|| Prefacio » Kakashi Hatake {2/3} ||
»recomiendo haber visto antes Naruto (por lo menos hasta el principio de Naruto Shippuden) porque puede haber "pequeños spoilers"
»aunque lo que narro en estos shots es completamente ficticio incluyendo al personaje de Yumi uwu
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Me quité los guantes y aguanté la puerta del quirófano para que Ino saliera también. Ella me seguía, cansada por el esfuerzo que había puesto en aquella práctica en el operatorio. Se quitó la mascarilla y se inclinó, agradeciéndome el gesto de sujetarle la puerta.
—¿Te encuentras bien, Ino? —le pregunté, algo preocupada por la palidez de su rostro—. Has gastado demasiado chakra ahí dentro, si quieres puedo ...
—No ... No se preocupe, sensei —respiraba con cierta dificultad y aún así intentó sonreírme—. Es solo que he perdido un poco la costumbre y creo que he agotado mis fuerzas antes de lo habitual.
Su ninjutsu médico mejoraba constantemente, por mucho que ella se negaba a creerlo. Me habría gustado que se diera cuenta por sí misma, pero, al parecer, Ino se seguía negando hasta el más diminuto de los progresos que lograba bajo mi supervisión.
—Ya hemos acabado por hoy. Puedes marcharte a casa y descansar —apoyé mi mano izquierda en su hombro.
Ella meneó la cabeza, recobrando la compostura.
—La ayudaré a redactar el informe. Es parte de mi obligación como aprendiz —me ofreció una débil sonrisa y yo admiré su resistencia.
—De acuerdo —acepté, suspirando—. Entonces iré a avisar a Tsunade-sama de que las pruebas han salido como esperábamos y ...
Sin embargo, las puertas de quirófano abriéndose abruptamente me interrumpieron.
Ino y yo nos apartamos del camino de los enfermeros que salían a toda prisa, empujando una camilla. Extrañada, los seguí con la mirada.
—¿A dónde irán? —me preguntó Ino, confusa por la celeridad que habían demostrado nuestros propios compañeros.
—No lo sé —farfullé, frunciendo el ceño—. Le preguntaré a Tsunade-sama.
Era muy raro. Probablemente, en la sala de operaciones habían recibido una llamada de urgencia para que un equipo médico fuera a atender a un enfermo que acababa de llegar al hospital. No era algo que sucediera a diario y por eso un pequeño malestar se instaló en la boca de mi estómago.
Lo más lógico sería que se tratara de algún incidente durante los entrenamientos en la Academia, así que me dispuse a despedirme de Ino.
No había de qué preocuparse.
—¡Yumi-sensei!
Las dos nos giramos, visualizando una figura que corría en nuestra dirección desde la otra punta del pasillo. Al reconocer a Sakura, sentí cómo el bombeo en mi pecho se detenía una milésima de segundo. Solo necesité que mi corazón dejara de latir ese breve instante para saber qué ocurría realmente.
Ella llegó hasta nosotras sin aliento. Su cabello despeinado y la agitación en su respiración indicaban que acababa de regresar de aquella misión. Ya habían pasado cinco días desde que me despedí del equipo siete, así que, verla allí, agobiada y pálida, me dejó sin capacidad de reacción.
—Sakura, ¿ya habéis vuelto de ...? —trató de decir Ino antes de que su amiga me mirara directamente a los ojos.
Una voz en mi interior rogaba por que ella hubiera gritado mi nombre por otra razón completamente distinta. Tenía que haber otro motivo y eso quise creer hasta que tragó saliva y dijo en alto el mayor de mis miedos.
—Es Kakashi-sensei —su confesión sacudió mis esperanzas, despedazándolas—. Él está ...
No permití que la noticia tuviera tiempo suficiente de calar en mí y agarrotar mis músculos. Solo me quité la mascarilla y, dos segundos después, me percaté de que estaba corriendo a ciegas.
No podía quedarme y esperar a que Sakura me explicara lo que había sucedido en su viaje.
No tuve que buscar mucho, puesto que un cúmulo de gente taponaba la entrada del hospital. Tampoco me paré a identificar caras conocidas. Ni siquiera aminorar mi ritmo para que mis dos estudiantes me alcanzaran.
La camilla estaba en el centro del recibidor y su cuerpo estaba sobre ella.
Aparté al médico de guardia que daba las órdenes en aquel momento, aterrada por lo que podía encontrarme, y me acerqué al herido.
A simple vista, lo único que me llamó la atención fue su brazo derecho. Un corte yacía cerca de su hombro y la sangre se extendía por toda su ropa, derramándose, finalmente, en el blanquecino suelo.
Kakashi tenía su ojo cerrado con fuerza, reflejando que, en algún punto de su fisonomía, existía un dolor mucho mayor que aquella herida. Examiné toda su complexión al instante y, al no hallar ninguna otra contusión visible, coloqué ambas manos sobre su vientre.
—Yumi-sensei —la voz entrecortada de Sakura llegó algo apagada hasta mí—. Sensei, sus órganos vitales.
Mi chakra inspeccionó su torso y mi memoria fue recogiendo todos y cada uno de los lugares que habían perdido fortaleza y se iban apagando paulatinamente.
Parpadeé varias veces, ubicándome.
—Avisa para que preparen el quirófano —dije, no muy segura de quién tomaría mi orden.
—Yumi-san, tenemos que esperar a que ... —me rebatió uno de los enfermeros.
—¡No vamos a esperar! —dije, alterada—. ¡Dad el aviso ya!
Todos se callaron.
¿Por qué no aceptaban mi petición? Mi rango era superior y deberían acatar cualquier orden que saliera de mi boca, sin embargo, dudaron acerca de lo que hacer. Puede que fuera mi nerviosismo lo que les hiciera replantearse mis palabras.
Sakura se puso a mi lado.
—Hacedlo, maldita sea —escupió ella.
Yo me olvidé de los inútiles que preferían ver cómo sus puntos vitales iban debilitándose hasta desaparecer por completo y opté por desabrochar su chaleco. No había hemorragia superficial y aquello alimentó más y más la razón de mi histeria.
Agarré su camiseta por la parte de abajo y rompí la tela de un solo movimiento. Había marcas de golpes por todo su pecho, como si Kakashi hubiera servido de saco de boxeo para alguien. La presión había generado un daño interno monstruoso y Sakura era plenamente consciente del estado en que se encontraba su antiguo profesor.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —dije, temblando.
—Cerca de dos horas —me contestó.
El personal empezó a movilizarse y, de un momento a otro, solo quedaban Ino y Sakura a mis costados. Cuando alcé la mirada, me di cuenta de que no eran las únicas que esperaban. Naruto estaba ahí, con heridas por todo su rostro y un gesto de terror absoluto.
—Yumi ...
La voz de Kakashi llegó a mí tan rota y débil que mis ojos se empañaron con la siguiente bocanada de aire.
Me incliné, apoyándome en el borde de la camilla.
Entreabrió su orbe derecho y yo observé las gotas de sudor que caían por su tez. Con cuidado, sostuve su cuello y me deshice de la cinta que rodeaba su frente.
—No te fuerces, ¿vale? —le pedí, apartando su cabello para poder mirarlo a los ojos—. ¿Estás mareado?
—Sí —volvió a tragar saliva, aturdido—. Esto no pinta bien ...
—No digas tonterías —dije, sintiendo cómo las piernas me fallaban—. ¿Puedes respirar?
Él tardó un poco, pero logró mover la cabeza de izquierda a derecha. Ante su negativa, yo me apresuré a dejar mi mano sobre su caja torácica.
Nuestras técnicas curativas eran suficientes para reparar todo el daño interno que había sufrido, pero necesitábamos más chakra. El mío no haría nada sin apoyos que lo secundaran.
Expulsé una buena cantidad de energía a través de mis dedos y, al poco de hacerlo, escuché cómo él inspiraba más libremente. Me miró y sus apagados ojos sonrieron lentamente.
—Gracias, cariño —dijo en un susurro.
Le regalé una mueca torcida a pesar de que el miedo me tenía paralizada y de que la presión que sentía en el pecho estaba empezando a ganar terreno.
—Yumi-san, yo ... Lo siento mucho. Es ... Es mi culpa que Kakashi-sensei esté así ahora —se disculpó Naruto.
Con mi mano transmitiendo la mayor cantidad de chakra posible, me atreví a mirar al chico que decía aquello. Cabizbajo, evitó mi mirada a propósito. Sai estaba con él, observando cómo su compañero se lamentaba por algo que solo ellos sabían.
No tenía ni la menor idea de qué había pasado en esa misión y tampoco quería que me lo explicaran. La vida de Kakashi pendía de un hilo. Hasta Ino se había dado cuenta de que su estado era crítico, tras lo que se enfocó en una de las múltiples heridas que había en su vientre. Sakura, incapaz de regularizar su propio suministro de oxígeno, también trataba a Kakashi. Estaba agotada y exhausta, pero no dudó en expulsar la poca energía que le quedaba.
Las manos me temblaban. Notaba el palpitar de mi corazón en las yemas de mis dedos.
No era la primera vez que Kakashi llegaba al hospital de la aldea en mal estado. Había ocurrido ya en tantas ocasiones que ni siquiera podía enumerarlas. No me habría asustado tanto si hubiera aparecido con las magulladuras y cortes de siempre. Los golpes que se esparcían por todo su cuerpo eran alarmantes a los ojos de cualquier médico. Su organismo estaba tambaleándose, luchando por sobrevivir a aquella masacre.
Aterrada, me dirigí al adolescente que se sujetaba las manos, conteniendo la impotencia del momento.
—Naruto —su nombre salió de mí como una llamada de auxilio y él levantó la barbilla, mostrándome sus ojos vidriosos—, busca a Tsunade-sama y tráela. Es urgente, por favor. Todo lo demás puede esperar.
Su mirada cambió tras escucharme. La determinación volvió a él y se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Lamentarse no arreglaría nada. Incluso si se sentía culpable por lo ocurrido, eso no ayudaría a Kakashi en esos momentos.
De repente, los maltratados dedos de Kakashi envolvieron mi muñeca, deteniendo el seísmo que estaba sufriendo mi extremidad. Lo miré, asustada, y él entornó los párpados.
—Sin importar lo que me pase —explicó—, no dejes que se culpe. Y tú tampoco —sentenció, conteniendo el temblor de mi mano.
—No te va a pasar nada, Kakashi—aseguré, mintiendo—. Confía en mí.
Empezó a toser, como si algo dentro de su cuerpo estuviera llegando al límite. Yo le bajé la máscara, descubriendo un hilo de sangre que descendía desde su boca.
—Es su hígado —confirmó Ino—. No podremos contenerlo mucho más, sensei.
—Tenemos que hacerlo —dije, pendiente de la palidez que cubría su cara—. Solo unos minutos más.
Pero unos minutos era demasiado tiempo. Evaluando la gravedad de la situación, apenas aguantaría un minuto. Si Naruto no regresaba con Tsunade, las posibilidades de salvarle caerían en picado y ni siquiera el operatorio serviría.
Su piel ardía, por lo que coloqué mi mano derecha sobre su frente para comprobar que su temperatura era mucho más alta de lo debido. Él estalló en toses de nuevo y pequeñas gotas de sangre alcanzaron mi rostro.
—Sakura, pon tu mano aquí —ella siguió mi indicación, descansando su palma sobre el corazón de Kakashi.
Yo retiré mi chakra y aproveché esos breves instantes haciendo uno de mis jutsus de agua. Hice el sello lo más rápido que pude y dejé que mi mano fuera goteando agua fresca sobre su despejada frente. Kakashi suspiró, aliviado, y yo retomé mi lugar. Sakura se apartó y se lo agradecí con un gesto.
—¿Mejor? —pregunté, observando sus dilatadas pupilas.
Su respirar volvía a ser algo pesado, pero aún así pudo asentir y humedecer sus labios ensangrentados.
—Siento esto, Yumi ... —se disculpó.
—No hables —le pedí, al borde de las lágrimas—. Tienes que aguantar un poco, Kakashi ...
Sus párpados bajaban cada vez más y el líquido rojo descendía, espeso, por su barbilla.
—Dime que lo entiendes, por favor —dijo, ronco—. Lo volvería a hacer y no ...
—Claro que lo entiendo —admití, incapaz de ver algo con claridad—, pero no voy a aceptarlo.
Noté cómo Sakura escondía su rostro un momento para sacar las gotas que bañaban sus mejillas. La energía de Ino era tenue y no aguantó más de diez segundos. Se tambaleó, vacía de chakra, y Sai se acercó a ella con urgencia. La sujetó, evitando que cayera al suelo. No podía hacer nada más por ayudar, así que intenté doblar la intensidad de mi técnica y el desgaste me arrancó un doloroso gemido.
—Dejad de llorar —nos suplicó a Sakura y a mí—. No quiero que ... Que ... —su voz se fue apagando y mis alarmas saltaron.
—Kakashi, ¿me escuchas? ¡Kakashi! —grité, desesperada.
No podía respirar. La tráquea se me había bloqueado y por mucho que intentase ser paciente y contenerme, me resultaba difícil mantener el foco de chakra. Él, por su lado, apenas estaba resistiendo al cansancio.
Si no era capaz de mantenerle con vida, yo...
—¡Yumi!
A pesar de la densa cortina húmeda que me impedía enfocar la vista, sabía que esa voz era de la quinta Hokage. Tsunade estaba frente a mí, examinando el cuerpo de mi pareja, perpleja y asustada por lo que tenía delante.
—Tsunade-sama... —dijo Sakura, sollozando.
—Se está parando —dije, sintiendo su pulso ceder con los segundos.
—¡El quirófano está listo! —dijo alguien a lo lejos.
—Tenemos que llevarlo dentro. Mantén tu posición, Yumi —ordenó, y yo sentí el impulso de su chakra a escasos centímetros de mis manos—. Sakura ocúpate de Ino y da el aviso de que necesitamos a todo el personal disponible. ¡Vamos, corre! —sus palabras hicieron que Sakura se alejara de la camilla, aún llorando—. Yumi, todavía respira. No te...
—Tsunade-sama —dije, empequeñecida—, haré la técnica. Está inconsciente y si no...
—Tú no harás nada, ¿me oyes? Vamos a sacar a Kakashi de esta. Como siempre hacemos —concluyó, viendo cómo los enfermeros y enfermeras llegaban hasta nosotras—. Necesito más gente aquí, ¡rápido!
Lo que sucedió a partir de entonces fue como una pesadilla para mí. Las escenas iban avanzando mientras yo derramaba todas mis fuerzas con el único objetivo de que su corazón recuperara un ritmo aceptable. Pareció recuperarse al cabo de unos minutos a pesar de haber perdido la consciencia.
Horas después de que llegara en aquel deplorable estado, diez personas permanecían en ese círculo, a punto de dar por acabada la operación.
Sin una pizca de energías, me atreví a pasar la mano por su rostro. La fiebre había bajado considerablemente y sus órganos parecían haberse recuperado. Yo necesitaba llorar, pero solo suspiré.
El pecho me dolía tanto que no sentía la ausencia de chakra.
Las suaves manos de Tsunade me sostuvieron de pronto. Negándome a dar un paso lejos de él, me giré. Ella sonrió, tan agotada como el resto de los médicos presentes.
—Lo has hecho bien, Yumi —dijo, debilitando mis desequilibrados sentimientos—. Puedes descansar ahora.
Pero no quería descansar. Solo deseaba romperme.
Observó mis ojos cargados de tristeza. Esos ojos eran el reflejo de un sufrimiento imposible de explicar para alguien que no había pasado por una experiencia similar, pero Tsunade comprendió que si Kakashi no hubiera resistido el tratamiento y lo hubiésemos perdido, mi alma se habría ido también. Al verme así, a punto de desmayarme, sus ideas se aclararon y todo cobró cierto significado.
Porque ella entendía ese desgarro de primera mano.
Sin decir una palabra, me acogió en su regazo y solo entonces rompí a llorar con la furia y el miedo pertinentes. Me separé de la camilla, destrozada, y dejé que me sostuviera durante unos minutos en que ni siquiera me reconocí a mí misma.
Era ya más de medianoche cuando lo subieron a planta y le asignaron una habitación. No pensé en marcharme ni en descansar. El único pensamiento que cruzaba mi mente era estar ahí, incluso si pasaban días hasta que despertara. No me iba a separar de su lado. Daba igual lo que ocurriera.
En la penumbra del cuarto, acomodé las sábanas sobre su cuerpo y decidí sentarme un rato. No estaba segura de cómo seguía consciente después de haber gastado todo mi chakra.
Probablemente fuera ese insistente miedo que no se iba. El miedo a cerrar los ojos y que las tornas cambiasen de nuevo.
Había un porcentaje muy bajo de que sus analíticas se desplomaran por sorpresa. Habíamos trabajado duro para que sus niveles se estabilizaran y estuviera fuera de peligro, por lo que quise creer en un buen final. Sentada en aquella silla, a un lado de su cama, respiré hondo y me obligué a aceptar que todo estaba bien. Él se recuperaría y aquella experiencia solo quedaría en un susto horrible. Solo eso.
No obstante, aquella tranquilidad fue ligeramente interrumpida por la presencia de un invitado. Sentí cómo Tsunade se apoyaba en el marco de la puerta, a mis espaldas, y nos observaba en silencio.
Escuché la respiración uniforme de Kakashi varias veces y me relajé.
—¿Desde cuándo estáis juntos?
Analicé el plácido semblante del enfermo y escuché la respiración uniforme de Kakashi varias veces. Tras comprobarlo, me relajé, como si ese subidón de adrenalina que me había mantenido alerta desde que llegó al hospital se desplomara de pronto.
—Pronto se cumplirá un año —le contesté.
El sonido de sus tacones acompañó el constante pitido de la máquina que monitoreaba el pulso de Kakashi. Ella se detuvo a mi izquierda y esperó, escogiendo las palabras que iba a decir a continuación.
—Es una agradable sorpresa —fue sincera conmigo—. Sois tan reservados que ni siquiera me lo habría imaginado.
Quise sonreír, pero quedó en un torpe intento.
—Siento no habérselo dicho —dije, algo avergonzada.
—No tenías la obligación de hacerlo —admitió—. Es normal que quisierais llevarlo en privado. Lo entiendo —apoyó la mano en el respaldo de la silla—. Aunque me cuesta creer que Kakashi pueda pensar en algo más que en esos malditos libros de Jiraiya.
En esa ocasión, la sonrisa sí que consiguió formarse. Sabía que Tsunade intentaba alegrarme, por poco que fuera.
—En realidad ... No sé cómo pasó —le conté, recordando cómo iniciamos esa relación—. Un día me di cuenta de que había caído rendida y, por suerte, él se atrevió a dar el primer paso. Yo no era capaz de dirigirle una sola palabra sin sonrojarme.
—El amor nos hace débiles y fuertes al mismo tiempo —dijo ella, dándome la razón—. Es curioso que te costara confesarle lo que sentías cuando hace un rato estabas dispuesta a morir en su lugar.
Me tensé porque sabía bien a lo que se refería. Si hubiese utilizado esa técnica, la vida de Kakashi no habría pendido de un hilo durante horas, pero yo habría pagado un precio bastante alto y, ciertamente, no me asustaba pensar que podría haber muerto si con ello él salía ileso.
—Yo...
—Dudo mucho que a Kakashi le hubiera parecido correcto que te sacrificaras por él, Yumi —me comunicó, aunque yo misma sabía que él habría rechazado esa alternativa incluso si terminaba pereciendo en mis brazos—. Tú también tienes toda una vida por delante. No puedes ...
—Tsunade-sama —la interrumpí, perdida en la plácida expresión que reflejaba el rostro del hombre al que amaba—, creí que él moriría y no estaba preparada para decirle adiós —atrapé mi labio inferior con los incisivos superiores—. Ni siquiera pude decirle por última vez que...
—Lo sé —me detuvo, apenada—. Sé que esa sensación es la peor del mundo. Es inevitable que las personas mueran, pero si no somos capaces de despedirnos ... Se convierte en una tortura.
Me pregunté por qué parecía conocer esa apabullante impresión y, una parte de mí, tuvo curiosidad por descubrir cuál había sido esa pérdida que tanto dolor le había generado a la quinta. Pensé en mil escenarios y algo en mi interior se resquebrajó de solo imaginarlo.
Tan pronto como me di cuenta de que un par de lágrimas rodaban por mis mejillas, entendí que esa mujer había pasado por lo mismo que yo. La diferencia sustancial era que, en mi caso, pudimos proteger su vida.
—Lo siento —dije, entre tenues sollozos.
Ella acarició mi hombro, escuchando el llanto silencioso que me abrazaba a esas horas de la madrugada.
—Valora tu vida antes de tomar una decisión como esa —me aconsejó—. A veces ... A veces debemos sufrir —la melancolía en su voz era dolorosa a mis oídos—, pero ya puedes estar tranquila. Kakashi despertará dentro de poco y se recuperará. Alguien más puede hacer guardia por ti, así que márchate y ...
—No ... Esperaré aquí —insistí, retirando las gotas de mi rostro—. Gracias por preocuparse.
—De acuerdo —aceptó que no me movería del lado de Kakashi y fue alejándose, en dirección a la salida—. Volveré a primera hora.
Se lo agradecí una última vez y me quedé nuevamente a solas.
No conocía la historia que guardaba Tsunade-sama, pero tampoco tenía duda alguna de que debía de ser uno de esos recuerdos que te dejan sin aliento. Incluso después de tanto tiempo, hay cosas que no te abandonan por mucho que desees deshacerte de ellas.
Terminé de llorar un poco más tarde, pero en lugar de intentar descansar, abandoné mi incómodo asiento y me coloqué a la izquierda del enfermo. Me senté en una esquina de la cama, cerca de su lánguido rostro, y así pude enjugar el sudor que resbalaba por su sien. Al percibir que seguía teniendo algo de fiebre, me concentré y logré sacar mis últimas gotas de chakra en forma de agua. Mojé el líquido que caía de mis dedos en un paño limpio y lo puse sobre su frente.
Me aseguré de que su respiración y pulso eran los adecuados y esperé allí, cambiando cada pocos minutos la gasa con agua.
Las horas pasaron y, milagrosamente, conseguí dejar la mente en blanco. Me pasé toda la madrugada sentada a su lado, humedeciendo nuevas gasas al tiempo que iba recobrando la energía. No fui capaz de dormir, pero, al menos, él no sufrió ningún tipo de complicación. Aquello fue suficiente para apaciguar mi constante temor.
Los rayos de sol atravesaban las ventanas con demasiada intensidad a pesar de ser tan temprano. Me levanté, cuidadosa de no infortunado el sueño de Kakashi, y corrí las cortinas del cuarto para que la luz no le molestara.
Los sedantes que se le habían suministrado durante la cirugía eran bastante potentes, así que podían pasar varias horas hasta que la droga se diluyera por completo y él recuperara la consciencia. Su vida no corría peligro, pero la vigilancia era prioritaria. Siempre podía ocurrir algo inesperado, por lo que me prometí a mí misma que no pondría un pie fuera de esa habitación de no ser estrictamente necesario.
Volví sobre mis pasos, entallando mis ojos. Me pesaban debido a la falta de descanso, pero no era el momento de dormir. Por lo tanto, me senté en el mismo lugar, donde las arrugas de las sábanas evidenciaban que alguien había estado ahí, y suspiré hondo.
Ya había perdido la cuenta de veces que mis dedos se movieron para hacer el mismo jutsu. Mis falanges, en esa ocasión, encajaron los sellos por inercia. No hacía falta que pensara para que esas gotas descendieran por la curvatura de mi mano.
Sin pensarlo realmente, empapé el paño seco y me inclinación sobre Kakashi. Dejé la tela humedecida en sus sienes tras retirar unos cuantos mechones grisáceos que se habían mojado, deseando que ese mal trago pasara por fin.
Delineé su mejilla como dos de mis dedos, dejando un delicado rastro de agua por el lugar. Mis pupilas se dirigieron a sus labios, descubriéndolos agrietados y enrojecidos por la falta de hidratación. Me disponía a derramar algo del líquido sobre sus comisuras cuando, por accidente, miré ligeramente hacia arriba, encontrando así su ojo derecho entreabierto.
Me detuve al instante, temblorosa.
—No me digas que has estado despierta toda la noche ...
Su voz era un poco tosca. No haber hablado durante tanto tiempo había hecho mella en sus cuerdas vocales, así que se vio obligado a carraspear. Ese tonto gesto hizo que su estómago se contrajera, asentándole un decidido golpe en el abdomen.
Yo me acerqué más, analizando su semblante.
—Menos mal —dije, rota de una alegría que no sabía cómo demostrar.
Los ojos se me encharcaron al verlo moverse, incómodo por los cables que lo conectaban a aquella máquina. Kakashi odiaba estar atado y lo recordé en ese preciso momento, con sus dientes chirriando.
Él me observó de nuevo, relajando su mirada.
Un pequeño pellizco me activó el pulso, devolviéndome la energía que creí haber perdido cuando él perdió el conocimiento bajo mis cuidados.
—Tienes una cara horrible —me comentó, atento a las lágrimas que caían a raudales desde mis ojerosos orbes.
—No bromees, por favor —le pedí, sollozando—. Estuviste a punto de ...
—Pero estoy aquí —me impidió decirlo, consciente del dolor que estaba derramando con aquel llanto—. Gracias a que no te rendiste —esbozó una endeble sonrisa, alargando su brazo sano para rozar mi mejilla—. Además, incluso si no has dormido, sigues siendo la mujer más hermosa que he tenido el placer de conocer, Yumi.
Las lágrimas eran cada vez más fluidas, restringiendo mi campo de visión.
—Y tú sigues siendo el mismo adulador de siempre —solté, riendo y llorando de pura felicidad.
Sonriente, quitó algunas de las gotas que empapaban mi cara.
—Ven aquí.
Y me arrojé a su regazo con tanto ímpetu que él no pudo contener un gemido de malestar. Sin embargo, estaba tan contenta de que hubiera despertado que no me alejé de él, sino que rodeé su cuello como mejor pude y me escondí en su reconfortante abrazo, al igual que Kakashi solía hacer por las mañanas, recién levantado.
Difícilmente, consiguió mover su brazo y peinar mis cabellos enredados, enterrando su boca entre mis desastrosas hebras. Próximo a mi oído, lo escuché respirar. Su hálito tembló, haciéndome saber que apenas se estaba recuperando de aquella experiencia que casi le costaba la vida.
Había sentido la muerte tan cerca que, probablemente, seguía asimilándolo mientras se dejaba estrujar por mí.
—No vuelvas a asustarme así, por favor —supliqué, con aquellos riachuelos que caían de mis orbes rociando sus clavículas.
Sentí cómo los dedos de su mano derecha se hundían en mi espalda, tan ansioso como yo.
—Debí tener más cuidado —admitió—. Perdóname.
—No hay nada que perdonar —le respondí, temblando—. Solo hiciste lo que debías.
—Sí, pero tengo que empezar a ser más consciente de que ya no estoy tan solo como antes —me reconoció, dando un suave beso a mi cabello—. Ahora estás tú y no quiero que pases por malos ratos como este ...
Después de un par de hipidos, logré crear cierto espacio entre los dos. Al separarme de Kakashi, pude ver a la perfección el brillo que reinaba en sus pupilas, augurando un llanto prematuro.
Todos sabían que él era uno de los ninjas más confiables y que, si se veía en la tesitura, daría la vida con gusto. No conocía la historia detrás de su apresurada llegada a la aldea, pero, fuera lo que fuera, estaba segura de que prefirió defender a sus alumnos cuando la situación empeoró. Su experiencia era crucial y si los chicos estaban a salvo era gracias a él y a su sentido de la responsabilidad.
Estaba muy orgullosa de Kakashi y quise decírselo, no obstante, mi necesidad de exprimir hasta la última gota fue mayor.
—Kakashi ...
Él hizo el esfuerzo de moverse para poder tomar mi mejilla húmeda. Sonrió. Una sonrisa quebrada que me insufló gran parte de las fuerzas que había perdido la noche anterior.
—Odio hacerte llorar —aclaró, analizando mi gesto—. Y creo que esta vez ha sido peor que nunca.
—No sabría qué hacer si no hubiéramos podido tratarte —murmuré, sollozando—. Es normal que llore. Tu estado era crítico —dije, aunque él ya lo suponía—. Sé que esto es parte de nuestras vidas... Claro que lo sé, pero... —paré y me limpié parte de la cara con el dorso de mi mano—. Pero me he dado cuenta de que no estoy lista para que eso pase —le fui sincera y él arqueó las cejas, apenado—. Me sentí tan impotente que...
No permitió que continuara con aquella lista de reproches hacia mí misma y se adelantó lo necesario, apoderándose de mis labios. Volvió a reclinarse, adolorido por el movimiento, pero yo me ocupé de que aquel beso no fuera interrumpido por nada.
Mis labios, mojados por las lágrimas, obtuvieron toda su atención y no rompimos aquel momento de silencio hasta que su peliaguda condición física le exigió respirar libremente.
Enjugó algunas de las gotas que seguían descendiendo por mis mejillas y trató de no dejarse llevar, reprimiendo las suyas.
—Me has salvado la vida otra vez, Yumi —sentenció, descompuesto—. Gracias a ti estoy aquí, así que no llores más. Todavía no ha llegado el día en que te libres de mi, ¿de acuerdo?
Su amago de sonrisa hizo que yo también quisiera mostrar una, pero era demasiado difícil. En lugar de sonreír, me agaché nuevamente y lo besé, descargando toda la angustia que me había hecho compañía desde que regresó.
Mis espasmos fueron disminuyendo y, pasado un largo minuto, Kakashi me acogió en su regazo. Me sujeté a su cuerpo, con cuidado de no herirle, y tomé grandes bocanadas de aire.
—Ya ha pasado todo, cariño —me susurró—. Relájate ...
Y eso hice.
Escuché sus palabras, aún compungida por lo que había pasado en poco menos de veinte horas, y me ocupé de tranquilizar a mis agitados sentimientos.
Al rato, después de haber hecho una rápida revisión de toda la maquinaria que marcaba su estabilidad, acabé tumbada a su lado.
No pensaba irme de su lado por mucho que insistiera en que debía descansar y dormir un poco. Kakashi estaba preocupado por mi salida, pero me conocía tan bien que a la tercera vez entendió que no lograría convencerme. Por eso mismo hizo hueco en la cama, aceptando que ese sería el único descanso que me permitiría.
Él se empeñó en que me cubriera con las mantas y por no escuchar más sus quejas, cedí.
Contento, esbozó una de sus hermosas sonrisas.
Sentía la nariz bastante tapada y los ojos me escocían debido al extenso llanto que habían tenido que soportar, pero ya me encontraba mucho más tranquila.
Fue un mal trago que, por suerte, había llegado a su fin.
—¿Te duele algo? —le pregunté, viendo cómo se acomodaba lentamente aquella parte de la camiseta que le cubría medio rostro.
—No —sus ojos se hicieron más pequeños, indicándome que estaba sonriendo bajo la máscara—. Solo me noto un poco cansado.
Sin fiarme mucho de su declaración, aproveché nuestra cercanía para deslizar mi brazo izquierdo bajo las sábanas y depositar mi mano abierta sobre su abdomen. Comprobé que sus niveles de chakra continuaban estables y suspiré.
Kakashi, atento a mis acciones, movió su mano sana hasta dejarla sobre la mía. La tomó dulcemente y comenzó a acariciar mis dedos, con el repiqueteo de su corazón próximo.
No había nada a lo que temer. Ya había pasado lo peor.
Tras unos segundos en silencio, me atreví a preguntarle por lo ocurrido.
—¿Qué ocurrió durante la misión? —al escucharme, dejó de acariciar mis falanges, recordando todo lo que sucedió—. Naruto parecía muy afectado cuando llegasteis.
En cuanto escuchó el nombre de su antiguo estudiante, movió la cabeza, en busca de mi mirada.
—¿Cómo está? ¿Has hablado con él?
Meneé ligeramente la cabeza, apoyándola mejor en la almohada y entonces él frunció el ceño, molesto por algo. También había algo de preocupación en su forma de actuar y lo comprendí tan pronto como se pronunció.
—Sasuke estaba allí —me confirmó, mirando fijamente el techo de la habitación.
Que se hubieran topado con el perseguido superviviente de los Uchiha era motivo más que suficiente para que Naruto fuera su prioridad.
Puede que él no se diera cuenta. Estaba muy sumido en sus elucubraciones, pero yo vi a la perfección cómo sus ojos se tornaban más cristalinos.
Estaba rememorando recuerdos que normalmente dejaba a un lado, por su propio bienestar.
—Supongo que fue duro para vosotros —razoné, tocando sus nudillos en un intento de consuelo—. ¿Te enfrentaste a él?
Meditó su respuesta, como si algo no encajar en la historia.
—Sí, pero él no me hizo esto —me explicó, tenso—. Fue otro tipo del Akatsuki —tragó saliva, consciente de lo que eso significaba—. Ya nos habían informado de que Sasuke podía estar de su parte y... Creo que lo hemos comprobado.
—¿Estás seguro?
Asintió, meditativo.
Al parecer, la escena a la que nos enfrentábamos era peor de lo que podríamos haber imaginado unos días antes.
Tsunade me comentó un poco cuál era la misión que les había encomendado al renovado equipo 7, pero no llegó a profundizar demasiado. Supuse que había mucho en juego y la seriedad de Kakashi no hacía más que confirmármelo.
—Estaba... Estaba muy cambiado, Yumi —ladeó el rostro, encontrándose así con mis atentos ojos—. Pensé que podríamos convencerle. Incluso si decidía no escucharme a mí... Creí que Naruto lo conseguiría.
—Bueno, puede que le estén obligando a...
—No —rechazó esa opción—. Sé que Sasuke ha cambiado. También su sharingan... Todo en él era distinto —dejó de observarme y miró la pared que quedaba a mis espaldas—. Si hubiera hecho más por él hace unos años, no estaría con esa gente. Era mi deber hacerle ver que la venganza solo le consumiría y no fui capaz de...
Me acerqué más a su cuerpo y tomé su pómulo, obligándole a mirarme. La culpabilidad se vertía en sus pupilas, dejando constancia de lo mal que se sentía por su antiguo alumno.
—Hiciste lo que estaba en tu mano, Kakashi —dije, esperando que su ánimo cambiara—. Él decidió ese camino a pesar de tener a sus compañeros y a su maestro —acaricié un poco su pálida mejilla, contrariada—. Sasuke no es como tú. Su mente funciona de forma distinta.
—Sé que no somos iguales, pero siempre me recordó a mí con su edad y... Yo tuve a Obito —reconoció algo que realmente le costaba sacar a la luz—. Él y Naruto eran buenos amigos. Sus peleas nunca fueron serias hasta ese día y yo me di cuenta. Tendría que haber hecho algo más por ellos —se recriminó—. Naruto piensa que él tuvo la culpa de que Sasuke se marchara y en realidad fui yo el que no hizo correctamente su trabajo.
—Eso no es así...
Cuando Sasuke se marchó, Kakashi y yo no éramos muy cercanos. Nos conocimos desde niños y nos graduamos a la vez, pero nunca me paré a pensar en cómo debió sentirse durante su infancia hasta que nuestros sentimientos estallaron.
Muchas personas a su alrededor habían muerto y, desde de pasar tanto tiempo con él, había aprendido a leer sus miradas. Aquella con la que me observaba destacaba por el dolor y el sufrimiento.
Su vida siempre estuvo repleta de pérdidas y no quería que Sasuke supusiera otra. No sólo por él, sino también por los chicos. Naruto y Sakura... Esa chica seguía lamentándose por todo lo que pasó en aquel entonces y verlos tan dolidos era un verdadero suplicio.
—Sí lo es, Yumi —parpadeó, tratando de mantener la compostura—. Y lo lamento porque no es algo que solo me incumba a mí. Por mi falta de atención, Naruto y Sakura llevan soportando todo esto desde hace años. No he sido un buen profesor para ellos —concluyó, destrozado.
Enfadada con la situación, me incorporé.
Él se fijó en cómo me acercaba más a su complexión, quedando cerca de su rostro parcialmente oculto.
—¿Crees que ellos te consideran un mal profesor? —interrogué, dispuesta a hacerle ver la realidad—. Entiendo que seas crítico contigo mismo. Sé que tu forma de ser es esa y que te ayudas de ello para mejorar en cualquier fallo, pero no digas que les has fallado —me negué a aceptar esa afirmación y continué, analizando sus brillantes orbes—. Si Naruto y Sakura lo sintieran así, no te admirarían tanto. Ella no habría llorado de la forma en que lo hizo cuando perdiste el conocimiento y Naruto no habría temblado como una pluma por miedo a perder a uno de sus maestros.
Las lágrimas se le acumulaban, aunque logró retrasar su caída unos segundos más.
—Son buenos chicos —murmuró.
—Lo son —le di la razón—, y tú eres un gran ninja, Kakashi. Eres la persona más confiable que conozco y no tengo ninguna duda de que el resto de la aldea piensa igual que yo —sonreí, muy orgullosa de quién era él—. No puedes venirte abajo, ¿me oyes? Ellos necesitan tu ayuda para que Sasuke regrese a casa y yo necesito que confíes en tus capacidades. Puede que cueste demostrarle cuánto os preocupais por él, pero sé que lo conseguireis. Podrás hacerlo porque tú eres de los que no se rinde y Naruto ve en ti un ejemplo a seguir —insistí.
Una sola lágrima descendió por el rabillo de su ojo, al tiempo que sonreía con la vista.
Yo retiré unos cuantos mechones de su frente, teniendo una visión más despejada de su pupila roja.
—¿Qué hice para merecerte, Yumi? —lanzó la pregunta al aire, como si no supiera la respuesta por sí solo.
Le regalé una sonrisa, demasiado emotiva como para reprimir todo el amor que sentía por él.
Acerqué mi mano a su rostro y allí anclé mi dedo índice en la tela de su máscara. Tiré suavemente hacia abajo, dejándola al borde de su barbilla, y entonces observé el lunar que quedaba cerca de su boca.
Sin entretenerme más, me encargué de fundir nuestros labios en un largo y placentero beso. Él me devolvió el mismo cariño, encantado por el roce que estábamos compartiendo, y así seguimos durantes unos segundos más.
Kakashi se relamió las comisuras.
—Yo te podría hacer la misma pregunta, Kakashi —deposité un breve beso en sus labios húmedos y sonreí, tímida—. Eres la persona más bondadosa de toda Konoha. Lo extraño sería que no me hubiera enamorado de ti.
Ser tan específica no era algo asiduo en mí, pero le había tenido en una camilla de quirófano, a punto de perder la vida, por lo que solté una de las miles de cosas que quería decirle a diario. Todavía quedaba mucho, solo ... Solo necesitaba tiempo a su lado para comunicárselas.
De repente, se impulsó, robándome un pequeño beso.
—Eres lo único que necesito, Yumi —sus labios se alzaron, sonriendo—. Y agradezco que estés conmigo. Tú me haces ser mejor, en todos los sentidos.
Su sinceridad empezó a hacer mella en mi corazón y no pude soportarlo. Un instante después, ya me había ganado la vergüenza, haciendo que volviera a esconderme en su cuello, sonrojada.
Se le escaparon un par de suaves carcajadas, divertido por mi reacción.
—Demasiadas palabras bonitas por un tiempo —dije, sintiendo su mano acariciar mi espalda.
—Vamos, no te escondas... —besó mi cabello—. Ya sabes cuánto me gusta verte avergonzada.
A pesar del bochorno, comprendí el significado oculto de aquella frase y no dudé en saltar como un resorte.
Enfurruñada por la picardía que se podía discernir en su tono de voz, me aparté de él, preparada para echarle la bronca. No era el momento ni el lugar y, aún así, Kakashi soltaba ese tipo de comentarios con total naturalidad. Sabía perfectamente que era una parte de su personalidad y me gustaba que fuera tan espontáneo, pero no iba a dejar que jugara conmigo en esas condiciones.
Sin embargo, a punto de quejarme, me di cuenta de que no quería discutir con él en absoluto. No me sentía con fuerzas suficientes. Hacerle frente no me llevaría a ninguna parte.
—Por lo pronto, te vendrás a casa una temporada en cuanto salgas del hospital —comenté, intentando obviar el hecho de que mis mejillas debían lucir como faroles rojos—. Necesitarás reposo y más de una revisión al día. Hablaré con Tsunade-sama para arreglar el papeleo y ...
—Me gusta eso de las revisiones —puntualizó, burlándose de mis pacíficas intenciones.
Yo alejé la mirada, con toda la cara enrojecida y los nervios a flor de piel.
—Es imposible tener una conversación contigo ... —me lamenté.
Agarró mi antebrazo, tirando de mí en su dirección. No pude resistirme y terminé contemplando la mezcla de dulzura y perversión que encerraban sus orbes.
—Era broma, cariño —se justificó, dejando mis defensas por los suelos y logrando atrapar mis labios en uno de mis descuidos—. Además, la última vez que estuvimos juntos quise hablarte sobre algo, pero ... Bueno, no tuve mucho tiempo de pensar en ello —esbozó una hermosa sonrisa entre nuevos besos—. La semana que viene se cumple un año desde que estamos juntos y pensé que podríamos formalizar nuestra relación correctamente, diciéndoselo a todos —me propuso—. Y también quería saber si ... Si vivir juntos es una opción ahora mismo —esa parte me pilló mucho más desprevenida y él se percató, por lo que dejó a nuestros labios respirar hondo y siguió exponiéndome su idea—. Sé que tenemos horarios un tanto diferentes y que nuestras agendas tienen pocos días de descanso. Soy consciente de que esa fue la principal razón por la que decidimos vivir separados, es solo que ... —hizo una pausa, temiendo que le diera una respuesta negativa—. Creo que ya no soy capaz de abrir los ojos por la mañana y no verte a mi lado.
Su renovado espíritu me machacó. Derrumbó los últimos cimientos que quedaban dentro de mí de forma rápida y sencilla.
Si bien era cierto que había ya pocas ocasiones en las que durmiéramos lejos el uno del otro, pasar la noche juntos no era lo mismo que compartir una casa. Seríamos como ... Como una pareja normal y corriente.
Aquella proposición no debería haberme afectado tanto. Mi contestación habitual habría sido la de pedirle un poco de tiempo para pensarlo porque era un paso bastante grande, no obstante, después de haber estado cerca de perderle, lo único que salió de mí fue una emoción incontrolable.
Gruesas gotas empezaron a acumularse en mis ojos otra vez y ese detalle alertó a Kakashi.
—¿Yumi? —mi silencio le preocupó aún más—. No hace falta que me respondas ahora, yo solo quería que lo supieras y que...
—No es eso —lo frené, haciendo acopio de valor—. En realidad ... En realidad tampoco me gusta despertar sola. Después de estos meses me he dado cuenta de que la cama de mi apartamento es demasiado grande —le contesté, limpiando la primera lágrima.
Un hogar junto a él era la idea más hermosa que podía imaginar y Kakashi no tardó en comprender mis verdaderos sentimientos.
Con la cara nuevamente marcada por las lágrimas, me aproximé a él, abrazándome a su cuello. Hipé, maldiciendo por ser tan llorona.
Kakashi se limitó a aceptar mi abrazo, apoyando su rostro contra mi hombro.
—Entiendo que eso es un sí —susurró, escuchando mis tenues sollozos.
Solté una risa nerviosa, repleta de esperanza por ese futuro que podía imaginar a su lado.
—Sí —le confirmé, besando en algún lugar de su cuello—. Así podré hacerte todas las revisiones pertinentes cuando termines tus misiones —le comenté, tan feliz que no me importó caer en sus juegos por una vez.
—¿Por qué demonios no te pregunté antes? —formuló en voz alta, provocándome nuevas risas.
Al rato, con mi repentino llanto ya extinto, me encargué de poner una venda limpia a la herida de su brazo izquierdo a pesar de las constantes peticiones de Kakashi para que me marchara a descansar.
Incluso llevando su máscara podía intuir que sus labios formaban incontables pucheros, metiéndose de lleno en el papel.
Podía pasarse horas suplicándome y no tendría ningún efecto sobre mí. Los dos éramos muy cabezotas, pero yo le ganaba siempre que intentaba convencerme de algo sobre lo que me negaba completamente.
—Por favor, preciosa ... —lloriqueó otra vez.
Yo pasé las vendas alrededor de su piel, cerca de aquel tatuaje.
—Ya te he dicho que no —me mantuve firme—. Tsunade-sama me dijo que vendría a primera hora y no me iré hasta que compruebe que todo va bien.
—Pero tú ya lo has comprobado cien veces desde que desperté —se quejó, como un niño impaciente—. Vete a casa o te prometo que...
—¿Vas a amenazarme, Hatake? —le pregunté, divertida.
Él pareció pensárselo durante unos cuantos segundos, temiendo equivocarse. Si le llamaba de esa manera, no le convenía seguir insistiendo.
—Mmmm ... Creo que no —farfulló, dándose por vencido.
—Bien dicho —concluí la discusión y seguí tratando su herida.
Solo habían transcurrido un par de segundos cuando, de pronto, una serie de golpes en la puerta de la habitación llamaron nuestra atención.
Al girarme, encontré a Sakura con una adorable sonrisa en los labios.
—Buenos días —hizo una pequeña reverencia y nos observó a ambos—. Veo que ya estás mejor, Kakashi-sensei. Llevarle la contraria a Yumi-sensei requiere de muchas energías —comentó, y yo di por supuesto que había escuchado nuestra informal charla—. ¿Cómo estás?
Sorprendida por su aparición, traté de ocultar mis colorados mofletes, acto que hizo reír a Kakashi. Desvió su mirada y se centró en la inesperada visita de su alumna.
—Me encuentro mucho mejor, Sakura. Gracias por venir —entrecerró su orbe derecho mientras cerraba el izquierdo, sonriendo—. Y sí, hace falta mucho valor para contradecir a Yumi.
Di un corto tirón a las vendas, apretando innecesariamente. Kakashi se removió tras notarlo y me echó un vistazo. Juraría que estaba retándome con la mirada.
Los pasos de la joven se escucharon en la habitación y, cuando me di la vuelta para saludarla como era debido, ella ya estaba a menos de un metro de mí.
Sin decir nada, alargó sus brazos en mi dirección, ofreciéndome algo de ropa.
—Supuse que te habrías quedado toda la noche haciendo guardia, sensei —me explicó, sonriente—. Así que pensé en traerte una muda limpia. Está claro que no tienes planeado ir a casa.
Ese gesto ablandó mi corazón mucho más de lo que podría explicar. No fui capaz de hacer otra cosa que tomar las prendas y devolverle la sonrisa.
—Muchas gracias, Sakura —le agradecí—. No tenías por qué hacerlo.
—Es lo menos que podía hacer, sensei —me comentó, como si fuera de apenas importancia—. Además, mientras yo esté aquí puedes ir a cambiarte y tomar algo de desayuno. Me aseguraré de que Kakashi-sensei continúe estable —confirmó.
—Pero no ...
Mi excusa no llegaría a ninguna parte.
Ella se había tomado la molestia de recoger algo de ropa para mí, consciente del sobreesfuerzo que había hecho desde que llegaron y Kakashi entró a quirófano. Si me negaba y no cedía a su inocente petición estaría actuando como un ingrata de primera categoría.
Alejarme por unos minutos de él no supondría ninguna desgracia.
—Vamos, solo será un rato, Yumi —me suplicó Kakashi, contento por tener el apoyo de Sakura.
—Queda en buenas manos, Yumi-san —añadió ella.
Me puse en pie, ojeando una última vez a mi pareja, que lucía extremadamente feliz por verme ceder.
—De acuerdo —me resigné—. Volveré enseguida.
—Tómate todo el tiempo que necesites —sugirió Kakashi, amable.
Yo asentí y volví a darle las gracias a Sakura antes de salir del cuarto. Vi cómo ella tomaba asiento en la silla que me había hecho compañía esa larga noche y me encaminé a los baños con el objetivo de asearme y cambiarme la ropa.
Los pasillos estaban bastante vacíos. Solo me tropecé con alguna de las enfermeras que hacía guardia en las habitaciones más próximas a las escaleras.
Cuando llegué al baño, me lavé el rostro e hice un cambio rápido de atuendo. No malgasté ni un solo minuto en la tarea y, tan pronto como hube acabado, me recogí el cabello en una coleta baja.
En realidad no tenía hambre. La angustia ya se había esfumado, pero los efectos secundarios de estar toda la noche en vela no había desaparecido, por lo que decidí bajar a la recepción para dejar el informe pertinente que pediría Tsunade-saca al llegar al hospital.
Tras todo esto, me despedí de la chica que apuntó los datos que yo misma había comprobado en las analíticas de Kakashi y regresé al largo tramo de escaleras que me separaba de su cuarto.
Sin embargo, justo cuando ponía un pie en el primer peldaño, mi ojo izquierdo captó un sutil movimiento a unos pocos metros de distancia.
Detuve mi recorrido y giré la cabeza, preguntándome si lo que había creído distinguir había sido producto de mi falta de sueño. Por un momento, creí que, ciertamente, me lo había imaginado de principio a fin.
Esa duda persistió en mi mente hasta que la figura de un joven al que habría reconocido en cualquier sitio surgió de entre las sombras de aquel pasillo. Su cabello rubio destruyó mi incertidumbre de un plumazo y no pude hacer otra cosa que caminar hacia él.
La conversación que había mantenido con Kakashi recobró fuerzas, persistente.
Él debía estar muy preocupado por su profesor.
Me acerqué un poco. Con unos pocos metros entre nosotros, me atreví a llamarle.
—¿Naruto?
Él, de forma automática, se giró hacia mí, asustado y tenso.
Sus ojos estaban apagados. Igual que los míos.
No había dormido en toda la noche. Pude verlo al instante.
Se inclinó, mostrando sus respetos, y mantuvo la cabeza gacha.
—Buenos días, Yumi-san.
—Buenos días —le respondí, sonriendo—. ¿Vienes a ver a Kakashi?
Escuchar su nombre provocó que sostuviera sus manos de la misma manera que el día anterior, cuando llegaron y le pedí que buscara la Quinta Hokage.
Me sentí mal por él.
Yo también pensé que Kakashi podría no resistir. En todo momento fue una posibilidad y él parecía castigarse por no haber hecho lo correcto en el campo de batalla. Poner en peligro a su propio maestro era algo que no quería perdonarse y podía llegar a comprenderle.
Si no hubiéramos estabilizado a Kakashi, yo también me habría culpado irremediablemente.
—Sí, bueno ... —titubeó—. Estaba esperando a que se hiciera un poco más tarde para no interrumpir su descanso. Kakashi-sensei debe estar sin fuerzas y yo ...
—No te preocupes por eso —le interrumpí, logrando que alzara la mirada—. Ya está despierto y le encantará verte —comenté, esperando ser de ayuda para sus pésimos ánimos—. Sakura está con él ahora y yo iba a regresar ya. Puedes venir, si...
—Yumi-san —se precipitó—. Lo siento mucho.
Volvió a agachar la cabeza, temeroso de que su actuación durante aquella peliaguda misión hubiera sido tan horrible como pensaba.
Con Sasuke allí, Naruto debió contenerse mucho. Lo más seguro era que no siguió las órdenes de Kakashi y que, como secuencia, él terminó peleando en una situación demasiado peligrosa.
No conocía la historia completa y sentía que no había necesidad alguna de preguntar por ella, así que me olvidé de eso e intenté ofrecerle algo de consuelo.
—Naruto, no tienes que lamentarlo. Las misiones a veces no salen como queremos—le expliqué—. No debes disculparte por nada.
—Pero ... Puse en un aprieto a Kakashi-sensei —reconoció, entrecerrando los ojos—. Yo tendría que haber ...
No se dio cuenta de que yo había avanzado hasta alcanzarle. Solo cuando puse mi mano derecha en su hombro, reaccionó.
Sus pupilas, húmedas y resentidas, toparon con las mías de golpe.
—Kakashi te conoce bien y sabe tus motivos. Él nunca te reprocharía lo que hiciste o dejaste de hacer porque sabe que actúas de corazón —le dije, captando su atención—. Deja tu conciencia limpia, Naruto. No fue tu culpa que las cosas acabasen así.
Él, tras escucharme, logró formar una pequeña sonrisa.
Con sus grandes y voces ojos azulados mirándome de cerca, pude discernir cómo sus ánimos crecían ligeramente.
Naruto y yo no solíamos coincidir mucho. Desde que regresó a la aldea, Tsunade-sama le había encargado diferentes misiones junto al resto del equipo 7 y de pequeño nunca pude compartir más que una breve conversación con él. Sin embargo, no necesitaba haber pasado cientos de horas con ese chico para saber que sus intenciones eran realmente puras.
Lamentablemente, la gente seguía creyendo que Naruto solo sabía hacer travesuras y que acercarse a él solo les traería desgracias. Era una pena que no se tomaran el tiempo de mirarle a los ojos. Si lo hicieran, verían la bondad reflejada en ellos.
La misma fuerza y amabilidad que brilló años atrás en los ojos del Cuarto Hokage.
—Yumi-san —me llamó.
Yo alejé mi mano de su hombro, expectante por lo que tuviera que decir.
—¿Sí?
—Al principio pensé que Kakashi-sensei era afortunado de haber encontrado a alguien que le hiciera llegar a tiempo a las misiones —se rascó la nuca, algo avergonzado—, pero ahora veo que no es eso lo que importa en realidad —agrandó su sonrisa, transmitiendo algo de su calidez con ese gesto—. Eres tan buena persona como él y ahora entiendo por qué estáis juntos.
Ciertamente, cuando Kakashi le viera, hablarían a solas, largo y tendido. Se cerioraría de que Naruto había recobrado su espíritu luchador y que aquel fracaso no había logrado echar abajo sus esperanzas de recuperar a Sasuke.
Podía imaginar con todo detalle las palabras que le ofrecería su maestro y no me cabía ninguna duda de que serían similares a las que yo acababa de soltar.
Naruto estaba afirmando que tenía un corazón tan grande como el de su profesor y eso era todo un halago para mí.
A pesar de ello, no intenté esconder mi sonrojo.
—Me alegro mucho de que Kakashi te tenga a su lado. Sé que eres un gran ninja y no podría imaginar un mejor equipo para él —le fui completamente sincera, sacándole los colores también—. Os quiere mucho a los tres—asentí, recordando el orgullo con el que siempre hablaba de ambos—, y estoy segura de que habría dado la vida por vosotros gustosamente.
Al comprender que había incluido a Sasuke en ese grupo de personas tan importantes para Kakashi, un destello de pena relampagueó en su mirada.
—Me esforzaré para que no tenga que hacer ese sacrificio otra vez —me dijo, manteniendo la sonrisa—. Mientras Sasuke no esté aquí, cuidaré bien de Kakashi-sensei y haré que se sienta orgulloso de nosotros. Lo prometo.
—Lo sé, Naruto —observé su dulce semblante y decidí que ya era hora de volver—. En fin ... ¿Me acompañas? Se alegrará mucho de verte.
Él asintió, mucho más alegre, y compartimos una animada charla mientras subíamos las escaleras. Fue algo corta, pero bastó para que el peso en mi pecho se desvaneciera.
Había terminado. Ya podía respirar como siempre. Aunque solo sería hasta que surgiera otro problema y quién podía adivinar si nos haría más daño que aquel duro episodio. Era imposible saberlo, pero no me importó porque sabía que, de una forma u otra, saldríamos adelante.
Todos pondrían de su parte y esa pesadilla terminaría de una vez por todas.
Naruto llamó a la puerta, asomándose al interior de la habitación, precavido.
—¿Kakashi-sensei?
La voz de su alumno hizo que las palabras que compartía con Sakura quedasen en el aire. Al vernos allí, su rostro cambió a uno mucho más relajado. Uno que desprendía verdadera paz.
—Naruto, no pensé que vendrías tan temprano a ver a Kakashi-sensei —reconoció Sakura.
Yo me crucé de brazos y caminé hacia ella, pendiente de la trayectoria del chico, que se dirigía al enfermo por el otro lado de la cama.
Al llegar a su lado, echó una ojeada a las máquinas que controlaban el estado de salud de su jefe de equipo.
—¿Cómo te encuentras, Kakashi-sensei? —preguntó, pero no le dio tiempo a responder y continuó hablando, revelando aquellos nervios de los que no había podido deshacerse por completo—. Supongo que pasarás un tiempo recuperándote ... No tienes que darte prisa. Sakura-chan y yo esperaremos antes de retomar la misión. Además —añadió, rememorando algo—, he traído uno de tus libros favoritos —puntualizó, sacando el tomo de ese libro de Jiraiya-sama que tantas veces había releído Kakashi—. Así no te aburrirás mientras estás aquí y ...
—Naruto —le detuvo Kakashi, dulcemente.
Él se irguió, pensando que había metido la pata en algo de lo que había dicho.
—Sensei, yo ... —balbuceó.
—¿Me lo acercas? —le dije, observando el libro.
Naruto asintió, muy dispuesto, y dio un último paso hasta que sus rodillas rozaron el borde de la cama. Se inclinó un poco, ofreciéndole el objeto a Kakashi para que no tuviera que moverse demasiado y, de repente, sintió cómo su superior revolvía parte de su cabello a modo de agradecimiento.
Kakashi le miraba con el cariño al que acostumbraba y, en mi opinión, Naruto se dio cuenta de que, hiciera lo que hiciera, Kakashi nunca le dedicaría un solo gesto de desprecio.
—Lo hiciste bien, Naruto —sonrió, entrecerrando los ojos—. Estoy orgulloso de ti.
Él miró fijamente al herido, asimilando lo que acababa de escuchar.
Tras ese pequeño esfuerzo, Kakashi alejó la mano del pelo rubio del joven y dejó caer el brazo sobre su propio regazo.
Sin duda alguna, lo único que Naruto necesitaba oír era aquello. La aprobación de Kakashi aniquiló cualquier sentimiento de remordimiento y yo admiré la escena, al igual que Sakura.
Las dos nos dimos cuenta de eso.
—¿Orgulloso? —inquirió, asombrado y aliviado.
—Claro —dijo Kakashi, tomando el libro de las manos del chico—. Los dos lo hicisteis realmente bien a pesar de las dificultades que se nos presentaron —dijo, depositándolo sobre las sábanas blancas—. Y no debes preocuparte por Sasuke. Habrá una próxima vez, ¿de acuerdo?
Sus brillaron, esperanzados por lo que su sensei decía.
Se había librado de una carga inmensa y Kakashi era consciente de que tenía que apoyar a Naruto más que nunca.
—De acuerdo —murmuró, resplandeciente por haber obtenido el mayor consuelo imaginable.
Una conversación larga y tendida no funcionaría. En cambio, esas pocas palabras ya habían sanado cualquier brecha que se hubiera abierto en el corazón de Naruto. Kakashi conocía bien su forma de ser y actuó en consecuencia.
—Kakashi-sensei tiene razón Naruto —dijo Sakura, irradiando felicidad—. Encontraremos a Sasuke-kun y conseguiremos que regrese pronto. No debes preocuparte por eso.
El chico le regaló una dulce sonrisa a su compañera de equipo y todos en el cuarto respiramos aliviados.
Mi descanso radicaba en que Kakashi estuviera de una pieza y, por suerte, se recuperaba favorablemente. El alivio de ellos estaba en tener el apoyo de su profesor para afrontar todos los percances que surgirían a partir de entonces.
Estaba a punto de decir que podían contar conmigo para lo que necesitasen hacer, pero la llegada de nuevos invitados me hizo retroceder y guardar aquella proposición para otro momento.
La presencia de Tsunade-sama hizo que todos nos girásemos hacia la entrada. Ella dio unos suaves golpes a la puerta y se adentró en la habitación, seguida de Ino, Sai y un animado Guy.
—Tienes buen aspecto, Kakashi —dijo este último, acercándose a la cama con su actitud habitual—. Ya sabía yo que eras duro de roer. Por algo eres mi eterno rival —se regodeó.
—El Akatsuki necesita algo más que unas cuantas explosiones para acabar conmigo. Ya lo sabes, Guy —aseguró Kakashi, alegre por ver allí a su amigo.
—Buenos días, Kakashi-sensei —le saludaron Sai e Ino, que traían un ramo de flores—. ¿Cómo estás?
—Mucho mejor. Gracias por las flores, chicos —les agradeció él.
Sakura se levantó y cogió el ramo de flores para colocarlo en el jarrón que Ino llevaba consigo. Las dos se encargaron de poner el obsequio en agua y así dejaron algo de espacio para que Tsunade pudiera llegar hasta mí.
—¿Todo marcha bien? —me preguntó.
—Sí —le respondí, pendiente de las amistosas palabras que compartían esos dos—. Parece que está estable y sus heridas no se han infectado.
—¿Ves? No tenías que preocuparte tanto —me echó en cara y se acercó a uno de los paneles para observar la gráfica que mostraba—. ¿Sientes algo extraño, Kakashi? Todo apunta a que en un par de días estarás como siempre, pero tendremos que hacerte chequeos constantemente.
—Solo estoy un poco cansado. Nada que no se arregle durmiendo bien —señaló él.
—Perfecto —tomó unas notas en el informe y se giró, indicándome los nombres de las hierbas que necesitaría para elaborar las píldoras reconstituyentes—. ¿Quedan hojas de esta planta en el invernadero?
Le eché un vistazo a sus apuntes y recordé que aún quedaban unas plantas reservadas para ese tipo fórmula.
—Puedo comprobarlo, pero juraría que sí —asentí.
—Te lo encargo a ti entonces —me tendió el informe y lo cogí, agradecida por su confianza—. Shizune y yo nos encargaremos de supervisar esta tarde, así que márchate a casa y come algo. Sigues un poco pálida —fue más bien una orden y ni siquiera me dejó replicar, puesto que se volvió hacia el herido —. Y tú, Kakashi, procura tener más cuidado ahí fuera. Yumi no sufriría tanto si fueras un poco más consciente de los límites que no debes cruzar.
Aquel repentino sermón logró que Kakashi se sonrojara. Él aún no sabía que Tsunade ya conocía nuestra relación y el tinte rojo no tardó en extenderse por todo su rostro.
Yo traté de ocultar la sonrisa.
—Eso haré, Godaime —contestó, cabizbajo.
—Yumi-san se preocupa mucho por todos sus pacientes. Es una gran profesional —admitió Guy, desconocedor de lo que implicaba en realidad el mandato de Tsunade-sama.
Escuché la débil risa de Sakura al otro lado del cuarto y el semblante de desconcierto de Ino, que la ayudaba con las flores.
—Guy-sensei, ¿tú no lo sabes? —le lanzó la pregunta Naruto, con un tono de voz que destilaba confusión.
—¿El qué? —dijo, sin entender a lo que se refería.
En ese mismo instante, Kakashi y yo cruzamos miradas.
Ya habíamos acordado que decirlo sería lo más acertado. Al fin y al cabo, irnos a vivir juntos era algo que los demás debían conocer. Si íbamos a compartirlo todo entre nosotros, debíamos decirle a nuestros conocidos que nos unía algo mucho más fuerte que la amistad.
Ese solo era un paso que teníamos que dar de muchos otros. Teníamos mucho tiempo aún para hablar de los pormenores, pero estaba muy segura de que formar una familia también entraba en nuestros planes. Puede que no se incluyera en un futuro muy cercano, no obstante, acabaría siendo una realidad que me encantaría compartir algún día con nuestros amigos y allegados.
—Guy —se pronunció Kakashi—, Yumi y yo estamos juntos. No es porque sea uno de sus pacientes —dijo, explicándole a su mejor amigo la verdadera razón.
Guy pareció un poco sorprendido. Nos miró a ambos, comprendiendo que éramos pareja.
—¿De verdad? —exclamó Ino, emocionada—. ¡Me alegro mucho por ti, Yumi-sensei!
—Gracias, Ino —le sonreí, algo nerviosa por ser el centro de atención.
—Debí imaginármelo después de no encontrarte en tu casa últimamente ... —reconoció Guy, a lo que yo me sonrojé bastante—. Pero no puedo dejar que tomes la delantera. Yo también debo encontrar a una chica o me quedaré atrás —reconoció, pensativo.
Sakura, Ino y Naruto se rieron del comentario de Guy y Tsunade-sama sonrió ampliamente. Sai, por su parte, observó a las chicas reírse y no pudo evitar que sus labios se curvaran en un débil intento por sonreír.
Nada había cambiado y no podía estar más contenta por sentirme tan arropada.
—Bien, pues ya puedes empezar a buscar, Guy —le animó Tsunade—. Con un poco de suerte encontrarás a alguien en la misión que he encomendado al equipo 9. Los chicos deben estar esperándote.
—Tiene razón, Godaime. Debo marcharme ya —se irguió, aceptando la sugerencia, y de pronto se enfocó en mí—. Yumi, cuida de él. Cuando vuelva tendremos que competir de nuevo y tiene que estar recuperado. De lo contrario le será muy difícil ganarme —dijo, lleno de orgullo.
Kakashi soltó unas pocas risotadas.
—Se recuperará en pocos días. Me aseguraré de ello, Guy —le prometí.
—Estaré listo para machacarte, Guy. No lo dudes —insistió, Kakashi—. Suerte en tu misión.
—Nos vemos pronto, amigo —se despidió, saliendo a todo correr del cuarto.
Una vez Guy se había ido, Tsunade aprovechó para encargarle algunos recados a Sakura e Ino. Naruto y Sai charlaron un poco más con Kakashi, repasando alguno de los errores que no pudieron evitar el día anterior.
Una enfermera llegó justo entonces. Ella sería la que haría repasos a las analíticas si yo no estaba, así que le expliqué los puntos más relevantes sobre el estado de salud de Kakashi y ella apuntó todo lo que le haría falta en caso de que no hubiera nadie cerca que pudiera ayudarla por si algo iba mal.
Un rato más tarde, Naruto y Sai se marcharon junto a Sakura e Ino. Todos tenían bastantes cosas que hacer, así que se despidieron de nosotros y volvieron a sus quehaceres. Tsunade-sama fue la única que se quedó más tiempo, ya que necesitaba escuchar el informe oficial de lo sucedido durante la fatídica misión. Yo les dejé a solas. No quería parecer una entrometida y me marché en busca de las hierbas que necesitaría para los medicamentos de Kakashi.
El invernadero no quedaba muy lejos de mi casa, por lo que pasé por allí y me di una ducha. Tomé también una receta que podría serme útil a la hora de elaborar los ungüentos y me dirigí al invernadero.
No quería estar mucho tiempo alejada de él, pero también tenía que ocuparme de las recetas y no podía abandonar mi trabajo dentro del hospital. Si Tsunade-sama estaba pendiente de él me sentía más segura, así que me encargué de algunos trabajos que lograron retrasarme más de lo esperado.
Ese día había falta de personal porque, al parecer, un grupo de médicos tuvieron que ir a ayudar a un grupo de ninjas de la Arena que habían quedado heridos tras una emboscada no muy lejos de la aldea.
Por eso, cuando volví al hospital, ya era la hora de comer. La enfermera que tenía su turno a esa hora ya estaba llevando la comida a todos los pacientes de la planta. Entré a su cuarto cuando acaban de servirle la comida.
Kakashi le dio las gracias a la enfermera y ella nos dejó solos, cerrando la puerta tras su salida.
—¿Y Tsunade-sama? —le pregunté, recuperando el aliento mientras me quitaba uno de los guantes.
—Acaba de irse. Shikaku estaba esperándola en su despacho y no podía entretenerse más —me contó, viendo cómo me acercaba y comprobaba sus niveles de chakra—. ¿Dónde has estado? Pensé que no te despegarías de mí.
La diversión que había en sus palabras me hizo sonreír y, en cuanto me hube asegurado de que todo iba bien, me acerqué a su derecha. Me hice un hueco a su lado y me senté con cuidado de no tirar la bandeja que acaban de traerle.
—No hay muchos médicos disponibles hoy y he tenido que ayudar fuera un rato —le expliqué, dejando los guantes en la mesilla—. ¿Me echabas de menos? ¿Es eso?
—Bueno, tú misma dijiste que necesitaba atención a todas horas —dijo, fingiendo inocencia—. Estuve a punto de enviar a Pakkun a buscarte.
—Se te da muy bien el drama, Kakashi —le dije, abriendo el envase de la comida—. Ya me tienes aquí, así que deja que Pakkun descanse.
Agarró mi mano, impidiendo que continuara sacando su comida y de esa forma consiguió que lo mirara. Se retiró la tela del rostro y apoyó la espalda en el respaldo de la cama para estar algo más cómodo.
—Tú también deberías respirar tranquila, Yumi —me recomendó, suspirando—. No te sobreesfuerces tanto, por favor.
—No me iré a descansar si es lo que ...
—No. No me refiero a eso. Es solo que ... Ya estoy mejor. Puedes relajarte —insistió, acariciando mi muñeca—. Y comer. Necesitas comer o acabarás en una cama como esta, ¿vale?
Tenía mucha razón en lo que decía. Comenzaba a notar el cuello un tanto agarrotado y sentía la vista un poco cansada. Debía recuperar todas las fuerzas posibles para ayudarle a reponerse. Kakashi solo quería verme en paz, sin nada que me alterara. En el fondo se sentía culpable por haberme tenido en vela toda la madrugada. Nos conocíamos demasiado y podía leer aquello en sus ojos.
Agarré su mano y me impulsé ligeramente. Lo besé, agradecida por su preocupación, y él esbozó una dulce sonrisa.
—Llamaré a alguien para que me traiga una ración, ¿te parece? —él asintió, satisfecho—. Ahora deja que te ayude a comer. Yo comeré en un rato y me quedaré contigo toda la tarde.
Volví a retomar la tarea de sacar la comida, centrándome en recuperar la tranquilidad. Ni siquiera había tenido tiempo para estar con él y hablar de cosas triviales, tal y como acostumbrábamos a hacer.
—Yumi.
—¿Hmm?
—Probablemente vendrán a atacar la aldea —me detuve, analizando su declaración—. No sabemos cuándo ni cómo, pero ya lo han hecho con la aldea de la Arena y nosotros somos los siguientes. Bueno, Naruto lo es.
El Jinchuriki.
Ese era su objetivo y no debería haberme resultado extraño, pero eso implicaba que Naruto estaba en peligro y que todos los habitantes de Konoha lo estarían también.
Preocupada, dejé la comida a un lado y lo miré, fijándome en la tensión que rezumaban sus pupilas.
—¿Qué ha dicho Tsunade-sama?
—Que debemos prepararnos para cualquier ataque sorpresa —dijo—. Tenemos poca información sobre la organización, pero buscan a todos los Jinchurikis y el Kyubi es el más importante de todos. Tú también debes estar atenta. Podrían infiltrarse y el hospital es un blanco fácil ...
—Está bien —medité por unos segundos la situación a la que no íbamos a enfrentar—. Ahora debes recuperarte. Te necesitarán si vienen —concluí—. No tienes que preocuparte por mí. Sé defenderme sola, ¿recuerdas?
—Claro que lo sé, pero no me perdonaría que te pusieran un dedo encima —dijo, algo serio—. Debí acabar con ese tipo cuando tuve la oportunidad. Serían menos y no ...
—Kakashi.
Mi llamado le hizo callar.
Su sentido de la responsabilidad le obligaba a echarse en cara todo lo que no pudo hacer en aquella misión. Él era así y lo sabía perfectamente. Sin embargo, no permitiría que mi vida fuera un lastre en su trabajo.
Incluso si algo me sucedía, él tendría que seguir luchando por aquellos que no podían defenderse.
—Hiciste lo que pudiste —le recordé, observando cómo relajaba su gesto—. Y ahora solo me importa que estés vivo. Me da igual que ese desgraciado siga por ahí planeando un ataque. Yo misma acabaré con él si lo tengo delante, ¿vale?
Alejó un par de mechones de mi rostro. Se habían escapado de la coleta improvisada que me había hecho unas horas antes y él se ocupó de colocarlo tras mi oreja.
—Perdón. Todo esto me tiene demasiado nervioso —reconoció.
—Lo sé, pero ya nos preocuparemos cuando aparezcan. Tienes que reponerte pronto y seguir ayudando a Naruto.
Naruto no debía saber nada de eso y necesitaba entrenar mucho todavía para estar lista si esa gente se atrevía a venir. Kakashi tendría mucho que hacer cuando le diera el alta. No me cabía duda alguna.
—Sí —sonrió y se incorporó un poco—. Ahora ve a por algo de comida o me niego a probar un bocado —me amenazó, arrancándome unas pocas risas—. Venga. No voy a ir a ningún sitio y quiero comer con mi novia. Por favor, cariño ... —lloriqueó, más adorable que de costumbre.
Le hice caso, negándome a pelear por una tontería como esa, y me levanté tras dar un corto beso a sus comisuras.
Sin perder un solo minuto, salí de la habitación en busca del alimento que tanta falta me hacía para seguir en pie el resto del día.
Nos esperaban muchos problemas. Demasiados. No obstante, después del mal trago que acababa de experimentar, solo añoraba estar a su lado y compartir esa pequeña tregua que la vida nos estaba ofreciendo.
Eso era lo primordial en aquel momento.
Hacer la mudanza y ocuparme de su recuperación era lo más importante.
Y si iban a atacar la aldea, me encargaría de ayudar en todo lo posible. Tsunade-sama y los demás tendrían que preparar muchas cosas y yo también pondría mi granito de arena. Solo que, por el momento, quería disfrutar de mi amor por él, aunque el enfrentamiento estuviera cerca.
✨✨✨
12.000 palabras check 👁👅👁
Paso por aquí y dejo la segunda parte de este shot porque ya lo tenía bastante avanzado y tenía ganas de terminarlo uwu
Demasiadas ganas de escribir una historia como completa de Kakashi y poco tiempo para hacerla jeje 🤡
Nos vemos en unas semanas con nuevas actualizaciones 🥰
Y feliz año nuevo ✨💜
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