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« wake me up »

[— resubido; editado —]

—o—

" You will never know just how beautiful you are to me

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Hay amores tan efímeros y fugaces, que aparentan ser eternos. Otros que, en cambio, por no ser más que simples romances pasajeros, duran lo que un parpadeo.

Hay amores tan inolvidables, que ni siquiera la muerte misma, es capaz de arrancarlos de la piel, de hacer olvidar sublimes caricias y besos robados, latidos descontrolados y noches interminables donde lo único importante e indispensable, es la calidez que el roce de otro cuerpo puede llegar a brindar.

El amor puede llegar a ser un concepto tan volátil y ambiguo que tiende a confundir. Sin embargo, ellos lo hacían ver tan sencillo, y a la vez, tan complicado, que era imposible no empezar a creer en esos amores que duran para toda la vida, en esos amores que simulan un cuento de hadas; en esos amores que aparentan ser perfectos.

Noches enteras en vela haciendo el amor, atardeceres eternos compartiendo miradas repletas de devoción mutua, y mañanas inundadas con risas en esa habitación en la que el tiempo era solo un mito. Una habitación donde el mundo que los rodeaba y el sufrimiento constante en el que estaban sumergidos, parecía desaparecer sin dejar rastro.

Empero, todos los jardines con rosas, esconden espinas;

« —No es asunto tuyo, Mikasa— espetó autoritario, aún sabiendo que contra ella esa actitud infantil era en vano. Una vez más, insistía en excluirla de sus problemas, en alejarla de sus demonios personales, de los cuales muchos, casualmente, lucían como ella.

—¡Ese es el maldito problema, Eren! ¡Nunca es asunto mío!— protestó, prosiguiendo a hacer una pausa y buscar fuerzas para continuar con la discusión sin que las lágrimas comenzaran a brotar y deslizarse sin control por sus ojos grises ya húmedos— ¡Ni Marley, ni Erdia y mucho menos tú! ¡Nunca es asunto mío!

—Me rehúso a meterte en esta guerra — aclaró, manteniendo su mirada firme enfrasacada en el suelo—. Tú, al contrario de todos nosotros, no estás maldita, tú llevas el apellido Ackerman respaldándote, ¿lo entiendes, Mikasa?

—Al parecer él que no lo entiende eres tú. Precisamente por ser Ackerman, Eren, es que debo participar en la guerra— explicó, a punto de salirse de sus casillas—. Incluso si me negara a hacerlo, me obligarían; no es decisión mía ni tuya.

Y lo último que vio esa tarde, fue a un Eren totalmente decidido en sus argumentos dejándole con la palabra en la boca y alejándose a pasos apresurados de su persona, visiblemente molesto con ella por decirle sus verdades a la cara. A pesar de que lo había dado por un caso perdido hacía bastante tiempo, no podía negar que Eren podía comportase bastante inmaduro en ocasiones. Pero así fue siempre, testarudo e impulsivo, tal cual un niño pequeño bastante caprichoso. Ella había elegido tener que soportarlo, así fuera la única que lo hiciera y la única a que él escuchaba; cuando le daba la gana escuchar.

Y para bien o para mal; esa tarde volvió a llover. »

Pero, ¿qué se puede hacer cuando dos personas son como dos imanes que se atraen a pesar del daño que puedan hacerse la una a la otra, qué les da igual el sufrimiento con tal de sentir una vez más la calidez del refugio que otra piel les brinda, volviendo una y otra vez para romperse mutuamente como a una frágil promesa con la patética excusa de que será la última vez que sucumben a la necesidad de sentirse completos?

Porque por más que Mikasa aparentara ser una chica bastante madura para su edad y con una tendencia más fuerte que el resto de sus compañeras a mantener los pies sobre la tierra, era una romántica empedernida desde pequeña por naturaleza y tan cabezota como el mismísimo Eren Jaeger en cuestiones de aferrarse a algo que no tuviese solución y negarse a aceptar la realidad por más evidente que fuese si no quería verla.

Y la realidad era que su relación con el castaño se desmoronando poco a poco con cada discusión, cada mentira y cada distanciamiento.

Pero, ¿acaso existía herida sin dolor o amor sin sufrimiento alguno?

Puede que el pasar de los días sabiendo que el final de todos los finales se acercaba intensificaba más las cosas que el chico le hacía sentir, quizás los días en que una discusión hacía que un nudo se instalara en su garganta ante la posibilidad de perderlo fuesen una ardua batalla, misma que valía la pena pelear al caer en cuenta de que cada noche a su lado era el más ideal de los sueños. Un sueño del que ninguno de los dos quería despertar, un sueño que amenazaba con terminar mucho antes de ver su verdadero desenlace si seguían por la misma pendiente traicionera. Pero vaya que les gustaba el camino difícil.

Nadie en la Legión sabía de su aventura, y preferían mantenerlo así, después de todo, el amor mientras menos ruido hace, más tiende a durar. Era su pequeño gran secreto los roces de mano bajo la mesa y los besos apasionados en los pasillos al caer la noche; cuando la oscuridad se apoderaba del Cuartel y todos se dirigían a sus respectivas habitaciones a descansar para al día siguiente continuar con la misma rutina monótona: levantarse a primera hora con el cuerno para ir a los arduos y exhaustivos entrenamientos con el Capitán Levi.

Pero ellos, digamos que tenían una rutina mañanera un tanto diferente a la del resto de sus compañeros.

«¡Para!— demandó riéndose a sonoras carcajadas, dando pequeños golpes en el pecho del castaño e intentando recuperar un poco del aliento perdido a causa de las cosquillas—. Ya, de verdad, ¿cómo es que das con el punto exacto? Jamás supe que tenía cosquillas.

—Ese es mi secreto, no tienes porqué saberlo— bromeó despreocupado, siendo esta vez su turno de acomodar su cabeza en el pecho de la asiática para intentar esconderse de la luz diurna que emanaba el Sol imponente de Trost e ignorar que ya era hora de levantarse de la cama y cumplir con sus responsabilidades. Levantó la vista, maravillándose con una sonrisa encantadora danzante en los labios de Mikasa, quién jugaba risueñas con sus cabellos castaños. Notó que ella había dejado crecer el suyo, llegándole éste ahora un poco más por encima de sus pechos, y a decir verdad, a él no le desagradaba el cambio. Le daba cierto aire de nostalgia, y el cabello oscuro y exótico de Mikasa era simplemente majestuoso.

—Mmh, ¿Miks?— no hubo respuesta, andaba tan sumida en su propio mundo que muy probablemente ni siquiera le haya escuchado. Hizo un puchero, como un niño pequeño molesto por que su madre no le presta la atención que él desea. Sonrió para sí, habiendo encontrado una solución a aquel diminuto contratiempo.

Un beso, un corto beso es todo lo que necesitó la chica para salir de su breve ensueño.

—¿Qué sucede?— preguntó confundida por la repentina acción del chico.

—No vuelvas a cortar tu cabello, me gusta más así— confesó, mirándole a los ojos y tratando de enmendar lo que había ocasionado en su época de reclutas cuando él, siendo él, le sugirió –o más bien ordenó– que cortara su cabello lo más corto posible debido a que podía incomodarle en las prácticas y enredarse en el EMT, siendo aquello una patética coartada para disimular los celos que sentía hacia Jean en aquel entonces. Mas ahora, habiendo supuestamente madurado, adoraba la sola idea de ver el cabello azabache la chica desparramado por toda su sábana, mientras él disfrutaba entrelazar sus dedos en él y se regocijaba en su dulce fragancia. La idea le parecía tanto irreal como bastante erótica en su criterio, pero era algo que valía la pena intentar—. Un día de estos, cuando todo termine, iremos a la playa— susurró, prometiendo algo que era casi imposible de cumplir, pero que creía fervientemente que lograría solo por ver su expresión de niña pequeña con una muñeca nueva al apreciar una vez más la inmensidad del mar.

Alzó su mirada otra vez, perdiéndose en los ojos grisáceos, analizando con detenida y suma parsimonia los pequeños destellos azules salpicados alrededor del iris de la asiática, admirando como, poco a poco, iban trascendiéndose en un azul oscuro una vez bien entrada la primavera, y ese peculiar brillo que adquirieron al escuchar la sola mención del océano salir de sus labios.

«Nunca sabrás cuán hermosa eres para mí» sopesó para sí, jurándose a sí mismo que si volvía a nacer, la encontraría y se enamoraría de nuevo. »

Sí, eso debía ser. El amor jugándole una de esas bromas pesadas de nuevo. Dándoselo en bandeja de plata para luego arrebatárselo vilmente como la vida ya tenía planeado, después de todo, solo faltaban cinco años para el adiós definitivo, luego de eso, muchas cosas dejarían de tener sentido. Se lo pondría en frente con halagos y cumplidos, con besos adictivos que se volverían tan necesarios como el aire que respiraba y caricias que extrañaría en las noches de lluvia cuando él estuviera al fin ausente, frías, oscuras y solitarias. Noches en las que solía acurrucarse a su lado, buscando hallar la distintiva calidez que emanaba y Eren, en pos de calmar los latidos desbocados de la chica a causa de alguna pesadilla, solía hablarle sobre cuentos de hadas y amores perfectos; recordándole que se quedaría a su lado pasase lo que pasase. Noches, en las que la vida le recordaba que tan frágiles podían llegar a ser sus almas, que solo eran dos cometas de papel destinados a sucumbir al viento y, finalmente, caer y estropearse.

«—No me digas que aún le tienes miedo a los truenos— recriminó burlón.

La mirada hilarante del chico sobre ella comenzó a tensarme a la larga, sabiendo que estaba esperando una respuesta a aquel comentario.

Era una de esas noches de primavera en las que la lluvia parecía no tener fin y él, sin previo aviso y como si de "Romeo y Julieta" se tratase, entró por su ventana como en ocasiones anteriores.

—No te burles, Eren— contraatacó al fin, dando una vuelta en la cama para quedar frente a frente—. Al momento de la muerte de mis padres, recuerdo que tronaba, tengo mis razones, lo sabes. Tú estabas allí, debiste haberlos sentido también

—Los sentí, para luego rescatarte de esas bestias sin nombre— espetó en voz baja, como procurando que aquel arrullador murmullo no saliera de las paredes de la lúgubre habitación en la que se encontraban, la cual poseía cierto aire de desesperanza debido a la tempestad que se desataba afuera y el rumbo que llevaba la conversación. Acarició sutilmente la cicatriz en la mejilla de la chica, culpándose en silencio por ella.

La mirada gacha y el dolor se hizo presente en los ojos grisáceos de Mikasa al solo recordar el fatídico día en el que perdió toda su inocencia de manera tan abrupta y tajante. Aquel tema era considerado tabú para ambos, pero hay momentos en los que simplemente era inevitable que saliera a flote.

Ella se puso de pie, encaminándose con calma hacia la ventana que daba una amplia vista hacia las bulliciosas calles de Trost, ahora desoladas por el aguacero de hacía un rato. —Ya ha escampado— anunció desde su posición, procurando no mirar atrás para evitar aquellos ojos verdes protagonistas de la mayoría de sus planes a futuro—. Sabes que si Levi descubre por casualidad que te estás saltando el toque de queda-

—¿Serás tú la sabe los moretones y los golpes? Quería creer eso, Miki, pero debido a que prácticamente me estás echando-

—No te estoy echando. Solo te advierto que ese enano te pondrá a limpiar hasta que el cloro se chorree por las paredes del Cuartel si se da cuenta de que no estás en donde deberías y se supone deberías estar, ¿entiendes?— giró sobre sí, quedando cara a cara con el castaño, esbozando una pequeña sonrisa—. Aunque... puede que me anime a hacerlo— caminó hacia la cama, acomodándose a su lado y depositando un suave beso en su mejilla—. Quién sabe, quizás tenga que ser yo la que te cure algún día— bromeó, ignorando el peso que pudieran tener esas palabras en algún futuro.

—Lo que sea— río él, tumbando un brazo por encima de su cintura—. Yo también te amo— susurró, cerrando los ojos para disponerse a dormir. Ella, quién estaba a punto de conciliar el sueño despertó de repente, extrañada. Aquel «yo también te amo» hizo eco en su mente, resonando en todos los rincones habidos y por haber. Porque ese, era el primer «te amo» salido de boca de Eren Jaeger. El primer «te amo» que le habían dedicado, y quizás también el más esperado desde que tan solo era una mocosa ignorante del inmenso significado de esas dos palabras.

—¿Eren?— musitó en un hilo de voz, el muchacho gruñó en señal de respuesta, apegándose más a ella y acomodando la cabeza en su hombro—. Te amo »

Hay amores imposibles, que por más que te esfuerces, simplemente no resultan. Hay amores increíbles, etéreos y volátiles que por más que lo intentes, gran parte del tiempo se escapan de las manos. Las cosa más loca es que los amores más increíbles, son, en su gran mayoría, los más imposibles y difíciles de encontrar.

«—Mañana partimos a Marley— comentó Mikasa, deseosa de romper el ambiente denso que los envolvía y el silencio ensordecer que embargaba el patio— ¿no tienes... nada que decir... Eren?— preguntó angustiada en un hilo de voz, emulando una súplica.

—No te diré que regresaremos vivos, no puedo garantizarte que sobreviviremos ni asegurarte que todo irá bien cuando muy probablemente muramos en territorio enemigo, Mikasa— inquirió, con la mirada perdida en la nada y tratando de disimular sus nervios a flor de piel—. No puedo prometerte que no moriremos en vano ni que seremos recordados como héroes— levantó despacio su vista, encontrándose con una Mikasa la borde de estallar en lágrimas —. No puedo decirte lo que quieres oír ni darte falsas esperanzas, porque nada es seguro, ¿entiendes eso?— la chica asintió débilmente, aún sollozando—. Pero... si salimos de esta... caminaremos por la playa, ¿me acompañarás, Miki?— sus ojos se iluminaron, y Eren mentiría si dijera que él tampoco se reservaba sus esperanzas de triunfo. Mikasa asintió una vez más, esta vez más enérgico y esbozando una sonrisa, retirando las gruesas lágrimas de sus mejillas irritadas.

Eren se levantó su previo aviso, y caminó hacia el interior del Cuartel, dejando atrás a una Mikasa desbordándose en sentimientos encontrados y temores entre su romance y la inminente guerra a punto de estallar, observándole con sus expectativas por el suelo como se alejaba sin más. »

Ellos ganaron la guerra, mas no caminaron tomados de las manos por la arena ni existieron más «te amo» en noches lluviosas de primavera. Después de esa batalla no hubieron más cuentos de hada ni besos bajo la lluvia; solo quedaron promesas incumplidas y finales trágicos. Porque eso tuvieron ellos: una trágica, triste y hermosa historia de amor.

Mikasa aprendió que las palabras son inútiles e insignificantes cuando ya es demasiado tarde para intentar enmendar lo que hiciste mal, en donde te equivocaste... porque él simplemente ya no estaba.

Y es qué hay amores pasajeros que se quedan grabados en la piel y sujetos a la memoria, tanto que ni el tiempo mismo es capaz de borrarlos.

Y, de cierta manera, lo único que debe hacer para recordarle y sentir su corazón latir con fuerza contra su pecho, es cerrar los ojos y conducir su mano a su vientre, concentrando toda su esperanza en poder hallarlo y reunirse otra vez en lo más profundo de sus pensamientos, y decirle que se volverán a ver sin importar que no sea en esta vida.

«Estaban a contratiempo y no miraron el reloj»

—o—

Ok, yo debo decir que tengo sentimientos encontrados con este one-shot, por una parte lo adoro con locura y por otro tiene mi eterno desprecio ya que me recuerda DEMASIADO a alguien importante que se fue sin siquiera despedirse de mí, pero igual este es uno de mis favoritos. Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. Le había puesto cuerpo y alma en perfeccionar esta pequeña obra de arte so... bueno, ya saben que si les gustó cualquier aporte es bien recibido <3.

Les quiere,

isa🌸.

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