Orígenes: "El precio de querer"
Universo: RGA210 (Original)
Alertas: Contenido no tan apto para personas demasiado sensibles.
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Para esta historia nos adentramos en la mansión Edevane.
Dicha mansión, de un color rojo carmesí, se encontraba situada a las afueras de la ciudad de Aurora, en el continente de Hozir. Allí, vivía uno de los magnates multimillonarios más conocidos de la región: Apollo Edevane.
Se le solía atribuir su gran fortuna a su buena lengua y su encantador porte, siendo irresistible para muchas mujeres. Otros, sin embargo, lo tachaban de contrabandista o mal jugador, pero ninguno de esos rumores era verídico.
El magnate, en estos momentos, se encontraba rellenando un par de papeles. Claro, lucía como el día a día de los grandes empresarios. Aunque, en realidad, estos documentos eran algo un poco distinto...
Luego de un largo rato de llenar una línea tras otra, el castaño finalmente había terminado. Dejó sus papeles a un lado y se recostó en la silla, para luego soltar un largo suspiro.
Su mirada se dirigió a la gran ventana de la habitación. A través de ella, se podía apreciar el patio de la mansión, repleto de rosales e inclusive un laberinto hecho por arbustos, sin embargo, la mirada del hombre se había dirigido a la sombra de un gran árbol que se encontraba en el centro del lugar, en donde se podía ver a un joven solitario.
Aquel chico aparentaba no más de 17 años, su piel era blanca, quizás demasiado, haciendo que se notaran más las pequeñas quemaduras que tenía en el rostro. Su cabello era negro, largo hasta el mentón, con algunas cuantas puntas quemadas, acompañado de bellos ojos heterocromaticos de colores azul y rojo. Llevaba puesta una camisa blanca, con un suéter negro encima, un medallón de un sol y una torre de color rojo, pantalones formales negros y zapatos con quemaduras en las suelas. Pero lo que más llamaba la atención sin duda, era que su brazo izquierdo se encontraba completamente cubierto de una venda, la cual se veía desgastada a pesar de ser nueva, principalmente porque el joven parecía no parar de rascarse el brazo, aunque eso debiese de dolerle.
Sin embargo, lo que más le preocupaba no eran las quemaduras que el chico poseía o su aparente insensibilidad en el brazo, sino que, desde que había llegado a la mansión, el chico parecía sin vida, hipnotizado. Su cara no mostraba emoción alguna y no paraba de hablar solo con una tal "Vall".
Mientras mantenía su vista en el chico, se sintió un ligero golpeteo en la puerta, a lo que Apollo respondió simplemente con un "entre". Quien paso por la puerta fue un hombre de unos 45 años, tez blanca, ojos morados, cabello negro, lentes, y una bata de científico o médico. Llevaba puesta una etiqueta en la que podía leerse 'Zack Miracle'. "¿Qué has descubierto?" Primero habló el millonario
"Es simplemente... sorprendente. Parece que en su mayor parte salió intacto al impacto del avión. Tiene algunas quemaduras, siendo la peor la de su brazo izquierdo, pero no tiene huesos rotos, desencajados... nada. Parece un milagro." Habló el aparente médico, observando los papeles que traía en sus manos.
"¿Y qué hay de su estado mental?" Preguntó directamente Apollo, desviando finalmente la mirada hacía su invitado, con una expresión seria.
"Ese es el lado malo." Respondió el pelinegro, soltando un suspiro. "No nos responde, cada vez que intentamos hablar con él, susurra que Vall no quiere que hable con extraños y empieza a ignorarnos. Parece que está realmente traumatizado..."
"¿Y has descubierto algo sobre quién es esa tal Vall?
"Sí, y eso es lo más alarmante." El hombre de ojos morados colocó una mueca ante lo que iba a contar. "Vall Redford, es su hermana... Sin embargo, se supone que iba con él en el avión, por lo que creen que falleció."
"¿Creen?" Arqueó una ceja, confundido por esa expresión.
"Su cuerpo no fue encontrado, señor, creen que puede ser uno de los cadáveres incinerados, pero no han podido comprobarlo." Tras esa respuesta, el empresario finalmente bajaría la vista a su escritorio, cubriendo su boca y mentón con las manos, en su gesto pensativo. "¿Qué va a hacer, señor Edevane?"
Ante la pregunta, su mirada iría a chocar con la del científico. "En parte es mi culpa que él haya pasado por todo esto."
"¿Qué quiere decir con eso?" Preguntó Zack, claramente confundido, mientras dejaba los papeles sobre la mesa.
"Conocía a su padre, Marlon Redford, fuimos compañeros en la academia, mejores amigos. Hace unos días él me conto que su hijo cumpliría años en pocos días y quería realizar un viaje para celebrarlo. Le dije que viniese aquí, que podrían visitar la ciudad y yo les daba alojo mientras durara el viaje." La expresión del hombre se ensombreció, con un deje de culpa en la mirada.
"¿Entonces...?"
"Viajaron aquí porque yo les convencí de hacerlo, les prometí un lugar donde quedarse, y es hora de que cumpla mi palabra" El mayor voltearía su vista al chico nuevamente "Se quedará conmigo todo el tiempo que sea necesario, hasta que se recupere totalmente."
Esa fue la sentencia que dio el magnate. Ya no solo por la promesa que le había hecho a su amigo de la infancia, ni porque sintiese lastima por el chico, sino también por sí mismo. Él no poseía ni esposa, ni hijos. Desde que sus padres habían muerto, había estado solo, sin familia. Quizás, luego de tanto tiempo, tendría la oportunidad de compartir con alguien de una manera más cercana.
Y en efecto, tal como el mayor había decidido, aquel pelinegro se quedó a vivir con él, en aquella misma mansión.
Los primeros meses resultaron realmente duros, el chico se negaba totalmente a hablar, aun insistiendo en que su hermana no deseaba que tuviera interacción con otros, a veces incluso llegando a pasar largos periodos de tiempo sin comer o siquiera salir de su habitación. Pero, con el paso del tiempo, poco a poco el chico comenzó a parar de hablar solo, para lentamente comenzar a hacerlo con Apollo. A su tiempo, el joven ya había empezado a entrar en confianza con el mayor, comenzando a tratarle con más familiaridad.
Finalmente, luego de un año y medio, el pelinegro volvió a sonreír.
Había tomado su tiempo, pero el menor empezaba a recuperar su actitud optimista y empezaba a comportarse como alguien de su edad, al punto de que alguna vez llegó a escaparse por diferentes motivos, incluso en una de esas ocasiones tiñó algunas puntas de su cabello de color rojo. A pesar de todo, la relación entre ambos se había vuelto muy estrecha, al punto de que alguna vez le había llamado "Padre" por accidente, y el contrario en respuesta, le llamaba "Hijo".
Un pequeño juego que, con el tiempo, se volvió real, cuando finalmente el menor adoptó el apellido Edevane.
Sin embargo, no todo era color de rosa. El mayor ya había empezado a notar algunas actitudes extrañas en el contrario. Cuando olía sangre, él se ponía extrañamente agresivo, mientras que durante la noche se podía quedar despierto durante horas mirando la luna, sin moverse siquiera. También había notado que seguía hablando solo, cada vez que pensaba que nadie lo escuchaba.
Lo peor de todo fue cuando se percató de que el menor simplemente no crecía. Su altura había sido la misma por los tres años que habían estado juntos, mientras que su cara seguía siendo exactamente igual a la del chico de 17 años que había llegado a la mansión, a pesar de ya tener 20.
Xicht, Zack y varios otros científicos y médicos le habían examinado ya, pero nadie sabía dar una respuesta para la extraña condición que el chico padecía. El tiempo continuó y las cosas seguían igual... o eso parecía.
Una tarde, el mayor regresaba de trabajar tranquilamente. El chófer le dejó en la entrada y procedió a estacionar el auto. Cuando el castaño estaba a punto de abrir la puerta, notó un fuerte olor procedente del interior. Un olor conocido y muy nauseabundo; El olor de la sangre.
Nada más notarlo, el hombre se apresuró a entrar al lugar, solo para toparse con la escena más traumante que pudo haber visto en su vida. Los cadáveres de todos sus mayordomos y sirvientas estaban en el suelo, descuartizados, mientras que su sangre cubría completamente las paredes del lugar.
La escena no habría dejado indiferente a nadie, a pesar de ello, en la mente de Apollo solo se encontraba una persona.
Rápidamente subió las escaleras, procurando no pisar los cuerpos de aquellos que alguna vez le sirvieron, especialmente preocupado. Pronto, se encontró frente a la habitación de aquel que él mismo había empezado a considerar su hijo. Pero antes de poder abrirla, notó una voz femenina, cantando:
The future is always unexpected
But you're never gonna be alone
Asustado por la presencia de una voz de origen desconocido en su hogar, entró en la habitación. Esta se encontraba en un estado lamentable, con todos los muebles y paredes dañadas o destruidas. Pero a diferencia del resto de la casa, esta solo poseía un pequeño rastro de sangre que llevaba al joven que se encontraba en el centro de la sala, arrodillado frente a una mujer de cabello y vestido completamente blancos.
Al sentir la puerta abrirse, la mujer se sorprendió, dejando de cantar, y mirando con terror a la nueva persona que había llegado. Por su parte, el joven frente a ella se levantó, volteándose, revelándose como aquel que había vivido en aquella habitación por tres años.
Sin embargo, su aspecto era distinto, más macabro. Sus ojos ahora eran completamente negros, exceptuando por la pupila, que había adoptado un color rojo, de un tono carmesí diferente al que antes poseía. Sus ropajes, aparte de estar completamente destruidos, estaban cubiertos de sangre. Y ahora, un aura negra había empezado a cubrirlo.
Lo más tenebroso, es que los vendajes que cubrían su mano y brazo izquierdos ya no estaban, dejando en su lugar una garra, de color negro, cuya piel erizada se movía como si fuese fuego, de un color rojizo, igual al tinte que cubría las puntas de cabello del, antes, benévolo joven.
"¿Hijo...? ¿Qué ha...?"
La simple mención de aquella palabra provocó que el contrario se abalanzara sobre él, sin darle oportunidad alguna a reaccionar o siquiera procesar lo que ocurría, cogiéndole por el cuello con aquella garra negra, y empezando a azotarlo contra paredes, muebles y suelo por igual.
Los golpes eran continuos, cada vez más rápidos y fuertes, destrozando el rostro, cabeza e inclusive rompiendo el cráneo de aquella persona que le había dado cobijo y que consideraba su familia. Al final, incluso se podía ver el cerebro del hombre, destrozado.
La criatura continuó con aquella conducta hasta cansarse, lanzando el cuerpo inerte de su padre al piso y empezando a acercarse a paso lento, listo para descuartizarlo tal y como había hecho con el resto de los cadáveres en la mansión.
Mas una voz lo detuvo. Aquella joven de cabello blanco había vuelto a cantar, captando la atención de la bestia:
When your path is lost
Follow my voice and I will guide you
Though the world is against us
I'll always stand by your side
La canción continuó por unos momentos, hasta que, finalmente, el aura negra desapareció y sus ojos por fin regresaron a la normalidad.
El joven, aun confuso, observaba el cadáver frente a él, de quien alguna vez le consideró su hijo. Sin terminar de entender lo que sus ojos veían, el joven se arrodilló, y tocó el cuerpo aún caliente del mayor.
Su rostro se mantenía serio, sin embargo, fue completamente incapaz de evitar que las lágrimas comenzaran a bajar por sus mejillas. "Sabía... que debería haberme ido..."
"No podías saber que esto ocurriría..." Respondió la joven peliblanca, viendo con dolor el cuerpo de aquel hombre. "Nuestra investigación no hablaba sobre esto."
"Aun así, sabía lo que era, en lo que me había convertido, pero fui tan egoísta para quedarme y ponerlos a todos en peligro."
"Pero él no hubiera querido que-"
"¿No lo entiendes, Vall? ¡Acabo de matar a mi Padre! La persona que me tendió la mano cuando lo perdí todo, ¡Y le he pagado quitándole la vida!" Aun con lágrimas en sus ojos, el chico golpeó el suelo con frustración, casi rompiéndolo.
Siguió en esa posición por un largo rato, hasta escuchar lo que parecía ser la puerta principal. "¿Quién...?"
"El chófer..." El pelinegro se levantó, dirigiéndose a uno de los pocos muebles que aún se mantenía en pie, empezando a buscar algo entre sus cajones, mientras la peliblanca le miraba confundida.
"¿Qué piensas hacer?"
"Irme lo más lejos de aquí posible, no tardarán en descubrir este desastre y seguramente la policía llegue pronto." Luego de buscar un poco, el joven sacó un rollo de vendajes, empezando a colocárselo nuevamente en el brazo, ocultando así aquella garra que él tenía.
"¿Y dónde piensas ir? No tienes a nadie más." Vall se cruzó de brazos, viendo al chico con una ceja arqueada.
"A cualquier lugar donde no haya nadie a quien pueda herir." Una vez terminado el nuevo vendaje, el pelinegro buscó algo de ropa que pudiese ponerse para no salir con la ensangrentada que llevaba en ese momento. "No es necesario que me acompañes si no quieres, dudo que quieras estar con un monstruo como yo."
"¿Cómo dices eso? ¡Jamás te abandonaría!" Aquella frase había molestado a la contraria. "Además, ¡eres el único que puede verme!"
"Hermana, acéptalo, es mejor si tomamos caminos separados." Respondió, sin quitar su cara de póker. "Puedes ir al consejo de magos, ellos son capaces de ver a los Serafines."
"Y de contener a los Devoradores, ¿por qué no vamos juntos?"
"Sigo siendo egoísta, no quiero pasar el resto de mi vida encarcelado." Soltó un suspiro ante la idea, por mucho que no quisiera lastimar a otros, no estaba dispuesto a ser encerrado.
"Bien, entonces decidido, nos iremos juntos."
Cuando terminó de cambiarse, el más alto se dirigió a la ventana, abriéndola con cuidado. "No hay forma de que te convenza de no venir, ¿cierto?"
"Nada en el Multiverso lo evitaría." Respondió la serafina, acercándose, al contrario.
"Je..." El pelinegro dejó escapar una leve sonrisa, colocando un pie en el tejado. "Gracias, Vall..."
"No hay de qué..."
Isaac
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