Parte 2: Unos días antes de Navidad...
Arte:
mashiro7792112 en X (Twitter)
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Luego de caminar en las amplias aceras encercadas con barandas de metal, con la nieve acumulada sobre el suelo y en algunas ramas de los árboles, en lo que en primavera una vez fue un hermoso paisaje boscoso que llenaba de vida ese lugar con varias casas de lujo o mansiones ostentosas, Isagi llegó al final del tramo. Ahí habían dos casetas de seguridad grandes de metal adornados con madera de abedul y decoraciones de navidad para darles un toque menos tosco, estando a los lados de una gran reja de nueve metros de altura con detalles de flores y con forma de arco en la cima. Y, mientras un guardia lo revisaba de pies a cabeza para saber si no había hurtado algo, ya que lo reconocían por las grabaciones de las cámaras de seguridad de la noche anterior, otro guardia, dentro de una de las casetas, abría la enorme entrada de par en par hacia afuera y levantaba con un panel de control unas barras de seguridad de metal pintada con franjas de bastón de dulce para dejar salir un lamborghini de la residencia.
Isagi no pudo evitar quedar maravillado por el brillo lustroso de aquel lamborghini rojo, era sin duda un mundo diferente para él muy deslumbrante.
Las puertas volvieron a cerrarse y las barras volvieron a bajar. El guardia, bien uniformado y abrigado, al ver que no poseía nada, entró a su cabina y apretó un botón. Un pitido agudo y vibrante resonó en el lugar y una puerta en la reja se abrió. Por estar tan concentrado en sus alrededores, Isagi no había notado que en cada puerta había una puerta más pequeña, pero que era lo suficientemente grande como para cinco personas y ser considerada elegante.
Isagi se marchó luego de despedirse del guardia que le atendió. El camino a una parada de autobuses para su suerte, no fue tan largo, pero como él de por sí ya vivía algo lejos tuvo que tomar un tren que, en dos horas, lo llevaría al distrito de Saitama en donde vivía, la capital de la prefectura de Saitama. Si se apresuraba a llegar a su casa lo más rápido posible, tal vez, si toma un bus a tiempo, pueda llegar en media hora al trabajo, antes de que sean las nueve para su hora de entrada. Para ser honesto consigo mismo, Isagi había tenido demasiado buen corazón como para dejarse convencer de ir de una prefectura a otra en tan solo una noche en la limusina de su jefe.
Mientras esperaba llegar en el tren, Isagi se la pasó aburrido, pues su celular se había descargado y no tenía forma de pasar el rato o de pedirle ayuda a Bachira, o a otros amigos que tenía, como Kurona Ranze o Hiori Yo. No obstante, Isagi, sentado junto a una de las puertas del tren, tratando de calentarse entre su abrigo y bufanda por el frío que hacía, inevitablemente recordó lo sucedido la noche anterior.
Al salir de la reunión en uno de los edificios de la empresa Mikage Corp., uno de los inversores importantes para el próximo proyecto que estaban planeando, Hirotoshi Buratsuta, invitó amablemente a todos los presentes a beber algo a una discoteca conocida y elegante que estaba algo lejos de la empresa. Aun así, por pura cordialidad, aunque con un disimulado tono de agotamiento y cansancio, Mikage Reo aceptó, pero Isagi, al instante, recordó su expresión en sus rasgos y la resignación rasposa en su garganta, como si sintiera que lo necesitara...
Reo fue respetuoso ante los miembros a su nivel y llevó a todos en su limusina para conversar e ir preparándose para celebrar con champán, como su fuera el tentempié mientras los choferes conducían los autos de sus jefes por detrás de la limusina. Al principio todos estaban en una mesa semicircular, con Isagi casi en medio de entre tantas personas con las que no estaba acostumbrado a convivir más que por pura diplomacia, pero, al cabo de dos horas, todos parecieron tomar un camino distinto, distribuyéndose por la barra del bar y por la pista de baile mientras alzaban sus cocteles, e Isagi, al sentir que ya se había quedado un tiempo razonable como para decir que se tenía que marchar, vio a Reo solo en la barra, decaído, y algo en su interior se ablandó. A diferencia de Isagi, que no había tomado casi nada, Reo se había emborrachado por completo. Sus mejillas ardían y su rostro estaba suavemente empañado y brillante bajo las luces de colores, el calor había aumentado tanto que se había soltado un poco la corbata y ahora tenía sus clavículas expuestas.
Isagi inconscientemente, empezó a acercarse para tratar de ayudarlo, pero de pronto vio que un hombre, con un atuendo algo fiestero, se chocó de una forma muy tambaleante a él, evidenciando que también se había pasado de copas. Reo, por el golpe, se encorvó hacia la barra, casi golpeándose el mentón, y se fastidió al ver como su shot se resbalaba de sus dedos y se estrellaba contra el piso.
—Oye, idiota —balbuceó con una voz rasposa y algo chistosa, sin usar bien la lengua para pronunciar—. Ten cuidado por dónde caminas —reprendió, totalmente ebrio.
Isagi se congeló por un instante al ver a Reo gruñir mientras sus manos se tornaban puños. Nadie más se percató del incidente por la música en su máximo.
—Mejor cuídate tú —gruñó Reo entre dientes, y en un giro rápido le plantó los nudillos en la cara al sujeto, tumbándolo al suelo.
Algunas personas cercanas reaccionaron con sorpresa, alejándose como podían de la escena para crear un círculo que involucraba a Reo y al hombre. Sin embargo, Isagi fue el único que se abrió paso entre la multitud para detener a Reo.
—¡No me vuelvas a joder, basura! —espetó Reo, apunto de acercarse al hombre, que se estaba tratando de reincorporar.
—¡Mikage-san, basta! —dijo Isagi, sujetándolo del torso con toda la fuerza que tenía para evitar que avanzara.
Reo estaba por reclamarle a Isagi, pero entonces sintió asco al ver que el hombre al que había golpeado, inesperadamente, comenzó a vomitar en el suelo. Reo, al ver eso, hizo una arcada por el asco, cubriéndose la boca, e Isagi rápidamente lo alejó para ir por sus pertenencias. El pobre bartender, al escuchar tanto pleito, se presentó y llamó a seguridad para que lo ayuden con el hombre, mientras él, resignado, comenzó a limpiar.
Al salir del local, cargando a Reo sobre uno de sus hombros, ya con su abrigo y bufanda puestos al igual que él, Isagi lo llevó a su limusina para pedir ayuda. Los choferes de los otros ejecutivos seguían esperando afuera junto a sus propios guardias. Uno de los guardias de Reo inmediatamente hizo una llamada mientras él ayudaba a otro guardia a poner a Reo dentro de la limusina. No logró escuchar tan bien de lo que hablaba el guardia debido a que se alejó. Sin embargo, luego de despedirse, antes de alejarse, escuchó unas fuertes pisadas que se aproximaban a él. Alguien lo tomó del hombro y se sorprendió cuando, al mirar, se topó con un celular.
—Disculpe, señor Isagi —dijo el guardia—. Ba-Ya desea hablar con usted.
—¿Ah? —se extrañó Isagi, pero tomó el teléfono.
—¿Isagi-kun? —preguntaron del otro lado—. ¿Te encuentras ahí?
—Sí, señora Ba-Ya —asintió Isagi.
—¿Crees que puedas hacerme un favor? —preguntó Ba-Ya.
—Sí, claro, pero ya se está haciendo algo tarde —dijo, viendo la hora en el reloj de su muñeca—. Así que no sabría qué tanto puedo ser de utilidad.
—Es algo sencillo. Quiero por favor que ayude al amo Reo a volver a la mansión.
Isagi quedó en blanco.
—¿Eh?, ¿Po-por qué? —preguntó confundido y nervioso—. ¿Mikage-san... no puede recibir ayuda de sus empleados?
—Ese es el problema. Yo no me encuentro en estos momentos en la mansión del amo Reo, y la servidumbre tampoco.
—Eh, pero señora Ba-Ya..., ¿Y sus guardias?, ¿No pueden ayudarlo?
—Lastimosamente ese es otro problema.
Isagi se extrañó.
—Me gustaría poder explicarte más y si pudiera no te pediría este favor, pero no puedo decir cosas confidenciales por órdenes del amo Reo. Y eres la única persona con la que se encuentra en este momento en quien más confío.
Isagi sintió que algo oprimía su pecho y no era por el frío congelando sus dedos. Inseguro, volteó a ver la limusina. En un instante el mal carácter de Reo se asomó en sus recuerdos como un nervio que le alerta del peligro.
—Pero, ¿Eso no enojaría a Mikage-san?
—No te preocupes. Yo me encuentro en estos momentos yendo a la mansión, pero me demoraré unas horas. Después pediré que uno de los choferes te lleve a tu casa.
Isagi se sorprendió.
—Exactamente..., ¿Por dónde se encuentra, señora Ba-Ya? —preguntó Isagi.
—Me encuentro en el distrito de Shiki, pero trataré de llegar lo más rápido posible aprovechando la falta de tránsito.
Isagi se erizó. Algo había caído sobre su nariz y, acto seguido, aquello empezó a diluviar a su alrededor, descendiendo lentamente como hojas de papel al suelo. Estaba nevando.
—Pero, señora Ba-Ya, está nevando —avisó, alzando la mirada al cielo cubierto de negro. Era hermoso, pero inoportuno.
—Oh ya veo... Entonces no creo que este plan pueda funcionar —dijo Ba-Ya—. Lamento las molestias, Isagi-kun. Yo iré para allá, de cualquier forma pediré un chofer para que te lleve a tu casa.
—¡No, señora Ba-Ya! —espetó inmediato—. Espere...
Ba-Ya escuchó atenta.
—Ehm..., ¿De verdad Mikage-san... no tiene quién le ayude en su casa en este momento?
—Solo me tiene a mí —respondió con tranquilidad, pero Isagi pudo notar un tono desalentador.
Isagi se conmovió. Al principio dudó, pero ahora en aquella situación eso poco le importó.
—Entonces no venga, puede ser peligroso para usted, señora Ba-Ya —dijo con suavidad—. Yo... me encargaré de Mikage-san.
—No te preocupes, Isagi-kun. Yo estaré bien, iré para allá de todas formas —agregó—. Te lo agradezco mucho, no me gustaría que el amo Reo se quede solo en estos momentos.
—Lo entiendo.
—Muy bien, si todo está decidido, por favor comunícame de nuevo con Kokuyo, el guardia que te dio el teléfono —pidió Ba-Ya.
—Sí.
Y así fue como, luego de ser revisado de pies a cabeza, pasó un largo rato sentado en la limusina, viendo como Reo estaba acostado en los asientos frente a él soltando quejas de fastidio por el mareo. En pleno trayecto notó que le quedaba poca batería y chasqueó la lengua con algo de fastidio.
—Debí traerme el cargador —musitó Isagi y se quitó el abrigo y la bufanda dentro de la limusina—. Al menos la calefacción de aquí es acogedora.
Reo seguía balbuceando cosas incoherentes, pero Isagi no dijo nada. No obstante, era la primera vez que lo veía en un estado tan vulnerable. Pero, a pesar de verse desordenado: con la camisa saliendo de sus pantalones, su corbata colgando como un péndulo de su cuello y su cabello removido salvajemente sobre su rostro; Isagi se sonrojó y apartó la mirada.
<<Tal parece que no importa en qué estado este... Él siempre luce bien...>>, pensó, sintiendo que por dentro debía usar eufemismos para no ser descubierto por Reo, como si este fuera capaz de leerle la mente, pero, inconscientemente, se le escapó un pensamiento con el que se estremeció junto con el frío.
<<Tan atractivo...>>
El tiempo pasó, e Isagi no logró comprender cómo es que Reo pasó todo el trayecto despierto. Se asomó por la ventana y, al advertir la gran reja que daba paso a la zona residencial en la que Reo vivía, Isagi se colocó el abrigo y la bufanda nuevamente. Se sentía agradecido por ver que habían llegado sin tener ningún accidente. Ahora solo le preocupaba Ba-Ya.
Al llegar ante la gran reja de la mansión de Reo, unos guardias salieron de la pequeña cabina que estaba por fuera de la mansión para hablar con el chofer y algunos de los guardias que custodiaron la limusina. Luego de un intercambio de palabras uno de los guardias dio una señal a alguien de adentro de la cabina de seguridad y la gran reja se abrió de par en par. La limusina entró y, cruzando un camino de piedra elegante, rodeó por un lado una grande y hermosa pileta con el agua congelada para detenerse frente a unas escaleras de mármol. Ya habían llegado.
El chofer salió del asiento del conductor y, cuando iba a abrir, Isagi se adelantó, sorprendiendo al hombre. Iba a decir algo, pero solo se topó con la amable sonrisa agradecida de su pasajero mientras, de fondo, los guardias se apresuraban a subir las escaleras de la mansión para abrir la puerta, sin tener miedo gracias a las luces que había en cada escalón.
—Muchas gracias por traernos sanos y salvos, señor —agradeció Isagi, inclinando levemente la cabeza hacia él.
El chofer se sintió alagado, pero no tuvo tiempo de quedarse parado.
—¿Cree que pueda ayudarme con Mikage-san? —preguntó Isagi—. Es que temo resbalarme en el hielo y que los dos terminemos heridos.
El chofer, con gusto por la amabilidad de Isagi, asintió. No era la primera vez que Isagi se presentaba a la casa de Reo Mikage, pero no podía evitar sus reacciones genuinas por la belleza del lugar.
<<Tal vez... si tuviera decoraciones, estaría mucho más bonita.>>, pensó Isagi, sonriendo levemente de lado de forma inconsciente. No había duda de que Reo no celebraba esas fiestas, ahora sí podía ampararse en las palabras de Bachira.
Al entrar a la mansión, ayudaron a Isagi con Reo a quitarle los zapatos en la entrada para que luego él pudiera hacer lo mismo y a la ves dejar sus pertenencias. No obstante, luego de ver cómo dejaban a Reo acostado en el sofá de la sala, se extrañó al ver que todos salían en línea recta después de agradecerle. Ba-Ya no le había sido clara en nada, pero..., ¿No deberían estar protegiéndole en todo momento?
—¿Ah?, ¿Se van? —preguntó Isagi.
—Disculpe, señor, pero tenemos órdenes de no estar presentes en la mansión a estás horas —respondió el chofer—. Esta noche fue la excepción por este inconveniente, y tenemos órdenes de Ba-Ya para retirarnos después de dejar al amo Mikage en su hogar.
—Sí —respondió un guardia—. Ba-Ya nos comentó que podíamos confiar en usted, pero le advertimos que seguiremos vigilando aun si no estamos presentes. Espero lo tenga en claro.
Isagi, sonriendo algo nervioso, tratando de aguantar el peso de Reo sobre sus hombros, asintió.
—Sí. No se preocupe. No intentaré nada —aseguró Isagi.
—Bien. Ba-Ya está a poco de llegar, así que mientras tanto puede ponerse cómodo esperándola.
Isagi asintió.
—Sí, está bien. Muchas gracias —dijo Isagi.
Algunos guardias prendieron la calefacción de la mansión y la chimenea de la sala antes de partir. Después de que las puertas fueran cerradas con cerrojo, Isagi se espantó de sus pensamientos al oír que Reo volvió a balbucear desde el sofá que daba frente a la chimenea, siendo solo un obstáculo pequeño la mesita de en medio. Isagi lo había oído decirle una que otra cosa incoherente a algunos guardias, quienes no intentaban verlo ni a los ojos, pero se había ensimismado tanto con algunas dudas que tenía sobre el asunto que bajó la guardia.
Isagi, al ver la chimenea, se acercó a la sala para tratar de acumular calor. Se sentó en uno de los sofás y suspiró tranquilo. El ambiente era tan agradable que en esa situación no le importaría tener un poco de café o un delicioso chocolate caliente para leer. Fue ahí que el silencio penetró en su pecho. De verdad el lugar estaba desolado. No parecía haber nadie más en esa casa que Reo y él.
Al ya sentirse acogido, luego de unos minutos de que la calefacción derritiera el frío del ambiente, Isagi se quitó el abrigo y su bufanda y los dejó a un lado para ver a Reo. Por sus movimientos y sus leves quejas roncas, para Isagi fue suficiente ver que se sentía sofocado. Después de todo, para alguien hirviendo en el alcohol no era nada agradable estar en una mansión en la que ers necesario mantenerse caliente si es que no querías morir congelado.
Isagi se arrodilló frente a Reo para ver cómo se encontraba.
—¿Mikage-san? —habló Isagi, intentando no alzar mucho la voz, pues pensó que le podría ser un fastidio si era tan bullicioso—. ¿Cómo se encuentra?
Reo, soltando leves gruñidos giró la cabeza, aun con las mejillas ardiendo por el calor. A pesar de ver algo desenfocado el rostro de Isagi, lo reconoció y encarnó una ceja confundido.
—¿Isagi? —inquirió Reo—. ¿Qu-qué quieres...? —artículo con dificultad.
Isagi sintió un tic en su párpado mientras lo miraba con incredulidad. No sabía qué se esperaba de Mikage Reo, pero no era momento para arruinar la paz que debía mantener si es que no quería que Reo se enojara. A pesar de ser ambos hombres, tan solo por contextura y tamaño, Isagi estaba seguro de que no sería nada fácil someter a su jefe si se ponía violento, y encima en un modo que jamás tuvo la oportunidad de ver hasta lo ocurrido en la discoteca.
Isagi volteó al oír un tik tak y, sobre el arco de la entrada de la sala, divisó un reloj. Eran la una y media de la madrugada. No sabía cuánto tiempo podría demorar Ba-Ya, pero estaba seguro de que debía ayudarla. No podía dejarle toda la carga a ella sola, no ahora que se sentía algo responsable por ver a Reo en ese estado. Responsable por algo que... no se buscó.
—No se preocupe, no vengo a hacer nada. Ahora solo descanse, yo lo ayudaré —dijo Isagi, levantándose para salir de la sala e ir a la cocina. Luego de pasar por el recibidor se metió en el pasillo bajo las escaleras del lado izquierdo, hasta adentrarse en la primera puerta: la cocina. Reo perdió las pisadas de Isagi, pero no le importaba tanto. Estaba absorto.
Reo, pensativo, giró la cabeza, contemplando casi como si estuviera hipnotizado las bellas llamas de la chimenea, que tenían una reja de metal con un candado, por precaución de los guardias, para evitar accidentes. Él se veía maravillado, hasta que sus pupilas ascendieron por su esclerótica lentamente. Veía borroso, pero aquella foto sobre la chimenea ya estaba grabada en su memoria.
Todo pareció detenerse ante él, y, mientras unas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, hasta humedecer el asiento, una luz iluminó otro recuerdo de Reo, lo cual le hizo sorprenderse de una forma muy obvia, con una mirada amatista agotada que se mezclaba con el naranja del fuego. Tambaleante, se dirigió a un mueble con un cajón algo grande que había junto a una ventana, que en realidad era para decorar ese espacio vació y para tener un sitio donde poner el teléfono y la contestadora de la mansión.
Ahí estaba su tesoro que había escondido por emergencia, pero que había olvidado por completo que lo tenía. Era una botella de vino.
Isagi, por otro lado, dentro de la cocina, había ido a buscar algo de agua para Reo. Para serse honesto, Isagi no tenía idea de cómo lidiar con una borrachera más que tomar un medicamento para la resaca o tomar un baño, ya que él nunca había sido de esas personas que bebieran de más en momentos que no sean de reuniones de trabajo o en alguna que otra reunión casual en casa de sus amigos. Era un inexperto de primera bien educado por sus padres. Aun así, estaba dispuesto a darle su ayuda a Reo y a Ba-Ya como pudiera.
Luego de buscar unas botellas de agua y un vaso en la cocina, temiendo desordenar algo, Isagi advirtió que una cajonera, además de tener una cerradura donde se necesitaba una llave, también había una combinación de cuatro dígitos. Eso se le hizo extraño, más decidió no tomarle tanta importancia. Sin más, Isagi apagó la luz de la cocina y se dirigió a la sala. Fue entonces que sintió un extraño presentimiento, pues todo estaba demasiado tranquilo para ser una buena señal. Y ni bien oyó el ruido de una botella estrellándose contra el suelo, se alarmó.
Al ingresar a la sala, Isagi se sorprendió al ver que Reo estaba tirado en el sofá con la cara hundida en el asiento. Y, ahí, cerca de la entrada, vio una gran mancha de vino y una explosión de cristales verdes alrededor. Al ver eso, pensó instantáneamente en la estantería de vinos de la cocina, sin duda debía evitar que Reo llegara ahí. Debía ser más cauteloso.
—¡Mikage-san! —dijo Isagi, yendo a revisarlo—. ¿Se encuentra bien?
Reo gruñó leve contra el sofá y, al alzar la mirada y ver su botella destruida, se fastidio.
—Mierda... —masculló y volvió a dejar caer su cara en el sofá como resignado.
—Creo que lo mejor será que lo lleve a su habitación, Mikage-san. Aquí se lastimará —advirtió Isagi.
—Cállate... —balbuceó con la voz rasposa—. ¿Sigues siendo tú, no Isagi? Si eres tú, entonces dé... —Tosió al sentir su garganta seca—. Déjame solo...
—No puedo dejarlo solo en este estado, se hará daño —espetó Isagi, sin sonar tosco, y trató de levantarlo.
—¿Y eso acaso te importa? —preguntó despreocupado, casi inentendible por el poco uso de su lengua para articular, pero Isagi lo entendió perfectamente.
Al oír eso, Isagi se detuvo en seco, sosteniendo apenas a Reo del torso para levantarlo. Sus mejillas se tornaron de un sutil color rojo, pero se camuflaba fácilmente con el color de las llamas. No obstante, pese a esa distracción, continuó haciendo fuerza para cargar a Reo y tomó la botella de agua, mientras este, sin verle más importancia a la situación, luego de ver su botella de vino destruida, se dejó llevar.
<<Sí.>>, afirmó en sus adentros, abrazando con más firmeza el torso de Reo, dejando que ponga su peso sobre sus hombros. Su corazón no dejó de latir frenético con solo esa palabra.
<<Pero...>>
—No es necesario que me tenga que importar —empezó a decir Isagi—. Lo importante es que necesita ayuda.
—¿Ah? —soltó un bufido de incredulidad—. No la necesito...
Isagi, al oír eso, al principio dudó en seguir hablando, pero algo en sus adentros le decía que tenía que sacarlo de su sistema. Algo muy profundo dentro de él...
—Solo..., ¿No cree que le gustaría algo de compañía... en lugar de estar aquí solo? —preguntó, con una voz pausada y suave, creyendo que así las cosas seguirían en calma.
Reo, al oír eso, abrió los ojos un poco y, de soslayo, miró a Isagi usando toda su fuerza para empezar a subir el gran tramo de escaleras.
—¿De... solo sentir frío cuando... ya no hay nadie que te quiera? —empezó a decir Isagi, sintiendo como su voz se quebraba un poco.
<<Para, Isagi...>>, se dijo a sí mismo. Sus ojos empezaron a arder. ¿En qué momento le dio el valor para decir algo así?, ¿Se estaba aprovechando del estado etílico de Reo o simplemente era el deseo de expresar cómo se sentía? Sin importar las alternativas, Isagi apretó la mandíbula para callarse, pero Reo, entendiendo un poco y dejándose llevar por sus frágiles emociones, dejó caer el mentón sobre el hombro de Isagi. Isagi se sorprendió y giró su cabeza para verlo, encontrándose ambos cara a cara. Por la extraña confianza que estaban teniendo, Isagi obvio por completo la cercanía que tenían.
—Si no hay alternativa... porque no hay nadie... —empezó a decir Reo, hundiendo sus labios cerca del cuello de Isagi.
En ese momento Isagi se paralizó y reaccionó sonrojándose de toda la cara, pero se calmó al ver que solo estaba ocultando su rostro.
—¿Qué harías tú? —preguntó Reo, sintiéndose adormilado.
Isagi podía sentir su corazón latir desbocado y retumbar por todo su cuerpo, sus pupilas radiantes por la concentración de sentimientos.
—Si es que siento que llegó el momento..., buscar —dijo Isagi, terminando de subir el primer piso para detenerse un momento y agarrar fuerza y aire.
Reo se le quedó escuchando.
—Tal vez... haya alguien más que... —tartamudeó Isagi, sintiendo algo de pena por hablar de este modo con Reo.
Ellos nunca habían tenido conversaciones así, pero, dejando de lado la culpa por sentir que se estaba aprovechando, sentía que sí era necesario, pues estaba descubriendo un lado nuevo de Mikage Reo que jamás había visto. Y, por más raro que pareciera, le gustaba...
—Tal vez haya alguien más que... —repitió, está vez girando a verlo, y se paralizó al ver que sus rostros ahora estaban frente a frente, con las puntas de sus narices rozándose sutilmente.
Isagi podía sentir su corazón retumbar en sus oídos. No sabía que estaba sintiendo Reo en ese entonces, pero le gustaba mucho esa sensación. Le gustaba ver como las luces naranjas de los faroles que adornaban la casa daban un ambiente cálido al momento, haciendo resaltar la bella mirada de aquel chico de ojos amatistas que lo hacían querer perderse en ellas por siempre, por brillar como gemas incandescentes. La calidez que emanaba la calefacción en el lugar no era lo único que acogía en ese momento. Y Reo, pensaba igual.
A pesar de sentir cansancio, ver el contrastante brillo naranja sobre los ojos azules de Isagi lo hicieron espabilar a Reo, y la posición comprometedora de los dos, por más que sea incómoda para él por la forma en la que Isagi lo cargabá... le era agradable, con sus respiraciones mezclándose.
—Tal vez... —repitió Isagi, algo perdido en su mirada, pero escuchándose consciente de lo que pasaba.
—¿Sí? —incitó Reo, en un tono que estremeció a Isagi por no saber cómo tomárselo. ¿Era acaso... una señal de provocación?
Isagi se sintió conflictuado. Lo que estaba pasando en ese momento era lo que más quería que pasase desde hace bastante tiempo, desde que conoció a su jefe por primera vez. Si en antes se había preguntaba por qué Mikage Reo le atraía tanto ahora entendía por qué. Ese era el Mikage Reo que Isagi Yoichi sentía que amaba.
Pero...
De pronto, Isagi disminuyó la intensidad de su mirada y alejó la cercanía de sus rostros para apartar la mirada y atender las siguientes escaleras en espiral que debía subir. Reo, de pronto, sintió frío y se extrañó porque fue como si le hubieran dado un duro golpe de realidad. Estaba tomado, pero no había bebido tanto como para no pensar en lo molesto que fue perder esa sensación de calor que le generó la conversación de Isagi.
—Tal vez haya alguien más que te amé allá afuera... y que aun te este esperando —dijo Isagi, y como si no hubiera pasado nada, aun sintiendo su corazón latir como loco, continuó subiendo para encontrar el cuarto de Reo, usando el más lujoso como guía de búsqueda.
<<No... yo no quiero las cosas así...>>, pensó Isagi, tratando de relajarse de la adrenalina. <<No voy a desesperarme... No quiero repetir los mismos errores de nuevo... No quiero...>>
Mientras Isagi subía a Reo, este no dejó de pensar, aturdido y aun sumido en el alcohol mientras estaba rendido en su hombro. Y ni bien llegaron a su habitación e Isagi lo acostó, se decidió lo que quería hacer a continuación.
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Buenas, gente. Nuevamente esta parte me quedó larga, así que habrá una tercera. Espero les haya gustado. A mí la verdad me está encantando escribirla, pero creo que tendré que seguir tomándome mi tiempo para terminarla. Esta vez fueron 4,376 mil palabras.
Eso sería todo, espero sus comentarios y ver qué opinan, pronto subiré la continuación. Que la pasen muy bien, adiosito. Cuídense.
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