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Las Estaciones Contigo

~~Las Estaciones Contigo~~


   Invierno


   Comenzaba Noviembre cuando lo conocí.

   Los exámenes de último año apenas iniciaban al igual que el estrés que se podía sentir en el aire; los Alfas de la universidad Bellamont eramos los más adecuados para carreras que tuviesen que ver con fuerza. Por lo general se elegía Arquitectura o Ingeniería, algunos se iban por la rama de la Educación y otros para Criminología; yo era de los que habían elegido la Ingeniería Electrónica, me sentía bien con tal carrera y no había nada en lo cual quejarme.

   Sin embargo, cuando ese chico apareció en mi vida, podía sentir como la adrenalina era la que dominaba el resto de mis emociones, el corazón se me desbocaba y la mente me quedaba en blanco; ese Omega de lindos ojos cafés era la persona más atrayente que había visto; aparentemente tomaba la carrera de Educación y compartiamos algunas clases por lo que a veces le veía al final del salón, siempre con una polera morada.

   Un día frío, a principios de la clase, llegué tarde gracias a que mi despertador no había sonado y, cuando estaba por cruzar la puerta del salón, choque con ese llamativo chico. Pude agarrarle para que no cayese, él me miró y yo no pude evitar sonreírle, cosa que por algun motivo le coloró las mejillas; su nombre era Oliver, tenía 23 años al igual que yo y, como suponía, quería ser profesor. A simple vista me imaginé que sería más tímido, así eran los Omegas por lo general, pero rápidamente me había ganado su sonrisa y su amistad, cosa que no hacía más que alegrarme el día.

   Ese día, en receso, pude verle sentado en uno de los árboles del patio escribiendo algo en un cuaderno, éste árbol estaba sin hoja alguna gracias a la estación de frío en la que estabamos, pero eso no parecía afectarle al ojicafé. Antes de acercarme, otro Alfa de cabellos negros se había acercado, Oliver le saludó sin mirarle y el otro se sentó a su lado. Imaginé que debía de ser su destinado, sonreí para mi sólo, no quería interrumpir, y terminé por alejarme sin que me viese, aunque sentí como me miraba. Sería malo de mi parte interrumpir, quizá en la cafetería habría alguien con quien hablar, pensé en aquel momento.

   A la hora de entrar al salón, el Omega de cabello ceniza se mostró apresurado en sentarse a mi lado y, sin verme, arrancó una hoja de su cuaderno y empezó a escribir. Eso me pareció raro, pero no comenté nada; fue entonces que su nota llegó a mi lado.

   "Te vi en el receso... Y no me saludaste..."

   Esa simple frase me había sacado de mis pensamientos; le miré con sorpresa y él miraba atento al profesor que entraba al aula, pero se podía ver que tenía los ánimos bajos. Fue cómico como la conversación comenzó a través de ese papel; había escrito lo que pensaba al acercarme, y él me había aclarado que ese Alfa era su hermano, cosa que no hubiese podido saber; no se parecían en nada. Entonces, mientras el profesor hablaba, nosotros nos escribiamos, y en un par de momentos pude verle las mejillas coloradas.

   A finales de mes, ya eramos buenos amigos y lo que más me animaba era el hecho de que conmigo era especial. Otros Alfas se le acercaban y su personalidad amable, cambiaba totalmente, se volvía más serio y evitaba cualquier insinuación; su hermano se había hecho buen amigo mío y Oliver por lo general trataba de que no me juntara con él y me reclamaba como suyo frente a éste, cosa que su hermano aprovechaba para hacerlo molestar. Eran los típicos hermanos Alfa-Omega que discutían por todo pero se protegían.

   Santiago, su hermano, me había dicho lo privado que era el peliceniza, lo mucho que dibujaba y los pocos amigos que tenía gracias a lo seco que era con los demás. Era algo bueno el saber aquello, pero  lo que menos quería era que Oliver se quedara sólo, así que decidí presentarle varios compañeros, los cuales pudieron ganarse la confianza del Omega. 

   Navidad se acercaba entonces, mi ánimo estaba por los suelos gracias a que el lugar donde trabajaba, había cerrado por bajo presupuesto. Conseguir trabajo era díficil en ese tiempo, y la renta de mi apartamento se acercaba; gracias a ello, a mis malos humos, llegué a tratar indiferente al ojicafé, le dejé un par de veces para ir a casa y le tuve que cancelar unas salidas al parque para ir a buscar algún lugar en donde me aceptaran para trabajar.

   Oliver se veía igualmente desanimado, su hermano me lo había comentado. Fue así que una tarde me animé y le invité a ir por un helado, su mirada se había iluminado y eso me daba a entender que había hecho mal en dejarle sólo esos días. Luego de haber comido, un paseo por el parque fue suficiente para volver a entablar una conversación y explicarle lo que había ocurrido; su respuesta fue quizá inocente, pero me levantó los ánimos. Me comentó que, como Navidad se acercaba, tal vez eso me traería un regalo.

   La noche de Navidad, Oliver me invitó a pasar la noche en su casa y por pena me quise negar, pero él no dejó que le negara la invitación.

   Fue una noche especial con el par de hermanos, imaginaba que sus padres vendrían pero, como me dijeron, estaban de viaje. El peliceniza se veía muy emocionado mientras arreglaba el árbol con luces y su hermano arreglaba la mesa para servir la comida, yo trataba de ayudarles a los dos; fue entonces que el Omega y yo nos cruzamos bajo el muerdago, el azabache nos había avisado  y gracias a él fue que tuve la oportunidad de acercarme lo suficiente a Oliver, él se mostraba nervioso por tal cercanía y, en cuanto cerró sus ojos, pude robarle un pequeño beso que le volvió las mejillas más rojas de lo que eran.

   Desde esa noche, el ojicafé se mostraba más tímido conmigo, eso lo hacía ver más tierno, y cada vez su sonrisa era más radiante, podía decir que irradiaba alegría cuando estabamos juntos. Sin embargo, yo tampoco me libraba de la sensación de alivio cada vez que Oliver se recostaba contra mi mientras revisaba su celular o cuando tenía sueño; decía que yo era cómodo y terminaba por dormirse.

   En cuanto comenzó Enero, el frío fue un poco más fuerte y el menor había pescado un resfriado. Faltaba poco para que las clases iniciaran en la Universidad y Santiago me había conseguido trabajo en una cafetería como mesero; este me había pedido que cuidara de su hermanito mientras iba al trabajo, yo tenía libre así que me dediqué a cuidarle y hacerlo reír.

   Ese día no lo olvidaré; toda su alegría seguía intacta pero las cobijas que le abrigaban le hacían parecer un niño. Su nariz estaba roja y tenía los ojos llorosos; había tratado de levantarse pero no podía mantener el equilibrio, por lo que le mantuve acostado en su cama. De comer le había servido un hervido de pollo y le puse caricaturas para que se distrajera; como toque final del día, me pidió que me acostara a su lado y terminó por usarme de almohada.

   Esa noche su hermano no llegó, yo me dormí sin querer y Oliver me pidió, entre sueños, ser su novio.

   Primavera


   Febrero, el mes del amor, y el de corazones rotos. Había aceptado ser novio del Omega y éste siempre se avergonzaba de la situación en la que me pidió serlo; por mi parte, estaba feliz de ser su Alfa, no lo admitiría, pero siempre que Oliver se acercaba a otro de nuestros amigos, no podía evitar abrazarle y él no se molestaba en que le demostrara que estaba celoso a través de abrazos.

   Pronto nos graduariamos y el peliceniza cada vez tenía más trabajos que hacer, y su hermano y yo cada vez teniamos más trabajo en la cafetería. El tiempo entre los dos se hacía limitado. De vez en cuando Oliver se quedaba en mi apartamento, pero por lo general era de muy noche y apenas podiamos ver una pelicula, sin embargo, era cómodo dormir a su lado, me abrazaba y escondía su cabeza en mi cuello. Otras veces me dejaba usar su pecho como almohada, sobre todo cuando llegaba cansado o me quería contar algún cuento de los que había leído.

   En esos días, mi pequeño Omega se veía cansado y con ojeras, a veces tropesaba en los pasillos o con alguno de sus amigos. Cuando estaba libre, trataba de animarle llevándole al parque de diversiones o a comer un helado, y por lo general me daba la mejor sonrisa que tenía; asimilaba que era por los exámenes que tenía en sus clases y, por ello, decidí planearle una sorpresa.

   El día de los enamorados se acercaba y, con ayuda de mi cuñado, había planeado algo. Santiago mantendría a su hermano ocupado, no nos veríamos en todo el día, y en la noche todo comenzaría; lo más triste de ese día fue lo mucho que Oliver tuvo ganas de estar conmigo y las miles de negaciones que su hermano le daba. Supe que me había buscado en la cafetería y ahí, por suerte, mis compañeros me escondieron de él; cada quien me había comentado lo triste que se veía el menor y que más valía darle una buena sorpresa.

   Asimilaba que esta noche igualmente me buscaría, mi Omega era muy lindo cuando quería ser persistente. Así que, en cuanto llegue a mi apartamento, todo estaba listo para la sorpresa; habían rosas por todos lados, cartas de mi parte, fotos colgadas y, por último, una cena como regalo de Aniversario; recuerdo que eran aproximadamente las 9:20 de la noche y Oliver se estaba tardando, sin embargo, en cuanto alguien empezó a tocar con insistencia la puerta, supe que un muchacho preocupado se presentaría frente a mi.

   Abrí la puerta, vestido como mayordomo, y un Oliver con nariz y ojos rojos sobaba su brazo de seguro por no traer una chaqueta. Sus lindos ojos cafés se centraron en los míos y no dude en dibujar una sonrisa en mis labios; me pegué a la puerta para que él entrara y, como niño pequeño, se vio impresionado por todos los colores que mi apartamento irradiaba. Me miró con los ojos llorosos y me abrazó lo más fuerte que me han abrazado en la vida, empezó a sollozar y me reclamaba por haberle hecho preocupar todo el día de los enamorados.

   Esa noche, la sorpresa mayor era que, como buen mayordomo, haría todo lo que el Omega me pidiese. Oliver era tan tímido en ese entonces que daba risa cuando le decía que sus deseos serían cumplidos por mi, sus mejillas pecosas estaban tan rojas como un tomate y se limitaba a pedirme besos y abrazos, que le mimara como debí hacerlo en todo el día. Aún hoy me preguntó qué se habra guardado, qué fue lo no me pidió en ese momento tan bien planeado.

   A principios de marzo ya eramos una pareja para toda la Universidad. La mayoría de los que estudiaban con nosotros notaban el gran cambio de Oliver, decían que su humor había cambiado y ahora sonreía más seguido, pero seguía alejando a todo Alfa que le quisiese hacer algo.

   Sin embargo, ese mes, tras una practica de futbol, el peliceniza se había quedado para irse conmigo, cosa que me enternecía del menor. Recuerdo la impotencia en sus ojos cuando llegué a los vestidores y uno de los jugadores principales trataba de robarle un beso, de tocarle; ese día fue la primera vez que tuve una pelea y, por alguna razón, gané; hasta hoy asimilo que fue gracias a la adrenalina del instante y las inmensas ganas de querer matar a aquel muchacho por haberse aprovechado de un Omega que ya tenía pareja.

   Oliver no quiso mirarme el resto del día, su hermano me había dicho que no quiso almorzar cuando llegó a casa, y me hizo pensar en todo lo que había pasado. Fue mi culpa por un lado cuando le di retroceso a lo ocurrido, yo no le dije nada tras la pelea, tan solo lo había sacado de los vestidores y no le dirigí la palabra; como si mi vida dependiese de ello, fui a su casa y le pedí disculpas por lo que había pasado, sus ojos cafés permanecían en otro lado de la habitación y abrazaba una almohada para evitar cualquier acercamiento de mi parte; recuerdo cuando le robé un beso para que me mirara, la comprometedora posición en la que su hermano nos encontró y las cosquillas que le hice para que subiese los ánimos y me prestara atención.

   Al día siguiente había vuelto a ser mi alegre novio, y yo tenía más cuidado con quienes se le acercaban. Marzo fue el mes en que me mantuve como un guardaespaldas a su lado, lo abrazaba y besaba cuando quería, y es que él no se veía molesto por aquello. Aun así trataba de no incomodar a nadie y con una simple mirada, hacia que los Alfas casanovas se alejasen. Oliver no era un objeto, pero era mi destinado y eso era suficiente para que le cuidara ante cualquier cosa o persona.

   En Abril, los roles entre nosotros habían cambiado. Durante los partidos de futbol que se organizaban en la Universidad, una multitud de chicas venían a ver los juegos y, para mala suerte de Oliver, a veces me rodeaban e impedían que él se me acercara. Por un lado era cómico verle tan molesto, sin embargo, tuve que tomar medidas en cuanto aquellas muchachas se querían poner en su contra. Ver las caras de la Betas cuando agarré al peliceniza y lo besé fue algo alucinante, la mayoría estaba por hacer un alboroto por ello  e ir nuevamente contra mi Omega, pero no se acercaron en lo mínimo gracias a la mirada que les había dado. Esos eran los momentos en los que Oliver se quería molestar conmigo y yo no le dejaba abandonado en medio de su capricho.


   Verano


   Ya la Universidad había acabado, el tiempo había pasado muy rápido y ya mi pequeño Oliver era un profesor, tenía su título de pedagogía y en ese momento trabajaba en una pequeña escuela enseñándole a los alumnos de primer grado. Yo logré graduarme de Ingeniero Eléctrico y una compañía había pedido mis servicios gracias a que mi cuñado me había hecho un curriculum para trabajar en dicho lugar; ahora que lo menciono, Santiago había conseguido pareja por fin. Luego de haberse graduado de Arquitecto, un Omega, secretario de su jefe, se enamoró de él y como el idiota que era, no se había dado cuenta. Aquel Omega se había ganado el corazón del chico más frío que había conocido y éste no podía estar más feliz por tenerle.

   Uno de los tantos días de Junio, fui en busca de Oliver a su trabajo para llevarle a comer y en cuanto vi que salía de las instalaciones del colegio, me fijé en los niños que le rodeaban para despedirse de él y de lo mucho que le habían agarrado cariño. Recuerdo que cada día me contaba algo diferente sobre su clase, sobre lo que le enseñaba a los pequeños Alfas y Omegas, y lo mucho que disfrutaba estar con niños que le habían agarrado cariño; fue así que en ese tiempo me pregunté si todo aquello era una insinuación.

   A finales de mes, mi pequeño Omega había entrado en días de celo. Tales días concordaban con los míos y era la primera vez que pasaba estos días junto a él; sin embargo, no imaginaba lo mucho que iba a pasar durante ese corto tiempo. Oliver, por un par de días, tuvo que faltar a su trabajo por ello y esta vez no podía quedarme con él; en la tarde de uno de esos días, mi humor no era el mejor, varios compañeros me habían dicho que se notaba que no quería trabajar esos días, y es que sentir que tu Omega está en casa, sólo, tal vez llorando por estar contigo -porque así es el celo en los Omegas-, era fuerte. Sabía que debía estar con Oliver y, hasta ese momento, fue que cai en cuenta de ello. A final de cuentas, pude salir más temprano del trabajo y de camino a casa sentía como el cuerpo se me calentaba, mis manos se aferraban al volante del carro y por inercia empecé a deshacer la corbata que llevaba.

   Al llegar a casa, el fuerte aroma de Oliver invadía el apartamento, sus sollozos se escuchaban desde la habitación y apostaba que llevaba puesta alguna de mis camisas; con paso firme me adentré a la alcoba y le encontré envuelto entre sábanas, con una camisa mía de color gris y las orejas rojas. Fue un momento decisivo y hoy en día agradezco lo que hice; el menor, apenas se percató de mi presencia, me empezó a gritar y decir lo olvidado que lo tenía, que no le quería y que me fuese al trabajo si es que allá tenía mejores cosas que hacer; yo simplemente me reservé lo que tenía que decir y, mientras discutía, me abalancé sobre su fragil cuerpo y le besé.

   Esa noche fue la primera vez que hicimos el amor; explicarlo sería imposible, es algo que nunca olvidaré. Su cuerpo y el mío unidos por un mismo deseo, sus labios contra los míos eran más dulces aún, sus uñas marcando mi espalda fue un recordatorio la mañana siguiente y las marcas que hice en todo su cuerpo duraron lo suficiente para hacerlo sonrojar cada vez que iba a darse una ducha.

   Luego de aquella hermosa noche, su juego nocturno se volvió el provocarme de toda manera posible; mordía mi oreja cuando tenía oportunidad, me esperaba en la cama usando una de mis camisas y sus boxers, se encaprichaba como el niño mimado que le había convertido y, algo que nunca faltaba, me decía lo mucho que me amaba antes de dormir abrazado a mi.

   A la semana disfrutaba de todos los gestos cariñosos de mi Omega y él gozaba de los mimos que le daba cada vez que podía. Nuestras noches de pasión se volvieron inesperadas, sucedían sin que lo planearamos y lo mejor era que tener sexo no era lo importante, sino tenernos el uno al otro en cualquier situación.

   Fue entonces que nos percatamos que otoño se acercaba, llevabamos tanto tiempo juntos que era increíble. Mi cumpleaños se avecinaba, y no lo recuerdo por eso, sino por lo que sucedió ese día; varios de mis compañeros y amigos me habían mandado mensajes, un par de muchachas me regalaron unos chocolates, tanto para mi como para Oliver, y mi jefe me había dicho que tenía que trabajar hasta tarde -buen regalo del jefe-, tuve que avisarle al ojicafés para que no se desvelara por esperarme. Su voz había bajado ligeramente de tono y apesar de que me dijo "Te Amo", sabía que estaba tiste.

   Recuerdo que la calle estaba sola cuando salí de la empresa, ese lugar me estaba comiendo vivo y me estaba ocasionando problemas con mi pareja. Esa noche, en cuanto estacioné el carro, entré a casa y vi a mi pequeño Oliver recostado sobre la mesa con el celular en la mano; asimilaba que lo habían dejado salir temprano y por ello su ánimo había bajado en cuanto le dije que llegaría tarde. En la mesa había una torta, hecha por él, y un par de peluches nuevos con grandes corazones en el medio, cada uno decía Te Amo.

   En ese momento besé con cariño la frente de mi Omega y le cargué hasta el cuarto. Me impresionaba lo profundamente dormido que estaba, así que le acomodé en la cama y luego le acurruqué entre mis brazos. A la mañana siguiente me despertó con miles de besos, al igual que el día anterior, y me llevó a pasear con él el resto del día, a comer helado, almorzar, entre otras cosas. Ese día pude notar algo raro en mi pareja, su olor había cambiado y sus pecosas mejillas eran más rosadas.

   Esa noche, en cuanto llegamos a casa y lo comí a besos, me confesó que estaba en cinta desde hacía una semana atrás. Ya todo tenía sentido; su constante alegría, las noches que no podía dormir, los repentinos cambios de humor, sus mejillas rosadas. Ibamos a ser padres.


   Otoño


   Trabajar cada vez me estresaba más. Oliver seguía trabajando, después de todo apenas y tenía un par de semanas de cinta, y siempre estaba dispuesto a alegrarme con una de sus sonrisas. Sin embargo, llegar tarde a casa ya no me gustaba; el peliceniza se quedaba despierto esperando por mi y por ello se le marcaban las ojeras, cuando llegaba muy tarde evitaba hablar gracias a que podía responderle mal y él lo entendía, lo peor de todo es que Oliver se aguantaba todo eso.

   Siempre estaba para darme un abrazo, para besarme cuando lo necesitara, para acariciarme la cabeza cuando estaba estresado, para dejarme usar su pecho de almohada cuando no quería hablar; Oliver era lo mejor para una persona como yo y eso me hacía sentir inseguro. Me prrguntaba usualmente cuáles serían los problemas de mi Omega, si tuviese algún dolor y no me lo dijese, si estaba evitando contarme sus cosas. Todo eso me preocupaba.

   Fue entonces que a finales de Agosto, uno de esos raros días en los que me dejaban salir antes, le fui a buscar a la escuela. Me había estacionado al frente y vi cuando mi Omega salía con la mirada en el suelo, su mochila iba de lado y se despedía de algunos de los niños que se detenían a despedirse. Sin embargo, aparentemente otro profesor se le acercó, el ojicafés se vio desconfiado y sentí como los vellos de la nuca se me erizaban; el hombre, con una sonrisa misteriosa le quiso tocar el rostro a mi Omega, éste no le dejó y por un momento discutieron, Oliver parecía estar en problemas en cuanto aquel tipo le agarró el brazo.

   Ese fue el detonante para que saliese con una mirada fría en busca de mi pareja; apenas me presenté, hice que el Alfa soltara a mi novio y éste me miró sorprendido, quizá por verme ahí, y dejé en claro que ese lindo chico de ojos cafés era mi Omega; el hombre se molestó cuando besé suavemente los labios de mi profesor y éste se sonrojó intensamente por aquel sencillo gesto, escondiendo una ligera sonrisa al mirarme.

   En cuanto llegamos a casa, no sabía cómo comenzar a pedirle disculpas por dejarle sólo. Su mirada comprensiva me molestaba por más hermosa y cautivadora que fuese, le dije que podía confiar a en mi, que era una persona muy buena y no me daba el caracter para ser más serio, le culpe por haberme mimado tanto que sentía que todo estaba bien cuando no era así, le dije lo mucho que lo amaba y que por ello iba a aceptar todo lo que pasara porque de eso se vale una pareja, de que los dos tengan confianza y aceptación, le recordé que puede regañarme cuando estuviese molesto, que podía gritarme y yo siempre le aliviaría con un beso, le recordé que haría lo que fuese por él.

   Esa tarde le hice llorar con todo lo que le dije, y fue como terminó contándome por todo lo que estaba pasando; en su colegio lo acosaba el profesor de Gimnasia, me comentó que si no fuese por un par de alumnos de 3er año, no sabría en qué tantos problemas se hubiese metido; me confesó que cada vez tenía más antojos y que eran horribles las ganas de vomitar, los dolores de cabeza a veces le atacaban y le asustaba tomar algun medicamento que afectara su embarazo, me dijo que me extrañaba por las noches, cenar conmigo, ver una pelicula, esos pequeños gestos que le alegraban, me dijo que estaba feliz de que trabajara pero que no quería perderme.

   Esa tarde él me hizo sentir la peor persona del mundo e igualmente agradecido por tenerle a mi lado, soportando a un idiota insensible como yo. Esa tarde nos abrazamos como hacía tiempo no lo haciamos, nos besamos de mil formas y almorzamos juntos mientras veíamos una pelicula; podía sentir como la tensión del ambiente se reducía, como mi Omega irradiaba nuevamente alegría y como mi cuerpo se liberaba de esa carga que tenía acumulada.

    Entonces, a principios de Septiembre, pedí cambio de horario en la empresa. Me había ganado aquel puesto con esfuerzo y el jefe lo sabía, por lo que aceptó y me cambió a un horario en el que podía ir a almorzar a casa, volver y salir a las 6 de la tarde. A Oliver le gustó y, gracias a ello, entre nosotros todo mejoró.

   Llegaba Octubre cuando mi Omega se empezaba a poner más gordito. Su vientre se veía más abultado y se había acostumbrado a llevar una chaqueta larga que disimulaba su hermosa barriguita; los síntomas del embarazo empezaban a atacar y se desataban cuando yo llegaba a casa.

   Hubo días en los que un alegre Omega me recibía con galletas, otros en los que lloraba porque me extrañaba, otros en los que me mandaba a dormir en el sofá por cinco minutos para luego ir a buscarme, y otros que simplemente me recibía con los brazos abiertos y con olor a chocolate. Su principal antojo era el chocolate caliente con pan tostado; verle comer aquello mientras veíamos TV era quizá lo más tierno y cómico que hubiese visto nunca.

   Mi mayor miedo entonces fue cuando se enfermó; una ligera gripa podía hacer destrozos en mi pequeño Omega y él lo sabía. Fueron un par de días, quizá cuatro en los que permaneció en cama por la gripa, y yo no le dejaba sólo, ni siquiera con Santiago quien igualmente esperaba hijos de su pareja. El doctor me dijo, para calmarme, que eso no afectaría ni a Oliver ni al bebé, pero eso no evitó que le siguiese cocinando hervidos y comidas saludables cada vez que podía; mi pequeño ojicafé llegaba a comer muchos dulces y eso no era muy bueno, aparte de que, como se acercaba el invierno, le vestía con grandes chaquetas que le protegieran del frío.

   Así, tras el paso de otra temporada, llegamos a lo que es el ahora.


   -Narrador Omnisciente-


-Mateo, ¿Qué haces?- Oliver, el guapo Omega de la casa, venía desde la cocina por la curiosidad de saber lo que hacía su marido.

-Mira a la cámara, Oli- Mateo, con mucho cariño, le dijo a su familia que se fijase en la cámara que tenía enfrente.

-No terminas de responder- el peliceniza le haló una oreja por no haberle respondido. La cámara seguía encendida y Mateo no dejaba de sonreír.

-Pues... Las Estaciones Contigo- el Alfa le miró soñador, agradeciendo internamente por todo el tiempo junto al menor, y esto hizo sonrojar al ojicafé que cargaba al lindo bebé-. Aquí la historia de mi vida, del chico que amo y que ahora es mi esposo. Todo comenzó como algo simple e insignificante, y ahora tomaba video para que mi hijo lo viese cuando estuviese grande.

   Mateo le hablaba feliz a la lente de la cámara, Oliver le robó un beso y el Alfa aprovechó para tumbarlo encima de sí, cuidando que el bebé no saliese lastimado. Éste, de nombre Henry, reía al ver a sus padres felices, verles sonreír y besarse por estar enamorados luego de tanto tiempo.


   ---Fin---

   Volví del mas alla owo Espero que les haya gustado y me sigan apoyando en estos mini relatos.

   Perdonem mi inactividad en este libro pero he tratado de mantenerme al día con otra historia para que no se pierda pierda entusiasmo. Estoy feliz ultimamente y por ello he batido un record!

   Este Shot ha sido escrito en UN DÍA. Ha sido terminado a la 01:13 am Venezuela. Esto me llena de mucha alegría!

   Los quiero mucho y espero que me sigan apoyando, no solo aquí, sino en todos mis proyectos. Sin ustedes no soy nada.

   Besos! Los amo!!

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