Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2

—¿Crees que está pensando cómo escapar? —murmuró un guardia, aterrorizado.

—Claro que no. Está pensando en si debe matarnos primero o ser benevolente —contestó su compañero de turno, también susurrando.

Era de noche. Muchos de los presos dormían en sus incómodas y heladas celdas. Pero el hombre de la cicatriz no. Observaba el mismo punto desde hace horas. Sus ojos estaban perdidos en la cámara, cosa que tenía aterrados a los guardiacárceles que lo vigilaban. Tenía ambas manos unidas, como si estuviese reteniendo sus ganas de asesinarlos a todos, el cuello con las venas marcadas como si al apretar la quijada retuviera de alguna forma su sed de sangre. Y esa mirada sumamente seria... Sus ojos celestes levemente fruncidos bajo las pobladas cejas rubias. Y lo peor, la intimidante marca de un ataque anterior deformando la mitad de su rostro. Seguramente la criatura que lo había causado no había sobrevivido para jactarse de ello—. Va a matarme, pero de miedo ¿Por qué teníamos que arrestarlo?

—Órdenes son órdenes. ¿Sabías que esa marca se la hizo un monstruo nivel dios cuando apenas era un novato? —insistió de nuevo el que había hablado al segundo.

—¿Cual monstruo? —No sabía ni para qué preguntaba. Le temblaban las rodillas de solo pensarlo...

—Nadie sabe. Lo más seguro es que lo haya derrotado de un solo golpe.

—¿Y si nadie lo sabe, cómo estás tan seguro? —insistió el que tiritaba de terror.

—¡No seas inepto! ¿¡No ves que es obvio?! ¡Es King! El hombre más fuerte del mundo... ¡Ah tengo tantas ganas de preguntarle cómo es su historia! —soñó—. Cómo consiguió esa cicatriz ¿¡Te imaginas si nos cuenta el gran secreto!?

—¿Y... y por qué no se lo preguntas y ya? —contestó el otro, aun temblequeando como gelatina.

—¿¡Estás loco!? ¡No debes hablarle al gran King cuando tiene esa mirada!, ¡podría matarte! Su mente, divaga en asuntos que no podemos comprender... Tal vez está peleando cósmicamente con una criatura de otra dimensión. De una dimensión psíquica...

«Demonios... ¿por qué siempre me pasan estas cosas?» pensaba el preso. Había ido a conversar con un desconocido que le había prometido una actualización especial para Doki Doki Sisters, pero la policía lo interceptó—. ¡Es King! ¿¡Acaso estás haciendo actividades heroicas?! ¡Eso es totalmente ilegal ahora señor! Voy a tener que pedirle que venga conmigo... —le dijo.

—No sé de qué hablan. Solo estaba yendo a hacer una compra —contestó él con voz gruesa.

Su metro ochenta y pico de altura había espantado al policía, pero al verse rodeado de personas este continuó—. ¿Entonces por qué usa el traje de héroe? —King jamás había tenido un traje de héroe. Esto era muy estúpido. Solo era su sudadera azul... Las personas estaban asustadas, King quiso quejarse de que esto era un malentendido, pero el policía valientemente le cerró una esposa en la muñeca y agregó—: No hagamos un escándalo, señor King. Arreglemos esto en la comisaría.

Cada vez que intento quejarse lo llamaron prepotente; cuando aceptaba mansamente sin resistirse murmuraban que era magnánimo y genial. Ahora King estaba encerrado en una cárcel hecha "especialmente para héroes"; capas y capas gruesas de concreto y hierro por paredes; ninguna abertura al exterior. Su única conexión con el mundo allá afuera eran los ductos que dejaban pasar el aire rancio y caliente del desierto. «Señor Saitama ¿dónde estás?» se preguntaba. Pero seguro Saitama tendría que pagar una fianza para sacarlo de manera legal, y sabía que su amigo siempre andaba escaso de recursos. Antes hubiese llamado a la Asociación, pero ¿quién lo ayudaría ahora? No había nada que hacer. Y pensaba «Si reconozco ante todos que soy un fraude, ¿me dejarán ir?»

Se levantó de golpe de la camilla, el único mueble en ese cuarto vacío. Su movimiento repentino hizo que los dos guardias chillaran por la sorpresa. Su porte regio y su fachada fría, sus puños amenazantes y su mirada funesta. Nadie sospechaba que el pobre cobarde estaba tratando de avivar la llama de su espíritu y de evitar que le temblequearan las rodillas. Saitama había dicho que para ser un héroe no era necesario ser el más fuerte, solo afrontar sus temores uno a la vez. Y King, que estaba lleno de temores, era el héroe más grande de toda la tierra.

Ante el asombro de los guardias, se echó al suelo y se puso a hacer lagartijas. Ya llevaba un tiempo de que lo hacía de manera regular. Ahora tenía un objetivo. «Tres años. Si hago lo mismo que Saitama por tres años, podré salir de aquí por mi cuenta». No sería la manera más legal, pero quizás de todas maneras en ese lapso lo liberaran por buena conducta ¿no? No se imaginaba a sí mismo rompiendo la pared de la prisión de un puñetazo, pero quién sabe, la vida estaba llena de sorpresas...

Solo que, hizo diez lagartijas y ya se había cansado... La onceava le costó horrores, la doceava le hizo crujir y temblequear los brazos—. ¿Ya se cansó? —se preguntó extrañado el guardia número uno, el que temblaba como maraca...

—¡Claro que no ignorante! —volvió a regañarlo su compañero, quien obviamente era muy fan de King—. El señor King no solo entrena su cuerpo, sino también su mente y su alma. Lo más seguro es que en este momento haya tomado la energía y todas sus preocupaciones para transformarlas en un enorme peso invisible sobre sus hombros. Debe estar levantando toneladas —expresó con fascinación.

Su compañero se asombró por la idea y obnubilado gritó—: ¡Vamos King! ¡Tú puedes! —El otro iba a regañarlo de nuevo, pero King sonrió levemente al oírlo y enderezó los brazos, como si el aliento lo hubiese inspirado. Entonces ambos comenzaron a vitorear y gritar—: ¡King! ¡King! ¡King! ¡King! ¡King! ¡King! ¡King! —mientras el rubio otaku pensaba: «Maldita sea, yo solo iba a hacer veinte...»

👁 _ 👁

Era plena madrugada, el horario de los fantasmas. El calvo miraba al cielo y pensaba... «¿Qué voy a hacer ahora si no puedo ser un héroe legal?» Ya nadie iba a pagarle por sus servicios. No era que fuera héroe por la paga, pero le gustaba estar acostumbrado a un salario fijo. Cuando ya no lo tuviera y volviera a su vida de antes, sería difícil. Ya no podría pagarse el departamento en ciudad A y le daba flojera pensar en que tendría que mudarse de nuevo. Además, ¿cómo iba a mantener a sus mascotas? Todos esos problemas de adulto en los que no quería pensar le estaban haciendo fruncir levemente el ceño—. Cuanta seriedad... Cualquiera creería que estás a punto de enfrentarte a un poderoso kaijin —dijo una voz femenina a sus espaldas.

—Llegar a fin de mes es un asunto serio —contestó pensativo. La esper soltó una carcajada ligera. Flotando llegó hasta donde estaba y se sentó sobre la roca junto a él. Estaban a unos diez metros de altura. No había luna pero el cielo estaba despejado y azul; oscuro y salpicado de diminutos astros que refulgían a la distancia.

—¿Esa es la razón por la que estás preocupado? Ya veo —contestó la muchacha—. No te culpo, todos lo hemos pensado. Pero creo que hay cosas más serias Saitama. Como pensar en lo que haremos ahora. Desde ahora. Desde ahora, ser un héroe no está permitido. Tendré que disolver mi grupo, ya estoy buscando un trabajo común y aburrido que drenará toda mi energía vital. —Y agregó sonriendo—. Entonces ¿tú que vas a hacer?

—¿Eh? ¿De qué hablas? ¿Ya no vas a ser un héroe? —Saitama la miró a la cara con su usual semblante que no evidenciaba ninguna emoción.

Fubuki abrió los ojos con sorpresa—. Ya no está permitido ¿todavía no lo entiendes? La gente dice que no estamos capacitados para protegerla como es debido, a partir de ahora el ejército y la policía se encargaran. Saitama, no hay nada por hacer —dijo tomando su mano.

Saitama quitó la mano con un ligero gesto de disgusto. Volvió a fruncir el ceño solo un poco y mirando a la distancia contestó—: ¿O sea que te rendirás y serás débil de nuevo? —La mujer no contestó nada—. ¿Sabes Fubuki? Cuando nos conocimos tenías tanto miedo de ser superada por tu hermana, que te rodeabas de héroes más débiles que tú. Creí que lo hacías para sentirte importante; te regañé diciendo que eras una mafiosa y una brabucona—. Entonces sonrió, y Fubuki también, recordando—. Pero me dijiste... que lo hacías porque creías que cuando las personas estaban juntas podían ser más poderosas incluso que un héroe de clase S. O algo así ¿no?

—Sí... algo así...

—Mi punto es... Que no es malo que las personas quieran defenderse o valerse por sí mismas. No es algo grave que ya no nos necesiten tanto. Tú también hiciste un escándalo para mostrarle a tu hermana que puedes cuidarte sola ¿o no?

—Sí, pero... ¿eso qué tiene que ver con...?

—Yo solo digo que si las personas quieren unirse y pelear contra los kaijin es genial, no debería molestarnos; al final, no podemos con todo y sería bueno que se encargaran de las amenazas más débiles. Conseguir un trabajo de medio tiempo será difícil, pero... tendremos que estar bien. Tendremos que ser héroes en nuestro tiempo libre —y sonrió de nuevo—. Los policías siempre lo hacen bien, pero nadie los aplaude ni les da puntos por eso. Ahora tendremos que vivir como ellos. Y cuando no puedan con el monstruo, entonces habrá que estar ahí. Si te retiras estarás fuera de forma...

—¿Tiempo... libre? —lo meditó—. ¿Piensas seguir siendo héroe a espaldas de la ley? Eso es... La gente... Saitama, la gente nos detesta. Nos odian ¿no lo entiendes?

—¿Y eso qué?

—¡¿Cómo que "eso qué"?!

—Es genial que la gente ame a los héroes, supongo, pero no somos héroes para que nos amen. Somos héroes porque nos necesitan.

Fubuki quedó impactada por sus palabras. No supo qué contestar. Solo quedó mirando la ciudad a la distancia «No somos héroes para que nos amen». Fubuki siempre había hecho de todo para ser amada, temida o respetada. Nunca solo porque sí. Pero los seres poderosos tal parece, siempre eran muy caprichosos; o tal vez consideraban que eran responsables por los demás. A Saitama ni siquiera se le había pasado por la cabeza dejar de ser un héroe. Solo estaba planeando cómo mantenerse sin el dinero de la Asociación. Él, que la había hecho dejar de lloriquear y que la había instado a ser más fuerte para estar a la par de Tatsu, ahora replanteaba una vez más sus motivos y metas. Fubuki no debía ser un héroe solo para que Tatsumaki la aprobara y la quisiera a su lado, sino para protegerla así como ella la protegía; Fubuki no debía ser un héroe para que la gente la amara, sino porque amaba a la gente. Era raro que no siempre eran cosas que Saitama dijera propiamente, sino ideas que le instalaba en el cerebro sin necesidad de hablar tanto. En Saitama siempre hablaba más el peso de sus acciones.

—Ah... O en lugar de ser un héroe clandestino, podrías hacerte policía.

—Puede ser, me gustan esas gorras, y las botas que usan son geniales. Pero la verdad es... que siempre quise ser un héroe —sonrió—. Desde niño.

—Adivino... ¿El héroe más fuerte del universo?

—No... No exactamente... Eso vendrá o no. Solo quiero ser... el mejor héroe que pueda ser. Eso es todo.

Fubuki carcajeó y agregó admirada—: No puedo creer que ni siquiera pienses en retirarte. Tienes razón... supongo... —admitió al fin y sonrió de nuevo—. Mi hermana piensa igual que tú. —Saitama enarcó una ceja «¿La enana verde y gruñona?» —Sé lo que dirás, la verdad es muy caprichosa y un poco... gritona... Pero ¿sabes? Siempre ha sido responsable por mí. La verdad podría haber tenido la vida que quisiera, después de todo es muy lista y más fuerte que cualquiera que conozca; pero se hizo heroína, y me educó para que yo también lo fuera.
»Hay algo que Tatsumaki hace, que siempre ha sido desagradable para mí pero..., ella se aísla de todos... y trata mal a todo el mundo. Nunca busca ser amada por nadie. Nunca necesita de nadie... Pero siempre está ahí cuando la necesitan. ¿Es algo como eso, no? Ser un héroe. Estar ahí para ayudar, darlo todo aunque no te amen. —Saitama la miraba incómodo ¿Cuándo se habían puesto a charlar de algo tan personal y serio?, ¿por qué no se iba y lo dejaba en paz? Todos siempre le hacían lo mismo—... No le digas jamás ¿sí? Que quisiera ser como Tatsumaki alguna vez... Que quiero ser como ella...

—Pues deberías quererla más entonces —contestó él—. ¿Lo que sientes es admiración o envidia? Siempre andas quejándote de que no quieres ser como ella, de que te opaca y de que quieres ser independiente para no estar a su sombra; tú sola te contradices. No seas ingrata con tu hermana si dices que han tenido una vida dura. Aunque sea muy controladora y difícil, todo lo que hace, lo hace por ti ¿o no?

No sabía si le sorprendía que Saitama y su escasez de interés personal recordaran todo lo que había dicho casualmente, o que estuviera defendiendo a Tatsumaki. Aireada, contestó—: ¿Dices que yo soy el problema? ¿Sabes todo lo que me ha hecho? ¿Qué tipo de insensible...?

—Dices que se aísla pero también que no quieres estar con ella. Dudo que quiera estar sola. Nadie quiere estarlo. Trátala mejor y deja de actuar como una adolescente rebelde.
»Y sobre lo de ser un héroe... Creo que no entendiste nada de lo que dije —sonrió ridículamente, casi burlándose. Fubuki, a pesar de estar molesta por el regaño, no pudo evitar reír también—. Oye... — Saitama se rascó la cara, pensando. Si ella venía a pedir consejos emocionales y a hablar de cosas privadas, entonces ella era la persona que estaba buscando—. ¿Me haces un favor?

—¿Eh? ¿Un favor?

—Sí... Se lo iba a pedir a King, pero... —«No sé dónde está»— Creo que tú lo harás bien. Genos... dijo que estaba en deuda contigo, que lo salvaste...

—¿Yo? —ligeramente ruborizada, Fubuki recordó que había logrado con su energía que el motor de Genos no explotara, y funcionara otra vez, y que él había luchado hasta despedazarse por proteger a Tatsumaki durante su lucha contra la Asociación de monstruos—. No, no es así. La verdad yo soy quien está en deuda con él... «Salvó a mi hermana como tres veces y además perdí su chaqueta».

—Mejor entonces...

—¿De qué hablas?

—¿Podrías fijarte cómo está? Su mentor murió y... Creo que no está bien. Anda un poco más... violento de lo habitual... Yo... soy malo con estas cosas... Cuando fuimos al centro a luchar contra la invasión, Genos estaba actuando un poco extraño...

—¿Su mentor?

—El profesor Ku... ¿Kas...eno?, sí... Es reciente. No pudimos salvarlo. Nos atacaron unos robots raros cuando yo dormía... Y creo que era algo así como su padre...

—¿No sería mejor que un amigo, o su maestro lo ayudaran?

—Soy tan malo en esto que creo que hasta la enana verde podría hacerlo mejor que yo. Lo digo de verdad... No me habría dado cuenta si no hubiera escuchado a los demás comentarlo...

Saitama parecía hablar enserio, había cierta pizca de preocupación en su voz, una muy minúscula. Tanto que le sorprendió. Jamás lo había visto, ni una sola vez, en los escasos encuentros que habían tenido, preocuparse por Genos—. ¿E...? «¿Enana verde?» Puedo intentarlo, sí... Lo haré. Si sirve de algo mi ayuda, lo puedo intentar —contestó con seguridad.

—Genial —contestó él levantando un pulgar. Entonces siguió viendo las estrellas, y Fubuki se quedó un rato haciéndole compañía.

—Saitama... ¿Qué tienes en esa mochila...?

—Oh... cierto... Se me olvidó...

La noche, a excepción de las estrellas y de la leve lumbre de la fogata lejana, era oscura, tenebrosa y fría. Las rocas puntiagudas de esa zona olvidada del mundo daban un perfecto camuflaje entre sus amplias y largas sombras. En una esquina, Sonic observaba con una mirada siniestra y perturbadora... «Vaya, vaya... Parece que Saitama tiene una linda novia...»

—¿Así que ahora andas espiando a los demás? —dijo una voz tras sus espaldas.

—Es un viejo hábito. Seguro lo entiendes... —contestó Sonic sin darle importancia. Flashy Flash hizo un ligero gesto de disgusto y el ninja negro giró sobre sí mismo para burlársele en la cara, pasarlo de lado y seguir su camino. Al verse ignorado con tanta insolencia, el rubio se sintió sumamente ofendido, y blandió su espada cerca del rostro de Sonic cuando este se marchaba. Se detuvo cerca de su mejilla. Sonic Velocidad del Sonido sonrió otra vez. Todo en la vida siempre le parecía sumamente entretenido—. ¿Que? ¿Ahora vas a decirme que este es "mi fin"? —agregó haciendo alusión al antiguo incidente trágico que compartían de niños—. No me digas que pretendes terminar tu trabajo... —Flashy Flash sonrió también. Por alguna razón loca y retorcida, Sonic era lo más parecido que tenía a una familia.

Cuando Flash fue vendido por sus padres tenía apenas cinco años. En la aldea ninja a la que se lo llevaron el entrenamiento era mortífero, pero los niños eran considerados mercancía tan valiosa que, aunque arrostraban la muerte, nunca los dejaban fallecer. La agonía no se acababa jamás. No estaba permitido conversar ni mucho menos congeniar con otros niños. Para cuando eran adolescentes, todos los estudiantes eran considerados máquinas de matar sin sentimiento alguno y revendidos como sicarios profesionales. Pero Sonic siempre era diferente... Sonic que había nacido en esa aldea, siempre había cuidado de él como si fueran hermanos.

—Quien sabe... Podría ponerle veneno a tu comida ¿por qué estás tan confiado? —Sonic rio de nuevo, recordando. Flash estaba justo detrás suyo y sabía que podía huir con facilidad ¿pero qué tipo de ninja huía de una afrenta como esta? No obstante, estaba desarmado. Un error de novato tan vergonzoso que la verdad prefería ser asesinado sin honor que afrontar la deshonra—. Saitama te permitió estar aquí y los demás lo aceptaron. No significa que yo esté de acuerdo... Procura comportarte... Sonic. Dedícate a algo útil en lugar de merodear como un zorro.

Sonic aguantó la carcajada y elevó las manos a la altura de los hombros como si estuviera siendo arrestado. Al entender que el otro ninja no haría ni un solo movimiento más, frunció los hombros y guardó las manos en los bolsillos. Caminó hacia adelante; muy lentamente, como si paseara. Flashy Flash lo vio perderse de nuevo en las sombras. Volteó a ver hacia Saitama que hablaba con Blizzard, la hermana menor de Tornado, y se preguntó que rayos hacía ese calvo para rodearse de gente —buena o mala— tan poderosa. Genos corría tras él como si fuera su sirvienta, King frecuentaba su casa, Silver Fang siempre andaba pidiéndole su opinión, hasta a Blast parecía haberle caído bien... «¿Será... porque él es fuerte?» se preguntó. Pero dudaba que esa fuera la respuesta. Saitama le había parecido, cuando lo conoció, un soquete de primera. Tenía la misma emoción que cualquier novato, pero desdeñaba los rangos y las etiquetas como cualquier clase S. Tenía por seguro que el calvo tenía muchísimo potencial, pero no creía que fuera solo eso... Saitama tenía algo, algo raro. Ese tipo no podía ser normal...

En la cueva, los ánimos estaban tan decaídos que apenas se escuchaban murmullos de conversaciones ocasionales. Garou permanecía callado, evitando mantener contacto visual con cualquier héroe asesina kaijins por más de diez segundos. Así, se ahorraba de que alguien le hablara, y por ende, de contestar. Su maestro Bang, es decir Silver Fang, lo supervisaba desde lejos mientras conversaba con una o dos personas que pretendían desahogarse o pedirle consejos. Pero francamente no podía prestarles mucha atención. Le preocupaba un poco su alumno... Garou no se había reformado para nada... seguía prefiriendo a los monstruos que a los humanos, seguía sin tener ningún aprecio por los héroes y de nuevo estaba teniendo problemas en casa. Los padres del chico habían negado conocerlo cuando, ayer, se inició la ola de arrestos. Garou ya no vivía con ellos, pero los visitaba de vez en cuando. Ahora que lo habían rechazado y desconocido estaba solo. Totalmente solo. Y a excepción de él, desde ahora en adelante, nadie se preocuparía por su bienestar.

—Oye —dijo una vocecita chillona— Tú eres al que mi hermano mayor le dio una paliza la vez pasada ¿verdad? —Varios voltearon a verla. La verdad la niña hablaba bastante alto—. Te cortaste el cabello, pero sé que eres tú.

Garou la miró y sonrió divertido. Esa enana apenas tenía un metro de altura, pero se había plantado entre él y Metal Bat a vociferar sus reclamos. Ahora de nuevo venía a regañarlo—. Dirás que soy yo el que le dio una paliza a tu hermano mayor, mocosa... —contestó. La niña lo quedó mirando a la cara con sus ojos grandes y brillantes sin una pizca de miedo. Era una muchachita delgada y chiquita como una brizna de césped, con hebillas en el cabello y medias blancas de puntilla como las de una muñeca. Tenía rasgos faciales muy similares a los de su hermano.

—Yo no lo recuerdo así, Garou —dijo Metal Bat, interviniendo entre ambos. Agarrando a su hermanita por la cintura se metió en medio de los dos, y la sentó en sus piernas.

—¿Tan duro te golpeé la cabezota que se te distorsionó la realidad? —insistió Garou sonriendo de nuevo.

Metal Bat sonrió también, pero antes de que pudiera contestar su hermana siguió hablando—. Bad... Tengo hambre —se quejó. El lugar era incómodo y tenían pocos suministros, había que desligarse de comodidades y racionar la comida; tampoco habían, obviamente, traído a Tama o a sus crías. Para alguien grande, todo eso era comprensible, pero no para una niña de diez años.

—Lo sé Zenko, lo sé. Pronto volveremos a casa.

Garou metió la mano en su morral y sacó algo envuelto en servilletas—. Ten enana... Puedes comerte esto. Yo no lo quiero —dijo. Zenko lo miró con recelo—. Si no te lo comes, lo tendré que tirar... ¿no queremos desperdiciar comida, verdad?

Zenko miró primero a su hermano, como pidiéndole permiso; cuando él dijo que sí, aceptó tomar algo de manos de un extraño. Entonces vio el sándwich mordido, y aunque quiso resistirse, el hambre era peor. Estaba acostumbrada a cenar, como cualquier niño. Se lo enseñó a Metal Bat para que comprobara que no estuviera rancio y recibió una sonrisa y un gesto con la nariz fruncida como aliciente para continuar. Aferró con fuerzas el sándwich y dio las gracias a Garou. Comenzó a comer en silencio.

Con un movimiento de la cabeza, Metal Bat también se lo agradeció a Garou, y él refunfuñó diciendo que no era nada. Bang siguió mirándolos desde su lugar y sonrió más tranquilo. Estaba un poco más seguro de que Garou estaría bien. Todavía había algo de bondad en ese chico.

Más entrada la noche, Ventisca regresó adentro. Saitama entró tras ella, despreocupado como siempre, y fue con Genos a hablar de la importancia de tener calcetines de repuesto en cualquier excursión. Pero Ventisca fue interceptada por su hermana antes de poder llegar con los demás—. Fubuki... ¿Qué tanto hablabas con ese perdedor?

—Eso es privado —contestó queriendo salirse del paso. Tatsumaki la detuvo con un jalón de su poder y puso mala cara. Odiaba que Fubuki, cada vez que hablaba con él, viniera con ganas de contestarle descaradamente y enfrentarla por cualquier provocación—. Hermana, ¿no puedes simplemente ignorarlo? —lloriqueó Ventisca. Tornado elevó una ceja. Claro que no podía.

Resignada, Fubuki suspiró y contestó—. No hablábamos de nada importante. Decíamos... que... Que será difícil ser héroes de ahora en adelante.

—¿Ser héroes? —Tatsumaki siempre comprendía la intención de sus palabras. Eran hermanas, después de todo. Fubuki esperaba que explotara, con los ojos cerrados—. Tú y yo habíamos dejado en claro que te dedicarás a tu línea de ropa. Ya comenzamos con los papeles para...

—¿Seguirás siendo un héroe, hermana mayor? —la interrumpió ella. Tatsumaki mantenía fijos en ella sus ojos verdes. No contestó nada; Tatsumaki nunca se sentía obligada a contestar. Su intensa mirada dejaba en claro que se resistía a explotar cuando se trataba de Fubuki, pero que detestaba ser desafiada o interrumpida—. Sé que seguirás siéndolo. ¿Quién podría prohibírtelo a ti? Seguirás siendo una heroína porque es todo lo que conoces —Entonces sonrió y agregó—. También esto es todo lo que yo conozco. Igual que tú. Sé que nunca seré tan fuerte como tú, pero sí siento lo mismo que tú. Ser un héroe es mi deber. No un pasatiempo, ni un simple trabajo. Haré ambos. No estoy dispuesta a negociarlo.

Se arrancó del control de Tatsumaki con un esforzado movimiento. La pasó de largo sin ver hacia atrás y Tasumaki tuvo ganas de gritar. Su hermanita se atrevía a ignorar sus advertencias cada vez más. Y todo era culpa de ese calvo... «Saitama».

Todos se acomodaron en la enorme cueva como se les dio la gana. Se sentían a salvo, y no vieron la necesidad de obedecer a alguna regla específica para organizarse. De los héroes clase S, sólo estaban presentes algunos: Genos, Flashy Flash, Metal Bat, Silver Fang, y Tatsumaki. Super Dark Shine Alloy también los acompañaba, pero él se había dado de baja y no estaba dispuesto a luchar en ninguna circunstancia, así que no serviría de protector; se acurrucó en un rincón oscuro, lejos de Garou.

Esas figuras imponentes eran suficiente para que los civiles y los héroes más débiles durmieran confiando en que serían resguardados. Algunos estaban en grupo, otros en pareja, algunos héroes cuidaban de sus familiares, y había quienes se agrupaban por nivel o por afinidad. Los aprendices del samurái clase S, todos ellos de alto calibre, parecían indefensos y aburridos sin su maestro que no tenían idea de donde estaba; permanecían juntos en su propio rincón olvidado. Tampoco nadie sabía qué había pasado con King, o Kid Emperor...

¿Y qué hacían ahí de todas maneras? ¿Qué harían ahora que la milicia inició la oleada de arrestos? Quizás Silver Fang los había traído hasta aquí para crear una nueva nación de exiliados, aunque nadie había preguntado cuál era la razón, sólo lo habían seguido. La preocupación era densa e hipnotizante, y para elevar un poco el espíritu, Silver Fang armó otra hoguera adentro del refugio y apagó la exterior.

La cueva era alta, muy grande. Tanto que el humo de la fogata ascendía y se perdía en ella sin molestar. Algunas personas se arrimaron al fuego para recibir su calor, las llamaradas las mantenían pensativas, austeras, pero aun así un poquito más reconfortadas. Era una noche fresca, pese a que hace poco habían dejado atrás el verano. En el desierto siempre era así, la temperatura caía a pique cuando el terreno desprotegido era besado por la noche.

Saitama estaba meditabundo, su mirada amable y su sonrisa gentil estaban en el techo de roca. Tatsumaki iba a ir a gritarle, aprovechando que estaba solo, pero alguien se le adelantó. Sonic se sentó frente a él con el fin de soltar alguna de sus imprudentes amenazas. Lo miró con rabia por un rato hasta que Saitama notó su presencia—. ¿Qué? ¿Haremos esa carrera ahora? ¿No es mejor mañana? Mi velocidad no es la misma si tengo sueño...

—Ese negocio no era contigo, Calvo con Capa.

—Oh... Sonaba divertido ¿Y entonces qué quieres?

—¿Acaso tengo que explicar? —dijo como si gruñera. Iba a matarlo. Tenía que, por su honor, matarlo. O al menos darle una paliza que nunca olvidara. Ese era su propósito de ahora en adelante. Desde que lo había conocido era imposible que pensara en otra cosa. No podía existir en la tierra una presa que no pudiera jactarse de eliminar. Quizás Saitama pensaba que por regalarle una espada podía perdonarlo, que ya habían saldado sus deudas, pero no era así. La única razón por la que merodeaba la cueva era para tratar de matarlo de todas maneras.

—Claro que no amigo. Seguro es vergonzoso decirlo... —Saitama sonrió y abrió su mochila. Sonic se llenó de una furia que le encendió las mejillas ¿acaso se burlaba ahora? ¿Consideraba tan imposible que lo venciera, que le parecía vergonzoso que pidiera un duelo a muerte? —No te preocupes. A todos nos pasa. Estuvo lloviendo...

«¡¿Cómo se atreve?!» ¿Acaso no tenía miedo de su espada? Pero él la había roto con sus manos... ¿Qué tan poderoso era? ¿Qué tenía que hacer para alcanzar su nivel?

¡¿Y qué tenía que ver la lluvia?!

«Aguarda... ¿Se está burlando de lo que ocurrió con el Rey del mar profundo? Ese maldito ciborg chismoso...»

—Ten. No hace falta que las devuelvas —dijo entonces Saitama entregándole un bollito esponjado. Sonic dejó por inercia que depositara el objeto en su palma. Entonces se dio cuenta de que lo que le dio eran un par de calcetines. Calcetines con dibujos de gatitos...

—¡Ah oye! ¡Yo no...! —quiso protestar, rabioso.

—Tranquilo. Las ganamos en un premio. No te resfríes —insistió levantando el pulgar—. Oh... y si necesitas ropa interior u otra camiseta, pídesela al viejo —agregó susurrando—. Él trajo cosas para los refugiados.

En shock por la extrañísima actitud del hombre, Sonic creyó de verdad que se burlaba. Pero Saitama se levantó y trazó un curioso recorrido repartiendo medias a todos, niños y ancianos, civiles y héroes. Incluso al monstruo humano... Genos se puso a ayudarlo y, para la sorpresa de Sonic, todos aceptaban el gesto. Elevó una ceja pensando que ese tipo era tan raro que ya ni siquiera estaba seguro de que debiera ser su propósito en la vida derrotarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro