Parte 3: Unos días antes de Navidad...
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Antes de que Isagi se alejará, Reo trató de retenerlo de la camisa, pero por lo perdido que se sentía solo rascó la tela con sus pequeñas uñas hasta que Isagi se alejó. Sin embargo, él no quería dejar las cosas así. Isagi, distraído abriendo la botella de agua que había traído consigo, no se dio cuenta cuando Reo se le acercó y lo atrajo hacia él con solo el brazo izquierdo, enrollándolo en su cuello. Isagi, evidentemente, se sorprendió, y más al sentir que el brazo derecho de Reo aprisionaba su cintura con algo de fuerza y lo obligaba a acostar su espalda contra su pecho, mientras por la inercia y el brusco movimiento, dejó que él agua mojara gran parte de su camisa, trasluciendo su pálido vientre con ligeras marcas cuadradas. Aparte del estremecimiento que Isagi sintió por como el agua se esparcía sobre su ropa y abdomen, también sintió el cálido aliento de Reo contra su oído, entibiándolo.
—¿Por qué mierda te alejaste así? —preguntó Reo, ronco y con una mejor pronunciación, pero con una mirada seria—. Eso me molesto...
Isagi, al instante, al mirar sobre su hombro, cruzó miradas con Reo, y se tensó por la intensidad en sus pupilas. De pronto el ambiente cambió de un momento a otro. Su tono de voz, tan profunda y susurrante, pero tentadora; la forma en la que lo apreciaba sin escatimar el apartarse, tomándolo del hombro para darle vuelta y que ambos estuvieran frente a frente, y el suave recorrido que sus dedos hicieron sobre su espalda baja y su nuca con ayuda del eje de sus muñecas. Un sentimiento profundo y cegador había consumido a Reo.
¿Acaso eso era... lujuria?
Isagi enrojeció de las mejillas al instante con solo esa posibilidad, y no tuvo palabras al ver que Reo terminó subiéndolo a la cama hasta acostarlo sobre su cuerpo. No tenía palabras o tiempo para expresar cómo se sentía, todo iba demasiado rápido y sus emociones se desbordaban con la mirada fija de Reo en él. Sin embargo, pese a la situación, Isagi sabía que debía mantener la calma para librarse. Él no quería que las cosas que tanto había pedido se desarrollarán así, sin que fuera producto de su propia voluntad.
—Este... L-lo siento —soltó sin saber qué más decir—. Es que...
Antes de que pudiera decir algo, Reo lo atrajo hacia él, acostándolo sobre su hombro y retirando la botella del camino. Isagi se tensó, dejó de respirar por el shock y se sorprendió al sentir una extraña humedad recorrer de su cuello hasta su lóbulo.
<<Mikage-san...>>, pensó Isagi, sorprendido, apretando el cobertor de la almohada mientras se estremecía. Reo había lamido su cuello, y ahora, no tenía escapatoria por la firmeza en su agarre.
—U-un momento, no... —pidió Isagi con nervios, intentando forcejear—. Mikage-san, espere —alzó un poco más la voz, entrando esta vez en pánico.
—Hueles bien —jadeó cerca de su oído.
Isagi, por otro lado, se regocijo sobre Reo, erizándose y apretando los ojos por la gran cantidad de sensaciones que Reo le empezó a proporcionar con su boca. Los labios de Reo succionaron por sus clavículas y cuello mientras le desabotonaba los tres primeros botones de la camisa. Isagi se arqueó, tensando un poco la zona consentida por el estremecimiento, y Reo enterró las yemas de sus dedos entre los cabellos de Isagi para que no se levantara, pues al tenerlo con las rodillas acorralando su cintura, pero él sujetando con su antebrazo la suya, Isagi no tenía oportunidad de reincorporarse.
Isagi apretó los labios y los dientes para no emitir algún sonido, pero no dejó de forcejear. No obstante, Reo no cedió en ningún momento ni aflojó su agarre, e Isagi, por más que sabía que ese acercamiento no era voluntario, no pudo negar que le estaba gustando en el fondo.
<<¿Hace cuánto que... no me tocan así?>>, se preguntó Isagi, sintiendo como sus sentidos le jugaban en contra y en como un cosquilleo en el vientre por los jugueteos de Reo en su cuello lo hacían remecerse.
<<¡No, no puedo dejar que esto siga!>>, negó rápidamente, sin darse cuenta de que los besos y la lengua de Reo subieron por su yugular.
—Mi-Mikage-san, espe... —Lo interrumpió Reo.
Isagi quedó pasmado y con los ojos abiertos como platos. Bajo la tenue luz blanca de la lámpara, con un Isagi distraído en sus pensamientos, Reo lo atrajo hacia él y unió sus labios en un torpe pero profundo beso. Si Isagi estaba que se quería morir de los nervios, pero también por sus fantasías de sus profundos deseos versus la ética y la moral, ahora podía declararse muerto en combate. Los labios de Reo eran tan suaves y carnosos, bañados en los vestigios del alcohol, pero también se sentían calientes y deseosos por la forma en la que se movían contra los labios de Isagi.
Al principio, Isagi no pudo creerlo, y tampoco quería aceptar que le gustaba estar en esa posición con Reo; con su espalda algo arqueada, apegando su vientre contra el abdomen del contrario, y con su trasero ligeramente levantado al tratar de impulsar sus rodillas para levantarse, con sus entrepiernas a poco de rozarse; pero al final no pudo resistirse más.
Isagi, cediendo y dejando de forcejear, cerró suavemente los ojos y correspondió el beso de Reo, sintiendo como su rostro empezaba a empeñarse por el calor que le proporcionaba la satisfacción y la emoción de esa calurosa situación. Tanto fue así que, ni bien Reo lo acomodó bien sobre él, Isagi aprovechó también para abrazar su cuello para seguir besándolo, sin darse cuenta de que ahora sus entrepiernas se tocaban sobre los pantalones. Eso no le importaba, solo estaba feliz por dentro de poder vivir ese momento con su jefe, quien, extrañamente, había dejado de ejercer mucha fuerza en su cuerpo, como si hubiera bajado la guardia a cambio del disfrute personal.
El beso de ambos se volvió más profundo con el paso de los segundos e Isagi, al sentir las lamidas de Reo en sus labios, no dudo en abrirlos para darle paso a su cavidad bucal a aquella juguetona lengua. Ambas se entrelazaron parsimoniosamente ni bien se encontraron una con la otra. Isagi se dio cuenta de que Reo resultaba ir muy torpe e inexperto y algo lento en eso, y empezó a besarlo a un ritmo al cual él pueda seguirle, extrañamente cada vez más lento, pero placentero. Aun así, Isagi no dejó de disfrutar. Estaba feliz, pero también abrumado por sus emociones, por sus pensamientos y las sensaciones que le hacía sentir Reo. Aun tenía cordura, pero sabía que si se apartaba también no volvería a pasar algo así y que tal vez Reo volvería a reforzar su agarre y sería, tal vez, más brusco con él. Era todo un dilema en su cabeza.
Sin pleno aviso, Reo giró con Isagi y lo acorraló bajo suyo, interponiéndose entre sus piernas. Isagi se mostró sorprendido, pero se dejó y abrazó su espalda. La piel al tacto de Isagi le pareció tan tersa y suave, sutilmente bañada en la exudación de su cuerpo, la misma que él sentía que Reo secaba cuando sus dedos se colaron bajo su camisa. Reo presionaba sus virilidades e Isagi jadeaba en el beso, se sentía tan deleitado por el peli-morado.
Isagi soltó un jadeo profundo cuando Reo se separó finalmente de sus labios y ahogó un queja ni bien sintió su lengua recorrer el largo de su cuello hasta el centro de su pecho. Isagi empezó a extrañarse por sus movimientos vacilantes y la falta de presión en su entrepierna.
A los instantes, toda la pasión y el calor del momento se fueron amainando hasta reducirse a nada. Isagi abrió los ojos, aún agitado por las cosquillas en su vientre y de pronto vio como Reo caía rendido sobre su pecho.
—¿Mikage-san...? —dijo confundido.
Isagi alzó la cabeza para ver a Reo y se sorprendió al encontrarlo dormido. Antes de caer dormido, había dejado un rastro de manchas rojas que contrastaban con su piel, siendo el final del camino la llegada a los pálidos labios del contrario.
Al principio, Isagi parpadeó confundido, creyendo que lo que acaba de pasarle había sido una broma con mucha coincidencia, mala jugada del destino. La respiración profunda y agotada de su jefe lo hizo entender que sí. Ahora podía regodearse con cierto remordimiento y fastidio en la cama. Ese era su castigo, por dejar que su cuerpo se consuma ante el calor placentero de los labios y toques de Reo.
<<Mierda...>>, maldijo Isagi en sus adentros. Con cautela, Isagi movió al beodo de su encima y se volvió a abotonar la camisa. Extrañamente, sus piernas estaban algo temblorosas, tal vez por los nervios o la emoción, pero sin importar cuál sea el motivo todo era muy claro para él. Si Reo se entraba de lo que pasó probablemente perdería: su trabajo, el estilo de vida que ha estado construyendo hasta ese momento, su independencia, su profesionalismo en la industria y de premio de consolación se llevaría una buena paliza por parte de uno de los hombres más adinerados de Japón o del mundo, puesto no sabía la orientación sexual del mismo.
Para Isagi Yoichi, por ese lado, no hubo mucho dilema. Desde que tuvo memoria, al empezar la secundaria, había comenzado a desarrollar una atracción por un amigo de la secundaria, Sae Itoshi, que ya no veía tan frecuentemente debido a que se mudó junto a su hermano, Rin Itoshi, y su familia a otro estado. Fue gracias a él y al primer beso que se dieron a los quince que entendió sus sentimientos. Y por fortuna creció en una familia acogedora, comprensiva y llena de amor que no le juzgó por sus preferencias. Sea como sea, no sabía qué hacer en ese momento.
Isagi se sentía lo suficientemente comprometido con Ba-Ya y con el encuentro con Reo Mikage como para querer quedarse e irse de ahí en ese mismo instante al mismo tiempo. Al principio se lo pensó tenso, pero como nadie los había visto y Reo ahora estaba dormido, creyó que todo estaría bien si solo se mantenía en silencio. Al menos por ahora, porque al día siguiente... Tal vez perdería todo lo que le ha costado lograr. Aunque sea pronto, ya se estaba resignando.
Sin embargo, hasta ese momento, tenía qué ver qué más hacer. Ya había estado en una situación similar antes, pero lo único que aprendió fue cómo Kunigami Rensuke bañaba a su novio, Chigiri Hyoma, en la ducha para que vaya recobrando algo de lucidez con el agua tibia; además de limpiar su cuerpo sudado y el hedor a vomito en su pierna por el cargante aroma a gasolina del taxi que tomaron los dos para regresar. Más no sabía nada.
Aunque sea un peligro despertar a Reo, Isagi decidió ir a la ducha de la habitación al atisbar por la puerta entreabierta un tipo de mayólica en la pared, normalmente usada para adornar los baños. Eureka. Rápidamente, Isagi entró, y al ver que la regadera tenía terma abrió la manija para temperar el agua. Fue entonces que un timbre resonó por toda la casa, acompañado por una voz gruesa y suavemente dulce.
—¡Isagi-Kun, ya llegué!
Era Ba-Ya. Presuroso, salió del cuarto para asomarse por el balcón de una de las escaleras.
—¿¡Dónde estás!? —preguntó, su voz resonando por la casa.
—¡Aquí, en el quinto piso! —avisó Isagi.
Luego de que ambos se encontrarán y vieran a Reo, Ba-Ya le dijo que era mejor no bañar a Reo, que solo lo dejaran descansar, y que lo único que harían sería cambiarle de ropa. Al final, con un leve rubor en las mejillas por lo sucedido, trató de que Ba-Ya no notará su nerviosismo cuando le cambiaron la ropa a Reo y lo dejaron sin camisa acostado en su cama. Ba-Ya le dijo que por el calor del verano a tomado la costumbre de dormir sin camisa y, al parecerle muy cómodo, decidió que dormiría así incluso en invierno debido a la comodidad y calidad de sus sábanas y colchón, aprovechando que tenía un calentador en su casa. Isagi en el fondo sintió una ligera y punzante envidia al recordar las varias noches frías en su casa mientras se abrigaba con tres cobertores para mantenerse caliente a la hora de dormir.
Luego de dejarlo descansar, Ba-Ya se dirigió a Isagi al devolver la mirada a su camisa aún mojada, pero más seca que antes.
—Isagi-kun, no te puedes ir así a casa —dijo Ba-Ya, Isagi trató de responder, pero ella se adelantó—. Además es muy tarde.
—Ehm... —vaciló—. No te preocupes, Ba-Ya, solo es agua...
<<Y algo de vodka...>>, añadió mentalmente, recordando que se había mojada un poco el brazo de la camisa por culpa de una chica igual de ebria que Reo, pero al estar bebiendo un pequeño shot no sufrió nada más que una mancha superficial que se había desvanecido al paso de media hora. Sí, en definitiva no era su día.
—Eso no quita el hecho de que es muy tarde para que te vayas. Y con esta nieve sería muy peligroso mandar a un chofer a conducir a estás horas.
Isagi pensó un poco lo que dijo y entendió que tenía razón. Quería irse para evitar más problemas, pero al ver la nieve que caía por el balcón de la habitación de Reo, supo que tampoco sería razonable y mucho menos seguro regresar por su cuenta. Al final suspiró resignado.
—Sí. Pero, ¿Entonces qué puedo hacer? —preguntó Isagi.
—Hay varios cuartos de invitados aquí por ser una mansión vacacional —repuso Ba-Ya—. Solo tendría que ver qué ropa te puedo entregar hasta que se seque la tuya —agregó pensativa.
Isagi quedó perplejo. No se le había pasado por la cabeza quedarse en la mansión de Reo por dos razones; primera, Mikage Reo solo trata por igual y formalidad a los hombres de negocios en su propia casa, ya que él solo hablaba de la gente por trabajo, no para hacer vida social; y segundo, no es como si le agradara estar presente en el mismo instante en que un Migake Reo, ya lúcido, lo despida y cometa su posible asesinato por pervertido, aprovechando que no había nadie quien pudiera verlos. La segunda opción llena de paranoia, creatividad y nerviosismo no era para nada el destino que tenía planeado para sí mismo.
—Pero... —comenzó Isagi, dudoso—. ¿E-eso no enojará a Mikage-san? Y-yo la verdad no creo que sea buena idea que me quede aquí —tartamudeó al nervioso—. Además, t-te podría meter en problemas.
Ba-Ya no dijo nada, solo meditó un momento antes de sonreírle para amainar el ambiente.
—Bueno, ya veré yo como lidiar con todas las consecuencias —dijo, con una sonrisa tranquilizadora que a Isagi le pareció confusa.
—Pero, Ba-Ya...
—Y más sabiendo que te me arriesgaré a prestarte algo muy importante para que pases la noche.
Isagi no entendió. Fue así como Ba-Ya le entregó algo de la ropa del padre de Reo luego de entrar en una habitación del cuarto piso que estaba cerrada con llave. Después de despedirse de Ba-Ya, quien afirmó que se iría a dormir a un hotel cercano, ya que por órdenes de Reo no podía estar a esas horas en la mansión, Isagi decidió mudar sus sábanas y su almohada a la sala. Le costó al inicio conciliar el sueño por las imágenes del rostro de Reo en su delante y por tratar de revivir el tacto grabado de Reo en su piel para canalizar sus emociones y lo que haría al amanecer, pero al final logró quedarse dormido al perderse contando cuántos hermosos copos de nieve iban cayendo por fuera. Ni bien amaneció, el pánico inundó sus sentidos, pero tubo que mantener la calma para saber si sería correcto tomar la decisión de subir a ver cómo se encontraba su caballero de ojos amatista.
No obstante, decidió tomar algo de valor e ir. Sus pasos fueron normales en los primeros cuatro pisos, pero se volvieron casi robóticos antes de pisar el último escalón. Al apoyarse por la puerta no logró escuchar nada, y terminó abriéndola imprudentemente, encontrando a su jefe totalmente despierto y con cara de pocos amigos. El resto, fue historia en su cabeza cuando terminó de recordar.
Ahora, en ese momento, Isagi se dió cuenta de que fue muy cobarde mintiéndole a Reo y usando a Ba-Ya como excusa, diciéndole que la razón por la que subió a verlo no fue porque quería saber cómo se encontraba, sino porque quería ayudarla. Pero estaba tan nervioso que solo pensó en protegerse. Fue ahí que Isagi Yoichi entendió que no había cambio en lo absoluto. Las cosas eran diferentes ahora, pero por dentro él no había cambiado. Por dentro seguía siendo el mismo Yoichi que se dejaba ningunear y gritar por un tercero... y que se aferraba a falsas esperanzas.
Al llegar a su destino y bajar del vagón, caminó con una mirada decidida a su casa, apretando sutilmente sus puños.
<<Todo sigue igual...>>, gruñó por dentro, pensativo en las calles. Se sentía frustrado y fastidiado consigo mismo, fastidiado por permitir que le gritaran y por haber creído que sus elecciones habían sido diferentes. Era un iluso.
<<No quiero que las cosas sigan así...>>, pensó Isagi y, luego de empujar la puertilla de metal de su jardín, sostenida por una cerca de piedras, que le llegaba a la cintura, caminó por un pequeño camino de pavimento que lo condujo al pórtico de su casa con una caminata firme.
<<Tal vez sea de cobarde quedarse callado ahora, pero necesito el trabajo; al menos hasta encontrar uno nuevo. Si Reo se acuerda o no y termina despidiéndome o recriminándome algo, ya será decisión de lo que pase a futuro. No decirle nada será como mi castigo, la forma en la que la culpa me hará querer cambiar mi forma de ser, el recuerdo amargo de que debo dejar de ser el que soy.>>, pensaba decidido.
Isagi abrió la puerta de su casa y entró.
<<¡No dejaré que otro Michael Kaiser controle mi vida!>>, se aseguró con fastidio, frunciendo el ceño. Ni bien cerró la puerta con fuerza, haciéndola resonar por su pequeña casa, escuchó un grito desde la cocina.
Isagi, exaltado también por el grito, pero confundido, volteó y se asomó desde la entrada principal, por el marco de la entrada a la sala, para ver la cocina. Ahí, friendo huevos junto a la pequeña isla de su cocina, conectada a la sala, estaba Bachira Meguru, con la espátula sobre su hombro, como si estuviera preparado para golpear a alguien con ese pedazo de plástico roseado por gotas hirvientes de aceite.
—¿Eh? —emitió bajo y extrañado—. ¿Bachira?
Bachira, al verlo, suspiró tranquilo.
—¿Esa es tu forma de saludar a tu amigo después de que te hace el desayuno? —inquirió sarcástico y aun tenso por su corazón acelerado.
—L-lo siento, es que no me esperé que estuvieras aquí —respondió Isagi—. En al menos... —se interrumpió y miró su reloj—. 21 minutos entramos a trabajar.
—Pues lo mismo te digo a ti —contraatacó, mirándolo con una cara escéptica y confundida—. Tus padres me llamaron toda la mañana creyendo que algo te había pasado, dijeron que no contestabas sus llamadas cuando quisieron preguntarte algo sobre el pavo, y se preocuparon mucho. Luego decidí llamar yo, y como el bus que estaba tomando pasaba por tu casa decidí pasar a ver qué te pasaba y por qué tampoco me contestabas. Hace una hora acabo de llegar.
Isagi sintió un pequeño temblor en su ceja al oírlo.
—Estoy pensando seriamente en quitarte las llaves de mi casa... —repuso Isagi y suspiró—. Y lo siento, pero se me murió la batería.
—¿Y dónde has estado entonces? —preguntó Bachira, sirviendo el huevo en un plato.
—Es... Bueno, es una larga historia —dijo, sintiendo sus mejillas arder sutilmente.
Al sentir su rostro arder, Isagi torció suavemente sus labios, por la amargura. Se sentía culpable y fastidiado con solo pensar que todavía esos sentimientos memorables y profundos seguían calando en él, acelerando cada rincón de su corazón. Bachira al notar eso, encarnó una ceja curioso, con una mirada comprensiva pero un semblante suavemente inexpresivo.
—Bueno, ya me contarás después —dijo Bachira, sonriendo para aligerar las preocupaciones de su querido amigo—. Ve a cambiarte y baja a comer lo que te preparé, no es mucho, pero al menos estarás lleno hasta el almuerzo.
Al instante, la calidez de Bachira pasó a ser una mirada coqueta y divertida.
—Porque te advierto —avisó, señalándolo con el índice—. Si ambos llegamos tarde por tu culpa y perdemos el bonus de propina mensual, me deberás una cena preparada por ti.
Isagi entrecerró los ojos, esbozando una suave sonrisa incrédula.
—Y no me digas... —agregó, entendiendo a lo que su amigo quería llegar—. Quieres ese plato de Yakitori de res con piña que vimos en internet, ¿verdad?
Bachira, tan alegre e impredecible, cambió su sonrisa divertida y pícara a una inocente y radiante.
—Mira, no es que sea un obsesivo con la piña, pero el Yakitori que tú sabes hacer es delicioso, y más sabiendo que sabes agregarle piña enlatada —finalizó sacando levemente la punta de su lengua.
Isagi suspiró y rodó los ojos divertido. Bachira ya llevaba un buen tiempo insistiéndole en que prepararan algo juntos, y al parecer ahora se lo debía, y más sabiendo que no era nada agradable perder un bonus generoso, en especial por el cargo que él ejercía en la empresa, ayudante del jefe de producción de algunos productos electrónicos, dependiendo del proyecto que se le asigne. Podría decirse que el bonus de Bachira era el doble que el suyo. Sí, hasta para Isagi era sorprendente que alguien tan vivaz como Bachira Meguru estuviera interesado en ese tipo de cosas, pero cuando te enteras que decidió estudiar una carrera que le dé dinero para ayudar a su madre en lugar de estudiar algo que a él le gustaba, te conmueves por completo. Es por lo tan buena persona que es y lo comprensivo y afectuoso que era que Isagi se sentía en confianza y comodidad cuando estaba con él, además de que él siempre, independientemente de en qué situación estuviera, lo hacía sonreír. Su presencia fue de vital importancia sobre todo cuando Michael Kaiser estuvo presente aún en su vida. Sino fuera por Bachira y su madre y sus propios padres, tal vez aun seguiría siendo el mismo llorón que fue alguna vez de niño. Ellos lo eran todo para él.
Isagi le sonrió.
—Tú nunca cambias —dijo en un suspiro—. Está bien, pero solo si llegamos tarde.
Luego de aceptar el trato, Isagi subió corriendo las escaleras delante de la puerta de entrada.
—¡Genial, demórate! —alentó en un tono de broma.
Isagi soltó una risa nasal y se apresuró en arreglarse. Ese día, Isagi tomó la ducha más helada y rápida de su vida, ya que no había mucho tiempo si esperaba a que el agua entibiara. Por fortuna, por su plan rutinario y organizado, ya tenía colgado el siguiente traje que se iba a poner para ese día, y al tener todo listo entre sus pertenencias, prácticamente desde el día anterior por todo lo sucedido, pudo bajar a desayunar los huevos revueltos y el café que Bachira le había preparado. Eso no quitó el hecho de que les quedaba once minutos para tomar el bus y llegar a tiempo al trabajo.
Al llegar, evidentemente, tarde por diez minutos, los dos sintieron como sus cuerpos se calentaban repentinamente de pies a cabeza al entrar en la empresa. No obstante, Bachira le cubrió la boca a Isagi justo cuando saludaron al recepcionista, Nijiro Nanse, quien vio con una mirada cómplice y una resignación amable a Bachira. Isagi no entendió al principio cuando entraron, pero luego de que él le explicara que lo había llamado para decirle que iban a llegar tarde por el tráfico y que les hiciera el favor de darles unos minutos más de tiempo, él aceptó luego de insistirle tanto mientras esperaba a que Isagi terminara de vestirse. Aun así, habían llegado algo tarde.
—¿Entonces le mentiste? —susurró, sonriendo incrédulo.
—Técnicamente no mentí —objetó Bachira, fingiendo indignación—. Estábamos en el tráfico, solo supuse que eso pasaría. Le dije que solo íbamos a llegar algo tarde, y según una de las políticas de la empresa, se nos dará un máximo de quince minutos extra si es por algún problema menor u otra causa mínima que nos impida ir a trabajar, solo si avisamos al recepcionista. Eso me lo explicó Hiori hace un tiempo, pero ya lo decidirá él y los recursos humanos de la empresa, si es válida nuestra justificación o no. Yo jugué todas mis cartas legales y aun así seguimos con la posibilidad de perder el bonus. Así que todavía me debes la cena.
Isagi solo rio por lo bajo.
—Sí, está bien. Cuando firme mi salida te daré el encuentro en la entrada para ir al mercado juntos, ¿Te parece? —preguntó Isagi.
—Contigo a donde sea, Isa-chan —sonrió Bachira, bromeando.
Isagi se apenó un poco por el honorífico.
—Oye, ya sabes que no me gusta que me digan así...
—Porque te avergüenza —añadió sonriendo—. Ya lo sé.
Isagi solo sonrió, contagiándose de la sonrisa de Bachira. Esa era una nueva mañana y era buen momento para tener un nuevo comienzo. De a partir de ahí, Isagi se prometió que ahora las cosas serían diferentes: Primer paso, darse a respetar y a no permitir que lo ninguneen de nuevo; y segundo paso: dejar poco a poco, con el tiempo, sus sentimientos por Mikage Reo, puesto por como era él estaba claro que él nunca, de los nunca, iba a cambiar, y mucho menos por él.
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Buenas gente, espero les haya gustado este capítulo. La verdad se me ha estado haciendo entretenido porque este es un ship que recién me ha empezado a gustar y se siente como algo casi nuevo hacer algo diferente después de tanto tiempo, más que nada porque la gran mayoría de mis historias están más ligadas a la ciencia ficción, fantasía o paranormal. He estado disfrutando mucho escribir algo más cotidiano y mundano, y espero que ustedes la estén pasando bien leyendo está historia también, pero eso ya lo sabré dependiendo qué opinan en los comentarios.
Les mandó un fuerte abrazo y la mejor de las suertes en este fin de semana. Adiosito. :D
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