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El día había comenzado como cualquier otro en la bulliciosa ciudad, pero para SeokJin, este encuentro era un eco del pasado, un capítulo no cerrado que aún dolía. El pequeño café que se encontraba al doblar la calle, con sus luces cálidas y aroma a café recién hecho, había sido testigo de tantas de sus memorias juntos. Ahora, la mesa que compartían parecía abarcar un abismo de silencio.

SeokJin observó a YoonGi, buscando en su rostro las señales del hombre que una vez había amado con todo su ser. Pero algo en él había cambiado; una sombra oscura se cernía sobre sus ojos, un rastro de una distancia que el menor no podía acortar.

—¿Cómo has estado? —inició SeokJin, con una voz más temblorosa de lo que habría querido admitir.

YoonGi levantó la vista con una lentitud calculada, como si las palabras de su contrario le costaran un esfuerzo inmenso. —He estado bien... supongo. ¿Y tú?

—Sobreviviendo —respondió con una sonrisa triste—. Nunca imaginé que aceptarías verme después de todo.

—Tampoco imaginé que me lo pedirías —YoonGi apartó la mirada, como si enfrentarla fuera más doloroso que mantenerse en la incómoda penumbra de su distancia.

Las palabras flotaron entre ellos, ahogándose en el silencio que siguió. El café seguía su rutina a su alrededor, ajeno al huracán de emociones contenidas en esa mesa. SeokJin se sintió pequeño, vulnerable, en un momento que había soñado por tanto tiempo y que ahora temía se convirtiera en su mayor arrepentimiento.

—Nunca fue fácil estar sin ti —confesó finalmente el castaño, rompiendo las cadenas de su propio miedo—. Me convencí de que lo nuestro había terminado, que quizás era lo mejor. Pero verte aquí, frente a mí, me hace dudar de todo eso. Me hace desear algo que quizás ya no existe.

El mayor permaneció en silencio, y en ese instante SeokJin comprendió que lo que venía sería devastador.

—Yo también dudé, Jin —empezó YoonGi, su voz baja, casi inaudible—. Pero hay algo que debo decirte, algo que me ha estado carcomiendo por dentro.

El aire en aquel establecimiento se volvió pesado para ambos, como si el mundo mismo se detuviera en espera de sus palabras. SeokJin sintió un escalofrío recorrerle la columna, presagiando lo inevitable, sabía que más de una lágrima iba a escapar.

—Durante este tiempo que hemos estado separados, he sentido cosas que no esperaba sentir. Alguien más... entró en mi vida. No fue algo que busqué, pero sucedió, y me ha mantenido en un constante estado de conflicto.

—¿Qué estás diciendo? —susurró SeokJin, sintiendo que el suelo bajo sus pies comenzaba a desmoronarse.

—Intenté ignorarlo. Pensé que tal vez, al verte de nuevo, al intentar recuperar lo nuestro, esos sentimientos desaparecerían. Pero no es tan sencillo. —Exhaló YoonGi con dificultad, como si cada palabra le arrancara un pedazo del alma—. Necesitamos vivir lejos del sufrimiento. ¿Por qué sigo aquí tratando de hacerte feliz, si no puedo siquiera ser honesto conmigo mismo?

El dolor que atravesó al menor fue tan intenso que le dejó sin aliento. Todo lo que había esperado, todo lo que había imaginado, se desmoronaba en una vorágine de emociones que no podía controlar. Quería gritar, quería implorarle a su mayor amor que luchara por ellos, que no se rindiera, pero sabía, en lo más profundo, que esas palabras serían en vano.

—Yo te amo, YoonGi. Y pensé que eso sería suficiente, que podríamos superar cualquier cosa juntos. Pero veo que el miedo te ha ganado, y no hay nada que yo pueda hacer para cambiar eso.

El Rubio bajó la cabeza, incapaz de sostener la mirada que tanto le había dado. —También te amo, SeokJin, pero el miedo de descubrir que siento algo por otra persona, el miedo a lastimarte más de lo que ya lo he hecho... me paraliza. No puedo vivir así, ni quiero condenarte a hacerlo.

Las lágrimas que Kim había intentado contener comenzaron a caer, silenciosas, implacables. Sabía que esta sería la última vez que estaría con él de esta manera, la última oportunidad de un futuro que se desvanecía frente suyo.

—Entonces es aquí donde todo termina —dijo SeokJin, su voz quebrándose—. No importa cuánto te ame, no puedo luchar solo contra algo tan grande. Si tu decisión es irte, no puedo detenerte, pero tampoco puedo ignorar que mi corazón se rompe en mil pedazos al verte partir.

YoonGi se levantó, sus manos temblorosas recogiendo sus pertenencias. —Lo siento, SeokJin. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes, ojalá no te estuviera lastimando así.

SeokJin asintió, incapaz de articular una respuesta. Lo vio alejarse, salir del café, y en ese instante supo que el destino había decidido por ellos. La sombra que había caído sobre su amor se tornó insuperable, y con cada paso que YoonGi daba lejos de él, SeokJin sintió que un trozo de su alma se desprendía y desaparecía en el vacío.

El café, que antes había sido un refugio de recuerdos compartidos, se transformó en una prisión de soledad y arrepentimiento. SeokJin permaneció sentado, observando la taza de café que se enfriaba frente a él, sus manos aún temblorosas, sus pensamientos enredados en lo que podría haber sido.

"Necesitamos vivir lejos del sufrimiento", se repetía, como un mantra desesperado. Pero por más que lo intentara, no lograba comprender cómo se suponía que debía seguir adelante sin la mitad de su ser que Min se había llevado consigo.

Las palabras resonaban en su mente, mezcladas con la última mirada que YoonGi le había dado, llena de dolor, culpa, y una tristeza insondable. SeokJin sabía que, a pesar de todo, YoonGi lo amaba. Pero el miedo, esa fuerza implacable que destruye incluso los cimientos más sólidos, había ganado la batalla.

Finalmente, se levantó, sintiendo el peso del mundo en sus hombros. El futuro que alguna vez había soñado estaba perdido, y en su lugar, solo quedaba la incertidumbre de un mañana sin aquel hombre que era su todo y nada al mismo tiempo.

Salió del lugar, caminando sin rumbo por las calles de la ciudad que ahora le parecían ajenas. El viento acariciaba su rostro, llevándose con él las últimas lágrimas que no pudo retener. Sabía que el camino por delante sería largo y doloroso, que el amor que había compartido con YoonGi dejaría cicatrices profundas que nunca desaparecerían del todo.

Pero también sabía que, de alguna manera, sobreviviría. Porque a veces, el amor no es suficiente para salvarnos del abismo, pero puede ser la razón por la que aprendamos a vivir con nuestras heridas, a encontrar un nuevo propósito en medio de la pérdida.

Mientras la noche comenzaba a caer, SeokJin miró hacia el cielo oscuro, buscando una señal, una estrella que pudiera guiarlo a través de la tormenta interna que lo consumía. Y aunque no encontró la respuesta que anhelaba, comprendió que la vida seguiría adelante, aunque su corazón tardara en sanar.

Con una última mirada hacia el pasado que se desvanecía, SeokJin siguió caminando, decidido a encontrar la paz que tanto merecía, incluso si significaba dejar ir el amor que una vez lo definió.

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