Geraldine a veces odiaba sus ojos pardo, su piel olivo y su cabello azabache... su estúpido y horrible cabello azabache.

Se miró en el espejo, lo único que este reflejaba eran sus defectos, defectos que tanto odiaba.

Dejó salir un suspiro. Abrió la llave del agua y mojó su cara, volvió a mirar su reflejo y enseguida apartó la vista.

Salió del sanitario de niñas y caminó por el pasillo hacia el comedor pues era hora de la cena.

Se sentó junto a su mejor amigo, James Sirius. Le encantaba ese bromista y divertido chico, en realidad, estaba enamorada de su mejor amigo.

Pero sabía que sus oportunidades eran casi nulas, el niño Potter era muy famoso entre las chicas y no perdía la oportunidad para compartir tiempo con algunas.

Lo único que detestaba de James, era la forma tan intolerante e injusta de ser con los de slytherin, pero aún así nunca podría odiarlo.

Estuvieron hablando durante toda la cena, a ambos les gustaba pasar tiempo juntos.

Habían pasado un par de días, James y Geraldine estaban en el jardín.

—Está todo bien?— preguntó la chica al notar a su amigo tan distraído.

—Sí, es sólo que... esa chica— miró en dirección que James señalaba— creo que me gusta.

Fue como si le hubieran dado una patada en las costillas.

—¿Quién es ella?

—Su nombre es Kira.

Suspiró resignada, todas sus ilusiones habían caído en picada.

—Es bonita.

—¿Bonita? Es hermosa, es pelirroja y está llena de pecas. La maldición Potter sigue en pie, ella será mi esposa.

Otro golpe bajo para Geraldine.

—Pero... no sabes si le gustas.

—Por supuesto que le gusto, soy irresistible.

Aquí iba de nuevo el James idiota.

—Deberías ir y hablar con ella.

James sonrió.

—Claro que lo haré.

James se puso de pie, dejando sola a su mejor amiga.

Uno, dos, tres e incluso un cuarto rechazo por parte de Kira hacia James.

—No lo entiendo, Kira no deja de rechazarme y yo... ya no sé que hacer.

Ella sabía cómo se sentía James, era lo mismo que ella sentía cada vez que lo veía con esa chica.

—Tal vez deberías conocerla un poco más antes de invitarla a salir. Hacerte su amigo.

—Tienes razón, Ger. Gracias.

Era suficiente, no debía torturarse, no era sano. James quería a Kira y ella no debía entrometerse en algo que no le importaba. Pero era suficiente, se hacía daño a ella misma.

Se encontraba rumbo a la biblioteca, debía hacer sus deberes de dcao.

Al entrar se encontró con Louis Weasley, el prefecto de ravenclaw y toda una celebridad entre las chicas. Era un año mayor que ella.

El chico estaba con un libro de pociones, pero parecía tener un poco de problemas con ello.

—Hola— saludó la chica a su antiguo amigo.

Sus madres iban juntas al colegio francés y desde niños ellos se conocían pero poco a poco dejaron de convivir tanto.

—Gerald... hola— el chico le sonrió mostrando una perfecta dentadura.

La miró con esos bellos ojos celestes y Geraldine sintió un cosquilleo por todo su cuerpo.

—Veo que tienes un poco de problemas con pociones— llevó un mechón de cabello detrás de su oreja— yo... te puedo ayudar, si quieres 

Louis lo pensó un momento.

—Claro, creo que un poco de ayuda no me vendría mal.

Geraldine se sentó junto a su amigo, el chico era realmente amable y ella sentía mucha confianza y comodidad de estar a su lado.

Poco a poco su relación se fue fortaleciendo. Los martes y viernes se veían en la biblioteca para estudiar, Geraldine le ayudaba a Louis con pociones y Louis le ayudaba a Geraldine con aritmancia.

Y la verdad era que... Louis había estado enamorado de Geraldine desde hace tiempo.

Le encantaban sus hermosos ojos pardos llenos de vida, su piel olivo tan suave y su precioso cabello azabache que le ondeaba al caminar. Era perfecta, bonita e inteligente.

Era un viernes cuando los dos se encontraban en la biblioteca, Louis necesitaba ayuda para redactar un ensayo sobre la amortentia.

Geraldine tenía en sus manos un tubo con una muestra de la poción.

—Debemos abrirla, tienes que escribir lo que hueles.

—Entiendo.

Gerald abrió el tubo y enseguida el aroma llegó a sus fosas nasales.

Era un aroma exquisito, tinta, pino y un toque de coco.

Por su parte, Louis olía pergamino, vainilla y un toque de jazmín.

La chica tapó la poción antes de que perdiera la razón.

Miró al rubio y no pudo evitar sonrojarse al igual que él.

—Creo que mejor seguimos buscando información en los libros.

—Sí, es buena idea.

Cada quien metió su cabeza en un libro, sentían vergüenza de mirar al contrario.

Por otro lado estaba James.

Había intentado invitar a salir a Kira una vez más pero todo había resultado catastrófico. La chica le había gritado cosas horribles pero por fin le había quedado claro que no quería tener nada que ver con él.

Ahora necesitaba a su mejor amiga, hacía días que no la veía y ahora la necesitaba más que nunca.

La conocía a la perfección, conocía sus lugares preferidos y decidió primero visitar la torre de astronomía, pero no estaba allí. Luego se dirigió a la biblioteca y allí estaba, pero no sola, era ese chico, el prefecto de ravenclaw.

El chico reposaba su cabeza sobre el hombro de la chica y estaban tomados de la mano.

Prefirió no interrumpirlo y fue en busca de su amigo, Fred.

Después de una larga charla se dio cuenta de que todo este tiempo fue un completo idiota.

Por ver sólo a Kira no se dio cuenta de lo que tenía a su alrededor. Perdió a esa chica tan cariñosa, risueña, inteligente y carismática que tanto quería.

No tenía derecho a interferir entre su nueva relación, no después de todo lo que hizo.

No se dio cuenta a tiempo, de que esa chica tan perfecta pudo haber sido más que su mejor amiga y ahora ella estaba con otro.

Sí que era un completo imbécil.