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ALEJANDRO VARGAS| Montar

Canción en la que me base 👆🏻

Dejó esto por aquí, me olvido que lo escribí en mi momento más delulu y sigo con mi vida 🤪.

Imagen que me inspiro 👇🏻 .



Sin más que decir, disfruta la lectura, deja tus comentarios, 🧑🏻‍🦲.



***

No hay peor cosa que estar castigada en medio de la nada y solo por escapar de clases con mis amigas.

Papá es estricto y tiene poca paciencia. Para él toda es una ofensa, aún sea una acción mínima, como el pasar una materia con 9.5 o tener una falta a clases por salud.

Tiene defectos —muchísimos— pero esta vez si se ha pasado con su castigo. El fin de semana era cumpleaños de mi amiga, por lo cual decidimos escaparnos a una fiesta para mayores, y un profesor nos vio ahí, así que nos delató —ojalá se quede más pelón de lo que ya está— y eso le hizo pasar la peor de las vergüenzas a papá quien como castigo decidió enviarme al rancho de mi abuela a quien por cierto tengo años que no veo, pues es pariente por parte de mamá quien falleció hace mucho.

Suspiró entre los desechos, el sol, el aire libre que viene acompañado de aroma de animales y sus ruidos.

Estoy de malas y no, es porque no me guste estar al aire libre o por fin visitar a la abuela, si no que aquí no hay nada que hacer. Todo es simplemente aburrido.

Estiro mis brazos y recorro un poco, es grande —mucho— si soy honesta, aparte de que la casa es al estilo victoriano y pasando el bosque hay un rio precioso. Okey, okey, me gusta estar aquí —solo un poco— y eso en parte al capataz quien no está nada mal.

Me recargo en el corral donde está él, la abuela ya comprado un nuevo caballo y menciono que su capataz es excelente amansándolos, por lo que me he escapado para ver que tan cierto es eso.

Mis ojos escudriñan cada centímetro del lugar, pero a quien engaño, él es dueño de mi mirada a cada segundo. Pues irradia un atractivo único que no pasa desapercibido. Su complexión atlética se destaca bajo la camisa de cuero ajustada, que resalta sus fuertes brazos y amplio pecho. El sombrero de vaquero enmarca su rostro anguloso y varonil, acentuando sus penetrantes ojos oscuros que parecen esconder secretos profundos y misteriosos. Una sombra de barba perfectamente recortada añade un toque de rudeza y masculinidad a su apariencia, mientras que sus labios firmes insinúan una sonrisa pícara que despierta la curiosidad en quienes lo observan.

Sus jeans ajustados resaltan sus largas piernas musculosas, demostrando su destreza física y su firmeza de carácter. Las botas de vaquero añaden altura a su estatura imponente, haciéndolo destacar entre la multitud con una elegancia ruda y un aire de misterio cautivador.

Muerdo mi labio inferior, sintiendo una mezcla de admiración y cautela al observarlo manejar al imponente caballo Mustang con una destreza envidiable. Cada gesto del vaquero parece estar en perfecta armonía con la majestuosa bestia, demostrando un dominio que despierta mi asombro y respeto.

Las palabras de mi abuela resuenan en mi mente, recordándome lo difícil que es amaestrar esta raza de caballos salvajes. El Mustang no solo es complicado de conseguir, sino que su naturaleza indómita representa un desafío único para cualquier domador, incluso para alguien tan experimentado como él.

Con paso firme y gestos precisos, guía al Mustang a través de ejercicios de doma que desafían tanto al caballo como a él mismo.

Al terminar su acción se acerca a mi, su respiración agitada y su cansancio hacen que su voz suene más ronca.

—¿Qué te pareció muñequita, te gusta?

Mordí mi lengua para no decir algo imprudente, por lo que simplemente asentí.

—Cuando quieras te enseño a montar —dice sincero, sus ojos causan un desastre en mi interior, causando un nerviosismo inexplicable —

—¿Puede ser ahora? —pregunté elevando una ceja

—Por supuesto muñequita, elige al caballo —señala el corral donde los demás hombres alimentan a los caballos

Pienso un poco, observando con atención y así elegir uno. Al contrario de mi familia, yo no se mucho sobre caballos, así que agito mi cabeza y me encojo de hombros.

—¿Cuál sería mejor para mi primera vez?

Alejandro separa sus labios para darle paso a su lengua y remojarlos, sin apartar la mirada de mi, sonríe y le llama a uno de los hombres.

—Tráeme a Howlet —

Señala un caballo impresionante. Su cuerpo musculoso y robusto, la cabeza ancha y expresiva, con ojos grandes y orejas alertas, muestra inteligencia y sensibilidad en cada uno de sus movimientos. Su cuello fuerte y musculado se extiende hacia un pecho amplio y profundo, indicando una excelente capacidad física. La espalda corta y poderosa del caballo se complementa con unas patas fuertes y resistentes, que parecen estar talladas para soportar cualquier peso. Su pelaje reluce bajo la luz del sol, con colores que van desde el bayo hasta el negro, creando un contraste hermoso y llamativo.

Alejandro ordena que lo saquen del corral para que yo pueda acariciarlo y al hacerlo, la suavidad destaca.

—Es hermoso —digo fascinada

—Es un Quarter Horse, el indicado para ti —me guiña un ojo

#

Como dije el rancho de la abuela es enorme y he perdido la cuenta de las horas que llevamos recorriéndolo, Alejandro va detrás mío así enseñándome a cómo ordenarle al caballo por donde ir.

No mentiré que evito hablar para que no note mi excitación, tenerlo pegado a mi es exquisito y peligroso a la vez, puedo sentir el bulto ya crecido rozando mi trasero y parte de mi espalda, lo que me provoca cerrar los ojos para disfrutar un mejor.

—Para aquí —indica al estar bajo un enorme árbol que da suficiente sombra como para descansar. Baja primero él y después me ayuda a mi —descansemos un rato

Dice sin verme a los ojos y me basta con bajar la mirada para darme cuenta del porqué, al parecer no soy la única que lo disfruta, ademas de que su voz se nota baja y entre cortada.

—¿Descansar? —preguntó acercándome a él

—Si, ¿porque, tienes una mejor idea? —pregunta terminando con la distancia que nos separa, una de sus manos se posa en mi cadera y la otra en mi mandíbula apretándola ligeramente, acción que me hace reprimir un jadeó

—No una, si no algunas —susurro

Este ríe pícaramente al momento de apretar más su agarre en mi clavícula y acercar sus labios a los míos, rozándolos cruelmente.

—¿Quién soy yo para rechazar una propuesta tan dulce? —Entierra sus dedos en mi cabello y tira de mi cabeza hacia atrás, exponiendo mi garganta

Con un gruñido, reclama mi boca en un beso brutal, dientes chocando, lenguas luchando. Me muerde el labio inferior y lo tira hacia atrás, haciéndome sangrar

Él aparta su boca de la mía, sin aliento, y se inclina hacia atrás lo suficiente para evaluarme como una presa.

—Te enseñare a montar un muy buen caballo preciosa —

Con un gruñido, agarra mis caderas y me hace girar, golpeándome la cara contra la corteza áspera del árbol. Mi mejilla raspa contra la superficie nudosa mientras presiona su cuerpo musculoso contra mi espalda, su polla endurecida frotando entre mis muslos. Al cabo de un tiempo, desliza sus manos a mi cinturón para ir quitándolo de forma tan lenta que desespera, trato de moverme pero él toma mis manos y las pega en el tronco.

—No te muevas o tardare más, muñeca —susurra en mi oído, pasea su suave y caliente lengua por mi oreja y como castigo deja una leve mordida

Sigue desabrochando mis pantalones, hasta que quizás se desespera y me arranca la ropa con movimientos ávidos y bruscos, sin molestarse en ser delicado. Mi camiseta de botones se rasga, mi sujetador se rompe, mis pantalones se arrastran hasta mis tobillos. Me quedo allí de pie recargada en el árbol, expuesta y vulnerable ante él.

Escuchó su respiración tosca y cuando estoy por voltear, se pega lo suficientemente a mi, para sentir su cuerpo desnudo pegado al mío, toma mi trasero para estrujarlo sin dejar de mordisquear mi cuello y de un movimiento habilidoso entra en mi, causándome un dolor indescriptible y haciéndome gritar, se queda ahí inmóvil, llevando sus manos a mis caderas y haciendo presión en ellas.

El dolor comienza a transformarse en necesidad de más, por lo que me muevo en círculos tratando de obtener más, Alejandro ríe y comienza con su va y ven. Gruñe, dejándome sentir su aliento caliente en mi cuello mientras me embiste, cada embestida más profunda y brutal que la anterior. Mis caderas se mueven solas, desesperadas por más fricción, más presión, mis paredes internas se aprietan con avidez a su alrededor. Intento empujarme hacia atrás contra él, para recibir sus embestidas, pero él sujeta mis caderas con firmeza, negándome la satisfacción.

Se inclina hacia atrás lo suficiente para alcanzar alrededor, sus dedos encuentran mi clítoris. Lo pellizca con fuerza, enviando sacudidas de placer a través de mi cuerpo hipersensible.

—Eso es, córrete para mí, —susurra, levantando su otra mano para acariciar con rudeza mi pecho, pellizcando mi pezón entre sus dedos. Gimo, mi cabeza se inclina hacia atrás contra su pecho mientras la presión dentro de mí aumenta. Estoy tan cerca, tan jodidamente cerca, pero él se niega a dejarme encontrar la liberación. Su mano en mi clítoris nunca cede, manteniéndome tambaleándome al borde.

Se inclina para susurrarme promesas sucias al oído mientras sus dedos no dejan de estimularme el clítoris sin parar.

—Vamos, hazlo

Sus palabras solo aumentan la intensidad y siento que me dirijo hacia el borde, todo mi cuerpo tiembla de necesidad. Grito cuando la primera ola de éxtasis me invade, mis músculos internos se aprietan alrededor de él como un tornillo de banco. Gime, claramente afectado por mi clímax, pero no disminuye el ritmo. En cambio, refunfuña:

—No es suficiente –dice para después hacerme girar para que lo mire de frente. Todavía estoy temblando por las réplicas cuando cae de rodillas y me baja los pantalones por completo. Se lame los labios, mirando mi coño empapado con intención depredadora. Fuera de mí por el placer y el deseo, obedezco su orden tácita, abriendo bien las piernas en señal de ofrecimiento. No pierde tiempo en enterrar su cara entre mis muslos, su aliento caliente y su lengua me hacen dar vueltas otra vez. Mis manos encuentran su cabello, enredándose en los mechones oscuros mientras lo atraigo más cerca, gimiendo lascivamente.

Pero él no lo acepta.

Él suelta mi trasero ya adolorido por sus arañazos, para agarrar mis muslos, obligándolos a abrirse más mientras se sumerge de nuevo, su lengua lamiendo mis pliegues con una intensidad salvaje. Echo la cabeza hacia atrás, un gemido estrangulado desgarra mi garganta mientras me devora. Los sonidos de su boca hambrienta en mi coño chorreante llenan el aire: sorbos húmedos, ruidos ásperos de succión y mis propios jadeos desesperados y gritos de placer. Él es implacable, su lengua profundiza, sondeando mis paredes internas, bebiendo mi esencia. Estoy perdida en las sensaciones sucias, mi mente consumida por la necesidad primaria de más. De repente, me está alejando del tronco del árbol, haciéndome girar de nuevo.

—Necesito probarte en otro lugar —jadea, sus ojos ardiendo con lujuria oscura mientras levanta una de mis piernas sobre su hombro, lo que le otorga un mejor acceso a su propia entrada. Gimo ante la vista sucia, ante la idea de que entre en mí por detrás mientras sigue deleitándose con mi coño. Él sonríe, como si leyera mi mente, y le da a mi clítoris un último y brutal mordisco antes de levantarse hasta su máxima altura.

—Ponte de rodillas, muñeca—, ordena con brusquedad, su polla balanceándose contra su estómago, gruesa, dura y lista.

Me apresuro a obedecer, cayendo de rodillas en el suelo mientras él se acerca. Su pene sobresale ante mí, reluciente de excitación, y me lamo los labios con anticipación. Él gruñe, agachando la mano para envolver su miembro con los dedos, guiándolo hacia mi boca.

—Ábrete bien –pide, su tono autoritario pero ligeramente tembloroso por el deseo. Separo mis labios en señal de rendición, mi lengua sale disparada para girar alrededor de la cabeza de su pene mientras embiste en mi ansiosa boca. Él gime, el sonido vibra a través de mí mientras tomo más de él, mi lengua trabajando el grueso eje, mis mejillas se ahuecan por la succión. Comienza a embestir más fuerte, más rápido, perdido en el placer de mis atenciones orales.

–Joder, así de simple —gime, sus caderas se mueven hacia adelante, hundiéndose más profundamente en mi garganta con cada poderosa embestida. Gimo alrededor de su pene, las vibraciones lo complacen aún más mientras embiste en mi boca con renovado vigor. Su agarre se aprieta, guiando mi cabeza, marcando el ritmo brutal mientras persigue su liberación, usándome solo para su placer.

Me atraganto y me ahogo alrededor de su gruesa polla, mi garganta arde por su ritmo brutal, pero no cedo, tomo su eje más y más profundo en mi boca dispuesta, mis labios enrojecidos y mis mejillas sonrojadas. Él gime, sus dedos se mueven nerviosamente en mi cabello, sus caderas se sacuden salvajemente mientras cabalga mi cara. Siento su líquido caliente salpicando la parte posterior de mi garganta, y trago, trago tras trago, bebiendo su liberación, mis ojos llorosos por la intensidad de su orgasmo. Me mantiene en mi lugar, su polla todavía chorreando semen por mi garganta, su agarre como hierro en mi cabello. Finalmente, se aleja, dejándome jadeando y escupiendo, mi boca saboreándolo. Lo miro, mis ojos vidriosos de lujuria y adoración.

Me agarra la mano y me pone de pie, guiándome unos cuantos metros hacia una gran roca. Mi corazón se acelera de anticipación mientras me hace sentarme en la roca, toma mis piernas con sus fuertes manos y las abre bien, manteniéndolas en su lugar mientras se arrodilla entre mis muslos. Estoy expuesta y abierta para él, mi coño brillando de anticipación. Con una sonrisa maliciosa, se inclina para morderme el pecho, sus dientes raspando mi sensible pezón y con cautela dirige su polla en mi entrada, sin molestarse en la delicadeza. En cambio, embiste con toda su fuerza, enterrándose hasta la empuñadura en una embestida brutal, sus caderas frotando contra las mías mientras marca un ritmo castigador. Él amasa mis nalgas, sus dedos se hunden en la carne mientras me penetra, mientras su otra mano sube para retorcer.

Grito, mi espalda se arquea sobre la roca mientras me abre en canal, su polla golpeando contra mi cérvix. El dolor y el placer se mezclan en un destello cegador, y me quedo sin aliento, las lágrimas corren por mi rostro por la intensidad de todo ello. No me da la oportunidad de recuperarme, sus caderas se mueven hacia adelante en un ritmo implacable, cada embestida más fuerte y rápida que la anterior.

Mis paredes internas lo succionan, ordeñando su polla con cada embestida brutal, mi coño apretándose alrededor de él como un torno. Estoy exhausta, mi respiración es entrecortada, mis movimientos se vuelven más desesperados a medida que el ritmo nunca se detiene. Pero incluso cuando me tambaleo al borde del colapso, no me detengo, mi cuerpo se mueve por su propia cuenta, tomando cada centímetro de su eje. Él gime, sus caderas se sacuden hacia adelante con todas sus fuerzas, sus muslos golpeando contra los míos con un golpe lascivo. Se echa hacia atrás y golpea hacia adelante, su polla agitando una tormenta dentro de mí. Gimo, mis ojos giran hacia atrás en mi cabeza, el placer y dolor demasiado para soportar. Se inclina para morder mi pecho de nuevo, el dolor me lleva al límite.

—¡Aaah...! —Grito, mi orgasmo se estrella contra mí como un maremoto, mi coño se aprieta contra él como una pitón. Tiemblo y sufro espasmos, mis ojos vidriosos, mi respiración entrecortada. Él no se detiene, sigue embistiendo dentro de mí, persiguiendo su propia liberación.

Con un rugido triunfante, exclama cuando se libera en un torrente de llenura dentro de mí, su semen caliente cubriendo mis paredes internas.

–Ungh... joder...—jadea, tratando de recuperar el aliento mientras las réplicas lo recorren.

Se arroja sobre mí, su cuerpo pesado pero bienvenido contra el mío. Con una risa, deja una marca de mordisco en cada uno de mis pechos, sus dientes hundiéndose con la cantidad justa de presión. Acercándose a mis labios, presiona un beso suave y casto sobre ellos, su aliento mezclándose con el mío.

—¿Te gustó la lección? —pregunta, en voz baja y divertido

Asiento con la cabeza, con los ojos vidriosos por la dicha post-coital.

–Creo que seré una experta en montar después de eso —bromeó, levantando ambas cejas con fingida sorpresa.

Ahora veo que papá se lució con mi castigo, espero regresar por mis lecciones en las próximas vacaciones.

***

HOLA; ¿Me extrañaron?

Eso es todo chao, (desaparece otros mil años)

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