Steven Universe.
Según lo que he entendido, las gemas no tiene género, pero por lo que ví utilizan pronombres femeninos para referirse a ellas mismas.
En el caso de que verdaderamente no tengan género, consideren esto como un Au.
Si ven algún error avísenme, es que no me ví toda la serie y apenas son me ví algunos clips y capítulos a la mitad :'3
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Se supone que la colonia sería para colonizar este planeta nuevo, para atraparlo y estar a manos de Diamante Rosa. Pero luego de que ella viera lo que realmente estaba haciendo suplicó a sus hermanas que detenieran la colonización.
Estaba frustrada de ver que no había logrado nada, frustrada de ver que en vez de crear vida solo la destruía, frustrada de enterarse de que había vivido una mentira.
Así nació Rose Cuarzo, y muchos saben lo que pasó después.
Pero hay algo que no se ha dicho aún, algo que las Diamantes callaron y Perla olvidó.
Una nueva gema había nacido entre las de la guardería de las turmalinas, una alta de piel gris oscura, un cabello esponjado y de rulos que caía un poco sobre su cara, uno de sus ojos negros estando cerrado debido a la gema en su mejilla.
Pero había algo diferente, algo muy diferente.
A parte de ser robusta, su cuerpo no se veía muy... Femenino. Su mirada era más calmada mientras todas las gemas la habían estado mirando fijamente, como si fuera algún clase de aberración.
Se había sentido confundido, sí, confundido. Eso era, era un hombre, un hombre en una colonia de mujeres, una gema hombre que debería ser mujer.
Pero él claramente no lo era, no importaba de donde lo vieras, no importaba que tan largo fuera su cabello, era un hombre.
Las gemas lo trataron como un fenómeno en los primeros minutos que estuvo allí, lanzandole miradas ascesinas y llenas de odio repentino, como si hubiera cometido algún crimen cuando él solo estaba parado sin saber muy bien que sucedía, no sabía que había hecho mal, o si siquiera había hecho algo.
Entonces Diamante Rosa apareció, olvidando por completo que tendría que haber bajado como la supuesta Rose Cuarzo, seguida por Perla, quien le exigía de la manera más respetuosa posible volver o al menos que se convirtiera en Rose antes de llamar demaciado la atención.
Pero ella estaba más cosnentrado en pararse delante de la gema negra, quien levantó la mirada imprecionado, observando con completo asombro el gran tamaño de la mujer, la cual, ahora, lo miraba con grandes ojos curiosos y llenos de admiración, como si fuera lo más maravilloso que había visto en su vida.
El chico se sintió confundido, parecía ser la única que pensaba diferente entre todas las que lo rodeaban y era extrañamente abrunador y aliviante al mismo tiempo.
Los grandes ojos rosados de la diamante lo examinaron de pies a cabeza, y él tuvo que mover su cabello para poder devolverle la mirada sin rastro de mechones que obstruyeran su vista.
–Eres un chico– su voz era de pura fasinacion, casi sin aliento, sus ojos brillantes y llenos de luces de las cuales esta nueva gema no sabía cómo interpretar.
–Mi Diamante– llamó Perla, viéndose un poco nerviosa mientras tomaba suavemente el brazo de la mayor, apenas jalandola, esperando poder llamar su atención.
–¿Alguna vez había pasado esto, Perla?– pregunto Diamantes Rosa, mirando con la sorpresa plasmada en su exprecion mientras el chico solo observaba, sintiendose un poco incómodo con todas las miradas de las demás gemas.
–No, mi diamante, nunca había pasado antes. Pero usted tiene que volver y-...– pero la mayor se negaba a eso, sonriendo ampliamente.
–Perla, ¿No lo ves? ¡Es la primera vez que una gema nace hombre! Esto es asombroso, algo completamente nuevo y facinante– tomó entre sus manos a la gema, la cual se aferró a sus antebrazos con una expresión sorprendida y confundida, mirando a la más grande fijamente, su mirada desviándose momentáneamente hacia la gema más delgada.
–M-mi diamante, es mejor que lo baje, hay que notificar a las demás diamantes sobre esto y discutir lo que ha pasado– se veía un poco nerviosa, retorciendo sus manos y teniendo que entrelazar sus dedos para no lastimarse.
–¡Por supuesto! Esto es tan emocionante, ¡Una gema masculina!– un poco más y el diamante muy probablemente estaría dando saltitos en su lugar, pero sabía que esto podría sacudir mucho al más pequeño en sus manos, solo mostrando una gran y fascinada sonrisa.
–Pero, mi diamante, esto es preocupante– intentó explicar Perla, esperando poder notificarle que en realidad dudaba mucho que las demás se lo tomarán tan bien.
–¿Qué quieres decir?– Diamante Rosa la miró con sorpresa, su sonrisa desvaneciéndose y sus ojos centellando con algo desconocido, aún sin bajar al nuevo.
–Quiero decir, es un error, una falla– la exprecion del diamante se contorciono en uno de confucion y desagrado ante sus palabras, Perla sintiéndose desesperada por intentar explicarle –Se supone que las gemas solo tienen que ser mujeres, guerreras, no... Hombres, algo debió haber fallado en los paneles de control.– el chico en los brazos del diamante frunció el ceño.
Entonces eso era, ¿Él era una falla? ¿Un ser que nació siendo lo que no tenía que ser? Eso se oía orrible.
–¡Pero entonces es una falla imprecionante y magnifica!– Pero Rosa pensaba de otra manera, y eso lo hizo levantar la mirada, estudiando su expresión disgustada y luego la gran sonrisa que fue dirigida a su persona. –Una nueva gema, y una diferente, ¿Te imaginas lo que podríamos aprender de él? ¿Que tal si tiene nuevas cosas? ¡Algo que lo diferencia aún más de las demás!– las gemas que estaban a su alrededor se miraron entre ellas.
Ahora que empezaban a acostumbrarse a la presencia de su diamante, y pensaban en sus palabras, podían darse cuenta que en sierto modo tenía razón, y la curiosidad muy pronto ganó al estereotipo.
Perla quiso explicar, pero sabía que Rosa tenía razón. Aún así, estaba preocupada por como reaccionarian las demás, conocía a Diamante Blanco y estaba muy segura que no recibiría con los brazos abiertos a la gema, porque sabía que lo consideraría “imperfecto”.
–Dime, pequeño– la atención de Perla se desvío hacia la gema que Rosa tenía en manos cuando la escuchó dirigirse a él, notando que parecía aún muy confundido –¿Cuál es tu nombre?– él pensó unos momentos, asimilando la información que había obtenido hasta ahora y rebuscando en su cabeza.
–Soy... La turmalina 20-x-m– respondió mirándola, una ráfaga de información golpeando su cabeza y haciéndolo reaccionar, reconociendo el rango de estatus que tenía la mujer que lo cargaba en sus manos, sintiéndose extraño por tanta amabilidad.
–Esta bien, solo te diré Turmalina– sonrió ampliamente, empezando a caminar mientras le hacia señas a Perla, quién la siguió con nerviosismo.
A pesar de su intento de decirle a Rosa que sería mejor mantenerlo oculto si quería conservarlo, ella se negaba a dejar pasar este allazgo, mostrandoselo a las demás diamantes con una sonrisa radiante, como si fuera lo más maravilloso del mundo.
Turmalina solo había observado, encogiéndose en los brazos de Rosa al ver las expresiones horrorisadas y sorprendidas de las tres mayores, que eran tan grandes que estaba seguro que él solo era una insignificante hormiga para ellas, y eso lo hacía sentir más incómodo y pequeño. Ya de por si sentía que era demaciado pequeño en comparación con Diamante Rosa.
Perla se había puesto ansiosa, intentando desesperadamente de darme la razón a Rosa e intentando convencer a las superiores que le dieran una oportunidad a Turmalina, pero ellas parecieron enloquecidas e indignadas, aferrándose desenfrenadamente a la idea de “Solo mujeres”.
Y a los tres se les cayó el corazón al oir que Turmalina debía ser ejecutado y su gema debía ser destruida.
Rosa se había negado, incluso se atrevió a golpear la mano de Diamante Blanco al ver que quería quitárselo de sus brazos, el más chico aferrándose desesperadamente al diamante rosado, mirando a Perla con ojos llenos de miedo.
Diamante Rosa comenzó a discutir con las demás, enfurecida y ofendida ante la idea de que quisieran destruir a una de sus gemas solo por ser del género opuesto, ¿A quien se le ocurrió a tal cosa? ¡Era una aberración!. Y lo peor de todo es que querían lastimarlo cuando ni siquiera eran sus dueños, en todo caso, Rosa debia ser quien decidiera. Pero aún así, ellas insistieron en destruirlo, inportandoles muy poco el hecho de que sería injusto y horrible.
Perla, por otro lado, al ver la mirada de Diamante Rosa supo lo que significaba, agarrando la mano de Turmalina y corriendo fuera de allí, asegurandose de no ser atrapados por ningún guardia o algo similar. Se habían escondido en la habitación de Rosa, y la gema gris observaba facinado el nuevo entorno, con el corazón latiente y las manos temblando, la mente inundada de pensamientos de pánico y miedo.
Pero ese lugar los atenuaba, tenía un ambiente... Acogedor, en sierta forma, a pesar de ser en realidad un espacio completamente vacío y rosado con lo que parecían luces brillantes.
Él se sentó en el suelo, intentando recuperar el aliento mientras veía a Perla hablar consigo misma, notando lo nervios y angustiada que estaba, a demás de la clara preocupación en su mirada.
Se sintió culpable, porque sabía que era el causante de todo esto a pesar de no haber hecho nada más que nacer siendo del género incorrecto, pero, él no había escogido ser así, simplemente... Fue así. Y eso lo frustraba y lo hacía sentirse aún peor, más aún sabiendo que probablemente Diamante Rosa estaba pasando un muy mal rato allí intentando defenderlo y evitar que lo lastimen.
Los minutos pasaron, y ambos estaban en completo silencio, Turmalina con la mirada en el suelo sintiendose culpable y Perla con sus ojos enfocados pero perdida en sus pensamientos, intentando encontrar una manera de poder ayudar a su diamante, quería ir allí, defenderla, decir que estaba de acuerdo y que podía ser un gran descubrimiento y no solo una simple falla, pero no podía dejar solo a Turmalina y correr el riesgo de que lo atraparán.
Cuando se estaba undiendo más profundo en sus pensamientos e incluso en la culpa que no sabía en dónde cabia, dónde sentía las paredes achicarse y ahogarla como si neceistara más oxígeno, fue cuando sintió algo liviano y suave acariciar su cabeza, acompañado de un suave y reconfortantes aroma de flores e hierba.
Llevo sus manos a su cabeza, tocando los suaves pétalos y las frescas hojas, volteandose hacia su costado y notando a Turmalina parado a su lado, en sus manos había flores hermosas y de colores claros, mientras su expresión denotaba preocupación y le regalaba una pequeña sonrisa tranquilizadora.
Se sintió extraño verlo de esa manera, Pero también reconfortante y un poco aliviante.
–¿De dónde...?– comenzó, mirando las flores en sus manos y tocando las que estaban sobre su cabeza –¿De dónde las sacaste?– preguntó confundida, mirando su alrededor sin ver ninguna planta o algo similar.
–Aquí– respondió señalando su gema en su mejilla, ella parpadeando con sorpresa.
Fue entonces que prestó atención por primera vez a su vos, notando que era la segunda vez que hablaba, y que era muy suave y baja, como si tuviera miedo de lastimar sus oídos. Esa sin duda no era la actitud de un guerrero, al menos eso creía.
–Qué extraño, por lo general solo pueden sacar armas– murmuró pensativa, notando que Turmalina llevaba una mano a su mejilla y sacaba una nueva cantidad de flores, empezando a colocarlas en su cabello con suavidad.
Por alguna razón, se sintió consolada, un extraño sentimiento de curiosidad y relajación inundendola al ver lo tranquilo y pasifico que se encontraba Turmalina incluso sabiendo que era probable que moriría en unas horas, quizás días, o quizás minutos, ninguno lo sabía, pero él parecía tan tranquilo y contento con poder darle flores y hacerla sentir relajada que no pudo evitar sonreír, conmovida por el gesto.
Los siguientes minutos ambos habían estado llenando la cabeza del otro con flores y plantas, incluso Perla había logrado treanzar una parte del cabello grisaseo, ambos volviéndose ignorantes de como los minutos pasaban y Diamante Rosa no regresaba.
Hasta que los dos sintieron un mal presentimiento, sus corazónes comenzaron a latir apresuradamete mientras escuchaban pasos apresurados y resonantes, pero desesperados.
Se levantaron, Perla sacando de su gema su lanza, lista para luchar contra algún guardia o incluso con un diamnate con tal de proteger a Turmalina y asegurarse de no fallarle a Rosa. Y es entonses cuando los dos bajan la guardia ante los sollozos que se escuchan tras la puerta, la cual se abre y deja ver a una Dismante Rosa sollozante y herida, muy probablemente la pelea habia empeorado, y una punzada de culpa y preocupación apuñalo el corazón de Turmalina.
Perla jadeo, corriendo hacia su diamante y apresurada por consolarla luego de guardar su arma, Rosa deslizándose por la puerta ahora cerrada, cubriendo su rostro con sus manos, siendo un desastre de sollozos y llanto.
Perla intento consolarla con suaves caricias en su hombro y su cabello, repitiendo palabras llenas de preocupación y asegurandose de no estropearlo aún más.
Turmalina se quedó parado, mirando sus manos vacilante, dando unos pasos temerosos hacia la mujer antes de sentarse a su lado, mirándola con preocupación mientras veía las flores en el cabello de Perla, quien le devolvía la mirada con tristeza por su diamante.
Turmalina se mordió la mejilla, rebuscando en su cabeza alguna idea para consolarla, empezando a rascar su gema y sacar múltiples flores diferentes, el lugar invadiendose de un suave y esquisito aroma a diferentes tipos de plantas y flores, algo que llamo la atención de Rosa, pero sus ojos seguían llenos de lágrimas mientras olfateaba y miraba a su lado.
Turmalina pudo ver que llamó su atención, y fue rápido en tomar algunas flores y comenzar a colocarlas en el cabello de Rosa, asegurandose de que no se calleran mientras lo llenaba de hojas y el deliciosos perfume que acompañaba los pétalos.
Diamante se sorprendió, parpadeando y limpiándose las lagrimas mientras veía a la gema intentar consolarla sin palabras, apoyándose en su costado y dejando una de sus manos en su brazo mientras con la otra seguía adornando su cabello, dándole miradas suaves y de consuelo, sus sonrisas tranquilizadoras.
–No puedo creer que mis hermanas quieran destruir a un muchacho como tú– sollozo con tristeza y felicidad al mismo tiempo. Estaba maravillada y conmovida de ver que una de sus gemas era tan considerada y gentil, Pero también decepcionada y disgustada por la forma en que las Diamantes se niegan a darle una oportunidad solo por ser diferente.
O como diamante blanco la llamó:
“Inperfecta”
Sinseramente, estaba orgullosa de su gema imperfecta.
Y estaba decidida a impedir que lo destruyeran.
Lo mantuvo oculto en su habitación los próximos días sabiendo que las Diamantes jamás entrarían allí, Perla se encargaba de mantenerlo al tanto, asegurandose de que estuviera entretenido o que al menos se encontrará bien antes de regresar con su diamante.
Amarillo, Azul y Blanco estaban deseoseradas por saber dónde estaba la supuesta aberración escondida, mientras que Rosa se negaba a mostrarles e insistía rotundamente en que la única forma en que lo verían es que sería prometiendole que bo lo lastimarian.
Obviamente nunca prometieron algo como eso, demaciado concentrado en su imperfección para ver más allá.
Luego de muchas peleas y razonamiento, el cual duro aproximadamente dos semanas, en las cuales Perla y Rosa se habían encariñado profundamente con Turmalina. Lograron tener un avance, Pero Rosa sabia que insistir no la haría conseguir nada más.
Así que, un poco deprimida pero más aliviada por lo que había conseguido, se dispuso a darle la noticia a Turmalina, esperando que al menos lo consolara el hecho de que no sería destruido.
–Hey, Turmy– llamó cuando entro a su habitación, Perla caminando a su lado con una soensia triste, ambas viendo como él se encontraba tranquilo adornando la habitación de Rosa con flores y enredaderas. –Has hecho un hermoso trabajo aquí– Dió unos pasos hacia dentro, las puertas cerrando se detrás de ella mientras Turmalina se detenía y la miraba con una sonrisa, su cabello ahora recogido con una cinta que le había conseguido Perla, evitando que su fleco cayera sobre sus ojos, aunque de igual forma unos mechones revendes salían ligermamege hacia delante.
–Gracias– sonrió con alivio de haber hecho un buen trabajo, pero su alivio se convirtió en preocupación al ver las miradas tristes pero sonrientes de ambas. –¿Que sucede?– preguntó suavemente, caminando hacia ellas, esperando poder consomarlas y averiguar cuál era el problema.
Rosa suspiro, agachándose a su altura y acariciando suavemente su cabeza con dulzura, algo que logro relajar un poco a Turmalina.
–Bueno, pequeño Turmy...– comenzó, su voz suave y tranquila. El mencionado siempre le pareció un poco irónico pueto que él era grande pero comparado con ella era como un niño pequeño –Logre al fin que ellas no quisieran hacerte daño– sonrió, la mirada de Turmalina brillando con alivio, Pero también preocupación al saber que edo no era todo –El... Problema es que... Tendré que regresarte a tu forma original– su voz casi no salía, la idea de separarse del más chico y convertirlo en una simple gema le partía el corazón. Y Perla no sentía diferencias –Y ocultarte... Prácticamente... Borrarte de la historia– murmuró, Perla abrazando su brazo al verla cubrir su boca para ahogar un sollozo.
–Oh...– los ojos de Turmalina se oscurecieron de tristeza, bajando la mirada y sintiéndose nervioso y frustrado ante la idea de ser separado para siempre de Rosa y ser devuelto a una simple gema.
Ya no vería a Rosa y Perla, no podría consomarlas, o hacerlas reír, o simplemente hablar con ellas y pasar el rato, convivir con las únicas dos personas que le habían dado una oportunidad.
Sentía como sí le estuvieran arrancando un pedazo de él, y las lágrimas no tardaron en acumularse en sus ojos, dejando soltar un suspiro mientras las gotas de agua salada resbalaban por sus mejillas en un sufrimiento silencioso.
Los tres habían comenzado a llorar, Perla y Rosa sollozando mientras él sentía sus lágrimas caer completamente, sin emitir sonidos, simplemente sintiendo la angustia carcomiendo su pecho y la sensación de odio hacia las Diamantes superiores encendiéndose y haciéndole doler su estómago, retorciéndose en su interior salvajemente, como su quisiera destruir sus rostros a golpes por su falta de comprensión y empatía, por su ignorancia y egoísmo.
Se obligó a calmarse, prefiriendo simplemente inagianrselo o dejarlo de lado mientras caminaba hacia ambas, rodeandolas con sus brazos en un consuelo suave y firme.
–Oigan, no importa realmente si ya no podré verlas... Me gustó poder sentirme querido y protegido– murmuró, las lágrimas cayendo más rápido, ambas aferrándose a él con dolor y tristeza, Pero también con movidas por su consolación y sus palabras –Gracias por ser quienes me dieron uns oportunidad... Este tiempo fue muy lindo para mí– su voz temblaba, pero su respiración lograba salir a flote en su pecho oprimido y su garganta cerrada. –No podría estar más agradecido–
–No te preocupes, también nos alegra haber podido compartir contigo– susurró Perla, abrazándolo con dulzura.
–Nunca olvidaré tus coronas de flores– murmuró Rosa, sus lágrimas cayendo rápidamente mientras undia su cabeza en el cabello, acariciándolo con cuidado, como si quisiera recordar la suavidad de sus rulos.
–Yo nunca las olvidaré– susurró Turmalina, suspirando y abrazando las con más fuerza, antes de soltarse y mirarlas a ambas con una suave y agradecida sonrisa, sus ojos brillando con tristeza y afecto –Estoy listo– miró a Rosa, decidido pero con su voz tan suave, como si quisiera consolarla.
Rosa asintió, moviendo las manos para tomar suavemente el rostro de Turmalina entre sus manos, inclinandose y besando suavemente su frente con dulzura.
–Te queiro, pequeño– murmuró con un sollozo, Perla repitiendo sus palabras en un susurró suave.
–Tambien las quiero– respondió, su cuerpo brillando y dándoles una última sonrisa antes de que su cuerpo físico desapareciera y la gema quedará en las manos de Rosa.
Una burbuja rosada la rodeo, y la diamante sollozo, abrazando con fuerza la gema contra su pecho, mientras que Perla la abrazaba a ella, asegurandose de consolarla y transmitirle al menos un poco de calma.
~•~•~•~•~
Turmalina fue oculto en lo profundo del planeta madre, en una caberna llena de trampas por el fanatismo de las diamantes con la seguridad, desesperadas por no manchar su legado de “solo mujeres”.
Diamante Rosa jamás estubo de acuerdo. Y su gema tampoco.
Cuando la guerra acabó y los años pasaron, naciendo Steven, el joven muchacho que pasó por tantas cosas para convertirse en lo que es hoy en día, llamado el héroe de la galaxia, Perla había sentido un gran alivio cuando observo como los diamantes se habían convertido en una mejor versión de si mismos. Todo volvió a la normalidad, la paz, ya no habían gemas corrompidas, los diamantes estaban en acuerdo, Espinela a pesar de estar rota y ya no poder volver a su vercion original había obtenido una nueva vida y era tratada como siempre se mereció.
Por fin.
Fin.
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No.
Había un pensamiento de que no todo había terminado, de que algo faltaba, una pieza en el fondo de su mente que seguía buscando su lugar, una pieza que le impedía estar en paz.
Perla se movió entre sueños, no siempre podía soñar y dormir una costumbre que había adquirido por el paso de los años, sin realmente necesitarlo.
Pero en este momento, después de mucho tiempo, algo estaba carcomiendo lo profundo de su mente.
Una voz que repetía su nombre en diferentes tonos.
La imagen borrosa de alguien que se le hacia extrañamente conocido pero sin poder reconocerlo.
Una risa lejana y llena de tranquilidad y bondad.
Unos ojos brillantes.
Una gema negra.
Un tacto suave.
Diamante Rosa con una corona de flores muy característica, y un muchacho a su lado.
Un muchacho.
–¡Turmalina!–
Su gritó resonó por la casa, despertando a todos los presentes, logrando que Steven se cayera de su cama enredado en sábanas, Greg soltará un chillido agudo, Amatista saltara y dijera preguntas incoherentes, mientras que Garnet se levantaba y se ponía en posición, como si estubiera lista oara golpearle el tracero a alguien.
Perla jadeo, agarrándose la cabeza, sus ojos llenándose de lágrimas mientras los recuerdos inundaban su mente, los recuerdos que había suprimido e ignorado por años con la espera de que el dolor desapareciera, Pero que ahora invadian sy mente como un recordatorio de que por tantos años lo había ignorado al punto del olvidarlo.
“Yo nunca las olvidaré”
Las palabras de Turmalina resonaron en su mente como un taladro, ignorando las preguntas preocupadas de las demás gemas y los dos humanos, su mente llenándose de pensamientos de reproche por haberlo dejado de lado.
“Tambien las quiero”
Su última frase llenó su cabeza, agarrándose los cabellos y jalandolos con desesperación, forzando a su mente a recordar el escondite.
Empezó a murmurar para si misma, diciéndose a su misma y preguntándose como había olvidado algo como eso, soltando incluso insultos entre dientes de manera casi entendible, reprochandose por se están descuidada y olvidadisa.
–¡PERLA!–
Su nombre dicho por cuatro voces distintas la hizo volver a la realidad, sus ojos llenos de lágrimas y sus mejillas manchadas por los rastros de agua salada, las miradas preocupadas y angustiadas de los cuatro haciéndola sentirse mas culpable, ahora pro un nuevo motivo.
–Yo... Hay... Algo qué... No les he contado– su voz salió temblorosa, mientras todos se miraban entre ellos con preocupacion.
–¿Otra cosa más?– preguntó Amatista, casi con sarcasmo, sinseramente, ya no era una sorpresa que aún tuviera secretos, Pero supo que no era la mejor ocasión para decir algo como eso cuando recibió una mala mirada pro parte de todos.
–Sí, otra cosa más– asintio, suspirando y levantándose, dispuesta a contar lo que tanto había suprimido al punto de olvidarlo por tantos años.
Luego de aproximadamente una hora de explicación, dónde fue bombardeada con preguntas llenas de sorpresa y confucion, todos pudieron comprender, un poco cansados por todo lo nuevo que habían recibido de parte de Perla.
Greg sinseramente ya se había cansado, y tenía la cabeza undida en sus manos, Amatista estaba imaginando se cómo era Turmalina, Garnet intentaba suprimir los sentimientos de odio hacia las Diamantes ya que no quería crear nuevas peleas contra ellas, mientras Stiven se masajeaba las sien en busca de tranquilidad y que el dolor de cabeza no lo invadiera.
Descubrir que su madre había protegido tanto a una gema sinseramente lo conmovió, e hizo que una parte de él se inclinara un poco más a la sensación de empatía y cariño que había tenido de pequeño hacia la diamante, aunque seguia teniendo sentimientos contradictorios contra ella después de todo lo que había vivido.
–Hay que ir a buscar a Turmalina– dijo de pronto, si bien había estado muy feliz con todo esto de la nueva paz y al nueva hera, estaba bastante molesto e inquieto al descubrir que una gema había Sido oprimida y encerrada tan solo semanas después de su creación.
–¿Ahora?– su padre lo miró con sorpresa, mientras Garnet quedaba pensativa y Amatista lo miraba con los ojos bien abiertos.
–Sí, ahora– sentía que sería cruel simplemente dejarlo un día más en su encierro.
–Eeh... ¿Y por qué no mañana? Quiero decir, ha estado más de 4.000 años encerrado, un día más no le hará daño– Amatista se calló al ver la mirada que le lanzo Steven, si bien el chico se veía extrañamente adorable en su estado de somnoliencia ahora se veía molesto y estaba segura que era mejor ponerse de su lado –Aunqueeee... Sería un poco cruel también, ¿No?– intentó salvarse, viendo de reojo como Perla se levantaba.
–Sí, lo es. Estuvo muchos años innecesario allí, solo porque yo... Lo olvide– seguía castigándose mentalmente por lo que había hecho. –No recuerdo bien donde está escondido, pero lo encontraremos– Steven asintio, sonriendo un poco al ver lo decidida que estaba.
Greg iba a reprochar, Pero al ver a ambos se dió cuenta que no valía la pena, así que solo suspiro resignado.
–Cuidence, más tú, Steven, ya han pasado muchas cosas estos años– se pasó una mano por la cabeza, agradecido de que su hijo le prometiera con la mirada que se cuidaría.
–Okey, si ustedes van yo-...–
–Te quedarás– la interrumpió Garnet –Igual que yo– Amatista iba a reclamar, pero cuando la más alta le susurró algo logro entender, asintiendo.
Garnet sabía que si iban todos podrían hacer que Turmalina se sentiría incómodo y rodeado de personas que no conocía, sería suficiente con que solo Steven fuera, sería una gran ayuda para Perla cruzando las trampas que habían puesto.
Luego de una rápida despedida emprendieron el viaje, llegando rápidamente al Planeta Madre con esa parte del robot de las diamantes que había quedado en la tierra.
Ambos quedaron en silencio por el camino, entrando a la caverna de alta seguridad como pudieron. Si bien estaba vieja y un poco destruida la tecnología era demaciado avanzada y seguía intacta, así que tuvieron que trabajar juntos para evitar cualquier ataque imprevisto y salir del alcance de las trampas.
Apenas habían recibido algunas heridas, aliviados de ver que habían logrado pasar sin haber perdido alguna extremidad, puesto que esas trampas y la seguridad hacia Sido muy exagerada y bastante peligrosas, realmente no sabían muy bien cómo saldrían de allí junto a Turmalina, pero no pensaban retroceder ahora.
–Gracias, Steven. Estoy segura que si venía sola habría perdido algún pedazo– le sonrió al castaño, quien solo sonrió.
–No es nada, no podía simplemente quedarme de brazos cruzados sin hacer nada– sonrió, caminando por el pasillo que los conducía al centro de la caverna y lo más profundo.
Estaban cansados y adoloridos, pero sin duda no se irían de allí con las manos vacías.
Llegaron al fin, el lugar se iluminó con gemas brillantes adornando las paredes, con un símbolo muy conocido en el centro, donde flotaba una esfera brillantemente rosada, conteniendo en su interior una gema oscura que tuvo un resplandor ante las nuevas luces que adornaron su superficie.
Steven miró a Perla, quien tenía una mirada perdida y su pecho subía y bajaba con emociones encontradas. Él tomo su mano, dándole un apretón reconfortante mientras le regala una sonrisa cuando ella lo miró, asintiendo como un aliento a acercarse.
Perla tomo aire, sintiéndose un poco más relajada ante el apoyo del adolescente, dando unos pasos vacilantes hacia delante, extendiendo las manos y sintiendo que el aire se le cortaba, sintiendo por un momento como sus sentidos se abrumaba y su mirada solo estaba centrada en la gema encarcelada. Sus manos se deslizafon por la superficie familiar, tomando la esfera entre sus manos antes de darle un poco de precion, la burbuja reventando y la turmalina cayendo en sus manos.
Perla tomo aire, sintiendo la anticipación del momento al ver el brillo, su respiración entrecortabdose mientras veía como la figura tomaba forma lentamente, y por alguna razón, a pesar de solo ser segundos, lo sintió como una eternidad.
Sus ojos brillaron con emoción, entrelazando sus manos entre sí mientras contemplaba la figura de quién había estado lejos suyo durante mileños, viendo como el cabello esponjado de Turmalina caía por sus hombros y su espalda como siempre, como lentamente se levantaba y parpadeaba, sus ojos brillantes centrándose en los suyos, su vestimenta tan gris pero viva como siempre, el olor a flores invadiendo el espacio a su alrededor, haciendo que Steven y Perla se sintieran más relajado ante el suave aroma por alguna razón.
Perla jadeo, sintiendo su corazón undirse al ver la exprecion de Turmalina, tamabdose la boca y sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas.
–¿Perla?– la menciónada sollozo, eufórica de por fin poder oir sus voz, por poder recordarla.
–¡Turmalina!– exclamó con las lágrimas cayendo, corriendo hacia él y lanzandose a sus brazos, él apenas pudiendo atraparla antes de envolverla con fuerza, cerrando los ojos y sintiendo como las lágrimas corrían por su rostro.
–Has cambiado mucho– susurró él, notando el cambio de vestimenta, y podía escuchar la diferencia en su voz, incluso su abrazo se sentía diferente.
–Sí, lo he hecho– sollozo, undiendo su rostro en su hombro, sonriendo su cabello contra su frente mientras sollozaba de alivio y trsiteza. –Lo siento, lo siento. Juro que nunca fue mi intención dejarte tanto tiempo. Tenía tantas cosas en la cabeza que tú... Tú simplemente...– se sentía como una escusa, Pero era la desgarradora verdad que carcomía su corazón y cerraba su garganta. –Te borre, te borre de mi mente. Lo siento tanto, tanto, tanto, tanto– susurró, sollozando y llorando contra su hombro, abrazándolo con fuerza mientras oía los susurros y murmullos de consuelo de Turmalina.
–Esta bien, está bien. Lo entiendo, ya no te disculpes– murmuró, acariciando la cabeza de Perla con suavidad y ternura, asegurandose de consolarla como había hecho antes hace mileños.
Sinseramente no sabía si funcionaria, si lograría consolarla de la misma manera que antes, pero aún así lo intento, sacando de su gema diferentes flores para comenzar a colocarlas suave y delicadamente en su cabeza.
Perla sintió una profunda nostalgia, sonriendo mientras tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada en su hombro, sintiendo como su cabello empezaba a quedar adornado por tantas flores, haciéndola sentirse relajada y querida, consolada de una manera que solo él podía.
–Te extrañe mucho– susurró, tragando daliva mientras sentía que él acaricia su espalda.
–Tambien lo hice– la miró, examinandolas cuidadosamente mientras deja una última flor en su cabello. –¿Cuánto tiempo?– Perla suspiro, abriendo los ojos para verlo, su exprecion decayendo mientras fruncía los labios.
–Más de cuatro mil años– Turmalina se congelo ante la respuesta, asimilando la información y cerrando los ojos, las lágrimas cayendo antes de apoyar su barbilla en su cabeza, acariciando suave y cuidadosamente su espalda.
–Me perdí de mucho, ¿No?– murmuró después de aproximadamente un minuto, su mirada centrada en Steven, pudiendo deducir que era un humano.
Recordaba que los humanos eran la especie del planeta que tenían que colonizar hace cuatro mileños, y descubrir que Perla viene con uno le da la idea de que había conseguido hacer otra cosa que solo colonizar, quizás Rosa había conseguido lo que quería. Un mundo donde ambas especies pudieran convivir o al menos no destruirlo.
Steven asintio junto con Perla, sonriendo ante la escena tan tierna y emotiva, sintiendo que sus propias lágrimas surgían en sus ojos y unas pocas había caído, siempre fue emocional, sin importar cuánto había pasado, seguía siendo igual de sensible en algunas ocasiones.
–¿Y Diamante Rosa?– preguntó, mirando a Perla, quien suspiro, ya un poco más relajada mientras lo miraba, haciendo una pequeña mueca –¿Que?– frunció el ceño, no se veía una mueca triste, más bien conflictiva.
–Es... Complicado de explicar– hizo un gesto con la mano, Steven asercandose al oir sus palabras.
–Para empezar, es un gusto, soy Steven– dijo extendiendo su mano hacia la de él, quien pensó unos momentos antes de tomarla, dándole un suave y cuidadoso apretón para no lastimarlo, Pero también firme.
–Igualmente, soy Turmalina– asintió, soltando su mano mientras lo observaba con curiosidad, examiandolo cuidadosamente, por alguna razón su cabello recordándole a Rosa.
–Veras... Soy hijo de Diamante Rosa– los ojos de Turmalina se abrieron ante sus palabras, incluso el que naturalmente se encuentra cerrado ahora se abrió levemente.
–¿Hijo? No sabía que las diamantes podían tener hijos– murmuró sorprendido, ladeando la cabeza y observándolo con asombro, Steven singeindose un poco enternecudo al ver su exprecion.
–Yo tampoco– sonrió Perla, divertida y encariñada con la exprecion confundida de Turmalina.
–El único “problema”, por llamarlo de alguna manera, es que cuando un diamante o gema tiene un hijo, resulta ser que esa misma gema se traslada al cuerpo del bebé y se convierte en una parte de él– levanto un poco su remera, revelando la gema en su estómago que funcionaba como un ombligo.
Turmalina proceso la información, asimilandola, pero pronto miró a ambos confundido.
–¿Bebé?– enarcó una ceja, sin entender del todo el significado de la palabra pero pudiendo deducir un poco.
Perla y Steven se rieron un poco ante su pregunta, mirándose entre sí con sonrisas antes de mirar al más alto, quien les devolvió la mirada sin comprender.
–No te preocupes, te explicaremos todo– Aseguro Steven.
–Y te contaremos de lo que te perdiste– agregó Perla.
–Siento que estaré días escuchado sus historias– ambos rieron con una carcajada, él sonriendo suavemente al ver que el ambiente se había aligerado tanto.
–Meses, mejor dicho– ahora los tres se rieron ante las palabras del menor.
Era un buen nuevo comienzo.
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5742 PALABRAS >:D sin contar las que están como aclaración al principio.
Díganme si ven alguna falta ortográficas o si alguna palabra está muy mal escrita o algo así.
2_Strawberry_9 mira la historia del bebo :'3
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