Remus Lupin
nota. no denuncien, porfa. la prota tiene 17 xdxd
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Remus Lupin estaba enamorado. Pero se había enamorado de la persona menos adecuada. Su alumna.
Era incorrecto. Él era mucho mayor que ella y no podía pensar de esa manera de una de sus estudiantes.
Pero es que (t/n) era simplemente el ser soñado del hombre. Siempre tan amable, con una radiante sonrisa adornando su precioso rostro en todo momento, además de ser una chica brillante y sumamente inteligente.
En cambio él, bueno, era sólo un hombre mayor con la túnica remendada porque no tenía el dinero suficiente para comprar una nueva. Sólo era un profesor al que le habían dado el puesto casi por lástima debido a su condición de hombre lobo.
Fue en el tren cuando vio por primera vez a la chica. Habían chocado sin querer en el pasillo luego de la intervención de los dementores. Ella le había sonreído un poco y le pidió disculpas. Él quedó hipnotizado por esa bella sonrisa que tardó más de lo usual en responderle que no había problema.
Horas más tarde, descubrió que la chica pertenecía a Ravenclaw. Él había apostado que sería de Slytherin.
Fue hasta el viernes a la última hora cuando por fin tuvo clase con ella. Descubrió que su nombre era (t/n) y que estaba en último año. También fue cuando descubrió que la chica era muy inteligente pues había contestado correctamente todas las preguntas que había hecho.
Definitivamente le encantaba.
Con ella tardaba más en revisar sus trabajos, mirando detenidamente su letra y la peculiar manera en que escribía la 'g'. Le gustaba y odiaba sentirse como un tonto adolescente de nuevo. Debía concentrarse y dejar de pensar en ella.
Eran principios de diciembre, ya habían comenzado las nevadas y se sentía el frío a todas horas del día.
Ese viernes, luego de clases Remus notó que (t/n) se había quedado en su asiento luego de que todos se marcharon. Se notaba distraída, como si no se hubiera dado cuenta que la clase había terminado.
—¿(t/n)? —la llamó con suavidad desde su escritorio.
La chica levantó la mirada, fue cuando se dio cuenta que ya no había nadie más.
—Lo siento, profesor —guardó sus cosas con rapidez y se ponía de pie.
—¿Estás bien?
El hombre notó cómo la chica se limpiaba lágrimas acumuladas.
—Son solo tonterías —suspiró, colgando su mochila en su hombro.
—Si necesitas hablar con alguien, puedes confiar en mi.
—Gracias, profesor.
(t/n) dio media vuelta lista para salir del salón, pero se detuvo antes de llegar a la puerta. Miró al profesor, quien la había seguido atentamente.
Hubo un momento en que sus miradas conectaron.
—¿Está todo bien, (t/n)?
—Yo... no he prestado atención a la clase de hoy. ¿Será posible que pueda tomar alguna asesoría con usted?
—Por supuesto. Si quieres podemos vernos luego de la cena en mi oficina o cualquier otro día que tengas una hora libre.
—Después de la cena es perfecto. Gracias, profesor.
El hombre tenía los nervios de punta, estuvo toda la tarde como loco pensando en que estaría a solas con la chica. Aunque para ser sinceros, estaba un poco preocupado por ella.
Se miró en el espejo durante veinte minutos, peinando su cabello y arreglando su bigote. En serio se sentía muy tonto.
Esperó pacientemente en su oficina y se resaltó un poco cuando llamaron a la puerta. La chica entró con timidez mirando detenidamente el interior de la oficina.
—Adelante, (t/n). Toma asiento.
Ella hizo lo indicado, dejando su mochila en el suelo luego de sacar el libro y una libreta.
—Gracias, profesor. Lamento si arruiné su noche.
El hombre dejó salir una corta risa.
—Nada de eso. Me alegra poder ayudarte.
Comenzaron a repasar un poco sobre el tema, la chica escuchaba con mucha atención cada una de las palabras del hombre haciendo algunas notas en su libreta.
Un poco más entrada la noche, la conversación se tornó algo más informal. Hablando de cualquier cosa y riendo de vez en cuando. Ambos se la estaba pasando bien y casi olvidaban que estaban estudiando.
Estaban sentados muy cerca el uno del otro, (t/n) escuchaba con atención lo que Remus le contaba.
—¿Por qué estabas llorando en la tarde? —se animó a preguntar.
Ella bajó la mirada.
—Sólo fue una tontería.
—Si te hizo llorar no creo que sea una tontería.
—Uhm, mi padre descubrió que mamá tenía a alguien más y ella se escapó con él quién sabe a dónde. Mi padre no lo tomó muy bien y está en el hospital.
—Lo siento.
Se encogió de hombros.
—Es sólo que no lo entiendo. Mi madre parecía feliz con nosotros y luego huye con un sujeto que no conocemos, papá enferma. La verdad es que me afectó más de lo que quisiera admitir.
La mano de Remus se dirigió a la mejilla de la chica. Ella no pareció tomarle importancia pues le agradó la cálida sensación. El pulgar del hombre limpió una lágrima que estaba por caer.
—Entiendo que te sientas de esa manera y está bien que llores. Llorar no es ningún delito y te ayudará a sentirte mejor.
Se miraron a los ojos, ambos estaban muy cerca el uno del otro. Remus deseaba inclinarse un poco para capturar los labios de la chica pero nunca haría nada que ella no deseara.
Se reprendía internamente. Pero ya era muy tarde para negar lo que sentía.
(t/n) se levantó un poco y abrazó por el cuello al hombre. Sintiéndose a salvo entre sus brazos, Remus también la abrazó, pegándola más a su cuerpo y disfrutando del momento.
—Profesor —habló la chica sin separarse, sin mirarlo a la cara— debo confesarle que desde hace tiempo que siento una gran atracción hacia usted.
—Soy tu profesor, (t/n). Y soy mucho mucho mayor que tú.
—Lo sé —se separó para mirarlo a los ojos— pero no me importa.
Él intentó ahogar una sonrisa.
—Debo confesar que yo también me siento atraído hacia ti.
Sus alientos se mezclaron, la chica se acercó un poco más y cerró los ojos antes de que sus labios se unieran.
Estaba tan mal todo aquello, pero ya nada más importaba.
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