
Ese tonto demonio.
Era una mañana normal al menos para el azabache, realizó su rutina diaria, pero luego se fue a realizar una misión, con el solo iba el portador de la maldición. Una que lo tenía un poco loco, ya que cuando aparecía se le iba encima y le decía cosas que no quería recordar, también sentía sus manos tocarle un poco de piel por debajo de su ropa, algo que le asqueaba por completo.
Itadori: entonces a dónde vamos?
Megumi: a la montaña, estuvieron pasando sucesos extraños según la gente del alrededor -serio-
Itadori: y nos quedaremos un tiempo? -curioso-
Megumi: solo una semana, ya que aparece y desaparece la entidad
Itadori asintió suave y siguió viendo por la ventana, no entendía porque Sukuna deseaba salir, estaba más insoportable que de costumbre. Después de una hora llegaron al sitio y comenzaron a subir las escaleras que los llevarían al templo en donde fue visto el ente.
Sukuna: déjame salir bastardo -gruñendo molesto-
Itadori: porque demonios quieres salir? -serio-
Sukuna: aquí es aburrido -serio-
Itadori: bueno, no creo que a Megumi le moleste -lo piensa un momento- solo trata de no destrozare el lugar
Sukuna: bien bien -suspira-
Luego de unos segundos, cambian de lugar, lo que el azabache no noto. Sukuna lo miro con deseo, desde el primer momento en que lo enfrentó sintió algo extraño y que lo hacía desear querer más. Lo siguió en silencio mientras veía cada movimiento de aquel cuerpo y como el calor del verano había empezado a pasarle factura. Vio como una gota de sudor recorría el poco trozo de cuello que aquel uniforme dejaba ver.
Sukuna: ja, lindo -susurra-
Megumi: eh? -se detiene y gira rápido, topándose con la mirada de aquel demonios- pero qué?
Sukuna: hola bombón -sonrió y le acaricio suave la mejilla- te extrañe -intenta besarlo-
Megumi: -molesto le dan un certero golpe en la mejilla haciéndolo tambalear- no te atrevas!
Sukuna: -lo ve sorprendido, pero sonríe sobándose la mejilla- adorable~
Megumi: -molesto sigue subiendo- esto es el colmo -refunfuñando enojado-
El ente lo siguió tranquilo viendo aquel apetecible trasero, estaba tan deseoso de poseerlo que no noto cuando habían llegado al lugar. Rápido cambio de lugar con el humano, quien veía intrigado el sitio.
Itadori: es aquí? -acercándose a su compañero-
Megumi: volviste -serio- vamos, nos dejaron un cuarto para ambos -guiándolo-
Al llegar hallaron un cuarto con todo lo necesario, eso incluía una cocina, heladera llena, al igual que la despensa, baño y un cuarto donde dormirían.
Itadori: genial, no necesitaremos buscar nada -feliz-
Megumi: bien, me daré un baño -dejando su bolso en el cuarto, después de sacar lo que necesitaba-
Itadori: no te tardes, yo también quiero -dijo mientras husmeaba el lugar-
Megumi entro al baño y tranquilo empezó a desvestirse, realmente estaba siendo un infierno ese día y su uniforme no ayudaba mucho.
Una vez desnudo entro a la ducha, previamente abierta y ya tibia, tranquilamente se empezó a duchar.
Fuera del baño Sukuna esperaba el momento adecuado para entrar, cuando escucho la irregularidad de la ducha, fue cuando entro en silencio.
Aquella vista lo dejo sin palabras, realmente parecía que tuviera una diosa frente suyo. Se despojó de la ropa y entro con él a la ducha, la suavidad de su piel lo enloqueció un poco más.
Megumi se estremecía al sentir aquellas manos y cuerpo sobre él, como es que había sido tan descuidado al no ponerle traba a la puerta.
Megumi: qué demonios haces aquí!? -lo aparta-
Sukuna: jaja -lo sujeta fuerte de la cintura- vengo a reclamar lo que me pertenece
l ente lo tomo de la nuca y lo beso con deseo, ya no le importaba si el menor quería o no, lo haría suyo mientras pudiera.
El joven tratado de apartarlo, mientras evitaba que aquella lengua entrara a su boca, pero la sensación de sus miembros rozandose, lo tomo por sorpresa, provocando que separara los labios.
Aquella intrusa lengua recorrió con deseo la cálida boca que estaba frente suyo. Mientras ambos penes se rozaban ya semierecto, el calor del agua, aumentaba más aquel impuro placer, volviendo de alguna manera más dócil al azabache.
Sukuna empezó a besarle el cuello, dándole una pequeña mordida que dejaría marca por unos días. Bajo más y succionó aquellos pezones, escuchando complacido los pequeños gemidos y jadeos del menor.
Megumi estaba muy avergonzado, no entendía porque de pronto se estaba dejando, admitir que se sentía bien con aquella atención era una completa locura. Aprovecho que lo había soltado un poco y le propuso una fuerte patada, alejándolo de él, saliendo a tropezones de la ducha. Tarde se dio cuenta que la puerta estaba trabada, por más que intentaba salir no podía y pronto sintió de nuevo aquellas manos sobre sí.
Sukuna: a dónde vas amor?~ -susurro en su oreja, mientras una de sus manos se aventura a hacia abajo-
Megumi: su-suéltame -intento apartarlo sonrojándose-
Sukuna: relájate hermoso -tomándoles el pene y estimulándolo rápido-
Un fuerte gemido escapó de aquello jóvenes labios, mientras él se cuerpo estremecía por el fuerte placer que se le estaba dando. El demonio sonrió y sin permitirle relajarse o tan siquiera pensar en escapar, lo penetró de una. Gruñó bajo al sentir aquellas apretadas paredes sobre su hombría.
Megumi gimió fuerte mientras su cuerpo se tensaba por aquella repentina intromisión. Sus ojos se llenaron de lágrimas, al sentirse mancillado de esa manera y por un puto demonio.
Poco a poco las embestidas iniciaron, así también las caricias y besos sobre ese dulce cuerpo. Lo tomaría varias veces para dejarle en claro que era solo suyo y de nadie más.
Cada gemido y suspiro era soltado con varias lágrimas, aunque para esas alturas ya no sabía si eran por odio o placer.
El ente salió y volteo al muchacho, besándolo mientras se ponía entre aquellas piernas y lo alzaba, volviéndolo a penetrar. Después de lo que parecieron horas el demonio se corrió dentro de él, mientras lo volvía a marcar en el cuello.
Megumi estaba exhausto como para siquiera poder negarse, aquel acto había sido muy intenso y estaba seguro de que no sería la única vez.
La semana paso igual, con Sukuna sobre el menor, marcándolo y haciéndolo suyo donde fuera. Al terminar la semana, Megumi estaba sumamente feliz de pertenecerle a ese tonto demonio.
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