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The cruel maiden

En el remoto pueblo de Ravenwood, envuelto en niebla y silencio, se alzaba la imponente Mansión Blackwood. Tan majestuosa como aterradora, la mansión era una construcción perfecta de piedra, erigida con una elegancia siniestra que ocultaba secretos oscuros. Evelyn Blackwood, la dueña, era tan hermosa como inquietante; su presencia, cargada de misterio, provocaba escalofríos en los corazones de todos los que se atrevían a cruzarse con su mirada. En el pueblo, se contaban rumores sobre ella: algunos decían que su alma vagaba por los pasillos de la casa buscando redención; otros, que estaba sedienta de venganza.

Una noche, seis amigos decidieron aventurarse dentro de la mansión, ignorando los susurros de advertencia. Al cruzar el umbral, fueron recibidos por un frío penetrante y una opresión en el aire que les calaba los huesos. Apenas cerraron la puerta, las luces parpadearon, y en medio de las sombras apareció Evelyn, con un vestido negro que se deslizaba como si fuera parte de la misma oscuridad. Observó al grupo con una sonrisa serena, y su voz, suave y burlona, rompió el silencio:

-"Bienvenidos. Espero que disfruten su estancia... aunque será la última."

Los amigos se miraron, desconcertados. Mark, el líder, trató de mostrarse firme y le devolvió la mirada con desafío.

-"No nos asustas, Evelyn. Solo son cuentos de viejos."

La sonrisa de Evelyn se amplió, mostrando un brillo helado en sus ojos.

-"Oh, querido Mark," -dijo, acercándose lentamente- "¿crees que puedes desafiarme sin consecuencias? Me temo que tus bravatas solo te harán sufrir más."

Sin previo aviso, unas sombras serpenteantes envolvieron a Mark y lo elevaron en el aire. Sus gritos ahogados resonaron en la sala cuando las sombras comenzaron a apretarlo, hasta que sus huesos crujieron y se rompieron uno a uno. Sus amigos solo pudieron observar, paralizados de terror, mientras Evelyn los miraba con una satisfacción oscura en el rostro.

-"¿Esto te parece un cuento de viejos?" -murmuró, dejando que el cuerpo inerte de Mark cayera pesadamente al suelo. El cuello girado en un ángulo imposible, los ojos abiertos en una expresión de horror eterno. El silencio que siguió era opresivo, y el miedo se había adueñado completamente de los sobrevivientes.

Evelyn recorrió la sala con la mirada, y sus ojos se detuvieron en Sarah y Evan, quienes, temblorosos, intentaron retroceder. Sin perder la calma, Evelyn les habló, pero su tono ahora parecía más burlón y juguetón.

-"¿A dónde van? ¿No están disfrutando? Después de todo, se supone que es una aventura, ¿no?"

Sarah, al borde del colapso, no pudo contener sus lágrimas. Intentó gritar, pero su voz se quebró en un sollozo, mientras Evan la abrazaba, desesperado. Evelyn los rodeó lentamente, susurrando palabras cargadas de ironía:

-"No deben huir de sus miedos... sino enfrentarlos. Quizás así descubran algo interesante... sobre ustedes mismos."

De repente, los muros de la mansión comenzaron a cambiar. Lo que antes era una sala amplia y siniestra, ahora era un laberinto de espejos, en los cuales sus reflejos distorsionados mostraban escenas grotescas de su propia muerte. Sarah vio en uno de los espejos cómo su piel se descomponía, revelando carne y huesos, mientras Evan contemplaba en otro cómo su propio reflejo se ahogaba en una marea de sangre oscura.

Desesperados, los dos intentaron huir, pero no había escapatoria. Evelyn los observaba desde los espejos, su figura deslizándose entre los reflejos con una sonrisa fascinada por el terror que emanaba de ellos. De pronto, unas sombras comenzaron a salir del espejo de Sarah, envolviéndola como una nube de pesadilla. Sintió cómo la oscuridad se adhería a su piel, tirando de ella hasta que sintió que su carne cedía. En medio de un grito desgarrador, su cuerpo cayó en pedazos, un charco de sangre y carne ante la mirada horrorizada de Evan.

-"¡Sarah!" -gritó Evan, arrodillándose junto a los restos de su amiga, incapaz de procesar lo que veía. Evelyn se le acercó, inclinándose junto a él con una mueca casi maternal.

-"¿Acaso pensabas que podrías protegerla, Evan? Tan noble, tan inútil."

Evan levantó la vista, con los ojos llenos de lágrimas y odio.

-"¿Por qué haces esto?"

Evelyn acarició su mejilla con una suavidad escalofriante y susurró:

-"Porque me deleito en el sufrimiento. No hay mayor belleza que la desesperación... especialmente cuando se desvanece toda esperanza."

Evan, desesperado, trató de atacarla, pero su mano atravesó su figura etérea. Evelyn lo miró con una sonrisa burlona y chasqueó los dedos. Inmediatamente, las sombras lo rodearon, llevándolo a un rincón oscuro donde sus gritos fueron acallados por el eco de la mansión.

En otro pasillo, Anabella y Gabriel habían logrado encontrar una puerta, creyendo que era la salida, pero lo que encontraron al otro lado fue una sala llena de espejos, similar a la que atrapó a Sarah y Evan. Anabella se detuvo, paralizada al ver su propio reflejo descomponiéndose en el espejo. Sintió cómo una oleada de sombras la rodeaba, levantándola en el aire mientras Gabriel observaba impotente.

-"No... no otra vez..." -murmuró Gabriel, sin poder apartar la vista.

Evelyn reapareció, esta vez junto a él, observando a Anabella con una expresión de perversa fascinación.

-"Es fascinante, ¿verdad? Ver cómo se quiebra una vida, cómo cada grito se convierte en un eco que se desvanece en la nada."

Gabriel, desesperado, suplicó:

-"Déjala... por favor..."

Evelyn lo miró con frialdad.

-"¿Por qué debería hacerlo? Su miedo y su sufrimiento son... tan deliciosos."

Anabella gritó una última vez antes de que su cuerpo cayera al suelo, inerte. Gabriel, incapaz de soportar más, comenzó a correr por los pasillos, con lágrimas en los ojos y los gritos de sus amigos resonando en su mente. Evelyn lo seguía, su risa fría llenando el vacío de la mansión.

Finalmente, Gabriel llegó a la puerta principal, pero antes de poder abrirla, Evelyn apareció frente a él, bloqueando su salida con una sonrisa gélida.

-"¿Ya te vas? ¿Tan rápido se te fue la valentía?"

Gabriel cayó de rodillas, destrozado, y suplicó entre lágrimas:

-"Por favor... déjame ir... he visto suficiente..."

Evelyn lo miró, con una compasión falsa.

-"¿Suficiente? Apenas has comenzado a comprender lo que es el verdadero terror."

Con un gesto, lo sumió en un ciclo de visiones de su propia muerte, una y otra vez, cada una más aterradora y dolorosa que la anterior. Gabriel gritó, atrapado en un tormento interminable, mientras Evelyn observaba, satisfecha de haber obtenido el sufrimiento que tanto deseaba.

Cuando la noche terminó, Gabriel fue encontrado fuera de la mansión, con la mente rota y el alma marcada por el tormento. Sobrevivió, pero cada noche era atormentado por los recuerdos de sus amigos y las risas burlonas de Evelyn, condenado a revivir su pesadilla en cada sueño.

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