|| Preámbulo » Rin Matsuoka {0.5/3.5} ||
Naoki Suzumura
—Suzumura-san, el capitán llegará tarde. ¿Qué hacemos con los nuevos?
Chasqueé la lengua, ese idiota de Seijūrō debía llegar a tiempo aquel día. Los novatos necesitaban confianza en el equipo y ver a su capitán era completamente necesario para calmar sus nervios primerizos.
—Mmmm ... Está bien. Yo me ocupo de recibirlos —decidí, consciente de que el vicecapitán tampoco estaba presente en las prácticas—. Reúne a los de primero. Iré a por el listado mientras tanto.
—Vale. Voy a buscarlos —asintió mi compañero, alejándose.
Me acerqué a los vestuarios y tomé la carpeta donde Mikoshiba guardaba el papeleo del club de natación. No me importaba mucho ocupar su lugar, pero no era el trabajo de la mánager del equipo hacer algo como eso.
Sabía que se disculparía conmigo cuando volviera y que, si no había podido ir al pabellón, debía de haber un motivo de peso. Probablemente le habían llamado de la sala de profesores, así que poco podría hacer.
Cuando regresé a la piscina cubierta de la escuela Samezuka, el resto de miembros del club ya habían reunido a los chicos de primero que apenas habían comenzado las clases de preparatoria.
Me acerqué a ellos y esperé a que se colocasen en varias filas. Podía contar más novatos que el año anterior, algo por lo que alegrarse desde luego.
Carraspeé, esperando llamar su atención y así fue, pues la mayoría volvió su cabeza hacia mí y comprendió que la reunión de iniciación estaba por comenzar.
—Buenas tardes, soy la mánager del equipo de natación de Samezuka, Suzumura Naoki. Al igual que el capitán, soy de tercero y llevo en el club desde primero, por lo que no dudéis en preguntarme cualquier duda que tengáis —todos se inclinaron, saludando adecuadamente ante mi breve presentación—. Dicho esto, estoy aquí en lugar del capitán Mikoshiba. Ha surgido un imprevisto y no sabemos a qué hora vendrá, así que yo os informaré de cómo haremos la preselección y cuáles serán los requisitos que necesitais si quereis ...
La puerta del pabellón se abrió de repente, interrumpiéndome y sobresaltando a todos los principiantes que escuchan con atención mi discurso.
El chico, algo sudado y recuperando el aliento, cruzó su mirada conmigo al instante. Sus pupilas se hundieron en las mías, provocando que una sensación a la que no supe dar nombre me dominara durante unos pocos segundos.
—Perdón por llegar tarde —se apartó alguno mechones rojizos del rostro—. ¿Puedo inscribirme todavía? Quisiera unirme al club.
El silencio sepulcral me obligó a reaccionar.
Naturalmente, todos estaban esperando a que yo dijera que no, puesto que las inscripciones se habían cerrado esa mañana, pero la ilusión que se desprendía de sus ojos ejerció una presión sin igual. No fui capaz de darle aquella negativa y, rápidamente, volví a echar un vistazo al plazo de entrega, comprobando lo que ya sabía.
Algo me decía que, si rechaza a aquel novato, terminaría lamentándolo. Lo que más me chocó fue que, a pesar de que yo siempre anteponía al equipo en ese tipo de decisiones, lo que me hizo abrir la boca fue aquel pálpito que se había apoderado de mi pecho.
—Pasa —contesté, desencadenando una breve oleada de susurros que no pasaron desapercibidos a mis sentidos—. Tomaré tus datos al acabar con la presentación.
—Gracias —me lo agradeció y tomó lugar al final del grupo, algo tímido por haber causado tal revuelo.
Traté de reorganizar mis ideas. Tenía que deshacerme de la sensación de incertidumbre que tan duramente me había golpeado con la aparición de aquel chico.
—Bien. Como iba diciendo ...
El pequeño acto acabó sin problema. Respondí la preguntas de algunos de los candidatos y, tan pronto como di por finalizada la charla informativa, les pedí que fueran a los vestuarios para cambiarse.
Las pruebas de acceso se comenzarían esa tarde y concluirían al día siguiente. Solo esperaba que nuestro capitán pudiera asistir a la mayor parte de ellas.
Me bajé de un salto del asiento de piedra que había usado como escenario y suspiré, feliz por no haberme abierto la cabeza al hacerlo.
Los novatos desaparecieron, junto a los más mayores, en dirección a la taquillas. Sin embargo un único individuo aguardó allí, esperando que nuestras miradas volvieran a encontrarse.
Me dirigí a él, comprobando que su altura no era una broma. Cuando entró, sentí que pasaría el metro ochenta y, al parecer, no me había equivocado. Por lo tanto, nuestra diferencia de estatura era bastante notoria. Yo apenas pasaba el metro sesenta.
Apoyado contra la pared, esperó a que yo diera con una hoja de inscripción vacía. Lo habitual habria sido ofrecérsela al interesado para que él mismo la rellenara, pero mi curiosidad fue mayor y, por ende, agarré el boli y alcé la mirada, esperando que se presentara.
—¿Nombre?
—Matsuoka, Rin.
Apunté el importante dato donde correspondía y continué pidiéndole el resto de información a buen ritmo.
—¿Curso?
—Segundo.
Aquello me detuvo. Era muy extraño que se nos unieran estudiantes de segundo o tercero, por lo que hice una pequeña pausa y me atreví a mirarlo, dando de lleno con sus encendidas pupilas que tanto me transmitieron la primera vez.
—¿De segundo? —mi confusión estaba escrita en aquella pregunta.
—Sí. Me transferí a Samezuka este año. Antes estudiaba en Australia.
Asentí, comprendiendo su situación. Por eso no me sonaba su cara.
—Supongo que acabas de llegar y por eso no sabías que la inscripción estaba abierta hasta esta mañana —dije en su lugar.
—Bueno, en realidad ... Vine sabiendo que ya estaba cerrada —admitió, consiguiendo que mis dedos dejasen de moverse sobre el papel—. Pensé que no se me permitiría pasar. Disculpe mi descaro.
Media sonrisa se dibujó en mis comisuras, no obstante, necesité de un largo minuto para rellenar el hueco de observaciones.
—¿Te envía el capitán? ¿Es eso?
—No —reconoció.
—¿Entonces viniste arriesgándote a no poder entrar al club? —inquirí, capturando un adorable rubor en sus mejillas. En esa ocasión, no fue capaz de sostenerme la mirada—. ¿Puedo preguntar la razón?
Pareció meditar su respuesta, pero no creo que fuera difícil para él decirme aquello.
—No estaba seguro de querer nadar de nuevo —me respondió.
Ese chico era interesante, no había duda alguna. Puede que no sólo a nivel profesional, sino también en lo personal, y por eso mismo mi voz disminuyó la rudeza que solía utilizar con los primerizos.
Él ya estaba lastimado, podía verlo en el fulgor de sus orbes, y no quería dañarlo más.
—Ya veo —asentí—. Entonces, debo suponer que ahora estás seguro de esto, ¿no?
—Eso creo —murmuró, preocupándome.
Seguía dudando. No supe si eso era bueno. Podría suceder que su estabilidad psicológica terminase pendiendo de un hilo si no tenía las cosas claras.
—Matsuoka-san, ¿por qué quieres nadar?
Mi pregunta fue tan repentina que le fue difícil elegir una contestación. Por eso no me sorprendió cuando habló.
—No lo sé.
Lo esperaba. Incluso con aquella emoción bailando en su gesto, tenía el corazón hecho todo un desastre y debía aclarar sus sentimientos antes de que fuera demasiado tarde.
Puede que se tratara de su figura atlética, de su decisiva mirada o de ese miedo que acompañaba cada una de sus palabras. No lo supe en aquel entonces, pero deseaba que Rin Matsuoka demostrara ser más que un chico promedio. Una parte de mí vio en él miles de posibilidades y de verdad me propuse serle de ayuda siempre que lo necesitara.
—De acuerdo. Espero que encuentres ese motivo con nosotros, Matsuoka-san —mis palabras fueron dulces y supongo que aquel tono llamó su atención, pues giró el rostro, un poco menos avergonzado.
—¿Cuál es su nombre, manager-san?
Junto a una débil risa por escuchar que se refería a mí de aquella manera, le di la respuesta.
—Suzumura Naoki, de tercero.
En esa ocasión, la risa escapó de él.
Algo confundida, abandoné la hoja de inscripción y crucé mis brazos. Con una ceja alzada, intenté encontrar una razón para esa reacción.
—¿Qué es tan gracioso?
—Bueno, su nombre lo es.
—¿A sí?
La triste sonrisa que se adueñó de su semblante me llevó a imaginar cómo sería una sincera. De qué forma tan hermosa una sonrisa nacida de la más pura felicidad podría cambiar su ensombrecido gesto. Y quise verlo. Realmente quise contemplar aquella vista en el futuro.
—Suelen confundirme con un chica por mi nombre y creo que a usted debe ocurrirle algo similar, senpai.
No iba desencaminado, sin embargo, en lugar de quejarme por su falta de educación, preferí observar esa chispa de alegría que se apoderó de él, mostrándome una imagen que quise fotografiar para no olvidar nunca.
Si hubiese sido distinto, habría pensado que me estaba volviendo loca, demente, pero que no hubiese experimentado algo como aquello antes no implicaba que estuviera delirando.
Las puertas rechinaron, dejando paso a nuestro capitán, que venía charlando junto a su segundo al mando.
—¡Nao, perdona! El director me llamó al salir de clase y tuve que ir a su despacho —aseguró, esperando que no me hubiera enfadado por su desaparición—. ¿Han entrado todos a los vestuarios?
Me enfoqué en él, olvidando la bonita escena que había presenciado.
—Sí, la presentación concluyó hace unos minutos.
—Genial —se alegró de que todo hubiera marchado bien y entonces reparó en el chico que me acompañaba—. ¿Y tú? ¿Llegando tarde? —soltó unas cuantas risas y tomó al nuevo del cuello, arrastrándolo consigo en un amigable gesto—. Seguro que te ha echado la bronca. Odia la impuntualidad, ¿sabes? —se dirigió hacia mí mientras se alejaba—. Me temo que ahora tendrás que lidiar con dos impresentables, Nao —el novato se encogió, temeroso de la radiante energía con la que el capitán de nuestro equipo le había agarrado para llevarlo a los vestuarios—. ¿Cómo te llamas, novato?
Se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos y quedé sola, esperando a que regresaran para dar comienzo a las pruebas.
Sentía los pómulos arder, pero no entendía muy bien el porqué.
Rin Matsuoka.
Sí, era un nombre chica, pero, cuando se presentó, yo solo escuché el de un ganador.
🌊🌊🌊
Supongo que siempre hubo algo en él que me hacía temblar por mucho que me resistiera. Incluso al posar mis ojos sobre él, intentaba no centrarme demasiado en su figura o evitar escrutarlo mucho cuando salía del agua.
El cuerpo de cualquier nadador que se preciara estaba más tonificado que la media, no era ningún misterio, sin embargo, si hablabamos de Rin, entonces apartaba la vista y me ocupaba de otra cosa antes de notar aquel nerviosismo acelerando mi respiración.
Las primeras semanas marcharon así, manteniendo las distancias a propósito porque tenía miedo de comprender lo que podía significar ese chico, tan sombrío y solitario, para mí.
En un principio me obligué a creer que simplemente lo veía alicaído a pesar de su magnífico potencial, que el único motivo por el que me detenía más tiempo a pensar en Rin era porque lo apreciaba, como a un hermano pequeño, como alguien a quien cuidar. Esa mentira bastó para saciarme durante unos meses, sí, pero la caída cuando me di cuenta de la realidad fue mayor.
Una tarde, pasadas unas semanas desde la llegada de los estudiantes de primero y de Rin, a punto de cerrar el pabellón, me acerqué a los vestuarios para comprobar que ya no quedaba nadie allí. Me sorprendió escuchar unas voces a medida que avanzaba por el largo pasillo. Yo estaba dispuesta a interrumpir aquella conversación y apremiar a los miembros que todavía recogían sus enseres para marcharse a casa o a los dormitorios de la preparatoria cuando las palabras que llegaron a mis oídos pesaron más que cualquier otra cosa.
—¿No te parece que es demasiado estricta?
—¿Suzumura-senpai? —al escuchar mi nombre, decidí aguardar—. Sí ... Me gustaría que nuestra mánager fuera un poco más linda. Sería agradable, ¿verdad?
No era la pera vez que escuchaba algo como eso. El primer año, cuando me senté para ser la próxima mánager del equipo de natación, nuestros senpais también me recomendaron que fuera más simpática con ellos. Esa era mi forma de ser, ¿no podían entenderlo? Nunca se me ocurriría ser desagradable con mis compañeros porque eran parte de mi familia, pero supongo que siempre fue algo unilateral. Todo ese tiempo que les dedica, incluso sin ser la chica bonita y dicharachera que habrían deseado, no significaba nada para esos chicos que despreciaban mi esfuerzo diario a escondidas.
Parada frente a la puerta, pestañeé, sosteniendo el aliento. Me giré, decepcionada con ellos y conmigo misma por no alcanzar las expectativas por mucho que lo intentara. ¿De qué servía en el equipo? ¿Acaso no les perturbaba con mi presencia más que echarles una mano?
Genial.
—Exacto —lo secundó su amigo en tono burla—. Tampoco es que sea muy guapa y si encima se pasea por ahí con esa cara de ...
Las voces se desvanecían con cada paso que daba hacia la salida y, de pronto, el estruendoso cierre de una de las taquillas cesó aquel maldito murmullo.
De pie, en mitad de la oscuridad del pasillo, distinguí a una tercera persona uniéndose a la charla.
—¿No os da vergüenza hablar de Suzumura-senpai de esa forma? ¿Es que estáis ciegos? ¿O acaso os centráis tanto en las prácticas que ni siquiera tenéis un minuto para ver cuánto nos ayuda? —mi corazón comenzó a latir más y más tras identificar el nombre que había detrás de esa poderosa voz—. Senpai no está aquí para ser vuestra distracción personal. Si queréis conocer chicas, deberíais dejar la natación.
—Pero, Rin-san, seguro que tú también ...
—No me metáis en vuestras estupideces —escupió, claramente dolido por los comentarios que había oído—. Yo vengo aquí a nadar, a mejorar, no a despreciar el trabajo de otros, pero si os apetece escuchar mi opinión al respecto, no creo que haya nadie en toda la escuela que pueda ser mejor mánager que ella. ¿Contentos? —suspiró, sonoramente—. Ahora recoged antes de que senpai venga y la hiráis de verdad.
Creo que aquello empujó una pizca más mis sentimientos, acercándolos poco a poco al borde de la piscina.
Cuando Rin salió, yo recuperaba el aire mientras recogía unas toallas que habían dejado tiradas fuera.
Me vio, pero solo asintió al tiempo que se colocaba su habitual gorra negra, despidiéndose de mí sin ánimo de añadir nada a su escueto adiós.
A partir de entonces, entendí que, bajo aquello máscara de indiferencia, había algo más que un prodigio de la natación. Ese chico removió mis adentros como nadie había conseguido antes. Era ... Era la primera vez que alguien, además de Seijūrō, reconocía que mi lugar allí era útil de algún modo y que desempeñaba correctamente mis quehaceres.
No hizo falta que escondiera mi sonrojo de él cuando se marchó, pues ya apenas había luces que alumbraran el camino de salida, no obstante, yo no pude apartar la mirada de él hasta que desapareció del lugar.
Esa noche, busqué la forma de convencerme de que solo había hecho lo que creyó justo porque, evidentemente, no existían otras razones que lo pudieran empujar a defenderme con un fervor como aquel. Y, aún así, mi alma ansiaba ganar ese debate y dar una respuesta en extremo errónea y poco realista.
Unos días más tarde, mientras comprobaba la lista provisional para el torneo en el que lucharían por llegar a las regionales, el suave carraspeo de Rin Matsuoka halló la manera de que nuestros caminos se volvieran a cruzar en contra de mi férrea voluntad por evitar, precisamente, esa posible interacción entre ambos.
—Senpai, ¿estás ocupada ahora?
Abandoné mi tarea al instante, confundida por su pregunta.
—No. ¿Qué necesitas? —sentí la boca seca y cómo mis nervios despertaban.
Rin acababa de llegar, por lo que me resultó un tanto raro que requiriese de mi ayuda para algo. Lo más normal habría sido que, al acabar la jornada, me hubiera preguntado por el paradero del capitán o por el registro de sus tiempos, pero aquello ... ¿A que venía?
—¿Puedes acompañarme a los vestuarios? —señaló, temiendo que rechazara su propuesta.
Por el contrario, la acepté gustosa y fui con él tras avisar a Mikoshiba de que me ausentaría durante unos minutos.
Al llegar al lugar indicado, Rin se ocupó de sacar una de las básculas que se almacenaban en las taquillas vacías y, antes de que pudiera interesarme más a fondo por el motivo que le movía, él comenzó a desvestirse. Al momento, giré la cabeza, preocupada por que se sintiera incómodo si me recreaba demasiado en la vista que tenía delante.
Mi tendencia a no mirarle había persistido desde que entró en el club y, por lo tanto, seguía sintiéndome algo cohibida cuando se trataba de posar la vista en alguno de sus músculos. No debía ser un problema, por supuesto que no, entonces ... ¿Por qué demonios mi estómago se revolvió al vislumbrar sus abdominales excelentemente marcados?
Agitada, recogí algo de flequillo tras mi oreja derecha.
—El capitán Mikoshiba comentó el otro día en los dormitorios que te estás preparando para entrar en una universidad especializada en ciencias de la salud —dejó su camiseta en uno de los bancos de madera y aguardó a mi afirmación al respecto de esa información que el bocazas de nuestro capitán había esparcido por ahí.
—Sí. Nutrición es la opción que más me ha gustado siempre —confirmé, algo contrariada por la dirección que estaba tomando aquella conversación—. ¿Por qué lo dices?
De perfil, pude discernir cómo bajaba sus pantalones.
Tragué saliva, consciente de que debería estar muy acostumbrada a esas situaciones. Todos los meses se hacían varias revisiones individuales para monitorear el estado de los miembros del equipo en busca de algún dato poco favorable o ligeramente preocupante con el fin de corregir los valores indicados y encontrar un buen balance para todos los chicos. Y, como era de esperar, yo me ocupaba de trabajar toda esa información, ofreciendo menús que les favorecieran, uno por uno.
—Últimamente me he encontrado escaso de fuerza. Puede que sea porque paso demasiado tiempo en el agua y no visito tanto como debería el gimnasio, pero creo que el problema es la comida —me comentó, haciendo saltar mis alarmas. Con aquella declaración, consiguió que olvidara mi modestia. Caminé hacia él, enfocándome en el volumen de sus músculos seriamente—. Quería saber su opinión, senpai.
Mis dedos repasaron automáticamente sus deltoides y, después de un rápido a dicha zona, me concentré en los bíceps. Con el pitido de la báscula, ambos dirigimos la mirada hacia el marcador, que apuntaba un peso más reducido que la última vez. Sesenta y dos kilos estaba por debajo de la horquilla que calculé el primer día para Rin y eso quería decir que había bajado demasiado de peso en tan solo un par de semanas.
No estaba bien. Tenía que corregirlo pronto para poder dar lo mejor de sí en el torneo.
—¿Suzumura-senpai? —su voz me sacó de aquellos pensamientos, haciéndome ver que estaba demasiado cerca y que todavía tenía mis manos sobre su tersa piel, a lo que di un paso atrás, elaborando un plan a toda velocidad.
—Sí, probablemente el fallo esté en la alimentación —secundé su suposición, sopesando cuál sería la mejor solución—. El menú inicial no debe ser bueno para ti. Tendría que haber imaginado que algo como esto podía ocurrir ...
—No creo que sea tu culpa, senpai —se atrevió a decir él, atrapando mi mirada en un momento de guardia baja—. No me he sentido muy bien desde que llegué y estoy seguro de que eso también ha contribuido a que mi apetito no sea el de siempre. Lo siento —básicamente estaba reconociendo que no había hecho todas sus comidas y eso me asustó mucho más—. Tendría que haber hablado contigo antes.
Sí, tendrías que habérmelo dicho desde el primer día.
Me habría gustado decir aquello, pero el pesar que se extendía por su consternado rostro no me permitió soltar ni una sola palabra. ¿Cómo de mal lo estaba pasando? ¿Qué era eso que le quitaba incluso las ganas de comer? Tener una dieta equilibrada era fundamental y primordial en cualquier deportista; Rin lo sabía. Entonces, ¿qué le impedía seguir adelante?
Preguntarle sobre la verdad habría sido demasiado precipitado y tampoco quería que me viera como a una chismosa, así que me olvidé de eso y puse de mi parte para serle de ayuda en aquel bache.
—De acuerdo —inspiré hondo, concentrada en la tímida forma en que me miraba—. Te haré un nuevo menú. Tendrás que tomar más proteínas para recuperar músculo y fortalecerte, pero debes seguirlo al pie de la letra o no habrá resultados —esa sombra que lo acompañaba a diaria pareció esfumarse por momentos, siendo sustituida por un pesado agradecimiento que supo poner en palabras—. Creo que todos nos hemos dado cuenta de que algo te ocurre, Rin.
Aquella fue la primera ocasión en que me referí a él por su nombre. Mi intención no era sonar más dura con él, sino hacerle sentir que todos queríamos lo mejor en su carrera. Un chico como Matsuoka podría conseguir miles de metas si se lo proponía, pero habríamos estado ciegos si no hubiésemos visto aquel lastre que lo relantecía.
—¿Vas a preguntarme sobre eso? —se aventuró a decir, ligeramente decepcionado.
Puede que Mikoshiba me hubiera repetido más de una vez que me intentase ganar la confianza de Rin para comprender por qué no sacaba todo lo que tenía que ofrecer en el agua. Puede que, al principio, me hubiese propuesto averiguarlo, sin importar el costo. Pero, para sorpresa de mí misma, apreciar su dolor tan nítidamente a través de sus atribuladas pupilas hizo que mis planes dieran un viraje de ciento ochenta grados.
No iba a añadir más carga a su espalda. Ya estaba muy cansado y preocupado y mi intromisión en su vida privada solo lograría que su ánimo descendiera más, si es que eso era humanamente posible a esas alturas.
—No —mi negativa tardó en surtir algún efecto en él, pero pronto alzó la barbilla y se fijó en ese gesto amable que yo apenas mostraba a los demás—. No voy a meterme en tus asuntos. Mi trabajo no es ese; yo debo estar aquí para vosotros, para aligerar vuestros entrenamientos. Si quieres hablar de algo, estaré dispuesta a escucharte y aconsejarte, pero sé que no estás preparado —era evidente que Rin no se abriría fácilmente a sus compañeros y, por lamentable que pudiera ser, le comprendía a la perfección—. A veces me recuerdas a mí misma —solté de repente, sorprendiéndolo—. Yo también odio que intenten entenderme —con una amarga sonrisa, examiné por última vez su relajado semblante; aquella era una vista muy inusual, desde luego—. Traeré el menú modificado mañana. Intenta descansar hoy, Matsuoka.
Me di la vuelta, preocupada por haber hablado de más.
Cuando su mano se aferró a mi muñeca, mis piernas dejaron de moverse.
—Senpai, gracias.
Y, luchando contra las ganas de volverme para comprobar si aquel brillo que vi el día que nos conocimos había regresado a sus misteriosos ojos, asentí. Fue él quien me dejó ir; yo no habría podido reunir el valor suficiente para plantarle cara por segunda vez después de haberme sincerado de aquella manera.
🌊🌊🌊
Las semanas que siguieron a aquella charla transcurrieron sin contratiempos. Lo único que se salía de lo normal era mi actitud con Rin. Creo que más de uno se percató de ese repentino acercamiento entre ambos. Siempre que alguien preguntaba, yo me limitaba a la realidad: estaba monitoreando sus entrenamientos personalmente a la par que le aconsejaba acerca de las comidas diarias. También me ocupaba de sus suplementos alimenticios y de llevar la cuenta de las horas que pasaba en la piscina para que tampoco olvidara visitar el gimnasio de la preparatoria.
No había nada más que eso. Al menos, no de cara al resto.
Con el transcurso de los días, observaba la determinación de Rin de cerca. A pesar de los problemas que enturbiaban su mente y que no le permitían dar todo lo que albergaba, trataba de superar sus marcas y de asombrar al capitán con el objetivo de que tuviera en cuenta su nombre en el torneo de verano.
Participó en él, abriéndose camino a los regionales, pero, desde que regresamos a los entrenamientos diarios, no había conseguido alcanzar mejores tiempos. Aún así, no cejó en su empeño y nadó más que ningún otro en el club, buscando esa meta que todavía se le escurría entre los dedos.
Aquella fuerza de voluntad se transformó en otra de la virtudes que encontré en él y que admiraba más que nadie. Por alguna extraña razón, con cada conversación o cruce de palabras me topaba con nuevos detalles que lo hacían brillar con mayor intensidad.
Aunque él no lo reconociera, me di cuenta de cuánto se preocupaba por sus compañeros. En especial, de otro de los principiantes, Aoi, un chico de primero que vivía alabando los maravillosos tiempos de su senpai. No había podido dar con un mejor ejemplo a seguir, sin duda.
La personalidad de Rin no era su punto fuerte, por lo que no tenía muchos amigos en el equipo. Al tener tan claro su objetivo en el agua, olvidaba la importancia de otras cosas que le harían falta, tarde o temprano.
Querría haberle hablado de esos aspectos en los que debería mejorar, pero nunca me atrevía. No quería hundirle y ni siquiera existía una confianza consolidada entre él y yo, así que optaba por sentarme en el bordillo de la piscina y cronometrar sus tiempos hasta que me requirieran en otro lugar.
La tarde previa a su marcha hacia los regionales, casi todos se fueron antes. Seijūrō, como buen capitán, insistía en que el descanso era primordial antes de una competición. Con su insistencia, logró que la mayoría de los chicos regresasen pronto a los dormitorios.
Al día siguiente, todos tomarían el autobús que los llevaría a la capital, donde se produciría el ansiado torneo y el capitán quería que sus horas de sueño no mermaran por el nerviosismo que aquel nuevo reto podía suponer.
Naturalmente, Rin Matsuoka era la excepción.
Él permanecía en el agua, intentando rascar alguna centésima más antes de la verdadera prueba. Ni siquiera se detenía a recuperar el aire; la idea de perder después de que hubiera salido elegido para estilo libre le aterraba demasiado.
En silencio, rodeé la piscina y analicé sus fuertes brazadas, que lo acercaban al punto de inicio a una velocidad increíble.
Esperando a que regresara, tomé asiento en el frío y mojado bordillo. La humedad alivió el calor que atizaba en aquella temporada. Introduje mis pies en el agua y me fijé en el reflejo de la luna, pero rápidamente se deshizo, con la vuelta de Rin.
Sacó la cabeza, goteando, y corrió a comprobar en el reloj de pared si su tiempo había sido mejor que el anterior que registró. Su mueca me indicó la resolución final.
—¿No ha ido bien? —interrumpí la silenciosa situación.
Él se sacó el gorro y las gafas, reprimiendo una irritación de la que no conseguía deshacerse por mucho que practicara.
Su cabello rojo captó mi atención y, durante un breve instante, quise tocarlo. Con tan poca luz alumbrando el recinto cerrado, sus hebras adquirían una tonalidad morado bastante llamativa. Por suerte, me olvidé de aquella tontería a tiempo.
—No estoy mejorando —apuntó, enfurecido y alicaído—. Llevo varios días estancado, sin poder recortar tiempo.
Dejó los accesorios en el borde, justo a mi lado, pero no salió del agua.
—Puede que te estés forzando más de lo recomendado, Matsuoka —planteé la posibilidad, tras lo que frunció el ceño—. Descansar es tu prioridad ahora. Has recuperado tu condición física desde que hablamos, pero mantenerla mañana también requiere de un buen descanso hoy.
—Lo sé —reconoció, frustrado por la verdad que había en lo que le estaba diciendo.
Dudé sobre si estaría bien indagar un poco más en el asunto. Él no se había pronunciado al respecto, sin embargo, aquella práctica conjunta con la preparatoria Iwatobi me despertaba miles de preguntas.
—¿Tiene algo que ver con esos chicos? Los de Iwatobi —señalé.
El cambio en su rostro fue significativo, por supuesto. No había mayor respuesta que esa.
—Sí —afirmó, débil—. Tengo algo pendiente con ellos.
—Mmmm ... Me lo imaginaba —musité, sintiendo sus ojos descansando en mí—. Aunque ninguno de ellos compite contigo en estilo libre, ¿no?
—Quedaron descalificados en los individuales. Solo participarán en relevos —me comunicó.
Pero su adorable puchero me indicó que aquel no era el problema. Su rivalidad con esos chicos iba más allá y no me daría más información. Me apenaba, claro. Solo estaba respetando su silencio como la senpai que siempre había sido para él. ¿Llegaría el momento en que me contase todo lo ocultaba tras esa fachada de tipo frío y apático?
Dispuesta a aliviar un poco ese peso que hundía sus hombros en la limpia agua, no contuve más el anhelo que había picoteado la palma de mi mano y llevé mi extremidad hasta su pelo mojado. Aquella suave caricia, provocó un sonrojo en él que, tristemente, mis orbes no atraparon.
—Todos estaremos apoyándote en las gradas, recuérdalo, por favor —mi pulso, disparado, comenzó a recorrer mis venas a ritmos desiguales—. Rin, no sé qué es lo que piensas ni cuál es tu meta, pero estoy segura de que podrás con ello. Solo tienes que hacer lo que realmente quieras —concluí mi pequeña sugerencia y alejé mi mano de su sedoso cabello—. Tenlo en mente, ¿de acuerdo?
Callado, acercó su cuerpo al bordillo y ambos brazos le sirvieron a modo de punto de apoyo. Casualmente, aquello generó que su costado izquierdo entrara en contacto con mi rodilla desnuda. Fue un roce que atesoré en secreto, pues no le resultó incómodo y lo mantuvo hasta que volvió a pronunciarse.
—Senpai —me reclamó.
—¿Sí?
—Quiero disculparme —continuó—. Si alguna vez te hablé indebidamente o te hice sentir mal, yo ...
—Nunca lo hiciste, tranquilo.
Escondió la cabeza entre sus definidos brazos, huyendo de mi mirada. Podría sonar estúpido, pero ese movimiento me resultó infinitamente adorable hasta el punto, incluso, de sentir cómo una inmensa avalancha aprisionaba mi corazón.
Ahogué la respiración y analicé su silueta.
—Me alegro ... —su susurro sesgó mi interior—. ¿Senpai?
—¿Sí? —repetí, más alterada y confusa que la primera vez.
—No sé si seré capaz —se sinceró—. Siento que estoy llegando a mi límite.
Quiero hacerle ver que es suficiente. Que su esfuerzo bastará cuando compita. Quiero que me mire y que vea a través de mí otra vez, que comprenda lo orgullosa que estoy de él.
Apreté mis manos, dolida por presenciar aquella parte de Rin que no era capaz de aceptarse por completo.
—Si no puedes confiar en ti, confía en mí —esa petición ardía en mi garganta—. Valdrá la pena, créeme.
Emitió un escueto sonido, aceptando mi firmeza y haciéndola suya.
Después de aquello, esperé a que añadiera algo más mientras jugaba con el agua que cubría hasta mis rodillas.
—Es tarde. Yo cerraré, senpai —comentó, echándose de nuevo a la piscina. Se zambulló, humedeciendo su pelo, y se colocó el gorro con agilidad—. No te preocupes, puedo ...
—¿Qué clase de senpai sería si dejase a mi kōhai solo a estas horas? —lancé la pregunta, escéptica. Su mirada era amable y fue acompañada por una diminuta sonrisa—. Tres tiempos más. Yo te cronometro. ¿Trato hecho?
—Cuatro —rebatió, tomando las gafas.
Exhalé, fingiendo un agotamiento que le causó cierta gracia.
—Está bien.
Satisfecho con mi respuesta, extendió su brazo. Yo dudé, pero acabé estrechando su mano. Aquel espontáneo encuentro con su piel alimentó la codicia que crecía en mi estómago, exigiendo algo más que un simple apretón cordial y amistoso.
Cuando Rin se zambulló, apreté el botón de mi reloj de muñeca, incapaz de apartar los ojos de su dinámica figura.
¿Llegará el día en que ría y disfrute de verdad? Ojalá pueda verlo por mí misma.
🌊🌊🌊
Esa competición marcó un punto de inflexión en el equipo por lo que vivimos aquella jornada.
Rin, la estrella del equipo que tanto prometía ... Recogió su peor tiempo y, el intentar salir de la piscina, ni siquiera tenía fuerza en los brazos para impulsarse.
No podía creer lo que estaba viendo. La grada desde la que nuestro equipo animaba cayó en un duro silencio del que no pudo recuperarse.
Seijūrō, a mi derecha, mantenía un gesto serio a la par que preocupado. Había ocurrido lo que más temíamos: se rompió, en medio de la carrera.
—Rin-senpai ...
El lamento de Aoi llegó a mí, pero, hasta que no salió corriendo frente a todos nosotros, yo no me di cuenta de la gravedad a la que nos enfrentabamos.
A pesar de que Mikoshiba trató de detenerme, fui tras el novato de primero que tanto admiraba a Matsuoka. No había forma de que un enfrentamiento con él saliera bien si Rin estaba en tan mal estado psicológico. Si no mediaba entre ellos, podría desembocar en algo mucho peor.
Como imaginé, Rin no estaba en sus cabales. Cuando llegué al pasillo donde ambos miembros del club discutían, una fuerza invisible me frenó. No pude avanzar, no pude ser la superior que merecía y me limité a contemplar la dolorosa escena desde lejos. Vi cómo perdía el control por completo y entonces sentí el terror más siniestro; si no conseguía reponerse, habría acabado para él. Su futuro ... Absolutamente todo.
—¡Voy a dejar la natación!
Su espeluznante grito inmovilizó a Aoi y a mí me dejó petrificada.
Los minutos que siguieron se mantienen en mi memoria como una incomprensible nebulosa. Los recuerdos son cortos, borrosos. Pocas imágenes pudieron sobrevivir a mi deplorable estado mental de aquella tarde.
¿Realmente hice todo lo que pude por él?
¿Fui el pilar que Rin necesitaba en aquella guerra que batallaba solo?
Miles de interrogantes giraban a mi alrededor, se enroscaban en mi garganta y buscaban la manera más cruel de asfixiarme.
En medio de ese desastre, alguien gritó y señaló la pista. Vislumbrar a Rin allí, junto a los chicos de Iwatobi, logró que aquel nudo se fuera destensando.
Todo acabó en un abrir y cerrar de ojos. Lo último que puedo rescatar de ese día es la cara de felicidad con la que se abrazó a sus amigos. Porque, más allá de la rivalidad que pudiera existir entre ellos, todavía sobrevivía una amistad indestructible. Una amistad que le permitió resistir y encontrar su camino.
Por supuesto, al terminar la jornada, Rin se presentó frente a todos nosotros, sin una pizca de arrepentimiento en sus ojos, y aseguró que dejaría el equipo después de haber hecho algo así. Y, una vez más, Mikoshiba aceptó sus disculpas y le dio la oportunidad de continuar, de nadar de esa forma tan hermosa en Samezuka.
Sus orbes se convirtieron en un poderoso mar que no pude olvidar en las vacaciones de verano que siguieron. Se sintió como una pesadilla, irreal y perturbadora, que permanecía en mi mente con el único propósito de atormentarme.
🌊🌊🌊
El día que volví a la preparatoria, lo primero que hice fue dejar mi equipaje en los dormitorios y, a continuación, caminé hacia el enorme pabellón que ya sentía como mi segunda casa.
Había oscurecido y, en realidad, los chicos no volverían de sus días libres hasta la mañana siguiente, por lo que descubrir a alguien dentro era muy poco probable. De alguna forma, el olor a cloro se había transformado en un sedante con el paso del tiempo. Siempre que estaba cerca del agua, podía respirar tranquila. Además, mi estancia en el edificio de mujeres nunca había sido muy cómoda. Hasta que los chicos regresaran, solo me apetecía dejar que las horas pasaran y permanecer dentro del gran recinto.
Con el chirriar de las pesadas puertas principales, respiré liberada.
Había echado de menos aquella sensación húmeda y cálida.
El chapoteo de agua al que tan acostumbrada estaba también me dio la bienvenida. Un carril estaba ocupado, sí, y la luz de la luna que se filtraba por las gigantescas cristaleras me reveló la identidad del invitado sorpresa.
Al distinguir sus marcadas brazadas, pulcras y perfectas, algo se removió en mi pecho. Un cúmulo de recuerdos rotos se arrolinaron en mi cabeza, deseando que me dejara llevar por unas emociones que apenas podría controlar tras todo lo acontecido en los regionales.
No volví a hablar con él. Ciertamente, la última vez que lo hice fue en ese mismo lugar, a una hora similar, terminando de calcular sus marcas personales, a petición suya.
Rin Matsuoka era un persona nueva, pero, a la vez, era el mismo chico al que cuidé desde su llegada, varios meses atrás.
¿Habría cambiado algo ahora que podía ser él mismo, libre y seguro de sus decisiones?
Aquel día, de regreso a Samezuka, sus compañeros descubrieron a un Rin que había vivido en las profundidades. Un Rin en el que yo siempre confié. Un Rin al que aguardé, paciente, desde el momento en que lo vi cruzar esas puertas. Ese Rin que me hacía temblar igual que hoja, que se había deshecho de aquellas inseguridades y que podía luchar por un futuro más que merecido.
Su letargo había terminado. Nada le impedía ser y mostrarse como lo que era: un chico luchador y constante, feliz de haber recuperado esa estabilidad que tanto necesitaba.
Él salió a la superficie, llenándose los pulmones de oxígeno, y corrió a observar la hora. Su sonrisa me dio a entender que marchaba correctamente, que ya no tenía por qué preocuparme.
Se disponía a reanudar el entreno cuando me vio a unos metros de la piscina. El brillo que sus ojos emitían también se me antojó diferente, todo en él irradiaba una paz y una seguridad envidiables. Aquella estampa era especial para mí y, debido a ello, no me di cuenta de la reacción que estaba teniendo. Rin lo comprendió antes que yo; en contra de la oscuridad que nos abrazaba, las lágrimas que brotaban de mis orbes no eran invisibles en absoluto.
Matsuoka se acogió al bordillo mientras estudiaba mi llanto silencioso.
—¿Suzumura-senpai? —titubeó, perplejo.
Al llamarme, una tecla fue presionada en alguna recóndita zona de mi ser. Aparté la vista, impidiendo que las espesas lágrimas estuviesen a su alcance.
¿Por qué estaba llorando? Ni siquiera me vine abajo durante el torneo, entonces, ¿por qué ...?
—Senpai, ¿qué pasa? ¿Estás ...? —se impulsó fuera de la piscina, alertándome.
—No es nada —me mordí la lengua y comencé a caminar lejos de su posición, directa al pasillo que llevaba a los vestuarios.
El sensor de movimiento accionó uno de los focos que alumbraban, escasamente, el largo corredor. Quería desaparecer por hacer el ridículo frente a él de aquella penosa forma, pero no tenía escapatoria. No importaba dónde probase suerte, la salida del recinto estaba al otro lado y tropezarme con él de nuevo no era una opción.
Deseé que volviera al agua, que decidiera darme espacio. Necesitaba que las gotas dejasen de descender o no sería capaz de mirarle.
¿Quién era yo para ir derramando lágrimas por un chico como él? Rin debía pensar que su impecable senpai solo quería la atención de los demás.
"Has entrado al equipo de natación para eso, ¿verdad? Buscas que todos los chicos se fijen en ti."
Las palabras que tanto me hirieron tiempo atrás surgieron de repente, reverberando en mis embotados sentidos.
Abrí de un golpe sordo el vestuario. No me interesó prender las luces del cuarto. Verme en los espejos no me ayudaría a recuperar la calma, solo me haría sentir más miserable aún.
La angustiosa corazonada de volver a ser el hazmerreír, de volver a ser la decepción de personas que me importaban ... No podía ocurrir otra vez.
Retiraba la humedad de mis mejillas, sin embargo, otros riachuelos convergían en sendas distintas, dibujando horribles recuerdos en mi piel.
Me senté en el banco más cercano, aguantando los sollozos que empezaban a quemar mi garganta.
El suave rumor de sus pisadas descalzas endureció el desconsuelo que me había atacado de la nada.
—¿Senpai? —su llamado se asemejaba a un ruego.
—Puedes ... Puedes seguir con la práctica —le señalé, controlando difícilmente mi voz—. No quería interrumpir.
Me escondí de él con ambas manos. Debía estar hecha un desastre. Por desgracia, tener esa barrera no sirvió a la hora de sentir cómo se acercaba. El golpe de las taquillas, reducido pero todavía perceptible, me indicó su ubicación, a unos centímetros de mí.
—No interrumpes. Nunca lo haces, senpai.
No tienes que comportarte bien conmigo por compromiso. No lo hagas, por favor.
—Matsouka, de verdad, no ...
—¿Alguien te ha molestado? ¿Es eso? —preguntó, midiendo su propia curiosidad.
Ojalá hubiera quedado en algo así de simple. Ojalá mis remordimientos no hubieran crecido hasta tal punto. Puede que todo fuera mi culpa, al fin y al cabo.
—No —un hipido huyó de mis labios—. No estoy así por ...
—¿Soy yo? —me detuvo—. El problema ... ¿Soy yo entonces?
¿Por qué comencé a llorar en primer lugar? ¿Qué pasaba por mi mente cuando las lágrimas brotaron? Sí, en él. En lo despierto y alegre que estaba después de haber sufrido tanto.
Sonreí, apaciguando el llanto con los segundos.
—Sí —dije, dejándome llevar—. Es ... Un alivio.
—¿Un alivio? —parecía confundido, y no era para menos.
¿De verdad podría explicarle algo de lo que estaba sintiendo sin que me tomara por una lunática?
—Sí —asentí, incapaz de parar—. Qué estés bien. Creo ... Creo que pasé todos estos días asustada de venir aquí y descubrir que estabas peor después de lo que pasó en los regionales —le expliqué.
Por una vez en mucho tiempo, estaba hablando con la única verdad que conocía.
Él había acaparado una gran parte de mi vida. No pretendía que ocurriera. Ya era bastante complicado interpretar mis propias carencias y, por si no fuera poco, había terminado fijándome en un chico que rivalizaba conmigo en un aspecto tan peliagudo como ese.
¿Podía reprimirlo? ¿Podía, por algún casual, frenar unos sentimientos que desconocía?
—No supe qué hacer —añadí—. Vi cómo te enfrentaste a Aoi-kun, te escuché decir que dejarías ...
—No te atormentes, senpai. Sé lo que dije, pero yo ...
—Está bien —levanté la cabeza, abochornada completamente. Rin me miraba, estupefacto. Contemplar a su manager en una tesitura de aquel calibre debía ser esperpéntico desde su perspectiva—. Sé que eres más fuerte que eso, Rin —utilicé las mangas de mi chaqueta a modo de pañuelo y corrí a borrar las horrorosas marcas de cruzaban mi rostro—. Olvida todo esto, ¿vale? Lo último que quería era que me vieras llorar como una niña, perdóname por ...
El banco crujió.
Tenía la mirada demasiado borrosa, así que no pude seguir las acciones de Rin debidamente.
Su abrazo era frío, pero no sentí más que una calidez abrumadora.
Estaba mojado. Al haber venido tras de mí, no tuvo tiempo de secarse, por lo que su pecho empapó todo mi costado. Unas pocas gotas se escurrieron entre mis mechones castaños, provenientes de su barbilla, que descansaba en mi cabeza. Matsouka aprovechó nuestra diferencia de altura para apresarme en su abrazo y acorralarme. No había forma humana de alejarlo, pero tampoco quería hacerlo. En su lugar, un dulce escalofrío me sacudió las extremidades.
—"Solo tienes que hacer lo que realmente quieras" —mis ojos se agrandaron y él, acomodándome contra sí, desplazó su mano derecha a mi cabello con la intención de eliminar cualquier distancia entre nosotros—. Pensé en tu consejo durante la competición. Más bien, fue lo único en lo que pensé cuando perdí en estilo libre. ¿Qué era lo que más quería? —mi hombro rozó su pectoral, pero permanecí quieta, atenta a lo que trataba de contarme—. Siempre, siempre creí que ganar y ser el mejor me harían un ganador —con las cuencas nuevamente humedecidas, continué escuchándole—. Pero yo no soy de esa forma y tú te diste cuenta antes de que yo mismo me hundiera en una gran mentira. Hiciste mucho por mí porque me respetaste y esperaste a que entendiera que no podría llegar a ningún podio solo —mis comisuras temblaron, el llanto retornó con más decisión y un resquebrajado gemido lo acompañó—. Te debo mucho, senpai. Por eso, si lo que realmente quieres ahora es desahogarte, hazlo. Déjame sostenerte hasta que lo hayas soltado todo, ¿de acuerdo?
Genial. Él mismo, sin saberlo, acabó adueñándose de mi vacilante corazón.
Ya no puedo impedirlo, ¿verdad? No puedo deshacerme de lo que siento por Rin.
Había tanto que me habría gustado decirle: mis complejos, mis errores, también mis sentimientos. El principal inconveniente lo intuí esa noche, cuando sus caricias limpiaron parte de ese dolor que guardaba bajo llave ya que su voluntad era pura, pero no almacenaba ni una pizca del amor que yo había desarrollado por él.
¿Un enamoramiento no correspondido? ¿Eso era lo que la vida me había preparado? ¿La siguiente etapa de agonía estaría presidida por esa retorcida historia?
Con amargura, esbocé una sonrisa que escondí en su clavícula.
No cabía duda: el destino se regocijaba en mi tortura.
🌊🌊🌊
Hola, wuenas 🤓
Me paso por aquí con otro shot, claro que sí :D
Es un 0.5 porque no creo que sea lo suficientemente interesante (?) como para poder calificarse como una primera parte de la historia de Naoki y Rin. Aunque es necesario leer esta parte para comprender los sentimientos de Naoki, obvio 👹Tampoco sé muy bien cómo de largo terminará siendo, así que podéis esperar por lo menos unas dos partes más xD
P.D.: sé que Samezuka es un preparatoria privada masculina en el anime, pero yo quería modificarlo un poco y hacer que fuera mixta jeje 👁👅👁
Os quiere, GotMe 💜
23/01/2022
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