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Ser Libres

~~Ser Libres~~


   Un amor imposible a decir verdad. Un pequeño ángel, cabellos pintados suavemente del rosa de sus sentimientos puros y ojos marrones, los cuales brillaban junto a las sonrisas que el joven dedicaba; y es que ser el niño bueno, a veces era complicado, ser aquel que siempre estaba dispuesto a todo era díficil, y el pequeño muchacho no caía en cuenta de ello.

   Sin embargo, en cuanto conoció a William, la perspectiva del pequeño ángel se vio indecisa. Ese muchacho rebelde, de ojos oscuros y sonrisa coqueta, se había ganado la curiosidad del ángel, le enamoró perdidamente y, lo más doloroso quizá, es que el ángel sabía que estaba mal el tener ese tipo de sentimientos. Fue entonces que William, con una hermosa sonrisa, le invitó a ser su mayor travesura, su gran pecado divino.

   Él, el chico rebelde de entre todos los ángeles, se había enamorado de su perdición, del ángel más bondadoso y con mejor corazón de toda la corte celestial, ese de hermosa e inocente sonrisa, de cuerpo no profanado. Un raro sentimiento que nunca había pasado por su corazón, un extraño sentimiento que le aceleraba el respiración y le provocaba un revoltillo en el estómago.

   El ángel aceptó su propuesta entonces. Su inocente corazón confiaba plenamente en aquel ángel travieso que había demostrado que podía cambiar por él; sus sentimientos serían correspondidos, y no había mejor sensación que el ser querido por la persona que amas.

   Sin embargo, los ángeles mayores se enteraron de la inofensiva travesura e inmediatamente culparon al indecente ángel de ojos oscuros al querer corrumpir al mejor de los ángeles. Le sentenciaron frente a su amado, le apartaron de su lado y tuvo la desgracia de verle llorar por su partida; William, sin poder defenderse con lo que sentía, fue mandado al infierno por haberse enamorado del inocente ángel.

   Erick, en medio de su dolor, quiso ir junto a su preciado amor, ser castigado por amar a otro ángel, pero los mayores no creyeron que tenerles juntos sería bueno, por lo que terminaron desterrándolo a la Tierra de los mortales.


-Nos volveremos a ver, mi pequeño conejito- tales palabras quedaron grabadas en la mente del joven ángel al cual le quitaron las esperanzas de un reencuentro, al cual le arrebataron las alas para que no volviese a volar.


   (...)


   Ring Ring Ring

   6:00 a.m. Londres.


   Erick, tras un repetitivo sueño, despertaba de golpe. El muchacho de extraños cabellos rosa-claro, frotaba uno de sus ojos mientras se quitaba las sábanas de encima, las cuales se deslizaron suavemente por sus piernas desnudas. Tranquilamente fue en busca de algo para preparar el desayuno, dejó el café calentar en la cafetera y, mientras esperaba, se dispuso a darse una rápida ducha para su día de Universidad.

   Tras verse listo frente al espejo y con el estómago lleno, el joven salió camino a la estación como cada día de estudio. Faltaban 2 años para terminar su carrera, pero habían días en los que no quería salir de su casa; por muy raro que sonase, el sueño reciente se repetía cada noche, siempre aparecía un muchacho que se le hacía conocido pero que no recordaba de dónde, siempre terminaba con el corazón agitado y un gran vacío en su pecho le quitaba la respiración.

   Entonces el sonido de los rieles le sacaron de sus pensamientos, se dio cuenta de lo cerca que estaba de la orilla y por un momento pensó en acabar con su vida, sin embargo, dio un paso atrás como el cobarde que decía ser. En cuanto el tren estuvo frente a si, las puertas se abrieron y dejaron ver el vagón con pocas personas que parecían adormiladas por el frío de la mañana; fue así que, por la puerta de la derecha, vio como un chico, quizá de su edad, entraba con los audífonos puestos y el típico semblante de querer matar a todo aquel que se le atravesase.

   Por un instante cruzaron miradas, el pelirosa sintió como la oscura mirada le detallaba y, por inercia, le sonrió amablemente con esperanzas de que ese misterioso joven le devolviese el gesto, cosa que no fue así. Entonces, las puertas se cerraron y el tren empezó a andar; Erick se recostó de la puerta que no de abriría hasta llegar a su estación y se dispuso a revisar su celular, aprovechando que el tren tenía WIFI y él se sabía la clave.

   El tren de a poco se iba llenando, eso quizá era lo único malo de vivir lejos de la Universidad, pero no había nada de lo cual quejarse. Aun así, en medio de su distracción, el vagón ya se encontraba lleno y, aunque no quisiese, estaba un poco "apretado" entre tantas personas; iba con calma hasta que alguien rozó "accidentalmente" su trasero, rogaba al cielo que fuese algo accidental, pero aquel roce sucedió un par de veces más y no hallaba como darse la vuelta para encarar al pervertido.

   Fue entonces que escuchó una ligera discusión detrás suyo, Erick tuvo pánico y esta vez se volvió a ver qué era lo que ocurría. Sus ojos nuevamente se vieron cautivados por unos orbes oscuros, serios; el muchacho de audífonos aparentemente acababa de posicionarse a su lado y miraba con total desprecio a unos señores que, al parecer, estaban detrás suyo.


-Viejos verdes- murmuró entre dientes el muchacho, su ceño plenamente fruncido y evitando cualquier acercamiento de los susodichos.


   Entonces volvió su vista al pelirosa que tenía enfrente, aún con el ceño fruncido, y volvió a ver su celular. Erick, viendo disimuladamente como los hombres de atrás del azabache evitaban acercarse, volvió su vista a éste, le detalló, y bajó la mirada avergonzado.


-Tienes que estar pendiente cuando andes en estos trenes- comentó derepente el ojioscuro, sin levantar la vista de su celular-, cualquiera se puede aprovechar de ti y no te das cuenta de quien. Esto pasa en todos los países.- Y terminó por bufar mientras guardaba el móvil en su bolsillo.


   En cuanto hubo levantado la mirada, se fijó en los curiosos ojos avellana que le miraban; Erick se emocionó inconscientemente cuando escuchó al desconocido hablar, sobretodo porque creía haberle visto en algún otro momento.


-Si andas así de cara-de-niño-tierno, es obvio que quieran hacerte algo.-Comentó nuevamente el azabache, esta vez acercándose al rostro del pelirosa; éste había adquirido un suave color en sus mejillas pálidas y eso llamaba la atención del más alto.

-Si no supiese que tú los alejaste, pensaría que fuiste tú quien me acosa- el ojiavellana, ante la cercanía del ojioscuro, cayó ante los nervios y dijo lo primero que se le vino a la mente.

-No me faltarían ganas- el azabache siguió la corriente, mostrando una sonrisa coqueta y atrayente-, pero es posible que no nos volvamos a encontrar.


   Y aunque la charla seguiría, Erick sintió por un momento como el aliento desaparecía de sus pulmones y como un recuerdo le llegaba a la mente, algo momentáneo y que apenas pudo prestar atención. Sus piernas flaquearon e intentó mostrarse inmune a aquella sensación, pero no fue tan fácil.


-Ey- el azabache, al ver como repentinamente su compañero de tren perdía el color de las mejillas, le sostuvo por la cintura-, era una broma, no tienes que asustarte.- Al parecer, el desconocido se había preocupado.

-Tranquilo- Erick notó aquella sincera preocupación-, no creo que seas ese tipo de persona.- Tras recuperar el equilibrio, el pelirosa alzó su mirada con una sonrisa en labios.

-Eres muy confiado.- Bufó esta vez el más alto, frunciendo nuevamente el ceño.

-¿Cómo te llamas?- El ojiavellana fue directo. Ese deja vú le había mostrado la sonrisa de ese joven pero con otra vestimenta, y sintió como el corazón se le derretía.

-Puedes decirme Will- el ojioscuro esperaba hacer la misma pregunta.

-Okey, Will- sonrió el más bajo-. Yo me llamo Erick, un gusto conocerte, acosador.

-Te dije que había sido una broma- por alguna razón, Will se sintió lo suficientemente en confianza como para halarle la nariz al pelirosa.

-O-Oye, deja mi nariz- apesar de que era un regaño, Erick carcajeaba bajito por aquel gesto infantil.


   "Estación Intercomunal The Little Forest"


-Aquí me bajo- ambos jóvenes hablaron al unísono.


   Las puertas se abrieron, Erick salió delante y Will, luego de asesinar con la mirada a los señores morbosos, salió tras su nuevo amigo. Iban en la misma calle, misma dirección, hablando amenamente temas cotidianos y ciertas preferencias en las que, la mayoría, eran opuestos.

   Fue entonces que Erick, olvidando totalmente para donde se dirigía, se dio cuenta de que ya estaba frente a su Universidad y que posiblemente la primera clase ya hubo comenzado. Bufó mientras imaginaba el regaño que recibiría de su profesor y, con un mohín involuntario, se volvió a ver a su nuevo amigo.


-Creo que ya he de irme- Erick sostuvo su bolso como si en cualquier momento lo fuese a botar por ahí.

-Oh...- la sonrisa coqueta del azabache intrigó al menor-, yo trabajo allá- señaló la cafetería al otro lado de la calle-. Cuando quieras, puedes ir a verme.


   Y los ojos avellanas de Erick se iluminaron como si aquello fuese una de las mejores cosas que le hubiesen dicho.


-¡Cla-Claro!- el alegre universitario, esta vez, se aferró a su bolso-. Nos vemos Will- y luego de el adiós, corrió hacia los adentros de la gran Universidad Ways of Stars, haciendo un ademán con su mano en forma de despedida hacia el azabache.


   Will igualmente hizo un ademán con su mano, un ligero agite, y se dio la vuelta para cruzar la calle hacia su trabajo. El azabache, con una sonrisa en el rostro, entró al negocio y comenzó su trabajo como chef, teniendo en mente que por fin había encontrado a su pequeño ángel y que éste, aunque no le recordara, le había sonreído de forma única.


   (...)


   Faltaban unos cinco minutos para salir de clases, Erick estaba deseoso de un pedazo de Pie de Limón y el profesor de matemáticas no hacía más que recordarle que las tortas eran redondas, las cajas cuadradas y los pedazos triangulares. Fue que por fin, luego de anotar lo dicho por el profesor, sonó el timbre, avisando que ya todos podían volver a casa.

   El recuerdo de su sueño se le vino a la mente entonces; recordaba lo feliz que era al principio del sueño, lo enamorado que se sentía y, al final, el dolor más grande al sentir como su corazón se rompía por la separación. Igualmente, el chico del tren se le vino a la mente, nunca lo había visto ¿verdad? Pero se le hacía tan conocido, que quizá se estaba volviendo loco por pensar cosas que no eran.

   Estando a las afueras de las instalaciones, Erick recordó la invitación del ojioscuro a la cafetería del frente. Por un momento vio los pasteles que estaban en la ventanilla, de muchos colores y sabores, y fue cuando Will se cruzó para agarrar uno de dichos pasteles al cual miraba mal; llevaba un delantal y un gorrito de chef, y eso llamó la atención del pelirosa.

   Parado, en medio de la entrada de la Universidad, Will volteó a verle y, mirándolo ahora a la cara, se fijó en la mancha de harina que tenía en la mejilla. El azabache, por su lado, agitó la mano en gesto de invitación hacia el universitario y éste, aferrándose a su morral, cruzó la calle para ir a visitar a su amigo de tren y probar uno de sus Pies de Limon, porque en toda cafetería debía haber Pie de Limon.


-Sales tarde, Erick- el pastelero le dio la bienvenida en cuanto la capanilla de la puerta sonó.

-A esta hora salgo todos los días- rió nervioso el ojiavellana-. Nunca se me ocurrió venir a este lugar- comentó bajito entonces, esta vez detallando el lugar; era un sitio bastante hogareño, varios cuadros resaltaban en las paredes lila y algunos vinilos infantiles hacían del lugar divertido para comer.

-Nunca te vi salir de la Universidad- vaciló en respuesta el azabache, ganándose la sorpresa del chico dulce.


   Amablemente, Will le invitó a sentarse y a pedir lo que quisiese, cosa que avergonzó al pelirosa debido a la atención. Éste, como deseaba, pidió Pie de Limon y el ojioscuro se encargó de servirlo. El lugar de a poco se llenaba de gente, mayormente ancianos y niños; Erick, mientras degustaba su postre, sonreía al tener una clara visión de la cocina donde estaba Will haciendo sus maravillosos postres.

   Tras haber terminado su postre, el pelirosa detalló las actitudes del azabache mientras cocinaba; era un chico de personalidad sarcástica y ciertamente inoportuna, sin embargo, tenía sus momentos de seriedad y frialdad, y por ello entendía por qué los camareros le tenían tanto respeto. Detalló igualmente la similitud que tenía con el chico de su sueño, ese que fue mandado al más oscuro lugar sólo por estar enamorado de él.


-Ey- el pelirosa se vio interrumpido-, saldré en un par de minutos, ¿nos vamos juntos?- Aparentemente, Will se había dado cuenta de la intensa mirada que el ojiavellana le dedicaba, y ahora, como recompensa, se había acercado lo suficiente como para sentir la respiración del tierno chico.


   Erick, con el corazón terriblemente acelerado, asintió con una sonrisa estúpida. ¿Por qué actuaba así frente a un chico que acababa, literalmente, de conocer? Tal vez el destino le había puesto a ese apuesto y coqueto joven para mostrarle algo, quizá para hacerle recordar aquello que hace tanto olvidó. Nuevamente un deja vú  le atacó en cuanto el azabache se hubo alejado; le miró fijamente la espalda, en su mente se dibujaban unas alas oscuras pero hermosas en la espalda de Will y, cuando éste le miró sobre el hombro, Erick pudo jurar que esa misma sonrisa y ojos traviesos fueron los que había visto en sueños.

   Bajó la cabeza y se recostó del respaldar de la silla, el ojiavellana no entendía por qué esos fragmentos de memoria le hacían bajar la tensión. ¿Miedo? ¿Impresión? ¿Asombro? ¿Qué era exactamente ese sentimiento tan doloroso que le provocaba tanta ansiedad?


-Erick...- Will, preocupado, se presentaba ante sus ojos-, ¿estás bien? Los lugares encerrados te hacen mal, vámonos- y con tal delicadeza, le agarró la mano para salir del negocio.


   En el transcurso, ninguno dijo nada, sólo se dedicaron a sonreírse de vez en cuando. En el tren, habían podido agarrar un par de puestos y, sin esperarlo, Will terminó por dormirse entre tanta multitud, aprovechando el hombro del pelirosa para recostarse. Éste no se mostró molesto, pero cada gesto que el azabache hacía, le traía a la mente a ese ángel de alas oscuras y negros cabellos.


   (...)


   Los días transcurrieron hasta volverse semanas y las semanas hasta volverse meses. El sueño de Erick se repetía con mayor intensidad y provocaba que éste se levantara de la cama con lágrimas en los ojos; su amistad con Will, el chico coqueto del tren, permanecía como eso: una amistad.

   Sin embargo, el azabache siempre estaba ahí para cuidarle y darle su apoyo; cada mañana se iban juntos, lo protegía de todo aquel que quisiese tocarle, cuando salía de sus clases, el más alto le preparaba un postre diferente en la cafetería, pero su favorito seguía siendo el de Limon, y para terminar bien el día, iban de regreso a casa con una amena charla sobre el día de cada uno.

   Todo iba bien, al parecer de Erick, hasta que...


-Tengo novia- confesó derepente Will, con las manos en los bolsillos y una ligera sonrisa en los labios.


   Pero el pelirosa no podía sonreír ante la noticia, aunque quisiese, esta vez no podía sonreír. No lo esperaba, pero realmente le había dolido y lo peor era que no sabía por qué. Will era sólo su amigo ¿no? Un buen amigo que nunca le dejaba sólo y siempre estaba para dedicarle una sonrisa que le hiciera sonrojar.


-Me alegra- se limitó a decir entonces, sus manos se volvieron puños entre los bolsillos y bajó la mirada por mucho que quisiera evitar sentirse tan pequeño y vulnerable, tan fácil de romper.


   Will, pendiente de cada acción de su amigo, decidió callar. Erick era predecible, transparente, pero el azabache no podía hacer nada mientras no le recordara y, de algún modo, le tenía que recordar que antes era su pareja, su amor prohibido.

   Tras ello, los ánimos de Erick bajaron constantemente; entre el sentimiento confuso que tenía por Will hasta su extraño sueño de ángeles, el pelirosa no sabía qué hacer para combatir el vacio de su alma, buscar pareja no estaba en sus planes. Fue entonces que, una de las tardes en las que salió, pudo ver como Will hablaba alegremente con una muchacha de baja estatura, cabellos castaño oscuro y claramente animada; el universitario sonrió desde el otro lado de la acera, le alegraba que su amigo tuviese a alguien que le hiciese feliz. Optó, aferrándose a su morral, irse sólo a casa.


   (...)


   Un par de días después, Will se preocupaba al ver como la mesa de Erick estaba vacia, como en las mañana ya no le encontraba y como no le había vuelto a ver salir de la Universidad. Por ello, supo que su pequeña mentira quizá no había sido lo mejor; al salir del trabajo, fue directamente a la casa de Erick, tocó la puerta y esperó a que éste atendiera, cosa que tardó algunos minutos.


-Diga...- Erick, adormilado y con el cabello despeinado, abrió la puerta sin ganas y se encontró con la mirada fría de Will.


   El pelirosa mantuvo la mirada un par de segundos, luego desvió la vista y sobó su brazo, demostrando que tenía un poco se frío. Esperaba quizá algún regaño, un sermón de por qué había desaparecido, pero lo que pasó, ni él supo cómo explicarlo

   Will le abrazó.


-Perdóname- comenzó a hablar el azabache con la voz apagada-, lo único que quería era que me recordaras, que recordaras el amor que nos teníamos, pero veo que te he causado daño, y no puedo perdonarmelo.- Will se oía realmente arrepentido, su pequeña mentira había afectado en demasía al pelirosa. Y es que nunca podría tener otra pareja mientras estuviese enamorado de Erick.


   El universitario, por su parte, sintió como aquellas palabras le dejaban la mente en blanco. Lentamente correspondió el abrazo de Will y, cayendo en cuenta de todo lo que había pasado, se le vino a la mente uno de los tantos besos que se daba con su ángel travieso antes de que los superiores le desterraran.

   Con cierta preocupación, el azabache se separó lo suficiente como para derallar el rostro del universitario; se veía en buen estado, las ojeras estaban ligeramente acentuadas y ya no había rastro de sueño en su rostro. El pelirosa, detallando igual al contrario, posó su mano en la mejilla del más alto y, tras ponerse de puntillas, le besó suavemente, tal y como se sentía en sus sueños.


-E-Ey- se vio impresionado el azabache, sus mejillas se pintaron suavemente y mantuvo sus brazos alrededor de la cintura del pelirosa.

-¿Quieres pecar conmigo?- Sonrió el más bajo, una sonrisa tierna y ciertamente atrayente, esas que cautivaban al travieso ángel en aquel entonces. El simple hecho de haber hecho esa pregunta que hacía tanto tiempo le había hecho, significaba mucho.


   Fue entonces que William se dio cuenta de que su pequeño ángel le había recordado y, tras esas palabras tan memorables, le besó, esta vez con mayor intensidad y como hacía antes de pisar la Tierra. Con los ojos cerrados, sintió como el pelirosa le rodeaba el cuello y lentamente le guiaba a los adentros de la casa, donde cerraron la puerta tras ellos.

   El azabache, saboreando los labios ajenos, empezó a recorrer la espalda de su ángel para quitar la camisa; serenamente la fue subiendo, sintiendo con las yemas de los dedos como el menor temblaba ante su toque, y terminó por separarse un instante de sus labios, deshaciéndose de la estorbosa camisa.

   Erick, con las mejillas coloradas, fue nuevamente sostenido de la cintura por el azabache, un beso jugoso era lo que degustaba y es que ahora podía decir que estaba feliz por haber recordado a su ángel travieso. Will, por su lado, bajó sus manos juguetonas hacia el comienzo del pantalón del ojiavellana, jugó con el extremo y adentró sus manos entre la tela, apretando las nalgas del pelirosa.

   Un ligero jadeo se escapó de los labios del menor, bajó la mirada avergonzado y sintió otro apretón por parte de su acompañante. El mayor no se preocupó en aquel tierno gesto, el pelirosa desde siempre había sido así de tímido y ciertamente directo, por ello caía ante la tentación de comerselo a besos y tocarle indecentemente, porque sabía que le dejaría.


-¿Estás seguro de esto?- William estaba agitado, al igual que Erick, y en un corto momento de lógica, formuló tal pregunta. Sin embargo, sus manos seguían masajeando las redondas y duras nalgas del menor y éste no podía reprimir sus suspiros.

-Somos libres de hacer lo que queramos- sonrió entonces con suavidad el universitario. Sus manos, agilmente, hicieron desaparecer la camisa del azabache y, con cariño, le acarició el pecho.


   William mordió su labio inferior. Ver a Erick sin camisa, excitado y sabiendo que no tenía experiencia, hacía que sus instintos salvajes lucharan por salir; fue entonces que, dejando caer los pantalones del pelirosa, le cargó por los muslo mientras se encaminaba a la alcoba.

   Erick se dejó hacer, Will aún le trataba con tal delicadeza que sentía como el cuerpo se le calentaba, se derretía por saber cómo iba a ser tratado por el chico coqueto, emocionado por la idea que tenía para demostrar que ya no era tan inocente.
 
   Llegaron a la alcoba, Erick hizo el ademán de ponerse en pie y, mostrando su desnuda figura con apenas unos apretados boxers en su zona, empujó al azabache en la cama y se acercó agilmente. Con la atenta mirada del ojioscuro, Erick se arrodilló frente al contrario y bajó el cierre de los jeans del azabache, ganándose una mirada curiosa de los coquetos ojos.

   Fue así que, luego de haber sacado el miembro palpitante de William, se dedicó a detallar la  virilidad. ¿Esa cosa entraría en él? Erick sintió nuevamente como su piel se erizaba. Entonces, tras una mirada al mayor, adentró dicho sexo en su boca, escuchando como el azabache evitaba jadear de sobremanera por aquello.

   William no se lo esperaba.

   El pelirosa primero saboreó, luego hizo un leve vaivén con su mano y después empezó a empapar aquella virilidad con su saliva. Comenzó a dar lenguetazos y a succionar con su boca, aprovechar el momento y recordar perfectamente cómo le hacía una felación a su pareja, porque sí, ya lo declaraba suyo. El ojioscuro pasó entonces su mano a la cabeza del menor, haló un poco sus cabellos e hizo presión, cosa que a Erick no le molestó ya que no se sentía incómodo. Pronto, el menor aceleró el vaivén con su boca, usó su lengua y succionó lo mejor que pudo la punta, esperando a que Will se viniera en su boca, sabía que estaba a punto de venirse.


-Erick...- Gruñó el mayor. Sintió una corriente eléctrica recorrer su espalda y se aferró a las sabánas de la cama con ambas manos; no sabía lo que le esperaba.


   Se vinó en la boca del ojiavellana, éste le mirada desde su posición con deseo y ternura a la vez, y tras haber tragado el viscoso líquido, Erick sacó el miembro del azabache de su boca. Will, regulando su respiración, gruñó por segunda vez al ver como una gota de su semén se escapaba de los labios del ángel.

   Sin palabras, el pelirosa se puso en pie, dejando a la vista del azabache lo mojado que estaba su boxer, denotando su virilidad en busca de atención. Will sonrió socarrón y, en un rápido movimiento, acostó al ojiavellana en la cama, apretando con su mano el sexo del menor, haciéndolo gemir involuntariamente.


-Esta noche serás castigado, conejito- con seducción, Will susurró aquello sobre los labios del pelirosa. Besó sus labios posesivamente, le mordió el labio inferior y logró adentrar su lengua en la cavidad bucal del sumiso mientras le masturbaba.


   Erick no pudo responder, sus mejillas coloradas eran las que respondían y sus labios, apresados por los ajenos, sabía que se hincharían. Sin embargo, sentir como alguien más le tocaba, la persona que amada para especificar, era algo exquisito, sobre todo para alguien tan tímido como Erick. Y es que volver a sentirse vivo era la mejor sensación que, hasta ahora, volvía a experimentar.


-Te amo- por fin logró formular una frase; con sus ojos avellanas fijos en los orbes oscuros, dijo aquello con todo el corazón.

-Te estuve esperando por tanto tiempo- Will comentó eso con nostalgia-, que no sabes todo el amor que tengo en mi corazón y todo es para ti. Te amo, Erick.


   Y tras ello, volvieron a besarse con pasión de por medio. Will dejó de masajear el miembro de su sumiso, dejándolo erecto, y se dedico a dilatar su entrada, aprovechando el presemen que salía del miembro del menor.

   Con cuidado, William adentró un primer dedo en la cavidad del pelirosa en lo que le alzaba las piernas sobre sus hombros, haciéndole gemir de dolor en aquel momento. Se fijó entonces en como los ojos de su conejito se cristalizaban, y decidió mover su dedo con mayor delicadeza en el interior del menor, Erick pronto se acostumbraría.

   Así, con el ojiavellana abrazado a si y sus gemidos volviéndole loco, el azabache adentró un par de dedos más en la cavidad del menor; éste se retorcía por el dolor y la incomodidad, aun así, Will se dedicó igualmente a besar el cuello del menor. Las uñas de Erick se clavaban en su espalda mientras le dilataba y, en busca de calmarle, besó la clavícula del muchacho, sus mejillas, su cuello, todo lugar que pudiese marcar.


-¡Will...! ¡William... Ah!- El pelirosa, tras el temblor de su cuerpo y sentir una corriente helada recorrer su espalda, se vino entre sus vientres.


   El susodicho sintió como sus dedos eran apresados y sonrió coqueto al ver que ya era hora de volver a ese conejito, suyo.


-Sólo han sido mis dedos- susurró el mayor ante la cansada mirada del pelirosa, mostrando una sonrisa divertida ante la acción del sumiso.


   Erick tapó su rostro apenado, su respiración era irregular y su corazón latía intensamente. Entonces, tras un pequeño beso sobre sus manos, Will agarró ambos muslos del universitario y, acomodando su miembro erecto en la entrada de Erick, se afincó un poco.


-Necesito que me mires mientras hago esto- la seductora y suplicante voz de William llamó la curiosidad del menor.


   El pelirosa respiró profundo, rodeó el cuello de William con sus brazos y le dedicó una mirada amorosa y cautivante.


-Hazme tuyo, Will- sonrió entonces el sumiso con timidez, mostrándose tierno ante su travieso dominante.


   El azabache besó al menor y terminó de afincarse, adentrando de una sola estocada todo su miembro en la entrada del ojiavellana. Erick gimoteó, sus lágrimas se derramaron hasta desaparecer en sus costados y, aunque no quisiese, finalizó el beso para esconder su rostro en el hombro del mayor.


-Ah... Will... Me duele- los suspiros del menor hacían grandes efectos en el contrario; el miembro del azabache era casa vez más grande y su interior se sentía apretado.

-Pronto te sentirás mejor, conejito- ese simple apodo provocaba que el pelirosa se sonrojara, que se excitara debido a la forma tan atrevida en la que Will se lo decía.


   Will comenzó con embestidas profundas y lentas, su ángel gimoteaba a la par de su oído y le volvía loco con tal acto. Erick sabía lo que hacía, quería más de esa sensación exitante en su interior, pero tenía cierta vergüenza de pedirle al azabache que acelerara. De a poco, el pelirosa movió sus caderas al compás de las embestidas, éstas aumentaban la velocidad y Will, con una de sus manos, se dedicó a jurungar los pezones del menor.


-Ah... A-Ah!- el ojiavellana no podía contenerse.

-Me alegra conocer tus puntos débiles- sonrió picaro el más alto, evitando que su voz sonase cortada.


   Erick se dejó hacer de las suaves manos, los toques del azabache eran indescriptibles. El mayor, perdiendo por completo el control, volvió más fuertes sus estocadas, más rápidas y profundas, cosa que dejaba con la mente en blanco al ojiavellana.


-Wi-Will! Ah... A-Ah... ¡Ahí!- Erick no lograba formular algo más que el nombre de su amado. Éste había encontrado su punto especial y eso provocaba que arquera su espalda.


   El azabache sonrió mientras mordía su labio inferior. Dejó los erectos botones de Erick y, agarrándole mejor los muslos, embistió esa zona especial en la que el pelirosa decía su nombre de una forma erótica y provocativa, William se estaba volviendo una fiera en la cama y eso le encantaba al universitario.

   El climax se acercaba, ambos lo sabían. Entonces Will se detuvo, gruñiendo ligeramente y haciendo incomodar a Erick; lentamente salió de su interior, el pelirosa le miraba intrigado y el mayor le dedicó una sonrisilla traviesa.


-Wil... E-Eso es ser cruel- Erick apenas podía hablar.


   Fue así que, aferrándose a los muslos del universitario, volvió a adentrarse en él en una sola estocada, golpeando justamente su zona especial y haciéndole jadear y gemir por el repentino intruso que volvía a entrar en su cuerpo; Will mantenía sus estocadas certeras, fuertes, y tras unas cuantas embestidas en ese punto, ambos se corrieron.

   Will gruñó al verse apretado en el interior de su pareja, Erick gimoteó al sentir el espeso y viscoso líquido en su interior, y ambos, tras recuperar el aliento, se besaron dulcemente. Y es que las palabras no hacían falta en ese momento; tres años sin verse, tres años sintiendo el vacío del corazón, tres años esperando volver a encontrarse. El azabache, saboreando los labios del pelirosa, le rodeó la espalda y lo apegó a sí, notando como el sudor de sus cuerpos se mezclaba.

   Sus lenguas jugaron un momento hasta que el aire hizo falta. Will, separándose lentamente de los labios hinchados de Erick, vio el hilo de saliva que los unía y la tierna expresión que el pelirosa tenía.


-No sabes lo feliz que me has hecho- y es que el ángel bondadoso de antes, seguía teniendo un hermoso corazón. Will no terminaba de creer que ese chico estuviese enamorado de él.

-Me siento completo contigo, William. Te extrañé inconscientemente, siempre lo hice, pero mi mente estaba bloqueada- Erick, estirando una de sus piernas sobre la cama, murmuró aquello con cierta nostalgia.


   El azabache sonrió y acarició la mejilla de su ángel, éste estaba llorando y no se había dado cuenta, y no hacía falta decirle ya que ahora estaban juntos.


-Ahora me recuerdas- le peinó el cabello hacia atrás, un gesto que el ojioscuro siempre hacía cuando el pelirosa estaba triste-, y podemos ser finalmente libres- finalizó el comentario, para luego besar la frente del menor.


   Erick sonrió y se volvieron a besar, algo dulce y apasionante. Fue entonces que el sueño se empezó a apoderar del menor durante el beso, sus brazos luchaban por seguir abrazando al contrario y sus ojos pesaban intensamente.


-Duerme, mi pequeño ángel- Will agarró una sábanas y la tendió sobre sus cuerpos.

   El menor frunció un poco el ceño, quería seguir hablando con su ángel travieso, pero luego de que éste le arropara y le apegara a su pecho, se rindió ante los deseos de dormir tranquilamente. El ojioscuro se fijó entonces en como su pareja le abrazaba con fuerza, nada que le asfixiara, pero con miedo; Will supuso que era una señal para no irse de su lado y, luego de una beso en la mejilla, igualmente se dispuso a dormir, abrazando a su conejito como hace mucho no lo hacía.


   (...)


   -Al día siguiente... Sábado-


   El pelirosa se despertó, la cama estaba vacía pero las pertenencías del azabache seguían ahí. Sonrió al verse tan cansado y terriblemente adolorido, había sido su primera vez y había sido algo muy... intenso.

   Con pereza se puso en pie y agarró la camisa de William, se la puso y, mientras iba a la cocina, se miró al espejo. Las mejillas rápidamente se le coloraron al ver su reflejo, sus piernas estaban marcadas al igual que su cuello y clavícula, sus labios estaban hinchados y no hacía más que insultar mentalmente a su pareja por haberle marcado de tal forma.


-Veo que ya has despertado- el dueño de sus pensamientos, dejando una bandeja con comida a un lado, se le apareció por detrás con una sonrisa gatuna.

   Erick cruzó sus brazos e hizo un mohín frente al espejo. Sinvergüenza, Will se acercó más y le apretó las nalgas con sus manos, cosa que hizo suspirar al menor, y adentró sus manos en la camisa que llevaba el universitario, subiendo suavemente hasta los pezones del pelirosa.


-Buenos días- rió suave el azabache contra el oído del pelirosa para luego morderle, un saludo que éste no pudo responder.


   ---Fin---

   Ustedes imagínense que vino después xD No les pude poner imágenes ya que Wattpad no me quiere...

   ¿Pueden creer que antes de este Shot hice dos más? Los tuve hasta la mitad y luego los borré... Lo sé. Soy caso perdido.

   ¡He vuelto! Esta vez con un regalito hard. Tengo tiempo que no publico un hard digno de admirar así que espero sus comentarios y votos.

   ¡Muchos besitos owo Les quiero!

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