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|| To hide » Takashi Mitsuya {2.5/3} ||

Conocía su número de teléfono, pero no tenía sentido llamarle si él mismo había elegido desaparecer durante unos días.

Aquella era la tercera tarde sin saber nada de Mitsuya y no sabía cómo sentirme al respecto. ¿Acaso se había echado atrás? ¿Ese beso fue fruto de un breve momento de confusión?

A pesar de conocer la verdad, todas esas horas sentada tras el mostrador dieron lugar a miles de ideas. La mayoría de ellas me empujaban a llorar de pura impotencia. No obstante, había un pequeño grupo que resguardaba mi cordura de aquella avalancha de pensamientos negativos.

Conociendo su forma de ser, me imaginaba que estaba demasiado avergonzado y que no se atrevía a volver.

Debí detenerle antes de que se esfumara.

La puerta chirrió por tercera vez en la tarde. Si mis energías no estuvieran bajo mínimos, me habría apresurado a dar la bienvenida al nuevo cliente. También había perdido la esperanza de que él apareciera, así que, simplemente, me levanté de la silla y dirigí la vista hacia la entrada.

No era una sola persona, sino varias. Tres, en concreto. Todos eran chicos de mi edad y no pude reconocer a los primeros, de cabello rubio. Sin embargo, el último sí me era conocido y una ráfaga de gratitud me obligó a sonreír.

El más alto, dio conmigo rápidamente. Sonrió, al igual que la primera vez que nos vimos, y se acercó a mí.

—Es bueno verte, Naru-chan —Hakkai mantuvo las manos en los bolsillos de su chaqueta—. ¿Molestamos?

—No. Claro que no —le respondí, echando un vistazo a sus dos amigos, que permanecían cerca de la puerta.

Miré en su dirección y esperé unos segundos hasta estar segura de que Mitsuya no entraría por haberse quedado atrás.

Hakkai se percató de mi desilusión y decidió tranquilizarme.

—Taka-chan lamenta no haber venido estos días —me comunicó, ligeramente apesadumbrado—. Hemos tenido bastantes cosas que hacer en la Tōman y, bueno ... —pero la comprensión en mi mirada le hizo cambiar el discurso, dándole un giro de ciento ochenta grados—. En realidad, parece que su valor ha huido del país —me obsequió una adorable mueca, tras lo que agrandé mi sonrisa—. Supongo que ya lo habías imaginado, pero él cree que te hizo pasar un mal rato. Espero que no se lo tengas muy en cuenta.

—No te preocupes, Hakkai —dije, suspirando—. Yo tampoco he sido capaz de llamarle. Lo entiendo.

Y, de repente, el más bajo de sus acompañantes se acercó para examinarme detalladamente.

Cuando me di cuenta de que estaba siendo observada y mis ojos se encontraron con los suyos, un extraño escalofrío surcó mi cuerpo.

El chico ladeó su rostro, revelando su curiosidad, y no se detuvo hasta que el último individuo, casi de la misma estatura de Hakkai, lo tomó por el hombro.

—No la intimides, Mikey —le amonestó, con el ceño fruncido—. No hemos venido a causar ningún problema —dicho lo cual, se enfocó en mí y sus pupilas adquirieron un color mucho más amable—. Discúlpalo. Nuestro capitán a veces olvida sus modales.

¿Ese chico que apenas me sacaba unos centímetros era el capitán de la banda?

Moví mis manos, desconcertada y aliviada.

—Está bien. No me molesta —aclaré, aceptando una sonrisa de su parte al tiempo que analizaba la tinta que recorría parte de su cabeza rapada—. Sois amigos de Mitsuya, así que no hay ningún problema. Podéis venir cuando queráis.

Mikey, o así se habían referido a él, se alejó de nosotros sin añadir nada. Con la cabeza en alto, echó un vistazo a los pasillos.

—¿Tienes libros de mecánica?

Su pregunta me pilló un poco por sorpresa, pero reaccioné rápidamente y le indiqué el lugar al que debía ir.

—Sí. En el último pasillo, la pared de la izquierda. Junto a las enciclopedias.

Emitió un tenue ruido de aprobación y se dirigió hacia el sitio con las manos metidas en los bolsillos.

Los tres nos quedamos mirándolo por unos segundos. Había un aura realmente extraña rodeando a aquel chico, pero no pude pensar mucho en ello puesto que las toses fingidas de Hakkai reclamaron todos y cada uno de mis sentidos.

Él, amablemente, inició una conversación de la que también fue partícipe su otro amigo, Draken.

Sus nombres eran familiares a mis oídos. Mitsuya me había hablado de ellos en numerosas ocasiones, así que no eran unos completos desconocidos para mí.

La charla se alargó durante un buen rato. Tanto que no tardé mucho en ofrecerles algo de beber y un par de sillas.

Fue una grata visita, sin duda. Además, me sentí bien al no tener que enfrentarme a la soledad de la tarde, en especial después de lo que pasó días atrás.

De alguna forma, sabía que esos chicos estaban allí por eso mismo.

—La reunión empezará en menos de una hora. Deberíamos marcharnos, Hakkai —dijo Draken tras echar una mirada al sol poniente.

Nos levantamos a la vez y, algo apenada, le di las gracias por haber venido.

—Ha sido un placer conocerte, Draken-kun. Gracias por haber venido.

Su sonrisa fue efímera, pero suficiente para saber que ese sentimiento era mutuo.

—Vendremos más por aquí, Narumi-chan. Si está bien para ti, claro —me propuso, educado.

Y, sin quererlo realmente, me agarré a ese clavo ardiendo por puro egoísmo. Indagar más no resultaría bien. Solo quería estar segura de que no eran imaginaciones mías.

—Mitsuya os contó lo que pasó, ¿verdad?

No quería que notasen la tristeza en mi tono de voz, no obstante, mis emociones estaban tan desbordadas desde aquellos incidentes que no pude ocultarlo.

Lo ví reflejado en el rostro de Draken y, al mirar a Hakkai, solo pude sonreír por el tierno esfuerzo que estaban haciendo.

—Naru-chan, en realidad nosotros no ... —quiso explicar el pequeño.

Yo lo detuve porque no estaba molesta. En absoluto. Si bien me sentía un poco desanimada, agradecía el gesto.

—Está bien. No creo que hiciera mal —admití—. Aunque supongo que venir aquí fue idea tuya.

Hakkai se empequeñeció a nuestros ojos, igual que un niño siendo pillado en un engaño. Agachó la cabeza, avergonzado y tratando de ocultar un creciente sonrojo.

Todavía no le conocía mucho por mí misma, pero la historias de Mitsuya me habían ayudado a imaginar cómo era su mano derecha en la vida real. Un chico dulce que no dudaría en echarle una mano a su hermano mayor para quitarle alguna que otra preocupación.

Draken le dio un suave empujón con el brazo, instándole a explicarse.

—Taka-chan solo me contó un poco de la historia y pensé que podría venir en su lugar hoy porque ese chico podría ...

Sabía a la perfección que Mitsuya no enviaría a nadie a cuidar de mí. Ni siquiera él tomaría ese papel. Causar problemas a los demás era lo que menos me gustaba en el mundo y él no involucraría a nadie en un problema que solo me concernía a mí.

—Sé que tus intenciones son buenas, Hakkai —le impedí seguir con su torpe discurso—. No tienes que explicarme nada. Me lo imagino, pero no hace falta que vengáis si es por eso. No necesito ningún guardaespaldas y, créeme, aprecio tu iniciativa. Solo que esto es algo que debo solucionar yo —le dije—. Si vuelve, llamar a la policía es lo único que tengo que hacer —le sonreí, atenta a la vulnerabilidad que destilaba su mirada—. Además, pronto será la época de exámenes y mi hermana se quedará en la tienda todo el día. No estaré mucho por aquí y evitaré cualquier riesgo innecesario.

—Creo que lo tienes bastante controlado —asintió Draken—. ¿No crees, Hakkai?

Arrepentido de haberse tomado unas libertades que no le correspondían, se disculpó varias veces y yo reiteré mis palabras.

No quería que se sintiera mal y mis nervios se estaban disparando, por lo que me aparté ligeramente de ambos, que me miraron expectantes mientras caminaba hacia el otro lado del mostrador.

—Tenéis una reunión, ¿no? Iré a buscarle —y así me zafé de aquella incómoda situación.

Al llegar al último pasillo, pensé que lo encontraría vacío. Hacía mucho rato que ese chico se esfumó y creí que andaría distraído, mirando los estantes sin interés alguno. Por eso, cuando lo vislumbré sentado en el suelo con un viejo tomo en el regazo, un débil sonrisa cruzó mi semblante.

Parecía tan concentrado en su lectura que no quise importunarle, pero él ya se había enterado de mi silenciosa presencia.

Cuidadoso, pasó una hoja. No levantó la vista ni me preguntó el por qué de mi intromisión; siguió leyendo, invitándome a hablar.

—¿Te ha parecido interesante el libro?

—Es bastante bueno, sí —me respondió.

—Me alegra oír eso —dije, llena de alivio—. Puedo recomendarte alguno más, si quieres.

Sin embargo, Mikey cerró el pesado ejemplar y, rápidamente, se puso en pie. Dejó el libro en su lugar y se giró, quedando frente a mí.

La intensidad de su mirada me hizo dudar sobre si estaba siendo sincero conmigo, pero, a los pocos segundos, una risueña sonrisa se adueñó de sus labios.

—No hace falta. Ya he visto todo lo que necesitaba —me reveló.

Y, por su forma de decirlo, entendí que se refería a algo más.

—Está bien —me rendí, incapaz de aguantar la compostura—. Espero que podamos hablar más la próxima vez, Mikey-kun.

Hizo un tenue movimiento de barbilla, aceptando mi propuesta, y se adelantó para salir del estrecho pasillo y regresar con sus amigos.

La idea de haberle molestado cayó sobre mí con un peso aplastante. No le conocía de nada. No sabía cómo enfrentarme a alguien tan imponente como él y tampoco era muy hábil con las relaciones sociales, así que me puse en lo peor. No podía haber sido tan torpe como para meter la pata después de todo, ¿verdad?

—Narumi-chan —su voz me golpeó de repente.

Mis esperanzas revivieron y me tiré al instante.

Mikey no se había vuelto hacia mí, me daba la espalda, pero había detenido sus pasos.

—¿Sí?

—¿Te gustaría venir con nosotros a la reunión?

Aquella pregunta me desestabilizó.

¿Acaso una extraña como yo podía ir a una reunión de su banda como si nada? ¿No se molestaría el resto de sus miembros al ver a una intrusa entre sus filas?

Mi respuesta no llegaba y Mikey me miró, consciente del debate interno al que me estaba enfrentando. Agrandó su sonrisa, rompiendo la tensión que recorría mi cuerpo de un plumazo.

—Tranquila, eres una invitada. Nadie se molestará por ...

—En realidad —lo interrumpí, cayendo en la cuenta de lo que me preocupaba realmente—, no sé si Mitsuya quiere verme ahora mismo y no quiero que sea incómodo para él.

Ni siquiera habíamos compartido un mensaje de texto desde ese día y presentarme allí sin previo aviso podría ser contraproducente. Hasta Hakkai me había reconocido que no había tenido el valor de llamarme, entonces ... ¿Con qué cara iba a aparecer ante él? Estaría haciendo el mayor de los ridículos.

—Si ese es el problema, Mitsuya no tiene por qué saber que estás allí —se encogió de hombros, quitándole hierro al asunto—. Pero me gustaría que vinieras hoy. Puede ser interesante.

¿Interesante? ¿A qué se refería con eso?

Negarme era la salida más simple. Debía cerrar la librería aún y tardaría un tiempo en dejarlo todo listo para el día siguiente. No me gustaría que se retrasaran por esperarme, así que quise darle esa excusa a Mikey justo cuando mi hermana apareció.

Todos la saludaron educadamente y Mikey tomó la iniciativa para saber si podía irme con ellos por un rato. Al principio ella parecía un poco desorientada. Su hermana pequeña no solía estar rodeada de tanta gente y menos de chicos, por lo que su gesto de desconcierto no me sorprendió en absoluto.

No obstante, viendo la insistencia de Mikey, yo misma le pedí permiso. Sabía que me lo daría porque era muy raro que yo quisiera actuar como una adolescente normal y corriente y no era capaz de oponerse a ello en dichas contadas ocasiones.

Con su visto bueno, prometí volver a casa antes de la hora de cenar y me marché de la librería junto a esos tres chicos.

Draken y Mikey me aseguraron que el lugar de la reunión no quedaba muy lejos y, tras unos diez minutos andando, llegamos a lo que parecía el camino de subida a uno de los viejos santuarios que quedaban repartidos por esa zona de la ciudad.

Hakkai hizo una corta llamada y Draken decidió esperar conmigo. Nos despedimos de ellos y esperamos a que llegase la persona que se quedaría conmigo durante el rato que estuviese allí. Cuando Draken me dijo aquello pensé que sería algún miembro de su división y de ahí la sorpresa cuando ví a una chica de nuestra edad bajando la colina.

Ella alzó el brazo, saludándonos.

—Eres Narumi-san, ¿verdad? —dijo, sonriente—. Yo soy Yuzuha Shiba, la hermana mayor de Hakkai. Me alegra conocerte por fin.

Me tomó de las manos, verdaderamente contenta de tenerme delante, pero la profunda voz de Draken me impidió devolverle el saludo.

—Yo tengo que subir ya. ¿Sabes dónde poneros para verlo todo? —inquirió, a lo que Yuzuha asintió—. Bien, no tardeis mucho u os perderéis lo importante.

—Sí, sí —le apremió ella—. Ve antes de que se pregunten dónde andas.

Draken se alejó tras una última mirada y desapareció entre la maleza que rodeaba el camino.

Yuzuha dejó ir un largo suspiro de alivio y yo sonreí. Parecía una chica tan simpática como su hermano.

—No sabía que Hakkai tenía una hermana —me incliné un poco, mostrando los respetos ante alguien mayor—. Es un placer, Yuzuha-san.

—No seas tan educada, por favor —me pidió, entre risas—. Me recuerdas a Mitsuya —sonrió aún más, divirtiéndose—. Nos conocemos desde que éramos niños, pero sigue hablándome con honoríficos.

Sí. Eso es algo que haría Mitsuya, pensé.

Una tonta sonrisa cruzó mi boca y, a pesar de que no pasó desapercibida para ninguna de las dos, ella no incidió en aquel revelador detalle y agarró con fuerza mi mano.

—Vamos, tenemos que coger un buen sitio —me instó, tirando de mi brazo.

—¿Eh?

Yuzuha me guió primero por un camino de piedra que subía la colina. Después de un minuto, múltiples siluetas con vestimenta negra entraron en nuestro campo visual y ella se apresuró a llevarme hacia los árboles que resguardaban el lugar.

Fuimos esquivando la maleza que nos tropezábamos e intentamos hacer el menor ruido posible. No fue difícil ocultarnos de todos esos chicos. Gracias a la poca luz natural que se iba desvaneciendo a buen ritmo pudimos adueñarnos de un enorme roble que nos proporcionaba una vista privilegiada de la escena.

Yuzuha señaló hacia algún punto del grupo mientras recuperaba el aliento.

—Ahí están los chicos —me indicó.

Apoyada contra el grueso tronco, inspiré y traté de encontrarlos entre todos aquellos individuos que vestían con atuendos tan similares.

Por suerte, había una clara diferencia entre los capitanes y sus subordinados. Identificar a Hakkai fue terriblemente fácil debido a su altura y, frente a él, se mantenía erguido Mitsuya.

Me sostuve de la corteza, más ansiosa tras verlo. Su postura era digna de alguien importante y su rostro reflejaba dureza. A pesar de la distancia que nos separaba, pude ver su ceño fruncido y, en mi inocencia, actué egoístamente, deseando que fuera yo quien le hacía parecer tan pensativo.

Pronto encontré al resto de caras que me eran conocidas. Mikey y Draken habían subido unos peldaños, parándose frente a todos los presentes en la reunión. No obstante, Mikey se sentó en estos y solo entonces comenzó a hablar.

Dio una serie de instrucciones y recordó otros tantos acontecimientos a los que todos debían asistir la próxima semana. Ciertamente actuaba como un verdadero líder. Su aspecto podía despistar a cualquiera, pero tenía madera para ese puesto.

Durante aquellos minutos mis ojos iban y venían de Mitsuya a Mikey, pues tenía la sensación de que este último conocía nuestro escondite. Además, había algo en su comportamiento, en su insistencia por llevarme con ellos, que no había podido pasar por alto. ¿Qué era lo interesante según él?

Quise adivinar sus intenciones, pero fue más rápido de lo que esperaba.

—Bien —asintió, satisfecho con el rumbo que había tomado la reunión—. Dicho todo esto, solo queda una última cosa que tratar. Mitsuya —le llamó, haciendo que alzase la cabeza en su dirección—, acércate.

Se escucharon lejanos susurros. Algunos comenzaron a preguntarse por lo que estaba sucediendo. Entendí que aquello no era habitual y menos aún si se trataba de Mitsuya. ¿Acaso se había metido en algún lío? ¿Mikey le echaría algo en cara, delante de todo el mundo?

Me tensé y sentí cómo, a mi lado, Yuzuha se revolvía.

—Qué raro —susurró.

Los cuchicheos siguieron propagándose por las filas, pero él no abrió la boca y dio dos pasos al frente, quedando cerca de Mikey. Fue Draken quien mandó callar a los chismosos de turno.

El silencio permitió que Mitsuya preguntara por la razón de su llamado.

—¿Qué ha pasado?

Mikey le regaló una apacible sonrisa, transmitiéndole calma.

—Un chico habló con Ken-chin esta mañana. Dijo que quería tener una pelea limpia, uno contra uno, con el capitán de la segunda división de la Tōman —informó el capitán, sin perder la tranquilidad—. ¿Cuál era su nombre?

La pregunta iba dirigida a Draken, que permanecía a sus espaldas y en pie. Mitsuya cruzó miradas con él, intentando descifrar de qué iba todo aquello.

—Hiro-kun —proclamó—. ¿Lo conoces, Mitsuya?

Sé que mi cara fue la misma que la suya. Sus orbe se agrandaron, aunque no demasiado, y quise ocultar su impresión de los demás agachado la barbilla.

¿Por qué estaba llevando todo eso tan lejos? ¿Por qué no se olvidaba de mí de una maldita vez?

¿Por qué insistía en meter a Mitsuya en todo eso?

Se había alejado para no recordarme el mal trago que pasé aquella tarde. Él ... Él había hecho el sacrificio de no involucrarse, de no golpear a ese engendro que me había amenazado como si nada. Estaba esforzándose al no intervenir, dejando que yo sola arreglara el problema. Entonces, ¿por qué demonios había acabado así?

—Sí —se limitó a contestar, cabizbajo.

—¿Eso significa que aceptas participar en la pelea? —le preguntó Mikey, mostrando algo más de interés.

—No he dicho eso.

Su voz resonó por el lugar, llegando a mí cristalina y perforante y generando nuevos murmullos entre los miembros de la banda.

Su posición como capitán le comprometía tanto que negarse podía suponer un fallo fatal. ¿Qué pasaría si creían que estaba huyendo? Él era uno de los líderes de la banda y debía dar buen ejemplo como tal. Su obligación era aceptar el encuentro. Eso era lo que haría cualquiera de sus compañeros.

Pero su rostro era distinto y Mikey lo sabía, así que, sin una pizca de vergüenza, se atrevió a desviar la mirada hacia mí.

—Entonces, ¿no vas a hacerlo, Mitsuya?

El calificativo "cobarde" se extendió por todas partes, llegando también a nuestro escondite.

Se lo agradecía. Él estaba pensando en mí, abandonando su posición. Se negaba por respeto a mí y nadie sabía eso. Todos pensaron que el miedo le había ganado cuando, en su lugar, era mí recuerdo el que le impedía actuar como de costumbre.

—Necesito una respuesta —le apremió Mikey.

Habría dado lo que fuera por tener el valor de salir y gritarle que no me antepusiera. Yo no era quién para interferir en sus acciones como capitán. No debí pedirle que se mantuviera al margen. Estaba restringiéndole y nunca quise prohibirle nada.

Yuzuha se inclinó para estar más cerca de mí.

—¿Sabes por qué Mitsuya se está comportando así? No es propio de él —reconoció.

Me mordí el labio inferior, culpable de que él se encontrara en aquella encrucijada.

—Ese chico me acosa —solté, sorprendiéndola—. Y Mitsuya me prometió que no caería en sus provocaciones —le expliqué brevemente—. Por eso está dudando. No quiere entrometerse en mis problemas.

Y ahora se va a meter en un lío mayor. Todo por mi culpa.

En la lejanía, ví cómo luchaba contra sus deseos. Su palabra era válida incluso si aceptaba pelear contra Hiro. Sabía lo que pensaba, sabía cuánto tenía en cuenta mi petición y era suficiente.

No sé si mi sufrimiento llegó a él, pero levantó la mirada. Una corriente del frío viento primaveral me congeló la respiración hasta que sus ojos plantaron cara a Mikey y dio su veredicto final.

—Lo haré —sentenció—. ¿Cuándo será?

Sus palabras callaron los sibilinos rumores de aquellos que habían dudado de la valentía de su superior.

Una ráfaga de aire enredó mi cabello, ocultando parte de mi rostro.

—El sábado por la noche, en el descampado de las afueras —comunicó Mikey mientras se levantaba, dando por terminado el reporte—. Bien, esto era lo último. Mañana a la misma hora, chicos.

Todos se despidieron de su capitán con un grito común y empezaron a dispersarse. Hakkai se adelantó, tocando el hombro de Mitsuya. Le dijo algo, pero el ruido de varios motores hicieron imposible que escucharamos la conversación.

Yuzuha también tomó mi brazo. Se veía apenada a pesar de la sonrisa que portaba.

—Creo que es hora de irnos —dijo—. ¿Estás bien?

Asentí, en contra de mis sentimientos.

—No había otra manera —di por hecho, alicaída.

—¿Estás segura de que no quieres hablar con él? —me preguntó, suavizando la voz.

Me negué. Una parte de mí tenía la necesidad de correr hasta allí y abrazarlo, pero la noticia había conseguido aplastar cualquier voluntad que tuviera.

Así pues, seguí a Yuzuha en completo silencio. La ramas y hojas secas que pisaba era lo único que se oía a nuestro alrededor. Y, cuando llegamos a los pies de la pequeña colina, ya no había rastro de ningún miembro de la Tōman.

Supuse que Hakkai y Mitsuya bajarían pronto, por lo que quise despedirme de Yuzuha y darle las gracias por haber sido tan amable conmigo.

—Yuzuha-san, yo ...

El oxidado sonido de mi móvil recibiendo una llamada me impidió terminar y ella esperó a que sacara el aparato del bolsillo de mi falda. Mi hermana debía estar ya en casa, preparando la cena, pero era pronto aún. Los últimos rayos de sol ondeaban en el cielo, aunque los minutos de luminosidad estaban llegando a su fin.

La luz escaseaba, pero logré leer el nombre de la persona que estaba intentando hablar conmigo. Por instinto, tomé el móvil con más intensidad y me pregunté si debía descolgar. Una pregunta estúpida que puso en evidencia lo mucho que me afectaba leer o escuchar su nombre, sin importar cuál fuera la situación.

Entonces, algo hizo click en mi embotada cabeza y retrocedí, llamando la atención de una Yuzuha que no comprendía mi reacción.

—¿Pasa algo, Narumi-chan?

—No —corrí a decir—. Es decir, sí —estuve cerca de tropezar por tratar de caminar hacia atrás, pero pude recomponerme y girarme—. Tengo ... Tengo que responder. Muchas gracias por todo, Yuzuha-san. Agradécele a Hakkai también, por favor. Nos vemos otro día —dije, regresando al mismo camino que habíamos recorrido juntas.

—¿Es Mitsuya? —preguntó, antes de que me alejara más.

Me volví hacia ella y la ilusión que bañaba mi rostro fue la respuesta que no logré pronunciar.

Ella esbozó una bonita sonrisa e hizo un gesto para que siguiera caminando.

—Ve. Te esperaré aquí —aseguró.

No le podría haber pedido que esperara por mí, pero fue un alivio que lo dijera. Hablar con ella era cómodo, nada forzado, y eso me hacía querer contarle miles de cosas. Puede que, por primera vez en mucho tiempo, hubiese encontrado a una amiga.

Recorrí el malogrado sendero, raspándome los brazos con alguna que otra rama con la que tropezaba inevitablemente. Cuando ya quedaban unos pocos metros para llegar al escondite que habíamos utilizado, decidí descolgar debido a un repentino temor de que Mitsuya desistiera ante mi falta de respuesta.

A toda prisa, acerqué el teléfono a mi oído y contuve la respiración, preocupada por que ni me escuchara jadear.

—¿Narumi? —me nombró—. ¿Estás ahí?

Alcancé el gran árbol que me protegió minutos atrás y recogí una rápida bocanada.

—Sí, perdón —le dije, observando que había tomado asiento en uno de los peldaños que llevaban al viejo templo—. ¿Por qué ...? ¿Por qué has lla ...?

Debí hacerlo antes. Lo siento —se disculpó y yo ví cómo se llevaba una mano al cabello, nervioso—. ¿Cómo estás?

Me recosté sobre el tronco sin apartar la vista de él.

—Bien. Todo ha estado bastante tranquilo por la librería desde el otro día —le comenté, aliviada de que sonase igual que siempre—. ¿Y tú?

Me alegro de que no haya ocurrido nada más —suspiró, relajándose—. Bueno, no creo que "bien" sea la palabra indicada en mi caso. En realidad ... Estoy un poco agobiado.

Tragué, inquieta.

—¿Es por lo que pasó?

Ninguno quería incluir el beso en la conversación, pero necesitaba asegurarme de que su iniciativa no fue un error del que se arrepentía.

No —acabó diciendo—. He sido un cobarde y he pensado mucho en ello hasta reconocer que volvería a hacerlo si tuviera la oportunidad y tú me lo permitieras, claro —una torpe risa llegó a través de la línea, propiciando un dulce mazazo a mi corazón—. Aunque eso deberíamos hablarlo en persona, ¿no?

—Sí. ¿Vendrás pronto? —mi voz temblaba de emoción y, probablemente, Mitsuya se percató, pues distinguí una sonrisa en sus labios.

Puedo ir ahora, si ...

—No, ahora no estoy allí —lo frené, sintiendo cómo mi pulso se descontrolaba por momentos.

Entiendo —agachó la cabeza, temeroso de haber ido demasiado rápido.

Yo dejé de mirar su figura y me escondí mejor. El repiqueteo del bombeo de sangre llegaba a mis oídos y apenas pude aclarar mi garganta para decir algo que me avergonzada tanto.

—Pero te he echado de menos, Mitsuya —me encogí, ruborizada.

¿Por qué no era capaz de terminar con todo aquello y correr hasta él? ¿Por qué me costaba un mundo decir esas palabras? Eran simples y sinceras, directas.

Después de todo, seguía siendo la chica introvertida y tímida que no sabía cómo manejar sus sentimientos.

Su silencio me permitió recobrar la compostura, sin embargo, apenas me permitió abrir los ojos nuevamente.

—¿Podrías ...? ¿Podrías decirlo cuando nos veamos? —solicitó, bajando el tono—. Mierda, daría lo que fuera por ver tu sonrojo ahora mismo —reconoció, exaltado.

Podrías verlo si yo no fuera tan estúpida y llorica.

Su petición escaló por todo mi pecho, presionando mis fibras y humedeciendo mis orbes.

—Lo haré —acepté.

Estaré esperándolo —se estaba conteniendo, lo notaba, pero no añadí nada más y él continuó—. Aunque también hay otra razón para mi llamada —cambió de rumbo y esperé a que encontrase la manera de explicarse—. Acabamos de tener una reunión en la Tōman y parece ser que Hiro habló con Draken. Quiere pelear conmigo, solos, él y yo. El sábado por la noche —chasqueó la lengua, demostrando su molestia sobre el asunto—. Si me lo hubiera encontrado yo mismo, me habría negado. Supongo que imaginó eso y fue directamente a la Tōman porque dedujo que así sería más difícil que dijera que no.

Solté un suspiro, agradeciendo que llegara a ese punto. Sabía que había contactado conmigo por ese motivo y me alegraba porque eso significaba que, por encima de su posición como capitán en aquella banda, quería escuchar mi opinión y tenerla en cuenta.

—Entonces, eso quiere decir que has dicho que sí, ¿verdad? —fingí no tener esa misma información en mi poder.

—respondió, resignado—. Cuando un capitán se niega a algo así ... Creo que puedes imaginar lo que mi división pensaría —había presenciado esos murmullos maliciosos, por lo que entendí de qué estaba hablando—. Quería que lo supieras y saber lo que te parece —hizo una corta pausa, algo asustado—. Hablaré con Mikey si no estás tranquila con esto y anularemos la pelea. Aceptar ahora era una simple formalidad frente a todos, pero no estoy obligado a ...

—Mitsuya —su nombre salió de mí acompañado de una pequeña sonrisa—, si es tu deber enfrentarlo, hazlo. Entiendo que tu papel es ese y no me gustaría que perdieran su respeto hacia ti por esto. Además, esto ha llegado más lejos de lo que pensé. Ha sido él quien te ha buscado —expuse mis pensamientos al respecto, con él escuchando atentamente—. Puede que todo naciera de su obsesión por mí, pero ya no es solo mi problema. Te has visto involucrado y es tu decisión ir o no.

Su bondad no le permitía ocultármelo. Incluso cuando yo no tenía potestad alguna para imponer mis deseos, tampoco quería hacer algo como eso. Por supuesto que me habría encantado que él no se viera en esa tesitura, pero no había nada que hacer después de que Hiro hubiera llegado a tales extremos con tal de vengarse por lo ocurrido en la librería.

—¿De verdad está bien para ti?

La suavidad de su pregunta logró sacarme una solitaria risa. Sin embargo, me armé de valor y dije algo más.

—Gracias por decírmelo —que me tuvieron en cuenta era mucho más de lo que podía pedir.

Fingir que todo estaba perfecto no era una opción —dijo, sin pelos en la lengua.

A pesar de que podía moverme y ver la expresión en su rostro, no conseguí hacerlo. Mis músculos estaban acalambrados y una vocecita en mi cabeza me repetía que fuera todo lo sincera posible mientras pudiera.

—Iré a verte el sábado —declaré.

Fue de repente y eso hizo que Mitsuya reaccionara tarde. No esperaba que quisiera ser testigo de algo que podía volverse demasiado violento.

—Lo pasaste mal la otra vez y ni siquiera llegamos a las manos. ¿Estás segura? —inquirió, preocupado por mí.

—Sí, porque estamos juntos en esto, ¿no? —el calor de mis mejillas se intensificó—. Confío en ti.

Si me hubiera girado, con algo de esfuerzo, puede que mis pupilas hubiesen identificado un sonrojo tintando su piel.

Hay algo más.

Pasé el brazo por mi estómago, sobrecogida por aquello que quedaba pendiente. No se me ocurría qué podía ser y eso me generaba cierta inquietud.

—¿Algo más? —repetí sus palabras.

Si vas a venir a ver la pelea ... No sé si te parecerá bien, pero había pensado compensarte de alguna manera por haber desaparecido estos días —explicó, ansioso—. Mi madre tiene turno de mañana toda la semana, así que pensé que podrías venir a casa y cenar juntos. Mana y Luna han estado preguntando por Naru-nee últimamente y puede que el sábado sea un buen momento.

Retiré la lágrima que había descendido por mi pómulo mientras lo escuchaba e intenté que mi voz se mantuviera firme.

—Me gustaría mucho verlas y conocer a tu madre —asentí, cayendo en la cuenta—. ¿Le has hablado de mí, Takashi-kun?

Mi inocente broma consiguió que resoplara, descargando toda la tensión que había estado cargando al pensar que rechazaría su propuesta.

Más bien fueron ellas las que le contaron sobre tu existencia —reconoció—. Aunque fui yo quien le dijo que eras más que una amiga.

No supe qué decir y él quiso arreglarlo de algún modo, pero un grito que también llegó hasta mi refugio le impidió decir lo que tenía en mente.

Me giré, distinguiendo una segunda figura en lo alto de la escalinata. No pude ponerle un nombre a ese chico, no obstante, su cabello largo llamó mi atención. El color de su pelo combinaba de forma natural con el traje de la Tōman y parecía estar reclamando a Mitsuya para que subiera.

Él se puso en pie y escuchó las palabras de su compañero. Yo esperé a que terminasen de hablar en silencio.

El desconocido hizo un gesto, apremiándole, y Mitsuya levantó su mano para indicarle que esperara. Acercó el móvil a su oreja.

Perdón. Los chicos me están esperando —se lamentó—. Te veré el sábado, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —mordisqueé mi labio—. ¿Mitsuya?

—¿Hmm?

—Cuando te fuiste de la librería también le hablé a mi hermana sobre ti —mi sinceridad arrasó con su valentía al instante.

Me pregunté si estaba haciendo lo correcto. Esa maldita inseguridad había sido mi más fiel compañera desde que tenía uso de razón y sería complicado abandonarla, pero tenía que avanzar.

—¿Qué le dijiste?

Había esperanza en su interrogante. La misma esperanza que ví reflejada en sus ojos después de besarme. En ese instante, con él expectante por una declaración más que evidente, supe que esconderme ya era una posibilidad en mi vida. No si quería probar algo que pudiera hacernos felices.

Temblorosa, observé su silueta.

Aquel chico estaba esperándolo un poco más arriba y volvió a llamarle, pero Mitsuya no se movió ni un centímetro.

—"Nee-san, es el chico que me gusta" —murmuré, con ojos llorosos y los nervios a flor de piel—. Creo que fue algo como eso —solté antes de pensar mejor lo que estaba diciendo.

Mitsuya no respondió, sino que permaneció en silencio el tiempo suficiente como para que su amigo bajara los peldaños que los separaban y gritase de nuevo. En esa ocasión, sus palabras llegaron a mí sin ningún problema.

—¡Mitsuya! ¿Qué narices estás haciendo? A Mikey no le gusta esperar, ¿recuerdas? Podrías ...

Baji, un ... ¡Un momento! —le pidió, visiblemente angustiado—. Yo ... —se llevó la mano al cabello y miró hacia el cielo encapotado—. Iré a tu casa en un rato y ...

Su adorable balbuceo me hizo reír un poco y, al parecer, también fue motivo de burla para su amigo, que comenzó a sonreír.

—Mitsuya, podemos esperar al sábado, ¿verdad? —dije, delirante—. No creo que pueda mirarte a la cara después de decir todo esto.

No me creía con la fuerza de voluntad necesaria para decir aquello y fue una sorpresa hasta para mí misma. No quería ni imaginarme cómo iba a digerirlo Mitsuya cuando ni siquiera él, después de haberme besado y haber demostrado mucho más interés desde el inicio, había sido capaz de decir esas palabras.

Y yo iba muy en serio; si cruzaba la mirada con él, mis piernas fallarían y haría el ridículo de mi vida. Solo podía pedirle un poco de tiempo para no morir de la vergüenza cuando se lo hiciera saber de verdad, cara a cara.

Narumi, sabes que yo también ... —trató de decir a pesar de que su amigo no dejaba de molestarlo.

—Lo sé. Claro que lo sé —le aseguré, próxima a un llanto que no lograría controlar—. Procura decírmelo cuando nos veamos, ¿vale?

Vale —aceptó—. Buenas noches —se despidió.

—Buenas noches —le devolví, echando una última ojeada hacia ellos.

El pitido final de la llamada acompañó la vista de ambos chicos peleando. Mitsuya salió corriendo tras ese al que había llamado Baji, que no dejaba de reírse a carcajada limpia mientras subían las escaleras.

¿Qué habría ocurrido si lo hubiera detenido? Pero no servía de nada lamentarse porque, si bien no pude salir, sí que me atreví a abrirme un poco. Nuestra relación estaba saliendo a flote y eso bastaba para mí.

Tienes que trabajar en esto para estar a la altura el sábado, Narumi.

Esa frase se estuvo repitiendo una y otra vez en mi mente mientras bajaba, en plena oscuridad, hasta el lugar donde había dejado a Yuzuha unos diez minutos antes.

Ella estaba sola, cerca de una triste farola que iluminaba el pie de la colina. Verme actuó como un resorte, pues se irguió, deseando que trajera buenas noticias.

—¿Habéis hablado? —me preguntó.

—Sí. Todo está aclarado —mi sonrisa ayudó a que creyera la versión que le estaba dando.

—Genial —celebró y me agarró del brazo, comenzando a caminar en la dirección que Hakkai debió señalarle—. Entonces, ese chico contra el que va a pelear, ¿da mucho miedo?

Yo me reí, agradeciendo su agradable compañía de regreso a casa.

—¿Físicamente? En absoluto. No es rival para Mitsuya —dije sin ninguna duda—. Contra alguien como yo tendría más posibilidades.

—Ah, pero eso podemos cambiarlo —afirmó, a lo que yo fruncí el ceño—. Si crees que Mitsuya sabe dar unos buenos golpes, deberías ver de lo que soy capaz.

—¿También peleas, Yuzuha-san?

—¡Claro! —su energía era contagiosa—. Y te enseñaré todo lo que necesitas para poder defenderte de estúpidos como ese.

La charla continuó un rato y ella me prometió ir a la librería al día siguiente. Los jueves no solía aparecer mucha gente, así que su idea sobre aprender defensa personal me causó cierta curiosidad.

Estaba muy cansada de no tener recursos y esperar a que los demás me protegieran. Esa etapa había acabado y tenía que demostrarlo. Tomar decisiones no era lo único a lo aspiraba y debía actuar para poder ser una chica orgullosa de lo que había conseguido por sí misma.






🖇🖇🖇

Holaaaa 😚😚

Sé que esperabais una tercera y última parte, pero me ha costado bastante escribir estas semanas y esto ha sido lo único que he conseguido hasta ahora. Por suerte, estoy más inspirada y seguiré escribiendo la continuación y FINAL del shot por fin xD

Disculpad la tardanza, de verdad 😣😣

Creo que la semana que viene subiré el final de la historia de Narumi y Mitsuya, así que no tendréis que esperar mucho uwu

Espero que os haya gustado el capítulo 🥰

Y ahora me voy a ver el capítulo 19 de TR. Acaba de salir y como buena lectora el manga que soy estoy: cagada 🙂🙂🙂🙂🙂

P. D.: cada vez es más seguro lo de la historia independiente de Mitsuya y pueeeeeede que algo de otro señorito de la Tokyo Manji. Adivinen quién podría ser 👽👽👽

Os quiere, GotMe 💜

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