LostStar
~~LostStar~~
¿Un simple comienzo?
Todo lo contrario.
Ellos eran contrarios, razas diferentes, personalidades opuestas, y lo único que hacían era discutir. Pero era tan frecuentes, que cuando no discutían o no se veían, pensaban en el otro, en lo que hacía, sentían celos mutuos, y no lo sabían. Ni siquiera se imaginaban en el otro como algo más que malos conocidos.
Jeremy, un muchacho respetable, se dedicaba a cuidar de los niños del pueblo cuando no era necesitado por el Rey, aprovechaba para estar lejos del castillo. Su estatus social era el de un Premade, un chico capaz de dar a luz, y poseía en su nuca un pequeño pero llamativo tatuaje o marca, algo similar a un corazón, que era característicos en los de su estatus. Jeremy era parte de la realeza, ayudante del Rey, pues le cuidaba y, por no decir demás, era su hermano menor y mejor amigo.
Por otro lado, estaba Leonard, el líder de los guardias reales y con quien Jeremy siempre discutía, un especialista en hechicería y quién sería capaz de desaparecer a Jeremy, sino supiese que el Rey le necesita normalmente. Su estatus social quizá era el más bajo, ser un Mega, pero eso no evitaba que resaltara de entre los de su clase, pues se esforzó en llegar a donde estaba y no estaba dispuesto a dejarse llevar por las palabras de los demás. ¿Por qué con Jeremy era diferente?
Quizá en aquel momento no era posible que lo supiesen, a Leonard le gustaba el Rey, eso creía, pero por algún motivo no se decidía por decírselo, y Jeremy, quién tenía miles de pretendientes a sus espaldas, se centraba en leer sus fantásticas historias, esos libros en los que se hablaba de otros mundos, otras épocas, otra vida, todo con la esperanza de conocer alguno de esos lugares.
Dentro del Clan no era importante el estatus en el que estabas, pero todos eran identificados por ello, teniendo ciertas cualidades que los caracterizaban y que no podían ser escondidas ni fingidas, teniendo marcas que se llamaban tatuajes de raza.
Los Premade, tales como Jeremy, se caracterizaban por tener habilidades relacionadas con la naturaleza, el crecimiento de las plantas, controlar el viento, comunicarse con los animales, cosa que los Mega eran incapaces de comprender, pues su principal cualidad eran las artes oscuras, los hechizos, las fusiones y encantamientos, se caracterizaban por tener premoniciones, querer crear sus propias cualidades y, entre ellas, nada se relacionaba con la naturaleza. Mientras que los Ultra, la clase media y abundante, podía llegar a desarrollar poderes mentales, llegar a controlar un cuerpo Premade, sin embargo, sin llegar a controlar sus mentes, y sin llegar a dominar a un Mega.
Era normal ver que los Premades y los Mega no estuviesen de acuerdo en algo, pero Jeremy y Leonard eran el limite. No se soportaban, la gente podía asegurar que se odiaban, y hasta ellos mismos lo pensaban.
—Eres un cabeza-hueca, ¡¿cómo te atreves a alejar a los niños de mi?!— Y esta era otra de sus discusiones, con Jeremy horriblemente molesto.
—No es bueno que hablen con alguien tan malhumorado como tú. Hay Premades más amigables.— Como siempre, Leonard trataba de mantenerse en sus cabales, mantener su magia oculta, pero el simple hecho de escuchar a Jeremy, le alteraba.
—Son mis pequeños, no voy a dejar que te les acerques.
—¿Son tus hijos?— Fue el típico golpe bajo que Leonard le daba a Jeremy.
Jeremy era uno de los pocos Premades que aún no se embarazaba, y es que para él, nadie era el indicado todavía y no estaba dispuesto a darle su virginidad a cualquiera.
—Tu menos que nadie tienes el derecho de acercárteles.— Jeremy, con sus puños forzados, no dejaba que su coraza se debilitara ante la simple pregunta de Leonard— Encárgate de hacer tu trabajo, y deja de joderme, estúpido hechicero.
Y tras aquellas palabras, Jeremy abandonó la habitación hecho una furia. Leonard, evitando destrozar su lanza, bufó ante los infantiles reproches del hermano menor de su querido Rey.
(...)
Los días de invierno se acercaban a la aldea, pronto sería difícil cosechar y los hechiceros tendrían que mejorar sus dotes medicinales para enfrentar las fiebres que atacaban a los niños. Leonard, por ser el líder de la guardia real, era el brujo más buscado y por algún raro motivo, los niños le admiraban, sobretodo los Premade en crecimiento, que eran los más susceptibles a las enfermedades. Para los hechiceros era un época de trabajo, de demostrar sus habilidades y, para varios, la época de buscar su LostStar, su pareja destinada.
Por otro lado, los Premade que aún no tenían pareja, como Jeremy, procuraban no salir de sus habitaciones; Jeremy se encerraba en su habitación gracias a los malestares que atacaban a su cuerpo virgen, los dolores de cabeza y la liberación de hormonas que no podía controlar. Sus poderes se descontrolaban. Quizá ese era el problema de no tener pareja, pues en esa época, los Premade con pareja podían controlar sus debilidades con ayuda de sus Mega o Ultra, mientras que los demás, no.
Sin embargo, por querer superar tales malestares que le afectaban desde hacía años, Jeremy ignoró las advertencias y decidió salir a tomar aire, en el peor momento de todos.
El castaño, estando lo más abrigado posible, quería disfrutar de una época tan bonita como lo era el invierno, ver la nieve, a los niños jugar y demás alegrías que ocurrían cuando él estaba encerrado.
Al salir, no había visto a Leonard por ningún lado, y se imaginaba que éste estaba por fin haciendo algo aparte de fastidiarle. Ignorando igualmente la rara sensación que nació en su pecho por no verle, siguió su camino por la aldea, sintiendo como la nieve empezaba a caer suavemente y apretando sus brazos en busca de calor.
Varios niños le saludaron de camino, muchos le ofrecieron flores por ser la época de fertilidad, y Jeremy no sabía cómo sentirse respecto a eso. Entonces fue que se encontró con Abdul, un Ultra y buen amigo de la infancia, que caminaba por el lugar junto a sus hermanos.
—Jeremy, ¿cómo te ha ido?— El Ultra se acercó, siendo seguido por sus hermanos, y Jeremy se sintió repentinamente inseguro con todos ellos a su alrededor.
—Bien...— Respondió tajante—. Tengo tiempo sin verles, asimilo que deben de estar muy bien.
—Si— respondió uno de los hermanos con cierta coquetería—, esta es la época para los solteros; tú sigues soltero, ¿no es así Jeremy?
El cuarteto de hermanos se le quedaron mirando, curiosos, como viendo una presa. El menor, apenas por unos meses, tragó saliva en seco al sentir como su alarma interna se activaba, le advertía que tenía que alejarse de esos chicos, y le dolía, pues nunca esperó tener que alejarse de Abdul, su buen amigo.
—Si, prefiero estar así por ahora— sonrió ligero, en busca de desviar la atención—, ya me tengo que ir. Espero que la pasen bien esta temporada.
—Tienes que encontrar pareja, Jeremy— comentó Abdul, dando un paso hacia él, quedando muy cerca—, hay muchos que buscan que les aceptes.— Sonrió de una forma desconocida para el castaño.
—En estos momentos no me interesa. Nos vemos muchachos.
Y el joven siguió su camino a paso rápido, evitando mirar hacia atrás. Quizá había sido una mala idea salir del castillo, no le gustaba sentirse vigilado y sabía que por lo menos tenía una decena de miradas a sus espaldas. Era mejor estar en su habitación entre las sábanas, sin ser molestado y sabiendo que Leonard estaría allí para ayudarle... ¿Leonard? ¿Por qué Leonard?
(...)
El hechicero, quien terminaba su jornada del día, asimilaba que Jeremy debía de estar en su habitación en tal época, encerrado y evitando tentar a cualquier Mega o Ultra que estuviese lo suficientemente cerca.
Leonard, aunque quisiese negarlo, siempre percibía el aroma que el Premade expulsaba, percibía cuando empeoraba y, por algún motivo, se sentía molesto cuando alguien más le miraba cuando salía de su habitación por algo de comer, pues quería ser el único en mirarle y estar allí para distraerle.
Sin embargo, ese día, Leonard se sentía vulnerable y expuesto. No podía percibir a Jeremy, sus nervios estaban de punta y tenía un mal presentimiento. Entonces notó, desde su puesto de trabajo, como una gran ventisca se acercaba a la aldea y que posiblemente sería de las más severas antes vistas, y como preludio, decidió ver si Jeremy necesitaba de algo.
Pero... no estaba.
El Premade no se encontraba en su habitación, ¡¿en qué momento había salido del castillo?! Los nervios de Leonard empeoraron, sus ojos cambiaron de color, de un atrayente azul cambiaron a un morado intenso y misterioso, eso no era una buena señal.
Rápidamente el hechicero salió de los aposentos ajenos, su semblante neutral advertía a los demás que no se le acercasen, caminaba directo al cuarto principal en busca del Rey.
—Mi Señor— Leonard entró en la habitación tocando la puerta unos segundos antes—. Jeremy no se encuentra en su habitación.
El Rey, un muchacho un año mayor a Jeremy, se volvió a su guardia, impresionado por las palabras de éste, igualmente por el color que poseían sus ojos. Se encontraba recién bañado, y Leonard, a pesar de creer estar enamorado de él, no le tomó importancia y, sinceramente, no sintió nada al verle así.
—Puedes ir en su búsqueda. Tráelo a salvo, por favor.
El hechicero recapituló lo ocurrido, no entendía, pero no se molestó en entender lo que pasaba. Asintió con la misma neutralidad de su voz y abandonó la habitación con educación, dirigiéndose a paso acelerado hacia la salida del castillo, topándose con la nieve que de a poco pintaba la tierra de color blanco.
Leonard, frunciendo su ceño al ver las calles vacías, emprendió su camino en busca del caprichoso muchacho castaño que había decidido escapar por un día.
Los aromas en el aire estaban mezclados, podía percibir algunas infusiones hechas por los Megas mayores, los estofados de las madres para sus hijos, y entre el resto de olores, el característico aroma a vainilla que Jeremy expulsaba.
Sonrió malicioso al encontrar el rastro de Jeremy, estaba preparado para burlarse de él, de reclamarle, pero su sonrisa fue disminuyendo cuando el rastro lo encaminó hacia el bosque, el gran bosque de donde provenían grandes animales hambrientos.
Aceleró su paso, pronto se vio rodeado de árboles y oscuridad. Pronunció unas raras palabras y luego de ello, una luz blanca nació de la palma de su mano, estaba preparado para defenderse de cualquier cosa que quisiera interrumpir su búsqueda. Fue después de unos minutos caminando que sintió la presencia de una gran bestia, supuso que había sido atraída por el aroma de Jeremy, y fue cuando lo encontró.
El muchacho de cabellos castaños estaba sentado tras un árbol con las piernas escondidas, algunas flores le rodeaban y creaban una especie de defensa para su cuerpo, pero eso no le quitaría el frío. Algo dentro de Leonard se retorció, su rabia disminuyó y se sintió tranquilo al ver al muchacho, algo que nunca en su existencia hubiese podido pasar.
—Jeremy...— Le susurró cuidadoso el hechicero, agachándose a su altura y viéndole mejor.
El menor tenía las mejillas rojas, se veía asustado y tembló en cuanto escuchó la voz del contrario, abrió sus ojos brillantes y sintió como si necesitase un abrazo, algo que no pediría.
Leonard vio las intenciones de Jeremy de hablar, quizá para empezar otra discusión, y por ello le tapó rápidamente la boca con su mano y tras hacer un dibujo en la nieve, el Mega creó una pequeña capsula que los cubría a los dos. El Premade, casi inconsciente, vio entonces una gran bestia de grandes colmillos que se acercaba al lugar, buscando al dueño de la dulce fragancia y emitiendo un sonido perturbador para cualquiera que le escuchase.
Jeremy vio aquella bestia y el terror invadió su cuerpo, inconscientemente se aferró a las ropas de Leonard y escondió su rostro, esperando a que la criatura nunca antes vista se alejara. Entonces su cuerpo empezó a sentirse raro, su temperatura subía y no podía negar que el hechicero olía demasiado bien, que le otorgaba la calma que necesitaba.
El mayor, mordiendo su labio inferior, evitó mirar a su alteza, si le tocaba podría perder el control y ahora caía en cuenta de ello, ahora que lo tenía acurrucado en su pecho.
—Mantén la calma— pidió silencioso Leonard, como un suspiro, demasiado cerca del oído del contrario.
Para Jeremy, la situación no podía empeorar,
¿Por qué no tenía el deseo de alejarse del Mega como lo tenía con las demás personas que se le acercaban?
¿Por qué tenía que ser tan reconfortante sentirle cerca?
¿Por qué tenía que ser Leonard la persona que calmara su malestar?
Pronto, la bestia desapareció. Leonard, manteniendo el escudo a su alrededor, respiró profundo y se quitó la chaqueta que llevaba, fue rápido y envolvió al menor en ella para después cargarle en brazos; tenían que salir del bosque antes de que algo más se sintiese atraído por el Premade.
(...)
Al día siguiente, Jeremy despertó alterado, pensando que todo había sido un sueño, que su vida nunca había estado en peligro, pero no era así.
Estaba en su cama y abrazaba fuertemente una chaqueta que claramente no era suya, tenía la fragancia de Leonard y el menor no entendía por qué, pero no quería alejarse de ella, y ya no tenía ganas de salir de sus aposentos.
Fue entonces que el susodicho, el dueño de sus pensamientos y su mayor opuesto, entró a la habitación tras haber tocado un par de veces.
—N-No deberías estar aquí...— Jeremy, sin soltar la chaqueta y sin mirar al recién llegado, hizo un pequeño puchero, algo digno de un joven y caprichoso príncipe.
—Quería saber cómo estabas. Fue imprudente de tu parte salir con ese tiempo...— Aunque no le viese, el castaño sabía que el hechicero tenía sus brazos cruzados y que estaba recostado de la pared.
—Lo sé...— murmuró—, gra-gracias por ir por mi...
—No fue nada.— Leonard, por primera vez, no quería ser burlón con Jeremy, no quería hacerle sentir mal o verle de malhumor. Algo había cambiado.
—¿L-La necesitas?— Preguntó el menor con cierta tristeza, algo que no podía esconder, refiriéndose a la chaqueta que aún abrazaba.
—Quédatela. Hace mucho frío, te hará más falta a ti que a mi.
Y es que, de regreso a casa, Jeremy no había podido apartarse de la chaqueta, la abrazaba y se aferraba a ella como si fuese lo más valioso que tuviese. El muchacho no contestó ante el comentario de su contraparte, no quería discutir y menos con él, no se sentía cómodo haciéndolo.
—Si necesitas algo, puedes llamarme.— Y tras arroparle sorpresivamente con la manta de la cama, Leonard salió de la habitación cautelosamente, como el viento.
El castaño sonrió para si mismo, se sentía protegido. Y fue cuando empezó a estornudar, sintió escalofríos y rió leve al entender que había agarrado un resfriado.
Leonard, fuera de la habitación, detestó sentir el corazón acelerado. Escuchó como su contraparte estornudaba, evitó entrar a verle pero no pudo alejarse de la puerta. No dejaría que nadie se acercara a él.
(...)
Los días de invierno se hicieron largos, los malestares mayores, Jeremy no quería salir de su habitación y Leonard no podía evitar complacer sus caprichos de príncipe.
Gran parte de la guardia real, compañeros del Mega, y demás agentes del reino, habían notado lo atento que Leonard, el Mega más inexpresivo, estaba siendo con Jeremy, el príncipe. Sin embargo, sus discusiones seguían, infantiles por parte de ambos, algo que a todos confundía.
Y fue durante esa época que, sin que nadie lo esperara, cuando todos dormían tranquilamente en sus camas, fue entonces que la situación del reino empeoró.
—Leonard— James, otro de los guardias, había entrado al dormitorio del recién nombrado con una par de armas mágicas listas para usar.
El susodicho se volvió con seriedad hacia su compañero, no entendía lo que estaba pasando, pero al ver las armas supo que era algo grave. Y así era.
Según los reportes de los guardias aéreos, un gran grupo de espías del reino vecino, junto un gran número de bestias, se estaba acercando a sus territorios a gran velocidad.
A altas horas de la noche, la mayoría de los guardias estaban creando el plan de defensa, colocando a los Premade guardianes cerca del castillo para protegerlo y a los más fueres Megas alrededor del territorio, cada uno con lo necesario para defenderse.
Leonard, sin embargo, era el líder y por ello debía ir a la cabeza, guiando a los grupos y recordando el por qué de su lucha: "Este pueblo es nuestro apoyo, son nuestro alimento, y debemos defenderlo, pues sin ellos moriremos, ¿están dispuestos a proteger a su nación?" Y tras ese llamado y alzamiento de armas, cada quien tomó su puesto.
El hechicero, aparte de los combatientes, designó un par de grupos con la importante misión de resguardar a los habitantes del reino, a la realeza y poneros a todos a salvo. El inexpresivo joven estaba preparado, ya podía sentir las pisadas de las bestias acercándose, y rápidamente dio una señal con su mano.
Cada Mega de primera línea, garabateó un dibujo en la tierra y pronunció unas indescifrables palabras, provocando que alargadas y brillantes rejillas de fuego nacieran del símbolo dibujado, fuego negro con toques morados, tan peligrosos como la mordedura de una serpiente.
Los Premade enredaron sus hiedras venenosas alrededor del fuego, reforzando la defensa y evitando tocar a algún Mega con las llamativas pero mortales florecillas.
Entonces flechas venenosas atacaron el reino, los Mega rápidamente idearon un escudo contra ellas, un escudo que cubrió por unos minutos a todo el reino y alertó a los Megas aéreos.
Necesitarían del mayor apoyo posible, tanto en guerreros como curanderos.
(...)
—Joven Jeremy, tenemos que salir de aquí.— El muchacho fue abruptamente despertado por un desconocido. Sabía que no era la voz de Leonard, pero no podía reconocer al que le hablaba. Su habitación estaba raramente oscura, podía oír las voces nerviosas fuera del castillo.
—¿Qué está pasando?
—Estamos bajo ataque...— el menor escuchó una pequeña risilla, una de esas que le erizaban la piel por el miedo—, y usted es parte de lo que queremos.
Jeremy no pudo responder a ello, casi no podía respirar.
(...)
En las líneas de defensa, Leonard y los demás hechiceros hacían lo posible para mantener a los enemigos tras la barrera, sin embargo, algo raro ocurría en todo el ataque.
Las bestias y demás guerreros enemigos atraían a los hechiceros, los sacaban de las barreras y evitaban atacar directamente. Mientras, los Megas utilizaban sus poderes para deshacerse de las bestias que querían romper la barrera, de inmovilizar a los guerreros más fuertes.
Fue entonces que el líder la guardia real, comprendió la situación. Miró a su atacante, apretó su báculo y le dio la espalda, sólo y únicamente para verificar lo que tanto sospechaba.
"Sálvame" Esa frase cruzó su mente, la imagen de Jeremy se presentó tras ello y un sin fin de emociones inundaron su razonamiento. Le hicieron ver lo que de verdad ocurría.
Los Premade, los pocos jóvenes que rodeaban el castillo, estaban siendo atacados directamente por otros personeros con trajes de guardias.
—¡Megas!— Leonard hizo el llamado, obteniendo la atención de todos sus subordinados— ¡Protejan a los Premade; ese es su objetivo!
Y cada guardia mostró un semblante distinto, algunos preocupados, otros molestos, la mayoría con el drástico cambio de color de sus pupilas. Y es que la mayoría de los hechiceros pensaban que sus Premade estarían protegidos en sus hogares, pero al ver como aparentes guardias los guiaban, una fuerza desconocida apareció en sus cuerpos.
La verdadera batalla acababa de empezar. Los enemigos fuera de las barreras habían perdido la credibilidad, la verdad de su ataque había quedado al descubierto.
Entonces La Guardia Real se dividió en varios grupos, cada grupo dirigiéndose a distintos puntos de la aldea, cada grupo dispuesto a matar por mantener a los Premade a salvo. Leonard, dirigiendo el grupo que iba hacia el castillo, derribó con un simple movimiento de mano a un enemigo, luego a los de la entrada y a todo aquel que nunca hubiese visto. Como líder Mega, su deber era conocer el rostro y nombre de sus guardias.
Su caminar era firme, pero su corazón palpitaba desbocado, como si en cualquier momento fuese a hacer una locura. Y fue cuando se vio abriendo la puerta de la alcoba Jeremy, encontrándose con una habitación vacía y raramente ordenada. Frunció su ceño al ver su chaqueta en la cama, por un instante pensó que el caprichoso príncipe la había dejado, pero algo en su interior le aconsejó que fuese más detallista.
Y como siempre, su consciencia tenía razón.
Se adelantó a la mitad de la alcoba, chasqueó sus dedos tras susurrar unas raras palabras y la habitación cambió ante sus ojos; su nueva visión era de simples rastros de polvo, aromas y marcas en el ambiente, cada uno era información que le confirmaba que Jeremy, su pequeño príncipe, había sido sacado a la fuerza de la habitación.
Rápidamente dio la vuelta y apuntó su báculo a un muchacho que apareció a sus espaldas. El joven vestía un traje de guardia, tal como los demás, y sonreía levemente.
—Señor, yo ya he revisado esa habitación. El príncipe ha sido llevado a un lugar seguro.— Comentó tranquilo el aparente guardia.
Leonard rio seco, algo intimidante. El desconocido sintió como su espina se erizaba, su mentira no había servido para engañar al mejor de los Megas.
—Más vale que me devuelvan a Jeremy— comentó gélido el hechicero, con su mirada baja y manteniendo su arma contra el desconocido.
—Pero señor, ya le he dicho que está en un lugar seguro.
—Estás cometiendo un grave error si piensas que caeré en su trampa.
—Qué harás al respecto, eh, ¿hechicero?— el desconocido dio un paso hacia Leonard tras su comentario hostil, sin temerle lo suficiente.
—Haré que te arrepientas de atacar a la realeza.
Lo único que se puede decir es que Leonard alzó su mirada, el desconocido nunca había sentido tanto terror en su vida, la puerta de la habitación se cerró repentinamente y no se escuchó nada dentro de ella. Fue algo rápido.
(...)
Jeremy se sentía cansado, sus manos estaban inmóviles y apenas podía respirar, se sentía vigilado y no por quien quería.
Sus ojos lentamente se abrieron, no entendía por qué el sueño le quería dominar en un momento tan riesgoso, y fue cuando tuvo las fuerzas para alzar su mirada, para mover apenas su cuello. Frunció su ceño inmediatamente, confundido, al ver a Abdul en una silla frente a él, con una mirada pecaminosa y detallista.
El Premade reguló su respiración, estaba recobrando el conocimiento y no podía estar más molesto, inseguro, sin nada que le prometiera un buen final.
Miró brevemente sus ropas, no era lo mismo que llevaba, ahora era una especie de yukata sin lazo, que se ajustaba a la cintura y mostraba su pálido pecho sin vello alguno.
—Para mi, es una vista muy placentera.— Jeremy se tensó en cuanto escuchó a su supuesto amigo, hablar, ignorándole por completo.
Como era de esperarse, el castaño intentó liberar sus manos, pero rápidamente sus muñecas empezaron a doler. Se fijó entonces en aquellas ataduras, era una especie de cadena gruesa y que se aferraba a su piel en cuanto movía las manos, algo realmente doloroso y bien pensado por parte de su secuestrador.
—Déjame ir, Abdul.— Pidió severamente el castaño, sin una pizca de miedo y con la mente clara.
—¿Por qué lo haría?— Sonrió, sin embargo, el contrario, uniendo sus manos y sin despegar su vista de la atractiva prenda que el Premade llevaba.
—Pronto me encontraran, y la vas a pasar muy mal.— El menor frunció su ceño; se sentía impotente, no había peor cosa que tener las manos atadas.
—¿Hablas de Leonard? ¿El Mega?— Rio burlón el Ultra—. De seguro está más preocupado por su Rey que por ti, un pequeño y caprichoso niño que sólo quiere estorbarle. Admítelo Jeremy, conmigo podrás ser más feliz de lo que eres aquí.
¿Estorbo? ¿Así era cómo Leonard le veía? ¿Un estorbo? ¿Por qué eso le había afectado tanto? ¿Por qué tenía que bajar la mirada ante las palabras ajenas?
—Jeremy, pequeño, quiero que vengas conmigo y poder tener hijos tuyos, ser felices en otra aldea, ¿no te gustaría?— Propuso tranquilo el Ultra, recostándose al respaldar de la silla.
El menor se mantuvo en silencio, con la mirada baja, evitando pensar en cosas negativas con respecto a Leonard. Por su quietud, Abdul sonrió pensando que había aceptado su propuesta. Lentamente guio su mano hacia el muchacho castaño y lo elevó psíquicamente, alejándolo del suelo y acercándolo a si.
Jeremy tragó saliva con fuerza, no podía dejar que el Ultra se metiera en su mente, pero no podía controlar lo que este hacía con su cuerpo. Pronto se vio sentado en el regazo de su antiguo amigo, muy pegado al pecho de este y sintiéndose incómodo por la descubierta prenda que llevaba.
Abdul sonrió satisfecho al no ver oposición alguna en Jeremy y aprovechó la distracción de éste, rodeándole la cintura y acercando su rostro al pecho destapado del príncipe, disfrutando de su esencia a vainilla y de la sumisión que éste le daba.
Sin embargo...
—¿En serio esperas que eso me haga feliz?— murmuró con cierta tristeza el menor, tomando desprevenido a su contrario.
—¿Eh?
—Nunca...—el menor logró alzar su mirada—. Créeme, nunca sería feliz teniendo hijos de alguien a quien no amo.
Abdul se vio petrificado ante la fiera mirada que su amigo de la infancia, ese chico de linda sonrisa y que siempre estaba feliz, ahora le daba. Aun así, se aferró al cuerpo del Premade para intentar marcarle, hacerle saber que con aquellas palabras no haría que se detuviese.
—Él no te amará.— Recordó severo el Ultra, sabiendo que con aquello lastimaría de sobremanera al menor.
Y Jeremy volvió sus manos en puños, cerró sus ojos y evitó gritar todo lo que quería en ese momento. Entonces de las paredes surgieron raíces, con ellas largas plantas que pintaron las paredes de diversos matices de verde, algo aterrador para el Ultra que repentinamente se sintió inmovilizado.
La habitación se empezó a llenar de flores, los aromas se mezclaron en el aire y Jeremy en ningún momento fue capaz de alzar la mirada, ni siquiera sabía que todas aquellas plantas venían por su intenso llamado de auxilio. Fue entonces que sintió como era acobijado por una suave flor, enorme, una extraña planta que, al tenerle en su interior, le roció un polvillo parecido al polen y, después de un rato, sintió que podía dormir tranquilamente.
Lo que Jeremy no se imaginaba, era que todo su poder se había concentrado al máximo, que aquellas plantas vinieron en su ayuda como si él fuese una pequeña florecilla a punto de ser pisoteada. No supo más de Abdul tras cerrar sus ojos, tras sentirse sólo y a salvo.
(...)
Leonard iba sin rumbo alguno por los senderos de la aldea, viendo como sus guerreros protegían a sus familias y sintiendo como la barrera permanecía intacta a pesar de los ataques a esta. Todo estaba saliendo como lo planeado, el único problema era Jeremy, el caprichoso príncipe había desaparecido y el hechicero no podía sentirse peor con aquello.
El falso guardia no dio información alguna que le ayudase en su búsqueda pero estaba preparado para deshacerse de cualquiera que le haya tocado un pelo a su pequeño príncipe.
En sus oscuros pensamientos, sangrientos, se vio rara y repentinamente aliviado al percibir un fuerte aroma proveniente de una de las cabañas alejadas. El aroma le extasiaba, calmaba su bestia interna, y era lo único que necesitaba para saber que Jeremy estaba cerca.
Preparó sus armas, un par de espadas, mientras se dirigía a la casa que resaltara con el aroma a vainilla, y fue cuando se topó con una cabaña pequeña la cual estaba rodeada por raíces y espinas de rosas blancas.
—Jeremy...— Susurró preocupado, inaudible, pero alertando a la plantas con aparente conocimiento.
Un sin fin de enredaderas lo rodearon, podía ver como las espinas crecían para lastimarle, como simplemente querían defender a lo que sea que estuviese adentro. Entonces Leonard comprendió y dejó caer sus espadas al piso, apreciando el aroma que la plantas desprendían, el característico aroma que sólo Jeremy tenía.
—Vengo por él— Leonard esperaba que las planas le entendieran—. Jeremy Acciari, parte de la familia real, niño caprichoso y que ahora me necesita.
Aparentemente, el hechicero tuvo razón. Las plantas lentamente se alejaron de él y abrieron la puerta de la cabaña; dentro, Leonard pudo apreciar una especie de jardín repleto de flores blancas y moradas, y en el centro, un gran capullo con espinas alrededor.
En una de las esquinas vio como Abdul, el mejor amigo del príncipe, estaba atrapado entre unas plantas espinosas, aparentemente venenosas y que lo habían dejado inconsciente. El hechicero pensó en que luego se haría cargo del espía que capturó a su príncipe, y camino lentamente hacia el capullo, viendo como las flores se despejaban a cada paso.
Rápidamente se arrodillo frente al capullo, acarició las espinas y estas serenamente se apartaron del capullo. Y fue ahí, acurrucado e inconsciente, que Leonard por fin encontró a Jeremy, totalmente a salvo.
—Jeremy...— nuevamente susurró, acercando su mano a la mejilla del menor y sintiendo la piel tibia del Premade junto a su caricia.
Entonces notó las cadenas que apenas se asomaban a un costado del príncipe, esas cadenas que le ataban las manos y posiblemente le fracturaría las muñecas si se llegaba a mover. El hechicero cuidadosamente las embrujó, y éstas cayeron al suelo con el característico tintineo del metal, fue ahí que notó las maltratadas muñecas del Premade y como éste se quejaba somnoliento por el dolor.
Leonard frunció su ceño ante esas horribles magulladuras que se plasmaban en la piel ajena, pues esa hermosa piel no merecía ser marcada por nadie.
—Um...— el príncipe dio señales de despertar, el guardia nunca se sintió más emocionado—. Leonard, ¿qué pasó?
El hechicero sonrió aliviado y rápidamente se quitó la chaqueta, sólo y únicamente para ponérsela al príncipe. Vio brevemente la prenda que éste llevaba, imaginó lo que pudo haber pasado, pero evitó hacerse pensamientos negativos.
El castaño, por otro lado, se dejó envolver de la chaqueta de su guardián. Se sentía mareado, confundido y cansado, y al sentir como Leonard le cargaba en sus brazos, se dejó llevar por el sueño que nuevamente le invadía.
Se sentía bien mientras Leonard estuviese cerca, así fuese para molestarle.
(...)
La noche estaba presente en la aldea, una casi destruida aldea con una gran cantidad de cuerpos en los suelos.
La batalla había sido vencida, los Mega pudieron contra todos los enemigos y lograron proteger a los Premade de ser secuestrados, lo único que faltaba era limpiar los senderos y reconstruir algunas cabañas que se vieron afectadas, pero el pueblo estaba regocijándose por la victoria.
Mientras todos en la aldea disfrutaban de la fiesta de la victoria, Leonard no podía apartarse de la cama de Jeremy, no tenía ganas de disfrutar sin el niño que siempre le molestaba, era algo que él mismo desconocía.
El Mega estaba sentado a un costado de la cama, leyendo un libro con ayuda de la luz mágica que surgía de su mano y siendo la almohada del Premade, pues éste estaba acostado sobre su regazo y arropado por su chaqueta.
El hechicero no entendía lo que sucedía últimamente cuando estaba con el Premade, no entendía por qué repentinamente sentía atracción por el caprichoso muchacho, por qué le causaba tanto coraje el hecho de que alguien más le viese, por qué sentía que eso a lo que llamaba odio ahora había cambiado. Ningún libro le podía ayudar en eso.
—Leonard— el menor despertó.
—Dime.
Jeremy lentamente se levantó, parecía un ángel que era incapaz de hacer mal alguno, cosa que Leonard sabía que era mentira. Sin embargo, el príncipe se mostró raramente tierno ante el hechicero, apetecible, pequeño, algo que le pedía a gritos que se acercase.
—Eres mi LostStar— murmuró suavemente, inconscientemente acercándose al hechicero.
Y es que Jeremy podía sentir aquello que Leonard tanto quería hacer, podía sentir ese deseo de besarle, de abrazarle entre sus brazos y decirle eso que las parejas se decían, ese característico "Te Amo" acompañado de miradas brillosas y miles de sentimientos más.
Entonces el guardia sintió como su alteza, el príncipe Jeremy, acurrucaba sus mejillas y se acercaba a su rostro. Leonard lentamente deslizó su mano hacia la mejilla del menor, le hizo temblar, y le detuvo antes de que éste se arrepintiera.
—Jeremy... Eres un niño que apenas está aprendiendo a amar... ¿Estas seguro de querer descubrir eso conmigo?— Por muy rudo que el hechicero se mostrase, por muy neutral que fuese su expresión, su corazón estaba latiendo a mil por hora por tan sólo tener los labios contrarios a unos cuantos centímetros de distancia.
El príncipe sonrió.
—Hechicero tonto— rio dulcemente, ¿por qué no había reído así antes? Leonard no podía creer cuanta belleza había en una sonrisa—. Eres el único que sabe mis debilidades, y sé que soy una de las tuyas. Quiero descubrir eso y miles de cosas más sólo y únicamente contigo.
Leonard quedó sin habla.
Poco después sintió como sus labios eran apresados por otros, como unos pequeños e inexpertos labios trataban de seducirle tiernamente, cosa que lograron rápidamente. El mayor acunó entonces las mejillas contrarias, separó sus labios por un instante y volvió a besarle, esta vez enseñándole lo que era un primer beso.
—¿Quieres ir a la fiesta?— Leonard apenas se apartó para pronunciar aquello. Se había prometido que le comentaría sobre la fiesta a Jeremy en cuanto despertara.
—Prefiero quedarme aquí contigo— sonrió suave el menor—. Quiero que me enseñes a besar, y tenemos toda la noche para practicar.
—Niño pervertido.
—Tu eres el que piensa otro sentido de mis inocentes palabras— rio leve el castaño.
Y nuevamente se acercó al rostro del hechicero, besándole dulcemente y volviéndole loco sin saberlo.
(...)
En cuanto los tiempos mejoraron para la aldea, igualmente mejoraban para Jeremy y Leonard, quienes habían empezado a ser una pareja a escondidas de los ojos ajenos. Ambos eran nuevos en el tema del amor, nunca hubiesen esperado ser el LostStar del otro, no imaginaban cambiar tan repentinamente el odio por amor.
El Rey, hermano de Jeremy, era de los únicos que notaba el cambio en la relación del líder de los guardias y su pequeño hermano, ese pequeño cambio que los alejaba de los malos sentimientos que todos creían que ellos tenían. Para el Rey era reconfortante que sus personas favoritas se llevasen bien, pero él mismo quería que esa relación evolucionara tanto como esperaba.
Conocía demasiado bien a su hermano.
Fue un día de primavera, mientras las hojas de los árboles volvían a renacer, que la pareja se veía a escondidas simplemente para sonreírse y darse un pequeño beso. Leonard no era el mismo de antes, no era tan estricto como usualmente era, y Jeremy era la causa de ese cambio; por otro lado, las flores del castillo relucían matutinamente cada vez que el príncipe volvía a su habitación, cada día que venía de encontrarse con Leonard.
—¿Qué tal en la tarde?— Jeremy, con una cesta de frutos rojos, comía felizmente mientras hablaba con Leonard sobre salir a pasear mientras el bosque estuviese en calma, aprovechando que el reino estaba en las mismas circunstancias.
—Niño caprichoso— comentó el mayor con cierta gracia, pues el príncipe se había embarrado los labios con el color de los frutos, algo realmente tentativo.
—¿Eso es un no?— Jeremy hizo un ligero mohín, apenas frunciendo el ceño mientras masticaba otra pequeña frambuesa.
Leonard rio suavemente ante el berrinche de su pareja y, en cuanto éste volvió la mirada al cesto de frutos para agarrar otro, el guardia tomó rápida y suavemente su quijada para que le mirara. Capturó por varios instantes la mirada del castaño, sintiendo su aliento chocar contra el suyo, tentando a la suerte de comenzar un beso.
—Al atardecer te busco— susurró suavemente Leonard, notando el gran color que poseían ahora las mejillas del joven príncipe.
—Pe-Pero...— titubeó éste como protesta.
Y el hechicero terminó por unir sus labios contra los del menor, saboreando los frutos que Jeremy había comido y atrayéndole sutilmente tras rodearle la cintura, tal y como hacía siempre que quería ganar ante las palabras del príncipe. Entonces, en cuanto el tierno beso finalizó, Jeremy frunció su ceño mientras se aferraba a las ropas del guardia, bajó la mirada y se sintió terriblemente atontado.
—Te aprovechas de lo que causas en mi— replicó el Premade—, no es justo...— terminó por murmurar.
—¿Eso te molesta? Aprende a dominarme.— Retó seductor el hechicero. No hubo respuesta por parte del Premade, y Leonard aprovechó para darle un pequeño beso en la frente, esa era su despedida.
---Continuará---
Vuelvo de las cenizas con un hermoso shot que estaba pensando volver historia por lo largo que salió pero que decidí dejar así owo
Espero que les guste mis galletitas uwu
Besos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro