Cherry Pie ~ Brian x Angus
Para: ornedown
ti amo
advierto k este one-shot está escrito completamente en castellano rioplatense (🇦🇷)
si usted no le entiende al criollo, váyase pq no va a entender ni merda.
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Angus siempre había querido las cosas a la piú bella, forzandose a ser más que bueno en todo lo que hacía. La forma en la que tocaba la guitarra lo delataba. Imitar las recetas que le preparaba su abuela cuando era un pibe, servía únicamente como una forma de chamuyar a su propio ego.
Esta vez se sentía satisfecho con su trabajo, apretaba el trapo de cocina cerca de su rostro. El aroma de la tarta de cerezas recién hecha llegaba hasta él, olía bien pero parecía que explotaría en el centro. Ese pobre intento de copiar la receta original lo bajoneaba muchísimo.
Ella siempre le tenía un postre distinto servido cada vez que iba a su casa, pero esa tarta era su favorita por lejos. La bondad de esa mujer y los deliciosos dulces caseros había sido su consuelo durante los años más duros de su adolescencia. Era evidente que no era normal y la biaba de su viejo por eso era inevitable, el tipo perdía los estribos cada vez que lo veía comportándose como lo que él catalogaba femenino. En casa sus hermanos lo culpaban de abombado, de gil.
Cuando la nona murió, se quedó con los libros de cocina y el diario en el que ella escribía sus recetas propias. No sirvió de nada esconderlos porque su madre había arrojado todo a la basura; todo menos la libreta escrita a mano, había logrado conservarla en un acto desesperado en el que se vio obligado a tomar por los cabellos a su propia progenitora. No le importó ser castigado por dos meses, pudo quedarse con las recetas y la carta de amor escrita exclusivamente para él en la última página en los últimos días de su abuela.
Pero los años ya habían pasado, estaba viviendo bajo el mismo techo con el hombre que pretendía era su esposo. No podía casarse con él, no había leyes que se lo permitieran; sin embargo compartían la vidala todos sus días como un matrimonio cualquiera. Llevaban meses conviviendo en pareja y Angus hacia su mejor esfuerzo por preparar buena comida todos los días, era la forma que conocía de dar amor. No le permitía a su esposo ni siquiera acercarse a su cocina. Por lo que ahora estaba solo viendo esa tarta casi reventada en el medio encima de la mesada. Pinchó el centro con un cuchillo, el humo caliente surgió despacio.
Dejó el trapo en la cocina, encima de la manija del horno. Cortó despacio varias porciones del postre, la mitad se la regalaría a su vecina. Buscó un plato en la alacena, sirvió una de las rebanadas. No inhibió sus ganas de poner encima una bocha de helado de vainilla, eso le daba un toque fresco. Puso una cuchara a un lado de la torta. Miró con amor lo que había preparado.
Caminó al comedor y se paró frente a su marido, quien parecia trabajar con algunas cuentas, algo de su laburo de seguro. Apoyó el plato encima del diario que estaba sobre la mesa, al costado de una taza de té.
—Probalo. —le pidió.
Brian asintió, dejando de lado la birome. Tenía que buscar un presupuesto para el próximo show y le vendría bien distraerse. Ni lento ni perezoso comió un poco. Al toque le sonrió, siempre quedaba enganchado con las cosas que preparaba.
—Te salió muy bien, amor. —halagó. El vocalista era un pollerudo, pero era posta que sabía bien.
Angus se alegró un poco, le creía pero todavía le faltaba probar a él. Volvió a la cocina para prepararse un plato igual, se sirvió un vaso de leche también. Se sentó acompañado por su soledad en la mesita de esa pieza. Dio un bocado chiquito, ese era el sabor que recordaba.
Dejó de lado sus pensamientos mientras comía, como hacía siempre. No quería pensar en nada que no fuese el sabor reconfortante del postre. Sintió las pequeñas lagrimitas en sus ojos. Se asustó al ver a Brian entrar a la cocina.
—¿Por qué me dejaste solo, eh? —preguntó luego de dejar el plato y su taza vacios adentro de la pileta empotrada a la mesada. Tomó asiento en la única silla restante que estaba frente a la de su novio.
—No quería molestarte, estabas ocupado.
—¿Creés que me molestás? —se mofó un poco, acercándose con su silla. —No podés ser tan lindo. —aseguró viendo esa carita que tanto le gustaba. Notó esa expresión de leve tristeza y se preocupó. —¿Qué pasa?
—No, nada. —se apuró a agarrar un poco más del postre, no quería que el helado se derritiera.
—Dale, cosita, decime. —agarró su mano, privandolo de terminar de comer.
—Es que te amo mucho. —comenzó a sollozar. Todavía extrañaba todos los días a su abuela y no podía evitar acordarse de una de las tantas cosas que ella le había dejado escrito en la libreta: que cada vez que cocinara algo de todo lo que estaba escrito ahí, fuera para compartir con las personas más importantes y con el amor de su vida. Su cabeza era un quilombo en ese momento, no quería seguir pensando.
Se tapó la cara con sus manos, no le gustaba para nada como se veía cuando lloraba. Pudo escuchar los pasos de su pareja cerca de él, lo próximo que sintió fueron sus brazos obligándolo a ponerse de pie. Se dejó apretar contra su cuerpo. La busarda le ardía del dolor que le provocaba llorar tan fuerte.
—Shh, no hagás tanto barullo. —le acarició los rulos con cuidado. No le molestaba el ruido, le molestaba que llorara por cosas que tendrían que hacerlo feliz. —Pará, mi vida. —lo besó despacito en la frente.
Angus levantó su vista, recibiendo un chape cortito que lo hizo sentirse muchísimo mejor. Sacó sus brazos del agarre del inglés, abrazándolo con fuerza. —Te amo un montón. —se puso de puntitas para darle un piquito otra vez. Todavía tenía los ojos rojos y los cachetes colorados.
—Yo también te amo, flaquito. —dijo cortando con esa muestra de afecto. Lo amaba así, bolacero como era. Lo había enamorado con anchetas y ahora le parecía tan raro que le esquivara de esa forma a las cancheradas en lo romántico, era tan dulce. No podía mentir; la primera vez le había parecido un cafiolo, pero ya entendía por qué le habían dicho que esa personalidad era una truchada. —Sos una cosita hermosa.
—Y vos sos un chamuyero. —rio al sentir el beso en su mejilla izquierda, las manos que lo agarraban fuerte por la cintura lo hacían saberse amado.
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