|| Godfather » Katsuki Bakugō ||
—¿Necesitas que vaya a comprar algo? —le pregunté, secándome las manos.
Jirou meneó la cabeza y continuó observándome desde la mesa.
No la había dejado moverse ni un centímetro desde que llegué a su casa. Después de conseguir algo de tiempo libre, no se me ocurría otra manera de ayudarla excepto echarle una mano con la reforma de la habitación.
—Ya has hecho suficiente, Mai. Gracias por venir, aunque no hacía falta que lo hicieras —me sonrió.
Yo dejé el trapo en una de la sillas y me acomodé en otra, la que estaba más cerca de ella.
—Claro que tenía que hacerlo —insistí—. Hoy tenían una mañana ajetreada, así que supuse que estarías sola y no creo que a Kaminari le hiciera gracia dejarte en casa en tu estado.
Jirou, con la mano derecha sobre su abultada barriga, asintió.
—Peleamos un poco esta mañana porque quería quedarse conmigo —me admitió—, pero él sabe muy bien que no le dejaría faltar a su turno. Solo hicieron falta un par de gritos y uno de mis amplificadores para que saliera por la puerta.
Las dos estallamos en risas al imaginar la graciosa escena que acababa de dibujar.
Podía poner la mano en el fuego a que Jirou lo tenía todo bajo control. Su embarazo nos sorprendió a todos, pero supongo que cuando lo hicieron oficial, el factor que más nos impactó fue pensar en Kaminari como un padre modelo. Él era el más irresponsable y alocado de todos, así que nos fue difícil encajar las piezas. Sin embargo, Jirou y él parecían contentos y ansiosos por tener a su niño pronto. Y no me cabía duda de que él sería un buen padre con la ayuda de mi amiga.
—Cuando se le mete algo en la cabeza es complicado que cambie de opinión. Sobre todo si se trata de ti y del bebé —aseguré, recordando lo atento que había estado con su novia desde que se enteraron de que iban a ser padres.
—Creo que ahí me entiendes mejor que nadie —se rio ella, escondiendo un poco su sonrojo —. Bakugo es el chico más terco que he conocido nunca. No me quiero imaginar como deben ser vuestras riñas.
Sonreí.
Todos los días peleábamos por algo. Sobre todo por tonterías y cosas sin importancia, pero ya se había convertido en una costumbre para nosotros. Nuestro humor era tan similar que resultaba casi imposible no chocar constantemente.
—Lo cierto es que agradezco que no tengamos vecinos —volvimos a reír, pero yo proseguí—. En realidad es gracioso vernos pelear —dije, a lo que Jirou se sorprendió ligeramente—. Cuando nos conocimos, le importaba menos lo que yo tuviera que decirle y solía berrear hasta que no le quedaba voz, pero ha pasado demasiado tiempo ya y ahora lo raro es que termine saliéndose con la suya.
—Ha aprendido que llevarte la contra es mucho peor de lo que parece —indicó—. Kaminari descubrió eso al poco de hacernos pareja.
Las dos habíamos tenido mucha suerte con nuestros respectivos novios. Los dos tenían sus defectos y cometían errores, pero tanto Jirou como yo nos enamoramos de ellos siendo conscientes de todo. Además, ellos también nos aceptaron y demostraron que realmente nos querían.
Recordé lo mucho que me incomodaba aquella actitud de superioridad y desprecio que destilaba Bakugo a diario. Mientras fuimos estudiantes, apenas nos dirigíamos la palabra porque siempre acabábamos echándonos cosas en cara que dolían más de lo que parecía. No nos llevábamos bien y aquello no era un misterio en clase. Todos creyeron que nos odiaríamos hasta el fin de nuestros días y esa suposición permaneció en el tiempo hasta que Bakugo y yo nos dimos cuenta de que no era el odio por el otro lo que nos impulsaba a ser así con el contrario.
Era rabia. Rabia por saber que existía alguien tan parecido a ti y ser incapaz de acercarse a esa persona.
—Mai —me llamó, devolviéndome al presente—, ¿aún no se lo has dicho?
Sabía que ese tema saldría a la luz. Jirou estuvo conmigo siempre que la necesité y también lo estaría en esa nueva etapa. Y, por si fuera poco, ella comprendía mis repentinos miedos mejor que nadie. Era la única que lo sabía.
—No he ... No he encontrado el momento de decírselo —me expliqué, tragando saliva—. Rara vez coincidimos en el trabajo y, cuando llegamos a casa, ninguno está de humor para hablar de asuntos serios.
—Pero tienes que contárselo —me regañó ella—. Te enteraste la semana pasada y no deberías esperar mucho. Además, seguro que Bakugo se alegra de la noticia.
—Se lo diré —afirmé, nerviosa por todo lo que podía cambiar en cuanto él lo descubriera—. Un día de estos.
Jirou suspiró, comprobando lo cabezona que podía llegar a ser.
Lamenté ser tan indecisa y miedica en ocasiones como esa. Podía ser tan valiente como cualquiera, pero si se trataba de algo sobre mi vida privada y nuevos sentimientos se involucraban ... Todavía me costaba adaptarme y sincerarme con Bakugo. Temía que él no estuviera preparado para enfrentarse a aquello.
—De acuerdo —agarró el mando a distancia y encendió el televisor—. Aunque no tienes por qué tener miedo. Él estará contigo. No tengo ninguna duda.
Sonreí tímidamente y desvié la mirada hacia la pantalla que se había iluminado.
Ya me disponía a volver a mis estúpidos pensamientos repletos de inseguridades cuando los informativos captaron toda mi atención de repente.
—"No sabemos muy bien qué está ocurriendo, pero parece que varios héroes están enfrentándose a los villanos que entraron hace menos de media hora al centro comercial en obras que ven a mis espaldas —transmitió una periodista que se encontraba cerca del lugar—. No sabemos qué héroes son debido a la enorme nube de humo que ha invadido la zona afectada, pero hay gente que afirma haber visto explosiones y rayos hasta hace apenas un minuto".
Me puse rígida y, al mirar Jirou, supe que ella también había activado todas y cada una de sus alertas al instante.
Tal y como la periodista había dicho, una densa nube de humo impedía vislumbrar el más mínimo movimiento. No parecía que hubiera nadie dentro de aquella humareda, sin embargo, después de fijarme durante unos treinta segundos, distinguí el resplandor característico de un ataque de Bakugo.
—Mierda —maldije, cerrando los puños.
—¿Has visto algo?
—Sí —me mordí el labio y procuré examinar el escenario lo mejor que pude.
Era difícil identificar algo debido a la escasa visibilidad y por eso mismo tardamos bastante en dar con el traje rojo de Kirishima. Las dos lo vimos moverse como una ráfaga, confirmando de esa manera que eran ellos los que habían acudido a aquel atentado.
No teníamos por qué alarmarnos. Esos tres estaban más que listos para luchar con el villano que estuviera oponiendo resistencia, pero la tensión se palpaba en el ambiente. No era lo mismo estar allí y poder ayudar. Estar tan lejos y verlo todo a través de la televisión resultaba tres millones de veces más estresante.
Poco a poco, el humo fue disipándose, y, gracias a eso, pudimos ubicar a los chicos.
Como un resorte, me puse en pie al ver a mi novio de rodillas y cabizbajo. Quise darle una explicación que no implicase heridas, pero me fue imposible. Pude ver que uno de sus guantes estaba roto y entonces me pregunté quién demonios era el tipo al que se estaban enfrentando.
Kirishima se colocó a su lado en un abrir y cerrar de ojos y le ayudó a incorporarse.
Con la garganta seca, mis ojos se alejaron de ellos dos y se posaron sobre Denki, que trataba de electrocutar al sujeto a pesar de que se ocultaba a la perfección. Ni siquiera yo lograba localizar al individuo, así que, cuando atacó a Kaminari y lo mandó volando hasta una de las paredes del recinto exterior, me sobresalté.
Jirou también se levantó de la silla y yo me acerqué a ella. Su mirada estaba cargada de preocupación y no era para menos. A primera vista, no parecía un trabajo complicado, pero estaban en peligro y sabíamos que si no llegaban los refuerzos todo empeoraría antes de lo que los espectadores se imaginaban.
Kirishima y Bakugo actuaron rápido y se movieron en busca de Kaminari antes de que este recibiera otro ataque sorpresa. Bakugo lo sostuvo, revelando que el herido estaba bien.
Vi cómo Jirou se acariciaba el vientre, asustada. No sabía qué hacer para tranquilizarla porque yo estaba igual de aterrada que ella.
Y, de la nada, alguien chocó con Kirishima. Su endurecimiento le permitió resistir el ataque y proteger a sus compañeros, sin embargo, no bastó. Un segundo ataque dio de lleno en el muro, provocando que un enorme pedazo de cemento se desprendiera de la pared principal.
Bakugo giró la cabeza y comprendí lo que estaba dispuesto a hacer antes de que se retransmitiera en directo.
Sin pensarlo, lanzó a Kaminari por los aires dando una voz que alertó a Kirishima. De un momento a otro, aquellos pedazos de pared los sepultaron al tiempo que un ensordecedor golpe hacía temblar incluso la cámara.
Habían logrado que Kaminari saliera de ahí de una pieza, pero ellos no pudieron sortear el enorme muro que les cayó encima.
Después de aquello, mi teléfono empezó a sonar, pero fue Jirou la que descolgó, respondiendo la llamada de Aizawa. Ella habló en mi lugar debido a que yo estaba demasiado ocupada intentando buscar a Katsuki en la pantalla. Todo se llenó de humo por segunda vez y los rayos de Kaminari iluminaron el lugar, acompañados de ráfagas de fuego y hielo.
Incluso si Todoroki y el resto habían aparecido, Kirishima y Bakugo seguían desaparecidos.
Después de aquel sofocante episodio, Jirou y yo nos marchamos hacia el centro médico por orden de Aizawa. Según él, la batalla terminaría pronto y llevarían a los heridos en cuanto tuvieran la oportunidad de evacuar la zona y capturar a los perpetradores.
Aquello debía calmar mi angustia, pero no sabía qué le había pasado. No sabía su estado ni la gravedad del asunto. De lo único que estaba segura era de que aquella inmensa pared había aterrizado sobre sus cabezas, aplastando sus cuerpos, y de que no habían vuelto a dar señales de vida.
Apenas nos quedaban dos minutos para llegar al hospital cuando recibimos otra llamada para avisarnos de que los chicos ya habían ingresado. Aizawa no estaba seguro del estado en el que habían llegado, pero yo sabía que no quería darnos demasiados detalles para no asustarnos innecesariamente. Yo estaba conduciendo, así que omitió casi toda la información con el objetivo de no alterarme.
Al llegar al parking, Aizawa ya nos estaba esperando. Yo me apresuré a ayudar a bajar a Jirou y él nos echó una mano.
Entramos en recepción y mi amiga fue directa al mostrador para dar su identificación. Mientras tanto, me quedé con nuestro antiguo profesor, expectante por saber algo más.
Aizawa respiró hondo y me observó con los ojos turbados.
—Kaminari solo tiene heridas leves —me comunicó—. Kirishima y Bakugo no han tenido tanta suerte y creo que estaban valorando llevarlos a quirófano.
—¿Quirófano? —repetí, ahogándome en silencio.
—No estoy seguro de la decisión final de los médicos. Solo era una opción —trató de calmarme—. Aún así, su aspecto no era el mejor. Necesitará tiempo para curarse, pero lo hará —esbozó una cansada sonrisa—. No creo que su vida corra peligro real, Mai. Ahora tenemos que esperar, ¿de acuerdo?
Asentí, algo mareada.
Nuestra profesión conllevaba riesgos y nos exponíamos a ellos a diario. Teníamos que vivir con un temor que nunca desaparecía por completo, pero cuando ocurrían percances de ese estilo era inevitable ponerse en lo peor.
La idea de perderle me cortaba la respiración.
A tal punto estaba llegando mi sufrimiento que, en cuanto Jirou regresó, tuve que buscar un sitio para sentarme.
No conseguía recordar ni una sola ocasión en la que la desesperación me hubiera atacado de una manera como aquella. Aizawa no dejaba de repetirme que necesitaba tomar algo porque estaba demasiado pálida, pero yo me negué a alejarme de la sala de espera. Ni siquiera salieron a comprobar si había familiares esperando y, tras más de dos horas esperando pacientemente y un par de llamadas de distintas personas que se preguntaban por el estado de Bakugo, uno de los cirujanos apareció por fin.
Aizawa y yo nos pusimos en pie al segundo. El médico se sacó los guantes y bajó su mascarilla, lo que me hizo suponer que acababan de terminar la operación.
Jirou ya estaba en la habitación de Kaminari. A él solo le curaron unas cuantas heridas superficiales y pronto pudo recibir visitas. A todos nos alivió que estuviera a salvo, pero lo preocupante residía en la salud de mi novio y de Kirishima.
Aquel hombre nos identificó rápidamente y se acercó a nosotros.
—¿Familiares de Katsuki Bakugo y de Eijiro Kirishima? ¿Son ustedes?
—Sí —respondí, ansiosa—. Soy la pareja de Katsuki Bakugo y los familiares de Eijiro Kirishima están en la cafetería.
—Bien —dijo, con gesto cansado—. Hemos tenido que operarlos a ambos. En el caso de Bakugo-san, la operación se ha debido a un objeto punzante que se le clavó en el costado. Si su compañero no hubiera estado ahí, las cosas habrían ido bastante mal. Se endureció a tiempo y la coraza permitió que sobrevivieran al impacto —nos explicó, aunque ya habíamos deducido que ese era el plan que tenían al alejar a Kaminari—. También tiene fracturadas dos costillas y un tobillo dislocado, pero no hay de qué preocuparse —afirmó—. En menos de media hora podrá comprobar que está bien. Debemos esperar a que los efectos de la anestesia se pasen primero. Por lo demás, no se preocupe. Es de complexión fuerte y se recuperará, aunque tendrá que estar de baja durante algo más de un mes.
El alivio que sentí cuando aquel hombre terminó de hablar fue inexplicable.
Aizawa y yo le agradecimos la información y el médico se marchó para avisar a las enfermeras que estaban terminando de preparar la habitación.
—¿Lo ves? No hay ningún riesgo.
Yo volví a sentarme, sintiendo el bajón de tensión. El dolor de cabeza comenzó a bajar durante la espera y, tan pronto como me encontré con fuerzas, llamé a la madre de Bakugo para que no se preocupara por la situación de su hijo. Ella querría haber ido hasta el hospital, pero yo la convencí de que esperara. Sabía que buscaría cualquier pretexto para volver a pelear con Bakugo y no quería que se alterara nada más despertar.
Poco después, nos avisaron de que ya lo habían trasladado a su cuarto provisional, por lo que Aizawa me dejó ir y se fue a comprobar cómo se encontraba Kirishima.
Yo, por mi parte, fui a la habitación que le habían asignado al terco de mi novio y toqué un par de veces a la puerta. Una enfermera me dio paso, así que abrí con cuidado y eché un vistazo al interior de la estancia.
—Ya le he dicho que necesito nada —fanfarroneó, como de costumbre—. ¿Puede irse?
—Tengo que ajustar el gotero, le guste o no —le contestó la pobre enfermera a la que le había tocado lidiar con él.
—Agh, por esto odio los hospitales ... —soltó, enfurruñado.
El ceño fruncido que reinaba en su rostro y su mal hablar me hicieron sonreír por un momento. Fue breve, pero bastó para que mi pecho se volviera algo más ligero. No podría vivir sin escuchar sus quejas, así que sus rudas palabras calmaron mi agitado corazón.
—¿Ni siquiera vas a dejar que haga su trabajo? —pregunté, logrando que él se girara hacia mí.
Sus ojos se agrandaron al verme entrar a la habitación. Se irguió de repente, confirmando que estaba esperando mi aparición con tantas ganas que se le hacía imposible fingir indiferencia.
Dejé caer los hombros y noté cómo se me aguaban los orbes.
—Mai ... —dijo mi nombre, alicaído.
—Eso puede esperar —le impedí continuar—. Primero deja que la enfermera termine con el suero.
Ella me lo agradeció y siguió nivelando el aparato. Katsuki me observó todo el tiempo, comprendiendo por mi cara que había pasado un rato horrible. Él se limitó a esperar a que la señorita terminase su trabajo. Una vez hecho, se despidió de nosotros y le dijo que volvería en unas horas para ver que todo seguía estable.
Cruzada de brazos, vi cómo se removía entre las sábanas. Él esperaba que yo dijera algo, pero no sabía qué decir sin maldecir sus impulsos.
—¿No vas a venir aquí? —inquirió, ladeando la cabeza.
Su pelo estaba revuelto y tenía la mejilla izquierda cubierta con un parche blanco. Nunca había tenido tan mal aspecto después de una lucha. Los dos nos habíamos dado cuenta.
Sin decir una palabra, caminé hasta la cama. Él me miraba a sabiendas de que lo regañaría por haber actuado como lo hizo, así que esperó a que yo tomara asiento a su derecha y me permitió iniciar la conversación.
—¿Estás bien? —le pregunté, fijándome en sus pupilas.
—¿Por qué estaría mal? —dijo a modo de broma.
—Porque una maldita pared os cayó encima, Katsuki —aclaré, controlando mi enfado.
—Kirishima se ocupó de eso a tiempo —dijo, empequeñecido al oír su nombre de pila—. Lo teníamos todo bajo ...
—No digas que lo teníais bajo control porque no es verdad —le repliqué, reprimiendo las lágrimas—. Si Kirishima no hubiera podido acercarse a ti, estarías ...
Cerré la boca, negándome a decirlo en voz alta.
Bajé la barbilla un segundo, observando el vendaje que le rodeaba todo el estómago y parte del pecho. Tendría que guardar reposo varios días antes de poder ponerse en pie por sí mismo. Ni siquiera quería imaginar cuántos puntos le habían puesto en la herida.
—No podía dejar que Kaminari se quedara allí solo —me explicó, bajando la voz paulatinamente—. Pronto tendrá más gente que se preocupará si le ocurre algo —dijo, haciendo referencia al niño que venía en camino—. Si se hubiera quedado ahí, habría corrido demasiado peligro. Kirishima y yo somos mejores con la fuerza bruta —concluyó.
Él se había preocupado por su amigo, como siempre, así que intenté que mi nerviosismo disminuyera. Los dos éramos héroes y entendía su comportamiento a la perfección, por lo que decidí respirar hondo y controlar mi mal temperamento. No era momento de echarle en cara la poca estima que había tenido por su propia vida.
Seguía vivo y eso era lo importante, ¿verdad?
Sin embargo, una pequeña parte de aquello me dolía. Me molestaba. Solo a mí.
—No es excusa, pero ... —sabía que iba a disculparse, pero mis acciones no le dejaron hacerlo.
Alcé la mirada y llevé mi mano a su rostro malherido.
La presión de su mandíbula se esfumó y el cariño inundó sus facciones.
—Me has dado un susto de muerte —solté, manejando mi voz para que dejara de temblar tanto—. Ví cómo ese muro caía sobre vosotros.
Apartó un mechón de mi cabello y me imitó. Acarició mi mejilla con su mano más sana, quitando la solitaria gota que descendía en completo silencio por mi pómulo.
—Un pedazo de cemento viejo no basta para acabar conmigo, Mai —dijo, quitándole importancia al incidente.
—Pero te ha destrozado varias costillas —le contesté, a lo que él volvió a mostrarme su habitual gesto de enfado.
Mis labios se curvaron hacia arriba, sonriendo con toda la sinceridad del mundo.
—Me recuperaré en unos días. Ni siquiera me duele —dijo, orgulloso y altanero—. Ese médico se ha empeñado en operarme como si me hubiera caído por un maldito barranco, pero ...
Mi boca cubrió la suya en un tierno movimiento, callando sus quejas de golpe.
¿Qué habría hecho si no hubiera vuelto a verle?
En mitad de aquel beso, sollocé, a lo que Bakugo reaccionó. Nos separó y tiró de mí para que mis manos encontraran su camino y aterrizaran en su espalda desnuda. Apoyé la barbilla en su hombro, cubriendo su piel con un par de lágrimas.
Él me abrazó, atrayéndome hacia su cuerpo a pesar de la molestia que debía causarle aquel esfuerzo físico.
—Pensé que te perdía —murmuré, llorando con toda la rabia que había guardado dentro.
Mi confesión hizo que su respiración temblara. Él estaba conteniendo el llanto, como siempre hacía.
—También tuve miedo de no volver contigo —murmuró, apretándome más entre sus brazos.
—Lo sé, tonto —suspiré, aliviada de que estuviera a salvo—. Lo sé.
Al cabo de un par de minutos, hice acopio de fuerzas y me alejé de Bakugo. Él se sorprendió ante mi repentino movimiento.
Sus ojos cristalizados me obligaron a suspirar y quitar el resto de lágrimas que viajaban por mi rostro. Clavé la vista en las sábanas, impolutas, y me estremecí cuando él agarró mi mano.
—Mai, estoy bien —repitió, confundido por mi angustiado comportamiento—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan asustada todavía?
Debí decírselo el primer día, pero no fui capaz. Necesitaba asimilarlo antes de explicarle, así que me callé con la esperanza de que una mañana la voluntad estuviera de mi lado y lograra contarle la verdad.
—Antes ... Antes has dicho que tenías que proteger a Kaminari —lo miré a la cara, obligándome a seguir hablando—. Porque Jirou y él están esperando un niño.
—Sí. Eso dije.
—Y lo entiendo —confesé—, pero ... Pero tú no puedes hacer algo tan arriesgado otra vez, ¿me oyes? No puedes.
—Nuestro trabajo es así siempre, preciosa —dijo, amable—. Tenía que hacer algo para sacarle de ahí y solo se me ocurrió eso. Yo ...
El nudo en mi garganta desapareció de repente y yo saqué a la luz aquello que no había conseguido contarle antes.
—Vamos a ser padres —solté, dejándole en blanco—. Y si haces locuras como esa, no ...
La voz se me quebró y me maldije a mí misma por haber sido tan cobarde.
—¿Estás embarazada?
Sorbí mi nariz y asentí.
Bakugo no dijo nada más.
—La semana pasada fui con Jirou y Momo a comprar la cuna de su bebé. Comimos allí, en un restaurante italiano. A mí ... A mí me encanta la comida italiana, ya lo sabes —estaba tan nerviosa que incluso solté una risa al decir aquello—. Ni siquiera terminé de comer. Lo vomité todo y era raro porque ... No me suele caer mal la comida y esa mañana había desayunado sin ningún problema. Jirou comentó algo de las náuseas que sintió durante los primeros meses y yo ... Me di cuenta de que tenía un retraso. Solo eran un par de días y a veces me pasa, así que no había tantas posibilidades de que fuera eso, pero ellas me convencieron de que me hiciera una prueba para descartar y ... Salió positiva.
Sus labios estaban entreabiertos y las gotas que tanto había luchado por retener habían empezado a caer de sus cristalizados ojos.
—Tenía que habértelo dicho antes y quería hacerlo. Solo necesitaba asimilar que en menos de nueve meses tus berrinches no serán los únicos que se escuchen en casa —sonreí levemente—. Por eso no quiero que seas tan impulsivo. No ... No quiero volver a pensar que nuestro hijo nacerá sin el cascarrabias de su padre.
Katsuki siguió llorando unos segundos más y, poco a poco, vi cómo sus comisuras se alzaban. Era una sonrisa rota de felicidad y aquello fue suficiente para que el miedo se desvaneciera.
—Lo siento —dijo—. Siento haberte preocupado tanto.
Me dieron ganas de pedirle que se callara, pero fue mayor la necesidad de abrazarle de nuevo y dejarle que llorara como era debido. Él se aferró a mí con sentimiento y sollozó como un niño pequeño.
—Todo está bien ahora, así que no lo sientas—hundí los dedos en su cabello rubio y sentí cómo se escondía en mi cuello.
El rato pasó y nuestras lágrimas se secaron, una a una.
Sentada a su lado, observaba cómo Bakugo palpaba mi vientre en busca de alguna señal de esa pequeña criatura que crecía en mi interior.
—¿No deberías dar patadas, bebé? —habló, confundido por la calma que percibía.
Su pregunta provocó en mí un torrente de risas.
—Solo estoy de tres semanas —dije—. Es normal que no se mueva. Es muy pequeño aún. Aunque, ahora que lo dices, es muy tranquilo para ser hijo tuyo —bromeé.
Bakugo frunció el ceño e intentó esconder su sonrisa, pero no lo logró.
—Serás ... —dijo antes de besarme.
Estaba emocionada y contenta porque él estaba de una pieza y porque pronto seríamos uno más en nuestra familia. Al principio, me aterraba la idea de ser madre, pero quería eso. Quería seguir avanzando y creciendo como heroína, tener hijos y envejecer a su lado. Algo que solo podía ser nuestro y que solo nosotros amaríamos incondicionalmente.
—¿Qué crees que será? —le pregunté acariciando el mismo lugar que su mano había tocado segundos atrás.
—Niña —me respondió, entre besos.
—Yo tengo el presentimiento de que es un mini Kacchan —murmuré.
Se quejó por el apodo y escuchó mi risa.
—Sea lo que sea, nos encargaremos de que crezca feliz —afirmó, hablando sobre mis labios—. Y si es niño, después buscaremos a la niña.
Rodé los ojos y recibí su sonriente boca con gusto.
Realmente ... Él parecía entusiasmado con la noticia. Y su emoción era un aliento de fuerzas para mí. Katsuki no solía mostrarse así, pero me alegraba de que ser padre le hubiera dado tanta energía. Éramos adultos y conocíamos las responsabilidades que traía consigo un bebé. Sin embargo, él no se había detenido a pensar en lo peliagudo que sería el camino a partir de entonces. Solo había sonreído, dejándose llevar por un sentimiento que acababa de descubrir.
—¿Se ... Puede?
Los dos nos volvimos hacia la puerta, encontrando a un Midoriya tímido que se escondía tras el marco de la puerta.
Bakugo se alejó de mí al instante, sonrojado. No esperaba que nuestro invitado sorpresa llegara en un momento tan íntimo como ese.
—Pasa —le dije, sonriendo ampliamente—. ¿Acabas de llegar?
—Sí —respondió, devolviéndome el gesto—. Aizawa-sensei me dijo el número de la habitación y pensé que podría venir ... —desvió sus ojos y se enfocó en Bakugo—. ¿Cómo estás, Kacchan?
Carraspeó, con sus mejillas rojas.
—Bien —dijo, algo seco—. Gracias ... Gracias por sacarnos de allí.
No sabía que fue Midoriya el que los ayudó a retirar el muro, pero Bakugo quería reconocerle esa ayuda delante de mí. Fue un detalle que llenó de alegría y orgullo a su amigo.
Midoriya levantó ambas manos y las sacudió, avergonzado.
—No tienes que darlas. En realidad, Todoroki y Mina también ayudaron —explicó—. Me alegro de que la operación haya salido bien. Oh, los demás querían entrar, así que les diré que pasen ...
—Deku.
La voz de Bakugo nos sorprendió.
—¿S-Sí? —él esperó, desorientado.
—Mai y yo vamos a ser padres —dijo de sopetón.
Me habría sorprendido, pero él estaba tan entusiasmado que quería contárselo cuanto antes a uno de sus mejores amigos. Incluso si era Midoriya y después de haber pasado por tanto con él ... Quería compartirle su felicidad.
Él abrió la boca, sorprendido, y pestañeó un par de veces antes de mirarme.
—¿De verdad? —sonreí ante su visible emoción—. ¡Felicidades a los dos! No pensé que serías padre tan pronto, Kacchan. Es decir ... —intentó corregirse—. Seguro que seréis unos padres geniales y estoy muy contento de saberlo, es solo que ...
La tierna risa de mi novio le impidió seguir excusándose.
Yo lo miré, asombrada por lo que había escuchado, y descubrí que sonreía. Su rostro, cargado de amabilidad, portaba una sonrisa tan hermosa que las lágrimas volvieron a encogerse en mis ojos.
—K-Kacchan ...
—¿Te gustaría ser su padrino? —lanzó al aire.
Yo me mordí el labio inferior, conteniendo así la gran sonrisa que quería liberar.
—¿¡Yo!? —gritó.
—Sí —insistió en ello—. Después de todo ... Somos amigos, ¿no?
Kirishima era su mejor amigo. Su amistad con Kaminari y Sero también era importante para él, pero la única persona que había estado a su lado desde el principio era Midoriya y Bakugo quería agradecérselo de la mejor manera posible. Quería que fuera como un segundo padre para su propio hijo.
—Pero ... —se quedó sin palabras durante unos segundos hasta que se giró hacia mí—. ¿Te parece bien, Mai? Yo ... Yo no sé si debería ...
—Deberías —le sonreí—. Me encantaría que fueras el padrino de nuestro hijo, Midoriya.
Noté cómo Bakugo agarraba mi mano y la envolvía con la suya.
Nos observó, ojiplático, y tartamudeó varias veces. Finalmente, consiguió aclarar su voz y responder a la par que sus ojos brillaban de la emoción.
—Entonces ... Será un placer serlo. Muchas gracias por depositar tanta confianza en mí —se inclinó, agradeciéndonos aquella proposición.
—No las des, Deku —dijo Katsuki, repitiendo las palabras de su amigo.
Se miraron, sonrientes, y comencé a llorar de nuevo mientras sus dedos se entrelazaban a los míos.
Estaba orgullosa de lo que habían conseguido juntos y ese bebé que apenas empezaba a existir estaría igual de orgulloso que yo. No me cabía ninguna duda.
💥💥💥
Llorando estoy después de haber escrito este shot porque siempre bakuhoe nunca inbakuhoe 😭🤧🥺
Esta escena es una de las pocas cosas que necesito ver animadas en BNH, pero tengo que esperar a que ocurra un milagro y mi mente se negaba a hacerlo, así que aquí tenéis xD
Por cierto, vamos a fingir que todos los 'Bakugo' que aparecen en el texto llevan la ō (me he dado cuenta tarde y ahora no tengo tiempo para cambiarlo uwu).
Espero que os haya gustado y que lloréis a gusto por el culo de estos pixeles tanto como yo ✌🏻😔✌🏻
Os quiere, GotMe 💜
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