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One-Shot


- ¡Sírveme otra! – pidió Kei a la mesera que paso a un lado de su taburete.

Él vestía su vestimenta formal de trabajo, había acabado de salir de la oficina cuando se encontró con el bar mas cercano a esta que estaba abierto, realmente necesitaba un trago.

- Señor ya ha bebido mucho, debería... - pidió la camarera.

- Otra copa, por favor – dijo, acentuando lo último.

La camarera dio una reverencia y fue por el pedido, no había mucho bullicio debido a la poca clientela del local, pero eso no quitaba la animosidad y esencia del mismo, la luz amarillente y el olor de comida y cerveza unidas de una magnifica manera, dando la bienvenida.

Kei tenia una sonrisa permanente en los labios, ya sea por el buen día que tuvo o porque el alcohol ya había afectado su sistema, el local no lo había visitada desde que se paso a vivir con su esposa ya hace un tiempo, pero había vuelto a él, lo necesitaba, quería olvidar, quería sentirse contento.

- ¡Kei, saliste temprano! – saludo con animosidad Hajime.

- Hola Hajime – gruño Kei.

- Si que no has cambiado, sigues siendo débil con el alcohol.

- "Cállate" – pidió con enojo a sus adentros – y, ¿cómo has estado?

- Mejor la verdad, hace poco me ascendieron, aunque sigo soltero – dio unas carcajadas viendo a Kei – sabes si tu esposa tiene unas amigas que me presente.

- "Hijo de puta" – insulto para sí mismo – le preguntare – dijo mientras apretaba el vaso vacío que tenía.

- Gracias, amigo... sabes, te envidio – mencionó, llamando la atención de Kei – tienes una hermosa esposa, y una hija y un recién nacido.

Kei en un acto algo involuntario, golpeo con fuerza el vaso con la mesa, provocando un ruido hueco que exalto a Hajime, he incluso sorprendió a Kei que no pensó realmente en hacerlo, pero una sensación de satisfacción se apodero de él, al ver el rostro sorprendido de su amigo. No pudo evitarlo, al escucharlo hablar, y mas cuando escucho sobre su hija, sintió que cuando la menciono, hubo un pequeño cambio en la voz de Hajime, como si se burlara, no lo pudo evitar.

- Perdón amigo – se disculpó – no controle bien mi fuerza – menciono volviendo a provocar el ruido, pero esta vez fue consciente – ¡y mi otra cerveza!

Hajime se calmó un poco y se volvió a su amigo, ya el alcohol lo estaba afectando de mala manera.

- Kei, deberías dejarlo – pidió – tu mujer te debe estar esperando, hace poco tuviste un hijo, deberías ir a verlos.

- Ya me traerán la otra ronda – dijo sin inmutarse.

- Yo te las pagare, solo si me prometes que te iras a casa.

Kei se quedó mirándolo, no quería verle la cara a su supuesto a amigo, su estúpida sonrisa complaciente, su cabello peinado hacia atrás como mafiosos, y su olor a cigarrillo con ligero olor a mente, pero una ronda gratis sería buena.

- De acuerda – dijo, aunque pareció más un gruñido.

- ¡Muy bien, una ronda más para mi amigo que se acaba de convertir en padre otra vez! – pidió con entusiasmo.

- "Idiota".

Hajime se fue del bar, dejando a Kei con su otra ronda lista para que el bebiera, tomo de a sorbitos la pequeña copa de vidrio grueso, la camarera lo miro con recelo antes de retirarse, lo que sea que pasara por la mente de la muchacha, no le importaba.

Kei había perdido la noción del tiempo, la podía sentir como el alcohol le estaba afectando, su vista se sentía ligera, el ruido de los demás comensales era mas notoria, tal vez el bar ya estaba mas lleno, tal vez, se paso con las copas. Ver a Hajime lo hizo sentir mal, quería olvidar lo que dijo, su hija, su hijo, y ... su esposa... Suzue...

Él escucho un ruido, como cuando golpeas algo metálico con un objeto de porcelana, al levantar la vista, Kei vio a un muchacho joven, muy joven, no parecía pasar los 16 años – "¿Qué hace en un bar?" – se preguntó. El chico revolvía con tranquilidad un... algo, en una taza de porcelana blanco con unos gravados de flores, la revolvía con una cucharita de metal que también tenia unos gravados, pero no los reconocía, vestía un abrigo negro o gabardina que hacia un buen trabajo cubriéndolo, la piel ligeramente oscura del chico junto a sus facciones hacia notar que no era japones, su cabello largo de color negro con las puntas blancas llamaba mucho su atención, además de sus ojos, uno era de color negro y otro azul, eso era una enfermedad, pero no podía recordar el nombre.

- Si que te ves horrible – menciono el chico en un tono parco.

- No deberías estar aquí niño – intento regañar Kei, pero su tono borracho no dejaba tomarlo enserio.

- Tal vez – siguió revolviendo su taza sin mirarlo – sabes, deberías estar con tu familia, y no en un bar cerca a tu trabajo, solo digo.

- ¡CALLATE! – grito Kei al chico - ¡No sabes nada! Nada – susurro lo último.

- Que es lo que no se.

Kei no supo porque, aunque necesitaba hablarlo, así sea con un niño que ni le importa, pero igual lo haría, tal vez era el alcohol que ingirió que lo había inhibido, tal vez ni siquiera el chico era real.

- Mi mujer es una gran persona, muy cariñosa, responsable, y me... a apoyado.

- Un gran matrimonio.

- Si... ella siempre me apoyo, aun en las dificultades, y tenemos dos hijos, ella... es una gran esposa...

- No puedo evitar pensar que hay un pero ahí, ¿No?

- Ella... me fue infiel...

Kei bajo la cabeza, se sentía extraño, cansado, escucho un sonoro sorbido, y al levantar la cabeza, vio al chico que bebía del pocillo de porcelana con calma.

- Así, que te fue infiel – confirmo el chico después de beber.

- Si.

- Entonces, ¿porque sigues con ella?

- Yo... la amo.

- Ya veo, entonces no va a pasar nada. Al menos te fue infiel una vez, ¿no?

Él se encogió ante la aparente pregunta del chico, no quería decirlo, no quería pensarlo, él no sabía nada, nada de nada.

- No... ella siempre me ha sido infiel, casi desde que nos conocimos, de hecho, creo que ahora, debe estar teniendo sexo con alguna persona, tal vez un amigo mío – dijo Kei apresuradamente, respiraba con dificultad, y su corazón palpitaba con fuerza.

- Y por qué no haces algo.

- Yo... no sé nada, nada de nada, no se lo que mi esposa hace.

- ¿Y tus hijos?

- No son míos, uno es de el entrenador de gimnasio de mi esposa, y la mayor es de mi supuesto amigo Hajime, pero... los quiero como si fueran míos – respondió Kei somnoliento.

- No te importa que tu esposa sea infiel, ¿de verdad quieres dejarlo pasar?

- Yo... - se quedo pensando el hombre mayor, con la mirada perdida.

- Si necesitas algo... – el muchacho saco de la taza una tarjeta blanca, y la deslizo hacia Kei – llámame.

- Yo no necesito nada – susurro.

- Todos terminan llamando, créeme. – dijo acercando más la tarjeta – pronto nos veremos.

Kei no pudo mas y callo en la mesa, noqueado.

Kei volvió en sí, mirando el techo, estaba acostado en el sofá de su casa, tenia un dolor de cabeza del demonio, se coloca las manos en los costados de la cabeza y se agacho, apretando los dientes, aun tenía su uniforme puesto.

- ¡Tsk! – se quejó – bebi demasiado – dijo con dificultad – Como... ¿Cómo llegue? – se dijo así mismo con dificultad.

Se paro con dificultad, teniéndose del espaldar del sofá, y encaminándose hacia su recamara, al final del pasillo, cerca de la habitación de su hija, y su recién nacido hijo, miro de reojo la puerta de su hijo que tenia su nombre enmarcado en la superficie de la puerta <<Aiko>>, fue hacia su habitación. Viendo que la puerta estaba entreabierta, su corazón palpito al igual que su cabeza, sabía que había detrás de la puerta o lo suponía, no quería mirar, pero no podía evitarlo, al mirar a través de la abertura, vio lo que suponía, su esposa junto a su amigo Hajime, estaba de espaldas, moviéndose de atrás hacia delante, desnudo, y muy probablemente su esposa estaba igual. Kei cerro los ojos, pequeñas lagrimas salían, y por un breve momento el palpitar de su corazón fue como la picadura de una abeja, dolía, dolía mucho, se tambaleo devuelta al sofá y se sentó en ese mismo, esa noche, no dormiría en la recamara con su esposa.

Kei tecleaba en el computador de su trabajo, aun lado tenia una taza de café medio frio debido al tiempo que se a quedado servido, tomo la oreja entre sus dedos y bebió el contenido amargo, así le gustaba, fuerte para despertarlo, miro por un momento a sus compañeros, con algunos hablaba, la verdad, actualmente si distancio de todo mundo, algunos de ellos sea en las circunstancia que sea, se acostaron con su esposa, inclusive su jefe se a acostado con su esposa una o dos veces, no sabia cuanto, y no quería saber, seria demasiado para él, siguió escribiendo de manera constante, ya quería terminar he irse, no quería ver a nadie, afortunadamente le almuerzo iba a comenzar, pero no tenia un bento hecho en casa, tendría que comprar algo en la cafetería, su mujer Suzue estaba demasiado ocupada...

Antes de retirar vio una noticia que era extraña y muy perturbadora, trataba de como una mujer fue encontrada decapitada junto a varios cadáveres calcinados, que después de lo sucedido, el hijo de la mujer desapareció en extrañas circunstancias, al final fue al elevador para bajar de piso he ir a la cafetería, por el rabillo del ojo vio a Hajime hablando con unos compañeros, él después de haberse ido, regreso al bar y lo encontró dormido en la mesa, murmurando cosas, como le dijo mas temprano en la mañana, todo lo que vio fue solo una alucinación hecha por el alcohol – "¡Claro que no habría un niño en ese bar!" – pensó al retirarse, en ese bar no dejaban entrar a menores.

- Entonces será un Katsudon – dijo la señora que atendía la cafetería/restaurante

- Si – respondió Kei.

Kei se sentó en un lugar apartado de todo mundo, no necesitaba su compañía, no en este momento, cada vez que veía un rostro conocido, ahora se preguntaba si primero conoció a su esposa antes que a él o cuantas veces revolcó las sábanas con su esposa desde que lo conoció, no podía evitar ese pensamiento, ya era innato.

Solo pudo cerrar los ojos intentando pensar en otra cosa, no pudo, su esposa no tardo más de 1 mes de haber parido a su hijo, y ya estaba teniendo sexo otra vez, pero no podía reclamarle, él no sabia nada. Busco a tientas su celular, una noticia o otra cosa lo apartaría de esos pensamientos, miro en los bolsillos de su pantalón, pero sintió como algo le había cortado uno de sus dedos, lo saco siseando de dolor y viendo como un hilo de sangre salía del pequeño corte de su dedo índice, el chorro había llegado a su argolla. Kei fue al baño para lavarse la mano y colocarse una curita, en el reflejo del espejo, mientras se lavaba la mano y el anillo, vio sus ojeras y su cabello negro que era ahora mucho más desordenado, él podía ver las señales de cansancio y de sobre esfuerzo, sus ojos se veían muertos, y su expresión vacía dejaba notar su alma dolida.

Antes de salir del baño, Kei busco en sus bolsillos lo que lo había cortado, no había muchas cosas mientras salía del baño, saco su celular y billetera, incluso por error se le había caído un par de billetes, ya cuando se estaba acercando a alzarlos.

- ¿Esto es tuyo? – pregunto una de sus compañeras que ya le había recogido sus billetes.

- Si – respondió mirando sus ojos verdes, ella no era japonesa, exactamente no sabia de donde era, y no le importaba mucho – gracias.

- De nada – respondió como si nada.

Ella ya se iba, estaba seguro que se dirigía a la oficina, pero paro mirando otra vez a Kei, el se tensiono con esos ojos esmeralda, era penetrantes, extrañamente sintió que ya había visto unos ojos con esa misma presión.

- Tu nombre es Kei, ¿cierto?

- Eh, Si – respondió torpemente.

- He oído mucho sobre tu esposa.

- En.. ¿enserio?

- Si, es una hermosa mujer, tienes suerte sabes, je, si no fuera por que no soy de esas, me gustaría estar con tu esposa.

Eso no le gusto a Kei, la mujer era joven y muy extrovertida, ese cabello lacio negro se movía con cada movimiento, se veía exquisito, y sus curvas firmes, nunca creyó ver a otra mujer de esa manera, tenia a su esposa, pero... la situación. Volvió a mirar a su compañera, Katherin ese era su nombre, lo miraba con una sonrisa extraña, parecía escanearlo, y creyó que se relamía sus labios.

Kei se sonrojo, se había quedado callado mirando de manera furtiva a su Kohai.

- Pe.. perdón – se disculpo dando una reverencia – no era mi intención... - sintió como alguien le tocaba el hombro, al levantar la cabeza vio a su kohai, su sonrisa era pequeña y sincera.

- No te preocupes – menciono con suavidad – sabes se me está haciendo tarde, que tal si mejor nos vemos después, para hablar.

- Si, me parece.

Ella se alejo un poco, antes de voltearse y despedirse con la mano. El se volteo para terminar con su almuerzo, no esperaba ese encuentro, al fin y al cabo ambos eran de diferentes oficinas.

- ¡Se te callo lago! – grito Katherin, él se voltio agradeciéndole con la mirada, y impresionada por su vista tan buena, y prodigiosa.

Miro como lo que creyó un billete estaba en el suelo, se agacho y lo toco con su dedos, era demasiado firme y liza para ser un billete, además el color blanco dejaba ver que era una tarjeta, la tomo con sus dedos, era completamente blanca por un lado, miro por el otro lado, había un número, y una frase, una maldita frase que esperaba jamás volver a escuchar.

- "¡Oh, no!" – pensó preocupado.

<<Todos terminan llamando>>, decía la frase debajo del número.

Un miedo tremendo se apodero de Kei, sus manos comenzaron a temblar como dos cubos de gelatina, y su piel palideció como el papel, al final no pudo volver a su a terminar su almuerzo, estaba seguro que si comía algo lo terminaría vomitando, no quería esto, solo quería terminar con ese día.

- ¡Esto sí que es bueno! – exclamo Katherin sentada al lado de Kei, ambos tenían una botella de sake en medio de ellos, y una copa cada uno.

- Si, lo es – respondió en tono bajo, pensativo.

- Vamos que te pasa, estamos bebiendo – menciono golpeando el hombro de Kei con suavidad.

- Nada – dijo sin inmutarse.

- O vamos, dime, no le contare a nadie.

Kei la miro, y después miro su copa, normalmente después de una borrachera uno no recordaba muchas cosas, y ella no parecía ser exactamente resistente con el alcohol, ya con dos copas estaba sonrojada y tenia una sonrisa que estaba muy cerca de la locura o la inconciencia – "no seria tan malo decirle algo" – pensó.

- Dime – llamo - ¿Qué has escuchado de mi mujer?

Katherin se tomo hasta el fondo de su copa, antes de mirarlo, y volver a llenarla.

- ¿Qué he escuchado? – se pregunto en un tono extraño, borracho - ¿de lo que dicen los demás?

- Si

- Es... hermosa, un buen cabello corto, un... cuerpazo, y una vagina bien apretada, además de un... trasero firme, pero maleable, y un... marido que no sabe nada, o algo así.

- "¿Marido?, acaso habrá olvidado que es conmigo con quien está hablando".

- Sabes, no puedo entender porque el, seguiría con una mujer así con tan mala reputación... - comenzó a bostezar – sabes, en donde vengo no se tolera eso... mi padre se metió con varias mujeres a lo largo de su vida... mi madre lo sabía, y siempre lo perdonaba... nunca lo entendí, y aun no lo entiendo, mi padre nunca fue bueno... y deberían permitir la infidelidad... todo... lo... que se... haga... se paga – susurro lo último, dejando la copa medio llena y con su cabeza recostada en la mesa.

"No se debería permitir" – pensó – Todo lo que se hace se paga – susurro.

Kei estaba abriendo su departamento, pero su llave se había partido, había dejado a su compañera en su apartamento, que afortunadamente iba por su recorrido, era extraño que jamás se hubiesen visto, pero recordó que normalmente el se quedaba hasta tarde trabajando. Comenzó a tocar el timbre, una, luego dos, y hasta tres veces, nadie respondió, se le ocurrió golpear la ventana ligeramente, tal vez alguien se podría dar cuenta. Cuando ya iba a tocar la ventana con la lleva se percato que la cortina estaba algo corrida, dejando pasar un poco de luz, Kei miro por ahí, - "¿Quién estaría despierto a esta hora?" – se preguntó, unos gemidos que el logro reconocer se alcanzaban a escuchar, junto a lo que parecían golpes, no podía, no otra vez, vio como su mujer estaba a 4 patas en el sofá y tenia a un tipo detrás de ella, ambos estaban desnudos, su mujer gemía con cada estocada que le daba el tipo, sus manos se hundían en las caderas de la mujer, Suzue volteo su cara para comenzar a besar el tipo, sus lenguas se entrelazaban y lamian, tus pezones escurrían leche materna. – "¡¿Por qué, porque otra vez?! – pensó con desesperación.

- Ya me voy a venir – gruño – preciosa, ¿dónde lo quieres?

- A... a.. adentro.

- Y que hay de tu esposo.

- El... él no lo sabrá.

- Muy bien, ¡Aquí tienes!

Kei dejo de ver y decidió irse de allí, hoy no dormiría en casa.

- Papi, papi – llamo una niña a Kei sé que veía retardado al girarse para mirarla - ¿Dónde estuviste esta mañana?. No llegaste a desayunar ni a despedirme cuando fue al colegio – dijo un poco desanimada la niña, agachando su cabeza.

- Estuve en un hotel mi pequeña, no alcance a llegar a noche.

- Sabes estuve preocupada por ti toda la noche, pudiste haber llamado – dijo Suzue entrando a la sala mientras cargaba a un bebe y lo amamantaba.

- Perdón – susurro – no tenia mi celular, lo deje en la oficina.

- Bueno – respondió con una sonrisa – llegaste, y eso es lo importante.

- Si – dijo perdido.

- ¿Amor?

- Si

- Hoy voy a salir con unas amigas, podrías cuidar hoy a los niños. Es tu día de descanso.

- Si.

- Gracias, amor – dijo alegre la mujer.

- De nada.

Kei sintió como alguien le agarraba la camiseta, y bajo la mirada, viendo a su hija, sonrió al mismo tiempo que ella sonreía, amaba a su familia, por eso hacia todos esto, los amaba, vio a su mujer que le sonreía – "a todos" – pensó.

Kei acostaba a su hija después de haber leído un cuento y darle un beso de buenas noches, tuvo que evitar la pregunta de, ¿Dónde está mama?, no era fácil, pero era lo mejor. El se sentó en el sofá de la casa mirando la nada, sintió como su celular vibraba en su bolsillo, lo saco y vio que era una notificación de un video, no necesitaba mirarlo para saber de qué era, ya había visto a su mujer tener sexo con otro hombre hoy, no necesitaba otra vez verlos. Solo pudo cerrar los ojos y suspirar, dejo el celular en la mesa y se inclino hacia atrás, un dolor de cabeza comenzaba a dominarlo, pero necesitaba esperar a su esposa, mas allá por preocupación, era mas una rutina auto impuesta, se guardo las manos al bolsillo y sintió como algo chocaba con sus dedos de la mano derecha, al sacarla vio como de esta salía una tarjera blanca que reconoció de inmediato, rápidamente se exalto, botando la tarjeta que cayo encima de su celular al dar un giro.

- "Esto no puede ser posible, debería estar en el otro pantalón" – pensó consternado y asustado, tenia sus manos en su pecho y su corazón palpitaba como el de un ratón, sentía como si le fuese a da un ataque cardiaco, y no le gustaba esa sensación.

Su mano temblorosa se dirigió a la tarjeta, su respiraciones era irregulares, y la presión en su pecho era aun mas fuerte. Tomo la tarjeta entre sus dedos y vio otra vez ese número, su mano se dirigió a su teléfono, fue como un acto reflejo o así lo sentía Kei, pero se dijo así mismo que tenia poner fin a esa pesadilla que había iniciado hace ya 2 semanas, cada vez que salía por la calle, creía que entre la multitud de gente estaba ese chico, con una sonrisa pequeña, aunque aterradora que lo miraba fijamente, iba a poner fin a eso de una vez por todas.

Marco cada uno de los números escuchando el familiar click robótico, se colocó donde iba el auricular en la oreja y espero, escuchaba el pitido que se repetía una y otra vez, su mano apretaba con fuerza su celular, la sensación claustrofóbica de su corazón se calmaba un poco, pero cada vez que el sonido parecía dejarse de escuchar como si contestaran su corazón se saltaba un latido.

- Vamos, contesta – susurro irritado.

Después de un buen rato se dejo escuchar el pitido y contestaron, pero no decían nada.

- <<¡Halo!>> – saludo de manera mas brusca de como esperaba.

- <<Halo, buenas noches>> - respondieron con calma, aun con el ligero cambio de voz por el aparato, logro distinguir la voz joven y exasperante de ese muchacho.

- <<Quiero devolverte tu tarjeta, ya no la quiero ver>>

- <<Bueno, eso no se podrá>>

- <<¡¿QUE?, ¡¿Por qué?!>>

- <<Bueno señor, usted no ha solicitado nuestros servicios, por ende, esa tarjeta se quedara con usted hasta entonces>>

- <<Esta bien>> – respondió con sequedad – <<¿qué clase de servicios ofrece?>> – pregunto – "solo espero que no sean sexuales" – pensó.

- <<De acuerdo señor, nosotros realizamos favores de su elección, siempre y cuando cumplan con lo que el solicitante este dispuesto a pagar>> – explico – <<si este trato se lleva a cabalidad el solicitante ya no volverá a saber de los operarios y de nadie asignado, a menos que quiera lo contrario, pero si el solicitante no da lo acordado se le dará el pasaporte>>

- <<¿Qué es el pasaporte?>>

- <<La respuesta a esa pregunta solo se le dará cuando esté dispuesto a pedir los servicios>>

- <<De acuerdo, cuando puedo pedir los servicios para que me dejen de una buena vez>>

- <<Puede hacerlo en cualquier momento señor, para eso es este número>>

- <<De acuerdo, quiero solicitarlo de una vez>>

- <<Muy bien señor, tendrá que esperar que yo como funcionario llega a su casa>>

- <<Esta bien, cuando va a llegar>>

- <<No tiene que esperar mucho señor, ya que yo>>, ya estoy aquí – escucho Kei a su espalda.

El celular dejo de sonar, como si le hubiesen colgado, el solo pudo soltar el celular que cayo al suelo y se volteo, moviendo su cabeza de manera robótica, viendo al joven que tanto lo había asustado, sentado en una de sus sillas, cruzando las piernas y viéndolo con un rostro serio, pero una pequeña sonrisa decoraba sus labios.

Ambos se quedaron viendo, un silencio se apodero de la sala, como si el tiempo se hubiese detenido, ni se escuchaba el reloj de pared cerca de la cocina, Kei tenia tensado todos los músculos sobre todo el de la mandíbula, su mirada más parecía a un par de dagas.

- ¿Co.. como.. como entraste aquí? – pregunto con nerviosismo.

- Tú me invitaste – respondió calmado.

El hombre se quedo con la boca abierta, intentaba articular una frase, negando lo que decía, pero no pudo, al final tuvo que resignarse y sentarse, tocándose la sien, el dolor de cabeza se había vuelto más fuerte.

- ¿Y bien?

- Toma – le extendió la tarjeta blanca – lo que quiero es que te lleves la tarjeta.

- Pufff – bufo – así no funciona señor Usagami, el favor que solicita tiene que venir con honestidad, no pude pedir cualquier cosa.

- ¡Entonces dime que puedo pedir! – exigió.

- Eso ya lo sabes, solo tienes que decirlo, ¿Qué es lo que quieres?

- Yo... no se a qué te refieres.

- Si lo sabes – dijo de manera cantarina.

- Yo no...

Kei se callo cuando el chico se paro y le toco el hombro manteniendo esa sonrisa pequeña, pero extrañamente amenazante, el se tenso una vez mas con el toque, casi podía sentir el aliento del chico que extrañamente olía a alcohol, con manzana y a ¿putrefacción?. Tuvo que arrugar la nariz por tal hedor.

- Terminaras pidiéndolo, como todos – menciono apretando con mas fuerza el hombro – solo... no olvides llamar – susurro al momento de besar con sus labios secos la frente de Kei que cayo dormido.

Kei no podía creer la noticia que le había llegado a su celular, su rostro se contraía por la incredulidad y el miedo. Toda una escuela había sido quemada y las investigaciones no han llegado a ningún lado, y una de los sobrevivientes había dicho que quien inicio el fuego fue uno de su amigo de la infancia que también termino muerto en el incendio, debido a su estado lo consideraron un delirio y la mandaron a un centro psiquiátrico.

- Vaya – exclamo Katherin que ahora estaba al lado de Kei en la cafetería – las cosas sean puesto duras en el país, ¿no?

- Si, tienes razón. Cada vez son mas los casos como estos.

- ¿Hablas del de la mujer decapitada? – pregunto, mirándolo con extrañesa.

- Si.

- Sabes, también dijeron que su hijo desapareció, y el padre no sabe donde esta, de hecho, por lo que dijeron han tomado al padre como principal sospechoso.

- Y lo tiene en custodia – termino en decir Kei con un tono de voz parco.

- Si... ¿tú crees que un padre mataría a su propia familia?

- No lo sé, todo es posible.

- ¿Le harías daño a tu familia?

Kei se quedo callado un momento, ¿Él le haría daño a su familia?

- Claro que no – respondió, aunque en sus adentros un pensamiento culposo afloraba con una respuesta que incluso a él, no hizo poner la piel de gallina, y era sí.

Ya habían pasado unos cuantas semanas, Kei no había dormido durante días junto a su esposa, y había comenzado a frecuentar la casa de Katherin, debía admitir que su actitud burbujeante era atrayente. Su esposa no parecía ponerle problemas al no llegar a casa, pero últimamente el la noto incomoda, y mas distante de lo común, y eso no le gustaba, algo malo iba a pasar, lo sentía hasta en sus bellos mas pequeños de su cuerpo, pero ahora le pasaba algo que ahora si que no le gustaba y era lo mas injusto que le podía pasar, y justo cuando el, al fin se sentía cómodo, pero era algo que tenía que pasar.

- Fue un placer conocerte Kei, realmente estar contigo fue lo mejor que me paso en este país – se despidió Katherin tomando su maleta y dando una mirada rápida a la sala de espera del aeropuerto.

- Lo mismo digo Katherin, me encanto conocerte – dijo Kei dándole una sonrisa pequeña – no puedo hacer nada para que te quedes – sugirió – digo, tal vez...

- No – respondió con un tono triste – es mejor así, ya extraño mi país, y a mi familia. Además, ya no quiero provocar mas problemas en tu familia, ya es suficiente que ni llegues a su casa para dormir.

Kei solo suspiro resignado ante la decisión, así que lo acepto, se acerco a ella y le dio un abrazo. Katherin en un rápido movimiento tomo a Kei de la cara y lo acerco a ella para plantarle un beso casto.

Kei se separo de ella sorprendido viendo la sonrisa de Katherin que le pareció que resplandecía, ella aun con su sonrisa le dijo:

- Sabes, aun mi propuesta sigue en pie, piénsalo, al final no se puede soportar siempre una infidelidad y mas cuando no se reconoce.

- Lo entiendo, pero no puedo hacer eso.

- Y lo entiendo – menciono en el momento que su estado de animo se apagó, pero se volvió a prender como una chimenea – por eso me voy, es mejor – su sonrisa creció un poco cuando se alejó, y se volteo para mirar a Kei – si cambias de opinión te voy diciendo que te esperare con un regalito – dijo mientras que con su mano derecho palpaba su abdomen, dejando a Kei con una expresión consternada sin permitirle responder.

- Así que te vas durante unos días a la casa de tus padres – menciono Kei.

No se había demorado ni dos minutos de atravesar la puerta principal y su mujer le decía que tenia que irse a la casa de sus padres debido que tenia que cuidarlos de una gripe muy fuerte que le había dado a sus suegros.

- Si – respondió Suzue que ya tenía sus maletas listas y estaba en la puerta principal, mientras que Kei tenia en brazos a su hijo menor y aun lado estaba su hija que miraba a su madre por detrás de su padre, y parecía tener una mirada enfurruñada.

- Que te vaya bien cariño.

- Gracias, amor, te aviso cuando llegue – ofreció mientras cogía su maleta y le daba la espalda a su esposo y se iba.

Habían pasado unos días en el que Kei además de ir a su trabajo se encargaba de las tareas del hogar, pero eso no era lo importante, lo importante era que estaba atendiendo una llamado con su suegro en la otra línea, le alegraría hablar con el si no fuera que en teoría debería estar que se muere y que no podían ni contestar el teléfono, según su esposa, además, que en boca del viejo se entero que su esposa no estaba con sus padres, le tuvo que colgar al hombre sin antes una despedida rápida.

Fue al ordenador y busco lo que temía, varios archivos con diferentes fechas desde que su esposa se había ido, los vio, y en cada uno estaba su esposa con un hombre o para empeorar varios, unas orgias donde ella era tomada, cogido en todo su cuerpo, y lo peor... todos ellos eran conocidos de él, y en el último video que estaba en vivo, vio a su esposa manteniendo una relación sexual con su propio jefe que últimamente le había dejado más trabajo de lo habitual, y ya entendía por qué.

Decidió no escuchar nada, apagar el ordenador he irse a su cuarto, a hacer una de las cosas que hizo con Katherin y era desahogarse, sin permitir que nadie lo supiera. Se acostó en la cama, permitiendo que sus lágrimas salieran como fuertes cascados de dolor.

Ya estaba cansado, agotado, no aguantaba más, no podía resistirlo, esa voz que parecía hablarle en sueños lo irritaba, era la de ese niño, ¿adolescente?, no lo sabía. Era aterrador, esa voz hablándole una y otra vez con ese tono presumido y seguro, con ese toque de... sadismo, ¿exitacion?, que le decía:

- "Terminaras llamando"

Con solo recordarlo su piel se puso como de gallina, lo estaba volviendo loco, y poco a poco, consideraba la idea de llamar, pero... que pediría, no quería, no podía.

Un tono de llamada de teléfono lo saco de sus pensamientos, era el teléfono de la cocina, fue para allá, arrastrando los pies, y manteniendo sus brazos caídos. Tomo el auricular.

- ¿Halo? – saludo con cansancio, que escondía un toque de irritación.

- Ho.. hola amor – respondió su esposa, se escuchaba agitada.

- ¿Co.. como estas a.. amor?, y tus padres.

- E.. ellos están bien.

- Que.. que bueno – respondió en un tono más bajo y serio.

- Si, solo... - ella se calló, y comenzó a escuchar un murmullo, pero también, al fondo, logro escuchar lo que parecían aplausos, una y otra vez.

- ¿amor estas bien? - pregunto, pero en su tono no hubo un interés realmente.

- S.. si, so.. solo llamaba... para, preguntar co.. como estaban.

- Estamos bien – apretaba sus puños con fuerza, al punto que sus nudillos se hicieron blancos, y agacho la mirada con una expresión muerta.

- Que... bueno amor, ta.. tam... - se volvió a callar y volvió el murmullo y los aplausos - tambien te quería decir... que mi.. mi viaje se demo.. demorara otro poco.

- Bueno amor, que tengas buen viaje.

- Claro amor, adi... - colgó antes que ella se pudiese despedir.

De los ojos de Kei salían lágrimas, pero su expresión no denotaba alguna emoción.

- ¿Era mama? – pregunto su hija Kunugi que salía de su habitación, pero se volvió entrar al ver el rostro inexpresivo de su padre.

Kei miraba su celular que una y otra vez su celular en su zona de trabajo, todos sus compañeros de trabajo no lo saludaron esa mañana, la expresión que mostraba no le gusto a nadie, era una mirada intensa, penetrante como los ojos de un francotirador, nadie lo volteo a ver o siquiera se acercaban, no podían.

Al comienzo de su hora de almuerzo no se llevo nada, ni siquiera se acerco a la cafetería,

Kei se fue del edificio, mientras marcaba el numero de la tarjeta en el celular, miro el pequeño aparato por un momento, el botón verde y rojo, parecían parpadear, como si lo incitaran a presionarlos, al final presiono el botón verde y dejo sonar el celular, no lo acerco a su oreja, solo lo miraba, hipnotizado.

- Así que llamaste – resonó la voz en la parte más oscura del callejón.

- Si – dijo en un susurro.

- De acuerdo, ¿Qué vas a pedirme?

- ... - se quedo callado un momento, con la mirada gacha. Al final la levanto y miro al chico a los ojos, esos ojos heterocromáticos - ¿Qué eres tú?

- Eso no es una petición – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿No puedo pedirle más información al que me va a dar sus servicios? – pregunto con ironía – si esto es realmente una clase de trabajo como mínimo debes darme tu nombre, si pido tu servicio, ¿No?

- Je – el chico respondió con una pequeña carcajada – tienes razón, mucha razón... - su sonrisa de alguna manera creció más, parecía una mueca de la sonrisa de una máscara demonio – mi nombre, si se puede decir así, es Karma Azoulai.

- ... - se quedo callado, su mirada no flaqueo en ningún momento – ese... es un nombre extraño.

- Tal vez lo sea, pero por algo le digo, <<si se puede decir>>.

- Osea estas mintiendo.

- No exactamente, pero bueno. Quieres saber que soy, ¿No?

- Si.

- Soy... el líder de esta organización de hacer favores, últimamente nos hemos hecho muy populares, y más por los jóvenes de Japón. Mi organización me llama como... un tronos, sinceramente no me gusta, pero puedes considerarme como tal.

- "¿Un tronos?" – pensó desconcertado.

- Y bien, ¿Qué es lo que quieres pedir?

- ¿Qué me costaría dejar a mi mujer?

- ¿Eso?, simplemente divórciate.

- No puedo, me tocaría pagar la manutención... y no quiero eso, quiero que se sepa todo, lo que ella me hizo – dijo viendo su mano, cerrándola y abriéndola, con sus ojos obnubilados.

- Eso es pedir mucho sabes... dime quieres hacerlo tu o que alguien más se encargue.

- Quiero que alguien más lo haga, no quiero estar aquí para entonces.

- ¿Estas consciente de lo que me estas pidiendo?

- Si, ¿No se puede? – pregunto con cierta vergüenza.

- Si, claro que se puede, aunque normalmente es la persona quien hace las cosas, pero está bien.

Ambos se quedaron callados por unos momentos, Kei consideraba lo que había hecho, no le gustaba, conocía las implicaciones, y lo que significaba, no le importaba, al fin hizo algo por el mismo, y eso estaba bien.

- ¿Qué me vas a pedir ahora?

- Quiero... tu voluntad.

- Mi... ¿Voluntad? – pregunto confundido.

- Si, eso quiero, tu completa voluntad, ¿Qué te parece?

Kei por poco y le sale un carcajada, no podía creer que por eso se preocupaba, este chico parecía un loco al decir eso, pero sus ojos estaban serios como su expresión, el no jugaba, por un momento se pregunto si de verdad esto valía la pena, al menos lo intento, y eso valía.

- Está bien – respondió Kei antes de comenzar de salir del callejón.

- ¡Espera! – grito Karma a su espalda – todo trato se debe completar con un estrechón de manos – dijo mientras extendía su mano.

Kei extendió su mano, y dio un fuerte apretón con la de Karma que ni se inmuto, al soltarla, el sintió como si algo entrara en su mano, como una serpiente que se adentro en su piel, pero al momento se desvaneció.

- Te aconsejo irte del país, cuando todo ocurra lo mas seguro es que te echaran la culpa.

Volteo para mirar al chico, pero ya se había desvanecido, de alguna manera sintió que lo que hizo, no debió haberlo hecho, no lo que pidió, sino lo que tenia que dar, algo no andaba bien, pero ya era tarde, y sabia lo que tenia que hacer, que los verdaderos padres de los niños que encarguen de sus hijos, y el, se encargara de los suyos.

Kei ya sentía sueño después que tuvo que mover todo, comprar maletas, ropa y hasta cierto punto mercancías, no le gusto gastar tanto, lo segundo que hizo fue llamar a los padres de los hijos de su esposa, exesposa, que ellos se encarguen, ese no era su deber desde un principio. Y ahora estaba en un avión apunto de despegar y con unas ganas de dormir, y todo terminaría bien, eso esperaba, solo iba ser esperar.

- Todo lo que va a suceder, será mi culpa – menciono en un susurro – mi culpa.

Sus ojos se cerraban poco a poco, y su cuerpo se relajaba, no le importaba, se sentía bien, aunque un pensamiento resonó en su cabeza, y no era suyo, lo sabía más que bien.

- "Tu voluntad me pertenece, y..."

- Buenas noches...

FIN

Y aquí se despide suamigo, bueno ya lo saben, Adiós, y espero actualizar más seguido.

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