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Golpes 1/2

Bon se encontraba aburrido en su casa. No tenía práctica ni con Bonnie ni con sus amigas. Su padre no se encontraba en casa, tal vez estuviera en algún bar con sus amigos o qué sabía él. El chico intentaba entretenerse con su móvil, hasta intentó practicar un poco con su guitarra, pero el aburrimiento lo consumía del todo. Llegó a quedarse en la cama con los pies apoyados sobre la pared de su cuarto, con el resto del cuerpo sobre el colchón. Volvió a tomar el móvil para mirar la hora. 21:34. Ya era tarde. A esas horas Bonnie solía estar saliendo de sus prácitcas de bandas. Tal vez si lo llamaba ahora podría decirle si lo podía acompañar. Totalmente sonrojado y feliz marcó el número del pelimorado, temblando de la emoción. Para algunos podría parecer exagerado que extrañara al pelimorado desde que lo vio por última vez en la mañana al salir de clases, pero a Bon ya se le estaba pareciendo una costumbre. Se acercó el aparato a su oreja, mientras con la otra se peinaba su desordenado tupé, llegando hasta su nuca, en donde colgó su mano libre, sonrojado por esperar escuchar tan dulce voz que lo enloquecía de puro amor. Notó cómo se le encogía el corazón y se le formaba un nudo en la garganta al notar que el chico no contestaba. Entró en un pequeño momento de histeria, temiendo lo peor por su amigo, su pupilo... y amor secreto. Se intentó tranquilizar pensando que se había alargado más de la cuenta el ensayo, por lo que, intentando mantener la poca calma que le quedaba, marcó el número de uno de los amigos de Bonnie, más específicamente el de Chica, ya que era la que parecía más de confianza, ya que el pelirrojo, a pesar de ser el más cercano al pelimorado, seguía dándole mala espina. Volvió a acercarse el aparato a la oreja, esta vez mordiéndose las uñas de su otra mano, los nervios empezaban a consumirlo.

- ¿Aló?- la chillona voz de la rubia resonó en el oído del peliazul, tragó saliva.

- Ho-Hola, Chica, s-soy Bon- su voz salía entrecortada, pues su nudo en la garganta y en el estómago no lo dejaba hablar con claridad-. ¿E-Está Bonnie ahí?

- ¿Cómo?- la chica se extrañó- No, no está conmigo, si es lo que preguntas.

- ¿Q-Qué? ¿N-No habéis ensayado hoy?

- Ah, sí, sí, hemos ensayado, pero hace rato que hemos acabado... ¿Bon?

El peliazul colgó lo más rápido que pudo. Se levantó bruscamente de su cama, se calzó con sus zapatillas, cogió una chaqueta, las llaves de casa y salió corriendo de esta, en dirección al instituto. Sabía que algo pasaba. Cuando terminaban de practicar, Bonnie siempre le mandaba un mensaje a Bon diciéndole que ya habían acabado, y había veces que lo iba a ver a su casa, pero ese día no había recibido nada. Por eso se sentía tan aburrido. Pero ese no era el tema. Si el pelimorado no había contestado a su llamada, es que algo muy malo había pasado. Sólo rezaba porque no se haya encontrado con ciertos brabucones de la zona. Pero sus esperanzas se vinieron abajo tras pararse en seco y observar cómo alguien que iba en su dirección caminaba con gran dificultad, con su rostro cubierto por su morada melena, su tobillo derecho aparentemente doblado y sus manos heridas apretando con gran fuerza la bandolera de su funda de su guitarra. Sus ojos verdes se abrieron de par en par, y notó cómo se encogían por tal imagen tan desgarradora para su enamorado corazón.

- B-Bonnie...- aquel inaudible suspiró salió a duras penas de sus labios, cuando sus piernas, automáticamente se pusieron en marcha corriendo hacia el chico, el cual había caído por un pequeño tropiezo, el causante de tan profundo quejido de dolor.

El peliazul se arrodilló rápidamente frente al muchacho, con las manos temblando por no saber qué hacer en ese momento, pero lo único que quería hacer era abrazarlo para siempre y sanar todas sus heridas con dulces besos. Atinó para apoyar sus manos en los hombros ajenos, notando un respingo del contrario, para luego levantar su mentón con delicadeza, pensando que cualquier acto brusco lo rompería en miles de pedazos. Aquel rostro tan jovial, tan lleno de vida, tan resplandeciente... ya no estaba, había desaparecido. Las mejillas poseían numerosos raspones, moratones y pequeños cortes. El ojo derecho tenía un horrible color morado negruzco, la nariz le sangraba ligeramente, al igual que su labio inferior, el cual estaba roto. Las esmeraldas del peliazul no evitaron inundarse ante tal horrible apariencia de su amado. Los ojos rojos de Bonnie se mostraron con dificultad, y más por su ojo derecho morado, a causa de un puñetazo directo a este. Se llenaron de lágrimas al ver a la persona que tenía en frente, su rostro enrojeció ligeramente, lo que hizo que sus cortes en las mejillas empezaran a sangrar, mas no le importó.

- B-Bon...- murmuró con la voz rota, como si hubiera olvidado cómo hablar, pero eso no evitó que no llegara a los oídos del nombrado.

El peliazul lo miró directo a los ojos y, como pudo, sonrió ligeramente, aunque por dentro le doliera.

- S-Sí... soy yo, Bonnie... estoy aquí...- le acarició con mucha delicadeza sus mejillas dañadas, tratando de eliminar la poca sangre que emanaba de estas, haciendo que el otro hiciera muecas de dolor leves.

Bonnie no lo aguantó. Aún con todo el dolor del mundo, apartó sus brazos de su torso y, en un movimiento rápido, se abalanzó sobre el moreno, abrazándolo por encima de los hombros, empezando a llorar con todas sus fuerzas sobre el cuello del contrario. 

Bon logró mantener el equilibrio en su sitio, manteniéndose sentado, con el pelimorado sobre él, llorando a pleno pulmón, abrazando su cuerpo tan fuerte con todas la fuerzas que le quedaban. Se sonrojó fuerte ante tal repentina acción, pero no desaprovechó la oportunidad y le correspondió el abrazo. Escuchó con atención los pequeños sollozos que salían de la garganta del herido, junto con pequeños y entrecortados "lo siento" "no pude defenderme" "te he decepcionado, maestro" y más lamentaciones. Al peliazul se le partía el alma al ver tan destrozado a su... "amigo". Lo abrazó más fuerte, pero no tanto como para hacerle más daño. Acariciaba con delicadeza su espalda con una mano, mientras la otra peinaba los desordenados y sucios cabellos morados del más bajo. 

Bonnie lloraba sin control sobre el hombro contrario. Lo abrazaba con las únicas fuerzas que su cuerpo le dejaba. Buscaba protección en aquel abrazo, y temía que por ello el otro lo apartara bruscamente, pues lo abrazaba como si en cualquier momento se fuera a ir de su lado y lo dejara solo. Sintió un ligero alivio en el cuerpo al notar los brazos contrarios rodear su adolorido y frágil cuerpo, pero aún así se sentía culpable. Culpable por hacer sentir al otro que él era una carga para él, y no evitó llorar más fuerte, lamentándose por todo... todo por defenderlo. Se calmó al notar pequeñas caricias en su cabello y en su espalda con moratones.

Estuvieron así un rato más hasta que el pelimorado se calmó del todo, mas el mayor en altura no detenía sus caricias, y el pelimorado tampoco se quería separar de tan cómoda situación. Tenía su rostro volteado, mirando en dirección contraria al rostro de Bon, con su mejilla menos herida en su hombro, al igual que sus manos, en ambos hombros contrarios. Ahora sólo sollozaba ligeramente, respiraba con un poco de agitación. Su torso estaba totalmente pegado al contrario, y sus piernas estaban a los lados contrarios de la cadera del más alto. El peliazul seguía acariciando con delicadeza la espalda y los cabellos de Bonnie, totalmente hipnotizado, cerrando los ojos, dejándose llevar por el momento.

- G-Gracias, maestro...- musitó con dificultad el pelimorado, esperando que lo hubiera escuchado, sonrojándose ligeramente.

- Por nada del mundo te habría dejado aquí solo...- contestó el moreno, dejando sus caricias y apartándose ligeramente del cuerpo contrario, solo para tomarle delicadamente sus hombros y mirarle a los ojos, levemente sonrojado-... ¿Dónde vives? Te llevaré a casa de inmediato...

El pelimorado bajó la mirada, muy sonrojado. La voz del peliazul sonaba entre dulce y seria, pero solo le dejaba en claro que se preocupaba de verdad por su estado. Además, se habían quedado sentados y abrazados en medio de la calle por lo menos durante 10 minutos. Eso ya le aclaraba bastantes dudas. Se miró a sí mismo. 

- En el estado en el que estoy... tardaríamos 30 min. como mínimo...- dijo decaído, para luego sonreír con ironía-... Jeje, lo sé, es un poco lejos...

- No, en el estado en el que estás no lo soportarías- se fijó en su tobillo doblado, suspiró y se levantó con cuidado del suelo-. No hay remedio, te llevaré a mi casa para curarte. Allí puedes avisar a tus padres de que estás bien- desvió la mirada sonrojado, la idea de que Bonnie estuviera en su casa en ese estado no estaba en sus planes.

- Bon, no hace falta que te molestes tanto...- se apenó el pelimorado-... Ya has hecho bastante, puedo... p-puedo aguantar hasta mi casa...

- Bonnie...- se agachó de nuevo, tan solo para ayudarlo a enderezarse, pero enseguida notó que se caía y se quejaba, maldiciendo su tobillo herido-... No me arriesgaré a que te hagas más daño en el camino...- se fijó en una pequeña banca, guió con cuidado a Bonnie hacia ella, lo subió con cautela y le dio la espalda-... Súbete... T-Te llevaré cargado hasta mi casa...- se sonrojó más, no sabía de dónde estaba sacando tanto seguridad.

- M-Maestro...- se sonrojó más el pelimorado, notaba lo confiado que se veía el peliazul, pocas veces lo notaba así, por lo que tan solo sonrió y, con las fuerzas restantes de su cuerpo, posó las manos en los hombros contrarios, pegó un saltito con su pie sano y se agarró con fuerza al cuello contrario.

El peliazul tomó de las piernas de Bonnie al momento en el que lo notó recostado y agarrado en su espalda. Sintió cómo el cuerpo del más bajo temblaba un poco, tal vez por el dolor, además de que lo agarraba fuerte del cuello, pero sin ahogarlo. Empezó a caminar lento hacia su casa. Algunas personas los miraban, unas con pena, otros los ignoraban y muchos otros murmuraban y cuchicheaban cosas extrañas que ninguno llegó a escuchar. El pelimorado se sentía intimidado con tantas miradas sobre él, por lo que escondió su rostro en el cabello del contrario y le pidió que acelerara el paso. Bon asintió a su pedido y aumento la velocidad de sus pasos, lo suficiente como para que ya no hubiera tanta gente, hasta el punto en el que ya no había nadie... salvo ellos.

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