moth to a flame -Charles Leclerc +18
Prompt: 'Cause he seems like he's good for you
And he makes you feel like you should
And all your friends say he's the one
His love for you is true...
But does he know you call me when he sleeps?
But does he know the pictures that you keep?
Descripción: En donde eres la novia de Arthur, pero en las noches tu corazón le pertenece a otro.
Palabras: 3374
Advertencia: Contenido +18. Leer bajo su propia responsabilidad. Charles posesivo.
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—Quiero que te lo quites ahora —demandó con la mandíbula tensa.
Sabías que estaría molesto, pero no había manera de evitarlo:
Arthur había específicamente mandado a hacerte una camisa con su número y su apellido detrás para que le mostraras apoyo en su primera carrera en casa: Mónaco. Era el día antes del Grand Prix de Fórmula 2, y cuando Charles te vio con aquella camisa portando su apellido se sintió desfallecer. También era el fin de semana de su grand prix y verte "apoyándolo" significaba todo; hasta que se fijó en aquel número 12 que decoraba tu espalda.
Ahí no pudo evitar ponerse celoso. Odiaba compartirte, aunque le divertía lo fácil que era para ti doblegarte a él. Siempre demostrándole una y otra vez en las noches que le pertenecías. Cualquiera creería que tenía algo contra su hermano, pero la realidad es que a ti no podía resistirse desde el primer momento en que te vio. Necesitando estar cerca de ti, tocarte a escondidas, marcarte como suya para luego ver tus pobres intentos de maquillarlo y escuchar las excusas tontas que le decías a Arthur.
Estaba mal lo que hacían, pero hace mucho habían pasado el nivel de culpa.
Y no era como si Arthur no supiera que le eras infiel, tampoco era idiota. Solo prefería hacerse el ciego porque no podía separarse de ti, y siendo honesta tú tampoco de él.
'Cause he seems like he's good for you
And he makes you feel like you should
And all your friends say he's the one
His love for you is true...
Claro que nunca imaginó que lo hacías con su propio hermano.
Charles no era muy disimulado, desde el primer día comiéndote con la mirada. Y si algo era sabido en el paddock es que era imposible decirle que no a Charles Leclerc.
Por lo que ahora te encontrabas aquí, media hora después de la cena familiar con la familia de Arthur en el apartamento de Charles luego de que este te escribió sugiriendo, mejor dicho, demandando, que vayas a su apartamento si sabías lo que te convenía.
—Charles...
—¿Ahora eres sorda? —exclamó con veneno el monegasco—. Como me hagas sacarte la camisa te irá peor y créeme que no quieres seguir tocándome los cojones.
Si algo te decía la impaciencia en su tono de voz era que como no obedecieras en cuestión de segundos terminaría fatal, seguro tomando el asunto entre sus manos y rompiendo la camisa él mismo.
Y no querías repetir lo de la otra vez, no cuando tenías la carrera de ambos hermanos mañana y necesitabas estar en todas tus capacidades.
Dejaste que la camisa abandonara tu cuerpo pasándola por encima de tus hombros y cabeza hasta dejarla caer en el suelo.
El chico dorado de Ferrari pasó sus ojos verdes por tu figura deteniéndose un tiempo de más en el encaje rojo que traías para él. Solo para él.
Apretó la mandíbula con un suspiro pesado—Te quiero en la cama, desnuda y con el antifaz. Si llego antes que tú y no estás lista te castigaré.
Empezó a caminar hacia ti y tú te apresuraste a la habitación del monegasco mientras te desabrochabas el sostén. Charles cumplía sus amenazas, y por muy excitantes no sabías si no poder caminar correctamente se vería bien el día de la carrera de ambos hermanos.
Te quitaste los zapatos rápidamente, solo faltaba la parte de abajo.
Sin embargo, te entró un poco de pánico al recordar lo complicado de quitar que era éste pantalón, teniendo varios botones y un cierre.
Escuchaste unos lentos pasos retumbar por el pasillo de manera calculada, como si tuviera todo el tiempo del mundo, pero eso no hacía más que incrementar tu ansiedad. Tus dedos temblaban tratando de desabrochar los botones del pantalón que se te resbalaban de los dedos.
Joder, debías apurarte.
A Charles no le importaba cuál escenario le tocaría enfrentar. Sin embargo, creía que un castigo no te caería nada mal. No después de pasearte con la camisa de su hermano, como burlándote de él. Estando enfrente de él y con su mano en tu muslo, dejando que te bese como si nada.
But does he know you call me when he sleeps?
But does he know the pictures that you keep?
But does he know the reasons that you cry?
Or tell me, does he know where your heart lies?
Where it truly lies...
Sabía que no tenía derechos sobre ti allá afuera. ¿Pero dentro de las cuatro paredes de su habitación? Eras suya para hacer lo que quiera.
Para que gritaras su nombre toda la noche tan fuerte como quisieras.
Escuchaste a alguien chasquear la lengua con decepción desde la puerta y te congelaste en tu lugar conteniendo la respiración, te faltaba un solo maldito botón.
Nunca más volverías a usar pantalones.
Sentiste a Charles reír detrás tuyo, todo tu cuerpo erizándose ante su risa burlona—Te traté de dar una oportunidad, chérie, pero parece que no quieres ayudarte —sus pasos repiquetearon contra el suelo y lo sentiste detrás de ti. Su pecho contra tu espalda a lo que se inclinaba por encima de tu hombro, su respiración chocando contra tu cuello expuesto cuando sus labios rozaron tu lóbulo—. Y yo que creí que serías buena para mí... —suspiró decepcionado—. Me tocará castigarte, sino ¿cómo aprenderás?
Sus dientes mordieron y lamieron esa parte expuesta de ti causando que suspiraras y dejaras que tu cabeza cayera recostada en su pecho. Una de sus manos subió y apretó tu pecho, retorciendo tu pezón entre sus dedos hasta que endureció como un botón. Mientras tanto sentiste la humedad entre tus piernas incrementar.
Cuando creíste que tendría piedad su otra mano exploró los botones de tu pantalón, desabrochándolo como si no le costara nada de esfuerzo. Bajó tus pantalones y contra tu cuello murmuró—Quítatelos.
Y obedeciste, dejando que cayeran en el suelo y quedaras en ropa interior.
Luego se alejó dejándote desconcertada. Cuando volteaste a verlo estaba sentado en el borde de la cama, su mano palmeando su regazo y desde tu posición podías ver el deseo que crecía en los pantalones del monegasco—No me hagas obligarte, mon amour...
No te lo tenía que decir dos veces.
Caminaste hacia él sentándote con duda en su regazo, pero no te dejó pensarlo mucho cuando de un movimiento te puso boca abajo, tu trasero quedando expuesto en su pierna.
Acarició con parsimonia la piel de tu espalda, el frío de sus anillos provocándote escalofríos por el contraste con tu acalorada piel. Aún más caliente ahora que sabías las intenciones de Charles.
—Dime un número del 1 al diez —no tenías que verlo para saber que se estaba quitando los anillos, no queriendo causarte daño.
Te removiste algo nerviosa—Charles, yo no... —el sonido de un golpe cortó el aire. Sentiste como la piel de tu trasero estaba caliente en la parte en que proporcionó el golpe. No pudiste evitar contener el aliento, porque a pesar del ardor, el placer que experimentaste a través del dolor fue mejor de lo que pensabas.
—Un número, chérie. No creo que no sepas contar, ¿o sí? —acarició con cuidado por encima de donde te dio la nalgada. El desinterés en su voz te hizo apretar las piernas.
Amabas la combinación entre frío y caliente con él. Como te podía humillar y a la vez elogiar con sus palabras. Charles sabía lo que te gustaba, para ese punto te conocía como la palma de su mano. Le gustaba ese juego que tenían. El tenerte envuelta alrededor de su dedo.
Sabía que si te lo pidiera dejarías a su hermano en un parpadeo. Más no podía obligarte a hacer aquello cuando él sabía que no te podía dar todo lo que tú querías.
—Siete... —murmuraste en voz baja sintiendo la cara caliente.
—Más alto —demandó.
—¡Siete!
—¿Ves? Qué bonita te escuchas cuando obedeces. Ahora cuenta para mí en voz alta, mon amour —dejó caer su palma en una cachetada. ¡Plaf!
—Uno —te mordiste el interior de tu mejilla, algo avergonzada de lo mucho que te estaban gustando sus azotes.
Volvió a dejar caer su mano en tu otro cachete—Dos.
Pegaste un pequeño salto cuando hizo contacto en la tercera, tu piel cada vez más sensible. Y siendo honestos, Charles no te estaba teniendo nada de piedad. No pararía hasta ver esos cachetes tan rojos como su carro, una bonita marca de su mano en ellos.
—Tres...
Y de nuevo—Cuatro —apretaste las piernas inconscientemente, sintiendo como tu humedad debía estar traspasando la tela de tus bragas.
Charles sonrió ante eso, pasando su mano por la piel cada vez más rojiza.
Las siguientes tres te tuvieron retorciéndote de placer, queriendo algo más que aquello. Querías sus dedos, su boca, lo que sea que te sacara de tu martirio.
Observó su obra de arte con un sonido de satisfacción, sus pantalones le apretaban, solo quería verte hecha nada por él. Dejar marcas innegables en tu cuerpo como si fuera su canva, una página en blanco que él estaba listo para colorear. Aquel tono rojo apenas era el inicio.
—¿Qué dices, chérie? ¿Crees que ya aprendiste la lección o debemos repetirlo? —pasó su mano por la sensible piel sintiendo como te retorcías.
—No... —soltaste entre labios temblorosos.
—Yo creo que sí, igual déjame comprobarlo... —podías escuchar la malicia en su voz cuando sin previo aviso hizo tu ropa interior a un lado y tocó tu punto sensible consiguiendo que te sobresaltaras un poco por la impresión—. Unas nalgadas y ya estás empapada —se burló moviendo su dedo para recolectar tu humedad.
—Charles... —no le querías decir que lo necesitabas, que querías que hiciera lo que sea para aliviar ese desastre que tenías entre tus piernas.
—¿Qué quieres, mon amour? Dímelo y es tuyo.
—Tócame —rogaste, y él tan solo sonrió burlón.
—Pero te estoy tocando.
—Noo, necesito más... necesito... —tus palabras quedaron ahogadas cuando sentiste como hundió un dedo en tu interior atravesando tus pliegues. Dios, como amabas sus dedos.
—¿Qué decías?
No pudiste murmurar palabras, muy concentrada en la manera en que su dedo seguía hundiéndose en ti, sabiendo exactamente donde tocar, alcanzando puntos donde tú no llegabas. Charles era engreído y lo sabía. Estaba consciente de que solo él te podía traer los orgasmos más arrolladores, y se regodeaba de ello.
De repente sentiste un segundo dedo unirse a la mezcla y gemiste contra la pierna de Charles. No sabías si la posición de estar boca abajo afectaba, pero creías estar tocando el cielo con la punta de tus dedos.
—¿Te gusta? —enfatizó su punto con una embestida que te tuvo retorciendo en sus piernas—. ¿Crees que Arthur te podría hacer venir así? ¿Ah? —su dedo pulgar acarició tu clítoris y te sentiste desfallecer contra su pierna cuando aumentó la velocidad, jadeos y gemidos se escaparon de tus labios sin poder formar palabras coherentes. Se sentía bien, mucho mejor que cualquier juguete. Siempre habías pensado que no había nada que se comparara con los largos dedos de Charles.
—No... —te encontraste a medio camino con sus embestidas, tu mente en blanco debido al placer. Solo él lograba eso.
—¿No qué? —detuvo sus movimientos y quisiste llorar de frustración. Estaba siendo injusto.
Ya ni recuerdas de lo que estaban hablando, tu mente todavía anhelaba aquel orgasmo robado.
A Charles no le gustó tu falta de respuesta.
Lo siguiente que sentiste fue como te jalaba del cabello con su mano hecha un puño hasta dejarte de rodillas en la cama, donde te encontraste con sus ojos verdes irritados.
—Ya te dije que detesto cuando no respondes, si vas a tener boca por lo menos dale utilidad —se bajó el cierre del pantalón, se bajó los boxers y sacó su pesado miembro decorado de líquido preseminal bajo tu mirada expectante. Tú tan solo te relamiste los labios, amando cuando te maltrataba un poco y hacía contigo lo que le plazca, tomando lo que necesitaba—. ¿Qué? ¿Acaso te tengo que deletrear lo que quiero? —soltó sarcástico y sin esperar respuesta empujó tu cabeza hacia su miembro por lo que tuviste que estabilizarte rápido con tus manos sobre sus trabajados muslos para no caer.
Quedaste justo enfrente de su miembro, tu boca hecha agua. Charles no era tan solo mejor que Arthur en la cama, si no que era mucho más... dotado. Sabía lo que hacía y cómo hacerlo de manera que te dejara temblando.
—No me hagas repetirlo... —sus palabras quedaron ahogadas en sus labios cuando sintió tu boca a su alrededor, tan cálida que juraría que le darían espasmos ahí mismo.
Te tomaste tu tiempo lubricándolo mientras dejabas saliva caer de tus labios para hacértelo más fácil. Tu mano se encargó de masturbar lo que no te entraba, sintiendo las gruesas venas del monegasco bajo tus dedos y lengua.
A Charles le encantaba tenerte en esa posición, donde sentía que podía controlarte a su antojo. Sin embargo, el verdadero poder lo tenías tú; literalmente tenías a Charles en tus manos.
Jugaste con él a lamer y luego apartarte, tu mano sin detenerse, pero nunca sin ponerlo justo dónde le gustaba.
Charles gruñó de frustración apretando el puño en tu cabello—No juegues conmigo, mon amour.
Quisiste sonreír, pero le obedeciste, ahuecando tus mejillas mientras descendías, sintiéndolo casi en tu garganta.
El monegasco suspiró aliviado. No había mejor vista para él que el tenerte así, de rodillas para él. Dejó caer su faceta dominante por un momento, víctima de tus manos y tu boca. El poder que creía poseer se escapaba de sus dedos.
Subiste y bajaste por su miembro queriendo complacerlo tanto como él lo hacía contigo, hacerle saber que no habría quien le hiciera sentir tan bien como tú. Soltaste un gemido de apreciación cuando pasaste tu lengua por la vena de su miembro sabiendo que le gustaba sentir las vibraciones de tu boca.
Te gustaba escucharlo gemir, te sentías muy poderosa al tener a tal hombre haciendo esos sonidos por ti. La estimulación era mucha, por lo que te frotaste las piernas para tratar de aliviar la excitación entre ellas.
Charles no sabía qué había hecho en su vida para merecer esto, pero agradecía lo que sea que fuera que lo llevara a este momento contigo mirándolo desde abajo con su miembro entre tus labios y tu cuerpo expuesto hacia él. Tan solo viendo tus pechos y como buscabas alivio por ti misma se endureció más en tu boca. Estaba a nada de correrse, su respiración agitada, el sudor en su frente y sus piernas temblorosas eran testigo de aquello.
Pero no le parecía justo hacerlo sin ti, por lo que te apartó y te dejó sobre el colchón para luego terminarse de desvestir. Debía tenerte en ese momento o iba a desfallecer. Recorrió tu cuerpo con una mirada hambrienta mientras se relamía los labios.
—Ponte en cuatro —te pegó una nalgada y obedeciste al instante, ansiosa y temblando de deseo.
Charles te sostuvo de las caderas y sin advertencia alguna se hundió en ti con experiencia, como quien había hecho aquello contigo miles de veces. Un gemido salió de sus labios. Amabas lo vocal que era en la cama.
Lo sentías más profundo desde esta posición y tuviste que contener el gemido de placer que quisieron soltar tus labios.
—No te contengas, chérie, quiero escuchar todos los sonidos de tu boca —gimió embistiendo con fuerza, sin dejar que te adaptes a su tamaño. Tu interior lo apretaba de una manera que le encantaba, teniendo que usarte a su antojo una y otra vez, pero nunca quedaba satisfecho. Siempre quería más tiempo contigo.
Cualquier otra conquista no se te comparaba. Charles tenía esta creencia de que estabas hecha para él, y por la manera en que lo cogías, parecía ser así, como si estuvieran destinados.
Jadeos se escuchaban de tus labios ante el entusiasmo de Charles. Sexo con él siempre era duro y brusco. Odiaba con todo su ser cuando lo molestaban de que tenía apariencia de que le gustaba el sexo vainilla, y aquella frustración la decargaba en la cama contigo, siempre cogiendote fuerte y dejando marcas que serían difíciles de tapar.
—Mierda, te sientes tan bien —jadeó en tu oído, su mano hizo una coleta improvisada con tu cabello de forma desesperada y te forzó a arquear la espalda—. Eres mía, ¿verdad? Toda mía. Nadie te puede hacer sentir como yo. Solo yo te puedo arruinar de esta manera, más nadie —susurró en tu oído y aquello junto con sus duras embestidas te tenían la cabeza mareada.
Charles parecía insaciable, y en realidad por su estamina, lo era.
La forma en que su pelvis chocaba con tu parte trasera con frenesí se escuchaba lasciva. Lo sentías en todas partes, y estabas segura que si alguien estuviera afuera de la puerta de entrada lo escucharía también.
Besó tu cuello con urgencia mientras apretaba con una mano tu pecho y te obligó a levantarte, la nueva posición con tu espalda contra su pecho permitía que tocara un nuevo punto dentro de ti que te hizo temblar de placer contra sus brazos.
—Vamos, bonita, di el nombre de quien te hace sentir tan bien —mordisqueó tu cuello sin importarle las posibles marcas que podría dejar. Sus caderas no te tenían piedad.
—Charles...
—Más fuerte —colocó su mano en tu cuello ejerciendo presión, su cálido aliento en tu oreja te causó escalofríos de placer, tu cuerpo entero se estremeció.
—¡Charles! —gemiste y te volteó para devorar tu boca con la suya, reclamándola y haciendo con ella lo que le dio la gana. No sabías si aquel beso contaba, siendo una mezcla de bocas abiertas y desesperadas, mordidas de labios y lametazos que no ayudaron a las mariposas que tenías en el estómago.
Dios, ¿podía este hombre ser más sexy?
Tocó tu núcleo con desenfreno y te diste por vencida cuando lo escuchaste hablar con la respiración agitada—Correte para mí, mon amour. Dame esa satisfacción siquiera —mordió tu labio inferior y sin poder contenerlo más sentiste como llegabas a tu orgasmo, oleadas de placer sacudiendo todo tu cuerpo dejaron tus piernas temblorosas.
Charles no tardó en salir poco después, empujando tu rostro contra las almohadas antes de terminar con su mano y correrse sobre tu espalda.
Ambos se tomaron un momento para recuperar sus respiraciones. Podría estar entre las mejores cogidas que hayan tenido.
Tal vez intencionalmente, Charles cogió tu camisa de Arthur para limpiar el desastre que dejó en tu espalda, pero estabas muy agotada como para caer en cuenta de aquello.
—Listo —dejó un beso en tu hombro y te volteaste hacia él para recibirlo entre tus brazos, lo cual hizo gustoso. Charles suspiró de satisfacción al tenerte así, le gustaba estar en esta posición contigo.
Como si fueras suya y pudiera hacer esto siempre que quiera.
Sin embargo, en el fondo sabía que no te merecía. No te podía dar nada más que esto y Arthur sí.
[***]
Factor que el susodicho le dejó muy claro.
—...¡TÚ NO LA QUIERES, CHARLES! —lo empujó su hermano menor viéndose eufórico—. ¡SOLO QUIERES QUEDARTE CON LO MÍO! ¡COMO SIEMPRE! —lo empujó aún más duro y él se dejaba, sabiendo que se lo merecía—. ¡¿TAN EGOÍSTA ERES?! —soltó una risa irónica.
—Arthur... —lo siguiente que Charles recibió fue un puñetazo en el rostro cuando Lorenzo logró intervenir entre ambos sujetando al menor.
—¡¿Sabes qué?! Ya sé la respuesta —escupió con dureza.
—¡Cálmense! ¡Dios! ¡¿Qué está sucediendo?! —los miró a ambos asombrado.
Arthur lo ignoró sin despegar la mirada de su hermano mayor. Lo peor es que se sintió culpable al ver su nariz sangrando, pero se la tenía merecida—Tú te vas a alejar de ella o juro por Dios que dejas de ser mi hermano —dijo con rencor para luego soltarse de Lorenzo e irse.
El mayor miró a su hermano mientras le pasaba un pañuelo para su nariz—¿Me explicas qué carajos sucedió?
Charles negó con la cabeza y siguió andando mientras se cubría con el pañuelo.
Debía renunciar a ti o renunciar a su hermano menor. Parecía una decisión difícil, pero para él ya estaba tomada desde hace mucho tiempo...
Cuando lo viste unos días después del GP de Mónaco en una salida con su familia, ya no era lo mismo. No hubieron miradas coquetas, ni mensajes de ir a su departamento como acostumbraban. En cambio, Arthur se comportó muy cariñoso contigo. Siendo el novio de portada de revista.
En ningún momento notaste la tensión entre los hermanos, pero cuando tus llamadas mientras Arthur dormía cayeron al buzón de mensajes y posteriormente tus mensajes fueron bloqueados, lo supiste.
Aquella había sido su última noche juntos y ninguno sabía que lo sería...
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