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strangers in the night [c.s]

Descripción: Donde Carlos Sainz, lo último que quiere es que lo molesten en Navidad, pero parece ser que no puede escapar de los problemas 

Advertencia: Ninguna 

Número de palabras: 19,160. 

N/A: Este One Shot es mío y también se encuentra publicado en otro libro llamado "noches mágicas - fórmula 1", pero quería tenerlo en este libro porque fue el primero que escribí. Hago esta aclaración porque no quiero ser acusada de plagio por algo que yo escribí. 

Les recomiendo leer el otro libro de la autora: leclercmybae. 

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Strangers in the night exchanging glances

Wondering in the night

What were the chances we'd be sharing love

Before the night was through

Emilia

Todo el mundo ama las fiestas decembrinas, comer por montón, beber tazas de ponche, dormir hasta tarde, los regalos, las compras de último minuto, pasar rato con la familia, reencontrarte con viejos amigos, las películas ridículas donde una chica de ciudad viaja hasta un pueblo con 1001 habitantes y se enamora del granjero grumpy con corazón de oro que le recuerda el verdadero espíritu navideño. Todas esas cosas y más son lo que puedo categorizar como unas buenas vacaciones de invierno.

Desgraciadamente, últimamente las fiestas decembrinas se han tornado un fastidio para mí, todo porque según mi madre y mis tías he arruinado todo.

Todo ocurrió hace un poco más de un año, yo era una persona sumamente diferente, hasta que todo dio un giro de 180º.

¿Cómo? Se preguntaran. He dejado ir al único hombre lo suficientemente interesado en mí como para estar conmigo por más de siete años.

Mi madre decía que estaba lista para enviarme al altar, lo decía de broma, pero yo más que nadie sabía que hablaba en serio y que tenía un moño de regalo escondido en su closet esperando a ser usado el día que me regalara.

Claro que mi madre no contaba con que Rafael arruinaría todo, porque si debo de aclarar algo, es que fue él quien tiró nuestra relación por la borda, no yo, como me recuerda esa mujer.

Lo explico rápido, yo había salido de la ciudad por un viaje de trabajo que terminó antes de lo esperado, así que en lugar de quedarme a disfrutar de los viáticos otorgados por mi empresa, decidí regresar a casa y poder estar con mi novio. En cuanto entré a la casa, algo se sintió diferente, no supe explicarlo pero todo mi cuerpo se puso en alerta.

Pronto caminé adentrándome a mi departamento, que ahora se sentía como un territorio desconocido y lo primero que vi fue un rastro de ropa que me llevaba a la habitación que compartíamos, ¿y en la cama? Rafael y esta despampanante pelirroja revolcándose.

Lo demás ustedes pueden adivinarlo por el simple hecho de que he dicho que todo se ha ido a la mierda, creo que lancé su ropa por la ventana directo a la calle y rompí algunos de sus vinilos de colección en su cara. Lo cierto es que estaba tan enojada que se me nubló la razón y apenas lo recuerdo.

¿Y por qué mi madre me echaría la culpa? Bueno, en sus palabras: Te has tardado, siete años y sin anillo, es obvio que eso sucedería.

Solo de recordarlo quiero rodar mis ojos hasta que mis cuencas queden en blanco.

Y ahora, es 23 de Diciembre y a mi brillante cerebro se le ha ocurrido salir con un chico de Tinder, con la esperanza de que fuera un príncipe encantador o al menos un hombre lo suficientemente decente para que pudiera llevarlo a la gran cena de Navidad que mis padres están organizando y todos me dejaran en paz.

TERRIBLE DECISIÓN.

El idiota solamente se la pasó hablando de esta criptomoneta en la que estaba invirtiendo y el resto de la noche trató de hacer que invirtiera mi dinero en ella. A la hora de la cuenta me miró diciendo que estábamos en el siglo 21 y que si me consideraba feminista debía de pagar, lo hice con tal de salir de ahí y bloqueé su número en cuanto lo perdí de vista saliendo del restaurante.

Todavía estoy a tiempo de agregar en mi lista de propósitos de año nuevo, borrar Tinder de mi celular, nada bueno ha salido de ahí desde que lo descargué, ni siquiera he tenido buen sexo.

Ahora, voy caminando por la calle pensando en algún pretexto lo suficientemente bueno que me haga poder saltarme la fiesta de mañana, pero no encuentro nada.

Estoy por cruzar la calle cuando siento como un auto se detiene apenas a unos centímetros de mis piernas, hoy no estoy para estas estupideces.

Me aseguro que el paso lo tuviera yo, y efectivamente así era, el semáforo peatonal estaba en blanco y con su contador para que pudiera pasar, así que no fui yo la estúpida.

—Imbécil, fíjate —Le grito al conductor y por todo el coraje acumulado que tengo desde la cita golpeo el cofre del auto con mi puño, estoy tan enojada que no siento nada.

Puedo ver que es un Ferrari de color gris, un auto caro, así que el conductor tiene dinero, de seguro se molestará por el golpe, pero no me importa, saco toda la furia que la cita me ha provocado en él.

Vuelvo a gritar esperando que me escuche a pesar de que trae los vidrios arriba y no puedo ver su cara.

—¿De qué te sirve traer ese auto si no sabes manejar?

No espero a que me responda y sigo caminando refunfuñando, aunque pensándolo bien, mi deseo casi se vuelve realidad al morir atropellada y evitar que vea a mi madre y su cara de decepción al llegar por segunda Navidad consecutiva sola desde que terminé con Rafael.

¿Es que acaso puedo perseguir al conductor del Ferrari y pedirle que termine su trabajo?

Con ese pensamiento sigo caminando hasta llegar a mi departamento y me preparo para dormir, porque mañana se viene el verdadero caos.

***

Carlos

—¿De qué te sirve traer ese auto si no sabes manejar?

Maldita mujer loca, pienso en el momento que la veo seguir con su camino, pero ella no me importa en este momento, tengo cosas peores que resolver.

—Fiorella, no puedes hacerme esto —Sigo hablando por teléfono desesperado, mi cita me ha cancelado de último momento —¡La fiesta es mañana!

—Carlos, en verdad lo siento, pero ¿qué quieres que haga? Mi hermana se ha roto la pierna —Escucho del otro lado del teléfono —Lo siento, me habla el doctor, hablamos después. Suerte.

Y me cuelga, sin poder responder nada.

—¡Puta madre! —Golpeo el volante mientras manejo porque mi única salvación se ha ido al caño.

Fiorella es una amiga que conozco desde que iba a la escuela, antes de ser piloto de Fórmula 1, le había pedido que sea mi acompañante en esta ridícula fiesta de Navidad a la cual mis padres me habían hecho asistir solo porque era de parte de uno de los mayores patrocinadores de mi padre.

Ahora, normalmente no rechazo a una buena fiesta, pero yo sé que está no es solo una fiesta de Navidad, toda mi familia irá, incluida mi familia extendida y el círculo de amigos y eso significa hablar de dos cosas en mi vida: Mi trabajo, y cuando ese tema se termina, mi vida privada.

"¿Carlos, sales con alguien? ¿No? Bueno, tengo una chica perfecta para ti, estoy segura de que serán perfectos, ay no muchacho, ¿cómo crees? No me molesta para nada en presentártela"

Y los comentarios seguirán durante toda la noche, y las amigas de mi madre me presentarán a sus hijas, nietas, sobrinas solteras, todas perfectamente educadas para ser damas de alta sociedad. Y aunque eso nunca me ha molestado, no quiero tener que hacer plática casual o intercambiar mi número con mujeres a las que no planeo llamar.

Además no solo es eso, la mayoría de chicas que me presentan se nota que han sido obligadas de cierta forma a agradarme o algo por el estilo y se nota que no quieren estar ahí, lo cual hace la plática más incómoda de lo que ya es, solo sé que es terrible para ambas partes

Por eso, Fiorella iba a arreglar todos mis problemas, como mi pareja en la fiesta, ella sería mi escudo y nadie me molestaría, pero su hermana tenía que resbalarse en la bañera y ahora me había cancelado.

Al llegar a la entrada de la casa de mis padres me bajo del auto y cierro la puerta de mi Ferrari de un portazo, sigo molesto, odio que los planes cambien y más cuando lo hacen sin aviso alguno. Antes de entrar reviso que aquella castaña furiosa no haya rayado mi auto y al parecer solo fue el golpe, no dije nada porque fue totalmente mi culpa, pero ¿por qué tenía que golpear el auto? Está claro que no sabe nada porque si supiera lo que vale no lo golpearía de aquella forma.

Camino hasta la entrada y lo mismo pasa con la puerta de la entrada haciendo que mis hermanas me den toda su atención por el portazo.

—Tranquilo grandísimo tonto —Ana es la primera en reprimirme.

—¿Qué te ha hecho la puerta para que quieras derribarla? —Blanca la ayuda.

Las ignoro y me dejo caer en el sillón soltando un quejido enorme.

—Fiorella me ha cancelado —Suelto sin verlas, cansado y esperando que una solución llegue a mi mente.

—¿Fiorella? ¿Tu amiga del colegio? —Ana pregunta saliendo de la cocina.

—Sí.

—¿La invitaste a la fiesta? —Blanca pregunta confundida, ¿por qué tenía que tener hermanas? Siempre preguntan todo y juzgan lo que no.

—Sí —Vuelvo a responder en un monosílabo.

—¿Si sabes que Fiorella es lesbiana?

—¡Si, puta madre! Lo sé, no estaba pidiéndole matrimonio, sólo quería que viniera conmigo a esta fiesta para que mamá no me presentara a todas las solteras de la noche —Suelto molesto, ella ya no tienen que preocuparse por ese tipo de atenciones por parte de nuestra madre porque ambas ya están casadas.

—Vamos, Carlos. No es tan malo.

—No es malo para ti porque ya no tienes que conocer a nadie —Le digo a mi hermana menor y se queda callada porque sabe que tengo razón —Ojala me enfermara para no ir —Suelto esperando que se cumpla mi petición —¿Qué vamos a cenar?

Volteo a ver a Blanca, quien es la que normalmente cocina.

—A Ana le tocó cocinar, pregúntale a ella.

—Ay no, entonces si me voy a enfermar —Le suelto bromeando sabiendo que mi hermanita no es la mejor cocinera de la familia, hasta yo preparo mejores cosas que ella.

Blanca y yo nos soltamos a reír hasta que sentimos un golpe en la cabeza con un cojín de la sala.

—¡Oye! —Blanca y yo nos quejamos mientras que Ana nos ignora y regresa a la cocina.

—A todo esto, ¿dónde están nuestros padres? ¿Y dónde están sus esposos?

—Papá y mamá salieron a hacer unas compras de último momento y los chicos están en el jardín tratando de arreglar las luces, mamá se los pidió —Blanca me explica y me pongo de pie porque necesito algo de testosterona.

—En ese caso, adiós perdedoras, iré con ellos.

Antes de salir, voy hasta el refrigerador y saco una cerveza para luego abrir la puerta del jardín y encontrarme a mis cuñados tratando de arreglar un foco de la terraza.

¿Cuántos hombres de la familia Sainz se necesitan para cambiar una bombilla? Claramente más de tres, porque desde que salí hasta que Ana nos habla para cenar, no hicimos nada.

Estoy sentado en el lugar de siempre, mis padres también han llegado y todos estamos hablando mientras tratamos de no hacer caras por el desastre de cena que mi hermana ha cocinado.

Sin que nadie se de cuenta, saco un bocado en una servilleta, esa cosa está espantosa y creo que cruda.

—Carlos —Mi madre me llama la atención y planeo fingir demencia sobre esconder la comida cuando ella misma me hace una pregunta no relacionada —¿Piensas traer a alguien a la cena?

Volteo a ver a mis hermanas que están cagándose de risa porque saben que mi plan ha fracasado.

—No —Murmuro jugando con mi comida.

—Lástima, aunque creo que Claudia llevará a su hija, la que estudia medicina —Mis hermanas se muerden la lengua para no burlarse de mí.

—¿Hablas de Sofía? ¿La que no quiere nada porque se está concentrando en su carrera? —Le recuerdo que ya me la ha presentado y que no ha funcionado su plan de unirnos, porque ella al igual que yo está concentrada en abrirse paso en su carrera, recuerdo de lo poco que hablamos quería adentrarse a la neurocirugía, claro que no tendría tiempo para una relación.

—Sí ella, tal vez haya cambiado de parecer.

—O tal vez no.

La cena continúa con otro tema, todos nos vamos a dormir y cuando veo ya es 24 de Diciembre y todo mundo se está arreglando para la cena.

Es simple, la fiesta a la que iremos es de unos amigos de mi padre, no solo amigos, también sé que el hombre de esa familia es uno de los patrocinadores mayoritarios de la carrera de mi padre actualmente, así que no solo estamos obligados a ir, estamos obligados a "disfrutar" la cena.

—Toc-toc —Estoy terminando de colocarme el corbatín de moño cuando escucho a alguien entrar a mi habitación —¿Estás listo? Tenemos que irnos y sabes que tu padre detesta llegar tarde.

Es mi madre.

Normalmente, durante estas fechas me quedo en casa de mis padres porque no tiene caso rentar una casa sabiendo que viajo todo el tiempo y cuando no, me la paso en Italia.

—Ya casi, solo que esta cosa no queda —Me quejo porque llevo varios minutos tratando de que el moño se enderece, pero puedo ver cómo se desvía a un lado.

—Déjame ayudarte.

Mi madre entra a mi habitación y me obliga a tomar asiento en la cama, yo solo ruedo los ojos porque detesto sentirme como un crío, aunque vivir en casa de tus padres en tu habitación de adolescente no ayuda mucho a que me sienta un adulto.

—Eres muy guapo, mi niño —Me dice mientras puedo sentir su mirada sobre mí.

—Tienes que decir eso, eres mi madre.

Ella suelta una risita, que hace que yo la acompañe.

—¿Sabes? Prometo no molestarte en la fiesta presentándote chicas, no quiero que pases una mala noche —Yo la volteo a ver esperando que sea una broma y en cualquier momento me diga: Mentira, aquí está la lista de las solteras de la fiesta, ordenadas por la que creo que será la mejor para ti. Pero en su cara parece ser que dice la verdad.

—¿Cuál es la trampa? —Ella sonríe y sabía que las cosas no podían ser tan fáciles.

—No hay trampa...

—¿Pero?

—Pero tus tías estarán —Claro, si mi madre no será quien me moleste, lo harán ellas.

—Así que dejarás que alguien más haga el trabajo sucio por ti —Le digo acusatoriamente y me pongo de pie al ver que ella ha terminado con el moño, me veo en el espejo y le ha quedado perfecto.

Mi madre me voltea a ver con una sonrisa divertida al ver que he adivinado su truco.

—Trataré de mantenerlas alejadas de ti ¿ok?

—A ellas y a las hijas de sus amigas —Estiro mi mano para cerrar el trato, porque los tratos y las promesas son importantes para nuestra familia.

Ella la toma y ambos estamos satisfechos. Me pongo colonia, doy una última mirada al espejo asegurándome que mi cabello esté perfectamente en su lugar.

Tanto mi madre como yo sabe que soy algo engreído con mi apariencia y aunque no quiero que me estén presentando a nadie para convertirla en mi siguiente novia, sé que hasta cierto punto me gusta ver los sonrojos en sus caras cuando les sonrío y les dedico una que otra mirada coqueta.

Mi madre dice que solamente ando alborotando el gallinero y puede que tenga algo de razón.

—Ya apúrate, no tiene caso que te arregles tanto si solo planeas crearles expectativas —Mi mamá me regaña y yo río, porque sabe que solo planeo ir a divertirme un poco.

—Ya voy, mujer —Voy hasta ella que me espera con los brazos cruzados y el ceño fruncido, pero en cuanto le doy mi brazo para escoltarla una sonrisa se vuelve a poner en su cara.

Ventajas de ser el único hijo de la familia.

***

Emilia

—¡Ya voy, mujer! —Le digo por cuarta vez a mi mamá, quien está en la puerta de mi habitación esperando a que termine de arreglarme.

Lo cierto es que ambas sabemos que me he estado tardando más de lo normal para retrasar el inicio de mi tormento.

—¿Sigues sin terminar? —Ella me regaña y se mete a mi cuarto para ver qué es lo que me está haciendo tardar.

Puede ver que estoy terminando de arreglar mi cabello, no me he puesto labial y mi vestido está desabrochado.

—Juro que me estoy apurando —Miento esperando que eso no me haga ganarme una mala mirada, desgraciadamente lo hace.

—Siéntate, termino tu cabello —Me ordena y yo obedezco porque con ella ahí no hay manera de retrasar más lo inminente —¿Sabes? Tu padre y yo nos hemos esforzado mucho para que esta fiesta sea increíble, sé que no es así como te gusta pasar las fiestas, pero podrías poner un poco de tu parte. Ya mañana haremos algo que a todos les gusté.

La veo a través del espejo sin reacción alguna.

—¿Cuántos hombres solteros hay abajo esperando para que los conozca? —Ignoro su comentario y ella niega.

—Suficientes —Eso no me ayuda en nada, ¿será muy tarde para saltar por la ventana y pasar Nochebuena en otro lado?

—Madre, puedo conseguir pareja por mí misma.

—Tienes 28 años, Emilia —Lo dice como si no lo supiera, ruedo los ojos y siento un jalón de cabello por esa acción —Todos creímos que Rafael era el bueno...

—Yo también, pero creo que nadie contaba que metería su pito en —Mi madre me da otro jalón de cabello interrumpiendo lo que sea que fuera a decir.

—No es el lenguaje de una dama.

—Tal vez no sea una dama... —Murmuro en voz baja porque no quiero otro jalón.

—No puedes comportarte como una niña, estás por llegar a los 30 años, lo mejor será que en cuanto bajes te comportes a la altura, saludes a todo mundo y no me hagas enojar.

La volteo a ver de nuevo por el espejo y aunque estoy molesta sé lo mucho que las apariencias les importan a mis padres.

A diferencia de muchos de los invitados de la fiesta, nosotros no tenemos riqueza generacional, somos los "nuevos" en este mundo, los invitados muchas veces son clientes de mi padre, gente que se encarga de que nosotros mantengamos este estilo de vida.

Mis padres comenzaron a ganar dinero cuando mi padre comenzó a trabajar en la bolsa y por obra del espíritu santo o lo que sea que hagan los corredores de bolsa, supo invertir en las compañías adecuadas, pronto nuestro estilo de vida cambió por completo y mis padres aceptaban el estilo de vida que el dinero traía.

Inclusive mis hermanos adoraban esa vida, ellos nacieron cuando nosotros ya teníamos varias propiedades a nuestro nombre. Pero yo, al igual que mis padres, recuerdo la antigua vida, la vida donde apenas nos alcanzaba para mis útiles escolares y donde teníamos que cuidar cada centavo como si fuera el último.

Entonces, al ser los que recordaban ese tipo de vida, ellos más que nadie, estaban seguros que no querían regresar a ese mundo y cuidaban mucho lo que hacíamos, con quien nos juntábamos y cómo gastábamos el dinero. No eran tacaños, solo cuidadosos.

No me mal entiendan, a mí también me gusta esta vida, vivir sin tener que preocuparme es un gran privilegio y me dio grandes oportunidades de viajar durante mis estudios, así que al final del día, podía quejarme lo que quisiera, hacer caras y maldecir, pero sabía que era importante comportarme, más frente a todo este tipo de gente.

—Ya quedó tu cabello —Mi madre me dice con un tono de voz más tranquilo, se ve feliz.

Está usando un vestido verde esmeralda de terciopelo, por otro lado, yo estoy usando uno rojo por su petición.

—Ahora párate —De nuevo la obedezco y se pone detrás de mí para subir el cierre —Mete el estómago.

Puedo sentir como el cierre se ha atorado, esta cosa me aprieta demasiado, pero mi mamá dice que es para que se note mi cintura.

—¿Puedo usar el otro vestido? —Le recuerdo que mi opción era un vestido negro que definitivamente sí me quedaba.

—No vas a usar negro en Navidad. El rojo va con tu piel y es un buen color —Puedo sentir como aquella mujer sigue peleando con el cierre — En algunas culturas asiáticas significa prosperidad, éxito y fertilidad.

—Pero no somos asiáticos, mujer —Le digo con esfuerzo.

—¡Cállate y respira! —Nuevamente me ordena y después de unos segundos el cierre sube.

Me hace girar a verla y sube sus manos a su cara mientras sonríe —Te ves hermosa, mi cielo.

Yo sonrío sin decir nada porque puedo sentir mis costillas acomodándose dentro de mi cuerpo para poder funcionar. En definitiva no voy a poder cenar con ganas.

—Solo ponte el labial y sales —Me da un apretón de manos y se retira, está claro que ya pasó mucho tiempo lejos de sus deberes como anfitriona.

En cuanto se va me volteo a ver al espejo para terminar mi maquillaje y solo quiero matar a esa mujer.

¡Mis tetas se salen prácticamente del vestido!

—¡Maldita sea! —Suelto molesta sabiendo que nadie puede escucharme —Ahora no solo tendré que soportar a los solteros de la fiesta, todo mundo se me quedará viendo como una jodida mujerzuela.

A la mierda, voy de nuevo a mi armario por mí vestido, que yo escogí y comienzo a pelearme con el cierre, porque no lo alcanzo.

—¡Emilia! —Ahora es mi hermano quien entra a mi cuarto —Dice mamá que bajes o vendrá de nuevo por ti y que no quieres eso.

Mi hermano menor, Tobias, se asoma hasta donde estoy y en cuanto me ve se caga de risa, porque lo que encuentra es a su hermana de casi 30 años vistiendo como una muchachita de 20, todo gracias a la desesperación de su madre.

—¿Así es como vas a salir? Definitivamente estás más desesperada de lo que pensé —Tiene 17 años así que es un imbécil por el simple hecho de ser un adolescente.

—Tobias, cállate.

—Ya vámonos, promiscua, no querrás que nadie se pierda tu entrada —Mi hermanito se burla nuevamente de lo obvio y me ofrece su brazo para ayudarme a caminar.

—Sabes muy bien que no escogí el vestido.

—Lo sé, mamá debió de haberlo comprado tallas más pequeñas, me pregunto si hoy será la noche que consigas marido —Hace chistes sobre la situación, pero por alguna razón, prefiero mil veces sus chistes estúpidos a los comentarios de mi mamá y mis tías.

Ambos salimos de mi habitación y comenzamos a bajar las escaleras, desde ahí podemos escuchar la música del lugar, son villancicos interpretados por un cuarteto de músicos que mis padres han conseguido.

Los invitados se mueven por toda la casa platicando al igual que meseros con bandejas repletas de bocadillos y tragos.

En cuanto llegamos hasta el final de la escalera puedo notar que algunas miradas se posan en nosotros y solo espero que nadie vea mis tetas, pero ¿qué hay más que ver? Ni siquiera traigo un collar para esconderlo.

Mi hermanito me escolta hasta donde están nuestros padres junto con nuestro hermano menor, Jonas de 6 años.

Tobias y yo nos llevamos 11 años mientras que con Jonas me llevo 22 años porque mis padres decidieron divertirse sin gorrito y tenerme en su juventud (muuuy jóvenes). Para mis siguientes dos hermanitos se tomaron su tiempo y por eso la diferencia tan enorme.

Es gracioso porque cuando salgo sola con Jonas muchos piensan que es mi hijo, no lo es.

—Por fin —Mi padre abre sus brazos al verme y me saluda efusivamente —Te ves hermosa, cariño.

Él ignora el problema del vestido, porque pues es lógico que no va a verme bien.

—Siento la tardanza —sonrío y ahora toda la familia nuclear está ahí.

—Valió la pena.

Jonas estira sus manos para que lo cargue y aunque en otras ocasiones podría hacerlo sin problema ahorita no creo hacerlo, porque existen dos posibilidades, o mis tetas terminan de salirse del vestido o el cierre se rompe.

—¡Mili! —Sus manitas me hacen querer ignorar todo y cargarlo, ese pequeño es un consentido por todos.

—Lo siento, Jo. No ahorita —Me disculpo y él desiste, pero Tobias es quien lo toma en sus brazos y sonríe.

Una bandeja con copas de champaña pasa cerca de nosotros y yo aprovecho para comenzar a tomar, si quiero olvidarme de la incomodidad que siento lo mejor será embriagarme.

Me quedo con mis padres un rato, saludando a los invitados y puedo notar las miradas que algunos me dan, está claro que no todos aprueban mi vestimenta.

Pero como buenas personas de clase alta, nadie comenta nada, solo sé que hablarán a mis espaldas y eso será todo.

Después de saludar y conversar con algunos invitados, mis padres comienzan a moverse por la casa.

Debo decir que mi madre lo ha logrado nuevamente, todo está adorando con temática navideña pero conservando cierta elegancia, los colores que más predominan son blanco y dorado, según ella, así nuestros vestidos son los que lucirán, y vaya que lo hacen.

El árbol de Navidad también está decorado de forma impecable, tuvieron que esconder la carta para Santa de Jonas y esconder algunos regalos debajo.

—¡Emilia! —Esa voz me pone los pelos de punta, podría reconocerla a donde fuera.

—Parece ser que ya llegó el primer pobre diablo de la noche —Tobias me dice en un susurro, porque hasta él sabe cómo es la rutina.

—Tobias, cierra el pico —Le suelto en un silencio, pero demostrando mi enojo y luego, volteamos a ver a la mujer que se acerca a nosotros.

Ella viene sonriendo y detrás de ella viene un hombre rubio con el cabello peinado como muñeco, su traje a la medida y sin saber su nombre sé que es la primera víctima de la noche.

—20 euros a que no te puedes deshacer de él en menos de 15 minutos.

Volteo a ver a mi hermano y sonrío burlona porque sé que es dinero fácil, puedo deshacerme de cualquier hombre que mis tías me presenten en segundos.

—Hecho.

—¡Tía María! —Hablo de esa forma falsa que denota felicidad y la abrazo —¿Cómo estás?

—Estoy bien cariño, pero que... —Su mirada baja a mis pechos y abre los ojos de sorpresa —que hermosa te ves.

—Gracias —Le agradezco y tanto mi hermano como yo tratamos de no soltarnos a reír —Tú también te ves genial. ¿Te hiciste algo en el cabello?

—Solo un corte y unas luces —La mujer frente a mí se acomoda el cabello y sonríe satisfecha al ver que alguien pudo notar su nuevo look —Pero no vine por tus cumplidos, chiquilla traviesa, te quiero presentar a alguien.

Es ahí, donde mi tía María jala al joven que venía detrás de ella y lo pone a su lado, frente a mi hermano Tobias.

—Él es Pablo, trabaja en el despacho de tu tío y es un gran flautista —De reojo veo a mi hermano y puedo ver como se está mordiendo la lengua para no reírse, dejo de verlo o me reiré con él.

—Hola, un placer.

Estiro mi mano y él la acepta.

Veo cómo hace su mejor esfuerzo para verme a la cara exclusivamente y aprecio eso, no mentiré.

—Tobias, sé un caballero y acompáñame a buscar a tu tía Laura —Mi tía María toma a mi hermano del brazo y se lo llevan sin siquiera poder decir algo.

A lo lejos veo como mi hermano señala su muñeca diciéndome "Tienes 15 minutos para deshacerte de él"

Se ha vuelto un juego/negocio entre nosotros, cada vez que me presentan a un nuevo candidato ponemos precio y tiempo y si lo logro, el dinero es mío, si no, bueno, tengo que ver como esa sabandija me pasa los billetes que le doy por la cara.

—Y Pablo, entonces trabajas con mi tío —Regreso mi atención a él esperando que sus primeras respuestas me den algo para deshacerme de él.

—Así es, soy ejecutivo junior. Entre hace unos meses —Asiento porque la conversación no puede ser más aburrida —¿Tú qué haces?

Excelente pregunta, me digo en mi mente, en estos momentos, sobrevivir.

—Trabajo para mi padre —Es cierto, aunque no es lo que quiero hacer con mi vida, no a mis 30 años —Soy analista de datos.

—Suena interesante —Ambos sabemos que no es cierto.

Pasa un mesero con más champaña y tomo dos copas, le entrego una a Pablo y él sonríe.

—La verdad es que solo trabajo ahí por un rato, es algo temporal hasta que consiga otra cosa.

—¿Otra cosa? —Toma de su copa y ahí está, ha mirado a mis pechos —¿Cómo qué?

Era cuestión de tiempo, yo sonrío como si no me hubiera dado cuenta.

—Sí ya sabes... hasta encontrar marido.

Pablo comienza a ahogarse con su bebida haciendo que algunas personas a nuestro alrededor nos vean con extrañeza.

—Marido —Dice como si la palabra misma le quemara la garganta.

¡Bingo! He encontrado como deshacerme de él.

—Ya sabes, un esposo que tenga un trabajo fijo, que sea joven, alguien con quien comenzar una vida, comprar una casa, tener un perro y luego comenzar a tener hijos.

—¿Hijos?

—Primero el marido, tiene que ser católico ya que tenemos que casarnos por la iglesia según mi familia.

—¿Por la Iglesia? ¿Esos son tus planes? —Me voltea a ver como si estuviera loca.

—Claro, las mujeres de la familia Soriano solo trabajan un rato, hasta encontrar marido y bueno, es momento de que yo encuentre uno —Suelto decidida, como si de verdad quisiera encontrarlo.

—¿Todas las mujeres de tu familia?

—Bueno, ¿acaso ves a alguien de mi familia que sea mayor de edad que no esté casada? Si trabajas para mi tío y conoces a mi tía María debes de saber que sus dos hijas ya tienen esposo —Las señalo desde lejos y en efecto, están con sus respectivas parejas hablando con algunos invitados.

El pobre Pablo se pone pálido y comienza a voltear a todos lados para ver cómo escapar de mí.

No tengas miedo, pequeño conejillo, vete de aquí, pienso ocultando mi sonrisa ganadora.

—¿Tú quieres hijos? Yo vengo de una familia grande, así que 5 hijos me parecen adecuados —Sigo hablando de planes a futuro que no son los míos —Tres niñas y dos niños.

Pablo asiente sin decir nada, no responde mi pregunta, lo volteo a ver para darle el golpe final.

—¿Sabes? tienes ojos muy bonitos, estoy segura de que si tuvieras hijos y salieran con tus ojos serían la envidia del lugar.

—Ummm —Pablo se termina su copa de un trago y la ve como su boleto de salida —¿Me esperas? Creo que iré al baño, he tomado muchas de estas.

—Claro, aquí te espero, no te tardes mucho porque cuando regreses te presentaré a mi padre.

Y después de eso, se aleja de mí, yo comienzo a buscar a mi hermanito con la mirada y puedo ver como está furioso.

Yo camino hasta él con una sonrisa triunfante.

—¿Cuánto tiempo fue?

—11 minutos —Al escuchar que he ganado estiro mi mano y me entrega el billete.

El único espacio donde puedo guardarlo es mi escote.

—Eres una verdadera dama —Tobias dice con sarcasmo y yo le enseño el dedo medio.

—Vamos por algo de comer y a buscar una nueva víctima, quiero ver cuanto dinero más puedo quitarte —Tomo nuevamente su brazo y comenzamos a movernos por el lugar.

***

Carlos

Desde que llegamos a la fiesta todo ha sido muy tranquilo, mi familia se ha dispersado y ha comenzado a ponerse al corriente con algunos amigos, parientes y conocidos.

Las preguntas de siempre se han hecho: "¿Qué tal el auto? ¿Ya listo para la siguiente temporada?" bla, bla, bla.

Las respuestas siempre son las mismas, por suerte los temas de conversación han terminado y estoy reunido con un grupo de hombres hablando de cualquier cosa.

Nuestras risas inundan el lugar y mientras nos tomamos un descanso entre nosotros para tomar algunas bebidas más fuertes que champaña y bocadillos más pequeños de la palma de nuestras manos, un hombre se acerca a nosotros.

—Dios, cuidado que andan al acecho —Se ve hastiado hasta que roba uno de los bocadillos que hemos recolectado y lo mastica con ganas, como si no hubiera comido en días.

—Caballeros les presento a Pablo Gárces, compañero de trabajo y amigo —Uno de mis primos lo presenta.

—Buenas noches, caballeros —El saludo es general, no tenemos que fingir formalidades que no sentimos, yo lo veo acomodarse su corbata de moño mientras respira y acepta un trago que alguien más le ofrece.

—¿Al acecho? ¿A qué te refieres? —Uno de los del círculo pregunta, me gustaría recordar su nombre, pero no tengo la menor idea de cual es.

—La hija mayor de los Soriano está buscando a quien clavarle sus garras.

Oh-oh mujer casadera en el radar.

Todos tienen la misma reacción, si de verdad quisiéramos conseguir pareja lo haríamos, pero no es el caso.

—¿Qué te dijo? —Pregunto y me arrepiento de inmediato.

—No mucho, solo que trabaja en la empresa de su padre hasta que encuentre marido, que se siente lista, que tiene que ser un buen hombre católico, de buena familia y más vale que quiera hijos, porque ella quiere cinco.

Todos dan un paso hacia atrás como si fuera la plaga.

"Jodeeer. De saber que eso venía incluido en la noche no venía. Mis padres me obligaron a venir. Lo bueno es que soy metodista."

Esas y muchas quejas más se escuchan al unísono, yo no me quejo en voz alta porque no es propio de los Sainz quejarse frente a los demás, no quieres que te escuchen y sepan lo que verdaderamente piensas.

Mi primo está por decir algo cuando su madre llega de la nada.

—Arturo, ven acá, quiero presentarte a alguien —Todos nos volteamos a ver sabiendo a quién se refiere.

Los demás hombres y yo volteamos hacia diferentes lados esperando no encontrarnos con la mirada de aquella mujer, como si fuera a pescar a otro pobre diablo.

—Madre, estoy hablando con estos hombres de cosas importantes —Sabemos que no es cierto.

—No me importa, ven acá.

Y como si fuera un chiquillo mi tía se lleva a su hijo del brazo directo a las garras del dragón.

La plática continúa sin él, pero yo quiero ver quien es esta chica, uno, para mantenerme alejado lo más que pueda y dos, porque de verdad tengo curiosidad.

Varias veces he escuchado hablar de la primogénita de los Soriano, pero nunca he tenido el placer de conocerla. Cuando hay cenas entre las familias ella nunca está y recuerdo que cuando su padre comenzó a patrocinar al mío, ella estaba lejos de intercambio por sus estudios. Eso fue hace años.

Ahora que lo pienso, me sorprende nunca haberla visto o encontrarme con ella.

Sigo con la vista a mi tía y a Arturo hasta donde ella está, trae un vestido que se podría catalogar perfectamente para atrapar hombres.

Es rojo, no sé qué tipo de tela es, pero estoy seguro de que el rojo está brillando, su cabello castaño está peinado de forma que no interfiere con la vista de su muy pronunciado escote y estoy seguro de que ni siquiera usa collar para no interferir con quien desee verla, en otros casos no me molestaría, pero ahorita solo puedo pensar en una palabra y esa es: DESESPERACIÓN.

Si en verdad quiere atrapar un hombre, esa es una buena forma de iniciar con su atención.

Por un segundo me río porque la comienzo a comparar con una planta carnívora, se queda quieta hasta que una pobre mosca se posa sobre ella y una vez que no puede alzar el vuelo por su pegamento natural, lo atrapa cerrando sus lóbulos.

En estos momentos mi primo es la mosca.

Sigo viéndolos desde lejos, ella estira su mano cortésmente y Arturo la toma, grave error, debió de salir corriendo, porque cuando ambos entrelazan las manos, ella se inclina solo unos centímetros hacia adelante dejando sus senos disponibles a la vista de mi primo. Segundo error, ver su escote.

Quiero golpearlo por lo estúpido que es, ¿es qué después de años de ser parte de esta familia no ha aprendido nada?

La joven le hace plática y sonríe de vez en cuando, de esas sonrisas coquetas que pueden hacer a mi primo cometer el tercer error, quedarse más tiempo de lo necesario.

—Debes dejar de verlos o vas a ser el siguiente —Mi hermana Blanca se acerca sin que yo la escuche llegar, ni siquiera me había dado cuenta que no les he apartado la mirada de encima.

—¿La conoces?

—¿A Emilia? Sí, es linda —Los dos volteamos a verlos de nuevo, Arturo ha comenzado a jugar con su corbata, se ve nervioso.

—¿Cuándo?

—Nuestros padres y los de ella luego tienen cenas juntos cuando tú estás fuera por la temporada —Blanca le da otro vistazo y sonríe —Es algo temperamental y habla sin pensar la mayoría de las veces, pero es muy graciosa.

—Pues parece ser que el pobre de Arturo no piensa lo mismo, se dice que está buscando marido —Tomo un trago de mi whisky y Blanca frunce el ceño —No me sorprendería que por esa razón su familia haya hecho la fiesta, ya sabes, como esta película de princesas que te gustaba de pequeña, la bella durmiente.

—Te refieres a Cenicienta y es al príncipe a quien le organizan el baile para conseguir esposa —Me corrige y yo ruedo los ojos harto.

—Como sea, me entendiste.

—Y sobre buscar marido, no lo sé, la última vez que la vi tenía novio, llevaban juntos como 6-7 años.

Ese comentario me sorprende, pero me sorprende más ver como mi primo viene hacia nosotros pálido como la cera.

—No te acerques a ella. Es un puto desastre, no te dejes engañar por su cara bonita y su cuerpo de sirena, es una fachada. ¡Está loca! —Me señala y se retira a paso apresurado directo al bar a pedir algo más fuerte, o esa es la impresión que me da.

Yo solo volteo a ver a mi hermana mayor diciéndole con la mirada "¿Decías?"

—No seas inmaduro, puedes lidiar con ella, haz soportado a peores mujeres —Y sin decir nada más se roba un trago de mi vaso.

Quiero decirle que no me siento con ánimos, que quiero disfrutar de la fiesta cuando los anfitriones salen y anuncian que la cena está servida.

Todos comenzamos a caminar hacia el comedor, es un comedor enorme, está claro que no es su primera fiesta de este tipo porque todo se ve organizado a la perfección.

Mi familia se junta para poder cenar juntos y la sorpresa es ver que hay asientos asignados, por suerte no nos han separado tanto.

A la cabeza de la mesa se encuentra el señor Soriano, a su mano derecha su madre y entre ellos está el más pequeño, sentado en una silla para niños, del otro lado, está el hermano de en medio y luego ella, la mujer atrapamoscas.

Solo espero que mi asiento no esté cerca de ella, pero está claro que el universo tenía otros planes para mí, porque la tarjeta con mi nombre está justo en el lugar a su lado.

Los demás lugares son repartidos entre mi familia y bueno, los demás invitados no me importan, solo importa que tendré que pasar la cena de Navidad junto a ella.

¿Me pregunto cuánto tiempo se tardará en hablar de novios, bebés y matrimonio? Le doy 15 minutos.

Mis hermanas la saludan nuevamente y comienzan una plática casual antes de sentarse.

—¿Quiéres cambiar de lugar? —Le susurro a Blanca esperando que nadie más me escuche, pero ella solo me voltea a ver completamente burlona.

—No, creo que me quedo con mi lugar.

La maldigo en mi mente mientras respiro profundamente y me siento, de reojo veo como su hermano menor le ayuda con la silla y la castaña se tarda bastante en tomar asiento, como si fuera de la realeza.

¡Joder! Si que será una buena cena, digo solo para mí con sarcasmo.

—Emilia, te presento a mi hijo, Carlos —Mi padre, quien está del otro lado de la mesa obtiene la atención de la castaña y ella sonríe.

—Un placer —Se gira a verme y por educación hago lo mismo.

Ninguno de los dos estira la mano, solo nos quedamos viendo y por alguna razón, ahora que la tengo de cerca, además de que puedo admirar su belleza, también se me hace conocida, como si ya la hubiera visto antes.

—El placer es mío —Suelto completamente serio, no cometeré los mismo errores que Arturo, no la miraré por mucho tiempo, no la sonreiré y en definitiva, no miraré el estado de su escote, que se ve que en un mal movimiento sus senos podrían hacer acto de presencia.

Alguien debería decirle que así no conseguirá marido, si es lo que quiere, solo obtendrá atenciones de los peores tipos y miradas de desprecio por las mujeres casadas.

—¿Disfrutas de la fiesta? —Ahí está el primer intento por hacer plática de ella, no pienso dejarla continuar.

—Sí.

Respondo cortante porque he escuchado lo que ha dicho Pablo y visto el estado en el que dejó a mi primo.

Me volteo de inmediato, pero de reojo veo como le pide a su hermano que le sirva vino ¿es que ella no puede hacerlo por sí misma? Aunque no es mi problema porque no le pidió a mi es imposible para mí ver que de inmediato se termina la copa que le han servido y pide más.

La comida comienza a salir y después de un brindis por parte del señor Soriano la cena comienza. Debo de admitir que la comida está deliciosa, al igual que los bocadillos y las bebidas, de no ser por la inminente amenaza de su hija a encontrar pareja, debo de decir que esta fiesta es genial.

—Carlos —Alguien me interrumpe y veo que es la madre de Emilia, tampoco recuerdo su nombre.

¿Por qué recuerdo el de Emilia, entonces?

—¿Ya listo para la nueva temporada? —Ahí están de nuevo las mismas preguntas de siempre.

—Claro que sí, señora —Tomo un poco de comida en mi tenedor y sonrío falsamente.

—¿Sabes? Fuimos a verte la temporada pasada, desgraciadamente solo fuimos mi esposo y yo —Yo asiento sin saber a donde está yendo esta mujer —A mis hijos les gusta mucho la Fórmula 1, en especial a Emilia, quien quería estudiar periodismo y poder trabajar ahí.

Volteo a ver a su hija de reojo y solamente la veo apretar el tenedor con fuerza, como si le hubiera molestado el comentario.

Yo sonrío de lado, ¿es que acaso no soy un buen partido para ella? Según los requisitos que Pablo ha enlistado, cumplo con todos... ¡Esperen! ¿Por qué me importa eso?

—Vamos, Mili, dile que eres fan.

Su madre la alienta a hablarme mientras ella me voltea a ver con su copa en la mano y asiente.

Y entonces la reconozco, es la loca que golpeó mi auto.

***

Emilia

Puedo ver a Carlos fruncir el ceño al verme ¿acaso he dicho algo para enojarlo? Creo que ni siquiera le he hablado.

—Soy más de RedBull si te soy honesta —Admito apresuradamente porque no quiero que piense que soy una fan, porque no lo soy —Y lo de estudiar periodismo, solo fue una etapa.

La verdad es que aunque sigo la Fórmula 1, no lo hago como cuando era más joven, el trabajo ya no me deja, además de que he encontrado otro tipo de intereses.

Claro que a mi madre no le importa y me hace ver como una apasionada por el deporte solo para que Carlos pueda verme.

¿Acaso mi madre no ve que el tipo no quiere hablarme? ¿Qué frunce el ceño al mirarme? Eso no denota interés alguno

¿Y la verdad? Es que lo prefiero así, ya he desfalcado a mi hermano y el pobre se ha quedado sin ahorros.

Además, estoy más concentrada en tratar de permanecer sentada sin que este jodido vestido se rompa, la mayoría de la cena me la paso jugando con mi comida porque siento que al mínimo bocado explotaré y quedaré completamente expuesta así que mejor aprovecho para beber, porque al menos eso es divertido.

¡Ya está! después de la cena correré por el otro vestido a menos que el plan de salir por la ventana siga disponible.

Durante el resto de la cena me la paso hablando y comiendo diminutos bocados apenas haciendo un cambio en mi plato y por un segundo volteo a ver a Carlos.

Carlos Sainz tiene un perfil envidiable, con su mandíbula marcada y rodeada por una barba al ras, cabello oscuro y completamente grueso y esas pestañas que acompañan sus enormes ojos, puedo entender porque mi madre quería que se sentara a mi lado.

—Y Emilia —Busco con la mirada a la persona que ha llamado mi nombre, es la madre de Carlos —Carlos se la pasa viajando todo el año, estoy seguro de que ambos podrían hablar de los lugares que visitan.

—Ummm —No sé qué decir, porque hablar con Carlos Sainz no está en mi agenda de esa noche.

—Carlos —Ahora su madre se dirige a él —Emilia adora viajar, ha estado en lugares increíbles y su madre dice que siempre trata de conocer todo del país a donde vaya.

—Además de que siempre que regresa trae platillos espectaculares para cocinar y probarlos —Mi madre le ayuda a Reyes y una bombilla se prende sobre mi cabeza —Porque Emilia, Carlos adora una buena comida.

Oh, esas mujeres sí que son tremendas y muy inteligentes.

Este ha sido su plan durante toda la noche, con razón Carlos tenía que estar sentado a mi lado, por eso mi madre no me ha presentado a otros solteros durante toda la noche, no quiere que exista la posibilidad de que me interese en alguien más que no sea el hijo de los Sainz.

Y ahora que lo pienso, mi hermano debió de haber sacado ese dinero de algún lado, estoy 90% segura de que es mi madre quien se lo ha dado, porque esa sabandija nunca tiene ahorros disponibles que apostar, soy yo quien le da dinero siempre.

¡Mi madre sabe de nuestros trucos y los ha usado en mi contra!

No puedo ver la cara de Carlos porque está a mi lado tomando su bebida y no quiero voltear a verlo, pero veo a su madre hacerle unos ojos que dicen: Vamos, habla con ella.

Y al parecer ha ganado, porque Carlos deja su vaso a un lado, se gira unos centímetros hacia mí y me pregunta:

—¿Quieres más vino? —Después de lo que acabo de descubrir, no hay manera de que no quiera vino.

—Por favor, sirve al tope —Le indico e ignoro la mirada furiosa de mi madre.

—Tú dices cuando —Carlos comienza a servir y yo dejo que la copa se llene más de lo normal.

—Ya. Gracias.

Tomo mi bebida y le doy un gran trago antes de volver a hablar, pero Carlos me sorprende haciéndome la segunda pregunta de la noche.

—¿Tienes planes para mañana?

¡¿Planes para mañana?! Joder, cariño nos cabamos de conocer, pienso pero no lo digo porque sé que me ganaría una mala mirada de todo mundo.

—No lo sé, dormir hasta tarde, comer sobras y ver una película —Tomó un poco de comida de mi plato porque ya siento todo el alcohol de antes y de ahorita hacer efecto, puedo sentir mis mejillas ponerse calientes y estoy segura de que si me veo en un espejo tendré la cara roja —¿Tú?

—Probablemente lo mismo, ya sabes pasar Navidad con la familia.

Nos quedamos en silencio porque es muy incómodo sentir las miradas de nuestras familias sobre nosotros, sin darnos cuenta, los dos tomamos nuestros tragos al mismo tiempo tratando de disipar la incomodidad.

—Y Emilia, ¿cómo se encuentra Rafael? —Ana, la hermana menor de Carlos me pregunta y estoy segura de que mi madre quiere echarse a llorar.

—Pues no sé cómo esté Rafael, pero espero que se encuentre 3 metros bajo tierra —Suelto y puedo escuchar a mi hermano Tobias ahogarse con su jugo.

Vuelvo a tomar más vino.

—Emilia... —Ese es mi padre diciendo: Ojo con lo que dices.

—Lo siento, Ana —Me disculpo con ella y con los demás invitados que me están escuchando —Lo cierto es que Rafael y yo terminamos hace un tiempo.

—Uy, en verdad siento haberlo preguntado.

—No te preocupes, es completamente normal y de verdad, fue hace mucho que acabó —Le digo porque en verdad no me molesta —No es tu culpa de que él me haya sido infiel después de 7 años ¿puedes creerlo? Claro que todo es mi culpa porque al parecer no pude "atraparlo" con un anillo.

Puedo escucharme arrastrar las palabras, está claro que el jugar con mi comida y engullir puro alcohol no ha sido mi plan más inteligente.

—Emilia —Ahora es mi madre quien me vuelve a reprender.

—Madre, ellos deben de saber lo que sucedió, al menos espero que me juzguen correctamente y no crean que ha sido mi culpa el dejarlo ir como tú me haces creer.

—Yo no digo eso —Ella se excusa como si yo estuviera mintiendo, ok, tal vez estoy ebria pero recuerdo todo lo que me ha dicho.

—Vamos, no te preocupes, no es como que me molesten tus comentarios —Le digo con sarcasmo y todos pueden escucharlo.

Alguien más debería hablar o no habrá forma de detenerme.

—Pero no se preocupen, ya estoy buscando pareja nuevamente —Hablo con fuerza y Carlos me voltea a ver como si hubiera perdido la cabeza —Tú no, no te creas tan importante, no todos quieren salir con un piloto de Fórmula 1.

—¡Emilia! —Mi madre me vuelve a regañar.

—¡Es la verdad! —La familia de Carlos me voltea a ver y ninguno me quita la mirada de encima, como si fuera la cosa más interesante de la noche —Es que, ¿por qué saldría con un hombre que viaja a más de 20 países en menos de un año? Me refiero, el hombre que vivía conmigo me fue infiel en mi propio departamento, no puedo imaginarme que haría uno en 20 países.

—Disculpenla, parece ser que se le han subido un poco las copas.

Mi madre les habla a los padres de Carlos mientras que puedo ver a sus hermanas y sus esposos tratando de sostener una risa. El propio Carlos no se mueve, pero tampoco me deja de ver con sorpresa.

—Además, es un cumplido para Carlos, es un hombre sumamente atractivo, está claro que podría tener a cualquier mujer.

Está vez puedo ver una pequeña sonrisa en la cara del madrileño y me siento mejor, por alguna estúpida razón.

—La cosa es —Me estiro para servirme más vino, pero Carlos lo aparta de mi alcance, como si quisiera ayudarme, pero ya es muy tarde —Cariño, pasa el vino si no quieres que robe el tuyo.

Al inicio no me obedece, pero después se rinde y me entrega la botella, yo me termino de servir lo que hay.

La gente más alejada de nosotros se han dado cuenta del show que estoy dando y se quedan completamente en silencio esperando a ver qué más digo, porque ahora el espectáculo lo estoy dando yo.

—Ana ¿qué te estaba diciendo?

—Que no me preocupe porque estás saliendo con algunas personas... —Ana responde mientras toma un poco de su comida.

—¡Cierto! —Yo golpeo la mesa con mis puños porque me recuerda lo que estaba diciendo y eso hace que algunos se espanten al mover todo lo que hay sobre ella —Justo ayer salí a una cita con un completo idiota.

—Oh yo he salido con muchos de esos, claro, antes de encontrar a mi esposo —Blanca se mete en la conversación y lo aprecio.

Mi madre se pone de pie y va hasta donde yo estoy, me susurra al oído que me llevará al baño, pero no quiero, quiero contarles sobre el desastre de cita que tuve. Mi madre se rinde y regresa a su lugar.

—Fue horrible, además no era tan guapo como aquí el piloto de carreras —Señalo a Carlos que intenta seguir cenando y puedo escucharlo soltar una risa nasal —Lo más importante que pasó anoche fue que casi me atropella otro estúpido de un Ferrari gris.

En ese momento, puedo verlo ahogarse ¿es que acaso todo mundo se va a ahogar con la comida?

Los padres de Carlos lo voltean a ver y Carlos toma vino de su copa huyendo de su mirada, básicamente se lo acaba y se sirve más de otra botella cerca de su alcance.

—Emilia, ¿por qué no nos dijiste eso? —Mi padre llama mi atención completamente preocupado.

—No importa pa, solo fue un estúpido niño de papi que de seguro tomó el auto sin permiso y salió a dar una vuelta. Ni siquiera me tocó, solo fue un susto.

—Emilia, ¿de pura casualidad sabes qué tipo de Ferrari era? —El padre de Carlos me pregunta y yo trato de recordar, pero no sé tanto de autos como mi padre o como el señor Sainz.

—Creo que era un Ferrari Superfast... algo así. Solo sé que era gris matizado.

—Era una Ferrari Competizione —Su padre responde serio y nuevamente voltea a ver a Carlos, tal vez porque Carlos sabe de Ferraris o lo que sea que sabe ese tipo.

—Tal vez, la verdad no recuerdo —Me termino mi copa de fondo y al dejarla sobre la mesa tiro el tenedor de Carlos al suelo.

—¡Perdón!

—Yo lo recojo.

Ambos decimos al mismo tiempo y nos agachamos por el utensilio haciendo que choquemos nuestras cabezas fuertemente para que al final ninguno de los dos tomara el tenedor, pero el golpe ha sido tal que por el dolor nos alzamos solamente para ahora golpearnos con la mesa haciendo que se mueva unos centímetros.

Al ponernos de pie por no saber qué más hacer, Carlos tiene sus manos en su cabeza al igual que yo.

Me doy cuenta que hemos tirado algunas copas y vasos causando un revuelo por todo el lugar.

Escucho a la gente susurrar y siento cómo nos miran, estoy segura que ya encontraron nuevo tema de conversación para mañana por la mañana: La hija de Jorge Soriano es un desastre y una ebria, además de una solterona de casi 30 años.

—Perdón —Decimos al mismo tiempo.

—Tu tenedor.

Nuevamente me agacho para tomar el tenedor de Carlos y al hacerlo siento como mi mayor miedo se ha cumplido.

Mi vestido se ha roto de un lado dejando expuesta mi piel y haciendo que la tela alrededor de mis pechos se rinda y claramente no llevo brassier, este vestido no lo requiere.

—¡Puta madre!

Me estiro y con un brazo sosteniendo la tela de mi vestido mientras que con la otra le entrego el tenedor a Carlos, pero puedo ver como abre sus ojos con sorpresa.

—Toma esto.

El piloto se apresura a quitarse el saco que lleva y a entregármelo, me ayuda a cubrirme y se apresura a abrochar los botones porque yo no puedo hacerlo sin que el vestido se caiga.

Está claro que toda la atención está en mí y no de la buena.

Y entonces, el caos se desata.

Mi padre comienza a decirle a mi madre que por qué tenía que usar ese vestido y que porqué no lo compró de mi talla mientras que ella se trata de excusar diciendo que el vestido estaba defectuoso, mientras que los padres de Carlos hablan de otra cosa que no se cual es, pero se ven igual alterados, probablemente sea todas las faltas de respeto que hice hacia su familia, mayoritariamente a su hijo, Carlos se mete en esa conversación y pareciera que quiere defenderse, pero de verdad no estoy escuchando, porque no solo nuestros padres están gritando, también todo mundo comienza a chismear del escándalo que he provocado.

Siento como mi cabeza se marea y como no estoy entendiendo nada de lo que está pasando.

Así que hago lo más lógico que puedo hacer, salgo corriendo con una mano sosteniendo mis tetas y el saco de Carlos sobre mí.

Puedo escuchar a mi madre gritar mi nombre, pero no me importa, no volteo atrás y subo las escaleras corriendo dejando mis zapatos a medio camino, solo para poder correr mejor.

Al llegar a mi cuarto cierro la puerta y me recargo en ella esperando encontrar mi respiración.

***

Carlos

—¿Atropellaste a la hija de Jorge? —Mi padre me regaña completamente furioso.

—¡No lo hice! ¿No la escuchaste? ¡Casi lo hago, pero no sucedió! —Me excuso tratando de entender qué es lo que ha pasado.

—¿Es qué que ibas haciendo para distraerte? —Mi madre es ahora quien pregunta, sin creer lo que ha sucedido y peor, que no les dije.

—Nada, solamente me distraje.

—No puedes tener esa clase de distracciones, Carlos —Nuevamente es mi padre quien habla —¿Qué hubiera pasado si en verdad sucedía?

Sé a qué se refiere, no solo hubiera cometido un delito, también mi padre hubiera tenido muchos problemas con su patrocinador mayor.

—Lo siento mucho —Me disculpo y volteo a ver al padre de Emilia —En verdad.

—No te preocupes muchacho, ya escuchaste a mi hija, dice que solo fue un susto.

Todo se fue a la mierda muy rápido, tanto que no pude reaccionar y se supone que tengo buenos reflejos.

—Reyes tienes que disculparme, no sé qué pasó —La madre de Emilia se acerca a la mía sumamente apenada —Ella normalmente no es así y los comentarios que dijo sobre Carlos. ¡Dios! Que pena.

—No te preocupes, todo está bien —Mi madre intenta calmarla, es ahí cuando el señor Soriano se dispone a poner orden, suficiente ha sucedido.

—Por favor —Habla y todo mundo lo escucha —Sigamos disfrutando de esta cena, mi hija no se siente bien —Claro que no, con una botella de vino tinto encima yo tampoco lo haría, pienso en silencio —Pero les pido que no dejemos que eso arruine la noche.

Todos obedecen porque así funciona este mundo, las apariencias son lo que más importa y cuando todos regresan a continuar comiendo, los padres de Emilia salen del comedor, su madre lleva al menor en sus brazos.

—Parece ser que eso me deja como el anfitrión —Tobias, el hermano menor de la castaña dice y saca algunas risitas —Por favor, música.

Y lo obedecen porque la música comienza.

Yo me siento y continúo comiendo como todos los demás, por impulso volteo a ver el lugar que Emilia ha dejado desocupado y me doy cuenta que en el suelo hay puros billetes de 20 Euros, sé que no son míos, porque yo no traía dinero suelto en mi saco, así que deben de ser de la castaña.

Los tomo y guardo en mi pantalón, son 11 billetes. No es que vaya a quedármelo, solo quiero tener la oportunidad de saber que mierdas pasó y entregárselo.

—Tobias, ¿qué fue lo que le pasó a tu hermana? —Una señora se acerca hasta el único pariente de los Soriano que puede responderle.

—Nada tía, solo ya sabes como es Mili.

—Tu hermana tiene que aprender a que no puede estarse comportando como una niña frente a todo mundo —El tono es severo y mi familia nos vemos entre nosotros para hacernos saber que no podemos meternos.

—Ella lo sabe —Nuevamente Tobias defiende a su hermana tratando de ser amable.

—Pues será mejor que lo ponga en práctica. No puede estar avergonzando a tu padre de esa forma frente a sus clientes.

—No es su intención.

—Siempre le he dicho a tu madre que Emilia no tuvo límites de pequeña, claro que tu madre tampoco supo ponerlos al tenerla tan joven —La señora toma un poco de pan y lo mastica —Y ahora mira todo lo que ha ocasionado, Emilia necesitó mano dura y ahora ya es muy tarde para eso.

Quiero decir algo, no sé por qué quiero hacerlo, pero ¿qué le importa? ¿Es que acaso esta mujer nunca ha hecho algo estúpido en su vida? A veces estás son las mejores historias que contar, solo fue un malentendido y nadie resultó herido.

¿Por qué me está molestando tanto el tema? ¿Será por qué yo también he escuchado esa clase de comentarios acerca de mi comportamiento?

—Tía con todo el respeto que te tengo —El hermanito de Emilia se pone de pie para que su punto quede claro y toda mi familia lo ve con sorpresa. —Tendrás que dejarla en paz porque parte de lo que ha sucedido ha sido por tu culpa.

—¿Disculpa? —La mujer se ve sumamente ofendida —No te permito que me hables de esa forma, le diré a tus padres.

—Hazlo por favor.

—No seas grosero, jovencito.

Parece ser que esta noche los hijos de los Soriano han decidido ser el centro de atención.

—No lo soy, pero tú y mi madre no ayudan a Emilia. Presentándole todos esos hombres, diciéndole tus comentarios malintencionados sobre que se quedará soltera y sola por el resto de sus días. En como ya está en edad de engendrar hijos y continuar con la familia y como su reloj biológico está avanzando dejándola atrás.

Volteo a ver a mis padres y puedo ver como ambos se ven apenados, como si eso también fuera para ellos.

—No fue culpa de Emilia que el imbécil de su exnovio no pudiera mantener su pito en sus pantalones.

En ese momento, los padres de Emilia regresan y al ver que ahora es su hijo quien llama la atención se acercan a paso apresurado.

—Y claramente no fue su culpa que Rafael sea tan poco hombre con ella que no pudiera pedirle matrimonio en los 7 años de relación ¿Y sabes qué? Ha sido lo mejor que le ha podido pasar, porque ahora ella está feliz y disfrutando su vida, claro si no fuera por tus constantes intromisiones y la lista de caballeros solteros que le presentas. Todos unos idiotas que no la merecen, si me lo preguntas.

—¡Tobias! —Los dos lo reprenden.

—Mira como me habla tu hijo, Jorge —Claro que la mujer culparía todo en el niño, como si ella no hubiera llegado a molestarlo y a hablar mal de su hermana, que podrá ser lo que sea, pero se nota que la quiere muchísimo.

—Padre ella —El joven trata de defenderse pero se queda callado al ver la mirada severa de su papá.

—Vete a tu habitación, hablaremos más tarde.

Si hay algo que he descubierto esta noche de los hijos de los Soriano es que nunca se quedan callados y que tienen cojones.

—Como sea, de todos modos sin Emilia está fiesta apesta —Es el último comentario que dice antes de retirarse.

Y mi mirada se va con él.

Nuevamente la cena se reanuda y todos actúan como si las interrupciones no hubieran sucedido.

***

Emilia

—¿Qué haces? —La voz de mi hermano me toma por sorpresa.

—Nada.

Ambos sabemos que miento porque estoy saliendo por la ventana como un jodido ladrón.

—¿Te piensas escapar? —Pregunta lo obvio y yo ruedo los ojos entrando de nuevo a la habitación y cerrando la ventana por frío.

—¿No deberías estar disfrutando tu cena? —Le pregunto porque quiero cambiar de tema. Me cruzo de brazos porque no estoy de humor para sus chistes estúpidos.

Tobias revisa mi atuendo y puede ver que está vez estoy vestida de negro, con jeans, playera de manga larga y un abrigo. Además de unas botas y un gorro.

—¿A dónde vas?

Me rindo ante él porque Tobías nunca cuenta mis planes.

—Angélica se va a presentar con su banda en un bar del centro, pensé que ahora que he arruinado la fiesta de nuestros padres, podría ir y pasar Navidad ahí.

Él asiente y se sienta en mi cama soltando un suspiro cansado, está usando un traje hecho a la medida, pero se ha quitado la corbata, ahora sí que parece un muchacho de su edad.

—La tía María se volvió loca y por su culpa me mandaron a mi habitación sin cenar —Ahora entiendo porque vino.

Yo me acerco hasta donde está y me siento a donde está él.

—Quieren que baje —Admito con voz tranquila —Quieren que baje y me disculpe con todos y la fiesta continúe sin problemas, pero sé que en cuanto lo haga la gente no dejará de verme como un bicho raro.

Siempre me ha costado integrarme a las fiestas, Rafael era bueno en eso y siento que cuando estábamos juntos de cierta forma él me ayudaba a verme mejor, ahora que todo ha terminado me siento algo perdida.

A veces me siento como si aquella relación me definiera, como si me hiciera más tolerante ante los demás, como si la gente no me viera como el bicho raro que soy.

En cuanto subí corriendo, mis padres llegaron a los segundos con mis zapatos en sus manos y mientras mi madre me ayudaba a quitarme el vestido, mi padre se daba la vuelta y me decía que no podía actuar así.

No fue mi intención ponerme ebria, solamente que por ese vestido no pude comer y sin alimento desde la mañana, fue imposible que el alcohol no se me subiera más rápido de lo normal.

Ahora, me siento todavía algo mareada pero lo suficiente consiente para saber que todo ha sido un puto desastre.

—¿Y si no bajas?

—No lo sé, por eso planeaba escaparme —Los dos volteamos a ver la ventana —Ya sabes, es mejor pedir perdón a pedir permiso. Pensaba regresar por la mañana esperando que el espíritu navideño les ablandara el corazón y todo quedara perdonado.

Mi hermanito se ríe.

—Te llevaría conmigo pero solo es para mayores de edad —Le suelto y él me empuja con todo su cuerpo.

Esta vez reímos los dos.

—Baja por favor, quiero que me traigas algo de cenar.

Volteo a verlo y sé que no lo dice porque en verdad quiera comida, lo dice porque no quiere que esté peleada con nuestros padres en Navidad, es su época favorita.

—Vale, pero tengo que ponerme otro vestido.

—Te espero afuera por si necesitas ayuda.

Se levanta y sale de la habitación.

Yo respiro profundamente y voy por mi vestido inicial para esta cena.

Es de color negro de lentejuelas, eso hace que brille con la luz, es largo y su caída me hace sentir como una princesa, además de que tiene bolsillos. No tiene tirantes y el escote recto, pero esta vez no parece que quiera enseñar mi cuerpo a todo mundo.

El cabello sigue siendo el mismo, solo que esta vez me pongo un collar que tenía para el vestido junto con unos tacones diferentes y cuando retoco mi maquillaje salgo de la habitación con el saco de Carlos en mis manos solo para encontrar a Tobias sentado en el suelo.

Se pone de pie al verme.

—Te ves muy bonita —Me dice y yo sonrío a pesar de que siento que quiero vomitar de los nervios de tener que ir a pedir disculpas.

—¿Qué debería de decir?

—Di lo mucho que lo sientes y que no volverá a pasar —Me entrega su brazo y vuelve a escoltarme hasta el inicio de las escaleras, pero a diferencia de la primera vez, en esta ocasión él no baja.

Sabe que lo han castigado y no puede hacerlo, aunque de todos modos, él no planeaba quedarse mucho en la fiesta. Al ser menor se iría a dormir antes que todos, como Jonas.

Detesto el sentimiento que me inunda en cuanto comienzo a bajar las escaleras, siento mis piernas temblar y todos han regresado hasta la sala, así que la cena ha terminado.

Siento algunas miradas curiosas mientras finges hacer otras cosas y espero no caerme, mis padres me ven a lo lejos y sé que están esperando lo que sea que tenga que decir.

Una vez que hacen falta como tres escalones para llegar al suelo me detengo y sonrío.

—Buenas noches —Hablo y todas los ojos se giran a verme, expectantes y curiosos.

¿Cuál será la pendejada que dirá ahora esta muchachita?

Eso es lo que piensan.

—Espero hayan disfrutado la cena a pesar de mis malos modales —Es así como comienzo mi disculpa —Nunca fue mi intención arruinarles el momento y mucho menos quiero que se vayan con un mal sabor de boca por mi culpa. Mis padres planearon esta cena con mucha anticipación y con el único propósito de que se la pasen bien.

Veo a mi alrededor y sonrío.

—Desgraciadamente parece ser que no supe controlar mis tragos, pero les aseguro que desde ahora en adelante tomaré puros cocteles vírgenes y con el espíritu navideño les pido que olvidemos lo que ha pasado y terminemos la noche con una buena nota.

Termino mi disculpa y volteo a ver a mis padres para que me ayuden, porque no sé qué más decir.

—Ya escucharon a mi hija, venga que la noche es joven y todavía hay mucho por hacer.

Todos asienten para seguir con lo que sea que estuvieran haciendo y nuevamente la música comienza.

Termino de bajar los escalones y voy hacia mis padres para ver si me han perdonado y yo misma pueda seguir adelante.

—Bien hecho Emilia, gracias por disculparte —Mi padre se acerca a mí y me abraza —Ese vestido se te ve mucho mejor.

—Gracias, era lo que planeaba usar desde un inicio pero ella no me dejó —Muevo mi cabeza señalando a mi madre y puedo ver que no les gusta el comentario —Como sea, prometo comportarme.

Ellos asienten y con la mirada yo busco a Carlos, lo encuentro con sus hermanas, me abro paso entre la multitud ignorando las miradas que me siguen y me pongo frente a él.

—Ten, gracias por el saco —Le entrego su prenda y sonrío amable

—De nada.

Asiento y me alejo por completo, no quiero que se me asocie con Carlos de nuevo, no después de todos los problemas que he ocasionado.

Después de eso veo lo que mis padres han planeado.

La casa tiene una zona que se ocupa para varias cosas, está vez es una pista de baile, aún así, si no disfrutas de ese tipo de actividad mis padres pusieron mesas de juegos, como juegos de cartas, dados, un tablero de dardos, lo que sea para mantener a sus invitados entretenidos.

Yo puedo ver que todavía hay bandejas de bocadillos paseándose y aunque tengo hambre, no son lo que quiero.

Sin que nadie se de cuenta me escabullo a la cocina por algo de comer.

***

Carlos

—Pobrecita, no me imagino en su lugar —Ana nos susurra después de que me entrega el saco y la vemos alejarse.

—Si papá o mamá nos obligarán a hacer eso no habría forma de hacerme salir de mi habitación —Blanca es ahora quien complementa el comentario .

Yo solo pude ver a la hija de los Soriano hacer su mejor esfuerzo por disculparse, fue como ver una tortura en vivo, una vez que terminó se fue con sus padres y ahora se encuentra hablando con ellos.

Trato de continuar la plática que tengo con unos amigos, pero solo puedo pensar en que tengo el dinero de Emilia y debo de dárselo, iba hacerlo cuando me entregó el saco pero no tuve la oportunidad. Uno, porque estaba muy sorprendido para reaccionar y dos, porque ella salió huyendo como si yo fuera la plaga.

La busco por todo el salón y la veo irse de ahí, sin pensarlo mucho me disculpo con las personas con las que estoy y la sigo.

Ella no se ha dado cuenta de que lo hago, no se tarda mucho en llegar a la cocina y tiene sentido que coma algo considerando que dejó su plato sin tocar.

—¿Vienes por postre? —Así es como me hago notar y me siento estúpido en cuanto sus ojos se posan en mí.

Ella sonríe apenada con un plato en la mano repleto de toda la comida que sirvieron, no le importa si se junta, todo se encuentra en una enorme montaña.

—En realidad vengo por la entrada, el plato fuerte y el postre.

Esta vez la sonrisa de Emilia es divertida, casi juguetona y yo me siento como un estúpido parado frente a ella, lo único que puedo hacer es reírme bajito.

—¿Estás bien?

—Sí tu pregunta es: ¿Estoy sobria? Sí, estoy bien.

Me adentro a la cocina, algunos trabajadores han salido a fumar o a descansar, solo los que se han quedado son los encargados de los bocadillos, pero ellos están tan enfrascados en su trabajo para prestarnos atención.

—No, mi pregunta fue si estás bien, eso fue...

—¿Vergonzoso?

—Iba a decir horrible —Ella se ríe y toma un tenedor.

La castaña se va hasta un espacio de la barra que está desocupado y se recarga para comenzar a comer, no me responde por un segundo, está más ocupada devorando todo lo que hay en su plato, luego me voltea a ver nuevamente y puedo sentir como me analiza.

—Estoy bien, Carlos —Dice con la comida a medio comer —Esto está delicioso.

Yo me acerco hasta ella y tomó un plato limpio, ¿por qué no? Hay mucha comida.

—¿Por qué no cenaste hace rato? —Le pregunto esperando que no me considere muy entrometido, pero supongo que eso hubiera cambiado muchas cosas.

—¿Acaso no viste el vestido que traía? Con trabajos me pude sentar, no había manera de que comiera algo sin explotar, claro que todo explotó de diferente manera, pero entiendes a lo que me refiero.

Asiento a lo que me dice porque pensar en la cena me hace querer cerrar los ojos por la pena.

—Era un vestido...

—¿De mujerzuela? —Ella termina por mí y aunque el vestido se le veía totalmente increíble, sí, daba esa pinta —No tienes que responder, eres muy caballero para hacerlo. Pero eso sí, no fui yo quien lo escogió, fue mi madre.

Ella rueda los ojos, así que todo había sido culpa de ese vestido.

—Ella piensa que ahora que tengo casi 29 años debo de encontrar marido y supuso que ese vestido me ayudaría de cierta forma a hacerlo. Claro que no contaba con que arruinaría todo.

Emilia se mete más comida a la boca y puedo ver que está disfrutando la cena, es en ese momento qué frunzo el ceño porque la mujer que tengo enfrente no se parece en nada a lo que Pablo o mi primo han dicho.

—Creí que querías marido.

—¿De qué hablas?

—Es la razón por la cual no te he hablado durante la cena —Emilia asiente y se ríe, mientras niega con la cabeza.

—¿Acaso sabes que quiero un marido por parte de los chicos de la fiesta? —Asiento y vuelve a reír solo para dejar su plato e ir por una lata de refresco al refrigerador —Claro que iban a advertir a los de su especie.

Ese comentario suena más para ella que para mí.

Emilia regresa a su plato y estira la lata de refresco para que le ayude, sin decir nada lo hago y la abro.

—La cosa es esta, mis tías y mi madre se han dedicado a presentarme a muchos hombres durante este último año con la esperanza de que uno de ellos me lleve al altar —Le da un trago antes de continuar su relato y a mí me parece cada vez más interesante —Y aunque al inicio huía demasiado a la idea y me escabullía, descubrí que si no podía ganarles debía de unirme a ellas.

Yo tomo un poco más de comida y le pregunto con la boca llena —¿Y cómo haces eso? Porque creo que sufro de lo mismo que tú.

—Simple, acepto a cualquier hombre que me presenten y juego un rato con ellos, coqueteo y sonrío como princesa y cuando menos se lo esperan comienzo a hablarles de matrimonio, hijos, vacaciones junto a mis padres, presentarles a mi abuela, les muestro un vestido blanco que planeo usar en nuestra boda y déjame decirte que ver sus caras al hacerlo es lo más divertido de toda la noche.

Es entonces que caigo en la cuenta que esa mujer ahuyenta hombres por diversión.

—¿Es broma?

—Para mí sí lo es, para ellos es una sentencia a cadena perpetua.

Suelto una risa incrédula y de verdad que Emilia no ha dejado de sorprenderme.

Justo cuando creo saber quien es ella, gira por completo cambiando mi rumbo y la imagen que he construido de ella en mi mente se derrumba.

Por un segundo no digo nada y ahora comienzo a verla con ojos diferentes, porque está planta carnívora se ha convertido en una Reina de la noche.

La flor Reina de noche es una flor que crece entre cactus, florece una vez al año y solamente durante la noche, pocos pueden verlas florecer y para mí así es como se ve Emilia y yo la estoy viendo florecer esta noche.

Ahora, ¿por qué comparo a Emilia con flores? ¿Y por qué se tanto de ellas? Mi abuela me enseñó sobre ellas y comparar a la gente con plantas y flores es algo que hago que no le digo a nadie.

—Es genial, nunca pensé en hacer eso.

***

Emilia

—Juntate conmigo y dominarás el mundo —Le digo en forma de broma y me complace ver que se ríe mientras toma un poco más de pasta.

No lo juzgo porque la comida está deliciosa.

—Lo voy a pensar —Me responde de la misma forma juguetona que yo he estado haciendo y me río. Sé por qué lo dice, claro que juntarse conmigo lo puede llevar a muchos lados y claro, después de lo que ha visto hoy, a grandes problemas.

Nuevamente volteo a verlo y puedo admirar lo atractivo que es, claro que un hombre en smoking se verá 10 veces mejor de lo que normalmente se ve, pero Carlos no solo es guapo por el traje.

—¿Sabes? Mi hermano y yo hasta jugamos un juego —¿Por qué le confieso esto? Se supone que solo es algo que Tobías y yo sabemos.

—¿Juego?

Posa sus grandes ojos sobre mí y puedo sentir como me sonrojo como una chiquilla, ya está, el hecho de que Carlos Sainz me diera cinco minutos de su atención me ha hecho tener un enamoramiento con él.

¡Diablos! No quiero que mi madre gane, no quiero admitir que tal vez, Carlos Sainz es una buena opción.

Ignoro mis sentimientos y sigo con el tema.

—Tobias una vez me dijo que no podía deshacerme de un tipo en menos de media hora, apostamos 10 euros por eso. Me deshice de él en 15 —Admito victoriosa, porque así me siento —Desde ese día, él pone el tiempo y el dinero y yo trato de cumplirlo.

Carlos asiente y mete su mano a su pantalón recargándose en la barra y dejando su plato vacío donde están los demás platos sucios.

—Esta vez era en menos de 15 minutos por 20 euros y déjame decirte que llevaba una racha ganadora hasta la hora de la cena.

Ahora que lo pienso, no sé dónde se quedó el dinero, debí haberlo tirado una vez que se rompió el vestido, solo espero que siga en el comedor debajo de la mesa y nadie se lo haya robado.

—¿Qué piensas? —Carlos me saca de mis pensamientos y yo sonrío apenada.

—Nada, es solo que había juntado un buen botín esta noche y creo que lo he perdido.

Es entonces, que Carlos Sainz vuelve a sorprenderme, de su pantalón saca el fajo de billetes y yo abro los ojos sorprendida de que él los haya recuperado.

—Se te cayeron antes de que salieras corriendo —Extiende los billetes hasta mí y los tomo feliz.

—Muchas gracias —Al recibir los billetes nuestros dedos rozan y espero no ser la única tarada que ha sentido una descarga eléctrica, porque no podría soportar sentir todo eso más las mariposas en el estómago que me está provocando este hombre.

Esta vez no tengo que guardarlos en mi escote, mi vestido tiene bolsillos.

—Mira, tiene bolsillos —Le digo mientras guardo mis ganancias y él sonríe como si hubiera dicho el mejor chiste, así que la siguiente mejor opción es balancearme un poco y enseñarle el movimiento de mi vestido, así podré apartarme de su mirada unos segundos y poder recomponerme.

¡Carlos deja de sonreír o me harás caer a tus brazos!

—Muy lindo... eres muy linda —Eso me distrae por completo y hace que me detenga de golpe.

¿Escuché bien? Tal vez sigo ebria.

Carlos se aclara la garganta y va al refrigerador por una lata de refresco, tal como yo lo he hecho antes.

—¿Puedo? —Pregunta y le digo que sí.

Aprovecho que me está dando la espalda para poder verlo mejor y vaya, si que tiene un cuerpo de envidia.

—¿Quieres postre? —Le pregunto cambiando de tema y él asiente.

Mientras lo sirvo, ninguno dice nada, yo me dedico a servir un gran pedazo de tiramisú en un plato, lo suficiente para los dos y tomo dos cucharas pequeñas, supongo que compartir no será un problema para él.

—¡Emilia será mejor que salga —La oración de mi madre se queda en el aire al ver que no estoy sola en la cocina —Carlos, no sabía que estabas aquí.

—Buenas noches, señora.

El madrileño se pone recto, como si nos hubieran descubierto haciendo algo indebido, pero lo cierto es que estamos a un metro de distancia, yo estoy sirviendo el postre.

Mi madre, por otro lado, puedo ver sus ojos brillar como si se acabara de ganar la lotería, todo porque su plan ha funcionado, todo porque no he ahuyentado a Carlos Sainz. ¡Dios! Ya puedo verla planeando nuestra boda.

Y aunque no quiero que gané, tampoco quiero que diga algo que haga que Carlos se aleje, porque por primera vez en mucho tiempo estoy disfrutando de la compañía de alguien desde Rafael.

—Ya salimos madre, solo estaba cenando.

Ella asiente y nos sonríe.

—No tarden. Tu padre quiere jugar charadas contigo.

Yo asiento y volteó a ver a Carlos.

—¿Te parece que lo comamos afuera? No quiero darle razones a mi madre para comenzar a planear nuestra boda.

Carlos suelta una risa apenada y asiente.

—Adelante.

Me deja salir primero, él se regresa por nuestros refrescos y comienza a seguirme. Una vez afuera, nos sentamos en unos sillones cerca del árbol de Navidad, nuevamente puedo sentir como todo mundo me ve, más ahora que vengo con Carlos, seguramente se pregunta qué haré para arruinar todo de nuevo y como me avergonzaré frente al piloto.

Yo pongo el plato lo suficientemente cerca de él para que pueda tomar y continuamos con nuestra plática.

—Entonces... piloto de fórmula 1 —Le digo tomando un poco de tiramisú y llevándomelo a la boca.

—¿Podríamos hablar de algo que no sea mi empleo? —Eso me toma desapercibida, supuse que un hombre como él sería algo de lo único que quisiera hablar.

—Claro, a mí tampoco me gusta hablar del mío. ¿De qué te gustaría hablar?

Él se queda callado unos segundos, supongo que está buscando un tema de conversación, después de un rato toma postre y antes de meter la cuchara a su boca me dice.

—Si lo que dice tu madre es cierto y te gusta viajar mucho, ¿cuál ha sido el último lugar que has visitado? —Y una vez que la pregunta ha sido lanzada se mete la cuchara a la boca.

Ese acto hace que me percate de sus labios por primera vez, son gruesos, rosas y perfectamente besables. Quiero sentirlos y comprobar si son igual de suaves de lo que parecen, ¿podría morderlos y morir feliz? Lo veo chupar la cuchara y mis pensamientos van de lo ridículo a lo obsceno, estoy segura de que me mandarían a mi habitación si alguien supiera lo que estoy pensando.

—¿Emilia? —Dice mi nombre y suena tan bien en sus labios, esos labios que muero por probar, más ahora que sé que el sabor será dulce —¿Emilia?

¡Reacciona carajo!

—Lo siento ¿decías algo? —Él suelta una carcajada y eso capta la atención de algunas personas a nuestro alrededor, yo solo trato de mantenerme seria porque no quiero confesar a donde se había ido mi tren del pensamiento —Es que me distraje.

—¿Viste algo que te haya gustado? —Me pregunta y su mirada cambia, ahora no es amable, es completamente coqueta e intimidante, además de que se acerca más a mí y yo puedo sentir como mi corazón da un salto.

Su cejas se ven inquebrantables mientras que su sonrisa es pequeña pero completamente picarona, yo no puedo evitar sonrojarme, puedo sentir toda mi cara caliente y roja.

—No... sí... no lo sé —Le entregó el plato sin pensarlo mucho y me cubro la cara mientras suelto una risa nerviosa. ¡Me ha descubierto! Carlos se ríe, pero él se está burlando —Eres un idiota

—¿Yo? —Pregunta sorprendido —No soy yo quien me está comiendo con la mirada —Eso lo suelta en un susurro en mi oído y no sé si es para que nadie más escuche o para ponerme más nerviosa, porque ahora no solo estoy sonrojada, los vellos de mi cuerpo se han puesto de punta.

—No hice eso —La negación es mi única amiga, él no me cree, pero no insiste con el tema y lo agradezco o saldré corriendo.

—Sí claro —Dice con sarcasmo —Bueno, repito mi pregunta, ¿cuál ha sido el último lugar que has visitado?

—Visité Singapur en verano, es completamente hermoso y la comida es tan vasta y deliciosa —Algo que amo es hablar de nuevos lugares que visito, amo ser turista, caminar, asolearme, probar cosas nuevas, conocer culturas diferentes. Salir de la habitación del hotel por la mañana y regresar por la noche.

Carlos y yo seguimos comiendo mientras hablamos de nuestros viajes, Carlos dice que algunas veces por las carreras no puede visitar tantos lugares como él quisiera, pero que aun así el viaje es fabuloso. Yo le digo que lugares visitar en Italia, ya que él vive ahí.

Todo esto mientras seguimos compartiendo el postre.

De reojo veo a mi madre hablando con mi tía y puedo adivinar qué están hablando, hablan sobre Carlos y sobre cómo nos encontró en la cocina y bueno, el hecho de que estemos sentados juntos compartiendo tiramisú de un plato.

—Emilia ven a ayudarle a tu viejo —La voz de mi padre me saca de la burbuja en donde me he encerrado con Carlos —Que he apostado y no me gusta perder.

—Ya voy —Grito de vuelta y volteo a ver a mi compañero.

No quiero irme, pero así funciona la vida, mis padres hablan y yo obedezco (la mayoría de las veces).

***

Carlos

—Corre, ve. No puedes pasar toda la noche conmigo —¿O sí? Eso no lo digo, Emilia asiente y se va a donde su padre le ha hablado.

Con un dedo, me termino la crema del tiramisú que hemos compartido y dejo el plato en la mesita de enfrente, solo para ir a buscar a alguien con quien hablar y alejar mi mente de Emilia.

—¿Estás loco? —Arturo es quien se acerca a mí mientras camino hacia mis padres.

—No sé de qué hablas —Yo le respondo completamente tranquilo, a pesar de que sé a qué se refiere.

—Ella está loca —Nuevamente mi primo trata de advertirme y yo quiero reírme en su cara, porque sé la verdad —¿Es qué acaso no te ha hablado de hijos y de matrimonio?

Volteo a ver a mi primo y me ve como si hubiera perdido la cordura.

—Tal vez los haya mencionado —Suelto mientras mis padres abren los ojos con sorpresa —¿Pero es que no la escuchaste en la cena? Ella dijo que jamás saldría con un piloto de Fórmula 1.

—Eso dicen primero hasta que ve que eres un partidazo y cuando ves, ahí está hablando de niños y a que kinder planea llevarlos —Arturo mira a la distancia como si estuviera teniendo regresiones de la guerra.

Mi madre se mete en la conversación.

—Cariño, ve a traerme algunos bocadillos, me he quedado con hambre —Sé que lo dice solamente para distraerlo, Arturo asiente y se va negando como si hubiera caído en su trampa y fuera muy tarde para mí —No le hagas caso a tu primo, Emilia es una gran chica.

Lo sé, pero no pienso admitirlo frente a ella.

—Y al parecer una gran jugadora de charadas —Mi padre comenta viendo el juego a lo lejos.

Eso hace que tanto mi madre como yo volteemos a ver el juego.

Ahí está ella, sí que sabe comandar la atención del lugar, pues es su turno y mientras su padre trata de adivinar ella actúa todo a la perfección, se nota que no es su primer rodeo.

Por un segundo me detengo a verla y puedo ver lo verdaderamente hermosa que es, claro que el vestido rojo la hacía ver como una diosa, pero ahora, se ve mucho mejor a mis ojos, en especial porque después de hablar con ella puedo ver que está cómoda.

Se ve que por primera vez está disfrutando la fiesta, su cabello ya no está peinado a la perfección, pues se puede ver uno que otro mechón caer por su cuello y cara, sonríe y se ríe cada vez que su padre adivina una palabra y pareciera que es magnética porque no puedo dejar de verla.

No es hasta que siento unas miradas sobre mí, maldita sea, me han descubierto, mis padres pueden ver como la estoy viendo así que me detengo y los volteó a ver.

—¿Qué? —Pregunto más agresivo de lo que me gustaría.

—Nada —Mi madre trata de esconder su sonrisa ganadora, pero no lo hace del todo.

—¿Estuvo bueno el postre? —Mi padre comenta juguetón y yo niego mientras ruedo los ojos. Mi mamá le da un golpe en el brazo porque no quiere arruinar lo que sea que está sucediendo, la conozco y me conoce.

Sabe que si alguien hace un movimiento en falso yo me alejaré solamente para probar un punto.

—Voy al baño —No espero sus respuestas y subo las escaleras esperando tomar unos minutos para reponerme y calmarme.

Es solo una chica, una chica muy graciosa e inteligente, que se la pasa engañando a hombres por diversión, sabe hacer chistes y se nota que sabe cosas que nadie más sabe.

Al entrar al baño hago mis necesidades, me lavo las manos y salgo solo para encontrarme a Emilia detrás de una puerta tocando con dos platos en cada mano.

—¿Emilia? —Ella se percata de mi presencia y sonríe.

—Hola. ¿Qué haces aquí? —Frunce el ceño y yo le señalo el baño.

—Claro... ¿Si sabes que hay un baño abajo? Justo para evitar que alguien subiera —Emilia me explica y yo abro los ojos apenado, la verdad es que estaba tan deseoso de alejarme de mis padres que no lo pensé.

—Lo siento, no sabía.

—No te preocupes —Nuevamente me da una de sus sonrisas amables y patea la puerta —¡Tobias! Abre carajo.

Habla más fuerte, pero por el ruido de abajo no hay forma de que alguien la escuche.

Unos segundo más tarde su hermano menor abre la puerta y nos encuentra riendo por algo que dije, ella le entrega los dos platos, en uno hay comida de la cena y en el otro hay postre.

—Gracias —Su hermano recibe los platos feliz.

Él entra a dejarlos en la cama antes de regresar.

Ya trae pijama y trae unos audífonos, me asomo a su cuarto y puedo ver que estaba jugando videojuegos, supongo que el castigo no fue tan malo para el chico.

—Y te traje algo de tomar —De uno de sus bolsillos del vestido saca una lata de fanta y se la entrega, pero su hermano no la está viendo a ella, me está viendo a mí —Tobias.

A pesar de que es un mocoso de 17 años me siento intimidado, siento que está evaluándome, como si fuera lastimar a su hermana, lo sé porque yo veía así a los pretendientes de mis hermanas.

—Hola, buenas noches —Le digo extendiendo mi mano, pero él no la acepta.

—¿Y este qué? —Tobias pregunta a su hermana ignorándome.

—No es tan malo —Emilia se alza de hombros indiferente.

—Así que me voy y tú te encuentras a alguien, diablos, hubiera podido recuperar algo de mi dinero con eso —La castaña se ríe y yo con ella, pero Tobias me voltea a ver de nuevo así que me detengo.

—Será mejor que baje, no quiero que piensen que estábamos los dos solos aquí arriba —Emilia se despide y baja, tanto su hermano y yo la vemos partir y no quitamos la mirada de ella hasta que perdemos su figura en la escalera.

Una vez que no hay rastro de la mayor, se voltea a verme.

—Ella es la mejor de toda esta familia, digan lo que digan —Me señala con su raquítico dedo. Sé que puedo ganarle en una pelea si así lo requiere, se vería mal que un tipo de 29 años golpeara a un niño de 17, pero sé que ganaría.

—Entiendo.

—No, no lo haces, la acabas de conocer y básicamente fuiste grosero con ella en la cena. Te vi.

—Fue mi error —Es verdad, de saber que Emilia era así de genial no la hubiera ignorado como lo hice.

—Pues que raro que ahora si le lances sonrisitas después de que casi la ves desnuda —Entiendo de donde viene sus sospechas y asiento tranquilo, no quiero que piense que me burlo —No es un pedazo de carne, es mi hermana y ya ha sufrido suficiente.

—Solo somos amigos.

Claro, ni siquiera yo me creo eso, porque no quiero ser solo su amigo, por apresurado que suene.

—Sí claro —Me dice con sarcasmo —Solo... no hagas nada malo.

Y antes de que pueda decir algo para hacerme quedar mejor ante sus ojos, me cierra la puerta en la cara.

Yo solo ruedo los ojos, porque no tiene caso ponerme a pelear con un niño y bajo las escaleras.

Estoy buscando a Emilia con la mirada, pero no la encuentro y cuando estoy por rendirme al no encontrarla, escucho una voz muy cerca mío.

—¿Se te perdió algo? —Sonrió sin voltearla a ver, porque para este punto ya reconozco su voz.

—Nope —Ahora sí que la volteo a ver y ella me regresa la sonrisa.

—Sí eso pensé, ¿mi hermano te dijo algo? —No iba a delatar a su hermanito menor con ella, no era de caballeros.

—No.

—Claro, a Rafael siempre le sacaba dinero —Ella sonríe maliciosa al mencionar ese nombre.

—¿Rafael es tu ex novio? —Emilia asiente y comienza a caminar hacia una pared para no estar a la vista de nadie, yo la sigo por instinto.

—¿Lo extrañas? —Me es imposible no preguntar porque no quiero tratar algo con una mujer que aún siente cosas por su ex novio, es horrible competir con alguien que ni siquiera conoces.

Ella está por responder cuando la gente comienza a vitorear, aplaudir y gritar.

Los dos buscamos la razón de todo ese alboroto, al parecer una parejita se ha besado bajo el muérdago.

Es una tradición más de Estados Unidos, así que es una sorpresa para mí que haya en esta casa.

—Idea de mi madre —La voz de Emilia me distrae —Supongo que si no puede hacerme conseguir pareja a la buena, va a forzarlo.

Yo río porque me gusta su ocurrencia.

—Y respondiendo tu pregunta —Me agrada que no la haya evadido —No.

Un mesero pasa con bebidas y puedo ver su mirada seguirlas, estoy seguro que piensa dos veces antes de tomar alguna.

A lo lejos veo a su madre haciéndole señas para que vaya hasta donde ella está, pero se niega a voltear a verla.

—Creo que fue la traición lo que dolió, pero nos habíamos vuelto aburridos y si hay algo que detesto en esta vida en aburrirme —Sigue explicando mientras me toma de la manga para jalarme por el lugar, de nuevo con dirección a la cocina y tomar otro refresco para ella.

—¿No te gusta aburrirte? —Pregunto mientras veo la parte de atrás de su cabello.

—No en mis relaciones, después de 7 años, es en lo que se había convertido.

Volvemos a salir a dónde estábamos y la plática continúa.

—Tengo casi 30 años y llevo una trabajo de rutina, lo que menos quiero al llegar a casa es continuar con un horario —Emilia toma un respiro para tomar de su refresco y sigue —Llegar a las 7, comenzar a preparar la cena, esperar a que él llegue, cenar en prácticamente silencio porque cada quien está en sus cosas y terminar el día durmiendo.

—¿Y el sexo? —Nuevamente quiero golpearme porque no son preguntas que debería de estar haciendo, pero joder, ya somos adultos.

Emilia ve hacia el frente mientras suelta una carcajada haciendo que varias personas la vea y de paso a mí.

—Pues cuando sucedía era muy vainilla y no me mal entiendas, no es algo que me moleste, pero llegó a un punto que estaba dentro de mí y solo podía pensar en todas las actividades que tenía que hacer el siguiente día —Volteo a verla y no me quiero burlar, pero suena al infierno.

—¿Tan malo era?

—Ni siquiera era malo... Era aburrido, lo cual es peor —Está vez me voltea a ver y después de un segundo nos soltamos a reír, ¿por qué? No tengo la menor idea.

—Dios, Emilia —Le digo con burla y fingida decepción —El sexo nunca debe de ser aburrido.

—¿Crees que no lo sé? Ahora que lo pienso de esa forma, puedo entender que me engañara, no lo excusa, pero puedo entenderlo.

Vuelve a tomar su refresco porque no sabe qué más decir y cuando estoy por confesar que entiendo completamente a qué se refiere con que vivir una vida aburrida es un martirio, su tía llega hasta nosotros, con un hombre a su lado.

—Emilia y señor Sainz, buenas noches —¿Señor? El Señor Sainz es mi padre.

—Tía María.

—Señora —Respondo a la mujer con la que Tobias se ha peleado.

—Les presento a Mauricio Olvera —El hombre frente a nosotros nos saluda y hacemos lo mismo —Es un excelente bailarín y acaba de llegar para pasar las fiestas con sus padres.

Ese comentario se lo hace exclusivamente a Emilia, ¿por qué hace eso? ¿No ve que ya está con un hombre?

—¿Y dónde reside normalmente el señor Olvera? —Emilia pregunta con fingida curiosidad.

—Puedes llamarme Mauricio y vivo en Inglaterra, por trabajo —Ella asiente mientras que a lo lejos veo a mis hermanas burlarse de mi cara de asco, estoy haciendo caras y no me había dado cuenta.

¿Pero cómo no hacer caras cuando este tonto camina con aires de superioridad? Está claro que algo se le ha pegado de aquel país.

—¿Te gustaría bailar? —¿Acaso esto es un mal chiste?

Mauricio Olvera extiende la mano esperando por la de Emilia, mientras que la castaña me voltea a ver y a su tía. Sin saber qué es lo que está ocurriendo.

—¡Le encantaría! —La mujer es quien responde por ella.

—Estamos hablando —Intercedo sin pensarlo mucho recibiendo miradas de confusión por parte de su tía y Mauricio.

Emilia ayúdame o quedaré como un estúpido, digo en mi mente mientras la volteo a ver y pareciera que ella lo capta.

—Así es y la conversación es muy buena.

—Ay cariño, solo es una canción, volverás con Carlos después de un rato ¿o no? —De nuevo su tía pregunta, pero no espera respuesta alguna y toma la mano de su sobrina para ponerla en la de Mauricio y sin esperar más, él la escolta a la pista de baile mientras yo me quedo con aquella bruja.

—Tendrás que disculparme, Carlos —La volteó a ver serio, me ha quitado a mi pareja sin miramientos —Pero he escuchado que no estás interesado en una relación en estos momentos, así que no dejaré que mi sobrina desperdicié su noche contigo. No cuando estoy intentando que se fije en alguien serio y vea por su futuro.

No sé qué me molesta más, que esa mujer diga la verdad o que me diga mis verdades de frente.

—Con permiso, señora.

Esa es mi respuesta y me alejo de ahí, porque al final del día se espera que me comporte como un caballero en estas fiestas.

De reojo veo como Emilia está bailando con este papanatas alguna canción de Frank Sinatra que la banda ha comenzado a tocar y parece ser que están conversando tranquilos.

—¿Qué pasó? —La madre de Emilia se acerca junto a mi madre y me preguntan como si yo tuviera la culpa de perderla.

—Le presentaron a Mauricio Olveras —Respondo cortante.

—Esa mujer —La madre de Emilia dice molesta para sí misma y se excusa, la veo marcharse directo a hablar con su hermana.

En cuanto llega, las dos mujeres comienzan a hablar acaloradamente.

—¿Quieres bailar? —le pregunto a mi madre y ella sonríe mientras me recibe la mano y nos dirijo a la pista de baile.

Fly me to the moon suena a todo volumen mientras algunas parejas bailan, de reojo veo a Emilia soltar una risa y yo ruedo los ojos.

—Tienes que dejar de verlos así o la gente comenzará a hablar —Mi madre me regresa al mundo terrenal.

—¿De qué hablas? No los veo de ninguna forma —Niego todo mientras le hago dar una vuelta y ella sonríe.

—Veo que la hija de los Soriano dejó una buena impresión en ti —Ella sonríe burlona y yo niego tratando de no sonreír.

—Todavía no lo sé, lo sabría si no la alejaran de mí todo el rato.

Mi tono no es el mejor y mi madre me conoce a la perfección para saber que estoy molesto y celoso, además, no es como que lo esté escondiendo.

—Sabía que te gustaría, desde la primera vez que la conocimos supe que tenías que conocerla, claro que cuando la conocimos tenía pareja y está vez su madre me había dicho que eso había terminado —Mi madre me confiesa su malvado plan mientras ahora la canción cambia —Claro que tendrías que encontrarla por ti solo, porque si yo te le presentaba ibas a ignorarla solo por mí.

—Eres una mujer inteligente, Reyes.

Ella sonríe al escuchar como la llamo por su nombre, mi mirada sigue en Emilia y Mauricio. Las pláticas siguen.

—Lo sé.

Trato de no verme molesto, pero sigo afectado por el hecho de que se me hiciera a un lado tan fácil.

—¿Quién le dijo a esa mujer que no me interesaban las relaciones? ¿Sabes qué eso fue lo que dijo su tía? ¡Dios! ¿Qué le importa?

Mi madre suelta una sonora carcajada, debo de verme ridículo haciendo una rabieta por una mujer que acabo de conocer y con la que no quería nada que ver hace unas horas.

—¡Ya está! Suficiente.

Suelto a mi madre sin pensarlo mucho porque he visto como Mauricio se acerca de más y no me gusta para nada, comienzo a caminar hacia donde están y los interrumpo.

—Siento molestar —Mentira, no siento nada —Pero Emilia me ha prometido un baile —También es mentira —Con permiso.

Y sin esperar respuesta de Mauricio, tomó las manos de la castaña y lo empujo fuera de nuestra vista. Sé que no le ha gustado, pero se aleja.

***

Emilia

No quiero reírme pero es imposible, Carlos acaba de hacer algo que aunque no muchas personas lo consideran atrevido, en nuestro círculo social, lo es.

Fue grosero, mezquino, arrebatado y me encanta.

—¿En serio te prometí ese baile? —Pregunto sabiendo la respuesta y él la sabe igual.

—Sí —A pesar de que ambos sabemos de que no prometí nada, él asegura tajante.

—Hmm, debí de haberme olvidado —Respondo con sarcasmo mientras Carlos tiene esta cara de molestia.

—Fue cuando estabas completamente ebria y yo te puse mi saco encima —Puedo sentir una de sus manos en su cintura y trato de no parecer que estoy disfrutando de esta cercanía.

En el fondo se escucha Strangers In The Night, canción sumamente apropiada para todo lo que ha sucedido esta noche.

—Ya veo. Sí supongo que he llegado a prometer cosas estando ebria, espero solo te haya prometido eso porque si no, será un verdadero problema —Comento juguetona mientras veo su ceño relajarse.

—Creo que solo fue eso, aunque si me acuerdo de otra promesa te recordaré.

Carlos me da una vuelta y yo aprovecho cuando estamos de espaldas para sonreír como tonta.

—¿Sabes? —Carlos habla de nuevo y lo volteo a ver, por un segundo todos los demás en la casa desaparecen —Sé lo que sientes.

—¿De qué hablas? —La verdad es que Carlos nunca sentirá lo que es usar un vestido dos tallas más pequeño haciendo que arruines la fiesta de tus padres.

—Me refiero a que sé a qué te refieres con odiar lo aburrido.

Como si este hombre no pudiera ser más atractivo, acaba de decir las palabras correctas para tener toda mi atención.

—Mi carrera solo dura unos años, poco a poco puedo ver cómo paso de ser de los jóvenes a ser de los pilotos más viejos, mientras tanto solo veo a los jóvenes llegar. Esta temporada tan solo hubo tres rookies y la temporada pasada uno de los grandes se retiró —Yo sonrío por su cara al decir rookies, como si fuera una enfermedad —Pronto será mi turno y no estoy listo para dejar ese mundo y que mi vida se vuelva aburrida.

Veo que es un pensamiento que no comparte con muchas personas y me siento orgullosa de ser una de las pocas que lo ha escuchado. En verdad estoy disfrutando mucho esta noche junto a Carlos.

—¿Sufrimos del mismo mal? —Pregunto a pesar de que ya sé la respuesta.

—Eso creo.

—Que lástima, parece ser incurable —Sonrío con tristeza.

—Te propongo algo —Carlos suelta y yo estoy muy interesada en cuáles serán sus siguientes palabras.

—No puedes decirme esas palabras tan a la ligera, mi madre y mi tía tienen un oído increíble —El piloto ríe mientras rueda los ojos y me da otra vuelta.

—Iba decir que si alguno de los dos se aburre, el otro tiene que matarlo, darle fin a su sufrimiento.

Yo suelto una carcajada porque amo su humor macabro.

—Acepto.

—Cuidado como me respondes, mi madre también tiene un oído espectacular.

Nuevamente reímos volviendo a llamar la atención de algunas personas, ¿es qué no se han acostumbrado ya?

Seguimos bailando en silencio, nuevamente puedo verlo y está vez, él hace lo mismo, Dios, si no hubiera tanta gente ya lo hubiera besado, pero no quiero llamar más la atención y darles más material para hablar.

—Odio mi trabajo —Confieso porque lo sentí apropiado y Carlos abre los ojos de sorpresa, como si sus ojos no pudieran ser más grandes —Odio trabajar para mi padre y sentir como mi vida se desperdicia detrás de un escritorio.

—¿Y por qué lo haces?

—Porque nunca me interesó algo más.

—Vamos, no te creo.

—Bueno, puede que sí, pero a mis padres no les gustó —Admito con pena —Ellos siempre lo vieron como un hobby, pero amo el arte y tengo una cuenta en secreto donde lo posteo, no le va mal, tengo una tienda donde vendo algunas impresiones. Nada muy grande, pero tampoco es como que pueda trabajar mucho en ella, el trabajo no me deja.

Puedo verlo serio, como si estuviera pensando lo que le estoy diciendo, lo cierto era que Rafael tampoco le parecía la cosa más divertida del momento, decía que mis "dibujitos" como los llamaba despectivamente, no pagarían las cuentas.

—Deberías darle una verdadera oportunidad, me refiero, no sabes hasta donde te puede llevar si no lo intentas.

Yo sonrío porque al menos no se burló, lo mínimo indispensable, lo sé.

—Supongo —Respondo con incertidumbre.

—¿Qué? ¿Te da miedo? —Carlos me pregunta juguetón —Para alguien que odia el aburrimiento no pareciera que quisieras salir de tu zona de confort.

—¡Oye! —Me quejo porque, ¿qué mierda le pasa? Aunque pensándolo bien, tiene razón.

—Un año nuevo comienza y hay gente que ve eso como una forma de comenzar de nuevo, no veo por qué no hacerlo.

Me regala un guiño y dejamos de bailar para integrarnos nuevamente a la fiesta.

El resto de la noche la pasamos hablando, entre nosotros, con otros invitados, su familia, la mía, pero sin separarnos.

Trato de ignorar las miradas curiosas y los cuchicheos cuando camino cerca de algunas personas, claro que con Carlos a mi lado no me importa mucho, pero sé que esto no será para siempre.

La fiesta llega a su fin y mis padres me hacen acompañarlos a la entrada para despedir a todo mundo.

Me estoy muriendo de frío, pero no se me ha ocurrido ponerme una chamarra o un abrigo, además, ya falta poco para meternos a la casa y ponerme la pijama.

Todo mundo está saliendo y despidiéndose, llega el momento de los Sainz para despedirse.

Los padres de Carlos son muy amables conmigo como siempre lo han sido, pero puedo sentir que me perciben diferente porque su madre me regala un guiño y cuando me abraza me dice: Nos estaremos viendo.

Sus hermanas y sus esposo se despiden de la misma forma y ellas hasta me invitan a salir a tomar un café antes de Año Nuevo.

De reojo veo a Carlos despidiéndose de mis padres, mi madre se ve sumamente feliz con él, tanto que hasta le aprieta los cachetes mientras él se deja.

—Sé que ya pregunte qué harás mañana, pero ¿qué harás el 26? —Es así como Carlos llega hasta mí nuevamente.

—¿Por qué? —Pregunto coqueta tratando de no sonreír demasiado, pero me es casi imposible.

—Porque planeaba invitarte a salir —Mis intentos por mantenerme seria se van por la ventana, puedo sentirme sonrojar de nuevo.

Mi madre, quien ha estado escuchando la conversación, casi grita de la emoción y decide irse con la madre de Carlos apresuradamente —¡Reyes, yo te acompaño hasta el auto!

Estoy segura de que le dirá lo que acaba de escuchar.

—Debí de haber sido más discreto —Carlos comenta viendo como nuestras madres se ponen a reír bajito y a cuchichear entre ellas.

—Claro porque fuiste discreto cuando empujaste a Mauricio —Respondo sarcástica y Carlos rueda los ojos haciendo que me ría de él.

—Como sea, entonces ¿te gustaría salir conmigo?

Yo me le quedo viendo, ¿por qué me tardo tanto en responder? ¡Es obvio que quiero salir con él!

—Prometo que no será aburrido —Sabe lo que quiero escuchar y yo suelto una risita nerviosa.

—En ese caso, claro.

Carlos sonríe satisfecho y se aleja para ir hasta su auto.

—¡Pasaré por ti mañana! —Dice mañana porque ya es 25 de Diciembre, oficialmente ya es Navidad.

Lo grita haciendo que varias caras nos giren a ver, genial, lo que me faltaba.

Hija problema de los Soriano conquista al perfecto hijo de los Sainz después de exhibirse en la cena de Navidad de sus padres, ya puedo escuchar el chisme que se correrá en los clubs a los que nuestros padres asisten.

—¡Carlos! —Grito furiosa, pero el hombre está muy sonriente como para que mi regaño le provoque algo más que diversión.

Y en ese momento un auto se pone en la entrada de nuestra casa, es un Ferrari gris... Carlos acepta las llaves y puedo sentir mi cara deformarse por la sorpresa.

¡No puede ser!

—¡¿Fuiste tú?! —Grito desde donde estoy, sin importarme los demás —Tú fuiste el imbécil que casi me atropella ayer.

Exclamaciones de sorpresa se escuchan alrededor.

Camino hasta donde Carlos está parado, a punto de subirse a su auto, nuestras madres están sorprendidas sin saber que hacer, nuestros padres esperan a que yo mate a Carlos y los demás solo quieren saber el desenlace de su chisme.

—¿Ups? —Carlos dice esperando que no le grite.

—¿Ups? ¡No puedes decirme ups después de casi matarme! —Me planto frente a él con mis manos en mi cintura y el ceño fruncido.

—¡Hey yo no te toqué!

—¡No me grites! No tienes derecho a hacerlo cuando casi me atropellas —Mi madre pareciera que está viendo sus sueños derrumbarse al verme gritarle a Carlos.

—Pero no pasó.

—¡Pero bien pudo haber pasado!

—A ti te gusta llevar la contraria a la gente ¿verdad? —Carlos pareciera que se está divirtiendo y yo sólo niego con mis ojos entrecerrados sin poder creer que este hombre ha sabido todo este tiempo que yo era la mujer que casi atropella y no pudo decirlo en todo el tiempo que estuvimos juntos.

—Como sea, ya suficiente drama les hemos dado. Te veo el 26 —Digo rendida y calmada, no tiene caso pelear, no enfrente de la gente —Suficiente show les he dado a estas personas, feliz Navidad.

Le doy la espalda y me regreso a la puerta de mi casa, todo el tráfico se ha detenido porque Carlos no mueve su auto, así que lo mejor será dejar de distraerlo y dejarlo marchar, ya tendré tiempo para hacerlo sufrir.

Cuando llego a la puerta de la casa y me doy la vuelta ahí está él.

—¡Carlos! —Suelto sorprendida porque me espanta verlo ahí tan cerca y sonriendo como un niño pequeño que está por cometer una travesura —Deberías irte, no dejas a los demás irse.

—Supuse que si a ti no te importa dejarme en evidencia frente a todos, ¿por qué debería de importarme a mí?

Yo frunzo el ceño porque no sé a qué se refiere cuando lo veo dirigir su mirada hacia arriba de nosotros.

Es ahí cuando me doy cuenta que hay muérdago sobre nuestras cabezas.

—No te atreverías —Lo amenazo con un dedo, porque aunque muero por besarlo no quiero ser más el centro de atención.

—Vamos, que será divertido, además, debemos de darles un buen cierre a las historias que contarán sobre nosotros.

No sé qué es lo que me deja sin habla, si su atrevimiento, sus palabras o su sonrisa coqueta y sus ojos brillando con picardía.

Esa mirada me contagia.

—Tienes razón, la gente merece un buen final.

Y sin decir más, coloca sus manos sobre mi cintura acercándome a él y yo solo espero el no haber olvidado cómo besar a alguien como se debe, paso mis manos por su cuello y puedo sentir nuestras narices tocarse, un revoloteo se siente por todo mi estómago y cuando ya no puedo más, soy yo quien cierra la distancia entre nosotros para por fin averiguar si sus labios son tan suaves como imaginé. 


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Como bien puse, esto está en otro libro, pero también quería tenerlo aquí por la gente que no lo ha leído, espero les haya gustado y si tienen más ganas de leer algo navideño

Mañana a las 8:00 pm hora México, publicaré el primer capítulo de l Fic "El piloto y la niñera" 

Las amo y no vemos mañana

Fer <3   

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