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LostStar -Part 2-

~~~LostStar -Part 2~~


   Aunque fuese en broma, Jeremy alzó la mirada con los ojos cristalinos e hizo nuevamente un mohín, haciendo reír al Mega.

   Al separarse, Jeremy retomó sus pasos en busca de más frutos. Unas cuantas flores renacieron en cuanto el Premade caminó cerca de ellas, otras crecían con frutos rojos, esos que el príncipe buscaba, y otras simplemente mostraban su belleza ante el príncipe de gran poder.


—Pero miren a quién tenemos aquí— esa voz era ligeramente conocida para el Premade, pero tal comentario no iba dirigido a él.


   La curiosidad de Jeremy lo encaminó hasta la perturbadora voz, y fue cuando se vio en una esquina con pocas personas que un fuerte olor a manzanilla pegó contra su nariz. Ese dulce olor provenía de otro Premade que posiblemente estaba pasando por su celo y aún no tenía un Mega que lo ayudara a enfrentar al trío de chicos mayores que ahora lo molestaban.

   El príncipe, sin pensarlo, azotó la canasta contra uno de los Ultra que molestaba al aparente chico de 17 años, dejando caer las miles de frambuesas y demás frutos rojos que tanto había tardado en recolectar. El trío de abusadores se volvieron a verle estupefactos, molestos a decir verdad, y se aproximaron a él para hacerle pagar por interrumpirlos.


—Oh Jeremy, otro de los Premade soltero de la aldea, ¿No quisieras tener un Ultra que te acompañe a casa?— El Ultra que había sido golpeado con la cesta, era el dueño de aquellas morbosas palabras, tratando a Jeremy como si se tratara de un cualquiera.

—Más te vale tenerme respeto, bueno para nada. No tienen derecho de aprovecharse del celo de un Premade.— Jeremy se sentía raramente molesto, obstinado, con cierta impotencia. Recordaba perfectamente cuando se perdió en el bosque por culpa del miedo que Abdul le provocó, era la peor sensación de todas.


   El trío de Ultras intentó arrinconar al castaño en cuanto escucharon sus presumidas palabras. Uno de ellos abrió su boca con claro gesto burlón y lascivo hacia el menor, pero repentinamente se quedaron en silencio y en sus miradas allegó el miedo, algo que los paralizó por completo.

   Jeremy se sintió por un instante una persona a la cual temer, pero supuso que eso era algo imposible, reconocía que era extremadamente tierno para su edad. Por ello, se volvió lentamente y pudo apreciar las plantas carnívoras que habían nacido a su alrededor junto a un lindo chico hechicero que conocía a la perfección, del cual brotaba una intensa nube morada, como si se tratara de un demonio.

   Leonard, sin decir palabra alguna, provocó tanto temor en los abusadores que hallaron la forma de escapar de su mirada. Un Mega molesto era el peor de los tormentos.

   Los brabucones rápidamente fueron agarrados por algunos guardias que acompañaban a Leonard en su jornada, y fueron llevados por estos posiblemente a las mazmorras, algo que duraría unos cuantos días. Jeremy, por otro lado, notó como de a poco la mirada de su pareja se iba suavizando y como éste evitó mirarle. Se veía ciertamente avergonzado.


—Gracias— sonrió el príncipe con cariño antes de darle un pequeño beso en la mejilla a su secreta pareja.


   El hechicero asintió aún sin mirarle y Jeremy, recordando el motivo de la disputa, se acercó al joven Premade que seguía inmóvil contra la pared y que no apartaba la vista del suelo, notablemente atemorizado.


—Hey, niño— llamó suavemente Jeremy.


   El chico entonces alzó la vista, algo rápido, y abrazó al castaño como si fuese un niño que acaba de encontrar a su madre. Jeremy no dudo en corresponderle el abrazo.

—Te llevaremos al castillo; allá te atenderemos.— Informó el príncipe, recibiendo el asentimiento del desconocido.


   (...)


   Tras dejar al chico nuevo con el Rey, el atardecer alumbraba la calle con un hermoso tono naranja mezclado con rojo, y era quizá el testigo de la cita que Leonard y Jeremy estaban teniendo, algo muy romántico para el Premade.

   La cita se llevaba a cabo en una hermosa cabaña alejada de la aldea, una que se confundía entre los hermosos colores de la naturaleza y que llenaba de paz a la pareja que estaba dentro de ella.

   Leonard cocinaba una de sus especialidades mientras Jeremy, quien apenas estaba aprendiendo a cocinar, miraba atento.

   Al servir los platos, el Premade pudo apreciar el camisón que su Mega llevaba puesto, una prenda que dejaba a la vista el pecho desnudo del mayor y que hacía fantasear al príncipe.

   Luego de haber comido, y de jugar con algunos animales, la noche apareció como era de costumbre.

   Jeremy, tras una divertida tarde junto a su novio, despertaba en el pecho de este pues habían tomado una pequeña siesta. El príncipe se sentía a gusto entre los brazos del hechicero y le hacía gracia el hecho de que éste durmiera tan profundamente, notoriamente cansado.

   En aquella posición, el castaño podía imaginar las miles de cosas que podrían hacer. Los deseos de su mente, eran mera curiosidad, pues con algunos meses de emparejamiento, aún no habían hecho "eso", y Jeremy, por algún motivo, se sentía inseguro por la simple idea de que Leonard no le tocara para algo más que un abrazo o unos besos.


—¿Qué piensa el pequeño príncipe?— La repentina voz de Leonard sacó de lugar al recién nombrado. Instantáneamente sus mejillas se pintaron de rojo y escondió la mirada, apenado por el inconsciente juego que tenía con los cabellos largos de su LostStar.


   El menor no respondió a la pregunta de su pareja y eso despertó la curiosidad del mayor, pues su Premade era de hablar mucho, más de lo debido. Entonces suavemente deslizó su mano derecha hacia la quijada del muchacho y le alzó la mirada, obligándole a mirarle fijamente, y notó un extraño brillo en los grandes ojos del castaño.


—¿Qué te preocupa, Jeremy?— Preguntó sin titubear el hechicero, viendo como lentamente la mirada de su pareja se cristalizaba. Eso le alteró.


   En rápidos pero cuidadosos movimientos, se sentó en la cómoda cama y posicionó de mejor forma al príncipe, apegándolo a su torso y abrazándolo por la cintura.


—No... No es nada...— Titubeó el Premade incapaz de alzar la mirada nuevamente, pues sus pensamientos hacían desastres con su autoestima.


   Era notable que Leonard tenía un cuerpo bien formado, tenía músculos ganados por su entrenamiento y una mirada que congelaría a cualquiera, literalmente. Era el Mega perfecto. Mientras Jeremy, quien nunca se había sentido muy bien con su físico, podía aborrecer su plano vientre y delgados brazos.


—¿Me estás diciendo que simplemente te levantaste de mal ánimo?— el suave pero sarcástico tono de Leonard, crispó la piel del menor, el cual asintió—. ¿Sabes? No te creo.

—Es la verdad...

—Entonces mírame y dime que no es nada— retó firmemente el hechicero, apretando un poco más el agarre a la cintura del Premade.


   Y Jeremy negó lentamente, haciendo bufar al Mega que tenía curiosidad por saber el problema que atormentaba a su pareja.


—Tu... Tu quisieras...—El castaño apenas era escuchado, pero Leonard empezaba a comprender lo que pasaba.


   Con una ligera sonrisa en los labios, posó su mano en la nuca del Premade y le besó apasionadamente, sintiendo como éste se aferraba a su camisa y arqueaba sutilmente su espalda contra su torso, incrementando la cercanía.

   Fue un movimiento el que bastó para dejar a Jeremy contra la cama durante el beso, un suave mordisqueo de labios para empezar a adentrar sus manos por las prendas del castaño y un ligero suspiro para empezar a marcarle la clavícula.

   Sin embargo, Leonard notó que el cuerpo de su pareja temblaba por miedo, inexperiencia, y nuevamente se acercó a los labios del muchacho, deshaciéndose de la camisa de éste sin ningún problema.


—Tu cuerpo es hermoso, el más escultural cuerpo que mis manos han tenido la dicha de tocar, el único que anda en mis fantasías y el que me vuelve loco— comentó sensualmente el hechicero, pasado cuidadosamente su mano por el rabillo del ojo de su pareja, pues Jeremy había empezado a llorar sin darse cuenta—. Ten siempre en mente que tu no sales de la mía, que la única debilidad que tengo, eres tú.


   Y nuevamente se besaron. Leonard secó las lágrimas del menor y éste, sin poder evitarlo, comentó cómo se sentía al respecto. Era verdad que tenía ganas de hacer el amor con el Mega, curiosidad, pero a la vez tenía miedo, y el mayor le entendía y esperaría a que fuese el momento indicado.

   Tras finalizar el tierno beso, Jeremy hipeó levemente y cautivó por completo al hechicero, enterneciéndolo de inmediato. Leonard rió por la adorable expresión que Jeremy le dedicaba, esa de un niño que quería atención, y no se negaría a dársela.

   Era media noche quizá, y la pareja se dedicaba a darse mimos y besos, Leonard no paraba de decir frases bonitas para Jeremy y éste le agradecía con un sin fin de besos.


   (...)

   El verano se acercaba cuando Jeremy volvía del jardín de infantes, dichoso por las flores y dulces que le habían regalado, cuando una escena muy irritante se presentó en el castillo.

   Él no lo sabía, pero unas chicas de un reino vecino habían llegado de visita al alegre pueblo en busca de posibles pretendientes. Y ese trío de jovencitas, no dejaban de atosigar al Jefe de la guardia real, aparentemente intrigadas por el trabajo del mayor.

   Sin embargo, el Premade podía ver con claridad como las chicas coqueteaban estúpidamente con su pareja, meneando sus caderas y largos cabellos, riendo por cualquier comentario por parte del hechicero, mientras éste, inexpresivo, prestaba mayor atención a los que se acercaban al castillo, posiblemente buscándole.

   Y fue mientras Jeremy veía atento a su novio, cuando vio como una de las jovencitas se guindaba de su brazo, apretándose contra él y susurrándole al oído algo obviamente obsceno y de mal gusto. Eso fue suficiente para que el Premade entrara en acción. A rápidos pasos se acercó al grupo de chicas y lanzó las flores que tenía a mano contra la chica pegajosa que se le insinuaba a su pareja.

   La chica se volvió inmediatamente hacía él, molesta y colérica por su cabello lleno de hojas, y le gritó un par de insultos que empeoraron el humor del menor.


—Niño, ¿quién te crees como para hacer eso? Mugrienta sanguijuela.— La chica no pudo evitar molestarse.


   Jeremy frunció más su ceño y apartó a la chica de un manotazo de su pareja. Leonard estuvo por responder a la ofensa de la chica, sacarla del castillo tal vez, pero Jeremy se adelantó a plantar un tierno beso en sus labios, algo que no pudo negar y que inmediatamente le coloró las mejillas.


—Soy el príncipe de este castillo, señora— primer insulto—, y éste que ven aquí, este guapo hechicero, es totalmente de mi propiedad. Mío, y no lo pueden tocar, ni mirarlo, nada.


   Tanto Leonard como las chicas estaban estupefactos, impresionados por aquella declaración, y fue cuando Jeremy cayó en cuenta de lo que había hecho. Su rostro rápidamente se pinto de carmín y no pudo hacer más que morderse la lengua, desviando levemente la mirada por vergüenza.

   Nuevamente la chica que había sido atacada por la flores, se atrevió a abrir su boca para insultar al príncipe por su atrevimiento, pero la mirada que el hechicero le había dedicado había sido suficiente para evitar que hablara.

   Leonard tomó por la cintura al príncipe, abrazándolo contra su torso, y pegó su bastón contra el suelo en llamado a algún otro guardia del castillo.


—Dígame— llegó rápidamente un joven ayudante del castillo.

—Joans, lleve a estas chicas a sus respectivas cabañas en la aldea, por favor.— Exigió Leonard, viendo después como su compañero asentía.


   Las jovencitas no dudaron en seguir al ayudante real, la principal de ellas se sentía indignada, pero no era nada que de verdad le importase a alguno de su alrededor.

   Al verlas lejos, Leonard se fijó en lo apenado que se veía su pareja, lo afligido que estaba y posiblemente molesto. Supuso que en cualquier momento saldría corriendo, por ello le agarró de la cintura. Pronto, el guardia se encaminó hacia la alcoba del príncipe, notoriamente serio y manteniendo al menor a su lado.

   Hasta que por fin entraron a la habitación, Leonard cerró la puerta a sus espaldas mientras veía como Jeremy evitaba mirarle. Fue en ese instante que el Premade estuvo a punto de disculparse por lo atrevido que había sido, por dejar en claro su relación, pero lo que no esperaba, era que el Mega se quitara la chaqueta y le tomara posesivamente por las caderas. El castaño no pudo evitar el suspiro que salió de sus labios antes de ser ferozmente besado por el hechicero, un beso apasionado y tierno que era imposible negar.

   Rápidamente, el Mega logró deshacerse de la camisa del menor y torpemente se dirigió a la cama del éste, encerrando al príncipe entre su pecho y las almohadas, aún sin apartarse del beso que los estaba dejando sin aliento.

   Por algún motivo, Jeremy igualmente tuvo la necesidad de quitarle la camisa a su pareja, y se lo hizo saber al desabotonar con torpeza uno de los botones de la camisa de éste. Esa fue suficiente señal para el guardia y, poniéndose de rodillas, velozmente se quitó la camisa que llevaba, dejando a la vista su cuerpo de ensueños.

   Sin dejar respirar al Premade, volvió a besarle y morderle los labios, saboreando sus jadeos y apreciando las caricias que el menor le daba a su torso desnudo.


—Jeremy, tenemos que...— el Rey, quien había entrado a la alcoba sin tocar la puerta, miró como su hermanito y el Jefe de sus guardias, se comían a besos en una posición demasiado comprometedora.


   Sin terminar su oración, salió de la habitación ciertamente avergonzado y acalorado.

   Jeremy y Leonard, en cuanto escucharon la puerta abriéndose, se detuvieron. Tras ver al Rey cerrar la puerta, la pareja se miró mutuamente. Jeremy acarició suavemente la mejilla del hechicero mientras reía a carcajadas, pues el rostro del mayor estaba ligeramente sonrojado, y éste, tras dejar escapar una suave risilla, se abrazó al torso desnudo del Premade que le correspondió el abrazo.


   (...)

   Frente al trono real, Jeremy y Leonard mantenían sus miradas al piso a causa del regaño del Rey.


—Se me hizo llegar que tuvieron una discusión con las doncellas extranjeras— comentó ciertamente molesto el Rey—, y me parece de muy mal gusto que nuestro príncipe— acentuó su voz en la última palabra—, haya quedado al descubierto de una forma tan inmadura— sermoneaba el Rey mientras caminaba de un lado a otro.

—¡Ella se estaba...!

—No te pedí que hablaras— regañó a su hermano—. Entiendo que esas chicas sean irritantes, pero no debiste caer de esa forma, Jeremy Rosua Acciari Simolette. Eres el príncipe de este castillo, pronto será tuyo. Debes aprender a comportarte ante personas como ellas.


   Jeremy asintió con pena, odiaba que le llamaran por su nombre completo.


—Y usted joven Ferrec.— El Rey miró con severidad al guardia, quien alzó sin inexpresión su hermosa mirada zafiro— Usted ha sido entrenado bajo el mando del mejor de los sargentos para evitar este tipo de tentaciones. Mi hermano, reconozco, es de los más atractivos del reino— Leonard apenas sonrió en cuanto notó como el susodicho se sonrojaba—, pero sé que usted ha de tener la voluntad para evitarlo.


   El Rey, sin embargo, se detuvo en seco.


—Aunque...— dudó—, si usted fue tan bien entrenado, y mi hermano hizo un berrinche en frente de todos, cosa que no es normal en él...— El Rey iba uniendo los puntos mentalmente—, quiere decir que...


   Y terminó por mirar a su hermanito, notando como este desviaba la mirada con las mejillas coloradas.


—Ustedes son LostStars.— Concluyó finalmente el Rey.


   Un breve silencio se apoderó de la habitación, pues el Rey no terminaba de asimilar que su pequeño hermano por fin había encontrado a su destinado. Fue entonces que se acercó al castaño, aparentemente serio, y le abrazó sorpresivamente.


—¡Por fin mi pequeño tiene a alguien que lo aguante!— Comentó con suma alegría el hermano mayor, agitando al castaño de un lado a otro animadamente.


   Leonard evitó reír, pues su pareja ahora parecía una hermosa frambuesa.


—Sabía que tanto odio significaba algo.— Siguió cómico el mayor— Estoy tan feliz por ustedes— estaba por concluir tras apretar la mejillas del príncipe, que quería que la tierra se lo tragase—. Sin embargo...


   El Rey se apartó de su hermano.


—¿Por qué no me lo comentaste?— Cuestionó—. ¿Sabes? Yo te hubiera dado consejos, quizá algunos datos sobre...

—¡Cállate!— Demandó ya hartado el castaño, rojo de la vergüenza—. Que-Quería hacer las cosas por mi mismo, enamorarme sin tener que seguir consejos o ser abochornado por tus comentarios.


   La impresión en el rostro del Rey, así como en el rostro de Leonard, era algo alucinante. No era de esperarse que el Premade soltara tal comentario, uno que demostraba que no era tan infantil como todos pensaban. Sin embargo, el Rey no le tomó importancia al simple berrinche que su hermano daba.


—Están castigados por hacer tal show en medio del castillo— dictó repentinamente el Rey, volviendo a su ceño inexpresivo—. No se verán por unos días, lo lamento.


   La pareja miró con la misma impresión al Rey, pues no esperaban ser castigados. Entonces Leonard luchó por volver a su ceño neutral y, antes de que Jeremy protestara, agarró su mano disimuladamente.


—Como usted desee, Rey— aceptó con seriedad el guardia mientras se inclinaba, pues no tenía algo más que decir.


   Jeremy, fúrico, se inclinó brevemente hasta que su hermano les pidió que desalojaran la habitación.

   Estando a las afueras, lo suficientemente lejos de la sala principal, Leonard abrió un pasadizo secreto en una de las paredes y se adentró allí con su Premade, dejándolo completamente sin palabras.


—Me encanta que seas tan explosivo— comentó el hechicero.

—Pero, por ello no nos volveremos a ver...— Jeremy se había tomado aquel veredicto como algo realmente serio y doloroso.

—Hey...— Leonard le alzó la mirada suavemente—, dime, ¿Quienes han tenido una relación por meses a escondidas de todos?

—Nosotros...

—¿Habrá algún problema esta vez?— el hechicero se acercó un poco más al rostro del castaño, capturando su tierna mirada.

—No— rio dulcemente el menor y completó el beso, sellando una nueva aventura.


   (...)


   El invierno nuevamente se acercaba cuando el Rey permitió que su hermano menor y el guardia se viesen, sin saber que estos cada día se veían a escondidas para hacer cosas tan simples como besarse o reírse mutuamente.

   Nuevamente la temporada de celo llegaba a la aldea, y Jeremy temía por aquello, pero a la vez le emocionaba profundamente.

   Era uno de esos días en los que las lluvias provocaban que los senderos quedaran desolados, que los niños faltaran a las guarderías y que los monstruos quisieran acercarse a la cálida aldea, donde los guardias les esperaban para atacar y terminar por alejarlos.

   Se aproximaba una lluvia cuando Leonard, tomando el turno de la mañana, fue golpeado por el atrayente aroma a vainilla que sólo y únicamente expulsaba el Premade que tenía como pareja. Sus nervios volvían a crisparse, su mal humor aumentaba en cuanto sentía que Jeremy le necesitaba, sus ojos cambiaron de color.

   El celo del Premade había llegado antes de tiempo.


—Guardia Ferrec, el Rey le requiere en sus aposentos.— Un ayudante del susodicho había llegado con su comunicado. Justo a tiempo.


   Sin dudar, el hechicero se encaminó rápidamente a la alcoba real y tocó la puerta para avisar su llegada, recibiendo el permiso del Rey tras unos segundos.


   —Dígame, Rey.— Leonard entró inexpresivo a la alcoba, posicionando sus manos en la espalda. La escena que estaba presenciando, no era usual.


   El Rey, quien estaba recién bañado y vestido, acariciaba la cabeza del joven que dormía en su cama profundamente, un chico conocido ante los ojos del hechicero pero nadie que fuese de importancia para él en ese momento.


—Leonard, sé que has de estar ocupado, pero necesito que hoy Jeremy se quede contigo.— Informó el mayor— En un par de horas tendré que salir de la aldea y necesito que mi hermano quede en buenas manos.

—Como usted ordene, su majestad.— Aceptó de inmediato el hechicero.

—Perfecto. Ya puedes retirarte.


   Fue breve, la mejor orden que el Rey haya dado en todo su tiempo, o esa era la exageración que sentía el guardia tras salir de la habitación.


   Como si su vida dependiese de ello, el hechicero dirigió su rápido caminar hacia la alcoba de su Premade y tocó la puerta, sin recibir respuesta por ello. Sin importarle, entró silenciosamente a la habitación y no pudo enternecerse más con la escena que presenciaba.

   Jeremy estaba profundamente dormido, un poco desarropado, pero aferrado a la chaqueta que hacía un tiempo le había regalado. El menor dormía cómodamente a pesar de que la chaqueta tuviese algunos cierres o adornos metálicos, él se veía feliz mientras la chaqueta estuviese allí.


—Niño...— llamó dulcemente el Mega a su pareja, acercándose a la cama para acariciarle la mejilla izquierda.


   Tras sentir el frío de la mano amorosa en su piel, Jeremy abrió los ojos confuso, un poco molesto por haber sido despertado, y miró a quien le llamaba con cariño, dedicándole una sonrisa al dueño de la hermosa voz tras reconocerle.


—¿Qué pasa, Leo?— Cuestionó el Premade, jurungando mientras uno de sus ojos. No sabía que tenía las mejillas coloradas.


   Esa simple pregunta no tenía respuesta, pues ni Leonard sabía explicar lo que sucedía o lo que sentía. Por ello, con un inocente acercamiento, se apoderó de los expertos labios del castaño que no se negó a corresponder el gesto.

   Durante el suave beso, Leonard aprovechó para levantar al Premade que seguía entre las sábanas y éste, con las piernas vueltas gelatina, se aferró a la camisa del hechicero, sabiendo que éste no le dejaría caer.


—Salgamos de aquí.


   Y tras ese murmuro en medio de un beso, Leonard agitó lentamente una de sus manos para desaparecer de la alcoba del príncipe. En breves momentos, cuando Jeremy volvió a abrir sus ojos tras el embriagador beso, se vio en medio de la casa de Leonard, esa hermosa cabaña apartada de la aldea.


—¿Sabes que tu celo se adelantó?— Preguntó en un susurro el mayor, manteniendo la corta distancia entre su cuerpo y el del menor.

—No siento nada fuera de lo común— devolvió el murmuro Jeremy—, debe ser porque estoy contigo.


   Y sonrió tiernamente. Leonard, con esa simple sonrisa, sentía que perdería el control. Con mayor posesividad, atrajo las caderas del Premade a las suyas mientras éste enredaba sus dedos en el cabello del mayor, disfrutando del beso húmedo y apasionado que su Mega le daba.

   Sin embargo, el hechicero podía notar que el cuerpo de su Premade seguía levemente tenso por estar, literalmente, recién levantado.


—Pequeño— llamó suavemente el mayor tras finalizar el beso—, perdona por levantarte tan temprano.

—No importa— replicó el Premade antes de abrazar al contrario—. Vamos a darnos un baño, ¿te gustaría?


   El hechicero sonrió enternecido y asintió, no sonaba mal. Así que, en rápidos movimientos, cargó en sus brazos al Premade antes de encaminarse dichoso al baño.

   Mientras se desnudaban, la gran tina se empezó a llenar y las velas aromáticas fueron prendidas tras un chasquido de dedos por parte del hechicero.


—Parece que tenías todo planeado, pervertido— rio el adormilado príncipe mientras se deshacía de sus prendas, sintiendo el repentino frío que escaló sus huesos.


   Leonard decidió callar ante dicho comentario mientras se desvestía igualmente, pues era verdad, él tenía todo preparado.


   (...)


   El Mega evitaba reírse de sus propios pensamientos lujuriosos ante lo que había sucedido.

   Entre sus brazos, en medio de agua tibia, Jeremy se había acurrucado en su pecho y, sin haberlo esperado, se había quedado profundamente dormido.

   El hechicero supuso que seguir en el agua iba a ser un problema, el menor podría pescar un resfriado. Por ello, cuidadosamente, salió de la tina junto a su pareja en brazos, enternecido por el muchacho que dormía a gusto con su aroma.

   Luego de secarlo un poco y ponerle una de sus camisas, le acomodó en la cama entre las sábanas. Ahora que lo recordaba, Jeremy había tenido que acostarse tarde por querer cuidar a unos niños de la aldea y había vuelto al castillo muy tarde.

   El Mega terminó por darle un beso en la frente al menor y salió de la habitación con una toalla alrededor de la cintura, dirigiéndose a la cocina para hacer el desayuno que posiblemente les daría energía.

   Sin embargo, cuando el hechicero picaba algunas verduras, el aroma a vainilla le golpeó nuevamente. Por el rabillo del ojo, vio como Jeremy se recostaba al marco de la puerta de la habitación mientras se frotaba un ojo, pero no sólo eso llamaba la atención del Mega, sino lo adorable que se veía el menor con su camisa puesta.


—Perdona— murmuró el Premade a pasos del mayor, sonrojándose por verle en toalla y con el cabello aún húmedo.

—No debí despertarte tan temprano, fue mi culpa— sonrió levemente el hechicero, evitando voltearse por completo. Leonard sabía que perdería el control con tan sólo ver de frente al príncipe.


   Y fue cuando sintió como el menor se abrazaba a su espalda, dejándole inmóvil y con la mente casi en blanco.


—Te agradezco que me hayas dejado dormir— murmuró leve el príncipe.


"No tiene nada debajo de esa camisa", pensó inmediatamente el Mega, soltando tranquilamente el cuchillo que tenía en su mano.


—¿Cómo te puedo agradecer, Leo?

   El hechicero, con esa inocente pregunta, terminó por volverse al menor y cargarlo de las piernas sorpresivamente, pegándolo directamente al mesón que había detrás de éste. Podía sentir la aún húmeda piel de su Premade bajo aquella camisa, podía saborear el sabor de esa piel y sus pensamientos deseosos volvieron a abarcar su mente.


—Hay unas mil formas para que me agradezcas— susurró sensualmente el mayor mientras apegaba sus caderas a las del menor.


   Jeremy se sonrojó inmediatamente, entendía a lo que el Mega se refería y no podía negar que sentía un gran cosquilleo en su vientre, todo provocado por el hechicero que cada vez perdía el control, y todo gracias a que su celo se había adelantado.

   Entonces, en cuanto el Premade rodeó las caderas del mayor con sus piernas y se sostuvo de sus hombros, el hechicero se encaminó a la habitación nuevamente, sintiendo como la toalla que estaba alrededor de sus caderas, caía al suelo gracias al príncipe que se había deshecho de ella.

   Pronto los besos comenzaron en cuanto Jeremy sintió que caía sobre la cama, con un apetitoso Mega encima de su cuerpo.

   Las manos de Leonard se movían lentamente por su cuerpo húmedo, se adentraban en la estorbosa camisa y acariciaban zonas que nunca habían sido tocadas, esas zonas que hacían temblar al Premade. La poca racionalidad que tenía el Mega, la concentraba en los gestos que el menor hacía concuerdo a sus caricias.

   El menor no podía creer que el Mega fuese tan bueno con el movimiento de sus manos, que con sólo ellas le hiciera delirar, jadear su nombre. No podía explicar exactamente eso que Leonard le hacía sentir, eso que le hacía pensar. Sus sentidos de a poco se iban nublando.


—Ah... Le-Leo...— Jeremy no podía mantener su voz callada tras sentir la lengua de su pareja en su pecho, posiblemente marcándolo. El Mega simplemente disfrutaba de la dulce voz del menor, esa que decía su nombre y le hacía perder el control—. Si... Si sigues lamiendo allí...


   Sin embargo, el mayor no prestaba total atención a lo que su pareja pronunciaba. Por ahora, el hechicero se dedicaba a lamer y succionar los pequeños pezones del castaño, jurungarlos hasta verlos por completo erectos y rosados. Estaba seguro que esos pequeños golpeteos que escuchaba, era el descontrolado corazón del Premade que de seguro moría de nervios en aquella posición.

   Rápidamente, el par de botones llegaron a estar como Leonard quiso y con una sonrisilla juguetona, siguió descendiendo sus besos hasta el vientre del menor, besando allí mientras miraba fijamente a los ojos que ahora le detallaban, esos grandes ojos miel que el castaño tenía sólo para él, esos ojos brillantes e inocentes que el caprichoso Premade poseía. El hechicero siguió bajando sus posesivos labios, esta vez llegando al erecto miembro de su príncipe.


—Leonard... N-No te atrevas...— La temblorosa voz de Jeremy era melodía para el Mega. Eso había sonado como un reto.


   El hechicero, sin tomar en cuenta las palabras del menor, adentró el miembro de éste a su boca, escuchando los suspiros que el menor soltaba por su culpa. Pronto empezó a hacer movimientos con su boca, succionando el sexo contrario y acariciando con su lengua la longitud de éste, sintiendo momento después como el Premade arqueaba la espalda. Estaba por venirse.


—Oh pequeño, no lo creo— rio juguetón el mayor tras agarrar el miembro del menor con su mano, tapando la punta con su dedo pulgar instantáneamente.

—Le-Leonard... Por favor...— Gimoteaba el príncipe con sus manos aferradas a las sábanas.

—Si te vienes muy rápido, podrías perderte de la diversión.


   Y tras su comentario, el Mega se puso en rodillas, dándole al Premade una vista entera de su cuerpo y sexo. Por otro lado, el mayor mantenía el bombeó de la hombría del príncipe, haciéndole gemir y jadear sola y únicamente su nombre, cosa que hacía crecer al gran miembro del Mega.

   Jeremy no podía entender porque aquella sensación se sentía tan bien, ser torturado de esa forma le gustaba. Su mirada, sin embargo, viajaba entre el rostro de su pareja y su hombría, esa que pedía atención y que entraría en su interior.


—Ne-Necesito que... ah... me abraces... Tonto— jadeó.


   Leonard no se pudo negar ante la dulce mirada que su pareja le dedicaba, pero eso no significaba que dejaría de bombear tortuosamente el miembro de éste. A centímetros de su rostro, el hechicero sentía los gemidos y jadeos de Jeremy pegar contra sus labios, con la mirada fija en sus ojos y con la más hermosa expresión que sus ojos hubiesen visto nunca en la vida, Jeremy lentamente dejaba que algunas lágrimas escaparan de sus ojos.

   El Premade, a pesar de no tener la mínima experiencia en ese ámbito, supuso que sería buena idea el rodear el cuello de Leonard con sus brazos. Fue entones que el mayor bajó una de sus manos a los glúteos del castaño y acercó su mano a su entrada, adentrando uno de sus dedos al estrecho y caliente lugar.

   Como el mito de los Premades decía, la entrada de éstos se auto-lubricaba en época de celo, sobretodo cuando ésta iniciaba pues preparaba el cuerpo del chico para tener relaciones. Sin embargo, cuando el Premade no tenía pareja, tendía a sufrir por el ardor que dicho lubricante causaba tras un par de días.

   El mayor sonrió en cuanto pudo adentrar dos más de sus dedos al interior del Premade, sintiendo como la entrada se expandía a su alrededor y empapaba sus dedos, escuchando atentamente como el castaño gimoteaba su nombre contra sus labios, viendo como su saliva caía de los costados de sus labios sensualmente. Eso le hizo sonreír de repente.


—Sé gentil, Leonard— murmuró dulcemente Jeremy, logrando articular tales palabras con mucho esfuerzo. Para el hechicero, era algo inolvidable el ver al caprichoso príncipe, el niño alegre, ahora bajo su cuerpo y aparentando total inocencia, volviéndole loco.


   El mayor sonrió leve ante la petición del Premade y juntó sus labios, embriagándose nuevamente con el delicioso sabor del menor, memorizando cada rincón de su boca con su lengua y sacándole gemidos involuntarios, todos para él.


—Relájate. Te dolerá un poco.— Avisó el Mega tras abandonar el miembro del castaño, provocándole un leve temblor en el cuerpo.


   Jeremy asintió ligeramente nervioso, asustado. Entonces, mientras suspiraba contra el hombro de Leonard, éste acercó su mano a su propio miembro para adentrar la punta de su hombría en Jeremy, algo sutil y con cuidado, algo que no le lastimara tanto.

   Pronto el Premade se sintió incómodo con la intromisión de su pareja. Un sin fin de jadeos y suspiros salieron de sus labios sin poder evitarlo, y Leonard rápidamente le abrazó con fuerza embistiéndolo de una sola estocada, escuchando como el menor gemía su nombre a duras penas y sintiendo como le aruñaba la espalda.

   El interior de Jeremy, a pesar de estar lubricado, seguía siendo virgen y estrecho, una experiencia inexplicable para el hechicero.


—A-Ah...— jadeó el Premade, tratando de regular su respiración—, có-cómo... ¿Cómo "eso" entró allí?— a penas logró formular el Premade, esta vez con su mirada puesta en su vientre aún plano.

—Estoy hecho para ti— fue la respuesta más linda que Jeremy hubiese esperado de Leonard, una respuesta que inconscientemente había provocado que sus lágrimas nuevamente se desbordaran y le abrazara con mayor fuerza.


   El hechicero, viendo como su pareja empezaba a sollozar, sonrió dulcemente ante el niño que estaba por volver suyo. Fue entonces que el Mega, durante un tierno beso y danzar de lenguas, empezó a mover sus caderas al sentir como Jeremy igual movía las suyas.


—Sien-Siento... que encajas en mi interior— suspiró el castaño. Y era verdad, se sentía raramente completo en ese momento y aquel significado sólo significaba que su mente quedaba de a poco en blanco, pues para el hechicero, era algo demasiado seductor por parte del menor el hecho de que expresara así sus sentimientos.

—Deja de ser tan tierno— Leonard no podía evitar acelerar el vaivén de sus caderas.

—Per-Perdona... ah...— Gimoteaba—, no-no era mi intención— Jeremy no podía evitar decir cada palabra que cruzara por su mente—. N-No... ah... pensé que... ngh... fuese tierno.

—Con eso sólo provocas que pierda el control— rio entre suspiros leves el mayor, acelerando en cada palabra su movimiento.


   Jeremy entonces sonrió entre jadeos y acercó al Mega a sus labios, besándolo lo mejor que podía. Leonard disfrutaba de tal gesto, disfrutaba los pequeños labios de su Premade y de la ternura y cariño que le ofrecían, le volvían loco esos labios carnosos y rosados, esos que le dedicaban burlas o sonrisas.

   Leonard, sin embargo, se dedicaba igualmente a memorizar cada espacio del cuerpo del castaño. Con suavidad, le contorneaba la cintura, le acariciaba la espalda, le apretaba los glúteos hasta llegar a los muslos, le encantaba el cuerpo del Premade. En medio de sus caricias, entreabrió los ojos en busca de la mirada del menor, y la encontró: Jeremy, con sus uñas aferrándose a su espalda, le miraba atentamente con los ojos cristalizados, presumiendo las hermosas pestañas que tenía.

   Fue entonces que el Mega tomó los muslos del castaño y las alzó sobre sus hombros mientras le embestía, con ello profundizaba las estocadas y Jeremy lo sintió inmediatamente.

   En cuanto las estocadas aceleraban, Leonard buscaba ese punto especial del que tanto se hablaba, ese en donde el Premade posiblemente empezaría a delirar. Siguió en su profundo movimiento, sin dejar de saborear los labios del menor, cuando éste cortó abruptamente el beso con un agudo gemido, sin tiempo de avisar que se vendría.


—¿Qué...?— Jeremy se veía levemente asustado, quizá preocupado. Esa fuerte corriente que había recorrido su cuerpo antes de correrse había sido sumamente placentera para su inexperto cuerpo— ¿Qué fue eso?

—Oh pues...— Leonard si sintió pícaro—, mi tercer lugar favorito de tu cuerpo.


   Jeremy no entendió, y mucho menos lo hizo cuando Leonard sacó su hombría de su interior. Tras unos leves suspiros y jadeos, y una mirada confusa por parte del Premade, el hechicero entró nuevamente en su interior de una sola estocada y golpeó en ese preciso punto dentro del castaño, dirigiendo el resto de estocadas a ese mismo punto.

   Con fuerza el menor cerró sus ojos al sentir como todo su interior se derretía en placer. Sus gemidos eran imparables, incontrolables, y cada embestida sólo provocaba que el menor terminara por perder el dominio de sus músculos.

   Pronto sus brazos perdieron total fuerza, terminando por caer sobre la cama y sus pulmones se dedicaron a expulsar el aire contenido en cada jadeo, cada gemido, luchando por tomar un poco de aire para seguir consciente.

   El Premade apretaba las sábanas con las fuerzas que le quedaban, y era totalmente admirado por el Mega que era incapaz de apartar la mirada o detener su vaivén.


—¡Le-Leonard...!— este llamado, dulce y jadeante, fue inusual y provocó que el nombrado se acercase—. Pro... ahs... Prométeme que seré el único... ah, ngh....— pidió con inseguridad el menor.


   Leonard no entendía la repentina inseguridad que acechaba al Premade, odiaba esa inseguridad que el caprichoso y alegre muchacho tenía, odiaba que esos pensamientos le molestaran en un momento tan importante como aquel.


—Soy tuyo, ¿recuerdas?— dijo con seriedad el Mega tras pegar su frente con la de su pareja—. No hay nadie que se compare contigo, y si llega a haber, podría ser nuestro hijo o hija. Entiende que te amo a pesar de todo, Jeremy.


   Y el susodicho asintió al borde de las lágrimas. Fue entonces que el mayor sintió como una fría corriente de aire recorrió su espalda y aceleró sus caderas.


—Y-Yo... Leo...ngh, ah... Y-Yo— Trataba de avisar el menor, sin saber que estaba haciendo el gesto más adorable y erótico que el hechicero hubiese visto antes.

—Yo también.— Gruñó el susodicho, sintiendo como su rostro se calentaba.

—T-Te amo, tonto— jadeó con una sonrisa el castaño.

—Te amo, niño— rio seductor el Mega.


   Y tras esas palabras, la última estocada de Leonard fue el límite para ambos. El hechicero se corrió por completo dentro del Premade y éste, mordiéndole el hombro y haciendo gruñir al mayor por ello, se corrió por segunda vez.

   Leonard perdió por un instante sus fuerzas, casi cayendo sobre Jeremy, pero logró sostenerse sobre sus antebrazos, regulando lentamente su respiración. En cuanto abrió sus ojos, notó que el menor estaba igual o más agitado que él, y tapaba su rostro con sus manos, dejando a la vista sus sonrojadas orejas.


—Niño, hey— llamó jadeante, cansado, Leonard al Premade que tapaba su rostro avergonzado—. ¿Estás bien?


   Jeremy asintió repetidas veces, notablemente feliz, y bajó una de sus manos mientras la otra seguía tapando sus ojos. Suavemente, posicionó su mano en su vientre, el cual estaba ligeramente abultado por estar lleno de la semilla ajena, y con ese gesto, enterneció al Mega que por los momentos estaba preocupado.

   Entonces Leonard, con una sonrisa en sus labios, besó dulcemente los labios del menor mientras apartaba la mano que aún le tapaba los ojos, sacando al mismo tiempo su miembro del interior ajeno. Durante el besó, notó como su pequeño príncipe lloraba libremente sin tener el valor de encararlo.

   Tras finalizar la muestra de afecto entre labios, el Mega notó el sueño que lentamente se apoderaba de la mirada del castaño que por fin abría los ojos, esa linda mirada brillante que estaba centrada en su vientre, pero rápidamente volvió a los orbes azules del hechicero que no perdían detalle de sus gestos.


—N-No me mires— el menor, en un veloz momento, se volteó por completo, dejando su rostro escondido entre las almohadas.


   El Mega se mantuvo en silencio ante la ternura del caprichoso príncipe y, sabiendo que pronto se quedaría dormido, se acercó a su nuca y depositó allí un suave beso, y tras él, un mordisco que hizo suspirar al menor.


—Tam-Tampoco me muerdas— regañó el castaño, aún entre las almohadas.


   Leonard rió leve, encariñado, y dirigió su mirada a las cortinas abiertas de la habitación que dejaban paso a la luz del día; rápidamente las cerró con un movimiento de manos. Mientras se acomodaba a un lado del Premade, el mayor aprovechó para cubrir al castaño con la sábana al igual que a sí mismo, acunando entre sus brazos al príncipe apenado.


—Entonces... ¿Qué puedo hacer por ti?


   Jeremy miró a su pareja, sonrojado, y se aferró a su pecho. No quería admitir que el sueño le estaba invadiendo, que posiblemente le ganaría.


—Déjame dormir... Y no dejes de abrazarme— refunfuñó tiernamente el menor al intentar esconder sus mejillas coloradas.

—Como tu desees— Accedió tranquilo el Mega antes de darle un beso al menor, un dulce beso en la frente que terminó por transmitirle cansancio gracias al hechizo que el mayor había pensado.


   Leonard admiró como su hechizo hacía efecto en el Premade, como le hacía cerrar los ojos y acurrucarse tal cual niño con frío. El mayor agradecía que el día estuviese fresco, con frío, pues así podría dormir a gusto con su pareja. Entonces algo llamó su atención, al levantar la mirada, se vio impresionado por el sin fin de flores blancas que cubrían su techo con espectaculares brillos amarillos y asimiló, con una sonrisa, que eran los poderes de Jeremy que habían reaccionado a sus emociones.


   (...)


   Cuando el castaño abrió nuevamente sus ojos, se sintió enormemente feliz por estar al lado del hechicero y por estar abrazado a éste, quién dormía profundamente con ceño tranquilo.

   Jeremy sonrió, sentía sus mejillas coloradas y no quería moverse de su posición, asimilaba que si hacía algún movimiento, su cuerpo dolería terriblemente. Inconscientemente, y evitando hablar, el menor se dedicó a peinar el sedoso cabello de su pareja, de admirar el largo de este y memorizar el atractivo del mayor.

   Sin embargo, lo que Jeremy no sabía, era que Leonard estaba despierto desde hacía unos minutos y sólo esperaba a que él despertara, para hacerse el dormido y saber cuál sería su reacción.


—Me gusta que me acaricies el cabello— comentó sensual el hechicero, sorprendiendo al menor, quien dejó de hacer lo que hacía inmediatamente—. Pequeño, no has comido nada desde esta mañana.


   El Premade sonrió avergonzado y alzó la mirada, casi rozando los labios contrarios.


—¿Qué hora es?— preguntó tranquilamente, sintiendo más frío en sus hombros ahora descubiertos.

—No sé... Pero ya es de noche.— El mayor podía notar la oscuridad a través de la ventana de la habitación.


   Jeremy apenas sonó su garganta mientras sonaba uno de sus ojos, sintiendo entonces como su pareja le despeinaba el cabello, esa era una señal de que se levantaría.


—No te vayas— el Premade se abrazó al Mega.

—Bueno, no me voy— se rindió fácilmente el mayor.

—Te tengo que preguntar algo...

—Dime— Leonard no imaginaba de qué trataba tal pregunta.

—Mientras tu... ya sabes...— el menor parecía nervioso y Leonard asintió rápidamente—, dijiste que allí adentro, era tu tercer lugar favorito de mi cuerpo...


   El Mega recordó su frase con una sonrisa.


—¿Cuáles son los otros dos lugares que te gustan de mi cuerpo?— Y las mejillas del castaño se pintaron mucho más, hasta parecer una fresa, y desvió su mirada, en espera de respuesta.


   Leonard entonces sonrió coqueto y se posicionó nuevamente encima del menor, capturando su total atención.


—El primer lugar es este— El hechicero robó libremente los labios ajenos en un placentero beso, algo apasionado y tierno—. Tus labios, ellos me hacen delirar cada vez que los veo, gracias a ellos puedo escucharte y verte sonreír.


   Jeremy tragó saliva ante esa hermosa declaración.


—El segundo lugar es este— esta vez, el mayor se adentró en las cobijas hasta tener su rostro frente al vientre del Premade, viendo allí la marca que había hecho—. Tu vientre, donde una pequeña criatura podrá crecer hasta el momento en que tenga que salir a conocernos y me diga papá y a ti papi.


   Jeremy sonrió con lágrimas en los ojos, era demasiado tierno lo que estaba escuchando.


—Y la tercera...— el Mega volvió a acercarse a los labios del menor—, ese lugar ya lo sabes— terminó por reír levemente.


   Y Jeremy no pudo aguantar su llanto, sollozando como un niño mientras abrazaba fuertemente a su pareja. Por otro lado, Leonard le abrazó igualmente con fuerza, mimándolo y calmándole para que dejara de llorar, sin borrar esa sonrisilla escondida en sus labios ante lo que había logrado con su declaración.

   Pronto los besos llegaron, el Premade llenó de besos el rostro de su pareja y no dejó de abrazarlo por el resto de la noche, ni siquiera cuando el mayor se dirigió a la cocina para preparar algo que comer y mucho menos cuando volvieron a la cama.


   (...)


—Meses Después—


   Cuando el Rey se enteró que iba a ser tío, la alegría le embargaba profundamente. No podía hacer más que abrazar al Premade que tenía como hermano y ayudarle en lo que más pudiese, aunque de la mayoría de la cosas se encargaba era Leonard, el sobreprotector Mega que no podía dejar sólo al castaño príncipe.


—Es peligroso que andes por ahí sin un abrigo, pequeño— Leonard, apurado, se quitaba la chaqueta para cubrir el cuerpo de su pareja.


   La temporada de lluvias aún seguía en la ciudad y hacía de los días más fríos, y esos días era los que Jeremy usaba para salir a caminar, a pesar de que fuese peligroso para su débil cuerpo.


—No te tienes que preocupar, tonto— rio leve el menor con las mejillas coloradas, realmente si tenía frío—. ¿Me acompañas por algunos frutos? Por favor— Y es que ver a Jeremy con las mejillas rosadas, con su chaqueta cubriendo su cuerpo y con el vientre abultado, se había vuelto la mayor debilidad del Mega, el Jefe de los guardias reales y el mejor de los hechiceros.

—Claro que te voy a acompañar— no dudó el mayor—, cualquier idiota se podría aprovechar de una persona tan dulce como tú; andando.


   Jeremy rio ante ese comentario y fue suavemente tomado de la mano por Leonard, quien caminaba a su lado con un semblante frío, tratando con su magia de transmitirle a su pareja algo de calidez en aquel ambiente.


—¿Qué nombre te gustaría ponerle?— La ilusión y duda en la mirada que Jeremy le dedicaba, era algo que Leonard no podía ignorar.

—Si es niño... Dashiel o Adrián, hombrecitos fuertes y capaces de proteger a los demás— sonrió leve el hechicero, atrayendo al menor a su pecho—, pero si es una niña, no tengo la menor idea de qué tipo de nombre ponerle. ¿Tienes alguna idea?

—Me gustaría ponerle Rosa o Lirio.


   Leonard miró de soslayo entonces al menor que abrazaba su vientre, y por un segundo se imaginó caminando con él y un niño, o dos. Sin embargo, sabía que el cuerpo del Premade, como el de la mayoría, era muy susceptible y débil, y por ello no haría más que protegerle.


—Leonard...

—Dime.

—Te amo...— murmuró tímido el Premade, ese de alegres sonrisas.


   Y el hechicero sintió que su corazón se derretía con la hermosa vista que tenía de su pareja.


—Hey— le llamó suavemente, y el castaño alzó la mirada.


   En ese instante, el mayor pudo saborear los labios de su tierna pareja, de transmitirle calidez y cariño, seguridad. Y en cuanto finalizó el beso, admiró la mirada cristalina y las mejillas coloradas que el menor poseía.


—Te amo— respondió dulce, con esa sonrisa que usualmente le regalaba al Premade.


   Jeremy sonrió alegre, adoraba los besos sorpresas, y fue cuando se vio de pie frente a un jardín de frutos rojos, sus favoritos. Pronto las flores se multiplicaron con su presencia, y Leonard sólo podía deducir que su pareja estaba feliz, y por eso las flores eran hermosas.

   Entonces se le ocurrió algo, algo que tenía tiempo pensando.

   Tomando una bocada de aire, Leonard soltó la mano de Jeremy, asustándolo repentinamente. Cuando menos se lo esperaba, el hechicero estaba arrodillado frente a él, en medio de las bellas flores, sosteniendo una pequeña cajita de cuero blanco.

   El Premade se quedó paralizado, no podía procesar lo que estab pasando, no podía pensar algo concreto mientra veía a Leonard con las mejillas rosadas y aun así mirándole con un semblante inexpresivo, uno fácil de romper.


—En nuestro segundo año juntos, Jeremy Rosua Acciari Simolette, quiero pedirte ante los ojos de las flores, con un pequeño ser dentro de tu vientre, con la mirada del universo, que te cases con este simple Mega que hará lo posible por verte feliz, aun cuando hayan malos momentos y quieras llorar, estaré allí para decirte lo bueno que es tenerte a mi lado y lo afortunado soy por ello.


   Jeremy, con su mirada fija en los orbes azules de su pareja, acababa de procesar toda la información que había recibido. Pronto sus ojos se pintaron en lágrimas y, aunque las quiso aguantar, esas traviesas gotas de agua salada no dejaban de empapar su rostro rosado.

   Leonard sonrió, estaba nervioso, y fue cuando se fijó en que Jeremy le respondería mientras se secaba el rostro. Por un momento estuvo ansioso de oír la respuesta, y fue cuando vio que su pareja había dado un mal paso y estaba por caer de espaldas a las frías rocas.

   Sin querer, soltó el anillo de sus manos y se levantó lo más rápido posible para terminar por atrapar al Premade en sus brazos, mostrándose asustado por el casi accidente. Fue mientras preparaba un sermón mental que sintió como el menor le abrazaba del cuello mientras lloraba.


—S-Si, si quiero casarme contigo, tonto— murmuró entre sollozos el castaño. Sus brazos se aferraban al cuello del Mega con necesidad, sin poder dejar de llorar.


   Leonard, olvidando su regaño, abrazó con fuerza a su pequeño niño llorón. Con cariño, depositó un beso en los labios ajenos y dispersó las lágrimas que no dejaban de salir. Con un chasquido de dedos, atrajo la caja de cuero blanco a su mano y la abrió.

   El Premade aguantó su llanto por breves segundos, esos en los que su pareja le deslizaba el anillo al dedo. Luego siguió abrazado al mayor minetras lloraba.


—Deja de llorar, niño.— Pidió entre susurros el mayor, llenando de besos el sonrojado rostro ajeno.

—Es tu culpa— se quejó Jeremy—. Sabes que soy muy sensible.

—Soy malo, ¿verdad?—sonrió leve el contrario, viendo como su ahora prometido asentía—. Y amas a este mal chico, ¿verdad?


   Jeremy volvió a asentir.


—Algunos Años Después—


   El sol brillaba a las afueras de la gran cabaña, junto a un pequeño Premade que despertó por los destellos que por la ventana entraban, molestándole los ojos y haciéndole ver que estaba en su cama, sólo.

   Ese fue el motivo de su llanto.

   Pronto vio que alguien entró por la habitación, un niño de lindos ojos azules, ese que conocía por se su hermano mayor, y sonrió al verle, dejando escapar una risa alegre.


—¡Mami! Adrian despertó— avisó el tierno niño Mega de 6 años mientras acariciaba la cabeza de su hermano menor, calmándole por completo.


   Jeremy, dirigiendo su pasos rápidamente a la habitación donde estaban sus hijos, despeinó dulcemente al niño mayor antes de cargar al bebé que estiraba los brazos en su dirección.


—Buenos días, pequeño Adrián— saludó dulce Jeremy, besando la mejilla del susodicho.


   Entonces Leonard, quien estaba preparando el desayuno para su familia, se adentró a la habitación sorpresivamente y cargó en sus brazos al otro niño que miraba atento a su hermano menor.


—Vamos a desayunar, pequeños.— Avisó el Mega con tranquilidad.

—¿Papá cocinó?— Comentó emocionado Dashiel, el niño mayor—. ¡Viva!— Gritó alegremente mientras mecía sus brazos, siendo copiado por su hermano menor.


   En cuanto el par de niños fueron acomodados en la mesa, Jeremy estaba dispuesto a servir los platos cuando sintió como unas grandes manos se deslizaban suavemente por sus caderas hasta llegar a su vientre ligeramente abultado. Se volvió levemente y se topó con la mirada de su pareja, esa mirada azuleja que ahora le volvía loco y que merecía todos los besos del mundo.


—¿Qué tal amaneció la luz de esta casa?—Preguntó en un susurro el Mega, dejando a la vista una leve sonrisa, esas que lo caracterizaban y lo hacían ver seductor.

—Cá-Cállate... Déjame servir la comida, tonto— Jeremy, luego de meses de pelea por aquel apodo, no podía hacer nada para cambiarlo.

—Quisiera comerte a ti, sinceramente— murmuró el hechicero, escondiendo su mirada en el hombro del Premade que rio ante su comentario.

—Eso será después— terminó con una sonrisa Jeremy y, tras besar la cabeza de su pareja, sirvió los platos en la mesa.


   Por otro lado los niños esperaban dichosos la deliciosa comida que Leonard había preparado y en cuanto los platos tocaron la mesa, los menores empezaron a comer, o a hacer el intento de ello.


—Déjame ayudarte Adrián— Leonard, tras ver como su hijo manchaba su carita con la comida, se acercó para ayudarle.


   El niño, en cuanto vio a su papá, esperó a que éste le diera de comer animado. Mientras, Jeremy ayudaba a su hijo mayor a comer, aunque éste creyera que lo estaba haciendo bien, se estaba ensuciando un poco al no saber agarrar los cubiertos.


   (...)


—Ven Adrián, vamos a probar otra vez— Jeremy estaba entusiasmado por inspirar a su pequeño hijo a que caminar, y éste, con escuchar aquello, temblaba de miedo por no poder sostenerse y caer.


   Jeremy, sentado en el suelo, puso en pie al pequeño Premade que le miraba curioso y apretándole las manos.


—Mira allá— Jeremy señaló a Leonard, quien esperaba sentado a unos cuantos pasos de ellos junto a Dashiel, quien daba porras a su hermanito—. Ellos te esperan, ve con ellos— sonrió el mayor.


   Adrián miró con los ojos brillantes a su padre y hermano, y soltó lentamente las manos de su madre, dando una pequeña vuelta sobre sus pies. Al ver que se podía sostener, dio el primer paso; todo iba bien. Dio el segundo paso; eso le animó. Y al tercer paso, cuando quiso ir más rápido, se tropezó y cayó al suelo.

   El primero en correr fue Dashiel para auxiliar a su hermanito, tras él Leonard quien cargó al menor para que no llorara y luego llegó Jeremy, besando la frente del bebé que fue donde se había aporreado.


—Será para la próxima.


   (...)

   La noche se allegaba cuando, mientras Jeremy jugaba con Dashiel, Leonard se acercó a abrazar a Jeremy por la espalda, aferrándose a su cuerpo.


—¡Papá!— Gritó ciertamente molesto el menor— ¡Mamá es mío!


   Ahí comenzaban otra vez, una disputa entre Megas por un mismo Premade.


—Es mío, niñito— Leonard sabía que su hijo odiaba que le llamaran así.

—Mami, dile que tu eres mío.— Exigió el serio niño tras cruzar sus brazos.

—Jeremy, dile que tu eres sólo mío.— Susurró Leonrd al oído de su pareja, provocando en éste un escalofrío.


   Jeremy rio leve antes de ponerse en pie.


—Voy a ver cómo está Adrián; resuelvan sus diferencias.


   El Premade había dejado una batalla de miradas entre su pareja y su hijo mayor. Mientras, él estaba mimando a su pequeño bebé de 1 año antes de que se durmiera.


   (...)


   Estando en la cama, Leonard abrazaba posesivamente a su pareja por la espalda, acariciando el vientre del castaño donde había otra criatura en espera de conocer el mundo. Jeremy, queriendo dormir, era sorprendido por los besos en la nuca que el Mega le daba y los escalofríos que estos causaban a su cuerpo.


—Dashiel se parece mucho a ti— rio el Premade.

—Tiene los mismos gustos que yo— Leonard se refería a la discusión de propiedad que había tenido con el menor—, pero no se lo voy a dejar tan fácil.

—Que celoso eres— nuevamente rio leve el castaño—, sabes que sólo eres mío, tonto.— Y tras esa declaración, el menor se volvió lentamente para besar los labios de su hechicero.

—Eso me gusta escuchar— sonrió en medio del beso el mayor.


   Sin embargo, su beso se vio finalizado cuando la puerta de la habitación se abrió, dejando a la vista a Dashiel quien se veía cansado y ciertamente apenado.


—Quiero dormir con ustedes— comentó apenado el niño mayor, peinando su cabello ligeramente largo por detrás de la oreja.


   Leonard bufó en silencio y miró a Jeremy antes de darle un beso. Rápidamente se levantó de la cama y cargo a su hijo para acomodarlo en la misma, dejando al menor a su lado derecho y a su pareja al lado izquierdo.


—Gracias— el niño agradeció apenado y se acurrucó.


   Casi inmediatamente se quedó dormido.


—Que duermas bien, enano— besó el hechicero a su hijo en la cabeza— y tú— miró a Jeremy—, sueña conmigo.


   Jeremy besó los labios de su Mega y asintió, acurrucándose igual entre los brazos de éste.

   ---Fin---

¿Les cuento un secreto?

Esta parte d Shot tiene 9250 palabras, eso quiere decir que me esmeré por ustedes QwQ

En el Shot Billdip, yo también esperaba hacer un hard, pero no me salió. Por eso, desde que terminé "Luz de Salvación", estuve escribiendo este Shot tan largo, y me excedí.

Espero que les haya gustado. 

Ahora les tengo una pregunta...

¿Qué pensarían si dejo hasta aquí los One-Shots Yaoi?

Muchas gracias por leerme y ¿saben? Llegamos a los 2100 seguidores, de verdad se los agradezco.

Sé que no soy la escritora perfecta, tengo miles de errores, pero seguiré escribiendo porque realmente me hace feliz, porque siempre habrá alguien a quien le gusten mis ideas y mi forma de escribir.

Así que les quiero decir, mis Galletitas, que las amo.

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