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Planta 9(Fubuki x Hiroto)

Resumen:

Aquella mañana, Fubuki Shirou llegaba tarde al trabajo debido al atasco, por suerte consigue llegar a tiempo. No obstante las cosas se complican, cuando el destino caprichoso, decide que se enfrente a uno de sus mayores miedos...¡Estando con Hiroto Kira, el chico que le tiene completamente loco, y enamorado! 

Capítulo único:


A veces me llegaba a cuestionar, si es que yo simplemente era gafe, y la mala suerte siempre estaba a mi lado acompañándome a todo momento, sin querer separarse de mí ni un solo centímetro como buena amiga que era —nótese el sarcasmo— o por si el contrario la vida le encantaba reírse de todas las desgracias que me llegaban a ocurrir desde que tenía memoria, o tal vez era una mezcla extraña entre ambas, el caso era que yo, Fubuki Shirou, te invitaba a descubrir esta pequeña historia de amor ocurrida por casualidades de la vida, o como podrían llegar a decir algunos, por lo inevitable.

Era una mañana tranquila, donde los pájaros cantaban, y el sol daba sobre mi cuerpo calentándolo, ya que me encontraba más que helado, y estos hacían que el frío poco a poco decidiera irse de mi cuerpo...Espera ¡¿Qué?! Los nervios me afectaban tanto que ni siquiera sabía lo que decía, o en este caso, pensaba, pero bueno, olvidad eso, que empiezo de nuevo, como si esa introducción nunca hubiera existido. Esa mañana donde no todo estaba tranquilo tal y como yo deseaba, y donde los pájaros no cantaban debido a aquellas nubes negras que se divisaban a lo lejos, y que cada vez estaban más próximas, me encontraba en el coche con mi hermano —no de sangre— en el coche, Gouenji Shuuya, mientras ambos impacientes, esperábamos a que el atasco desapareciera, como si aquello fuese a suceder de la nada, o si por el contrario que nada más desease que se pasase en un segundo, en un visto y no visto, con tal de no llegar tarde al trabajo, y como era obvio, no sucedía absolutamente nada, y de manera inesperada, y de paso dándole un susto a Gouenji, el cual me miró como si hubiera visto un fantasma a mi lado burlándose de su rostro de no poder asimilar lo que veía delante de sus ojos, solté un grito de la frustración, a veces se me solía conocer por tener muy poca paciencia.

—Lo siento, no aguanto más aquí, si seguimos avanzando a este paso de tortuga, llegaré tarde, así que correré por mi vida, y de paso por mi trabajo, nos vemos luego Shuuya, que tengas un buen día—le dije a toda prisa, mientras salía de su coche, después de todo su trabajo (de médico, por cierto) quedaba muy cerca del mío, una agencia de detectives. Os preguntaréis como es que llegamos al punto de ser ambos hermanos (adoptivos, pero lo éramos) Katsuya Gouenji pensó que cuidando a un niño más para traer de nuevo la alegría a la familia, lograría recomponer su corazón hecho trizas por la muerte de su esposa, cosa que conseguimos con mucho esfuerzo Shuuya, Yuuka, y yo, uno que al final valió la pena, no podría ser la persona más expresiva del mundo, no obstante se notaba todo el cariño que nos tenía a los tres, aunque cabía decir que a Yuuka era a quien mimaba más, y era obvio porque después de todo era la más pequeña de los tres, mientras que por cosas de la vida, yo había llegado a ser el más mayor, por meses, pero lo era al final y al cabo, y de vez en cuando me daba el lujo de chinchar al rubio por aquello, mientras él me llamaba enano porque me sacaba una cabeza, a pesar de cumplir antes yo los años.

—Hasta luego, e igualmente Shirou, y cuida tu trasero—me contestó de vuelta con una de sus sonrisas ladinas, antes de cerrar la puerta, y comenzar a correr rezando para mis adentros llegar a tiempo, y no solo eso, sino que mi mejor amigo, y jefe de la agencia por una vez llegase tarde, con tal de no escuchar uno de sus sermones por no poder llegar a tiempo, sin embargo, no tenía la culpa de que hubiese atascos por la carretera que era necesaria coger para llegar ambos a nuestro destino, y a pesar de que traté de ignorar lo que el rubio me había dejado caer segundos antes, mis mejillas comenzaron a arder por la vergüenza, maldiciendo por lo bajo a mi imaginación de todo pervertida, y tal parecía que mi adolescente interior con las hormonas revolucionadas hacía acto de presencia cada vez que se le apetecía, sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, tan solo alejar esos pensamientos como fuese. Mi querido hermano mellizo (lo denominaba de aquella manera porque teníamos más o menos la misma edad, cosa que nombré anteriormente) sabía de mis sentimientos, sabía a la perfección que había caído sin darme cuenta, sin ni siquiera percatarme ni buscando al amor por todos los rincones desesperado, caí en las redes del amor, que mi jefe, que mi mejor amigo, que Hiroto Kira me enamoraba a cada segundo que transcurría a su lado. No sabía si me había llegado a cautivar por su maravillosa personalidad, por aquella que se hacía notar que se preocupaba por todos los compañeros, y amigos (mas no era tonto para notar que más por mí), por su manera tan dulce de tratarme, por esos momentos de risa, por esos momentos en los que compartíamos lágrimas, y sollozos, aquella manera que tenía de saber todo lo que pasaba por mi cabeza, esa manera de hacerme saber que lo tendría para lo que fuera, igual que yo siempre estaría allí para lo bueno, y lo malo. Por esa risa que se pegaba, o su adorable sonrisa que hacía que mis preocupaciones se esfumasen en un abrir y cerrar de ojos, o por aquel físico atrayente. Quizás se debía a una mezcla de todo lo anterior, pero no importaba, me valía con saber que estaba perdidamente enamorado por él, fuese por la razón que fuera, y que mi hermano aprovechaba cualquier momento para hacerme avergonzar, sacando a la luz mi lado tsundere, mientras no dejaba de decirle todos los insultos que se me pasasen por la cabeza. Ay, el amor de hermanos...

Las nubes que anteriormente había nombrado, ya estaban tan próximas, que gotas no tardaron en caer del cielo, y si no me daba algo de prisa, iba a acabar ya no solo llegando tarde, llevándome un bronca del siglo, y calado hasta los huesos por el frío que recorrería por todo mi cuerpo, y no teniendo más remedio que aguantarme, aunque mi imaginación como siempre le encantaba hacer de las suyas, y no tardó en pasarme por mi cabeza imágenes de lo más tiernas, Hiroto con una de esas sonrisas que me dejaban sin aliento, mientras creía que de un momento me iba a dar un infarto, con una sonrisa de tonto enamorado en mi rostro que no la quitaba nadie, y de manera amable y cariñosa, con tal de que no pasase frío, me ofrecía su chaqueta, mientras yo, dejaba a la vista mi lado tímido, y que con un fuerte rubor en mis mejillas, cogía su chaqueta para ponérmela, y sentir su calor recorrer cada parte de mi cuerpo, y su aroma me llegaba hasta mis fosas nasales. Y por estar literalmente en las nubes, sin mirar por donde veía por estar en mi mundo de fantasía, me acabé por chocar con una farola, dándome un fuerte golpe en mi frente, por gilipollas. Esta vez mis mejillas no comenzaron a arder, debido por el amor que sentía por Hiroto, sino por la vergüenza ajena, porque varias personas comenzaron a carcajearse, contando con una cabellera pelirroja de la cual no me percaté, ni quería saber que me había visto hacer el ridículo. Lo que había dicho, la vida le encantaba cachondearse de mí.

A los pocos segundos después, y teniendo un poco de suerte en lo que llevaba de mañana, llegué por fin a la agencia, y realmente agradecía a alguien, porque no sabía a quién exactamente, por no haber quedado empapado, solo me habían caído unas pocas de gotas de nada, es decir, nada que importarse demasiado, porque me encontraba tan seco como me desperté esta mañana de invierno. Saludé a la secretaria que se encontraba en la primera planta, y me acerqué a un aparato que utilizaba todas las mañanas, y que odiaba toda mi alma, aquello llamado ascensor. Bien sabía que no era claustrofóbico, ni tampoco me había quedado encerrado en algún ascensor en toda mi vida, sin embargo varias experiencias transcurridas en mi vida, habían provocado que no soportase estar mucho tiempo metido en un lugar que alguien o bien pudiera cerrar, o que se pudiera cerrar por algún mecanismo que yo no controlaba, porque si me encerraba en el cuarto de baño, o mi habitación, nada ocurría, pero de tan solo pensar que me podía quedar encerrado por x razones en un lugar, me aterraba, simplemente sentía la necesidad de salir de dicho lugar, mas era necesario utilizar dicho aparato que odiaba, así que sin más dilación pulsé el botón para que viniera a buscarme, y me dejase en la planta nueve, mientras rezaba para mis adentros, que no viniese y tuviese que ir por las escaleras, el inconveniente venía siendo a que subir nueve plantas no es que fuera una buena elección, pero si no se tenía otro remedio que utilizarlo, entonces poco me importaba.

En cuanto las puertas se abrieron, con cierto temor recorriéndome todo el cuerpo, me introduje en aquel aparato del demonio que odiaba con toda mi alma si era posible. A decir verdad, era algo más espacioso que otros ascensores, por lo menos cabían siete personas más, pero no quería morir apretujado, y de cierta manera agradecía que siempre íbamos poquitos en aquel trasto, además que reducía la ansiedad que me provocaba estar allí encerrado por unos segundos que se me pasaban eternos, mientras deseaba salir de allí de una vez por todas, algunas veces para hacerme reír a mí mismo, porque claro, yo era muy especial en algunas ocasiones, me ponía a decir Fubuki Shirou 1 ascensor 0, pero ¿qué pasaría si en esta ocasión el ascensor ganase un punto? No, que es broma. El caso es que antes de que las puertas se cerrasen, y marcar la planta a la que debía de ir, a toda prisa, vi como Hiroto Kira se acercaba, y entraba en el ascensor conmigo a la velocidad de la luz, mientras que yo de una manera un tanto distraída me sobaba el golpe antes dado, la verdad es que había dolido, y la anécdota que había aprendido era que más me esperaba no ir por la calle, con una sonrisa de tonto enamorado, y embelesado ante los malditos encantos del pelirrojo que se encontraba mi lado, aguatándose la risa de alguna manera, cosa que no lograba a entender, ¿qué era lo gracioso?

—Buenos días Shirou, ¿te encuentras bien? He visto el golpe desde lejos, por favor ten más cuidado—me habló de manera dulce, sintiendo como por dentro me iba a derretir en cualquier momento, y quitando mi mano de aquel golpe dado en mi frente por culpa de la farola que se interpuso en mi camino, y sintiendo como su mano pálida y caliente, se posaba sobre la zona dañada, y de tan solo sentir aquel leve tacto, mi corazón se aceleró de manera inevitable, simplemente me enamoraba todo lo que él hacía, como en esos momento que comprobaba si se había llegado a inflamar, mientras que por mi parte era un completo manojo de nervios, creía que en cualquier momento me iba a dar un ataque, uno no muy bueno, en el que sentía como mis mejillas ardían de la vergüenza, y como aquellas mariposas revoloteaban por mi estómago, era verdad que tampoco estábamos escasos centímetros de nuestros rostros, pero era la distancia justa como para hacer que mi cuerpo se paralizase, me volvía completamente loco en cuestión de segundos, me enamoraba que se notase un tanto preocupado por mí, que se tomase la molestia de ver si el golpe había sido grave o no, y que sobre todo se aguantase la risa con tal de no ofenderme por haber sido tan excesivamente torpe, pero a veces yo era así. Cabía decir que cuando no estábamos por así decirlo delante de otras personas, o en el trabajo, nos llamábamos por el nombre por la confianza que nos teníamos, pero cuando estas estaban delante, simplemente las formalidades volvían, mas estaba seguro de que ellos, los que trabajaban allí, ya habían palpado lo cercanos que éramos Hiroto y yo.

—S-sí, no te preocupes, estoy bien, solo es que iba demasiado metido en mis pensamientos, y entonces el lado torpe que tengo en mi interior sale a la luz—le respondí, mientras ambos no tardábamos en estallar en risas por mi comentario, me costaba un poco admitirlo, pero era verdad que yo solía tener un lado torpe escondido en mi interior, uno el cual tan solo mis hermanos, y Hiroto conocían, ya que en el trabajo me conocían por un detective que era capaz de fijarse en el más mínimo detalle, alguien que era capaz de encontrar todas las pruebas suficientes para desenmascarar al asesino, alguien que era capaz de escabullirse de la situación más difícil posible a pesar de las dificultades puestas en el camino, alguien que solo utilizaba el arma en casos que tan solo eran requeridos, y por último alguien que tenía bastante buenos reflejos, siempre y cuando no estuviera nervioso, porque los nervios siempre estaban allí presente para jugarme muy malas pasadas, al igual que en un caso me quedé a oscuras con un asesino en serie, dispuesto a liquidarme quizás de las peores maneras posibles, donde yo no pedía que me liberase, que tuviese piedad, no, donde yo pedía a gritos que terminase ya con esa tortura sin fin, sin embargo en esas situaciones a pesar de los nervios, lo mejor era mantener la calma, y sobre todo confiar en todas las habilidades posibles que pudieran darnos esa ventaja para salir ilesos. En aquel momento, vi como el pelirrojo pulsaba aquel botón que nos llevaría a la planta nueve...Mientras mi miedo se incrementaba por momentos, y a pesar de que sentía la necesidad de refugiarme en sus brazos, la distancia entre nosotros seguía siendo la misma.

—Vaya, eso sí que es difícil creerlo, con lo aplicado que eres en el trabajo—de nuevo vi como soltaba una suave carcajada de esas que provocaban que sintiera que mi corazón de un momento a otro había dejado de palpitar ante esa imagen tan adorable del pelirrojo, pero no solo me hipnotizaba por lo atractivo que parecía ante mis ojos, sino ante esa personalidad del todo encantadora, yo no me había equivocado, estaba seguro de que Hiroto era la persona indicada, mi amor verdadero, aquel con el que quería pasar el resto de mis días con él, con el que deseaba despertar cada mañana a su lado, y verle con una sonrisa en sus labios, ver como trataba de despertarme de manera desesperada por tener el sueño de lo más pesado, Gouenji siempre utilizaba las cosquillas, no obstante el adorable cuatro ojos podía utilizar otros métodos, unos con los que de vez en cuando había llegado a soñar, despertándome con un pequeño problema molesto entre mis piernas—Pero en serio, ten cuidado, me preocupo por ti, y no parece que esté muy inflamado, como mucho te saldrá un moretón en la frente, llevarás un pequeño regalito por parte de la farola—el pelirrojo solía tener un peculiar humor, y a decir verdad no me llegaba a molestar, era imposible, para la vista de cualquiera podían ser comentarios sin más, sin gracia, pero en mí producían que de manera inevitable esbozase una sonrisa, se podía notar que disfrutaba de mi compañía tanto como yo lo hacía, y me hacía cuestionarme si él sentía lo mismo, yo por mi parte era incapaz de decirle un ''Hiroto me gustas mucho'' o ''Te amo muchísimo, por favor sal conmigo'' Simplemente cada vez que lo intentaba se me trababa la lengua, los tartamudeos se apoderaban de mi ser, y era incapaz de decir algo con coherencia, aparte que en uno de esos intentos fallidos claro, fui interrumpido, mientras sentía que mis mejillas ardían de la vergüenza producida, incluso podía llegar a decir que estas estaban más rojas que el pelo del chico que me volvía loco por segundos.

El silencio reinó entre nosotros, yo no sabía qué responderle, y era debido a que cuando los nervios se apoderaban de todo mi ser, mis pensamientos era un completo caos, temía aburrirle, temía que de camino a la planta donde teníamos que ir, no se me ocurriera ningún tema que pudiera llegar a gustarle, pero es que estar aquí en un espacio cerrado, estar a solas con él, no arreglaba absolutamente nada, sentía que el calor de mis mejillas no se esfumaban, que las mariposas seguían revoloteando por mi estómago, que mi corazón latía desbocado, temiendo que se fuera a salir de mi pecho, o peor aún que muriera de un infarto, mientras que Hiroto era el asesino sin ni siquiera querer serlo, y sin que nadie lo supiera, salvo yo, la víctima. El ascensor, por un momento tembló un poco, aunque decir que fue poco, me quedaba hasta corto, por unos momentos perdí el equilibro, creía que me iba a dar otro golpe de nuevo, a diferencia de este que sería mucho peor, mas sentí como unos brazos cálidos, como un cuerpo más grande y alto que el mío me rodeaba con sus fuertes brazos, provocando que le abrazase en el proceso, que no me cayera de bruces contra el suelo, y que sintiera como mi cuerpo se paralizaba como los nervios de nuevo se apoderaban, y como no era capaz ni siquiera de articular palabras, a pesar de que quería gritar del puro miedo, Dios, esto tenía que ser una maldita pesadilla, una broma de muy mal gusto, ¡El ascensor no se movía, y se había quedado parado en la planta 8!

''Fubuki Shirou 0, ascensor toca pelotas maldito hijo de puta 1''

Pensé para mis adentros, sin querer creer que uno de mis peores pesadillas se había hecho realidad, Dios, que el ascensor no se movía, que no hacía ni caso, era verdad que el pequeño —no tan pequeño— temblor había cesado, quizás en una parada de emergencia, pero eso no lograba tranquilizarme en lo más mínimo, no después de haber tenido ciertos traumas con espacios cerrados, porque yo no era claustrófico, más bien era una persona un tanto nerviosa, que necesitaba moverse todo el rato, no sentir como estaba encerrado junto cuatro paredes, y no sabía decir si es que esto era bueno o malo, pero es que me encontraba ¡junto con el chico que me enamoraba! Lo tenía claro, hoy yo, Fubuki Shirou iba a morir, estaba claro, ya no solo por el hecho de que Hiroto no me soltaba, y que yo por mi parte me abrazaba a él como si mi vida me fuese en ello, cabía decir que era la primera vez que era capaz de estar tan abrazado a él sin la intención de soltarle, y es que el miedo me lograba paralizar tanto, que necesitaba sus brazos por lo menos para tranquilizarme un poco, para que me hiciera ver que no pasaba nada, que tarde o temprano nos iban a salir de aquí, y que él estaría para tranquilizarme, mientras me susurraba palabras de aliento, que era normal que cada uno tuviese sus propios miedos, porque si nadie tuviese sus propios miedos por unas determinadas razones, era debido a que era un robot, o un ser de otro planeta, aunque cabía decir que yo desconocía a lo que el pelirrojo tenía miedo, de todas formas no es que fuese algo que se hablase de manera cotidiana, y en aquellos momentos a pesar de que no quería que supiera mi miedo a estar encerrado, ya que solo era eso, a estar encerrado, era del todo imposible, debido a que todo mi cuerpo era gelatina. Además, tenía un pequeño dilema, por una parte, tenía la oportunidad de declararme por tener todo el tiempo libre hasta que nos sacasen sin interrupciones, y por la otra mi corazón latía tan deprisa tanto por estar abrazado a su cuerpo, tanto por odiar estar encerrado en el ascensor, ¡yo era bueno contigo! ¿por qué me haces esto?

—Shirou, ¿tienes miedo de estar aquí encerrado? ¿O tienes miedo, porque estás encerrado conmigo, y en cualquier momento puedo comerte a besos? —me habló de nuevo seguramente al notar mi miedo, y antes de poder responderle algo, antes de poder siquiera decirle que me daba miedo estar encerrado aquí, y que él por lo menos me lograba consolar con sus brazos aunque fuese tan solo un poco, comenzó tal y como había dicho a comerme a besos, besando una y otra vez mis mejillas, mientras mi risa no tardó en inundar el lugar, es decir el ascensor porque me lograba a producir dulces cosquillitas, las cuales provocaran que no solo pensase que el pelirrojo parecía de estas abuelas pesadas que no dejaban de darte besos por toda la cara mientras tu rostro muerto de asco no tardaba en aparecer, sino que producían que sintiera como la temperatura de mi cuerpo ascendía, es decir que mis mejillas ardían tanto, estaba tan ruborizado que estaba seguro de que superaba el pelo de Hiroto, mas no importaba porque me encantaban cada uno de sus cariños que me daba, y el último que fue en la comisura de mis labios, pensaba que ya dejaría de existir completamente ante el vuelco que me dio mi corazón por lo cerca que lo hube sentido de mis labios, de esos labios que me volvían loco, y que por momentos me tentaban para mandar todo a la mierda, y darle un beso que a ambos nos dejaría sin aliento, o por lo menos yo pensaba de aquella manera—Bueno, ya me dejo de tonterías, no quiero ser un pesado, si quieres puedes desahogarte, porque me preocupo por ti, y lo que menos quiero es que estés atacado de los nervios, ya verás cómo nos sacan pronto ¿vale?

—Está bien, además no eres pesado Hiroto, me ayudas a que no me dé un ataque de los nervios que me produce estar encerrado, podrías pensar que soy claustrofóbico o algo así, pero en realidad no es por eso—tras decir aquello, el pelirrojo me miró con cada de no entender absolutamente nada de mis palabras, frunciendo el ceño en el proceso, pero no en sí miedo a estar encerrado, o sea yo podía encerrarme en mi habitación, en algún baño, o incluso en el sótano, mas, lo que no podía aguantar, lo que hacía que mi cuerpo se tambalease, y que en mi interior no dejara de gritar pidiendo que me sacasen de aquí lo más rápido posible, era ni más ni menos provocados a traumas de mi infancia, era miedo a estar encerrado, y que yo no lo hubiera provocado por mí mismo, yo no podía salir de aquí por mis propios medios, porque el ascensor se había quedado quieto, porque éste se negaba a moverse, pero al mirar sus ojos esmeraldas, al ver el cariño inscrito en todo su ser, para alejar a ese miedo, provocaba que estuviese mucho más tranquilo, que me serenase, y que no desmoronara ahí en medio, y todo gracias que me encontraba junto con el amor de mi vida—No sé si lo sabrás, pero yo viví durante un tiempo en un orfanato de Hokkaido, me había quedado solo, y no me llevaba muy bien con los niños de allí. Una vez les pareció gracioso gastarme la broma de encerrarme en el baño, y allí me dejaron durante horas, hasta que una de las encargadas se dio cuenta de lo que sucedía. Luego en primaria, me volvió a pasar una cosa así, yo estaba con mi supuesto mejor amigo, y para hacerse el guay junto con los demás niños que nos acompañaban para sacar el material que nos había mandado el profesor de gimnasia, al tener él la llave, me dijo que entrase yo primero, y entonces durante unos minutos, o lo que a mí me pareció horas, me dejaron encerrados, mientras no dejaban de decir entre ellos que me iban a dejar allí, que era divertido ver cómo me asustaba por no poder salir. Tal vez son simples tonterías, pero pensar que me puedo quedar encerrado en algún lugar sin poder salir, hace que mi corazón se acelere, y que me ponga nervioso, tal y como lo estoy ahora—murmuré eso último, como si no quisiera admitir delante suya, que estar encerrado en el ascensor me aterraba más de lo aparentaba en esos momentos.

—¿Quieres que te ponga nervioso por otras causas, y que te olvides que estás aquí encerrado? —me preguntó de repente con cierto brillo en sus ojos que me enamoraban más a cada segundo que pasaba. Aún seguíamos abrazados, me fue del todo imposible separarme de sus reconfortantes brazos, y antes de poder decirle algo, antes de tan siquiera asentir con la cabeza, sentí como la distancia entre nosotros cada vez se acortaba más, como la decisión estaba tomada, que ya no importaba nada más, que el sentimiento entre nosotros era mucho mayor que nuestras inseguridades, que ya era hora de demostrarnos que nos amábamos, que no podíamos ocultar por mucho más tiempo aquellos sentimientos desbordantes que necesitaban ser demostrados y contados, así que de esa manera cerré los ojos, y mandando más bien lejos mi parte racional del cerebro dejándome claro que eso que iba a hacer era una locura, por fin hice lo que había anhelado por tanto tiempo, un sueño inalcanzable, besar sus tentadores labios. Sí, entre nosotros habíamos iniciado un beso, uno en el que la torpeza estaba presente, uno en el que nuestros sentimientos de amor eran transmitidos, uno en el que nuestros corazones al unísono latían del todo desbocados. El beso era uno suave, y lento, uno que provocaba que mis mejillas ardiesen de la vergüenza, y que las mariposas revoloteasen del todo disparatadas por mi estómago, en un cosquilleo agradable, uno que hacía que me percatase de lo loco y enamorado que me tenía Hiroto Kira—Shirou te amo muchísimo—susurró en mi oído de manera sensual, o por lo menos lo que me pareció a mí.

—Y-yo también a ti—le respondí de lo más avergonzado, y en el momento en el que Hiroto se separó de mi oído, pude comprobar que yo no era el único que se encontraba tan ruborizado como lo estaba, mis mejillas ardían por lo anteriormente sucedido, y por nuestras pieles pálidas eso se notaba a kilómetros si es que era posible, y me reí levemente, mientras colocaba mis manos sobre sus mejillas, mientras las del pelirrojo seguían sobre mi cintura, manteniéndome lo más pegado posible a su cuerpo, aquel que me superaba en altura por ser un enano. Vi como, se estremecía nada más notarlas sobre su rostro pálido y sonrosado, y pude distinguir el cambio de temperatura que había entre su rostro, y mis manos, las cuales la gran mayoría del tiempo se encontraban heladas—Si en algún momento notas que mis manos están calentitas, se avecina el fin del mundo, pero eso no es lo importante, de verdad no sé cómo expresarte lo mucho que te amo, y lo mucho que he soñado y deseado este momento, creía que eras alguien inalcanzable, aunque suene cliché—de nuevo soltamos una pequeña risita, estaba completamente convencido ya no solo porque me conocía a mí, sino porque conocía a Hiroto como para saber que estaba de lo más atacado de los nervios, tanto como yo lo estaba en esos momentos, que por mucho que se mantuviese impasible delante de mí no servía—Ya lo has conseguido Hiroto, me has puesto nervioso por otra cosa, y tú eres la causa, estate atento a las consecuencias—le guiñé un ojo, y seguido tal y como había hecho él, no le dejé contestar para iniciar un beso un tanto diferente al anterior, uno húmedo, en la que ambas lenguas danzaban entre ellas.

Poco después el ascensor siguió su marcha hasta la planta nueve, y realmente no sabía si agradecer o no al ascensor por ayudarnos a dejar nuestra vergüenza de lado, y declarar aquellos locos sentimientos o por el contrario maldecirle por habernos dejado encerrados durante unos minutos que me parecieron del todo eternos, nunca antes en mi vida había estado nervioso por dos causas completamente diferentes la una de la otra, y no quería que volviese a pasar algo así no, porque de hecho había pensado que mi vida iba a acabar en esos momentos, ya fuese por el hecho de que el ascensor fallase, y nos estrelláramos contra el suelo muriendo casi al instante, o por el contrario por el infarto al corazón que me daría en cualquier momento tanto por estar con mi ahora adorable novio. El caso era que tras haber terminado con nuestro respectivo trabajo, con tal de pasar más tiempo a su lado, le pedí de manera un tanto tímida por la vergüenza que recorría cada parte de mi cuerpo, que se quedase a dormir en mi casa, y él no tardó en acceder a pesar de que no tenía pijama, pero podía darle uno de los míos, o por el contrario uno de mi hermano que seguro que le estaban buenos. A él no le importó que Gouenji estuviese también en casa, a pesar de que me insinuó que si escuchaba mis gemidos por la noche tras haber cenado, no sería por mi culpa, y me reí levemente, sabiendo que antes de demostrarnos nuestro amor de esa manera tan vergonzosa, no solo por el hecho de que nos moriríamos antes de los nervios sentidos, sino porque acabábamos de comenzar a salir, y era realmente precipitado, y ninguno de los dos nos sentíamos preparados para dar aquel paso importante en nuestra relación.

Nada más avisar de que ya había llegado, y que traía conmigo a un invitado especial, no recibí respuesta por su parte, pero sabía que estaba en casa, lo sabía porque la luz, y porque justamente escuché varias risas provenir de la cocina, así que ambos nos encaminamos hacia allí, viendo en un rincón un skate que reconocí enseguida, sino me equivocaba meses antes un chico llamado Endou Mamoru, había tenido un accidente por culpa de un conductor borracho mientras él iba en skate, por suerte no le había pasado nada grave, y a pesar de ser unos años más pequeño que Gouenji, éste había caído perdidamente enamorado del castaño, tanto que en esos momentos, el rubio estaba preparando la cena, mientras Endou se dedicaba a hacerle cosquillas, y tras haber cesado las cosquillas junto con las risas, Endou le dio un beso a mi hermano en los labios, uno que provocó que ambos se ruborizasen, uno en el que se transmitían su amor, aquel que sentíamos también el pelirrojo y yo, aquel que iba a permanecer para siempre en nuestros corazones. La vida daba muchas vueltas, yo bien que lo sabía, y por casualidades de la vida, o por lo inevitable, tanto mi hermano y yo pudimos por fin expresar nuestros sentimientos, y estar junto con la persona que amábamos, y que siempre íbamos a amar, incluso después de la muerte.

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¡Hey! Después de estar un poco inactiva sin subir algo, por fin pude terminar este one-shot hecho con todo mi amor, y no solo eso sino que también es de una de mis parejas favoritas y que no se ve todos los días xDDD. Pero simplemente no me pude resistir, a veces simplemente tengo que dejar a un lado mi obsesión de Gouenji x Fubuki (??) xDDD.

La verdad es que es la primera vez que escribo de ambos, y veo que pegan muchísimo asjkhsdfd <3, espero que penséis lo mismo y que os haya gustado tanto como a mí hacer este one-shot ^^ He de decir que me he basado un poco en mis experiencias personales xD, en el colegio me han encerrado tanto en el baño, como donde se guardan los materiales de educación física, y desde entonces le tengo miedo a estar encerrada sin poder salir de algún sitio por mis propios medios xDDD, aunque ya a los ascensores no les tengo tanto miedo xD.  A veces las experiencias personales son muy buenas para escribir xD, pero bueno ya dejo de hablar de mí misma que soy muy pesada xD.

Espero que os haya gustado ^^ y espero por supuesto tanto vuestros votos como comentarios ^^ sin más me despido muchas gracias por leer ^^ hasta la próxima mis queridos lectores :3!

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