You and I
~~You and I~~
Tenemos que luchar...
Apenas tenía un mes saliendo contigo; eras el chico más guapo que me había dirigido la palabra en mucho tiempo, que me había hecho sonreír y que me había hecho llorar con la verdad para después abrazarme. No podía estar más feliz en nuestro primer mes, no sabía cómo regalarte el collar que te había comprado o si te gustaría tenerlo puesto.
Estaba de camino a la cafetería con la pequeña cajita en mis manos, pensando en lo que te diría o si me atrevería a acercarme a ti y a tu grupo de amigos. Sabía que, en el Instituto, varias personas sabían de nuestra relación y que ahora tenías un par de amigos menos debido a que no soportaban tener a un amigo con gustos por su mismo sexo. Estaba tan ensimismado que termimé chocando con alguien y perdí el equilibrio, por lo que casi dejo caer mi regalo para ti.
Había chocado con Evan, tu ex-amigo, el cual me tenía cierto rencor por haberte cambiado. Me miró con seriedad y desvié la mirada de la suya, no quería comenzar una discusión y menos con él; agarró la cajita de mis manos y miró de qué se trataba. Al levantarme le pedí que me la diera, él levantó su mano y evitó que la agarrara, cosa que me molestó bastante... Pero como el héroe que eres, apareciste detrás de Evan y le quitaste la cajita, luego le dedicaste la mirada más filosa que había visto de tu parte y Evan terminó por irse, mezclándose con la multitud escolar.
Miraste la cajita, tenía tu nombre, y yo no era capaz de mirarte a los ojos por más que lo intentaras. "Quiero que me lo des, Mike", me dijiste al darme la cajita, así fue que pude alzar la mirada, sabiendo lo coloradas que estaban mis mejillas. Estaba por hablar y decirte lo mucho que te amaba, pero la campana hizo que los alumnos volvieran a sus salones; iba a volver, te lo diría todo cuando salieramos de clases, pero me acorralaste contra los casilleros y capturaste mi mirada.
-No te dejaré ir- Amenazaste, y con ello me hiciste reír.
-Hoy, Dimitri Volkov, ya cumplimos un mes de estar juntos- Había comenzado; tu mirada me volvía loco y tu hermosa sonrisa no me facilitaba las cosas-, y por ello, te he traído este detalle. No es muy grande y no es tan llamativo, no sé si te guste, pero es una pequeña parte que representa lo mucho que te amo y lo feliz que estoy de que, apesar de todo, estes a mi lado y me dejes estar contigo.
Con ello, abrí con cuidado la caja y saqué la cadena dorada que venía junto a un pescesito blanco, este aparentaba nadar hacía abajo y combinaba a la perfección contigo. Tu sonrisa se hizo más amplia y, con una de tus manos, recogiste tu coleta para que pudiera ponerte el collar.
Al ver como se te veía, sonreí risueño y tu te diste cuenta. Rápidamente alzaste mi quijada y me besaste dulcemente como siempre lo hacías, luego rodeaste mi cintura para apegarme más a ti y mordiste mi labio inferior, cosa que me hizo soltar un leve quejido. Después de ello, me volviste a sonreír y me acariciaste la mejilla, me dijiste que me llevarías a un lugar especial a la salida, me ilusioné como no tienes idea; volvimos a nuestros salones, tu eras un año mayor que yo después de todo.
Esa tarde, me llevaste a la playa; nadamos, comimos y, luego de haber visto el atardecer, nos quedamos a pasar la noche en un hotel. Agradecía profundamente que respetaras el hecho de que no estaba listo para entregarme a ti, pero eso no quitaba el que me comieras a besos antes de dormir.
Tenemos que mantenernos fuertes...
Faltaba un mes para graduarme. Tanto tu como yo teníamos la agenda llena, algo que me entristecía ya que no sobraba suficiente tiempo para vernos y apenas hablabamos por teléfono; tu sólo te dedicabas a los exámenes de aptitud para ganar una beca mientras yo estudiaba; me hacías tanta falta, quería que llegaras a mimarme o poder cocinar junto a ti, aunque terminara cocinando yo sólo debido a que se te quemaba lo que tocaras.
Estaba estudiando ciencias para un exámen que tenía en dos días cuando recibí una llamada tuya; te oías tan cansado, imagine que estabas en tu casa hasta que oí como alguien tocaba el timbre. Era muy tarde pero, gracias al sueño que tenía, abrí sin preguntar de quien se trataba y me quedé paralizado cuando te vi parado ahí, con la camisa y el cabello empapado, dedicandome la juguetona sonrisa que tanto me encanta de ti. Solté el celular y te abracé lo más fuerte que pude, así sentí lo frío que estabas y me preocupé mucho, no me había percatado de que estaba lloviendo y por ello te ganaste un regaño de mi parte. ¿Cómo se te ocurría venir sin paraguas en medio de un diluvio?
-Quería verte, mi piojo- Murmuraste con cansancio y con ello hiciste que dejara de regañarte por lo infantil que habías sido.
Sonreí como idiota, realmente sabías cómo hacerme feliz. Rápidamente rodeaste mi cintura y me elevaste hasta que dejé de sentir el piso bajo mis pies, era lindo ser bajito al estar a tu lado; cargado, me llevaste al sofá y me recostaste con cuidado para después recostarte encima mío, era obvio que querías que te mimara; te acaricie el cabelló mientras tu empapabas mi camisa debido a que la tuya estaba mojada, tenías el cabello un poco largo, no pasaba de los hombros pero te tapaba la nuca. Por tu lado, te mantuviste quieto y notaba la sonrisa de tus labios mientras te hacía cariñitos, parecías un niño.
-Quítate la camisa o pescarás un resfriado- Murmuré en ese momento; al parecer te estabas quedando dormido.
-Estoy cómodo- Te excusaste y hundiste tu rostro en mi pecho, cosa que me causo cosquillas.
Me miraste fijamente, aún tenías tus brazos alrededor de mis caderas y no tenías intención de quitarlos. Lentamente te acercaste y me besaste, noté lo mucho que querías ese beso al que correspondí inmediato, fue gratificante saber que también me extrañabas. A medida que avanzaba el beso, tus manos se adentraban en mi camisa y, cuando el beso finalizó, ya estabas acomodado cara a cara conmigo, lo cual me ponía los pelos de punta.
Tu mirada me atravezaba y de a poco sentía como tus frías manos recorrían mi espalda, haciéndome arquear un poco contra ti. Sin embargo, tu celular empezó a sonar y sentí como tus manos bajaban hasta mi cintura, sacando una de ellas para agarrar tu teléfono; me había dado risa, lo admito, pero en cuanto escuché la voz de una chica al otro lado del teléfono, diciéndote lo mucho que te amaba, no pude evitar apartarte de mi lado y terminar encerrado en mi cuarto.
Escuchaba tu voz al otro lado de la puerta y me mantuve mirando el suelo, realmente me sentía triste, pensaba que no era lo suficiente para ti y por ello, quizá, me habías traicionado como usualmente me pasaba. Pensar en ello no hacía más que bajarme el ánimo, lo supe en cuanto sentí como mis lágrimas caían hasta mi barbilla; tu me pedías que abriera la puerta, maldecías porque lo hiciera, pero solo te mandé al diablo con lo molesto que estaba, me había dejado caer al suelo y te volví a gritar que te largaras. Pero cuando escuché como la puerta de entrada era trancada, algo dentro de mi terminó de romperse y supuse que era la última vez que te veía...
Cuando me cansé de estar sentado y llorando, me levanté y abrí la puerta para apagar las luces, me sentía desanimado pero, en cuanto salí, me cargaste sobre tu hombro como a un costal de papas, y caminaste hacia mi cama.
Te grité e insulte lo mejor que pude, creéme, pero no podía ser tan malo contigo; me tiraste a la cama, estaba por lanzarte todo lo que estuviera a mi alcance, pero me agarraste las muñecas y me dejaste inmovil al acercar tu rostro al mío, mostrándome la expresión más seria que me habías dado. Nuevamente te pedí que me dejaras, que te fueras y que te olvidaría por lo idiota que habías sido, pero aparentemente eso te había molestado más ya que reforzaste la presión que tenías en mis muñecas.
-Michael, deja de sacar conclusiones, malditasea!- Me gritaste; podía ver como tus ojos se aguaban-. Tu eres el niño infantil, llorón y enano con el que quiero pasar el resto de mi estúpida vida. ¡¿Crees que soy tan imbécil como para dejarte por cualquier zorra?!
Y con ello, aflojaste el agarre en mis muñecas y terminaste por pegar tu frente a la mía, manteniendo tu ceño fruncido.
-Solo fue una llamada...de una tipa que cree que gritando que me ama, se va a ganar tu lugar- Y con ello, me quedé sin palabras, limitándome a dejar que los ojos se me volvieran a cristalizar y amenazaran con dejarme frente a ti como el niño llorón que decías que era.
Terminaste por arrodillarte frente a mi y aproveché para taparme la cara con las manos, así me di cuenta de las punzadas de dolor que atacaban mis muñecas. Agarraste mis manos y miraste con seriedad las zonas rojizas; noté lo arrepentido que estabas y, antes de que dijera algo, ya estabas besando mis muñecas con suavidad y cariño, dejándome sin palabras.
-Nadie podría compararse contigo- Bajaste el tono de voz. Mantuviste mis manos entre las tuyas y evitaste mirarme por un rato, el cual fue silencioso.
Creí en todo lo que habías dicho, quizá por ello me aferré a tus manos en ese momento. Fue la primera discusión que tuvimos y la primera vez que me sentí tan mal por verte tan triste; sin embargo, no tenía alguna palabra para decirte, no tenía ganas de hablar y sentía como los ojos me ardían debido a lo mucho que había llorado.
Suspiraste irritado y terminaste por envolverme en tus brazos como a un niño pequeño, dejando que mi rostro se escondiera en tu cuello.
-No quería lastimarte- Hablaste nuevamente.
Esa noche me pareció raramente tierna... Dormiste conmigo y yo no pude evitar sentirme tonto al haber desconfiado de ti, pero tu admitiste que fue en parte tu culpa por no haberle puesto un alto a esa chica. Fue lindo.
Santificados...
Llevabamos unos meses de habernos graduado de la preparatoria; habíamos decidido vivir juntos, llevabamos tiempo ahorrando y por fin habíamos comprado una casita en una buena zona, quedaba cerca de un centro comercial y de una pizzería, cosa que era lo que más te gustaba del lugar. Aún me mantenía virgen en ese entonces, pero eso no evitaba que fueras tan pervertido conmigo. Había sido admitido en varias universidades gracias a lo bueno que era en Literatura al igual que a ti te llamaron por lo genial que eras en robótica; sin embargo, decidiste dedicarte a trabajar, ahora nosotros teníamos que mantenernos y, segun tu, era mejor prevenir que lamentar.
A los pocos días de habernos mudado, un amigo tuyo te encontró trabajo como barman, a lo cual aceptaste con la condición de sólo servir tragos. El empleo quedaba a 10 minutos de la casa, por lo que no veía mucho problema, y tu tampoco ya que nos podríamos ver en las noches cuando volvieses.
Recuerdo que a veces te visitaba, era lindo poder verte trabajar, pero las muchachas que se te insinuaban, no me hacían las cosas fáciles, por lo cual tu te burlabas de mi actitud infantil y tiernamente celosa.
Un día, el cual no pude ir a tu trabajo, me dediqué fue a comprar comida y algo de ropa, aparte de que agregué una extraña revista a las compras; al llegar a casa, y después de ordenar todo, aproveché para leer aquella revista, la cual era sobre homoerotismo. Al principio me pareció linda: una pareja de adolescentes que trataban de llevar una vida normal. Pero entre más leía, más me imaginaba cómo sería mi primera vez contigo; las imágenes mostraban cómo o qué hacer y eso hacía que me sintiera extraño, pero me gustaba.
Al terminar de leer, hice la cena y, con un plan en mente, esperé por ti. Cuando llegaste, te dirigiste a la cocina para saludarme y pude ver con claridad lo impresionado que estabas, después de todo, solo llevaba mis boxers puestos; era divertido verte tan animado, aun así te mandé a que te sentaras en la sala y me esperaras. Fue algo que nunca imaginé que haría, pero había logrado mi cometido: ponerte caliente, y solo me había sentado sobre tus piernas y te había susurrado lo extraño que me sentía, te pedí ayuda y, aunque se notaba lo excitado que estabas, me preguntaste en ese momento si estaba seguro.
Esa noche te olvidaste de comer, estabas deseoso y con solo saber que ya estaba listo, no pudiste evitar llevarme a la habitación. Tu cuerpo bien formado me calentaba sin querer y tu te mordías el labio al verme a tu merced. Entre gemidos, moridas, marcas y demás, pasó la noche; tus frases coquetas no se hicieron esperar y tus manos delinearon mi cuerpo con suavidad, cosa que hasta ahora, me encanta, aparte de que marcar tu espalda con mis uñas te era adorable y como si te marcara como mío. Mi primera vez contigo fue especial, admito que dolió, pero valió la pena... Desde esa noche de placer, te volviste más sobreprotector y pervertido conmigo, cosa que no me molestaba tanto como te hacía creer.
Siempre Juntos...
Ahora, sólo me dedicaba a llorar en las noches por estar en la soledad de nuestra habitación; todo olía a Dimitri y sólo hacía que deseara con todo mi corazón el que volviera y me enrrollara en sus brazos como todas las noches; que me abrazara por la espalda cuando estuviera cocinando; que me marcara el cuello cuando le diera la espalda; que me besara en cualquier momento.
Desde hace año y medio sigo esperando a que vuelva de la guerra, espero a que me responda las cartas que le envió, espero que vuelva sano y salvo. Gracias a la batalla que se aproximaba, el gobierno reclutó a la mayoría de los hombres mayores de 21 años, a mi aún me faltaba un año para ser reclutado, pero él terminó yendo con ellos. Fue el día que más lloré, recuerdo haber peleado con uno de los guardias pero, al parecer, me inyectaron algo y lo último que pude escuchar fue como mi pareja gritaba mi nombre.
Este libro tiene la mayoría de mis recuerdos con él, me obligó a hacerlo para reírnos en un futuro y, a decir verdad, no me arrepiento de haberlo hecho. Ahora es lo que me hace reír pero a la vez, recordarlo. Guardé el albúm en mi gaveta y me lavé la cara, tenía los ojos rojicimos y era lo que menos quería. Desde que se fue, empecé a trabajar como niñero y, hasta ahora, todos los niños que he cuidado son muy lindos; hoy cuidaría a un par de gemelos muy tiernos, por lo general me decían que se parecían un poco a mí y a ellos no les molestaba.
Mientras que los niños dibujaban, me dediqué a hacer el almuerzo para que después tomaran una siesta. Sin embargo, el timbre sonó y me adelanté a que alguno de los pequeños niños abriera; mi sonrisa se borró inmediatamente, nuevamente Luis venía, tengo entendido que era un compañero de Dimitri del trabajo y tenía mi edad, por lo que no lo reclutaron. Desde que me quedé sólo, este muchacho aprovecha para venir a acosarme, aparte de que ha querido sobrepasarse conmugo y trata de que piense que mi novio esta muerto ,yo sé que no es así.
-Luis, estoy ocupado, será mejor que te vayas- Despedí al muchacho con seriedad, evitando verme asustado ante él.
-Mike, tienes que aceptarlo, Dimitri murió- Detuvo la puerta antes de que la cerrara, escupiendo esas palabras nuevamente-, aparte, soy mucho mejor que él. Tienes que aprender a vivir sin él- Sonrió.
Con ello, se ganó una cachetada de mi parte, esta vez se había pasado al hablar así de mi novio. Lo miré con rabia, agradecía que los niños estuvieran distraídos para no ver esto.
-Escucha, imbécil. Dimitri es mejor que todos los estúpidos que han querido conmigo. Es mi novio y ni tu ni nadie podrá cambiar el hecho de que lo amo- Escupí-, y si murió, que sé que nos es así, nunca, escucha bien, nunca estaría con un egocéntrico insensible como tu- Finalicé.
Estaba por cerrar la puerta, sentía como mis ojos se aguaban, pero el chico al que le había gritado, agarró mi brazo con fuerza y me estrelló contra la pared de la casa; me sentía intimidado y el hecho de que fuera más alto, hacía que las piernas me temblaran. Forcejeé con él, me dolía la cabeza y el brazo; quise gritarle, pero me tapó la boca con su mano sobrante.
-Ya hice todo lo que pude, ya aguante lo suficiente porque me dieras el sí pero ya me cansé de que sigas pensando en ese idiota que espero que haya muerto- Dijo venenosamente frente a mi, mandándome una mirada llena de lujuria e ira.
Odiaba sentir mis ojos arder. Seguí forcejeando, no quería que nadie me viera así.
-Vamos! Llora, pequeño Mikey- Rió. Me parecía estar frente a un psicópata.
Tragué saliva con dificultad, de esta no salía, me llene de miedo. Luis se acercó con su sádica sonrisa a mi cuello, cerré con fuerza mis ojos y traté, con mis últimas fuerzas, de zafarme del agarré del psicopata que tenía enfrente.
Ya sentía que iba a llorar, ya sentía que mi cuerpo sería ensuaciado. Pero, de un momento a otro, sentí que ya no estaba agarrado, que ya podía hablar; abrí los ojos lentamente y me dejé caer al suelo, volteé un poco mi vista y alguien estaba sobre Luis, golpeándolo como si su vida dependiera de eso.
-Mal nacido!- Lo golpeó-, ¡¿Cómo te atreves a tocar a MI chico?!- Otro golpe-. ¿Crees que me fui al otro mundo? Pues vine a llevarte conmigo. Nadie se mete con Michael, ¡¿entendiste?!- Y siguió pegándole.
Estaba en otro mundo. Pero miré a aquel muchacho que estaba por estrellar al que casi me viola, contra el césped.
-Di... Dimitri- Murmuré con la vista en aquel joven. Quizá estaba alucunando, pero quería que Dimitri estuviera aquí.
Al parecer, el muchacho cabellos rubios me escuchó ya que se detuvó. Escuché como suspiraba pesado y como se colocaba de pie, dándome la espalda y presumiendo su camisa sin mangas, la cual estaba ceñida a su torso, y un pantalon con estampado de camuflaje como el de los... militares.
Esto no podía ser...
No podía procesar al que estaba viendo...
El joven... terminó por voltearse. Era... Era Dimitri...
Mi Dimitri.
Me quedé paralizado. Creo que me estaba volviendo loco y estaba alucinando por lo mucho que extrañaba a mi dominante. Pero no pude desviar mi mirada, no quería. Dimitri se acercó a mi rápidamente, se veía tan serio y preocupado; lentamente alcé mi mano y toqué su mejilla, era de verdad, Dimitri estaba enfrente mío, no había cambiado, se había cortado el cabello y su cuerpo estaba más trabajado.
-Mike... ¿Te hizo algo más? Dime y lo termino de...- Corté su frase inmediatamente. Lo abracé con la fuera que logró salir de mi cuerpo y estallé en llanto al saber que ya podía estar entre tus brazos.
Sus brazos me rodearon y clavó su rostro en el espacio entre mi hombro y cuello, aspirando mi aroma. Dimitri acarició mi cabelló y me separó un poco de él, me quitó las miles de lágrimas que andaban por mi mejiñllas y me besó varias veces en el roatro, cosa que me hizo reír un poco.
-Llegué a tiempo, mi piojo- Sonrió con nostalgía y esta vez besó mis labios.
Correspondí instantáneamente. Al separarnos, nos levantamos y, mientras me rodeabas la cintura, viste como un muy lástimado Luis se iba del lugar, me impresionó que siguiera consciente.
Al entrar a casa, Dimitri cerró la puerta y me volvió a besar, esta vez con más profundidad, pero le detuve al recordar que tenía niños en casa...
-¿Tu eres Dimitri?- Preguntaron al unísono el par de vocesitas, ganándose la curiosa mirada de mi pareja, el cual asintió mientras me abrazaba por la cintura.
-Ellos son los pequeños a los que cuido de vez en cuando. Shon y Billy- Presenté. Shon era el nene más serio mientras Billy era más animado.
-Nos alegra que hayas vuelto- Sonrieron los dos-. Mikey te extrañó mucho, tu eres el culpable de que tenga los ojitos rojos- Frunció un poco el ceño Billy.
Sentí mis mejillas arder y bajé la mirada, tratando de evitar la juguetona sonriaa que de seguro me estaba dando mi novio...
-Ya veo- Comentó Dimitri al aferrase a mi cintura-. Debo compensar todas sus lágrimas, ¿no creen?.
Los pequeños asintieron y noté la sonrisa de mi soldadito de plomo... Agradecía la inocencia de los gemelos, pero sabía que Dimitri se refería a otra cosa...
Me contenta tanto que haya vuelto.
---Fin---
Shot dedicado a LenitaAckerman. Espero que te haya gustado ♣
Primer Shot a vase de una canció >w< Espero que les guste! Al principio se me hizo difícil pero este fue el resultado. Sé que tengo tiempo sin publicar pero estuve pendiente en terminar este Shot y en las demás historias owo
Besitos a todos! Espero que ya hayan votado por mi en el Concurso LGBT de Stop_homofobia_
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