James y Monica peleaban constantemente y por absolutamente todo.

Tenían una rivalidad y competían por ver quién era mejor en todo. 

Ahora se encontraban en su clase de herbología. James y Monica se miraban con sumo odio, nadie entendía la razón de porqué se odiaban tanto.

-Potter- habló Mónica.

El chico miró a su compañera.

-¿Qué quieres, Graham?

Mónica sonrió con maldad.

-Hay que apostar.

James rió.

-¿Qué quieres perder esta vez?

La chica rodó los ojos y se limitó a mirarlo.

-Quien plante más mandrágoras para el final de la clase gana. Si yo gano, harás mis tareas durante un mes.

-Bien. Pero si yo gano tendrás que decir frente a todo el comedor que soy mejor que tu y estás perdidamente enamorada de mi, después me besarás.

Mónica rió con sarcasmo.

-Trato- extendió su mano.

James también sonrió y estrechó su mano.

Más tarde...

Ya había comenzado la cena. James miró a Mónica esperando a ver su actuación.

Por su parte, Mónica maldecía por lo bajo. Empujó su plato y se puso de pie sobre su asiento.

Había perdido la apuesta, James había plantado sólo una más que ella justo antes de que terminara la clase.

-¡Atención!- gritó la chica lo más fuerte que pudo.

Todos en el comedor se quedaron en silencio mirando a la chica.

Mónica sintió mucha vergüenza al instante.

-Hay algo que debo decir y necesito gritarlo. James Potter es mejor que yo en todo y siempre peleo con él porque estoy profundamente enamorada de él. Gracias por su atención.

Todos regresaron a sus asuntos y se escuchó el murmullo habitual del comedor.

Mónica regresó a su asiento y miró a James.

-Listo- dijo.

James sonrió un poco.

-Aún te falta algo.

Mónica gruñó y se acercó a James. Besó su mejilla y se separó.

-No especificaste. 

James rió.

-Tienes razón. La próxima seré más específico- le guiño un ojo a la chica.

Mónica rodó los ojos de nuevo y regresó con sus amigas.

Si debía besar a James como castigo para la siguiente vez, no le importaba mucho perder.