Sueño
En una tranquila tarde donde el sol brillaba con todo su esplendor, un par de adolescentes se encontraban en un muy conocido parque, donde las personas, familias y parejas en multitud, disfrutaban pasar la tarde. Estos chicos, recostados en el tronco de un robusto árbol, componían hermosas melodías con sus preciadas guitarras, totalmente compenetrados, leyendo sus mentes a través de la música, prediciendo el siguiente movimiento a hacer y coordinándose a la perfección. Sonreían ambos ante tal esfuerzo con el que habían logrado tantos objetivos... Conocerse... Acercarse más entre sí... Confesarse... Bueno, no tan lejos, aún no se encontraban listos para eso, aunque cierto peliazul ya se lo había replanteado varias veces. Llevaban cerca de una hora practicando, y no pararon hasta que ya se sintieron del todo satisfechos al terminar aquella intensa canción. Sus respiraciones estaban agitadas, al igual que sus latidos cardiacos, pero esas sonrisas no desaparecían de sus rostros, ligeramente sonrojados por el calor que empezaba a hacer... y por la poca distancia que compartían al acabar sus rostros demasiado cerca por esa pequeña pelea amistosa con sus miradas que habían creado justo antes de acabar.
- Jeje, sin duda hemos mejorado mucho- rió el chico pelimorado, sonriéndole al contrario-, ¿verdad, maestro?
- S-Sí...- sonrió nervioso el peliazul, sonrojado ante tal hermosa y brillante mirada rubí que lo tenía cautivo, como otras muchas veces-... ¿Te parece si descansamos un poco?
- Síp, de hecho yo iba a preguntarte lo mismo- se desató la pequeña coleta que mantenía sus cabellos alejados de su nívea piel, dejándolos caer ahora sobre sus delgados hombros y fino cuello, para luego sentarse justo a los pies de aquel gigantesco árbol-. ¿Me acompañas?- sonrió el pelimorado palpando con la palma de su mano el césped que se encontraba a su lado, invitando al menor en edad a que se sentara con él.
El moreno tras vacilar unos segundos aceptó a aquel agasajo del mayor, sentándose pesadamente sobre el fresco césped, soltando un suspiro de alivio tras poder descansar de tan dura pero divertida práctica. Cerró los ojos, respirando la suave brisa que acariciaba su bronceada piel, despejando su mente al completo. Como era de esperarse, ante tal tranquilidad empezó a escuchar al pelimorado tararear una de las muchas canciones que había practicado esa tarde, pero con su dulce y delicada voz era como una nana para el peliazul. Muchas veces le había dicho al mayor en altura que él no sabía cantar, o al menos no tan bien como lo hacía él, pero cada vez que lo escuchaba cantar o incluso tararear un poco, era como estar escuchando música celestial del mismísimo cielo, una armonía tan bella que sólo los ángeles podían producir. Por ello cada vez creía que aquel tierno y adorable pelimorado era un verdadero ángel caído del cielo, enviado para guiar su brillante luz entre la más negra oscuridad. No se dio cuenta de cuándo cayó rendido ante los brazos de Morfeo, sumergido en uno de sus dulces sueños junto a su querido ""amigo"" pelimorado, donde lo podía abrazar sin miedo, lo podía besar siendo correspondido, y podía decirle todas las veces que quisiera "te amo" sin el tormento de saber si era igual con el contrario, pues él ya sabía la respuesta.
Fuera de la mente del peliazul, el de rojizos ojos escribía lo que podía ser una nueva letra para una canción que ya llevaban trabajando bastante tiempo. Tal vez podía convencer al moreno de que la pudiera cantar, aunque con lo tímido que era, sería algo complicado convencerle. Empezó a tararear la letra en voz baja, para ver cómo quedaba, y la verdad es que era realmente bonita y encajaba perfectamente con la intensidad de la melodía. Sonrió satisfecho y fue a avisar al contrario.
- ¡Hey, maestro, mire lo que...!- se calló al instante en el que se dio cuenta que el contrario tenía los ojos cerrados, sus manos entrelazadas sobre su regazo y su boca entreabierta, dejando ver un poco de saliva resbalarse de esta, además de escuchar ligeros ronquidos provenientes de este.
Se sonrojó ligeramente al verlo tan tranquilo durmiendo que no evitó acercar su dedo índice hacia la sonrojada mejilla del contrario. Al momento de tocarla, retiró rápidamente su dedo de esta. Estaba ardiendo. Se sonrojo más al escuchar un claro suspiro salir de los labios del otro. Un suspiro que le erizó hasta el último de sus cabellos de todo su cuerpo.
- Bonnie~...- una sonrisilla asomó por el ya sonrojado rostro del moreno, haciendo que al mencionado se le fuera todo el aire de sus pulmones.
¿E-Estaba... soñando con él? Su sonrojo empeoró al pensar en qué podía estar pensando el peliazul. Miró al suelo unos momentos, jugando con sus dedos, sin saber qué hacer. Volvió su vista a su compañero. La brisa se levantó por unos instantes, desordenando sus cabellos morados, obligándolo a cerrar sus ojos para que no se metieran en estos. Con su mano los apartó de su rostro, abrió los ojos y vio cómo los cabellos turquesas del menor hacían una especie de danza con el viento que los agitaba. Sus ojos brillaron más al ver tal belleza. Su labio inferior fue mordido por sus dos palas superiores, resistiendo la tentación de acariciarlos, para verificar que eran tan suaves como siempre se había imaginado, pues siempre había querido acariciarlos, pero pensaba que eso incomodaría, y no quería que el otro se alejara de él por pensar que fuera un rarito como decían siempre sus compañeros. Abrió rápidamente los ojos al ver su mano sobre los cabellos ajenos, sus dedos se contrajeron de modo que se incrustaron en las finas y suaves hebras que constituían el esponjoso tupé desordenado del más alto.
- Tal vez si...- Bonnie no estaba seguro de lo que hacía, pero al notar que Bon ya se encontraba en el quinto mundo de sus sueños, con cuidado lo tomó de los hombros y empezó a tirar hacia él, de forma que acabara encima de sus piernas-... C-Creo... que así estará más cómodo...
Se sentía estático. Su cuerpo no respondía, y su mano aún estaba enredada con aquellos cabellos turquesas, sin moverse. Sus ojos recorrían con cuidado aquel rostro moreno, aún algo sonrojado, con los ojos cerrados, escondiendo esas grandes y brillantes esmeraldas que hipnotizaban al pelimorado cada vez que los miraban tan fijamente. Quitó su mano de su cabello unos momentos, para así con ambas manos tomar con cuidado las mejillas sonrojadas del contrario. Con su dedo recorrió los pómulos de sus mejillas, acercándose un poco más a cada segundo que pasaba. Su vista se había quedado observando y apreciando los labios opuestos. Los acarició muy suavemente, como si al mínimo contacto Bon se fuera a despertar. Y eso no era el plan. Tan solo quería apreciarlos más de cerca... tal vez... sólo deseaba... sentirlos bajo su tacto. Llegó a acercarse tanto que notaba la tranquila respiración del moreno contra la suya, como una cálida y agradable brisa de verano, exclusiva para él. Sus mejillas se encendieron rápidamente y su corazón saltó de la sorpresa al imaginarse una escena similar, solo que el peliazul estaba despierto, ambos sonriendo sonrojados, él tomándole la mejilla con delicadeza, acercándose más... tanto que... Sacudió su cabeza, evitando pensar esas cosas tan... cursis y pastelosas... Nunca había sentido algo así... al menos no con nadie que no fuera su maestro. Su mejor amigo, su compañero musical... ¿tal vez la persona que realmente lo comprendía? Sabía que tenía a sus amigos y compañeros de banda, y sobre todo tenía a Fox, el que "mejor" lo comprendía de todo el grupo. Pero con Bon se sentía diferente... sentía que podía confesarle todo y saber que sería apoyado sin ningún tipo de burla. Llevó una de sus manos hacia su pecho, notando como su corazón latía tanto que notaba que rompería su caja torácica para poder salir y ser libre. Un suspiro entrecortado salió de sus finos labios, volviendo al mundo real, es decir, fijando de nuevo su vista en el calmado rostro del peliazul. Ahora que lo veía bien, le parecía distinto a como siempre lo veía... tal vez más... ¿atractivo? No sabía cómo decirlo con claridad. Tal solo se conformó con acariciar aquellos esponjosos y suaves cabellos que tenía sobre su regazo. Era como se había imaginado: como una nube blandita y perfecta para acariciar, como el pelo de un cachorro con el pelaje más suave del mundo. Enterró sus dedos en este hasta el punto de hallar el fondo de aquel mar de aguas turquesas, empezando a masajear con delicadeza la cabeza del contrario, mientras con la otra jugueteaba con estos, enredándolos, pero sin tirar para no incomodar al otro. Sentía cosquillas en las yemas de sus dedos ocasionadas por lo cortos que eran sus cabellos, al menos los que no estaban bañados en gomina. Una pregunta se cruzó con su mente. ¿Cómo se vería sin tanta gomina en el pelo? Seguro que se vería muy raro, tan acostumbrado a verlo con su típico tupé que no se imaginaba a su maestro con otro peinado. Escuchó un ligero suspiro de los labios del otro, y aprovechó para limpiar la poca baba que asomaba por estos. Al final dejó en paz sus cabellos para volver a sentir las ardientes mejillas de Bon bajo sus tibias y pálidas manos, juntando sus frentes. Se quedó así unos instantes, antes de volver a dejar dormir en paz al peliazul, aún recostado en sus piernas mientras seguía con su canción mientras tarareaba.
El peliazul solo podía sonreír como un completo bobo enamorado, pues no estaba del todo dormido. Soltó un último suspiro para luego dormirse de nuevo, volviendo con su querido conejito, el cual lo esperaba con los brazos abiertos y una radiante sonrisa esculpida en su adorable carita.
Esperaba que sus sueños se cumplieran...
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