«Tú no necesitas amigos». Aquella frase que había marcado la vida de Killua resonaba ahora en aquel lugar oscuro.

—Es verdad, Killua... —aquella voz, era casi irreconocible de lo apagada que sonaba, pero sabía que provenía de aquel joven que se hallaba sentado frente suyo, dándole la espalda— No te importan tus amigos...
—Gon... —fue lo único que pudo pronunciar sin quebrarse.
—No te importó Kite, y yo tampoco te importo.
—¡No! No es así, ¡Sabes que no es así!
—Entonces ¿Por qué te fuiste? —Gon se dio la vuelta poco a poco, mostrando como estaba cubierto de azul, era la sangre de alguna hormiga quimera— Me ayudaste por compromiso-
—No...
—Hiciste que tu hermana me sanara... Y te fuiste...—Gon comenzó a arrastrarse hacia Killua, quien tropezó en un intento de alejarse y ahora estaba sentado en el suelo.
—Basta... —dijo entre lágrimas.
—Me curaste por compromiso... Por lástima...
—¡No! ¡Lo hice porque-!
—T-te... A... Mo... —esa no era la voz de Killua, era la de alguien desagradable que se obligaba a decir algo que nunca en su vida dijo, alguien que apareció de un segundo a otro y ahora estaba sosteniendo las manos de Gon, quien se veía más envejecido, unos 17 años tendría.
—¡Yo también te amo, Hisoka! —el chico soltó sus manos para rodear el cuello del mayor y darle un beso.

Killua seguía en el suelo, sin poder moverse un sólo centímetro, sin poder apartar la vista, sin dejar de llorar. Veía como la única persona que amó más que a su hermana, que era el centro de su existencia, ahora estaba con otra persona y...

Era feliz.

Gon se veía tan feliz al lado de ese loco, más feliz que cuando estaba con Killua incluso.

—Sé que seré muy feliz a tu lado, Hisoka. Porque nunca te irás de mi lado.

»¡NUNCA!«.

Despertó sobresaltado, sudando y llorando, tratando de descubrir donde se encontraba. Estaba en un hospital ¿Cómo diablos llegó a aquel sitio?

Miró a un lado, encontrándose a su amigo durmiendo en una camilla aparte, en una punta había sido doblado un saco de un traje y una corbata. Las manos de Gon se encontraban cerca de su propia cara, y en su mano izquierda se observaba un anillo.

Ahora podía recordarlo, estaba en la boda de Gon, se estaba casando con ese payaso loco, él había pospuesto la fecha de la fiesta para que Killua pudiera presentarse y dar un brindis. Estaba tan mal que...

—Te desmayaste en medio del discurso, Killua. Eso es muy malo... —parado en el otro lado de su camilla, apoyado en la puerta  y apenas siendo iluminado por la luz de la luna, Hisoka miraba con desprecio al albino—. Nuestro gran día, arruinado por tus estúpidos celos, todos tus tontos sentimientos de envidia hicieron que te desmayaras frente a todos —continuó mientras se acercaba al joven Zoldyck—, que patético.

»¿No deberías rendirte ya, Killua? —en este momento, el pelirrojo se encontraba cara a cara con el chico que no había parado de llorar desde que despertó— Tantos años con lo mismo, ya no servirá de nada que sigas intentando. Él es mío ahora«.

Gon despertó con los gritos de la enfermera que había ido a revisar a Killua, pero él no estaba en la habitación, ni en ninguna parte del hospital.