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Your eyes tell

Escritora: MariaKarlaTXTxMOA

Género: Drama, angts

Cuando te enfermas la vida se acaba. No necesariamente hablo de una enfermedad letal como el cáncer, hablo de un padecimiento cualquiera que te cambia la vida. Esa que logra que la perspectiva de tu existencia deja de tener concordancia, la forma de ver el el mundo también. Mucho más si esa acuciante destruye tus sueños como un vaso de cristal al embestir contra el suelo. Ya nada vuelve a ser igual.

- Desde el accidente Jungkook no habla con nadie, apenas mira a alguien. Solo se queda mirando fijamente a las afueras por una ventana. No le gusta ni salir de su habitación.

La explicación de mi madre a la enfermera no tenía ninguna falla. La veracidad que desprendía era tan sincera como el tono de voz preocupado que utilizaba. Al menos alguien en esta casa me quería de verdad.

- Yo no tengo nada que ver con eso, Señora Jeon, solo me encargó de los medicamentos. Le aconsejo que lo lleve al psicólogo. Creo que Jungkook podría mejorar mucho con él.

- No, no, el psicólogo no -- Chilló despavorida la mujer que me dio a luz -- Mi marido cree firmemente que la enfermedad metal no existe. Yo tampoco lo creo. Mi hijo no asistirá a ningún lugar de esos donde acuden los débiles. Jungkook no padece nada mental.

- Pero aún así lo debería llevar porque-

- ¡Dije que no!.

La enfermera me dio una mirada lastimera. Quizás ella si se había percatado de la necesidad de ir un turno de esos que tanto odiaba la familia Jeon, pero ella y yo sabíamos, que no podía obligar a mis padres. No cuando dependo de personas tan culturistas y retrógradas.

- Bien, pues es todo por hoy. Jungkook podrá volver a caminar en tres meses  -- La señora me da una palmadita en la espalda y se despide cordialmente con una reverencia para finalmente salir por la puerta.

¿De qué me sirve volver a caminar?. ¿De qué me sirve si ya lo que más quiero se destruyó?. Mis sueños más adorados de niño, esos que son tan puros como la luz de una estrella, fueron pisoteados en tan sólo unos segundos. Lo que más me jode es que fue justo cuando estaba apenas de una hora para cumplirlos.

Mi mamá la ve despedirse, luego vuelve a mirarme y su ceño se tuerce de dolor mirándome.

- Jungkook...

No termina nunca la frase, niega con la cabeza y se acerca a mí para mirarme fijamente.

- Tranquilo pequeño, todo volverá a la normalidad. Me voy al trabajo. La señorita que contratamos para cuidarte pronto llegará. Cuidate mucho. Te quiero.

Y así se fue. Seguramente no se imaginaba que está sería la última vez que me vería. Su despedida fue demasiado sencilla, ni siquiera un abrazo me entregó.

Son este tipo de cosas las que en hacen dudar de su cariño.

¿Realmente alguien me quiere?. Existirá alguien que valora mi vida. No pido tanto, solo una persona que le haya dolido toda la lucha que di en vano. Solo quiero que me quieran.

En la soledad tan común de mi habitación, eché a llorar, lancé a llorar de la misma forma de siempre. Tenía la idea errónea de que así me sentiría aliviado. Pero, ¿cómo sentirse aliviado sino tienes a nadie a quién contarle cómo te sientes?. Todos necesitamos a una persona a la que mirar y desahogarnos. Todos menos yo. Yo solo tengo estas tres paredes que me acompañan.

Utilizando mis manos para mover las ruedas de la silla de ruedas que me encuentro, logré llegar hasta el balcón. Me coloqué muy cerca del borde, casi rozándole.

El día que me acompañaba era espectacular. El cielo cristalino despejado completamente sin siquiera una nube presente hacía mención al verano. El astro mayor irradiaba su luz con potencia, era caluroso pero no insoportable. Y una fresca brisa recorrió mis cabellos, haciéndome cerrar los ojos y disfrutar plenamente de esta sensación. La última vez que vería el sol, la última vez que me acariciaría el viento y la última vez que respiraría.

Nuevamente usé mis manos para sostenerme del muro del balcón y con el único píe sano me erguí. Mis ojos escanearon la caída. Era de más de veinticinco metros. Ya no habría escapatoria. Tenía que acabar con esto.

Pero por más que quería era difícil. Suicidarse es difícil. No piensen que esa idea acaba de aparecer en mi cabeza ahora y ya lo voy a hacer, no. Esa idea anda rondando desde que tengo uso de razón. Siempre ahí. Viva. Latente.

Sacarse la vida es difícil.

Por eso ideé el plan de buscar cosas que me dieran ganas de vivir. Busqué unas cuantas cosas que se volvieran mi mañana. Ya no quedaba ninguna. Todo se fue tan rápido como un suspiro en el aire.

Sentí mi cuerpo temblar, ya mi pie sano no aguantaría más mi propio peso. ¡Este era el final!. Tomé una bocaza de aire y me dejé caer al precipicio.

- ¡Nooo!.

Las manos de alguien sosteniendo mi cuerpo, por alguna extraña razón, eso me hizo feliz.

- ¡Te has vuelto loco!.

La voz femenina logró hacerme mirar su procedencia. Ahí, justo detrás de mí, había una chica cuál rostro no podía ver porque lo tenía enterrado en mi espalda. Sus manos me sostenían como si fuera lo más preciado en la vida, y por alguna otra razón, me alegré de seguir con vida.

La chica me jaló y me libró de la muerte segura. No la conocía. Pero al parecer ella a mí sí. Lo supe por sus ojos, que fue lo primero que vi.

Quedamos uno frente al otro. Ella sostenía mi mano desde el borde donde estaba mi silla de ruedas y yo encima del muro que tanto tiempo me costó trabajo saltar. La presión en mi mano era firme, parecía que tenía miedo de liberarme y que algo me sucediera. De hecho, yo también temía que me soltara.

- ¡Jungkook eres un idiota! -- Me viró la cara de una cachetada con la mano libre.

Llevé la mano al lugar que comenzó a arder, creo que hasta me arañó en el proceso. Lo tenía bien merecido. Luego la volví a ver directamente a los ojos. Los tenía cristalizados como si estuviera a punto de llorar. El color marrón en ellos destacaba por la inundación procedente. Miedo. El pánico en ellos estaba presente. Pero, ¿por qué por mí?.

- ¿Quién eres?.

Mi interrogación salió temblando, y mi voz quebrada e baja. Me asustaba la respuesta porque algo me decía que después de saberlo, ya no volvería a este precipicio.

La chica chasqueo la lengua, rodó los ojos junto con una negación que removió todo su corto cabello que llegaba a la altura de su mandíbula.

- Meissa. Ese es mi nombre -- Fue la respuesta de la pelinegra.

- Meissa -- Saboreé cada letra junto a la primera palabra que soltaba en meses -- Es un nombre muy bonito -- Narré todavía mirándole los ojos.

- Gracias, ahora baja de ahí -- Su mano volvió a alzarse, cerré los ojos esperando la cachetada, pero no lo hizo, simplemente fue extendida en mi dirección.

Dudé un segundo antes de tomarla. Sabía que jamás tendría nuevamente el valor suficiente para atentar contra mi vida. Quizás eso fuera bueno. Realmente nunca quise matarme.

- Gracias -- Volví a saltar, solo que esta vez, fue en dirección a Meissa y caí sobre su pecho, aferrándome fuertemente a su cuerpo con miedo. Miedo de morir -- Muchas gracias.

Lloré, sollocé, me hundí en lágrimas sintiendo lo bien que se siente un abrazo, sintiendo la necesidad de llorar en brazos de alguien.

- De nada, Jungkook -- Susurró con voz reconfortante.

¿Por qué sabía mi nombre?. ¿Por qué me salvó?. ¿Por qué estaba tan preocupada por mí?. ¿Acaso me conocía?.

Ella me siguió el abrazo mientras acariciaba mi cabello en el proceso. Su tacto era cariñoso, calmante y tierno. Cuando sus dedos enredaban mi cabello me hacían sentir una familiaridad con el tacto materno. No recuerdo una sola vez que alguien me abrazara de esa forma. Lo más cercano que siempre tuve de mis padres fue un toquecito en el hombro o una revuelta de cabello.

- Todo está bien. Yo te voy a proteger.

¿Sería realmente así?.

La única persona que me había protegido estaba muerta. Ya nadie me protegería. ¿Por qué ella asumirá esa responsabilidad?.

A pasos torpes y con toda su fuerza me guío a la habitación. Me ayudó a subir la cama, pero no podía despegarme de ella. No quería. Así que me mantuve abrazándola y con mi cabeza enterrada en su hombro. Olía a cítrico. Ese aroma me empezó a fascinar.

- Jungkook mírame.

Acaté la orden. Poco a poco alcé la cabeza teniendo otro encontronazo con sus ojos. Me parecían hermosos. Un universo de sentimientos reconfortantes traspasaba su mirada. Quizás no tenía los ojos claros, ni verdes, ni oscuros, quizás eran del color más común, marrones, pero definitivamente eran los más lindos de todo el mundo.

- Siento haber demorado tanto en llegar. Pero por favor, no comentas ninguna locura. A partir de ahora me quedaré a tu lado.

Eso era justo lo que había necesitado toda mi vida.

Después de ese día el tiempo pasó más lento solo porque ella estaba siempre conmigo. Empecé a sentir emociones cada vez más fuerte por ella. Meissa era la luz de mis ojos. La chica que me enseñó a sobreponerme a las adversidades. A seguir hacia delante. A no tener miedo.

Ella era la luz de mi vida. El destello que me dio razón para continuar. Iluminó mi vida con solo una mirada dulce. Sus ojos son los más coloridos de la historia. Y no me importa que sea una chica común y corriente. No me importa que su cuerpo no tenga las curvas que debería, ni que su piel no prometa un hermoso color, no me importa que el color de su cabello no marqué ninguna diferencia y mucho menos que su rostro no sea esplendoroso. Meissa para mí era preciosa. Preciosa como la estrella que lleva su nombre. La más hermosa.

Antes tuve miedo de continuar con vida. Tuve miedo de volverme esclavo del dolor. Miedo de que cada noche recordara ese pérfido accidente donde murió mi único amigo y yo quedé invalidado para ejercer el fútbol. De jamás cumplir los estándares de mis padres. De nunca ser tan bueno como mi hermano. Pero ya no. Ya no tengo miedo. Ella me enseñó a no tenerlo.

- Gracias, gracias por devolverle la sonrisa a mi hijo -- Vi como sollozaba mi madre envolviendo en un abrazo a la chica mientras rompía en llanto -- Gracias por cuidar a mi hijo como yo jamás pude.

- De nada, Señora Jeon -- Respondió la chica que amaba.

Mi madre se alejó de Meissa, asintió en mi dirección y se marchó dándome espacio. Antes creí que ella no me quería. Ahora sé que su forma de querer es solo un poco extraña. Pero que me quiere. No me imagino que hubiera pasado con ella si aquél día que casi muero.

- Meissa.

Ante mi llamado dio media vuelta en mi dirección, sonrió, sonrió de una forma que solo ella podía sonreírme. Y corrió hasta mi anatomía que la esperaba con las manos abiertas.

- Me alegro que puedas volver a caminar -- Soltó con notoria emoción en su voz -- Estoy tan feliz por ti, Jungkook.

- Hay algo que siempre quise preguntarte, Meissa.

- Lo sé. La verdad es que siempre supe que este momento llegaría y la respuesta es sí.

-  ¿Sí?. ¡Sí! -- Grité fuertemente mientras hacía más presión en su pequeño cuerpo.

- Por supuesto, ¿cómo creés que conocía tu nombre el primer día que te vi?.

- ¿Qué? -- Inquirí descolocado.

- ¿Tu pregunta no era porque te conocía?. Eras mi Crush de la escuela. Siempre me gustaste. Siempre. Pero tuve miedo a acercarme ya que tú jamás me notabas. Cuando me enteré que tuviste el accidente tuve mucho miedo, empecé a pasar por tu casa todos los días solo para saber cómo te encontrabas. Un día vi el anuncio de tu madre para buscarte una cuidadora y no pude resistirme..

- ¿Qué dices?. ¡Esa no es mi pregunta!.

- ... Fui a hacer la entrevista de trabajo, tu madre me aceptó y-

- ¡Estoy intentando decirte que me gustas!.

Su rostro se estiró de la sorpresa. Se sonrojó por primera vez desde que la conozco y así se veía más hermosa. Bueno, puedo afirmar que me gustará Meissa a pesar de tener lodo en la cara.

- Tú también a mí, Jungkook.

Ella se puso de puntillas y chocó sus labios contra los míos, sorprendiéndome en el acto. Sin embargo, este no fue nuestro primer beso. Nuestro primer beso se dio con una mirada.

Los ojos son el punto donde se mezclan el alma y el cuerpo. El espejo del alma, los llaman otros. Nosotros ya habíamos compartido ambos, no con un simple vistazo ni una miradita común. Nosotros somos de los pocos que vemos con el corazón y sentimientos con la puerta que divide los dos mundos, cuerpo y alma.

Simplemente cuando la conocí todo sus ojos decían...


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