HikariShiokarai

Aquí está tu escrito. ¡Espero que lo disfrutes y lo siento si es demasiado corto!

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Era tarde ya en la noche cuando el rugir de los truenos comenzaron a escucharse. Todo el día había estado el cielo opaco y era obvio que iba a llover en algún momento de este, sólo que nadie esperaba que fuera entrada ya la madrugada. Brian roncaba envuelto entre las sábanas de su cama, sin importarle el ruido externo, pero un peso sobre su pecho hizo que comenzara a sentirse incómodo en su profundo sueño. Era algo que lo presionaba contra el colchón.

Sus ojos se abrieron, encontrándose de inmediato con las orbes claras de un chico. En su frente resaltaban dos cuernos de rojo brillante, uno a cada lado. Su cabello rizado le caía por los hombros. Sus piernas estaban separadas, casi tenía sus muslos en el cuello del otro. Sonreía y su cola puntiaguda se movía de un lado al otro mostrando lo contento que se encontraba por estar allí.

—¡¿Qué mierda?! —gritó él, poniendo sus manos sobre la carne de las piernas ajenas, buscando quitarlo de encima. El chico apretó un poco contra su cuello, sin querer salir de ahí.

—Brian Johnson. —canturreo su nombre de forma pícara. —Haz tenido sueños húmedos últimamente, ¿Verdad?

—¿Quién eres? ¿Cómo entraste a mi cuarto? ¿Cómo sabes mi nombre? —lo bombardeó con preguntas rápidamente, tratando aún de que se quitara de encima.

Él rio mostrando sus dientes. —Soy Angus, entré por la ventana y sé tu nombre porque siempre he estado aquí. Soy la razón de tus sueños húmedos, de tu deseo. Te he estado viendo desde hace tiempo y tengo tantas ganas de comerte ahora. —el muchacho debajo suyo lo observaba, aterrado de cierta forma por lo que había dicho. —No seas idiota, no será literal. —se cruzó de brazos, mirándolo algo enojado. —No como humanos, su carne es fibrosa y están llenos de grasa por todos lados.

Brian levantó una ceja, eso no lo calmaba para nada.—¿Eres un íncubo? —preguntó, esto le sonaba a una libro que había leído sobre la Edad Media cuando era más joven.

—Exacto. —el demonio comenzó a quitarse su camiseta, dejando expuesto su pecho y luego se bajó de encima suyo, sintiendo el frío piso en sus pies descalzos.

El otro aprovecho para sentarse en la cama, yendo hacia atrás hasta el respaldo de ésta. Lo miraba incrédulo. Se suponía que sólo eran una leyenda para asustar a las personas, no que realmente existían demonios con apetito sexual y esas historias eran una advertencia sobre ellos.

Se quitó el short junto con su ropa interior, quedando totalmente desnudo. Volvió a subir a la cama. —¿Por dónde quieres empezar?

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El fuerte y profundo resonar de unas campanas de bronce hicieron que Angus se levantará del pecho del otro. Ya eran las doce.

—Debo irme. —le dijo mientras se ponía de pie y se vestía con rapidez.

—¿Adónde?

—Tengo que regresar al Inframundo, pero te prometo que volveré cuando me llames. —sacó del bolsillo de su short una pequeña piedrita y se la entregó. —Frotala contra la madera de tu cama y yo vendré.

—De acuerdo.

Se besaron despacio una vez más, deseando volver a verse en poco tiempo. Con el fuerte viento que silbaba entre las ramas, salió por la ventana.