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Un día como otro (LucarioxZoroark)

ADVERTENCIA: Esta historia no incluye pokefilia :v

En alguna parte del bosque, se veía todo desde lo lejos. El valle podía deslumbrar su belleza natural y las maravillas que sólo los curiosos podían descubrir, y ella lo era por mucho. Él la miraba con ojos de ternura (aunque lo sabía disimular y camuflar perfectamente, si bien no dejaba de tener un aspecto de nula seriedad) y deseoso de volverse en alguien importante en su vida, fuere un amigo o un conocido. Pero ella pensaba diferente: lo despreciaba y hacía lo posible para alejarlo de su lugar. Cuando ambos se encontraban, él la veía levemente sonrojado y tímido, y ella siempre desviaba su vista a otro lado, llegando a ofenderse por simplemente mirarlo. Así fue por bastante tiempo: Lucario queriendo hablarle, Zoroark evadiendo su persona, parecía un ciclo sin fin; o eso pensaban los dos...

Un día, Zoroark se levantó para entrenar un poco y así poder presumir de su habilidades ya desarrolladas. Ya allí, dedicó parte de su ejercicio en golpear algunos árboles con sus nuevos movimientos.

-Bueno, veamos-se puso frente al árbol y lista, se puso en guardia-. A ver cómo he... ¡Mejorado!-partió en dos al mismo con garra umbría de manera fugaz pero elegante-¡Vaya! Sí mejoré mucho.

Cerca de ahí, Lucario hacía lo mismo pero en un punto distinto y bastante lejano del de Zoroark. Practicaba el Shinzuo no Katana (debe mejorar los nombres de sus ataques) con un par de rocas del doble de su tamaño y las partía en pedazos, lo cual hacía que se sintiera satisfecho. Con una gran sonrisa, fantaseaba la oportunidad de lograr su cometido: enfrentarse a alguien más fuerte frente a Zoroark y así ganarse su amistad. Así andaba por un rato hasta que, de improviso, apareció un Gengar frente a él; viéndose el uno al otro, el tipo siniestro desistió de buscar algo amenazante.

-Tú apenas eres un crío-apartándose del lugar, hizo mella en el azulado.

-¿Un crío?-intentaba sonar molesto, y de verdad lo estaba-Te voy a mostrar quién es el crío aquí...

-Jajajaja-el Gengar solía burlarse de valentones como el pokémon-. Déjame decirte algo: si se te ocurre seguirme y retarme-con una mirada siniestra se acercó al azulad/, cosas terribles pasarán, en especial con otros seres cercanos a ti-le hizo un rasguño intenso en la mejilla izquierda-; ¿entiendes?

Aunque lo pensara mucho, realmente quería pelear con él frente a Zoroark, para así demostrar que ambos eran buenos en lo mismo. Le dió un golpe en la cara y lo alejó varios centímetros de su persona, lo cual hizo que el Gengar lo viera con ojos de sopresa leve.

-Atrevido, muy atrevido-acariciando su parte lastimada se levantó del suelo-; eso dolió, de hecho. Sabes cómo hallarme, pero te advierto-usó Ilusión y empezó a desvanecerse del lugar-, hagas lo que hagas, ella nunca te aceptará como tú amiga-y desapareció completamente.

-No... No me importa-la determinación se reflejaba en su rostro-... voy a pelear y verá toda mi fuerza. Sólo espero que suceda pronto-decía para sí mismo-, estoy impaciente por obtener su confianza de una vez por todas. ¿Eh?-se olió bajo el antebrazo y alejó su nariz asqueado-... Mejor me doy un baño. Y rápido.

Tras unos minutos de entrenar con bola sombra y otros ataques tipo oscuro, se detuvo a contemplarse para admirar su propia fuerza; aquello lo usaría para una sola meta.

-Al fin, tengo lo necesario para deshacerme de ese estorbo azulado. Y cuando te encuentre, estúpido pokémon-mostraba una sonrisa malvada-, verá lo verdaderamente inútil que eres y haré que te marches de mi bosque. Y será, al fin, mi venganza cumplida.

Sintió un aire tenebroso a su alrededor, indicio de que algo bueno iba a ocurrir. Sonrió con picardía y se puso en guardia, esperando con alegría lo que sería una prueba de sus nuevas habilidades adquiridas. Al salir el Gengar, advirtió que sería más que justa, después de todo ambos eran del tipo siniestro.

-Vamos nene-desafío de forma confiada-, quiero que esta pelea sea emocionante.

-Desde luego-el pokémon oscuro tenía la sonrisa ligeramente alargada-, no me cabe tanta emoción.

-Entonces-caminaba lentamente a su objetivo-... ¡Comencemos!-corrió con un puño ya alzado.

El Gengar logró esquivar el golpe y, acto seguido, le proporcionó una fuerte patada en las costillas izquierdas. Escupió baba y luego algo de sangre, pero se repuso con rapidez y se palmeó la región lesionada de su cuerpo, a modo de burla.

-Me sorprende tu resistencia, sin embargo-apareció detrás de ella repentinamente-... eres algo tardada-le propinó un golpe muy fuerte en la cabeza, lo cual la aturdió.

Estando mareada no podía usar la misma velocidad ni coordinar bien sus ataques, por lo que la convirtió en blanco fácil. Pero antes de que el Gengar le diera, pudo usar Ilusión para distraerlo mientras se recuperaba; el recuerdo del enfrentamiento con Lucario lo hizo detenerse, lo que la extrañó bastante. El pokémon dió dos pasos atrás y Zoroark ya se había recuperado.

-¿Por qué te detienes? ¿Acaso te da miedo que ese inútil venga?-dijo intentando fastidiar lo suficiente para hacerlo volver a la pelea.

-En realidad-con gran rapidez logró darle un puñetazo directo en la boca-, no es así. Verás-esquivó un Garrazo y le propinó con el mismo ataque en un brazo, haciéndola sangrar mucho-... es alguien a quien admiro un poco. Con sólo rasguñarme en la cara-dió tres patadas en la abdomen y la retrocedió hasta el tronco de un árbol- demostró el potencial que tiene para las luchas. Lástima qu...

Ella no le dió más tiempo, pues llegó a él con velocidad y le dió un certero golpe en el abdomen, haciéndolo vomitar algo de saliva con sangre, reaccionó y esquivó otro ataque suyo; así estuvieron por un buen rato hasta que Zoroark se quedó sin más energía para seguir. Gengar sonrió maliciosamente.

-Bueno, por lo visto él no va a llegar. Qué lástima-aunque bajo de estatura, nada le impidió tumbarla al suelo y poner su pie sobre la garganta de Zoroark-, sé que dentro de ti deseabas que viniera, querías demostrarle lo inservible que era frente a alguien como tú-empezó a presionar lentamente-, pero no. Quizás era algo más, es triste que no haya venido; ya que. Menos charla-presionó la parte blanda con fuerza hasta casi ahorcarla, deteniéndose para que respirara con dificultad-, más ac...

Lucario llegó por detrás, le aplicó una fuerte patada y lo alejó de quien quería ser amigo. No obstante se levantó con las fuerzas renovadas y una sonrisa de satisfacción. Por alguna razón estaba contento.

-Vaya, te veo alegre-empezaba a adquirir una actitud levemente similar al de Zoroark.

-Debo estarlo. Después de todo-le dió un Garrazo en el ojo izquierdo de Lucario, al que sólo marcó los párpados del mismo-, tú eres mi verdadero oponente.

-Lo que sea, pero-se movió con gran velocidad y se puso detrás de él-... No dejaré que la lastimes más-le aplicó un fuerte golpe a su espalda y otros dos al abdomen.

Se reincorporó nuevamente y esta vez el golpe que encestó en la cabeza fue suficiente para dejarlo fuera de sí, luego le dió otro en el abdomen y otro más en el lado derecho del pecho. Pero él no paraba de pelear, cuanto golpe le viniera no iba a dejar que Gengar le hiciera más daño a Zoroark de lo que ya había hecho, esquivaba y bloqueaba cada ataque que el tipo fantasma le lanzara; el chaparro se cansaba y las gotas de sudor no paraban de salir, se estaba agotando y Lucario también. Sin embargo se levantaron para dar sus últimas fuerzas el uno contra el otro, en ese caso Lucario hizo su movimiento final hacia Gengar: formó un hueso de aura, lo sostuvo frente a él y, con sorpresa, empezó a deformarse hasta hacerle honor a su nombre. Así pues, terminó de formar la Shinzuo no Katana y, con ella, encestó el último golpe sobre su oponente, quien intentó usar Pulso Umbrío pero no funcionó. Con Gengar en el suelo y seminconsciente, el claro ganador era Lucario; sabiendo eso, corrió directo a su "amiga" con una sonrisa sincera en la cara. Imaginando que lo recibiría con los brazos abiertos, recibió un puñetazo de Zoroark, quien en esos momentos ardía de ira. Éste se levantó asombrado, soltando lágrimas de dolor y algo de tristeza, se reincorporó y otro puño veloz lo regresó de vuelta al suelo. La vió a los ojos y notó en ella un furor potente, uno que llegó a pensar que algo feo iba a suceder. Ella se acercó y le propinó otro en el abdomen, otro más en la boca y una patada en el costado. A cada golpe que recibía, Lucario sentía cómo se debilitaba, y no era para menos: Zoroark era mucho más fuerte. Dejó de dar puñetazos al azar y se puso en guardia, todavía con esa mirada llena de rabia, dando señas que le incitaran a pelear. Lucario se puso de pie, pero no tenía la guardia arriba. No quería pelear.

-¡Vamos! ¡¿Qué esperas?!-a cada minuto seguía ardiendo de furia, misma que descargaría en él-¡Atácame!

-No, lo siento pero no bu-un Garrazo de Zoroark lo hizo callar abruptamente, a la vez que el impacto le dejaba adolorido-... ¡Uoghk!

-¡No me mientas! ¡¿Quieres humillarme?! ¡¿Acaso buscas ser superior a mí?!

Antes de que dijera otra cosa, ella le dió otro certero golpe en el abdomen. Otro en la costilla derecha y otros más en prácticamente toda la caja torácica. A cada golpe que recibía, Lucario escupía sangre sin evitar ni uno solo, y eso la enfurecía más.

-¡¿Qué te sucede ahora?! ¡Pelea como se debe!-le dió una patada en la cabeza y lo tumbó al suelo, escupiendo sangre y todo atontado- Jeje, eres todo un debilucho, te dejas ganar demasiado fácil-intentaba, con frases como esa, hacerlo enojar para que diese todo de sí-, sólo mírate. No eres rival para mí-alzó la cabeza de su oponente, en la que cuyas mejillas corrían lágrimas sin parar-, ni siquiera siendo un llorón te vas a librar de lo peor.

Alzando a Lucario del cuello, le dió un puñetazo en el abdomen que lo hizo ir al otro lado del lugar, adonde llegó para recibirlo con una patada en el costado. Golpe a golpe, empezaba a creer que iba a morir, y moriría sin haberse hecho su amigo... o algo más. En ese momento recordó por qué quería ser un amigo, por qué le iba a prometer que estaría ahí cuando más lo necesitara, por qué le ayudaría a entrenar para que día a día ella mejorara... lo recordó. Pero ya era demasiado tarde, o mejor dicho, nunca fue tarde ni temprano: Zoroark... lo odiaba. Siempre lo había odiado.

Zoroark seguía enojada con él, pero lentamente se daba cuenta de que, por más que hiciese lo posible para que él reaccionara, éste seguiría rechazando el atacarla. No aguantando más, lo puso enfrente de ella y, con las manos en las orejas del pokémon, su mirada de rabia penetró en los ojos de la víctima.

-¡¿Te estás burlando de mí?!

-N... No...

-¡¿Entonces por qué no me golpeas?! ¡Haces que esto deje de tener sentido para mí... Y odio eso!-lo acercó más a su rostro de manera amenazante-¡Te odio, inútil!

-I... ¿inútil?-las lágrimas que soltaba ya perdían valor físico, más no sentimental.

-Sí, un inútil. Un idiota. No puedes ni darme una cachetada-lo tumbó al suelo de manera brusca, y puso su para encima de la garganta para asfixiarlo lentamente-. Ni siquiera mereces-iba a ejercer más presión en él, pero algo la detuvo. Era la primera vez que dudaba en hacer daño a, como ella lo veía en ese momento, un rival-... ¿Qué estoy haciendo?-retiró su pie de él y se agachó para verlo a los ojos-Eres tan inútil que no mereces ni la muerte-su carcajada se volvió muy sonora, haciendo que Lucario se sintiera más culposo-... Y...

-¿M... Me per... do... nas...?-aunque sorprendida, todavía mantenía aquél furor sobre él, levantó su cara y lo vió a los ojos-Sé que lo que hice no fue lo mejor, pero quiero compensarlo. Quiero intentar que nuestra amistad du...

No le dejó hablar más, pues le propinó otro puñetazo en el hocico, haciendo que sangrara abundantemente por este y por la nariz. Más furiosa que antes, agarró a Lucario por el pincho que tenía en su pecho, lo acercó a ella y, con sus garras alzadas, le miró de nuevo con el brillo de la ira distintiva de su especie; él sabía lo que significaba.

-¿Perdonarte? ¿Después de humillarme de esa manera?-reclamó-¡¿Después de dejarme en ridículo frente a mis agresores?! ¡¡Nunca!!

Soltando a Lucario, preparó su ataque Garrazo y se abalanzó sobre él; esquivó el golpe pero no con tanta rapidez, pues el mismo alcanzó a romperle el pincho del pecho. Sintió un dolor muy fuerte por el efecto del ataque, pero se repuso y vió que iba a ejercer otro. Intentó ponerse en guardia pero fue tarde: ya lo tenía de nuevo de la garganta. Cansándose y enojada, su cara denotaba que se había hartado del "juego" de Lucario, y ya estaba preparada para hacer su última jugada para esa ocasión; él simplemente no hacía nada. Estaba quieto, sin mover ni un músculo, dando por perdida toda esperanza de entablar una amistad sólida con ella.

-Jejeje, así te quería. Sin poner resistencia inútil. Ahora... ahora-seguía con la posición del ataque, pero empezó a dudar de nueva cuenta-... Grrr, te... o...

Su mano empezó a temblar. Unas lágrimas delgadas recorrieron por sus mejillas grisáceas, despertando la esperanza de nuevo en Lucario. Rápidamente se secó las mismas y volvió a alzar su puño, y de nuevo no hizo nada; al final lo soltó, cayó de rodillas y derramó más lágrimas que antes. Lucario, en un intento por consolarla, se acercó a ella para darle un abrazo, pero otro puñetazo en la cara lo hizo retroceder unos pasos atrás; Zoroark lo vió directo al ya ensangrentado rostro de su "rival" y, más desesperada que furiosa, lanzó un sonoro grito al cielo y empezó a golpear contra el tronco más duro y cercano que tenía delante suyo. Estuvo así hasta que de sus manos salieron gotas pequeñas de sangre. Notando eso, Lucario se paró y se plantó frente a ella para recibir su ira; no obstante, cuando golpeó su abdomen, lo miró a los ojos y, molesta, lo empujó a la derecha. Ya no sabía qué hacer, y lo único que le quedaba era... preguntarle; se sentó ya un poco calmada aunque con la rabia en su más mínimo nivel. Le hizo la seña a Lucario de que se sentara a su lado, a lo cual obedeció; estando juntos pudo hacerlo.

-¿Por qué eres así?-indagó, calmándosé lentamente.

No hubo respuesta de su parte.

-¡Contesta...!-respiró profundo y exhaló lentamente-Por favor...

-...-dudaba en si responder con la verdad, ya que conociendo más de la personalidad agresiva de Zoroark ya no sabía si quería ser su amigo-Porque-se decidió al fin-... Eres la única persona que ha sido muy honesta conmigo. Nadie se hacía mi amigo sólo por caerle bien. Y los que tenía... Eran muy falsos.

Los ojos de Zoroark brillaron de asombro. Nadie de su especie había sido nombrado "honesto".

-¿Yo? ¿Honesta? Prfff-vió la expresión algo deprimida de Lucario-... Oh, hablas en serio. En realidad te decía eso para alejarte de mí, y no hacía eso solamente contigo... Lo hacía con todos, todo el tiempo.

Él no lograba entender a qué se refería ella con esa frase, pero igual intentó seguir con la conversación.

-Entonces, eras honesta para alejar a los demás.

-Para que no me ayudaran, y menos en situaciones donde intentaran dañar mi autoestima. Mi madre ya se encargaba de esa parte.

-¿Tu madre?-preguntó curioso Lucario.

-Así es. Eran días horribles...

Era muy pequeña para entenderla. Solía estar seria, como si en algún momento fuera a regañarme o algo así, y creía saber el por qué: mi papá nos había "abandonado" desde un par de años. Fueron días de amargura y tristeza, pues yo lo amaba y hasta ese entonces sentía aprecio por él, por haber querido ser como él. Ya sabes, todo lo que un niño quiere ser de grande. Así que mamá y yo nos quedamos solas, sin noticia alguna sobre él ni nada por el estilo; entonces ella dejó de prestarme atención. Decidió que en ningún momento volvería a ser la de antes, y eso incluyó el cambiar la forma de educarme.

Una de las primeras cosas que me enseñó fue: 'No confíes en nadie'. Yo solía protestar ante eso, quería tener amigos, pero ella siempre me decía: 'Jamás tendrás amigos genuinos', y siempre dolía oír esa frase; pero... Al fin tuve amigos, y el tiempo me demostró lo acertada que estuvo mi madre en cuanto a la frase. Hubo uno que otro sincero, sí, pero los demás que tenía no eran ni honestos ni valientes; y lo peor es que me lastimaban con frecuencia, física y psicológicamente. Y cada vez que salía a alguna parte, era sinónimo de burlas, apodos incómodos, insultos y otras formas de humillación. Y todo parecía ir de mal en peor, mucho peor. Unos de los agresores se puso frente a mí, para molestarme...

-El resto ya lo conoces, ¿no? Después de todo, estuviste ahí.

-Sí-recargó su cabeza sobre el hombro de Zoroark-, ese día yo te defendí. No tenía idea de lo que vivías con tu madre.

-No se lo contaba a nadie. Es lógico que no la tuvieras...

Sin dejarle seguir, la abrazó de tal manera que logró, por un rato, consolarla. Derramando unas pocas lágrimas, correspondió al afecto e hizo lo mismo con él. Unos minutos después, se separaron y, al verse a los ojos, Lucario le regaló una sincera sonrisa; Zoroark no pudo evitar el sentirse apenada por lo que le había hecho.

-Lucario..

-¿Sí?

Chocó amistosamente su frente con la suya, soltando una lágrima de felicidad.

-Eres el mejor amigo que he tenido.

Lucario, bastante sorprendido, no pudo sino darle otro abrazo. No podía hacer algo más, de todas formas. Al separarse, Zoroark se fijó en el cuerpo herido de su amigo. Se levantó y, con brusquedad, alzó a Lucario del brazo derecho, haciendo que soltara un quejido de dolor.

-Oye, ten cuidado-expresó el canino azul molesto.

-Perdón, pero no puedo dejarte así. Ni quiero.

-...

-¿Qué? ¿Tengo algo?

-No. Bueno-se sacudió un poco y empezó a caminar-... Vi por ahí un camino a una ciudad de la región. Podrían curarme.

-Sí. Sólo un detalle...

-Tranquila, ya sé cómo le haremos-dijo Lucario.

Le contó el siguiente plan: Zoroark debía aprovechar su habilidad de transformación y cambiar su apariencia a la de una humana. Posteriormente, llevar a Lucario al centro de atención Pokémon y alegar que encontró a su amigo mal herido, y así poder ser atendido adecuadamente; después lo visitaría en su misma forma humana por el tiempo que tendría que estar.

Ya cumplido el tiempo de recuperación, que duró varios meses, Lucario fue dado de alta. Zoroark lo recogió y, saliendo del lugar, iba checando las radiografías y los diagnósticos de las lesiones causadas por ella, haciendo que se apenara de lo que le había hecho. Lucario ya conocía esa expresión.

-Oye, tranquila-dijo calmado.

-Perdón, pero viendo todo lo que te hice durante la "pelea", me cuesta trabajo creer que me perdones así nada más-dijo con la misma emoción que tenía en ese momento.

-Ya-la acercó a él y le dio un buen abrazo-, todo eso es pasado. Lo que importa es que somos... amigos.

Eso, de alguna manera, le hacía sentirse raro al perro azul. Sus propias palabras le provocó una pequeña molestia, y se debía a que veía a Zoroark de otra manera.

-¿Lucario? ¿Te encuentras bien?

-Sí-aquél tono desanimado no daba un buen presentimiento.

Se puso enfrente y le impidió seguir caminando, lo que hizo que la mirara a los ojos. Conquistada por el momento, lo abrazó del cuello y pegó su mejilla izquierda al rostro de su compañero, sonriendo de manera tierna. Éste, también llevado por el momento, le correspondió. Ambos se vieron al rostro nuevamente y, siendo notorio, Zoroark observó que Lucario estaba sonrojado.

-Lucario-se separó de aquel abrazo.

-Eh... ¿Sí?

Sin dejarle tiempo para reaccionar, sostuvo sus mejillas y le besó en los labios. Lucario, más sonrojado que nunca, correspondió; pasados unos segundos se separaron.

-¿Qué... Fue eso?-la timidez hacía acto de presencia nuevamente en el canino.

-Te regañaría, pero... No importa-lo acercó a su cuerpo, abrazándose en el momento-. Tú... Me gustas.

Sus ojos se abrieron, en respuesta a la confesión que hizo Zoroark. No obstante, las palabras que dijo hicieron de ese momento en algo que recordarían de por vida.

-Tú también me gustas, Zoroark. Desde siempre me has gustado.

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