente arrugada. Arin seguía siendo la niña que conoció en aquel orfanato, a pesar de todo el amor entregado aquí, seguía siendo muy tímida e introvertida.

El timbre sonó dando por finalizado el tema de conversación. Yoonah se despidió de su hija, sabía que estaría bien acompañada y la fiesta no estaba a mas de diez minutos de la casa.

—Hola, cabeza de chorlito. — Jungkook frotó la cabeza de su amiga quien le dedicó una mala mirada. Ojeó hacia el interior al ver que salía sola. — ¿y la bruja?

—Se irá con Han. — dijo nuevamente, rodando sus ojos. Pudo notar como su amigo se tensaba al oír aquello. — ¡Dios, Jungkook! Eres tan predecible.

—¿Qué? ¿De que hablas?

—¿Cuándo le dirás a Arin que estás perdidamente enamorado de ella?

Jungkook se quedó en silencio sintiendo como sus mejillas se ruborizaban. Creía que hacia un gran trabajo ocultandolo.

—E-eso no es cierto... — intentó explicar. — yo no estoy enamorado de esa bruja fea y odiosa.

—¿Crees que no noto tu comportamiento? Siempre quisiste llamar su atención, aunque era una manera muy equivocada, pero eres hombre, es difícil explicarte a ti las cosas. — comenzó a caminar siendo seguida de inmediato por Jungkook. — yo no diré nada. Nunca lo he hecho y eso que llevo tiempo sabiendo un secreto que ni tú me has contado. — comentó divertida. Jungkook respiró profundamente.

—Solo me dirige la palabra para responder cuando le digo algo pesado... — miró hacia el lado, siendo sincero por primera vez. — sé que actúe mal cuando éramos pequeños, pero ella jamás quiso tener un vínculo amistoso conmigo, a pesar de que me disculpé.

—Lo sé. No entiendo esa guerra que tienen. Aún tienes tiempo de sincerarte.

—Es complicado. Me odia. — se encogió de hombros apenado. Él logró eso con sus acciones y ahora debía aguantar los malditos celos cada vez que un tipo estaba cerca de ella. Siempre que escuchaba que algún idiota quería invitarla a salir, hacia hasta lo imposible mandar a volar a los estúpidos.

Ah, aquella niña, desde la primera vez que la vio sintió algo extraño, cuando la veía sonreir podría jurar que podría estar admirandola todo el día. Estaba perdido y completamente enamorado de Kim Arin y ahora no sabía como actuar para que ella le prestara esa atención que siempre quiso de su parte.

Su amiga golpeó su hombro con cariño y prefirió cambiar el tema para que el estado de ánimo de su amigo no decayera. A pesar de todo, se sentía liberado que alguien tan cercana a él supiera su secreto de años.

Llegaron al lugar y se notaba que todo estaba en armonía. Se veía relativamente tranquilo, veían a personas bailar al compás de la música, otros conversaban y otros bebían algo.

Saludaron a los presentes y Jungkook veía en todo momento a la puerta, esperando que ella llegara. Se estaba impacientando, veía las manecillas del reloj avanzar, pero Arin no llegaba.

Hasta que lo hizo.

Tan preciosa como siempre, su larga cabellera tenían ondas, tenía un crop que la hacia lucir sus plano abdomen y su pequeña cintura. Apretó los puños cuando vio al idiota de Jeonghan posando sus asquerosas manos en sus delicados hombros y ella le dedicó una tierna sonrisa.

Y sintió envidia.

Quería recibir aunque sea una vez una sonrisa así de su parte. Quería poder abrazarla, bromear con ella, invitarla a salir. Pero era algo imposible. Fueron creando un muro entre ellos y ahora, Arin no lo toleraba en absoluto y lo tenía mas que merecido.

Su ánimo decayó con creces al escuchar como los idiotas hablaban de ella. Quería golpear a todos y sacarla de este apestoso lugar. O simplemente quería largarse de una vez por todas. No lo estaba pasando bien. Pero no podia hacer eso al ver como su amiga comenzó a coquetear con un tipo que jamás habían visto en su vida. Debía cuidarla.

Notó como Jeonghan tuvo que ir al segundo piso y miró hacia todos lados para aprovechar la oportunidad de acercarse lentamente hasta donde se encontraba. Arin lo miró con una ceja enarcada.

—No estoy de humor para tus pesadeces, idiota. — advirtió apuntándolo con un dedo. Él levantó sus manos alegando inocencia.

—¿Por qué tienes un humor de perros?

—Eh... porque... — puso una mano en su mentón luciendo pensativa. — que te importa. Déjame en paz.

Jungkook contó hasta diez. Y le sonrió.

—No quiero pelear contigo hoy, ¿sí? — hizo un ademán con su mano. — ¿quieres bailar?

—¿Qué bicho te picó?

—El bicho de querer bailar. ¿Aceptas o no?

Arin miró dudosa la mano extendida del chico frente a ella. Jeon Jungkook, aquel idiota que la molestaba hasta por lo mas mínimo. Aquel tipo que muchas veces casi la hace llorar por sus bromas pesadas estaba invitándola a bailar. La tomó con cautela, como si fuera a ser protagonista de una pesada broma al estilo Carrie. Jungkook apretó sus labios evitando sonreír abiertamente.

Un paso a la vez.

Bailaron un par de canciones y por primera vez, Jungkook la hizo sonreir de manera genuina a causa de sus chistes malos. Estaba conociendo una faceta completamente diferente al idiota bromista de siempre. Es como si esa personalidad abandonara su cuerpo y diera paso al verdadero Jungkook, uno que quizás estaba escondido.

Hari veía la escena con una gran sonrisa. Ellos dos serian novios algún día. Estaba completamente segura de aquello. Sabía que los opuestos se atraen. Tan diferentes, pero tan parecidos a la vez.

Se quedaron hablando un momento más y Arin le prestó mayor atención a su rostro. No podía mentir, si lo veía de reojo cuando estaban los tres juntos, pero nunca lo había observado con mayor detenimiento. Sus facciones, su boca, el lunar que poseía debajo de su labio, el de su nariz.

¿Siempre había sido tan, tan atractivo?

—Una foto dura más. — bromeó Jungkook, empujando su cuerpo levemente con el de ella. Arin se sonrojó levemente y negó con su cabeza.

—No quiero tener pesadillas en las noches.

—O tener dulces sueños viendo mi rostro. — replicó tocando la punta de su nariz.

Arin estaba pasmada. Definitivamente nunca había visto esa faceta de él.

—Yo... iré a buscar a Jeonghan. — se levantó rápidamente mirando hacia todos lados sintiendo el nerviosismo apoderándose de ella.

—Estaba con Mina.

Arin lo ignoró para salir disparada de ahí, sintiendo como su corazón se estaba comportando extraño. No le gustaba en absoluto aquella sensación. Buscó a Hari, como también a Jeonghan fallando en el intento.

—La huerfanita por fin está sola... — Eunji aprovechó la oportunidad de acorralar el diminuto cuerpo en una pared. Arin la miraba con confusión. — Primero con Jeonghan y ahora con Jungkook, ¿no te cansas de ser tan perra, Arin?

—¿De qué demonios estás ha...

—Supe tu vida. Tus padres odiaron tenerte, fuiste rechazada por ellos... dime, Arin, si ni tus verdaderos padres te quisieron, ¿de verdad crees que alguien va a hacerlo de verdad? — la castaña creyó que esas hirientes y crueles palabras solo las escucharía por parte de Solyi, aquella que le hizo su estadía en el orfanato un infierno. Pero que equivocada estaba. Aún habían Solyis esparcidas por todos lados.

—¿Qué te he hecho yo para que me digas esas cosas? — preguntó totalmente dolida.

Nadie comprendía lo difícil que fue para ella adaptarse a una nueva vida. A aprender que no todos eran malos. A comprender que había gente que tenía actos tan desinteresados con tal de brindar un poco de felicidad. Habían pasado seis años desde que fue adoptada y era una Kim, pero hasta el día de hoy, Arin aun no puede decirle mamá a Yoonah, quien se ha comportado como una. Tampoco papá a Taehyung, quien la ha protegido de todo desde que puso un pie en aquella casa. Hari la aceptó desde el primer momento y aún así, nunca le ha dicho hermana en voz alta.

Porque la vida fue tan injusta que solo tenia inseguridades a pesar de que le han demostrado de mil y una formas que ella es una Kim. Y siempre lo será.

Limpió una lágrima traicionera de manera fuerte con el dorso de su mano y miró desafiante a Eunji.

—Puede que mis verdaderos padres nunca me desearon, ni tampoco quisieron, pero estar en el orfanato me hizo encontrarme con Yoonah, quien desde el primer momento se preocupó por mí. — respondió seria. — me encontré con gente que me quería, pelearon por mi custodia, Eunji. Ellos me aman. Para mí ellos son mis padres. Kim Taehyung, Kim Yoonah y Kim Hari son mi familia. Yo soy una Kim, tengo un documento que me respalda, idiota. No reflejes tus inseguridades conmigo. — concluyó diciendo en voz alta lo que nunca se había atrevido a decir.

Jungkook escuchó todo con detenimiento, sintiéndose orgulloso de su respuesta. Él en su momento fue una Eunji, diciéndole cosas tan crueles, de las que se arrepiente hasta el día de hoy a pesar de haber sido un crío celoso porque pensaba que su amiga no le prestaría atención.

Arin empujó el cuerpo de Eun y salió hacia el patio.

—¡Arin, espera! — la siguió a toda prisa sin perder su rastro. No se veía bien. — ey, ey, calma, tranquila.

Nunca había visto tan vulnerable a Arin. Lloraba como una pequeña niña sin miedo de ser juzgada.

—¿Q-qué m-me dirás tú, eh? — preguntó de la manera que su cuerpo le permitió. Hipaba por el llanto que no se quería detener. — ¿Q-qué s-soy una... bruja fea? ¿N-nuevamente m-me recordarás q-que soy adoptada? ¿Q-qué no s-sirvo para n-nada?

Jungkook sintió su pecho doler. No quería que ella recordara esas cosas tan horribles que le dijo alguna vez. Tomó el atrevimiento de tomar su rostro y acercarlo a él, sintiendo sus respiraciones mezclarse.

—Fui un idiota. Un estúpido. Siempre intenté disculparme contigo, Arin. Yo... no sabía como actuar frente a ti, los celos me atacaron, también comencé a sentirme extraño con tu presencia. Era alguien que solo le importaba jugar videojuegos y llegaste aquel día, luciendo tan tímida, tan tierna y yo... yo fui un idiota. — expresó sin más, rozando su nariz con la de ella. Arin se sentía eclipsada, bajo un hechizo del cual no podía escapar. Su llanto cesó al perderse en aquellos iris que brillaban muchísimo.

Sin entender la verdadera razón, fue ella quien terminó por cortar la distancia, uniendo sus labios en un beso lento. Jungkook sentía que estaba en el mismo cielo. Estaba besando a la chica que amaba con locura. Su corazón estaba próximo a una taquicardia. Profundizó aún más el beso, queriendo más de ese sabor tan exquisito. Sus labios se sincronizaban a la perfección, la unión de un puzle que estaba inconcluso. Cada segundo parecía durar una eternidad, pero también se desvanecía demasiado rápido.

Finalmente, se separaron lentamente, dejando un hilo invisible de conexión entre sus labios. Sus ojos se encontraron de nuevo, revelando el brillo de la pasión compartida. En ese instante, supieron que ese beso había transformado todo, creando un lazo que Arin en algún momento creyó imposible.

—Yo... lo siento mucho. — tapo su rostro al sentirse mas que avergonzada por lo que acababa de suceder. O mejor dicho, por lo que acababa de hacer.

—No te disculpes. Yo... lo disfruté mucho. — podría jurar que sus orejas estaban rojas. Fue el mejor beso de su corta vida. Y no es que haya tenido muchos. Pero sin duda ser besado por la persona que amas, cambia absolutamente todo.

—Yo... yo me debo ir, no encuentro a Hari, ¿puedes decirle que me fui porque me sentía mal?

—¿Quieres que te acompañe?

—¡No! — respondió rápidamente. Jungkook sintió que nuevamente Arin estaba formando un muro que pensó que estaba teniendo grietas. — puedo caminar sola. Gracias.

Volteó para caminar hasta la calle, pensando que es lo que había hecho. ¿Por qué de pronto un deseo abrasador la invadió? Sintió la necesidad de besarlo, de tenerlo cerca, cuando siempre lo ha repelido.

De cualquier hombre, ¿por qué precisamente tuvo que tener deseos de besar a Jeon Jungkook?

Soltó un grito de frustración, caminando sola en compañía de la luna llena, que estaba preciosa el día de hoy. Llegó a casa y vio a sus padres abrazados viendo una película. Apenas entró, ambos la observaron. Yoonah la escudriñó con la mirada y se acercó veloz para ver su rostro.

—¿Por qué estabas llorando?

Taehyung al escuchar eso se levantó de igual manera para acercarse. Arin sintió nuevamente su barbilla temblar.

—¿Y-yo les he demostrado mi amor y gratitud adecuadamente? — preguntó mirándolo a ambos. Taehyung corrió unos mechones de su cabello y acarició su rostro.

—No necesitas agradecer en todo momento, cariño. Sabemos que estás agradecida, sabemos que nos amas. Nunca hemos querido presionarte en nada, tu vives tus procesos a tu manera...

—Te amo, papá. — soltó, mirándolo entre las lágrimas. Taehyung guardó silencio, sintiendo una emoción gigantesca al ser llamado por primera vez así. Yoonah tapó su boca y sonrió. — te amo, mamá. Ustedes... salvaron mi vida. Soy una Kim y haré que siempre estén orgullosos de mí. — Yonaah no perdió mas tiempo y la abrazó sintiendo felicidad absoluta porque su hija estaba abriéndose con ellos por primera vez.

Aquella noche, los tres hablaron hasta cansarse. Hari llegó al rato con los zapatos en sus manos y vio la escena confundida. Arin estaba en medio de ellos, siendo abrazada por ambos.

—¿Me perdí de algo?

—De abrazarnos. — habló el azabache, estirando su mano para que su hija se uniera al momento tan emotivo. Hari se acercó sin entender absolutamente nada y su madre la tomó del brazo para que se uniera.

Arin miró a su hermana y sonrió.

—Hari es la mejor hermana que pude tener.

La azabache la miró sorprendida y observó a sus padres, quienes estaban aun emocionados por todo. Yoonah asintió ante la pregunta que se estaba haciendo su hija. Arin después de todos estos años, por fin se sentía realmente de esta familia.

Ya era hora de dormir. Subió a su habitación para quitarse el maquillaje y lanzarse a su cama boca arriba, observando las estrellas luminosas, pensando en aquel beso que removió algo en su interior y deseando volver a probarlos.

Por su parte, Jungkook estaba en la misma situación, pensando en cuando sería el momento adecuado para confesar los sentimientos que tiene hacia Kim Arin.

Arin apagó el despertador que sonaba fuertemente a su lado y con una molestia grande, gruñó al sentir que no había dormido lo suficiente.

Ladeó su rostro encontrándose con el cuerpo de un hombre fornido. No sabía que en momento su vida se resumía en trabajar, tener citas a ciegas y tener encuentros sexuales para satisfacer algo que nunca podría hacerlo.

Esperaba encontrar en aquellos hombres aquella chispa que incendiara todo su interior, encontrar al amor de su vida. Pero lamentablemente seguía anclada a un pasado que nunca pudo ser.

Seguía aferrada a Jeon Jungkook, después de ocho años, seguía aferrada como toda una ilusa a la promesa que le hizo cuando se tuvo que marchar a Estados Unidos junto a su padre, quien se había separado de la señora Junseo y quiso que Jungkook tuviera nuevas experiencias. Después de aquel primer beso, cuando tenían dieciséis, Jungkook cambió por completo con ella. La cortejaba, le daba regalos y le hacía cumplidos en cada oportunidad que tuviera. Arin sentía que estaba enamorándose de aquel idiota burlesco, pero que sin duda alguna era un ser maravilloso. Pero nada pudo ser cuando recibió la noticia de su partida.

Hari lloró una semana completa al enterarse. No quería que su mejor amigo de toda la vida se fuera del país. Arin estaba en una situación parecida, pero intentaba demostrar que él hacia lo correcto. Podría tener una mejor vida y volver con mas experiencias.

—Volveré por ti, Arin. Seremos completamente felices.

Todo fue una farsa. Un año. Dos años. Tres años y él al parecer ni tenía intenciones de volver. Decidió cortar por lo más sano, dejar que conociera gente libremente, que se enamorara y quizás, podría casarse y formar una familia. Bloqueó su número y siempre que Hari quería darle alguna información respecto a él, la frenaba. No quería lastimarse aún más. Sus padres veían que su hija estaba deprimida, la intentaron animar, pero ella prometió que pronto todo estaría bien.

Sin embargo, luego de ocho años, no sabía si realmente lo estaba.

Se vistió y salió de aquella habitación para llegar hasta su auto y respiró profundamente.

Kim Arin es una impecable trabajadora social, siendo directora de uno de los más grandes orfanatos de Seúl. Se prometió que les daría mejor calidad de vida a los niños que lamentablemente sus derechos han sido vulnerados. Ella tenía las metas propuestas y las ha ido cumpliendo una a una, tomando todo el tiempo necesario.

Llegó a su departamento y le escribió a sus padres, diciéndole que los extrañaba y que hoy iría a visitarlos. Su hermana era una excelente pediatra y también seguía teniendo su canal en YouTube, en donde grababa momentos de su vida cotidiana.

A pesar de lo malo, todo ha salido según lo planeado. ¿Por qué no se sentía satisfecha? Abrió su closet y rebuscó entremedio de su ropa aquel cuadro que no dejaba que ninguna visita vea.

Salia Jungkook y ella, sonriendo felices cuando se graduaron de la preparatoria. Él la sujetaba por la cintura, se miraban fijamente y ambos una enorme sonrisa.

Arrugó su nariz. Debía deshacerse de todo recuerdo que involucrara a Jungkook de una vez por todas. Su timbre sonó haciendo que despejara sus pensamientos y a través de la mirilla, pudo ver que era un repartidor.

—¿Kim Arin?

—Sí, con ella. — vio el gigantesco ramo de flores que traía en sus manos y sin esperar más se lo entregó.

—Firme aquí, por favor. — extendió la ficha, que Arin firmó como pudo y agradeció.

Miró el arreglo floral y tomó la pequeña nota que había.

No solo eres hermosa físicamente, sino que también irradias una belleza interior que cautiva a todos a tu alrededor. Siempre cautivado por ti, Kim Arin”

La nota no tenía firma, miró para ver si había algo más, pero no.

Fue hasta la casa de sus padres, quienes le informaron que había llegado un arreglo floral. Comenzó a dudar si le había dado la dirección a alguno de sus encuentros casuales y ahora estuviera obsesionado con ella. Miró nuevamente la nota que tenía encima.

“En mis sueños, imaginaba este momento una y otra vez. Ahora que nos podemos volver a ver, mi corazón late con emoción y felicidad.”

—¿Qué demonios? — preguntó extrañada. Miró a sus padres quienes se encogieron de hombros.

—¿Tienes novio? — su madre estaba emocionada. Quería ver a alguna de sus hijas camino al altar y ella poder presenciar ese momento.

—No. — respondió pisoteando por completo el sueño de su madre. — a mi departamento igual llegó. No entiendo que pasa.

Cada día llegaba un arreglo diferente, con notas diferentes. Ya no sabia donde colocar tantas flores. Tomó una nota al azar y leyó nuevamente.

“El sol ilumina nuestros días, pero es la luna la que enciende nuestros sueños. Tu eres mi luna, Arin, y también eres mi sueño.”

Cuando escuchó nuevamente la puerta, la abrió dispuesta a hacer que el repartidor se devolviera con el arreglo floral, pero lo vio ahí, parado, y entrecerró sus ojos creyendo que no era real.

—Hola, Arin.

Cerró la puerta en sus narices y se apoyó en ella, sintiendo que pronto se desmayaría. ¿Qué rayos? ¿Qué hacía el acá?

Escuchó el timbre de manera incesante, pero no quería abrir. Se negaba a hacerlo.

—¡Vamos, Arin, abre la puerta!

—Vete a la mierda, Jungkook.

Jungkook.

El. Mismísimo. Jeon. Jungkook.

Esto era increíble.

No creía que algo así podría suceder. Siempre pensó e imaginó como sería el reencuentro con él, pero sin duda, tenerlo frente después de años, simplemente la dejó en blanco.

—Sabes que puedo ser muy insistente, ¿no?

—No me importa. Vete.

—Okey. Volveré después.

Arin esperó diez minutos y miró a través de la mirilla. No había nadie. Tan insistente no fue, grandísimo idiota. Abrió con precaución la puerta y cuando sacó su cabeza al exterior, un corpulento cuerpo entró en su campo visual, haciendo que soltara un chillido ante la sorpresa.

Jungkook aprovechó la oportunidad y la abrazó para entrar con ella y cerrar la puerta. Podía notar que la castaña estaba en shock, su cuerpo estaba tenso, así que lentamente se separó y tomó sus hombros. Vaya, Kim Arin nuevamente estaba en su campo de visión y sentía que su corazón se saldría de su pecho. Podrían pasar los años y ella seguiría cautivandolo por completo.

—Hola, brujita. — saludó tímidamente. De pronto, un impecable derechazo fue perpetrado en su abdomen, haciéndolo quedar sin aire.

—No me toques, no me digas de esa manera. — masculló enojada. Enojada por su intromisión a su casa y enojada con ella misma por permitirse tener emociones a causa de un idiota que la enamoró, pero no fue capaz de tener la suficiente responsabilidad afectiva para mantener lo que tuvieran a flote.

—Golpeas duro. — pudo decir tocando el lugar afectado. Resopló viéndola nuevamente. Estaba preciosa, Kim Arin siempre lo ha sido y siempre lo será. — lo merezco, vamos, dame otro golpe...

Su sorpresa fue clara cuando definitivamente recibió lo que pidió. Quien lo mandaba a abrir la boca para decir idioteces. Tocó su mejilla luego de esa bofetada magistral.

—¿Por qué entras a mi casa? ¿Cómo supiste donde vivo? — hablaba de manera rápida y algo torpe. Estaba a punto de tener un colapso nervioso, sus manos temblaban y su estómago le dolía.

—Existen las redes sociales y google también en esos lados. — se encogió de hombros. — supe donde trabajabas y luego de poner mi mejor cara tierna, pude sacarle información a la secretaria que trabaja junto a ti.

Arin gruñó. Recordaría golpear a su colega por ser tan desleal. ¿Cómo no pudo decirle que él fue hacia el orfanato? Sunhee lo conocía, ella le había mostrado fotos de Jungkook.

Bueno... un Jungkook mas adolescente.

—No tienes derecho a venir aquí... — lo apuntó mientras se alejaba de su peligrosa anatomía.

Se notaba demasiado que estaba en el gimnasio. Tenía muchísimo más cuerpo que antes, sus facciones estaban mas endurecidas y era increíble que ahora se viera el triple de guapo que cuando eran unos adolescentes.

—Lo sé. Pero quería verte. — explicó sin pena alguna. — luego que me bloquearas de todo completamente, seguía preguntándole a Hari por ti, casa maldito día.

—No tenias porque. Tú no volviste más, te di la oportunidad de conocer a otras personas, de encontrar felicidad en aquel país que residías y al parecer, estabas muy a gusto. — aunque no quisiera, si sonó a un reproche.

—Pues es simple, no estaba Kim Arin ahí. Si no estaba Arin, yo no estaba completo, no era cien por ciento feliz. — dio pequeños pasos para quedar nuevamente cerca de ella. — quedé en una universidad de ahí, estudié muy duro y comencé mi vida laboral en la empresa en que papá fue contratado. Estás frente a un ingeniero comercial.

—Eh... te felicito. Pero aún no comprendo el porque estás acá después de tantos años.

—Ya te lo dije. No estaba completo. Abrirán una nueva empresa aquí y mi jefe me dio el desafío de estar a cargo. Volví a mis tierras y volví por ti, como te lo dije aquella vez. — explicó algo temeroso de su reacción. Estaba muy claro que había pasado mucho tiempo, que quizás ya tenga una vida, un novio y lo haya olvidado por completo. Pero haría todo lo que estuviera a su alcance para enamorarla nuevamente. Lo logró cuando Arin solo lo repelía, podía volver a hacerlo. — eres mi complemento, brujita. La conexión que compartimos es como dos piezas de rompecabezas que juntos encajan perfectamente.

—¿Tú... tú crees que con palabras lindas y... y muchas mentiras yo caeré por ti? — habló ignorando la violencia en que golpeteaba su corazón. No estaba soportando su visita, ni tampoco sus palabras.

—No. Te conquistaré. — afirmó seguro de si mismo. — cada parte de mí te pertenece, Arin. Soy tuyo por completo.

La castaña estaba abrumada. Sentía que en cualquier momento se desmayaría o que todo esto era un sueño, esos sueños en donde imaginaba ver nuevamente al protagonista de sus pensamientos.

—Vete.

—Arin...

—Vete. No quiero volver a verte.

Jungkook suspiró y agachó su mirada. Sabía que sería difícil, muy difícil y que su castaña no querría ni verle un pelo, pero ya no podía aguantar estar lejos de ella. El tiempo lejos de Arin fue una tortura, el sufrimiento que tuvo por no poder concretar lo que siempre anheló y que en aquel entonces veía muy distante lo hacía tener ganas de mandar todo a la mierda. Intentó tener otras relaciones, intentó buscar algo de ella en otras mujeres siendo un total fracaso. Arin para él es como una estrella brillante en un vasto cielo oscuro, única e incomparable.

¿Cómo podría tener una relación con otra persona si su mente solo pensaba en esa preciosa mujer que desde el primer momento que vio, su corazón le perteneció?

—No creo en las casualidades, sé que estoy destinado a estar contigo. Y no me rendiré, Arin. — concluyó dándole un beso en su frente y decidió salir para darle un poco de tranquilidad.

No se rendiría con ella.

Cada día le mandaba cartas expresándole su amor. También nunca podía faltar las flores. Le escribió una canción y también le dedicó algunas que sabían que le gustaría. La invitaba a citas, en las cuales ella no aceptaba ninguna.

Pero la paciencia es una virtud.

Le comenzó a recibir sus cartas. Tampoco le rechazaba sus flores. Y para él, eso era una excelente señal.

—¡Ella es la mujer mas hermosa del planeta y de la cual estoy completamente enamorado desde que era un crío! — gritó a las afueras del edificio de Arin, quien al escuchar los gritos se asomó. — ¡Te amo, Arin! Te amo tanto que duele. Déjame demostrarte que puedo hacerte completamente feliz. Pídeme lo que quieras, que cumpliré cada deseo tuyo por verte feliz. Te amo desde que era un niño, déjame amarte ahora siendo un adulto, no te defraudaré esta vez...

La castaña sintió como su barbilla comenzó a temblar por el llanto que se quería avecinar. Cerró la ventana e ignoró los otros gritos de amor que le estaba jurando el pelinegro.

Tenía miedo de salir herida nuevamente.

Jungkook la enamoró y rompió su corazón. ¿Quién le aseguraba que no volvería a hacerlo? ¿Qué no volvería a romper su corazón, quizás de una manera mas cruel? La inseguridad jugaba un rol importante y no la estaba dejando pensar con claridad.

—Él volvió, Hari. Y yo... no sé que hacer, no sé como actuar. Lo quiero lejos, pero también cuando llega con flores cada día me hace querer mandar todo a la mierda y lanzarme a sus brazos...

Ambas estaban bebiendo y comiendo pollo frito en la casa de la azabache. Era su día libre y Arin no dudó en ir a molestar a su hermana. Hari sabía que la llegada de Jungkook la tendría con su mente echa un caos.

—Has lo que dicte tu corazón, no tu mente, Arin. Por una vez escúchalo, permítete ser feliz, permítete disfrutar. Jungkook jamás dejó de preguntar por ti, en su mente estabas en casa momento y puedo asegurar que él sufrió muchísimo cuando perdió el contacto contigo. — Hari recordaba que su amigo la llamó muchas veces llorando, a veces borracho desde que supo que Arin lo había bloqueado de todos lados.

—Pásame con ella, por favor, Hari. Sé que soy egoísta, pero necesito que me espere un poco más, volveré con ella... que no renuncie a lo nuestro. Me costó años tener el valor de acercarme a ella y que me comenzara a notar de otra forma. No quiero perderla para siempre.

Sintió lástima, intentó ayudarlo cuantas veces pudo, pero siempre se llevó negativas de su hermana. Intentaba ser imparcial, no estar en ningún bando. Entendía a Arin, también entendía a Jungkook. Pero ella tenía completamente claro que cuando algo está destinado a ser, será. Sabía que su amigo volvería y cumpliría su promesa.

—No quiero sufrir, Hari. — tapó su rostro al sentir la pena nuevamente invadiendo su sistema. Jungkook la descontrolaba en todo ámbito.

Esa noche Arin se emborrachó para no seguir pensando en él y aunque su hermana le insistió en quedarse ahí, ella quiso ir en taxi hasta su departamento.

Llegó a paso tambaleante y notó que no había nada fuera de su apartamento. No había ninguna nota, tampoco alguna flor. Y eso la hizo sentir nuevamente extraña.

—Él... él dijo que no se rendiría. — bufó intentando poner la clave de acceso. — es un mentiroso. Un maldito y atractivo mentiroso.

Cuando pudo ingresar se quitó sus zapatos y se lanzó al sofá, golpeándose en su frente al rebotar y caer al suelo. Maldito en voz baja y tocó donde se había golpeado. En sus manos vio algo rojo y sintió pánico.

Se levantó tan rápido que todo se movió a su alrededor.

—Maldito... maldito alcohol como te odio. — alcanzó su celular y llamó al número que no la estaba dejando en paz siento atendida al primer pitido.

—¿Arin?

—Yo... tú... estoy sangrando y...

—¿Qué? ¿Cómo que estás sangrando? ¿Dónde estás? ¿Estás con alguien más? Voy enseguida.

—No... — no pudo decir nada más porque había colgado. — ah, este chico. Siempre tan especial.

Apoyó su cabeza entre sus brazos, sintiendo sus ojos pesar. Recibió una llamada del pelinegro a los diez minutos después.

—¿Sí?

—¿Cuál es la clave de acceso?

Se alejó del celular y miró hacia la puerta. No creía que llegaría tan rápido.

—0423.

Jungkook sonrió complacido al notar que esa fecha quedó tan bien grabada en su mente y en la mente de Arin.

Su primer beso.

Puso la clave y al dar el verde, abrió de manera rápida, se quitó los zapatos y vio a su castaña casi durmiendo en la mesa que tenía en el centro. Vio como su manga tenía manchas rojas y a paso apresurado llegó a su lado para ponerse de cuclillas.

—Eh, brujita. ¿Estás bien? — intentó alejar su rostro para ver el lugar en donde tenía su herida. Su frente tenía un gran chichón y definitivamente se había roto. — siempre tan despistada...

Arin se sobresaltó al sentir unas manos frías y vio al protagonista de sus tormentos. Tan guapo. Tan... único.

—¿Por qué... por qué hoy no trajiste flores?

Jungkook la miró sorprendido. Tenía mucho trabajo el día de hoy y se prometió traerle su ramo de flores diarias cuando saliera del trabajo, pero Hari le había mandado un video de Arin cantando karaoke mientras bebía como su vida dependiera de ello.

—Estaba con trabajo. ¿Me extrañaste?

—Eso quisieras, Jeon.

El soltó una risa y la tomó con cuidado, como si fuera una delicada obra y la llevó hasta su habitación. La observó con detenimiento, cada parte de ella es increíble. Lo volvía completamente loco, sin duda alguna podría quedarse despierto admirando su belleza.

Admirarla siempre había sido su pasatiempo favorito. Y nada había cambiado con el pasar del tiempo.

Jungkook la tapó bien y cuando se disponía a sentarse, Arin le tomó la mano, impidiendo que diera otro paso más.

—No te vayas. Quédate conmigo.

Sintió como su corazón se paralizaba y un rayo de esperanza se abrió paso en los días grises que estaba teniendo por sentirse completamente desatendido.

—¿Me acuesto a tu lado?

Arin asintió tímidamente y Jungkook no esperó mas tiempo para abrir las mantas y quedar justo a su lado, sin invadir su espacio personal. Ella fue quien tomó la iniciativa de estirar su brazo y pasarlo por su abdomen, para abrazarse a él. Él no dudó en pasar su brazo por debajo del diminuto cuerpo y abrazarla fuertemente. Como si ella no fuera real y en cualquier momento se fuera a desvanecer entre sus dedos.

Arin levantó la vista y vio su mandíbula bien perfilada, su pecho olía a perfume que sin duda la embriagaba por completo. Jungkook bajó la mirada y se encontró con aquellos ojos miel que lo enamoraron desde la primera vez. Sentían sus corazones palpitar con fuerza a causa de la cercanía y todo el tiempo que había transcurrido desde la última vez que estuvieron así de cerca, casualmente en esta misma posición, cuando un día antes de partir, tuvieron la noche mas maravillosa de la vida. Era la primera vez de ambos y fue totalmente mágica, pero con un sentimiento agridulce. Sabía que al siguiente día él debía partir. En ese momento fue que le prometió que volvería y cumplió.

—¿Por qué tardaste tanto? — preguntó con voz trémula. — te esperé mucho tiempo, Jungkook.

—Lo sé. Yo solo... no sé, no tengo una justificación totalmente válida. Sólo se que quería terminar todo lo pendiente que tuviera allá, para volver aquí nuevamente. — explicó acariciando los largos cabellos castaños de su bella princesa. Besó su frente con un cariño impresionante. — no te dejaré ir, Arin. Eres mi otra mitad. Te amo, brujita. Te amé, te amo y te amaré siempre.

Una lágrima se escapó por el rabillo del ojo a Arin. Había pasado mucho tiempo. El tiempo y la distancia habían separado sus caminos, pero ninguno de los dos podía olvidar aquel vínculo especial que los unía. Los recuerdos de su amor compartido seguían latentes en sus corazones, como una llama que nunca se extinguió del todo.

Su tonto y exasperante Jungkook.

Sin decir una palabra, se abrazaron con fuerza, como si sus cuerpos necesitaran recordar esa conexión física. El mundo a su alrededor parecía desvanecerse mientras se encontraban entre sus brazos, como si el tiempo hubiera decidido esperar a que el reencuentro se completara.

El silencio se rompió con un suspiro compartido, una mezcla de nostalgia y anhelo. Sus manos se buscaron instintivamente, entrelazándose como si fueran piezas de un rompecabezas que encajaban perfectamente y Jungkook ladeando un poco su cabeza ante la proximidad, sus labios se encontraron en un beso tierno y suave. Fue un beso lleno de emociones reprimidas y palabras no dichas. Cada caricia de sus labios parecía hablar de todo lo que habían extrañado y de lo que todavía sentían el uno por el otro.

El mundo desapareció a su alrededor mientras se entregaban al momento, saboreando cada instante como si fuera un sueño hecho realidad. Todo el tiempo perdido se desvaneció en aquel beso de reencuentro, como si el universo les hubiera dado una segunda oportunidad para estar juntos. Arin tomó su cuello para profundizar el beso, sintiendo que necesitaba mas de él.

Él fue el primero en separarse, sus ojos se encontraron nuevamente, y en ellos se reflejaba la certeza de que este reencuentro era el inicio de algo nuevo y especial. Sabían que no podían ignorar lo que sentían el uno por el otro, que aquel beso de era solo el comienzo de una historia que debían escribir juntos.

Y así, con el corazón latiendo a mil por hora, Arin confirmó que este reencuentro no era una casualidad, sino el destino que les daba una nueva oportunidad de amarse nuevamente.

—Te amo, Jungkook. Y nunca dejé de hacerlo. — confesó mordiendo su labio. — siento que todo lo que sucedió en mi infancia fue por una razón. Me debía encontrar con mamá en aquel orfanato, mi camino se debía cruzar con el de ellos y yo... debía encontrarme contigo. Tú eres mi persona, Jungkook.

—Y tú eres la mía. — juntó sus frentes sintiendo una emoción desbordante. — no te dejaré ir nunca. Te amaré bien todos los días por el resto de mi vida.

—¿Lo prometes?

—No. — negó rápidamente. — te lo demostraré.

Porque Jeon Jungkook era de Kim Arin.

Y Kim Arin era de Jeon Jungkook.

Y así sería por siempre.

Así, su historia de amor continuó, creando un lienzo lleno de colores, emociones y, sobre todo, un amor que trascendía todo. Sabían que no importaba lo que el futuro les deparara, porque lo único que importaba era que lo harían juntos.

Porque lo bonito era en coincidir nuevamente después de tanta espera.

Harían que todo valiera completamente la pena.

Ah bueno. Nada mas q decir que fueron casi 12 mil palabras en un one shot bien soft 😭💘. Porque jungkook me dejó mas enamorada con seven (ambas versiones, ojo 👁 kaksj)

Creo que lo he publicado en todos lados, pero que orgullosa que estoy de él. Merece todo lo bueno y bonito de este mundo igual que mis otros seis wonitos 😭💘.

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