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|| Careless whisper » Kakashi Hatake {1/3} ||

»recomiendo haber visto antes Naruto (por lo menos hasta el principio de Naruto Shippuden) porque puede haber "pequeños spoilers"

»aunque lo que narro en estos shots es completamente ficticio incluyendo al personaje de Yumi uwu
✌🏻👁👅👁✌🏻





—Yumi ... Despierta, por favor.

Aquella voz grave hizo mella en mi sueño hasta tal punto que comencé a despertar. De repente, la luz que entraba por los entresijos de las persianas se hizo presente, molestando mis ojos cerrados y obligándome a fruncir el ceño. Moví el brazo derecho para cubrir mi rostro, pero no bastó y proteger mi descanso fue imposible.

Sentí su aliento pesado en mi nuca y me relajé al instante. Sin embargo, ese tono rasposo y ronco seguía resonando en mi cabeza. En el momento en que noté unos suaves arañazos en la piel, me obligué a despegar los párpados.

Entreabrí los ojos justo cuando él se pegaba más a mí.

La pequeña figura de Pakkun apareció en mi campo de visión. Necesité de unos segundos para enfocar la mirada en el animal y prestar atención a su turbado gesto.

—Mmmm ... Pakkun, ¿qué ...? —me detuve y bostecé irremediablemente mientras el canino avanzaba hacia mí—. ¿Qué haces aquí?

—Siento despertarte, Yumi, pero se le va a hacer tarde de nuevo y no quiero volver a escuchar cómo Sakura se queja de su falta de puntualidad.

El perro, sobre la cama, observó más allá de mí y entonces entendí a qué se refería.

Todavía estaba algo dormida, así que me tomé unos instantes antes de sostener la mano que Kakashi tenía puesta en mi cintura y alejarla. Como si me tirasen un jarro de agua fría, me di cuenta de que seguíamos desnudos, por lo que eché una mirada a Pakkun y apreté la mandíbula.

Agarré con fuerza las sábanas y me incorporé ligeramente, tras lo que Kakashi murmuró algo, todavía en sueños.

Miré a Pakkun y aparté un par de mechones de mi rostro.

—¿Tenéis otra misión? Apenas volvisteis ayer, pensé que ...

—Yo también creí que podría descansar, pero Kakashi me pidió anoche que le entregase el informe de la última inspección a Tsunade-sama para poder quedarse contigo —me explicó, logrando que mis mejillas se colorearan de un fuerte color rojo de buena mañana— y ella me dijo que convocaría al equipo siete temprano para un nuevo encargo —se lamentó el servicial compañero de mi pareja—. Ya es un poco tarde y ese vago que tienes por novio no se despierta, así que tuve que recurrir a ti.

Hice una mueca y negué.

—No te preocupes, Pakkun. Yo me encargo —le aseguré.

Cubriéndome el pecho, me giré y observé al dormilón que descansaba plácidamente a mi lado.

—Da igual lo que haga porque no consigo despertarlo —me comentó el animal al tiempo que yo me inclinaba para acercarme a Kakashi—. Es una roca.

Retiré un par de hebras de su frente y admiré su rostro descubierto. Delineé su pómulo con cuidado, generando en él un repentino cosquilleo. Frunció el ceño y yo me agaché para besar su mejilla.

—Kakashi ... Despierta. Los chicos te están esperando —le dije en voz baja.

Bajé, besando sus comisuras rápidamente. Él suspiró y relajó sus facciones poco a poco.

Sus dedos envolvieron mi muñeca y al tirar de ella logró que cayera sobre la cama. Después de un simple pestañeo, me encontré a mí misma rodeada por sus brazos. Me encerró en su pecho, ronroneando.

—Quiero dormir ... —farfulló.

Su cabello revuelto me hacía cosquillas en la cara. Sonreí y pasé mis manos por su espalda, memorizando cada centímetro de su piel a ciegas.

—Ya lo sé, pero tienes trabajo —le recordé.

No entendía qué podía correr tanta prisa para que Tsunade-sama requiriera de su presencia cuando ni siquiera había transcurrido un día desde que volvió a la aldea. Normalmente pasaba cerca de una semana antes de tener una nueva misión fuera. Por eso me dolió más que de costumbre interrumpir su descanso. Apenas había podido dormir como era debido y ya tenía que marcharse.

—Puede hacerlo otro —insistió.

Su respuesta me hizo reír. Pude sentir cómo sonreía contra mi cuello, contento de poder arrancarme unas risas tan temprano.

—Los dos sabemos que solo hay un Hatake Kakashi en Konoha —acaricié su pelo y él respiró hondo, resignándose ante mis palabras—. Vamos. Pakkun se molestará contigo si no te levantas.

—Corrección. Ya estoy molesto —las quejas del perro agrandaron mi sonrisa.

—No seas quejica, Pakkun —respondió Kakashi.

—Bien. Cuando Tsunade-sama pregunte la razón de haber llegado tarde, yo mismo le diré que no querías levantarte de la cama —dijo, a modo de amenaza contra su jefe—. Y no me darás ninguna pena, Kakashi.

Soltó una bocanada de aire, escondido en mi hombro.

Yo podría intentar que Tsunade-sama aplazara esa cita al menos una hora más, pero sabía que necesitaba a Kakashi. De no ser así, lo habría dejado descansar después de regresar del país de la Arena.

Ladeé el rostro, visualizando a Pakkun. Sentado tras Kakashi, esperaba que este reaccionara cuanto antes. Él también debía de estar bastante cansado y no quería que el mal humor de ambos arruinara el ambiente.

—Pakkun —lo llamé, captando su atención al momento—, ¿puedes buscar el ungüento que guardo en el baño?

—¿Ese que huele tan bien?

—Ese mismo —asentí.

—De acuerdo —dijo antes de saltar del colchón al suelo y caminar hacia el cuarto de baño.

Aproveché aquella soledad momentánea para separarme de Kakashi y obligarle a reaccionar. Se enganchó a mi cuerpo, negándose a mover un solo músculo, pero yo estaba más que decidida a levantarle.

—Kakashi, levanta —endurecí mi tono adrede—. Te recuerdo que estamos sin ropa y no me gustaría que Pakkun nos viera de esta manera.

—Que sea un perro no significa que sea tonto, Yumi —aclaró, pegado a mi pecho—. Sabe perfectamente que nos hemos acostado y que ...

Golpeé su espalda con más fuerza de la debida y él empezó a toser. Yo, sonrojada, me sujeté de las mantas y observé cómo se movía lejos de mí. Él abrió los ojos, eclipsándome con el rojo intenso de su orbe izquierdo. El brillo de su pupila me petrificó por un momento.

Al ponerse boca arriba, su pecho se descubrió y la superficial herida con la que llegó unas horas atrás se convirtió en la principal de mis preocupaciones. El corte no alcanzaba ni los diez centímetros de largo y se curaría en unos días, pero si se iba otra vez no sería capaz de hacerle las curas necesarias y conocía cómo era Kakashi; si no tenía a alguien cerca que le recordara que estaba herido, se olvidaría del asunto y esa pequeña herida podría convertirse en algo mucho más peligroso.

Se dio cuenta de que mi vista había caído sobre la piel cortada de su costado y se apresuró a tapar el lugar con su mano. Yo dejé caer los hombros y me acerqué más a él. Sentada, aparté su brazo y observé que la venda que le puse esa noche tenía algo de sangre.

—¿No te duele? —inquirí, pasando un par de dedos por la gasa.

—Nada de nada —dijo.

Volví a mirarle a la cara, chocando de lleno con su sharingan.

—Mientes de pena —le respondí.

—No estoy ...

—Incorpórate. Tengo que curártelo antes de que te vayas —le pedí, agarrando mi camiseta para cubrirme con algo.

—Yumi, te digo que no ...

Pero su voz se cortó de golpe.

Al intentar sentarse, su abdomen se contrajo y el movimiento logró que se encogiera. Le ayudé a apoyarse en el respaldo de la cama, temiendo que esa dichosa herida se le complicara. Él aceptó mi ayuda y se sentó en silencio.

—Sé que te molesta, Kakashi —dije, arreglando la prenda que acababa de ponerme—. No debes esforzarte demasiado, ¿me oyes?

Retiré un poco la venda y traté de examinar el estado del corte, pero sus dedos en mi mejilla bastaron para que toda mi atención aterrizara en su amable gesto. Sonrió dulcemente y mi corazón se accionó, palpitando mucho más rápido de lo pactado.

—No correré ningún riesgo —tomó mi rostro con su mano—. No tienes que preocuparte por mí.

—Es fácil decirlo —repliqué.

Kakashi me acercó a su cuerpo y de esa manera pudo besarme. Presionó sus labios contra los míos y yo perdí la fuerza de voluntad que me permitía mantener aquel semblante de dureza. Me dejé guiar por la suavidad de su beso hasta que él mismo rompió la unión, negándonos aquel lujo a ambos. No había tiempo para ese tipo de intimidades.

—Confía en mí, cariño —aquel apodo fue suficiente para que mis barreras descendieran y la sonrisa que adornaba su boca calara en lo más hondo de mí—. Tendré cuidado.

—Más te vale —mi amenaza le hizo gracia y mi sonrojo creció nuevamente.

Rocé la marca de su ojo con las yemas de mis dedos y pensé que confiar en él no era una locura. No iría solo. Si tenía a su cargo a Sakura y Naruto no querría causar ningún problema extra el equipo, incluyendo aquella herida. No quería ser un lastre para los chicos, así que se cuidaría.

El carraspeo de Pakkun actuó como un resorte en mí, apartándome de Kakashi tan pronto como fui capaz.

—Aquí tienes, Yumi.

El perro ninja caminó entre las sábanas y me mostró el botecito de cristal que cargaba entre los dientes. Lo depositó sobre la palma de mi mano y yo se lo agradecí con una caricia en el lomo.

Destapé el recipiente tras retirar la venda y me encargué de hacerle la cura lo mejor posible.

—¿Tsunade-sama te dio los detalles? —le preguntó Kakashi a su ayudante.

—No. Dijo que era una misión de rango especial y que no podía difundir la información sin más. Por eso te convocó en su despacho —le explicó mientras yo terminaba de aplicar el líquido.

—Entonces debe ser importante —se movió un poco, incómodo por el ardor del corte—. ¿Puedes ir a recoger mi repuesto de kunais, Pakkun? Creo que no me quedan y no tendré tiempo de pasar por casa.

El perro soltó un pequeño gruñido, dejando en claro que su molestia seguía presente.

—Está bien —se rindió—, pero si vuelvo y no estás listo, olvídate de llamarme por un tiempo, Kakashi.

—Estaré listo para salir cuando regreses —sonrió ampliamente y aquello dejó algo más tranquilo a Pakkun.

El animal saltó de la cama y, en un abrir y cerrar de ojos, ya se había marchado de mi piso por la ventana.

De nuevo a solas, puse mis manos sobre la herida y me concentré en ella para poder transmitirle algo de mi chakra. La tensión que había mostrado durante toda la cura se esfumó en un par de minutos. Mis técnicas curativas eran bastante buenas y, gracias a mi experiencia con esa clase de lesiones, no tuve ningún contratiempo a la hora de proteger la piel que rodeaba la zona afectada.

Expulsé el oxígeno que había retenido en mis pulmones, dando por finalizada la cura.

—No tenías por qué gastar tanto chakra en mí —me regañó—. Se curará en poco tiempo.

No había podido curarle por completo porque la herida era demasiado reciente y la piel necesitaba sanar por sí misma para que el proceso curativo concluyera correctamente, pero aquella técnica que había empleado aliviaría la molestia unas cuantas horas. Era lo menos que podía hacer con tan poco margen.

—Se curará si no te excedes —recalqué, advirtiéndole de que sus acciones tendrían un papel crucial—. Además, tienes que cambiar las vendas al menos una vez al día para evitar que se infecte.

—Volveré pronto —me dijo, convencido de que su regreso no se retrasaría mucho— y así podrás supervisarlo por ti misma, ¿de acuerdo?

Se incorporó, acercándose a mí.

Su pecho, a simple vista, no reflejaba nada fuera de lo común, pero había tantas marcas dibujadas en su piel que me negaba a que quedara otra más por sus despistes de siempre.

Su método más fiable era ese, el de poner unos ojos tiernos y besarme hasta que mi tozudez desapareciera. Robó varios besos cortos a mis labios, esperando que mis miedos se disiparan tras algunas de sus hermosas caricias.

—Me enfadaré si descubro que no lo has curado como es debido —dije, firme en mi decisión mientras trataba de luchar contra el impulso de devolverle aquellos besos.

—Ayer te enfadaste mucho cuando lo descubriste y mira cómo acabamos —murmuró, pegándose a mí.

Su boca abrazó la mía por vigésima vez y, con la vergüenza tintando mi rostro, me separé de él. Su dulce risa acompañó el momento.

Él adoraba ver cómo sus comentarios, aparentemente inocentes, me sacaban los colores.

Su mano se ancló en mi cintura desnuda con el objetivo de que mi cuerpo y el suyo entraran en contacto. Estábamos tan cerca el uno del otro que ni siquiera podía sostenerle la mirada sin dudar. Odiaba ser tan tímida con él en ocasiones como aquella porque, generalmente, solía ser bastante segura y no temía meter la pata. Sin embargo, cuando compartíamos una situación como esa, Kakashi se aprovechaba de mis debilidades y sacaba a relucir sus mejores tácticas de seducción.

Retiró mi pelo para poder acceder más fácilmente a mi cuello desnudo. Sabía que sus intenciones estaban muy alejadas de salir de la cama y prepararse para salir, así que me permití disfrutar de unos pocos segundos en los que sus besos alimentaron mi sonrojo. Lo aparté de mí, siendo la responsable, y me topé con sus seductores ojos.

Amaba ese descaro que solo mostraba cuando estábamos a solas, pero no podía dejar que ganara aquel pulso y termináramos enredados de nuevo entre las sábanas.

—No puedes entretenerte —dije, luchando contra la picazón que se extendía por mis hinchadas comisuras—. Seguiremos con esta charla cuando vuelvas.

—Estaré de vuelta antes de que te des cuenta —afirmó.

Yo asentí y besé sus labios brevemente. Kakashi sonrió, volviendo a aquella actitud cariñosa que quedaba muy lejos de la perversión con la que me había mirado hasta hacía escasos momentos. Le sonreí, admirando el cariño que desprendía su rostro y dejé que se levantara.

Anduvo por todo el cuarto, recogiendo su ropa del suelo y fue al baño. Cuando su apolínea figura hubo desaparecido tras la puerta del aseo, yo me propuse recoger la habitación. La habíamos dejado hecha un desastre y las imágenes de esa madrugada hicieron que aquella inocente tarea se complicara considerablemente.

Después de adecentar un poco el lugar, Kakashi regresó, bostezando. Aquella tontería me hizo sonreír. Conocía de memoria todos sus hábitos y así caí en la cuenta de que esos últimos meses habíamos pasado mucho más tiempo juntos cuando ambos estábamos en la aldea. Si nos era posible, posponíamos cualquier asunto para lograr estar juntos aunque fueran tan solo unas pocas horas.

Con su boca abierta y los ojos medio cerrados, comenzó a vestirse. Tras colocarse la camiseta y el chaleco, se adecuó la máscara sobre la boca y la nariz. Agarró su cinta e intentó colocársela bien, pero su torpeza mañanera le hacía equivocarse todo el rato.

Divertida por el espectáculo que estaba dando, abandoné mis quehaceres y le obligué a dejarse ayudar. Su ojo derecho siguió mis movimientos atentamente, pendiente de cómo movía la cinta para que esta no se cayera de nuevo y cubriera a la perfección su otro orbe.

—¿Quieres desayunar? —le pregunté, con la pequeña esperanza de que se quedara a mi lado un poco más.

—Pakkun me matará si le hago esperar. Tomaré algo de camino a la puerta principal —me contestó y yo bajé los brazos, satisfecha por el trabajo que había hecho con su accesorio—. ¿No quieres acompañarme?

Era una propuesta muy tentadora, no obstante, debía pasar por el invernadero antes de ir a hablar con Tsunade. La quinta Hokage me encargó que recogiera personalmente aquellas hierbas medicinales, así que tendría que hacer una parada primero y Kakashi no tenía tiempo que perder.

—Tengo un recado pendiente. Lo siento —fruncí los labios.

—Entonces te veré en unos días.

—Sí —llevé las manos tras mi espalda, algo nerviosa por su marcha—. Ten cuidado, ¿vale?

Él se limitó a mover la cabeza a modo de afirmación y antes de que pudiera decir nada, la presencia de Pakkun se lo impidió. El animal bajó del ventanal y se acercó a nosotros con la bolsa de kunais colgando de su mandíbula. Kakashi sonrió con la mirada y se agachó para coger su equipo y agradecerle el esfuerzo.

Me mordí el interior de la mejilla, buscando la despedida que los dos ansiábamos darnos, pero él se ató al cinturón el repuesto de armas y yo decidí morderme la lengua. Seguía siendo demasiado reservada en temas de pareja y expresar mis sentimientos no era lo más sencillo del mundo. Incluso después de todos esos meses, aquellas palabras seguían costando.

—Vigila que no se sobreesfuerce, Pakkun —le pedí.

—No le quitaré el hocico de encima, Yumi —y ladró, receptivo.

—Y ahora os compincháis para tenerme vigilado —se quejó Kakashi—. Será como si tuviera dos pares de ojos encima —y acabó fingiendo un escalofrío.

Molesta por su burla, me crucé de brazos.

—Vamos, marchaos.

Mi sequedad le hizo titubear, pero no le permití arreglarlo y comencé a empujarle hacia la puerta. Su risa me transmitió la calma que me faltaba, pero no dije nada y los eché de casa. Ellos bajaron las escaleras y, sin darse la vuelta, Kakashi levantó el brazo derecho. Era su forma de decir adiós.

Les observé llegar a la planta baja y salir del edificio mientras comentaban algo que mis oídos no alcanzaban a escuchar ya. Me disponía a entrar en mi piso cuando recordé algo que había olvidado darle. Maldije mi poca memoria y corrí al cuarto de baño para tomar las últimas píldoras que me quedaban. Esos calmantes surtirían efecto si Kakashi sentía demasiado dolor y debí haberlo recordado antes de que se fueran.

Por suerte, ya estaba vestida, así que no lo pensé y salí de casa con la diminuta caja en la palma de mi mano. Corrí hasta la entrada y, aliviada por ver su figura a escasos metros del edificio, tiré del pasador del portón.

—¡Kakashi! —le grité, frenando sus apresurados pasos.

Él se giró, sorprendido por mis voces. Era muy temprano como para andar gritando en medio de la calle, pero no podía dejar que saliera a aquella misión sin ningún tipo de medicina básica.

Me quedé allí de pie y esperé a que Pakkun y él regresaran. Se detuvo frente a mí, con ambas manos resguardadas en sus bolsillos.

—¿Ya me echabas de menos, Yumi? —casi podía ver su sonrisa a pesar de la tela que cubría la mitad de su rostro—. Solo van unos segundos desde que ...

No esperé a que acabara la frase y agarré su antebrazo con la intención de tener su mano a la vista y depositar sobre ella el botecito con los calmantes llenos de nutrientes que yo misma había hecho para una emergencia. Y aquella era una emergencia.

—Si hubiera tenido algo más de tiempo, habría buscado la receta de un medicamento más apropiado, pero solo me quedan estas píldoras reconstituyentes —le expuse la situación tras darle el frasco—. Te ayudarán a recuperar las energías y el dolor disminuirá si concentras tu chakra en la herida. Creo que será suficiente si ...

Aquel abrazo me pilló desprevenida y con las defensas bajas. Solo tuve que pestañear para que Kakashi se hubiera abalanzado sobre mí y sus brazos me tuvieran rodeada. Me obligué a reaccionar cuando él se aferró a mi complexión, demostrando las ganas que albergaba de quedarse conmigo.

—Es más que suficiente, Yumi —suspiré, abrazándole también—. Gracias.

Me abracé a él tanto como mis fuerzas lo permitieron.

Tsunade solía confiarle misiones arriesgadas porque confiaba en él más que en ningún otro, pero eso también implicaba que corría mucho más peligro que otros ninjas de la hoja. No me preocupaba en exceso porque sabía que su equipo era fuerte y podía salir del mayor de los aprietos. No había caso en que me asustara por su viaje y, pese a la seguridad y confianza que tenía en sus habilidades, era inevitable que me preguntara si regresaría realmente.

Cerré los ojos para evitar que el sentimentalismo me ganara la batalla y alguna que otra lágrima amenazara con desbordar aquel momento íntimo.

Me aparté un poco, concentrándome en su única pupila visible.

—Vuelve, Kakashi —camuflar el ruego no funcionaría, por lo que no traté de ocultar el creciente miedo a perderlo—. Por favor.

Kakashi puso ambas manos en mis mejillas y me examinó durante unos instantes.

Tras confirmar que ese maldito terror estaba adueñándose de mi pensamiento, se retiró la máscara, para mi sorpresa, y no dudó en devorar mis labios sin previo aviso. Con los ojos bien abiertos, me perdí en la presión y la urgencia con la que me besaba. A pesar de estar en la vía pública, él se precipitó sobre mí para besarme y aquel tonto detalle ayudó a que las gotas me emborronaran lentamente la mirada.

Seguí el ritmo del beso hasta que él mismo se obligó a regresar a la realidad. Un húmedo chasquido me recordó que necesitaba aire y que mis pulmones reclamarían aquel oxígeno que Kakashi me había robado de manera indiscriminada.

Relamí mis comisuras y respiré con la misma ansiedad con la que nos habíamos besado.

—Claro que volveré —dijo, de repente—. ¿Cómo no podría hacerlo si ...?

"Si tú estás aquí."

—Te quiero —confesé.

Kakashi sonrió justo antes de volver a colocarse la máscara. Sus dedos acariciaron mi pómulo, conmovido por esas palabras que extrañamente salían de mí.

Un golpe a mi derecha rompió el momento y mis ojos viajaron hasta el lugar, descubriendo a tres adolescentes que nos observaban, incrédulos.

Kakashi y yo nos alejamos automáticamente.

La cara me quemaba de pura vergüenza y todo empeoró cuando me di cuenta de quienes eran esos tres.

La barbilla de Naruto estaba rozando el suelo mientras que Sakura había dejado caer un paquete que debían de haber recogido por el camino. Ella había sido también mi alumna en el ala de medicina, además de que las dos trabajábamos bajo las órdenes directas de Tsunade. Nos veíamos a diario y, como Kakashi y yo habíamos llevado nuestra relación en total y absoluto secreto, aquella estampa la dejó sin palabras. No parecía tan impactada como su compañero, pero la sorpresa de encontrar a sus dos superiores siendo tan cercanos y cariñosos había hecho que sus orbes se agrandaran.

El último era Sai. Él solo estaba ahí parado, aunque lucía un poco confundido. No debía estar muy acostumbrado a ver esa clase de muestras de afecto en plena calle, y menos de dos adultos.

La autoridad de Kakashi y la mía propia dejaron de importar de pronto. Los dos comprendimos que tendríamos que dar algún tipo de explicación.

—Bu-buenos días, chicos —les saludó, acompañado de una risa nerviosa—. ¿Habéis descansado bien esta noche?

—Yumi-sensei ... —dijo Sakura, uniendo todos los hilos pertinentes—. Kakashi-sensei y tú ...

—Kakashi-sensei, tu máscara estaba ... —balbuceó Naruto, estupefacto por lo que acababa de presenciar.

Ese chico parecía haberle dado más importancia al rostro descubierto de su profesor que a la escena de amor que habíamos protagonizado y que ellos habían visto con todo detalle.

—Nunca pensé que veríamos a Kakashi-sensei siendo tan despreocupado —dijo Sai, tan calmado como siempre—. Hace poco leí en un libro que solo las parejas demuestran su amor con tanta efusividad. ¿Qué opinas, Sakura?

Cubrí mi boca, segura de que debía parecer un foco rojo si alguien me miraba a la cara.

Kakashi se rio, quitando hierro al momento tan incómodo que estábamos viviendo delante de nuestros propios alumnos.

—Vamos, chicos ... No pongáis esas caras —les pidió Kakashi, casi tan avergonzado como yo.

—Pero, sensei ... —intentó decir Sakura.

Yo me movilicé antes de que la escena se volviera más surrealista y fui hasta ella, para sorpresa de todos los presentes. Supongo que quería desviar la atención hacia otro asunto, así que no me corté y me dispuse a hablarle del inconveniente que tanto me inquietaba.

—¿Podemos hablar un momento, Sakura? —le pregunté, tomando su brazo amablemente.

—C-claro, sensei —dijo, dejándose guiar por mí.

Nos alejamos de los chicos y me detuve a unos cuantos metros de ellos. Aquella distancia bastaba para que nuestra conversación no llegara a sus oídos fácilmente.

Ella me miró, un poco sonrojada.

—No voy a justificar lo que acabáis de ver y tampoco creo que sea el momento de hablar sobre eso —le expliqué, intentando sonar segura de mis declaraciones—. Quería pedirte una cosa.

—Lo que necesite —se irguió, contenta de que estuviera confiándole una petición.

—Kakashi es muy ... Quiero decir, Kakashi tiene un corte en el costado —me corregí, intentando que la informalidad no fuera tan evidente—. Tú le hiciste la primera cura, ¿verdad?

Ella asintió, aunque yo ya lo había supuesto después de ver por primera vez el estado de la herida.

—¿Acaso ha empeorado? Me aseguré de aplicar los primeros auxilios para que ...

—No. No es eso —le negué—. Es solo que me preocupa que no se cuide lo suficiente y llegue a infectarse o que pueda serle más difícil moverse. Le conozco y sé que le restará importancia hasta el punto de olvidarse de que existe.

El gesto de Sakura se relajó, entendiendo lo que estaba intentando pedirle. Ella me regaló una limpia sonrisa, entrecerrando sus ojos verdes.

—No se preocupe, Yumi-sensei. Me ocuparé de que esa herida sane sin ningún problema —aceptó el encargo antes de que pudiera siquiera pedírselo.

Yo solté una bocanada de aire.

—Te lo agradezco —dije, sincera.

Aliviada, eché una ojeada hacia el variopinto par que esperaban junto a Kakashi el regreso de Sakura. Él parecía estar excusándose con sus alumnos; el sonrojo teñía su mejilla de una forma de lo más adorable.

—Yumi-sensei —me nombró.

Volví la cabeza hacia ella, que todavía sonreía.

—¿Sí?

—Siempre he pensado que Kakashi-sensei era un poco rarito, pero también que pasaba demasiado tiempo solo —me comentó—. Me alegra mucho que haya encontrado a alguien que se preocupe tanto por él.

Sus palabras me avergonzaron de nuevo y ella lo sintió al momento. Se le escapó una carcajada.

—Bueno ... Él no merece menos —murmuré, incómoda.

—Tú tampoco mereces menos, sensei —aclaró, feliz.

Tanta sinceridad y buena palabrería estaba siendo demasiado para mis escondidos sentimientos, así que tosí un poco y rompí la conexión de nuestras miradas.

—Marchaos ya. Tsunade-sama os está esperando.

—Sí. No le gusta que la hagan esperar.

Ambas regresamos con los tres chicos. Sai simplemente esperaba en silencio a un lado, pero Naruto era otro cantar. El interés por la actitud que su sensei había demostrado tener conmigo le había llenado los ojos de una curiosidad mamchada por la diversión.

—Kakashi-sensei ... —dijo, en tono juguetón—. ¿Entonces, Yumi-san y tú habéis leído esos libros tuyos juntos?

Sakura se apresuró para llegar antes que yo y le golpeó de lleno en la nuca, maldiciéndole por su falta de educación.

—¡Naruto! ¿Cómo puedes decir algo así? —preguntó, indignada—. Hablaré con Tsunade-sama de esto. Pasar tanto tiempo con Jiraiya-sama solo te ha pervertido, ¿verdad? Lo que nos faltaba ...

—Pero ... Sakura-chan, yo ...

—Lo mejor será que no digas nada más, Naruto —le aconsejó Sai, que observaba todo lo que estaba ocurriendo—. Podrías perder la vida por un comentario como ese.

Naruto lloriqueó, temblando de miedo, y corrió a pedirme perdón por su poca cortesía. Le sonreí, deseándoles suerte en su misión, y entonces noté cómo Kakashi se acercaba a mí.

—Bien, chicos. En marcha —dijo, pero no lo dejó ahí, sino que se inclinó cerca de mi oído y aprovechó la escasa separación que había quedado entre nosotros—. Yo también te quiero —se separó, como si ese susurro tan descarado no hubiera removido los cimientos de mi alma, y empujó a sus antiguos alumnos en dirección contraria—. Vamos, niños. No tenemos todo el día.

Sakura se sonrió y yo me lamenté. No era el momento más indicado para decirme aquello a pesar de que mi corazón agradeció esa inocente confesión.

Pakkun ladró, llamando la atención del equipo, y Kakashi se alejó de mi posición. Los tres chicos se despidieron de mí educadamente y siguieron a su líder sin perder ni un segundo más.

Observé al grupo y algo llamó mi atención, evitando que entrara en el edificio.

—Estoy contenta por ti y por Yumi-san, Kakashi-sensei —la escuché decir, cada vez más lejos—. Hacéis una bonita pareja.

—Gracias, Sakura.

Habría pagado por ver su sonrojo en aquel momento.

—Además, necesitabas una buena mano firme en tu vida para que dejaras de ser un trasto de primera categoría—aclaró mi joven estudiante.

Sonriente, los vi desaparecer al girar en la siguiente calle.

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