¿Me va a comer, Señor Lobo?
~~¿Me va a comer, Señor Lobo?~~
Era una fría noche de invierno, los lobos aullaban y la Aldea Shiganshina preparaba su fiesta de sacrificio a los Dioses por ser protegidos ante todo mal que naciese en el bosque, que los acechara, cualquier mal que quisiese acabar con ellos.
Con una fogata de centro, las mujeres bailaban a su alrededor con la Luna de testigo. La luna llena protegía los cielos y les ayudaba a conseguir el camino de regreso a casa durante la noche. Sin embargo, los aldeanos últimamente se habían visto atacados por grandes bestias de horribles miradas, de pelajes blancos, y estaban dispuestos a llevarse a los niños de la aldea con un propósito desconocido.
Por ello hacían una ofrenda a la Luna, su protectora, para que el mal cesara y sus niños pudiesen dormir tranquilos.
Pronto la música de la celebración se detuvo, las mujeres pararon su danza y seis hombre aparecieron en medio de la gente, entre todos cargando una caravana donde un niño dormido reposaba en una silla de pelaje de oso.
El silencio reinó en aquella celebración. Los hombres bajaron con cuidado la caravana hasta dejarla en el suelo, y pronto todos se arrodillaron frente al niño que no despertaba de su sueño.
—¡Oh Dios, protector nuestro!— Empezó la anciana de la aldea. Una mujer adulta, bruja de largos cabellos, la curandera de aquella pequeña aldea—. Toma como ofrenda a este niño doncel y protégenos de todo mal que aceche nuestras tierras. Siempre seremos fieles a ti, ¡oh Diosa Luna!
No pasó mucho cuando una fría ventisca azotó el sacrificio. El niño despertó de su sueño, tenía miedo de hablar, y fue cuando las velas de la celebración se apagaron una por una, asustando a los presentes alrededor de la fogata.
Pronto la bruja alzó la mirada del suelo y se encontró con un trío de seres desconocidos para sus ojos. Un joven de ellos, el aparente líder de aquel pequeño grupo, poseía unos fieros orbes grisáceos que paralizaron a la mujer por un momento: ese chico era la prueba de las bestias que yacían en el bosque, y era mandado por la luna para recibir la ofrenda humana.
—¡Oh Diosa Luna! ¡Acepta nuestra ofrenda!— Recordó de inmediato la mujer y volvió a pegar su frente al piso, haciendo reverencia a los desconocidos.
El líder gruñó molesto, obligando a la mujer a alzar la vista, y la miró con desprecio.
—Sus actos y sacrificios son una abominación para nuestra Diosa— comentó con desagrado y seriedad el muchacho—. Su ofrenda será aceptada, por el bien del niño y de la aldea, y serán protegidos tanto como ruegan.— Concluyó el muchacho, y la mujer sonrió.
—¡Oh Diosa! ¡Muchas gracias!
Y todos volvieron a hacer reverencias ante los desconocidos seres.
El muchacho de grisácea mirada y orejas de lobo se acercó al niño que reposaba en la silla. Recordó las palabras de la bruja, ese pequeño era un Doncel, y ahora se le veía con mucho miedo en los ojos y temblaba por el frío que posiblemente estaba sintiendo en su cuerpo a penas tapado.
Con firme caminar, estiró su brazo hasta llegar al pequeño. El castaño niño no pudo evitar alejarse, temía que fuese otra persona que quisiese lastimarle como los de la aldea. El mayor, sin embargo, le dedicó una suave mirada para que aceptara su mano para que se lo llevara.
—Estarás mejor con nosotros.— Prometió el mayor de pecho descubierto, y su cola abanicó suavemente de lado a lado, indicando que su bestia interior estaba emocionada.
El niño, con ojos brillantes, miró los hipnóticos ojos del mayor, lo detalló por completo: cabello negro, corto, orejas de lobo igual de azabaches, cola del mismo animal, pecho descubierto y bien trabajado, semblante frío. Luego miró a la aldea que le vendía por protección, y evitó llorar al sentirse traicionado.
Era a penas un niño de 7 años, no entendía lo que ocurría a su alrededor, pero sentía que en cualquier momento su corazón se rompería en mil pedazos por no tener a nadie que lo defendiera. Se negó a llorar ante ese sentimiento y volvió a mirar al hombre de rasgos lobunos, con cuidado se puso en pie sobre la silla y estiró sus pequeños brazos para ser cargado por el azabache.
Éste le cargó con cuidado, peinó los cabellos castaños del menor y se enderezó ante la aldea que seguía de rodillas. Gruñó molesto y la luna se vio envuelta por las oscuras nubes, esa había sido su señal de partida.
La bruja sintió cuando la oscuridad les aplastó, esperó alguna señal para alzar la mirada, fue paciente. Pronto la luz de la luna volvió como una sábana sobre la aldea, y al alzar su vista, el niño y los lycans habían desaparecido.
La celebración se avivó y la aldea se regocijó por medio de bailes y comidas. Ya se sentían protegidos y no se veían arrepentidos por la ida del pequeño niño de triste mirada verde.
(...)
El jefe de la manada caminaba entre los árboles con el pequeño en brazos. Su sequito, una mujer alta de cabello castaño y un chico de cabellos oscuros con pecas en el rostro, le seguía dos pasos detrás.
El joven lobo de cabellos negros caminaba con su ceño neutral, como era usual en él, y fue cuando notó que el pequeño niño que llevaba en sus brazos lloraba desconsoladamente contra su hombro. Pensó por un momento en no decir nada, pero algo dentro de él le pedía que preguntara, pues no le gustaba ver al lindo niño de ojos verde, llorar.
—Ey— Llamó con autoridad—, levanta la cara. ¿Por qué lloras, mocoso?— Preguntó sin mirar al niño que ahora le miraba con el ceño fruncido pero con la nariz roja.
—¡No me diga mocoso, Señor Lobo!— Exigió el niño— Me llamo Eren, Eren Jeager.
El lobo alzó una de sus cejas por el atrevimiento del niño, era un pequeño valiente ante su fría mirada, pero dejó pasar eso al ver que nuevas lágrimas se agolpaban en la mirada del menor. Chasqueó la lengua irritado y desvió la mirada del camino para fijarla directamente el los orbes del mocoso.
—Bueno Eren, ¿por qué lloras?— repitió la pregunta el gran lobo, sin saber que su sequito le miraba atento por tomarse la molestia de insistirle al niño doncel.
—Estoy sólo, ¿usted no lloraría si estuviese sólo?— El pequeño bajó la mirada—. No tengo a nadie que me quiera, o que me defienda, y ahora ustedes me van a comer.
—De todos modos, no te ves asustado por el hecho de que te vamos a "comer"— el azabache intentó no reír por las ocurrencias del menor. Era cierto que el pequeño era una ofrenda, pero no se lo iban a comer.
—Usted no me da miedo...— Confesó en voz baja el doncel mientras jugaba con sus manos, sorprendiendo al lobo que por un momento se sintió ofendido—, me da miedo la mirada que esa chica tiene, como si me fuese a comer cuando esté solito— terminó por señalar con la mirada a la castaña que venía tras ellos.
Y era cierto, la muchacha veía con curiosidad al niño y en sus labios se dibujaba una rara sonrisa, cosa que al Alpha de la manada no le agradó en lo absoluto.
—¿Yo te asusto?— Rio la chica— El que debería darte miedo es este enano de aquí.— La castaña dio un par de pasos al frente hasta quedar al lado del Alpha y allí, le señalo con descaro y burla.
Sin embargo, recibió un buen golpe del azabache que cargaba a Eren. Un gruñido salió de labios del azabache y su mirada cambió momentáneamente de color, erizando la piel de su manada por ver el instinto que su Jefe tenía, esa poca paciencia ante las bromas.
—¿Ves? Es una bestia en ese pequeño cuerpo— A pesar del golpe, la castaña estalló en carcajadas mientras se agarraba el estómago.
—¿Cómo se llama, Señor Lobo?— Preguntó de repente Eren, y el lobo le miró con atención, sintiendo como su rabia disminuía al ver los grandes ojos del pequeño niño.
—Me llamo Levi, soy el Alpha de esta manada. Esa chica se llama Hanji y al lado de ella, está Marco— contestó el lobo con voz neutra, ignorando el hecho de que su amiga seguía muriendo de risa a unos pasos atrás de ellos. Pero en cuanto escucharon sus nombres, saludaron al niño que respondió tímido.
—Levi... ¿Me va a comer?— Eren preguntó con inocencia, pero Levi tomó aquel comentario como algo más allá.
El Alpha bufó para desaparecer el pensamiento que había llegado a su mente y acarició la cabeza del menor con cuidado, viendo por fin como el niño le dedicaba un sonrisa. Nunca imaginó que una sonrisa fuese tan radiante y menos que fuese dedicada a él.
—Por los momentos, no pienso comerte— comentó—. Vivirás con nosotros y aprenderás nuestras costumbres. Tendrás una familia, Eren.— Levi no supo porqué dijo aquello, pero la mirada ilusionada de Eren era algo de admirar— ¿Te gusta la idea?
El niño asintió dichoso y secó torpemente las lágrimas de su rostro, estaba feliz de oír aquellas palabras. Pero pronto se sintió asustado pues Levi había detenido su paso de golpe, Hanji había parado de reír y Marco mostró sus colmillos. Por un momento Eren quiso ver eso que ellos miraban con atención, pero el Alpha le había escondido el rostro en su pecho.
—Veo que tienen una nueva presa, Levi— Una fría voz se escuchó contraria al grupo en el que Eren estaba.
—¿Qué buscas ahora, Erwin?— Eren pudo notar que la voz del Alpha se agravó, volviéndose ronca e intimidante. El pequeño niño se estaba asustando.
—Vine dispuesto a negociar contigo por esa presa— señaló a Eren—. Se ve jugoso, aparte de que es un doncel, lo quiero conmigo.
Eren tembló y se encogió en su lugar, luego sintió como Levi apartaba la mano que tenía sobre su cabeza, su temor aumentó al escuchar algunos gruñidos por parte de la manada del Alpha azabache.
—Cierra los ojos— ordenó en voz baja el azabache—, y los abrirás cuando yo te diga, ¿entendido?
Eren asintió y tapó sus ojos, queriendo imaginar que todo se trataba de un juego, un inocente juego a las escondidas con su nueva familia.
Fuertes movimientos y silencio vino después de que cerrara sus ojos. Eren sabía que podía ser fuerte en ese momento, que podía seguir una simple orden, pero temblaba al sentir el corazón acelerado del Alpha, sentir que posiblemente volaba entre los árboles, saber que estaba en medio de una disputa entre bestias.
Y tenía razón, Levi estaba en su total esencia de Alpha: sus ojos habían cambiado a un brillante color dorado casi oro, las uñas de sus manos se habían vuelto largas y afiladas garras y abrió su boca, presumiendo sus afilados colmillos mientras pasaba su lengua por debajo de cada uno.
Eren, desde su nulo escondite, escuchó bajos quejidos ajenos a él, fuertes golpes contra cosas duras, escuchó la madera romperse, las hojas ser agitadas. No quería salir herido, no quería que nadie saliera herido, no quería quedarse sin familia a tan sólo tenerla hacía unos segundos.
Entonces todo quedó nuevamente en silencio, Levi empezó a caminar.
—Mocoso, ya puedes abrir tus ojos— La voz de Levi se escuchó sin cambio alguno, pero fue algo aliviador para el pequeño castaño que temblaba por los nervios.
Apartó sus pequeñas manos de su rostro y miró al Alpha que había empezado a caminar como antes, con la mirada neutra y sin aparentes rasguños. Escondía su mano detrás de su espalda y Eren no tenía la valentía para preguntar qué había pasado.
—Heichou, pronto comenzará a llover— comentó Marco a unos pasos detrás de ellos, y Eren brincó alegre por escuchar al chico que ni siquiera había hablado antes.
La mirada verde del niño se asomó por sobre el hombro del Alpha y miró al par de lycans que caminaban a paso calmado. Les detalló, se veían agitados y despeinados, pero no tenían rasguños que fuesen visibles, cosa que contentó a Eren.
—Eren, ¿todo bien, pequeño?— Preguntó curiosa Hanji al pillarle mientras les miraba. La chica sonrió, no como antes, sino una sonrisa dulce y tranquila.
El pequeño asintió por tercera vez desde que estaba con los lycans y miró al Alpha, el cual miraba el camino.
—¿Quiénes eran las personas que antes querían llevarme?— Preguntó con inocencia el castaño.
—Insectos— comentó el lobo azabache—, nadie que deba importarte. No prestes atención de ello.
Eren pensó más en el tema, la curiosidad le mataba.
—¿Qué es un doncel?— Preguntó al recordar las palabras de la persona desconocida, el pequeño tenía buena memoria y bastante curiosidad.
Levi le miró con una ceja alzada, se fijó en los hermosos ojos verdes del menor y, sin reparar mucho en los detalles faciales del pequeño, volvió su mirada al frente. Ese niño seguía siendo eso, un niño, estaba en plena inocencia, no sabía de la vida, temía por cualquier cosa y se encariñaba rápido, no podía darse el lujo de explicarle cosas tan complejas.
—Es un niño con características tiernas— se metió Hanji en la conversación, salvando al azabache—, que es muy lindo, así como tú.
A Eren le brillaron los ojos y sus mejillas se pintaron.
—¿Soy tierno?— Preguntó el menor con su mirada en el Alpha. Para Levi, esa había sido la pregunta más estúpida que hubiese escuchado en su vida, una pregunta de mera obviedad porque sí, Eren era demasiado tierno.
El azabache asintió y Eren se sintió más feliz que antes.
—Ya hemos llegado— comentó Levi.
Entonces, frente a ellos, se presentó una gran cueva oscura y en la que posiblemente vivían murciélagos. Eren frunció su ceño al ver aquel lugar, no quería vivir allí, pero lo aceptaría si eso le tocaba. Levi empezó a caminar, adentrándose en la cueva, y el niño se aferró a su pecho sin apartar la mirada del frente, hasta que una luz les alumbró el rostro, una hermosa luz azulada.
Pronto el miedo se apartó de los orbes verde de Eren, su curiosidad aumentó y Levi siguió su camino hasta el marco de roca que daba la bienvenida a su verdadero hogar.
Eren pudo describir con ilusión una gran pradera verde, con pequeñas flores blancas, y un gran lago en el medio de la pradera, un lago cristalino donde se reflejaba la luna. Todo aquello rodeado de altos muros de piedra plateada, muros donde se podían admirar algunos marcos de roca negra brillante, Eren pudo distinguir que cada marco era la ida a alguna habitación puesto que cada marco negro, tenía distintos adornos.
—¿Son habitaciones?— Eren quiso confirmar su duda, pues habían aproximadamente cinco marcos diferentes.
Levi asintió.
—¿Dónde dormiré yo?— Preguntó ansioso, pero sin querer bajar de los brazos del Alpha.
—Conmigo— Levi fue directo, y Hanji, a sus espaldas, estalló en risas.
En ese momento salieron varios lycans de cada habitación, todos saludaron al Alpha con una inclinación y se acercaron al próximo miembro de su manada, el pequeño doncel de grandes ojos verdes que frunció su ceño ante tanta atención.
Frente a sus ojos pudo ver cuatro personas más, con orejas y colas, que le miraban en busca de que dijera algo. Había una tierna chica de cabello castaño claro, un chico de ceño fruncido y gesto de desagrado, un muchacho de cabello negro con un poco de barba y otro catire con un poco de barba también.
—Me llamo Eren...— Se presentó a las atentas miradas tras estirar su mano derecha, esperaba que nadie le hiciera daño. Todos eran tan altos y él apenas tenía siete años.
La chica lobo sonrió enternecida y despeinó los cabellos del castaño, éste rio al sentirse mimado.
—Yo me llamo Petra, pequeño— Se presentó la chica de linda sonrisa—. Ellos son Auruo, Erd y Gunther.— Terminó por señalar al resto de la manada.
Eren saludó al agitar su mano y todos terminaron por sonreír, excepto Levi claro.
—Desde hoy, Eren, serás parte de nuestra manada y te protegeremos— comentó la chica al acariciar la mejilla del doncel—. Cualquier cosa que necesites, puedes hablar con nosotros.
El pequeño asintió y antes de que hablara, los relámpagos encendieron los cielos antes de escuchar los fuertes truenos que asustaron a Eren. Las gotas de lluvia pronto empezaron a caer, cada vez más rápido, y se supo que era hora de ir a dormir.
—En la mañana seguiremos hablando. Todos a dormir— ordenó Levi y tras el asentimiento de cada personaje, todos corrieron a sus habitaciones.
Eren temblaba de frío en cuanto Levi le depositó en un lecho de paja y telas, el pequeño después de todo no estaba tan tapado como debería y el azabache, en cuanto le vio moqueando, le cambió las ropas por un camisón que tenía guardado. el castaño sonrió divertido al verse en la grande ropa y vio entonces como el Alpha igualmente se preparaba para dormir.
El doncel esperó ansioso en el lecho de paja hasta que Levi se acercó a acostarse. Eren esperó ser abrazado por el amargado muchacho, pero éste le arropó con una frazada que usualmente no se usaba. Eren frunció un poco su ceño.
—Si no te arropas bien, podrías pescar un resfriado.— Avisó neutral el Alpha al darle la espalda al menor.
Por otro lado, Eren le miraba la espalda con súplica, deseando un abrazo, pero se negó rotundamente a pedir ese gesto. De seguro el lobo se sentía incómodo, no se conocían bien, pero el pequeño doncel podía entender eso aun así le doliera.
Suspiró dolido y palpó la almohada esponjosa que Levi le había dejado, se acostó y se hizo un ovillo mientras se enrrollaba en la frazada. Aun así, el frío de la lluvia más los resonantes truenos, no ayudaban al niño para que durmiera o que siquiera dejara de temblar.
Inconscientemente, se acercó a la ancha espalda del Alpha y pegó su frente en ella, sintiendo por un momento el gran calor que emanaba del lobo. Una ligera sonrisa escapó de sus labios y así, se dispuso a dormir apegado de la espalda ajena, así Levi no se volviera a mirarle.
Pasadas las horas, el Alpha no consiguió consiliar el sueño desde que sintió al pequeño doncel contra su espalda. El niño, por otro lado, roncaba ameno con la calidez del lobo y de vez en cuando gimoteaba como si tuviese una pesadilla, pero nada que durara mucho.
Por fin, sin aguantar un segundo más de insomnio, Levi se volvió con cuidado hacia el menor y, con ceño fruncido, picó un poco una de sus mejillas. El doncel no se vio molesto con aquello, pero aprovechó para aferrarse al pecho descubierto del lycan que a penas podía dormir.
Levi le miró impaciente, le veía roncar suavemente mientras sus pequeñas manos intentaban abrazarle, pero seguía siendo pequeño para rodear al fuerte Alpha de fiera mirada. Sin embargo, el azabache atrajó un poco más al doncel, le apegó a su torso y le arropó de manera correcta. Intentó dormir, pegó su cabeza contra la almohada olvidada de Eren y rodeó con su brazo el pequeño cuerpo que buscaba calor.
Era inexplicable, pero el Alpha sintió como el sueño pronto invadió su cuerpo y se dispuso, ya calmado, a dormir.
(...)
—Diez años más tarde—
El cantar de los pájaros daba la bienvenida a la mañana como todos los días en el escondite de la manada de Levi.
El día resplandecía, la luz a penas se colaba a la habitación del Alpha de la manada para despertarle. Era usual que el líder se despertara primero que todos, era su deber, pero cada mañana tenía un impedimento que le doblegaba y del cual sus compañeros se habían acostumbrado: Eren.
—Mocoso...— Levi había despertado debido a la pequeña luz que pegó en sus ojos, y se vio abrazando al castaño contra su pecho como cada mañana mientras este se acurrucaba por la flojera.
—Cinco minutos más, Heichou.— Por algún motivo, el castaño le había empezado a llamar así. Era un usual llamado a los superiores en la aldea, pero Eren se lo decía por cariño, a pesar de que fuese regañado por el lobo gruñón.
—Soy el Alpha, tengo que hacer el desayuno para todos.— Era verdad.
—Petra cocina mejor que usted... Así que quédese aquí, conmigo— Eren realmente moría de sueño y desde hacía unos años había dejado de temerle al lobo Alpha.
—Deja de decir tonterías— el azabache no quería admitirlo—, hoy es día de caza, me tengo que ir, Eren.
Entonces el menor se levantó con cansacio, se arrodilló para terminar por sentarse con las rodillas flexionadas. En esa posición, bostezó y jurungó uno de sus ojos con el ceño fruncido, y miró a Levi con atención, notando que este gran lobo no le quitaba la mirada de encima.
Levi, con su ceño neutral, miraba atento cada movimiento del doncel. Éste llevaba un camisón, que aún le quedaba holgado sobre su delgado cuerpo, el cual estaba un poco abierto en el pecho, dejando mucho a la vista. Eren no había reparado en ese detalle mientras Levi, quien desvió la mirada, deseaba probar aquella piel morena clara en cuanto el menor cumpliese su mayoría de edad.
—Vete entonces... Déjame sólo otra vez— el reproche de Eren, ese inusual comportamiento, apareció ante la mirada fría del lobo. El chico terminó volviendo su cuerpo para darle la espalda al Alpha—. Siempre tienes una excusa para dejarme sólo.
Y era de algún modo verdad. Desde que Eren cumplió sus quince años, el Alpha y bestia de Levi querían dominarle, querían tenerlo bajo su poder, tener algo con el lindo chico de ojos verdes, pero Levi siempre había pensado en Eren como un niño, un niño puro e inocente al que no quería lastimar.
Pero eso no evitaba que tuviese al doncel mimado, que le prestara mayor atención que al resto de sus compañeros, que siempre estuviese allí para cuidarle y regañarlo. Y Eren, ya con 17 años, sabía que esa atención no era algo fraternal o carnal, eso era amor y sabía que su corazón estaba destinado a estar junto al de Levi.
—No hagas berrinches— exigió el Alpha, pero vio como Eren bajó la mirada mientras jugaba con sus manos. Terminó por chasquear la lengua y el doncel le miró sobre el hombro.
El Alpha pudo apreciar así las mejillas pintadas del menor y su ceño fruncido. Casi llegando a impacientarse, el azabache se sentó en la cama y la frazada se deslizó por su torso hasta caer en su regazo, miró con brevedad la entrada a su habitación y pronto olfateó la delicia que Petra posiblemente estaba cocinando.
—Acércate— exigió el lobo mientras señalaba su lado.
Eren dudó por un momento, pero terminó obedeciendo al Alpha y se sentó a su lado, aún con sus brazos cruzados y en espera de algún regaño o excusa.
—Nadie más te puede ver con esa ropa aparte de mí— Levi agarró la frazada y la acomodó sobre los hombros de Eren hasta haberle tapado el pecho—. No son excusas, tengo trabajo por ser el líder de la manada, no puedo dejar mis responsabilidades— la suave mano del lobo acarició la mejilla del doncel y éste se sonrojó—, y cada mañana te lo digo, así que no quiero más berrinches, ¿entendido?
Eren intentó fruncir su ceño, pero se sintió tranquilo ante el tacto de Levi en su rostro y allí, mientras aprovechaba la caricia ajena, vio como las orejas lobunas del Alpha se movían de un lado a otro, mostrando curiosidad.
Era un instinto para el doncel querer tocar las suaves orejas y nunca se nagaba a hacerlo, así que se acomodó de rodillas para tocar de cerca las sensibles orejas del lobo. Levi, por su parte, quedó a centímetros del pecho del castaño, el aroma que el menor tenía era un mezcla deliciosa para el agudo olfato lobuno, y era una droga para el Alpha.
El menor ignoró ese hecho y siguió acariciando las pelucdas orejas hasta que escucho un ligero gruñir por parte de Levi, y terminó por apartarse de él como si nada hubiese pasado, mostrando una angelical mirada de ojos verdes.
—¡Muchachos, a comer!— Petra, desde el área de desayunos del escondite, llamó a toda la manada.
El Alpha terminó por ponerse en pie, se estiró un poco e hizo tronar su cuello. Buscó rápidamente entre la poca ropa que tenía y encontró una camisa blanca tejida, similar a un abrigo sin botones, para que Eren se la colocara.
El doncel miró la prenda y sonrió. Se quitó con rapidez el camison frente a Levi, el lobo se quiso relamer los labios, pero la piel morena fue tapada por el gran abrigo. Eren se vio feliz y Levi enternecido, a pesar de que no cambió su semblante en ningún momento.
(...)
Llegada la hora de almuerzo, Levi dejó en su habitación a Eren hasta verle dormido. Aprovechó el hecho de que el doncel estaba en un profundo sueño para salir de los muros de su guarida, preparado para cazar a alguna bestia para el almuerzo y para descargar el estrés.
Desde hacía dos años, el Alpha se había visto tentado por el doncel. Su sensible olfato era fácilmente embriagado por la fragancia natural del doncel, una fragancia que permacía en su ropa y cama, en todo su ser y que agradecía que nadie más prestara atención al aroma del castaño.
Levi nunca había prestado atención a algo más que no fuese su puesto en la manada, ser el líder y ganar batallas, pero no podía explicar por qué por cada latido de su lobuno corazón, Eren se presentaba en su mente.
—Sigue siendo un niño— se recordó a sí mismo mientras caminaba con la frente en alto en medio de las raíces y frondosos árboles. Para el astuo lobo, el niño que tenía en su guarida seguía siendo eso, un niño inocente al que protegía de todo aquello que quisiese lastimarle.
Era algo íntimo, pero Levi se había prometido a si mismo y a su Alpha el cuidar al doncel por sobre su vida, y hasta ahora era el mejor trabajo que había tenido. Nunca había experimentado tantas emociones juntas hasta que Eren llegó, y le hizo sentir cosquillas, esas cosquillas que debilitaban a los Alphas y eran las causas de sus problemas, esas cosquillas mágicas que desaparecían todo el estrés de su cuerpo, esas cosquillas que calmaban su bestia interna y acariciaban con cariño al lobo gruñón que se escondía adentro.
En medio de esos molestos pensamientos, de sentirse dominado, Levi finalmente llegó a su lugar de cacería, ese lúgubre lugar donde podía liberar su bestia y matar cualquier animal que quisiese tocarle. Pronto sus ojos se iluminaron en un hermoso dorado, casi oro, y se acomodó la capa de piel de venado que llevaba colgada en la espalda, sólo para ocultar su olor y lograr su cometido: cazar el almuerzo.
(...)
Tras una larga siesta de Eren, el doncel se levantó al sentirse acalorado en aquella pequeña cueva.
Salió de la habitación con cansancio, esperando ver a Levi por algún lado, pero recordó que era día en el que el Alpha cazaría la comida y se dispuso a caminar por el pequeño espacio rodeado de murallas de piedra.
—¡Eren!— Saludó Petra al salir de su habitación. Al parecer, había olfateado al doncel y éste, con una sonrisa en labios, le devolvió el saludo— ¿Me harías un favor? Estamos esperando al líder, pero mientras quisiera hacer un pastel de frutos rojos— la chica lycan se vio alegre y su cola se movió de lado a lado—, ¿Podrías ir en busca de la fruta en lo que busco el resto de ingredientes?
Era cierto que era una manada salvaje, y Eren pensaba de niño que eran seres que vivían de la carroña y carne cruda, pero se equivocó por completo.
No había pasado mucho de su llegada a la manada cuando Marco tuvo que ir por algo de comer. Eren se asustó en aquel entonces, no quería comer carne cruda, pero descubrió que de entre todas las habitaciones, existía una que era especialmente para cocinar. Desde eso, supo que los lycans no eran tan salvajes como esperaba.
—¡Claro!— Asintió alegre el castaño—, vuelvo en un rato entonces, no creo que Levi llegue tan rápido.— Terminó por carcajearse para contagiar a Petra con su sonrisa.
A paso acelerado volvió a la habitación y buscó alguna prenda para salir al bosque. El guardaropas del Alpha no era tan extenso, pero Eren tuvo que ingeniarse una forma para vestirse cada que fuese a salir de las murallas, incluso para estar dentro de ellas.
Casi dándose por vencido, una tela diferente se presentó ante sus narices entre la montaña de ropa que acababa de desordenar. Agarró con ilusión la prenda, era una capa de un hermoso color marrón rojizo que se asemejaba al color de los troncos, lo cual le servía de camuflaje en el inmenso bosque.
Con un pantalón holgado y un camisón, se enrrollo la capa al cuello y salió de la habitación para agarrar una canasta que Petra había dejado a un lado para él.
—Por cierto, Eren— la chica corrió antes de que el castaño dejara la guarida—: Marco ha de estar por los alrededores, cualquier cosa le dices que te acompañe.
Eren asintió por cortesía y terminó de salir de la hermosa guarida. Estando afuera, se encaminó a su sendero de frutos rojos donde un sin fin de arbustos llenos de frambuesas le esperaban, donde la fresas le tentaban y las mariposas le hacían compañía.
El camino era sencillo para el doncel, fácil de llegar al gran prado de frutos, pero por alguna razón había terminado adentrándose más de lo común en el frondoso bosque. Entonces se detuvo con el ceño fruncido, miró a sus espaldas e intentó volver sobre sus pasos, queriendo recordar un sendero en un lugar donde todos los caminos eran similares.
El castaño terminó por bufar y bajó la mirada a su canasta vacía, estaba feliz de comer algo dulce después de hacía unas semanas, pero se deshizo de la idea por verse perdido en medio de grandes árboles gruesos.
Continuó sus pasos con su ceño fruncido, sin pizca alguna de temor e intentado ver si sus pisadas habían quedado marcadas en el suelo, pero todo había sido en vano.
Sin embargo, se vio curioso al ver unas singulares marcas en el suelo, en el lodo, y pensó al instante que quizá esa fuese su salvación para salir del bosque, así que se dispuso a seguir aquellas raras marcas.
Aquellas huellas eran interminables y Eren pronto empezó a cansarse de tanto caminar, o por lo menos era lo que sentía puesto que aún no almorzaba. Sus piernas temblaron para pedirle que descansara y rio bajo antes de recostarse contra un árbol, sin sentarse siquiera, ya dispuesto a seguir caminando.
Aun así, su sonrisa se borró al escuchar un crujido que provino de una acumulación de raíces y árboles frondosos, allí donde continuaba el rastro deconocido. Por un instante pensó en que un animal pequeño se escondía allí, y decidió ignorar el hecho de sentirse fríamente vigilado.
Pero el crujir se hizo más fuerte y el doncel terminó por apartarse del tronco con suficiente fuerza. Dio un par de pasos hacia atrás, intentando mantener la calma, y fue cuando presenció la aparición de una pequeña bola de pelos blanca, una criatura pequeña que mostró unos fríos ojos negros y miró a Eren, erizándole la piel.
Esa criatura se fue acercando lentamente al doncel mientras éste retrocedía, y la pequeña criatura empezó a crecer y a cambiar de forma ante la atenta mirada verde del castaño.
Eren sólo podía retroceder con cuidado, lentitud, sin hacer mucho ruido, o sería su fin ante la bestia que estaba frente a sus ojos y que le miraba con claro apetito. Aquella pequeña cosa había crecido lo suficiente como para sobrepasar al doncel y ahora le miraba como si fuese su presa, cosa que a Eren le aceleraba el corazón al verse desprotegido.
La bestia finalmente abrió la boca para rugir frente a Eren. El castaño de inmediato dio un par de rápidos pasos hacia atrás y cayó al chocar con una roca, cosa que lo dejo contra un árbol con pleno shock en su mirada. Sabía que era su fin, y aun así las lágrimas tardaban en salir de sus grandes ojos.
Unos filosos dientes se mostraron frente al indefenso doncel, unos dientes con rastros de sangre y huesos en ellos. La bestia estaba por devorar al castaño, y éste no podía parpadear al ver casi su fin en aquel bosque sin nadie que pudiese ayudarle.
Sin embargo, una figura oscura apareció de la nada y golpeó a la bestia con un par de cuchillas, y la sangre de la criatura salpicó al doncel que quería volver en sí para gritar.
—¡Eren!— Escuchó su nombre, y logró parpadear para ver a su amado salvador— ¡Cierra los ojos, mocoso!
—Le...Levi...— A duras penas logró formular aquel nombre. El lobo, su querido lobo, tenía esa mirada oro que raras veces veía, esa que le hacía parecer un gran Alpha al que nadie podía vencer.
Y un grito grutural se escucho por parte del fuerte lobo, había sido repentinamente herido por la bestia y ahora estaban a mano. Eren tembló al escucharle y ver sangre brotar de su pecho, se asustó por completo y quiso ayudar.
—¡Que cierres los ojos, Eren!— Levi le miró con máxima preocupación— Es una orden.
Y Eren, entre el pánico y los nervios, colocó sus manos sobre su rostro para tapar sus ojos. Escondió la cabeza entre sus piernas e intentó recordar alguna de las canciones que Petra le cantaba cuando era pequeño, algo bueno que le hubiese pasado para recobrar la alegría que había sido opacada por el temor. Detestaba el no tener un arma, mínimo una navaja, pero tampoco sabría cómo vencer a una bestia de tal magnitud como aquella.
Los sonidos eran inentendibles para el castaño, pero daban miedo. Podía escuchar el roce de las cuchillas, los gritos de la bestia, los claros rugidos de un Alpha declarando la batalla ganada. Pero aun así, no quiso abrir sus ojos.
Levi, por otro lado, recobró su postura al ver a la bestia vencida bajo sus pies y, sin una pizca de remordimiento, le quitó la cabeza. Quitó con repulsión la sangre que había salpicado su mejilla y gruñó bajo al sentir la aún herida punzante en su pecho, pero nada le afectó lo suficiente hasta que se volvió a mirar al doncel.
Desde su distancia, podía escuchar como el castaño siseaba una dulce melodía mientras se aferraba a sus piernas y frunció más su ceño al ver un par de gotas de sangre deslizarse por sus tobillos, sangre de la criatura que lo quiso devorar.
Con cautela se acercó al menor mientras se quitaba la capucha de piel de venado, sin quitarse la capa por completo. Se arrodilló frente al castaño y acarició la melena cubierta por la capucha que llevaba del abrigo cobre, pero no fue capaz de decir palabra alguna y se sentía culpable por ello.
—¿Puedo abrir los ojos?— Un ligero murmullo salió de Eren, un murmullo inocente y asustado en lo que sentía la presencia cálida del Alpha frente a su cuerpo.
—Aún no— avisó el azabache. Su mirada estaba puesta en la sangre que había manchado la visible vestimenta del doncel y luego miró su pecho, notando con mayor alivio como la herida dejaba de sangrar para regenerarse—. Te voy a cargar, pero no abras los ojos, ¿entendido?
Eren asintió. Con lentitud bajó sus manos, mostrando sus ojos cerrados y las mejillas coloradas con ligeros rastros húmedos. Estiró sus brazos un poco, temblando, y Levi se aproximó a rodearle la cintura para que el menor le rodeara con sus piernas.
El castaño sintió las manos ajenas y rápidamente se aferró al cuello del lobo, sintiendo la capa que éste llevaba y clavando su rostro en el espacio entre el hombro y el cuello del Alpha, ese espacio donde el aroma a Levi calmaba su temor desde pequeño.
Levi sintió como el menor enterraba su rostro en su hombro y como sus piernas estaban bien aferradas alrededor de su cintura. Con una mano sostuvo el cuerpo del doncel y con la otra, evitando mucho movimiento, agarró la cola de la bestia para arrastrarlo de regreso a casa.
—¿Cómo llegaste hasta esta parte del bosque?— Exigió saber el mayor con clara molestia en su ceño. No esperaba que Eren se interpusiera en sus planes de cacería.
—Vine a buscar frutillas pero me desvié..., intenté volver, pero no funcionó como esperaba.— Respondió el chico sin prestar atención a la molestia del Alpha, simplemente quería volver a casa a salvo.
Levi se limitó a bufar y siguió caminando, sintiendo en su cuello el cálido respirar del doncel de castaños cabellos.
Pronto se vio frente a la cueva oscura, la entrada a la madriguera, y preparó su peor mirada para los presentes, pues quería estar sólo tras ser manchado con la sucia sangre de una bestia.
Su presencia se hizo notar, Petra y los demás le vieron con alegría pero, al ver a Eren en brazos del Alpha, una corriente fría recorrió el cuerpo de cada lobo. Temieron al ver la mirada áspera del Alpha, sus ojos mantenían el color oro que lo caracterizaba como dominante, y terminaron por recibir la presa para empezar a cocinar sin interrumpir a su líder.
Al entrar a la habitación. Levi se dio cuenta de que Eren mantenía una respiración lenta y tranquila, su corazón latía calmado, lo que quería decir que se estaba quedando dormido en sus brazos. El Alpha a penas echó una ojeada al castaño, pero no podría permitirle dormir, no sin antes haberse dado un buen baño para quitar el olor a muerte que ambos llevaban.
—Mocoso, despierta— el azabache dio aquella órden mientras acariciaba la melena castaña del chico. Pronto se deshizo de la capa que llevaba atada al cuello y empezó a desabotonarle la camisa—. Tenemos que tomar un baño, sino no dormirás.
—Ya... ¿Ya puedo abrir los ojos?— La cansada voz del menor fue suficiente para que Levi se calmara, para que no perdiera la paciencia.
—Sí— Contestó con neutralidad.
Eren se tapó la boca al bostezar y lentamente abrió sus ojos, queriendo alejar todo el cansancio que había nacido en su cuerpo. Miró por un momento a Levi, le vio neutral, y luego se fijó en que se encaminaba a la parte del baño de la habitación, esa pequeña cueva donde les esperaba una especie de lago pequeño con cascada, uno perfecto para bañarse juntos.
Sin embargo, Eren volvió su mirada al lobo que le cargaba con tanta facilidad, le detalló, y fue cuando recordó que el Alpha debía de estar herido. Con cuidado se alejó del hombro ajeno y el mayor tuvo que agarrar con fuerza cada muslo del castaño para que no cayera. El doncel centró su mirada en el pecho desnudo del lobo, palpó con suavidad, y pronto su vista llegó a una gran herida que estaba sanándose.
Miró con el ceño fruncido a Levi, éste no reparó en él, e hizo el gesto de querer bajarse de los brazos del Alpha, cosa que éste no permitió.
—¿Por qué me cargaste si estabas herido? Me pudiste haber dicho que caminara de tu mano. Te pudiste haber lastimado con tanto peso...
—No pesas mucho. Estoy bien, el que me preocupa eres tú—esta vez el azabache miró al menor que mantenía su ceño fruncido, pero con un suave color rosa adornando sus mejillas.
(...)
Habían pasado algunos meses después del acontecimiento con la cacería. Eren no había cambiado su actitud, no había razón para ello, pero notaba que su querido lycan cada vez era más distante a su persona, exceptuando las noches en las que le abrazaba por simple instinto.
En su estadía en la guarida, la manada del Alpha le habían enseñado un sin fin de cosas que ocurrían en el cuerpo. Hanji le explicó que los lobos cada tres meses tenían una etapa de celo, una etapa fértil. Le explicó el proceso para ser un Alpha, que es un título que se le da a un líder y que éste gana por medio de una batalla con el Alpha anterior, o que se otorga de acuerdo a la desendencia del Alpha.
Esa y más información era la que Eren entendía, pero nunca le contaron la verdad de lo que era un Doncel. El castaño seguía pensando que ser un doncel era ser una persona tierna, adorable, pero siempre que veía su reflejo en el lago, veía a un chico con caracerísticas normales, y eso le hacía dudar.
Ninguno en la manada había tenido la valentía de contarle algo tan complejo, era información que ellos no debían decir aún, y Eren lo sospechaba aunque no quisiera.
Se acercaba la primavera, se acercaba su cumpleaños, y el castaño se sentía ansioso por cumplir su mayoría de edad. Faltaban días para que el niño dejara de serlo y finalmente se convirtiera en un hombre, o eso era lo que pensaba Eren al estar cerca de sus 18 años.
—Me iré por una semana.— Esa simple frase había roto por completo las esperanzas de Eren, las palabras de Levi mientras arreglaba unas cuantas prendas de vestir para la semana.
El muchacho de mirada verde bajó sus brazos al escuchar eso. Levi hablaba con Hanji de ello, y él había llegado en un mal momento para escucharlo. Con pesar tragó saliva, sintió el viento pegar contra su espalda y dio la vuelta dispuesto a volver a la pradera para jugar con los conejillos que allí habitaban.
Levi olfateó la brisa y el olor de Eren llegó a sus fosas nasales. Miró de reojo la entrada a la habitación y vio como Eren se alejaba de ella, dándole la espalda con la mirada baja. Bufó irritado al saber que tendría que irse en una fecha importante para el menor.
—¿Cuándo se lo dirás?— Hanji, en pocas ocasiones, se veía seria—. Levi, has estado muy distante con Eren últimamente, ¿crees que no le afecta? Ya no es un niño, puedes explicarle todo y él entenderá.
—Lo sé— el Alpha dejó de hacer lo que hacía—, pero no quiero adelantarme. Él podría odiarme.
—Han pasado ya once años, Levi. Él duerme contigo, come contigo, es el que más te soporta y el que no te tiene miedo, ¿crees que te odiaría?— Hanji tenía una buena teoría—. Creo que él siente más por ti de lo que imaginas— y la castaña terminó por ponerse en pie.
—¿De qué hablas?— Levi sintió como la curiosidad le picaba.
—Voy a ver cómo está el pequeño— se refería a Eren. La loba ignoró por completo a su líder y siguió su camino, pero no era nada que Levi considerara importante.
El lobo continuó arreglando sus cosas, en la tarde tendría que irse de la guarida a pasar su celo en la aldea de Alphas, y no podía toparse con Eren o podría atacarle.
Así Levi se fue, con el doncel en sus pensamientos y la capa de venado sobre su espalda. Sabía que el menor estaría triste en su ausencia, posiblemente no celebraría su cumpleaños, y aunque quisiera volver, pensar en que Eren podría odiarle era suficiente razón para alejarse por un tiempo.
(...)
Toda la manada preparaba alguna sorpresa para el doncel, para animarle en su día especial. Era el día antes de su cumpleaños y Eren parecía no importarle para nada, eso todos lo notaban con clara preocupación.
Era de mañana y el frío del recién acabado invierno azotaba contra el cuerpo del doncel. Quería dormir, todo el día si era posible, pero la sábana ya no era suficiente para darle calidez, no la calidez que el Alpha le daba cada que quería dormir.
Con el ceño fruncido, salió de la habitación para desayunar. Intentó sonreír lo mejor que pudo a su familia lobuna y se sentó en la gran mesa de piedra a comer lo que Hanji había cocinado, porque era turno de la loba de castaña melena.
Tras una amena charla, Eren salió a recolectar algunas frutas para la merienda, esta vez con Marco vigilándole desde lejos para que no se perdiera. El menor metía en su cesta manzanas y fresas, algunas uvas silvestres y acariciaba alguna que otra criatura que venía a saludarle.
En medio de su recolecta, Eren tuvo una ingeniosa idea. Una idea peligrosa que posiblemente traería a Levi de regreso a casa.
Volvió corriendo a la guarida y se dirigió cauteloso a la habitación de Hanji, que era uno de sus lugares de estudio. Allí, revisó los pocos libros que la castaña tenía y encontró lo que tanto buscaba: un mapa del bosque.
Sonrió tal cual niño con dulces al meter el libro en un pequeño bolso que había tejido y, con su querida capa marrón rojizo, salió de la guarida sin ser visto por el resto de la manada que de seguro hacía cosas más importantes que vigilarle.
Afuera, se sintió extrañado de que Marco no estuviese cerca, esperó que el pecoso estuviese bien y tras ponerse la capucha sobre la cabeza, empezó su recorrido a la Aldea de Alphas, donde los lobos se reunían en su época de celo donde no había nadie que pudiese tentarles, porque entre Alphas eso no se veía.
Según el libro, el recorrido duraría algunas horas a pie, y Eren no era tan ágil para montar alguna bestia que le llevará hasta la entrada de la aldea con tal rapidez, así que se preparó para caminar junto a toda la energía que tenía por encontrar a Levi y llevarle de regreso a casa.
—Horas después—
El estómago del doncel rugió por hambre, el prado de frutilla había quedado atrás hacía mucho rato y su ceño fruncido podía espantar a cualquiera que le mirara. Sus pies dolían horriblemente pero se negó a detenerse por miedo a encontrarse nuevamente con alguna bestia que quisiera comerle.
Pronto pensó en detenerse a mirar hacia atrás, devolverse tal vez, pero se negó por segunda vez a rendirse y siguió caminando con el libro en manos, siguiendo el mapa al pie de la letra y esperando ver algo que indicara una aldea.
Sus ojos pesaron por un instante, ahora el sueño le atacaba, era claro que no servía para largas caminatas sin descanso. Eren estaba por recostarse contra un árbol a descansar por el intenso dolor de sus pies, pero fue allí, al fijar la mirada a lo lejos, que vio una gran marco de madera con antorchas a sus lados.
Los verdes orbes del menor se cristalizaron y una inmensa sonrisa adornó su rostro. La energía volvió a su cuerpo por la emoción y corrió alegre hacia el alto marco de gruesos troncos, y el olor a pan inhundó sus fosas nasales.
Sin embargo, al estar dentro de aquella aldea, se sintió en extremo una persona pequeña. Su cuerpo pequeño y delgado no era nada en comparación con los altos lycans que caminaban dominantes por la aldea, esos de torso desnudo y bien trabajado, algunos de largas cabelleras oscuras, algunos de cabellos dorados, todos líderes con su instinto de bestia a flor de piel.
Su mirada a penas se veía a través de sus cabellos, e intentaba caminar en silencio para no llamar la atención, pero su estómago empezó a doler debido al hambre que tenía. Un mojín se estableció en sus labios, pero siguió caminando hasta ver alguna señal de Levi.
—Disculpe...— se atrevió a preguntar a uno de los Alphas que estaba solo. El hombre volvió su mirada al pequeño doncel, tenía una mirada azul eléctrico en un semblante neutral, y miró con intriga al pequeño niño que había llegado a la aldea.
—¿Qué hace alguien como tu en un lugar tan peligroso?— El hombre sonó serio, sin afánes de acercarse al castaño, y cruzó sus brazos.
—Vine a buscar a alguien— Eren respondió aún queriendo esconderse— ¿Sabe dónde se encuentra el Alpha Levi Ackerman?
Y el Alpha alzó una de sus cejas, el nombre de Levi era muy conocido entre ellos, ¿qué querría un niño con el gran Alpha?
—Debe estar encerrado en alguna de las cabañas del final. Podrás ver una fogata fuera de su cabaña, no son comunes aquí, así que no creo que te pierdas.— El Alpha catire desvió la mirada, Eren le había mirado fijamente y debía admitir que el chico era lindo—. Trata de no preguntar mucho, o llamarás la atención de los Alphas jóvenes. Ellos no pueden controlarse muy bien, así que ve con cuidado.
El doncel sonrió agradecido tras asentir con la cabeza. Bajó la cabeza y se adentró a la aldea después de despedirse, se fijó en cada cabaña, algunas más grandes que otras, pero ninguna con una fogata afuera.
Eren iba distraído viendo cada choza, que sin querer chocó con alguien. Su cabeza quedó al descubierto y se quejó en silencio por el golpe en su nariz contra una espalda ancha.
Un chico se volvió a mirarle con ansiedad, el joven tenía unos claros ojos carmesí y melena larga, y miró al doncel como si de un caramelo se tratase. Una pequeña disculpa salió de labios del castaño, pero al momento querer irse, el chico desconocido agarró su brazo con inhumana fuerza.
—¡Oye! ¡Déjame!— Eren intentó forcejear, pero su brazo dolió al querer halarlo.
El Alpha joven no respondió ante la oposición del menor, simplemente le atrajó a su cuerpo y olfateó su cuello con gran ansiedad. Eren tembló e intentó empujar al chico que se acercó más de lo debido a su cuerpo; intentó pisarle, pero no funcionó; intentó golpearle, pero tampoco sirvió de mucho.
---Continuará---
He vuelto /w\ Lo hice demasiado largo, espero que no les moleste owo
Quiero que sepan que les pido una inmensa disculpa por estar inactiva por tres semanas, estuve de vacaciones sin internet y ahora voy a comenzar clases. Lo bueno es que la segunda parte del Shot lo tengo escrito owo Pero las haré esperar n.n para que imaginen teorías.
Galletitas, ¿qué tal sería hacer un grupo por Facebook entre las galletitas y la autora? ¿No les gusta? Bueno, sólo comentaba xD
Mil besos y gracias por leerme.
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