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Quién Dijo Amigos [Toto Wolff]

Hace como mil quinientos años, Sevi_Roler me nominó a hacer una infinidad de historias cortas basadas en canciones, y esta es la primera. ¿He tardado dos vidas? Pues sí, no os voy a mentir, pero no me gusta ir con prisas, así que después de mucho tiempo, aquí tenéis mi primera creación, basada en la canción "Quién dijo amigos" de un tal Carlitos Rossy. No juzguéis mi gusto musical porque igual que escucho esto, escucho música clásica lmao.
Espero que os guste mucho, y sentiros libres de continuar el reto en vuestro perfil si os apetece, un beso enorme❤️

-Pues con esto, caballeros y señorita, finalizamos la reunión de hoy, recuerden entregar los formularios solicitados antes del próximo gran premio.
Una joven se levantó de su asiento y cogiendo su maletín caminó hasta la salida con paso ligero.
-¡Zoe! ¡Zoe espérame!- llamaba Christian Horner -¿Qué vais a hacer al final con el motorista?- preguntó bajando el tono al llegar a su altura -¿Has elegido Honda?-.
-He elegido Mercedes- dijo ella -en Haas necesitamos el apoyo de uno de los equipos grandes para salir adelante-.
-¿Un grande? ¿Y por qué no os quedáis con Ferrari?
-Bastantes problemas tenemos ya como para cuestionarnos la legalidad del motor. No queremos a la Federación detrás.
-¿Y con todo has elegido a Mercedes?
-Su oferta era la mejor.
-Sí, la oferta...- rió entre dientes.
Zoe lo miró de reojo, mordiéndose el labio superior mientras respiraba hondo.
-¿Qué mierda te pasa, Horner?
-Soy mayor que tú, y aun así te empeñas en fingir que nací ayer- sonrió -¿Qué te crees? ¿Que no he visto cómo lo miras?-.
-¿Mirar? ¿A quién?
-A Wolff.
La chica se echó a reír de forma exagerada, intentando camuflar lo complejo de la situación al jefe de Red Bull, con quien aunque había tenido siempre especial confianza, no quería hablar del tema.
-¿A la chica Norris le da miedo admitir que su corazoncito no es de piedra?- rió el hombre -No es para tanto, Zoe, ¡venga ya!-.
Ella permaneció callada.
-¿Tenéis algo?- preguntó él ante el silencio de la chica.
-No, somos amigos, nada más- musitó ella cortante, ya visiblemente incómoda.
Horner la miraba divertido, mientras el jefe de Mercedes adelantaba a la pareja, chocándose levemente con la chica.
-Igual tienes suerte y te ha oído- rió el británico.
-No me jodas Horner, no me jodas...- se quejó Zoe murmurando, mientras caminaba hacia el frente dejando atrás al jefe de equipo de Red Bull.
-¿Nos vemos luego?- preguntó él -tienes que ayudarme con los presupuestos, y dejaste una conversación a medias con Newey-.
-Yo os llamaré- dijo ella despreocupada sin siquiera girar la cabeza hacia el hombre.
La noche había caído ya en el paddock, y Zoe caminaba con paso decidido, aunque no tenía un rumbo fijo.
De pronto, una mano tiró de ella con fuerza hacia uno de los callejones que quedaban entre los motorhomes.
—¿De qué hablabas con Christian?
—De nada.
—Mientes— murmuró él de forma pausada, acercándose a la chica.
—De ti, hablábamos de ti.
Él tomó aire con tranquilidad, sintiéndose complacido con la respuesta.
—¿Y qué le has dicho?
—La verdad.
—Os he oído, sé que no es cierto.
—Si ya lo sabes todo, ¿por qué preguntas?
—Quiero oírtelo decir.
—Le he dicho que somos amigos.
Él rio, rozándose los dientes con la punta de la lengua; parecía más divertido que nunca.
—¿Amigos?— preguntó sarcástico —Pues menos mal que le habías dicho la verdad—.
—No somos nada más— contestó ella cortante, bajando la mirada al suelo.
—Miéntele a Horner si quieres, pero no te engañes a ti misma, Zoe, sé realista.
La chica no quería hablar, porque implicaría traer a la realidad un tema en el que prefería no pensar.
—No somos nada— dijo ella intentando fingir entereza.
—¿Segura?— preguntó Wolff acercándose a ella, y dejando que se entremezclaran sus respiraciones —¿Segura, Zoe?— repitió al ver que la chica, con los ojos clavados en sus labios, permanecía en silencio.
—Sí— respondió dubitativa.
—Solo te lo voy a preguntar una vez más, chica Norris— murmuró con voz grave, posando sus manos sobre la cintura de la jefa del equipo Haas, atrayéndola despacio hacia él, pero con una seguridad extrema —¿Estás segura de que solo somos amigos?—.
A ella le temblaba la respiración, se le saldría el corazón por la boca en cualquier momento. Alternó la mirada un par de veces entre los ojos y los labios de su acompañante, y respirando hondo, repitió el proceso que llevaba semanas llevando a cabo; cerró los ojos y se acercó a él para besarlo, pero por primera vez, no encontró los labios del jefe de Mercedes, que se había apartado recostándose sobre una pared.
—Los amigos no hacen esas cosas— dijo triunfante, mientras sonreía de lado.
Zoe murmuró una queja y se apoyó en la pared de enfrente, mirando el estrelladísimo cielo que acompañaba aquella noche.
Los ojos negros de él no tardaron en fijarse en los de ella.
—Escúchame, Zoe... — pidió —¿Cómo que amigos? Si te conozco más desnuda que con ropa— sonrió de lado, con ese gesto vacilante que ponía tan nerviosa a la chica, pero que a la vez tanto le gustaba —si me saludas con besitos en la boca— murmuró, acercándose a ella tanto, que la joven Norris pudo respirar el aroma a Mercedes que desprendía su acompañante —que se te va la mano con un par de copas— rio —y al final acabamos siempre en cualquier rincón como dos adolescentes— posó las manos en su cintura y presionó con fuerza el cuerpo de la chica hacia el suyo.
—Eso, arrogante y engreído Wolff, no quiere decir nada— dijo ella escupiendo las palabras, mientras apartándose, clavaba el dedo índice en el pecho del hombre —¿Acaso crees que me conoces solo porque me hayas visto desnuda? ¿Qué derecho tienes para insinuar nada?— los nervios la superaban, pero conseguía mantener un rictus frío como el hielo —Somos amigos, y nada más—.
Él levantó una ceja —Te conozco, porque además de haber tenido la suerte de verte desnuda, sé que le tienes miedo a la oscuridad, a la soledad y al compromiso, aunque eso sea una incongruencia— las miradas de ambos se suavizaron —sé que te pone nerviosa la gente que habla por teléfono en el transporte público, y que prefieres el avión al tren— la mano de él se estiró hasta alcanzar la de ella —que no tienes ningún tipo de paciencia, y que finges no tener tampoco sentimientos, porque crees que así nadie podrá hacerte daño— susurraba, como si le estuviera contando un secreto —te conozco, Zoe, porque al final siempre me llamas y en casa te arropas— sonrió de lado —porque por algún motivo prefieres pasar las noches conmigo, abrazada a mí con todas tus fuerzas— susurró sintiendo como la chica se sonrojaba —y sé, Zoe, que si no duermes conmigo, te empeñas en pasar las noches trabajando, hasta arriba de papeles para no tener que pensar— la miró con cariño —si esto no es algo más que una amistad, no sé qué puede serlo—.

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