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1. «Tres bastardos»










El sonido de la cachetada que le dio Jude a Lucy resonó en todo el lugar.

Un vidrio.

Dos.

Tres.

La lluvia de cristales repiqueteó en el suelo, cuando ella fue lanzada contra el espejo.

—¡Bastarda asquerosa! —gritó el rubio enfurecido, acercándose a ella y tomándola de los cabellos—. ¡Eres una basura! ¿Oíste? ¡Pura mierda!


—P-papá... —susurró Lucy, mientras intentaba hacerlo reaccionar, buscando un atisbo de lo que creía que era ese hombre.

Aquel que la crió.

—¡No me llames así! —La arrojó contra el suelo, mientras Lucy retrocedía asustada contra la pared—. ¡Nunca más!

La niña de apenas diez años lloraba como jamás lo había hecho en su vida desde la muerte de su madre. Tenía la garganta desgarrada debido a las veces que no pudo detener los gritos de dolor.



Ahora ni siquiera podía hablar.

No importaba cuántas veces hubiera intentado calmar a su padre, él no entraba en razón.

Una súplica.

Dos.

Tres.

—Papi... Por favor —Lloró la chica, haciéndose un ovillo y mirándolo asustada. Pero él la pateó en el lado derecho de su abdomen, provocándole arcadas.

—¡Que te calles, tonta!

— Papá, estás borracho... — Lucy intentó sonar seria y calmada para lograr entrar en la mente de aquél sujeto. Sin embargo, la tomó del brazo, levantándola del suelo y la acercó más a él.

—¡Eres lo peor que me pudo pasar! —Escupió en su cara, con tanto odio, tanto rencor—. ¡Si no hubiera sido por ti...!



El olor alcohol era repugnante...

Aunque no tanto como el de la sangre.

Otro golpe fue a parar al rostro de la Heartfilia, que intentaba defenderse en vano.

—¡Tu culpa, tu culpa, tu culpa! —gritaba una y otra vez Jude, golpeándola en diferentes partes del cuerpo.

Una vez...

Dos.

Tres.

Un moretón.

Una nueva cicatriz.

Un hueso roto tal vez.


Lucy ya no oía claramente las palabras, pues volvió a caer al suelo, sin poder controlar su cuerpo.

Era consciente de lo que ocurría.

Un movimiento de manos y sintió ese líquido bajo ella. Al mirarlas, observó su tono escarlata.

Se estaba muriendo.

—¡Me casé con Layla por ti, ¿sabes?! —Sus palabras eran distorsionadas, su voz era casi imperceptible—. ¡Arruiné mi futuro, sólo por un "error de una noche"!

Jude cayó de rodillas, sobre ella, mientras sacaba una pistola de su bolsillo.

—Con el tiempo me enamoré de ella... —.urmuró entre dientes, colocándose el arma en su propia sien—. Pensé que era buena persona. Que estábamos juntos en esto.



Lucy comenzó a temblar.

—N-no... Lo hagas... —susurró apenas audible.

Para ella, él era su papá.

Aunque la prueba de ADN que yacía sobre la mesa dijera lo contrario.

Aunque el cadáver de su padre biológico estuviera junto a la puerta indicara otra cosa.

Había sido al asesinado al instante en que los resultados fueron revelados, esa misma tarde.


Un cadáver.

Pronto dos.

Tal vez tres.


—Yo pensaba que ese estúpido era sólo un socio de tu madre... —Jude había empezado a llorar y a menear con la cabeza desesperadamente— ¡Se atrevió a tocarla!

—Papá...


"Detente".

Ya no tenía fuerzas.

—¡Entró a mi casa! —gritaba cada vez más fuerte. Sus manos temblaban, mientras que sus rodillas seguían rodeando el cuerpo de ella, impidiendo que escapara.

Jude separó el arma de su sien un instante, mientras la acercaba la cara de Lucy, que nuevamente había comenzado a llorar.

Sonrió asquerosamente, mientras acariciaba el rostro de la chica con la punta de la pistola, y hacia ruidos para que se callara.

—Ssh... Calla, pequeña Lucy. Leo merecía morir —Bajó el arma a su cuello, y la miró atentamente—. Eres igual a ella —Hizo una mueca de fastidio y suspiró—. Creo que si te matara, te estaría haciendo un favor, ¿no? Así que no lo haré.


Un sentimiento.

Dos.

Tres.

Miedo.

Desesperación.

Tristeza.


Lucy ya no tenía razones para vivir.

—Vive con esta carga, bastarda.

Jude colocó el arma en su propia boca y dirigiéndole una mirada vacía...

—Papá...

...disparó.


Una exhalación.

Dos corazones paralizados.

Tres millones gotas de sangre.


Lucy sintió como el cuerpo sin vida caía sobre ella.

El cuerpo de la persona que, cuando era niña, la había empujado en los columpios para que llegara más alto.

Con el que había bailado el vals cuando apenas podía caminar.

Quien le ayudaba a dormir en las noches de pesadillas, olvidando los monstruos bajo la cama.

Jude...

Su súper héroe favorito...

El único hombre al que había llamado papá...

Había muerto.


Una niña.

Dos pequeñas manos.

Tres muertes sobre sus hombros.





(...)








Lucy siempre creyó que el amor lo curaba todo, tal como dicen los cuentos de hadas.

Que era la magia más poderosa.

Que enamorarse era una linda aventura si aquel sentimiento era correspondido.

Cuando paró en el centro de menores, creció con la esperanza de que todo estaría bien algún día.

Nadie podía culparla...
Era sólo una niña.


Uno.

Dos.

Tres años pasaron.


Sin embargo, a medida que crecía Lucy sólo era atormentada por aquellas pesadillas.

Aquellos recuerdos.

"Estúpida.."

"¡Todo es tu culpa!"

"¡Bastarda!"

Ella no quería vivir...
No sintiéndose así.

Sería mejor... terminarlo todo.


Otro año...

Dos.

Tres.


Pero...

¿Quién diría que a sus 16 años, justo en el momento final, conocería a Natsu Dragneel?


"—¡Hey! —gritó el peli rosa, subiendo a la azotea del edificio de la escuela—. ¡No saltes!".

"—¿De qué sirve? —Lucy caminaba por el borde, mientras lloraba— ¡Todo acabará! ¡Todo acabará!".

"—¡Por favor, no lo hagas!".

"—¡Estoy sola! ¡Siempre lo he estado!".

"—¡No estás sola, ¿sí?! —Él se acercó lentamente, intentando alcanzarla. Ella lo miró".

"—¿Quién eres? —susurró sorprendida".

"—Alguien que quiere ayudarte".

¿El amor a primera vista existía?

Porque Lucy, aquella chica solitaria, se enamoró.

Aquella sonrisa radiante, aquella mano extendida...
Algo que nadie supo darle...

La cautivaron.

No pasó mucho tiempo para que aquellos jóvenes iniciaran una relación, que duró incluso hasta que la secundaria terminara.

Natsu la había ayudado.

La ayudó a superar sus tormentos y culpas. Hasta cuando ella se había desquitado con Natsu, él permanecía allí, junto a ella.

Le presentó a un grupo de amigos, que también resultaron de oro.

Se lo agradecía tanto.



Aunque...
La realidad no siempre es así.


Una sonrisa.

Dos corazones.

Tres años más tarde.





Una rubia se encontraba en la parada en el marco de la habitación del departamento que compartía con su novio, presenciando algo que terminaría por quebrarla.



Una traición.

Dos mentiras...

...que involucraban a tres personas.



A Natsu...

A Lucy...

Y a su mejor amiga.







"¿Cómo pudiste hacerme esto, Levy?"





(...)










Había sido considerada una bastarda toda su vida por el simple hecho de haber nacido fuera de un matrimonio.

Un error.
Algo que jamás debió haber existido.

Aquel adjetivo era como una espina clavada en el corazón.


Pero, a partir de ese día en el cual su vida había acabado por tercera vez, aprendió algo muy importante.

Esa no era la única definición de la etiqueta.





Bastardo.
Una persona con malas intenciones.





Al final... Estaba equivocada.
El problema no era ella, no...

El problema era el amor...

El amor te hace creer.
Confiar.



Y lo malo de la confianza, es que nunca es un enemigo el que la quiebra.





Una huérfana.

Ella.

Dos imbéciles.

Jude.
Natsu.

Tres bastardos.





(...)

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