One Shot- 18 (Reencarnación)
Akko: 19 años
Diana: 10 años
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Atsuko Kagari Pov
Tres años habían pasado desde su fallecimiento en Luna Nova. Aún lo recordaba. Era divertido pasar el tiempo juntas; en algunas ocasiones. Cuando estábamos a solas, hablamos de muchos temas personales que no le decíamos a las demás: era nuestro secreto, y poco a poco nuestra confianza aumentó convirtiéndonos en mejores amigas. Esos días hacia delante fueron... especiales.
Mi corazón se enamoró de la estudiante prodigio de la academia. En mi mente pensaba que igualmente le gustaba, pero, nunca logré declararme; fui una completa cobarde y le tuve mucho miedo a su rechazo. E incluso que no quería arruinar todo lo que nos había costado construir al paso del tiempo: nuestra amistad era firme y confiable. Me mantuve callada y escondí mis sentimientos.
Una vez me citó al patio de Luna Nova para decirme algo importante, según ella, pero nunca consiguió decirlo porque cuando estuve ahí, no estaba. La esperé una hora y poco a poco la extrañes se apoderaba de mí completamente. Diana nunca era impuntual; ella siempre llegaba a tiempo.
Ese día la busqué, sin embargo, no la encontré por ningún lado. Le pregunté a mi profesora favorita, Chariot Du Nord, o como prefiere que le digan: Ursula, si la había visto. Ella me miró con preocupación y me guio al laboratorio de la maestra Croix. En el camino estaba nerviosa y curiosa. Me preguntaba por qué me había visto de esa forma, no obstante, lo descubrí una vez que ingresé.
Ahí fue donde la vi, acostada con varios botones pegados a su pecho y una mascarilla para respirar. Me acerqué asustada, preguntando qué era lo que pasaba. Ellas me respondieron que estaba enferma y desconocían cual era la enfermedad, pero, gracias a unos estudios elaborados por la profesora moderna, compararon los síntomas con lo de su madre fallecida.
La tía de Diana llegó en ese mismo día y, de inmediato hizo muchas preguntas que respondieron los mayores. Por mi parte, sólo las miré a lo lejos pensando en que podía hacer para ayudar, sin embargo, la situación estaba fuera de mis manos.
No era doctora y no sabía hacer bien magia curativa. Daryl intentó usarla una vez que terminó de hablar con las profesoras, pero, fue inútil. Cuando las demás se fueron me acerqué y le tomé delicadamente su mano derecha. Mis ojos estaban cristalinos y no había dejado de pensar en soluciones durante todo ese tiempo. Me preguntaba si las demás sabían de su estado, sin embargo, era probable que no, ya que, hubieran estado a lado mío si fuera el caso.
Me senté en la silla que se encontraba a un costado y permanecí mirándola en esa posición durante unos minutos. Su rostro estaba pálido y sus manos las sentía frías. Ella se movió un poco, abrió sus ojos y me observó con cansancio. Rápidamente me sorprendí y me moví con intenciones de buscar ayuda, sin embargo, su débil llamado me detuvo. Nuevamente la giré a ver y me aproximé explicándole el motivo por el cual necesitaba buscar a alguien; no obstante, ella me sonrió y me dijo... unas palabras cortas y sinceras, para luego fallecer frente a mis ojos.
Algo dentro de mí se rompió.
Desde ese día no había sido la misma persona. La amaba y la recordaba cada vez que tenía un momento libre. En el transcurso de mi vida logré cicatrizar algunas heridas, sin embargo, algunas se habrían nuevamente ante su recuerdo. La quería cerca de mí otra vez; la añoraba y deseaba a mi lado, pero... estaba segura que eso no pasaría.
Pasó el tiempo; mucho tiempo. Trabajaba ahora en una empresa y tenía planes de construir la mía. Me mudé a Gran Betraña luego de pensarlo un año. Mis intenciones por estar en ese sitio, fueron mis amigas. Ellas me apoyaron en cada momento difícil de mi vida e hice nuevos amigos y amigas en el transcurso, mas sin embargo, nunca logré tener una relación estable; siempre las dañaba con mis inseguridades. No me sentía de amar y querer a alguien después de lo que había pasado.
Algunas veces me sentía sucia y culpable. Ninguna de las personas con las que había intentado salir, logró tener relaciones íntimas conmigo. Llegábamos a besos tiernos que subían de tono y uno que otros toques en mis senos, abdomen y glúteos. La mayoría de los hombres con los que estaba, deslizaron su miembro en mi intimidad con intenciones de provocarme para llegar a algo más, no obstante, cuando se acercaba a ese punto empezaba a tener nauseas; y eso que teníamos las prendas.
Y ahora me encontraba terminando con uno de ellos.
—¿Por qué lo haces? ¿Me dejaste de amar tan rápido? —dijo en un tono triste.
«Jamás lo hice». La verdad nunca lo había hecho. Sólo lo tomé como un pasatiempo para olvidar las cosas malas, pero lo único que provocó era que recordara cada momento estúpido de mi vida, con su personalidad y desconfianza, más sus palabras abusivas y las llamadas sin parar; los celos eran demasiados altos y las peleas muy frecuentes, no soportaba vivir de esa forma.
—Eso es todo lo que diré. Ten una bonita vida.
Me di la vuelta dándole la vista de mi espalda. Los gritos no tardaron en presentarse y resonar en mis oídos. Con ayuda de mi capucha del abrigo que cargaba conmigo, oculté mi rostro, guardé mis manos en los bolsillos y seguí caminando sin mirar atrás.
Había perdido la cuenta de los corazones rotos que provoqué. En cierta parte no me importaba, sin embargo el sentimiento de la culpa me hacía quedarme en cama unos días.
Lo que buscaba era a alguien que llegara a ayudarme a deshacerme del dolor que sentía la mayoría de los días de mi vida. Y, ese hombre, tampoco era el indicado. Ni salir con chicas había podido ayudarme. La persona que más duró conmigo, llegó a los ocho meses.
El día del funeral de Diana estuve presente. Me despedí con una palabra en mi mente mientras era sepultada. Jamás pensé en decirla en voz alta y estaba segura que no lo haría, puesto que, ella ya no estaría.
Amanda, Hannah, Barbara, Lotte y Sucy, tenían empleos diferente al mío, y ganaban muy bien al igual que yo. Nos veíamos todos los sábados en diferentes lugares; a veces planeamos salidas a bares y la pasábamos bien. Una vez mi antigua pareja me encontró en un bar bebiendo con mis amigas, luego me vio besándome con una mujer y me terminó al frente de todos. No me dio vergüenza, para nada, y continué disfrutando con mis acompañantes.
Todas estaban consiente del dolor que aún seguía en mi pecho por perdida de la siguiente heredera de los Cavendish. Sus intenciones de ayudarme seguían, pero no daban resultado. Ellas sabían quién había sido mi primer amor. Y eso, lo hacía más complicado, o eso pensaba.
Al llegar a mi casa propia, me preparé un té de manzanilla; me quité el abrigo; y preparé los panes que metería en la tostadora.
Gracias a mi trabajo y los Shows de magia que hacía en años pasados, logré comprar una casa rápidamente. El dinero de mi trabajo fijo me ayudó mucho, y mis espectáculos antiguos no habían sido para nada baratos.
Dejé de dedicarme a aquello una vez que compré mi hogar; me retiré del escenario y seguí con mi vida tranquila, sin cámaras por todos lados o entrevistas repentinas. ¿Qué pasaría si los niños se enteraran de que su ''ídolo'' se la pasaba en fiestas y bares? A los padres no les gustaría para nada eso. Además, tenía mi propia vida y no quería que fuera expuesta ante todo el mundo.
No era una adicta al alcohol, no consumía droga y ni siquiera fumaba. Sólo me tomaba esos días para salir de mi rutina diaria que era: Trabajo, casa, trabajo, casa, trabajo, casa.
Pronto me compraría un auto y también agrandaría mi casa. Únicamente vivía yo, y adoraba el sentimiento de no depender de alguien más. En mis planes no estaba construir una mansión, pero tampoco deseaba tener más espacios chicos. Solamente quería un hogar de doble piso de un tamaño mediano.
Gracias a la magia no me quitaba mucho tiempo limpiar. Sólo decía un hechizo y todo se ordenaba por sí solo. La comida si tenía que hacerla por mi cuenta, aunque en ciertas ocasiones utilizaba magia para no tener dificultades en realizar varios platillos al mismo tiempo. Llevaba mi merienda siempre al trabajo y evitaba gastar dinero comprándome un almuerzo todas las tardes.
Después de preparar mi té con un pan derretido, me senté en la sala y encendí el televisor. Enseguida luego de encontrar una película, mi celular comenzó a vibrar. Al comienzo lo ignoré y empecé a comer con tranquilidad, pero al notar como no paraba de moverse, lo tomé con molestia. Abrí mi WhatsApp y tenía unos cincuenta mensajes de mi ex; otros eran de Hannah; y, por último, del chico que le terminé hace una hora. «Se me olvidó bloquearlo».
En el primero que entré fue el de mi ex, que era una chica. En resumen, estaba pasando por un desamor y deseaba regresar conmigo, sin embargo, al estar consciente de mi obvia respuesta, pidió al menos pasar solo una noche a mi lado, como una despedida. «Que extraña forma de pedir sexo», pensé con diversión.
Suspiré y le di un mordisco a mi derretido, luego la bloqueé dejándola en visto e hice lo mismo con los del chico. No obstante, me detuve a leerlos por encimas. La mayoría eran insultos con palabras fuertes y otras palabras de disculpas por decirlas. Me reí ligeramente, para luego pasar esas dos conversaciones a la papelera. Y, por último, entré en el de Hannah.
Hannah:
¿Sigues despierta?
Akko:
Sí, ¿Qué pasa?
Hannah:
Tienes libre los domingos, ¿Cierto?
Akko:
Sí.
Hannah:
¡Perfecto! Una amiga que tengo necesita que le cuiden a su hija los domingos.
Akko:
¿Me ves cara de niñera?
Hannah:
Necesito que me hagas ese favor, te pagarán.
Akko:
Déjame pensarlo.
Hannah:
Te lo permitiría, pero no puedo. Ella necesita una respuesta ahora, porque saldrá de viaje. Y, adivina, su vuelo es mañana por la mañana.
Akko:
Entonces no lo haré. No soy experta en cuidar niños. Y menos si son bebes.
Hannah:
La niña tiene Diez años y es inteligente. No necesitas vigilarla tan seguido, sólo hacerle la comida y limpiar un poco el hogar.
Akko:
¿Seré empleada también? No estoy de acuerdo Hannah.
Hannah:
¡¡¡Por favor!!! Si lo haces, te pagaré también.
Akko:
Me tientas, me tientas...
Hannah:
¿Entonces es sí?
Akko:
Está bien.
Hannah:
¡Si! ¡Gracias!, mañana por la tarde en la cafetería Kennington Lane Cafe, conocerás a la mama. Ella te explicará los detalles.
Akko:
¿No que tenía un viaje?
Hannah:
Te mentí, pero gracias por aceptar.
Akko:
Hannah.
Akko:
¡Hannah!
Akko:
¡HANNAH!
«Se fue...»
—Demonios —murmuré.
«Eso fue un juego sucio». Ahora tendría que cuidar de una niña. «Lo que faltaba», pensé con fastidio. Esperaba que no me diera problemas, ya que no deseaba más estrés en mi vida. Suficiente como estaba y vivía. Podía sonar muy egoísta de mi parte, pero no quería complicaciones en ese punto de mi vida; los evitaba, o bueno, lo intentaba.
Terminé de comer y seguí viendo la televisión. Mi horario de trabajo era de de seis a tres. Debía irme a dormir, pero, el programa estaba muy bueno. Agarré el control y le subí el volumen. Ahora que lo pensaba mejor, tener un ritmo más en la vida con llevaba no estaría mal. Cambiaría mi rutina y dejaría de quedarme en casa los domingos viendo Netflix.
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«Voy tarde a la parada del bus, tendré que agarrar un Uber». No era sorpresa que esas cosas me pasaran. Despojé el celular de mi bolsillo y pedí uno en la dirección que me encontraba. A los pocos minutos llegó y me subí con confianza. «Llegaré tres minutos antes que comience mi turno».
Cada vez que iba al trabajo me maquillaba para ocultar mis pocas ojeras, y también porque era obligatorio, pero, mi estilo de maquillaje no era tan exagerado; no deseaba dañar mi bello rostro.
Hoy era un sábado por la mañana y faltaba un solo un día para que hablase con la madre de la niña que cuidaré.
Mis amigas y mi persona habíamos planeado visitar un bar llamado: All Star Lanes Brick Lane. Sería la primera vez que iría a ese lugar. Lo que más me gustó en el momento que vi las fotografías tomadas por los dueños, era que tenía una cancha de bolos y una sala de karaoke.
"¿Cuál es tu sueño?", resonó en mi cabeza provocando que mi cuerpo se tensara al instante. "¿Mi sueño?" «No... por favor», pedí cerrando mis ojos. "Supongo que... ser la mejor líder de los Cavendish y llevar a cabo la recuperación máxima de las empresas que poseo." Ella sonrió. "Quiero que mi madre se sienta orgullosa."
Solté el aire contenido de mis pulmones cuando el auto frenó de repente. El conductor pidió disculpas y explicó lo que había sucedido, sin embargo, mi mente no le puso atención.
«¿Por qué acabo de recordar eso?». Esos recuerdos me atacaban con la guardia baja en momentos menos indicados.
Llegué a mi trabajo y pasé mi dedo pulgar por el registrador: lo hacía cada vez que ingresaba para que así se marcara la hora de llegada.
Mi vida la consideraba simple y normal: una chica soltera que se divertía con sus amigas, salía con hombres y mujeres sólo para distraerse. Luego dejaba a las personas a un lado y seguía sus días con normalidad. Tenía una casa propia; un trabajo; no dependía de nadie; y me compraba lo que quería con mi propio dinero. Veía películas sola en casa y salía cuando quisiera.
—Akko —dijo un compañero a mi costado—. Llegas temprano.
—Un minuto antes diría yo —contesté con una sonrisa curvada.
—Touche señorita. Oye, ¿Quieres salir hoy en la noche? Como amigos, claro. Yo invito.
«¿Cómo amigos?» Me reí internamente. «No le creo».
—Hoy no puedo, pero otro día sin falta. —Le di palmadas suaves en su pecho y me retiré.
Caminé directo a mi oficina saludando a los demás en el camino. Al llegar coloqué mi cartera en la mesa del costado y despojé mi varita situándola en uno de los cajones de mi escritorio; siempre la llevaba conmigo, aunque no fuera necesario en el sitio donde me encontraba, pero me sentía segura teniéndola.
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Salí de mi trabajo y caminé directo a la parada del bus. «Hora de cambiarme y prepararme para esta noche. ¿Qué podría llevar? Tal vez un vestido rojo con perlas. Quizás también un poco de labial que resalte levemente mis labios», pensé mientras esperaba el transporte.
Recordé en ese momento la última vez que vi a mis padres. Había sido en año nuevo; viajé a japón para pasarlo en familia y en navidad las pasé junto con mis amigas en la casa de Amanda. Una sonrisa se dibujó en mis labios ante ese recuerdo.
Llegué a mi hogar minutos después y empecé a alistarme. Luego de exactamente una hora me encontraba lista para salir. Revisé los mensajes en mi celular y sonreí sutilmente cuando recibí uno de parte de Lotte en ese instante. «Estamos afuera».
Abandoné mi hogar y lo aseguré antes de dirigirme a la camioneta de color negro que me esperara. Al subirme saludé con una sonrisa a todas. El auto era espacioso y llegaba muchas cosas para disfrutar en el camino. Amanda, en verdad había hecho una buena elección.
—¿Listas para divertirse? —preguntó Barbara.
—Claro —contesté y observé el apego que tenía con mi mejor amiga Lotte.
Las miré con sospecha y agarré el vino que se hallaba a un costado. Me serví en un vaso de vidrio pequeño y lo bebí lentamente hasta llegar al bar All Star Lanes Brick Lane, uno de los mejores en Londres. Por el camino contamos anécdotas y escuchamos música alta por las bocinas del auto. Tenía que admitir que, poseía unos buenos bajos.
Al llegar nos bajamos agradeciéndole al conductor de la dueña del auto. Seguidamente entramos y miramos detalladamente el lugar. «Es hermoso... Y se ve lujoso». La era demasiada buena. Visualicé la cancha de bolos y contemplé el sitio donde estaban las bebidas alcohólicas. Era grande y tenía unos muebles de color rojo que se veía muy cómodos a simple vista. Saqué mi celular y me tomé una fotografía junto a mis amigas. La subí a mi estado y puse un emoji de una estrella.
Dividimos el dinero para la cancha de bolos y los cócteles. La primera en lanzar la bola fue Amanda y derribó sólo ocho de doce. A medida que seguíamos jugando hicimos apuestas de dinero y retos tontos. Y después de acabar pedimos la comida y nos sentamos todas en una mesa apartada de la multitud.
Sucy: ¿Tienen algo nuevo que contar?
Hannah dejó enseguida su vaso de vino en la mesa.
Hannah: Yo sí. ¿Se recuerdan de mi amiga Emily? La que se embarazó a muy temprana edad.
Amanda: Sí, ¿Qué pasa con ella? —pregunté confundida.
«Espera un momento...» Me sobresalté ligeramente. «¿Será...?»
Hannah: Bueno, comenzó a estudiar en la Universidad Campus Vertiz, y necesitaba que alguien que cuidara de su hija. Y adivinen quien lo hará. —Ella me señaló provocando que sonriera de manera incomoda.
Sucy se rio a carcajadas.
Amanda: ¿¡Ahora serás niñera, Akko!? —exclamó eufórica y de manera divertida.
—Eso parece —contesté moviendo levemente mi cóctel en círculos.
Lotte: No te imagino cuidado de una niña. —Sonrió amigablemente entregándome esas fuerzas de valor que necesitaba—. ¿Cuántos años tiene?
Hannah: Diez —respondió—. Cumplirá los once en dos meses.
Por reflejo miré el movimiento sutil de Barbara hacia Lotte. Ella había pasado una mano por la cintura de mi amiga rubia. Levanté una de mis cejas y bebí con disimulo mi bebida alcohólica.
Lotte: Aw... ¿Tienes una foto de ella?
Hannah: No, pero la he visto, y puedo decirles que es MUY bonita —dijo y me miró con burla.
Nuevamente arqueé una de mis ojos y tragué antes de hablar.
—¿Por qué me ves? —solté confundida.
Amanda: Conozco esa mirada, pero, no quiero pensar ahora mismo. —Acercó su plato y agarró los cubiertos—. ¡A comer!
Hannah: ¡Provecho a todas!
Nuestra comida era un Fish and Chips: Pescado -normalmente merluza- rebozado y frito acompañado de patatas fritas, incluyendo un sherpherd's pie. Éste consistía en un pastel de carne que podía ser de ternera o de cordero cuya capa contenedora estaba hecha de puré de patatas con otra fina capa superficial crujiente gracias a la labor del horno.
Al terminar de comer fui al baño a lavarme las manos. Me miré al espejo enorme que éste poseía y no demoré en notar a la chica de cabello corto y ojos cafés que llevaba un traje negro consigo. Ella me sonrió y se acercó con confianza.
Sonreí con picardía al notar las intenciones que tenía. Y sin esperar otro segundo más atrapó mis labios con sutileza, para después ir subiendo el tono. La persona desconocida me levantó y sentó en el lavamanos. Y, con intensidad acercó su pelvis provocando que sintiera el juguete sexual que llevaba puesto. Honestamente, me había excitado un poco.
Sin embargo, antes que pudiera meter su mano debajo de mi vestido, me separé apartándola con cuidado. Mi mano izquierda tomó su mentón y le sonreí con burla. «No soy cualquiera chica, dulzura», pensé y me bajé de donde me había subido. Ella me miró con confusión mientras arreglaba mi cabello: gracias a la subida del beso me había despeinado un poco.
—¿Cómo te llamas? —Nuevamente se acercó.
—¿Eso importa? —contesté, para luego despojar de mi bolso un labial rosado claro.
La mujer abrazó mi cintura y otra vez hizo que sintiera lo que llevaba entre las piernas. «Una activa...» Me gustaba, pero sabía que era un sentimiento pasajero.
—Quiero salir contigo —susurró, y con cuidado mordió el lóbulo de mi oreja derecha.
Me ruboricé y la volví a apartar sin quitar la sonrisa de diversión de mis labios. Rápidamente acabé de peinar mi cabello.
—Hasta nunca —dije y abandoné el lugar.
Antes de acercarme a la mesa donde mis amigas se encontraban conversando, respiré hondo y arreglé un poco mi escote. Amanda se le veía pasada de copas debido a su comportamiento y sonrojes en las mejillas. Hannah igualmente estaba de esa forma, y las dos reían como locas.
Amanda: Por fin llegas, ¿Por qué demoraste tanto?
—Tuve un inconveniente.
Tome asiento nuevamente y Amanda observó a la chica salir del baño.
Amanda: Oh... ¿Te la cogiste? O, ¿Te cogieron?
—Ninguna de las dos. Sólo nos besamos. —Sonreí de lado y agarré el cóctel que había dejado a medias.
Barbara: ¿Cómo se llama?
—No lo sé y no me interesa. Cosas pasajeras —expliqué y bebí lo que quedaba, para después llamar al mesero y pedir otro.
Amanda y Hannah comenzaron a hablar de cosas sin sentido. Crucé mis piernas y aproveché ese momento para dirigirle la palabra a Barbara y Lotte.
—Entonces... ¿Ustedes dos son pareja?
Lotte: ¿Q-qué? —Se sobresaltó y me miró sorprendida—. N-no... —contestó sonrojada hasta las orejas.
Rodé mis ojos y me hice la loca.
—Está bien —le dije, y miré discretamente a mi amiga de cabello morado—. ¿Lo notaste?
Sucy: Por supuesto. No estoy ciega.
Amanda: Si... siempre me pa-pareciste muy bonita —dijo y sonrió de manera estúpida.
«¿Qué?». Giré a verlas al igual que las demás. Todas empezamos a prestarle ahora atención a la conversación de las dos personas subidas de copas.
Hannah subió su pierna derecha arriba de la pierna de Amanda, como una forma de provocarla.
Hannah: ¿Segura?
«Se besaron...» No podía creerlo. Las dos personas que más se odiaban en la academia Luna Nova se estaban besando frente a mis ojos. Necesitaba guardar de inmediato ese momento. Rápidamente agarré mi celular y tomé una fotografía. Después cuando estuvieran en sus cincos sentidos las molestaría.
El tiempo pasó entre charlas y risas. La música era sensacional; me encantaba demasiado. Cuando se hicieron las doce de la noche llamamos al conductor de la camioneta de Amanda. Y con ayuda de Barbara llevamos a nuestras dos amigas.
Al dejar a Hannah en su casa y asegurarnos de que estuviera en su cama, el conductor siguió con su trabajo dejando a Lotte y Barbara, luego a Sucy y después a Amanda. E igualmente me aseguré que se encontrará en sus aposentos, pero antes de irme miré una foto que tenía en una de sus cómodas.
En ese cuadro aparecían todas mis amigas, e incluyendo a Diana. «Diana...» Mi corazón dio un ligero vuelco y empezó a palpitar débilmente y dolorosamente. Paseé mis dedos inconscientemente por la imagen de su rostro, e involuntariamente una lagrima abandonó mi ojo derecho.
«Eras hermosa... Tan hermosa...», pensé con nostalgia y sonreí tenuemente. «Te extraño». Cerré mis parpados dejando que otra lagrima se deslizara. «¿Por qué las cosas acabaron de esa forma?». Respiré suavemente, dejé la fotografía en su lugar y salí de la habitación.
Cuando llegué a mi hogar encendí las luces y mi celular vibro dentro de mi cartera. Antes de revisar los mensajes entrantes cerré la puerta asegurándola.
Tres desconocidos números estaban entre mis contactos agregados. Abrí el primero y, al saber de quién era lo bloqueé enseguida. «Ese estúpido otra vez». Ingresé al otro y saludé cordialmente al reconocerlo. Seguidamente dejé ese a un lado y abrí el ultimo.
«Hola soy Emily, la amiga de Hannah, me preguntaba si a las siete de la mañana podrás estar. Te enviaré mi dirección». Me espanté enseguida e hice una expresión de sorpresa. «¡¿Siete de la mañana?! ¿¡No que era en la tarde y en una cafetería nos íbamos a ver!? ¡Tendré que madrugar! ¡Maldita sea, Hannah!». Refunfuñé y di una patada al suelo, pero me calmé casi al instante.
Ya me había comprometido y no podía hacer nada más. Miré mi celular nuevamente y contesté. «Hola, mucho gusto. Y sí, allí estaré».
Bloqueé mi móvil y caminé hacia mi cuarto. Al llegar me quité los tacones de plataforma baja y me tiré a la cama sin molestarme de quitar las otras prendas. «Estoy cansada...»
Antes de quedarme dormida, coloqué la alarma.
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«Cállate... Cállate... Maldita alarma...» Tomé mi celular y lo apagué. Seguidamente de manera soñolienta miré la hora y me levanté con pesadez. Bostecé en el camino hacia el baño y me contemplé en el espejo. Mi cabello estaba desordenado y mi expresión era lo de menos.
El agua fría logró despertarme y quitar cualquier rastro de alcohol de mi cuerpo, mas sin embargo deseaba un calentador. Realizar todas las mañanas las mismas acciones, hacía que mi cuerpo quisiera agua tibia. Terminé de ducharme y me coloqué un vestido rosado claro con unas sandalias del mismo color. Seguidamente me acerqué a mi cómoda y agarré un collar con un dije de una estrella, luego unos aretes circulares, dos anillos, mi reloj, la cartera y el celular.
Caminé a la parada del bus con mi móvil en mano y revisé algunas notificaciones de YouTube, mensajes por Messenger y descargué un juego en App Store. Aproveché para tomarme una fotografía y la subí con normalidad al Instagram, junto a la que tomé ayer con mis amigas.
En mi cuenta conservaba algunos seguidores que habían asistido a mis Shows antiguos; y algunos trataban de salir conmigo. No lo detestaba, pero se me hacía gracioso.
Me subí al transporte público y tomé asiento a lado de la ventana. Nuevamente miré mi celular para asegurarme que había tomado el autobús de la ruta correcta. Eran las seis y treinta de la mañana y aprovecharía el tiempo restante para pasar a una cafetería y pedirme algo ligero para desayunar. Gracias al mapa de mi celular, ubiqué una cerca llamada: Kennington Lane Cafe, que era la misma que mencionó Hannah donde me iba a ''topar'' con la mamá de la niña.
Llegué al lugar y pedí mi desayuno. Pagué con mi tarjeta y comencé a tomar mi capuchino mientras miraba por la ventana. «Este lugar está cerca de la ciudad. Que suerte tienen las personas al vivir en este sitio. Si yo tuviera una casa cerca de la gran ciudad, llegaría más rápido a mi trabajo y no tendría que levantarme tan temprano». Pero el universo no lo había querido de ese modo.
Terminé de comer y salí del lugar. Observé nuevamente mi celular y conecté mis auriculares, para después poner una música lenta. Honestamente no deseaba escuchar una electrónica comenzando el día. Eso sólo me causaría dolor de cabeza.
El barrio era normal desde mi punto de vista. Las casas eran del mismo modelo, pero bonitas; cada una tenía su propia decoración. Los niños en bicicleta pasaban a mi lado lanzando periódicos en las entradas de la casa, luego unos tres carteros caminaban hacia mi dirección dejando las cartas en los buzones. Todo eso me parecía algo nuevo. Nunca antes había experimentado ese tipo de cosas, pero se sentía agradable.
Al llegar a una casa de color azul con crema, me acerqué a la puerta y toqué el timbre. Esperé pacientemente y escuché la cerradura de la puerta abrirse, dejándome ver a una niña de... cabello rubio. «No puede ser...» Quedé completamente sorprendida. «¿Qué rayos...?» Permanecí observándola unos segundos que me parecieron eternos hasta que, la mamá, apareció.
—Hola, tú debes ser Akko, ¿Cierto?
—S-sí... —Extendí mi mano inconscientemente—. Mu-mucho gusto.
Emily la estrechó complacida.
—Eres muy bonita —halagó con una sonrisa—. Ella es mi hija, Katerine Diana Beckett.
«Katerine...» Ella me sonrió.
—Hola.
—H-hola... —respondí nerviosa y aclaré mi garganta al percatarme de mi tartamudeo.
Sentía que me faltaba el aire.
—Me tengo que ir o llegaré tarde. Katerine te explicará las reglas y te enseñará la casa. —Pasó a mi lado y me entregó una hoja—. Suerte.
—S-sí, gracias...
Emily abandonó el lugar rápidamente. Ella era una chica de cabello rubio lacio, ojos azules y piel blanca, y de aproximadamente mi edad. Pero la niña... era igual a Diana; la Diana que una vez conocí en la academia.
Su cabello era de color crema y las mechas que tenía eran amarillas claras; sus ojos eran azules; y los rasgos faciales de su rostro eran... idénticos, sin embargo... «¿Hannah sabía de esto?» Era seguro que sí. «La niña se parecía completamente a Diana, lo único que cambiaba era su color de cabello. «Con razón me insistió tanto en aceptar. Acaso, ¿Esto es una clase de maldad?».
—¿Vas a pasar? ¿O te quedarás en la puerta? —dijo la niña sosteniendo un libro en su mano derecha.
«¿Le gusta leer?», me pregunté al notarlo. «Ay no... Quiero salir corriendo de aquí».
—L-lo siento... Entraré. —Di un paso e ingresé lentamente—. Con permiso.
Ella cerró la puerta y comenzó a enseñarme su hogar, pero excluyó la habitación de su madre. Me mostró también donde estaban los sartenes, hoyas, platos, cubiertos, etcétera. Todo lo necesario para realizar cualquier alimento sin ningún problema.
La casa era espaciosa y muy bonita. Tenía un ambiente acogedor y tranquilo, pero no podía dejar de notar las similitudes que poseía Katerine con Diana, y para volver las cosas más difíciles, su segundo nombre era igual.
La observé tomar asiento en una de las sillas del comedor y disimulé mirando los alimentos que se encontraban en el refrigerador.
—¿A qué te dedicas, Akko?
—¿A-ah? —«Me está hablando...» Cerré la nevera con unos alimentos en mis manos. Seguidamente los coloqué en la mesa de mármol y fui a buscar la tabla para picar—. Trabajo de oficinista —contesté conteniendo los nerviosos que me causaba su presencia.
—¿En qué empresa?
—Funding Circle.
—Es un buen lugar. Cuando sea grande quiero también ser empresaria.
Eso... me causó un poco de alivio. Ella no quería ser una doctora o seguir con un legado.
—Una mujer de negocios —dije y despojé mi varita.
—Exacto. No quiero presumir, pero mis notas son altas y las mantengo así para que después una universidad me acepte.
La observé y contemplé la sonrisa de orgullo que poseía en sus labios.
—Es bueno que tengas esos pensamientos.
—¿Qué es eso? —preguntó confundida al ver la varita.
—Es una varita. ¿No conoces la magia? —le consulté levantando una ceja.
Era imposible que no conociera lo que muchos manejaban actualmente en este mundo.
—No sabía cómo eran las varitas. —Se levantó emocionada y se acercó—. ¡¿Harás magia?!
—S-sí —contesté y desvié la mirada—. Sólo... para limpiar un poco el hogar —dije nerviosa por su cercanía.
Extrañamente mi corazón se sintió un poco cálido por su... sonrisa, pero enseguida me sobresalté internamente. «¡No, no, no, no, no! ¡Es una niña! ¡Por dios, Akko, contrólate! ¡Ella no es la Diana que conociste en la academia!».
Suspiré calmando mis nervios y recité el hechizo de limpieza. La escoba se comenzó a mover junto al trapeador y el recogedor. Guardé mi varita, y antes de darme la vuelta observé a Katerine seguir los objetos de limpieza. Sonreí suavemente por su acción infantil.
Preparé el desayuno justo a tiempo cuando las cosas estaban totalmente limpias. Abandoné el plato en la mesa y le avisé a Katerine, para después salir al patio trasero. Despojé mi celular y le marqué enseguida a Hannah; eran las ocho de la mañana y si no estaba despierta, no me importaba levantarla.
«Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez y once». No contestó y fruncí el ceño. Le envíe la foto de la noche pasada y continué marcándole. «Uno, dos, trece y contestó».
—¿Hola...? —dijo con una voz seca de recién levantada.
—¿Cómo dormiste Hannah? —dije entre dientes su nombre. Estaba enojada.
—Bien, gracias. ¿Para qué llamas? —preguntó confundida.
—Oh, ¿Aún no lo sabes? —le dije con sarcasmo—. Hoy era mi cita en la cafetería Kennington Lane Cafe, pero que extraño, me pregunto, ¿Por qué no me encuentro en mi cama durmiendo? Y, ¡¿Por qué estoy en la casa de tu amiga a las ocho de la mañana cuidando de una niña que tiene un GRAN parentesco a la Diana que conocimos en la academia?! —exclamé furiosa.
La línea quedó en silencio unos segundos.
—¿Sorpresa?
—No es para nada gracioso.
—Yo también me asombré cuando la vi por primera vez y pensé que te gustaría.
—¿Me ves cara de pedófila? Es una niña Hannah.
—Y cuando crezca será una adulta. Tú sólo dale un poco de tiempo.
—Cuando ella tenga dieciocho años, yo tendré veintisiete. Seré completamente una adulta y Katerine una jovencita. Primero: no le voy a gustar; segundo, la rebaso por nueve años; y tercero, la paga sube para ti.
—¿Espera qué?
—Oh y, por cierto, revisa tu celular, te envié un lindo detalle —dije y colgué.
«Bien... Respira, Akko. No es la gran cosa. Ella es una niña y tú casi una adulta. Me falta un año para los veinte, pero... vivo como un adulto; soy independiente, sin embargo, eso no cambia nada... Sólo respira».
—¡Señorita Akko! —llamó mientras se acercaba.
La volteé a ver y guardé mi celular.
—¿Ya terminaste de comer?
—¡Sí! ¡Y fregué mi plato! Me pregunto... —Jugó con sus dedos—. ¡¿Puedes hacer más hechizos?!
—Claro. —Incliné mi rodilla para estar a su altura—. Pero primero quiero saber cuáles son tus deberes de la escuela. —Coloqué mi mano en su hombro dándole leves caricias con mi dedo pulgar, para después levantarme y entrar a la casa.
Katerine me siguió.
—No tengo muchas cosas que hacer —dijo—, siempre adelanto mis tareas en clase y estudio en la biblioteca. Sólo tengo que repasar los ejercicios de mañana.
«Es una niña responsable... Me gusta eso». Sonreí y asentí en comprensión. «Ahora, ¿Qué puedo hacer todo el día de hoy hasta las cinco de la tarde en una casa ajena? ¿Emily tendrá Netflix o una consola de videojuegos?». Me senté en el sillón de la sala junto a Katerine y ella esperó con ansias que dijera un hechizo.
Despojé mi varita y dije uno simple, poniéndole orejitas de gato y una cola también. Katerine se miró asombrada en el espejo que se encontraba cerca de nuestra ubicación.
Pasé la mayoría de la tarde enseñándole hechizos y contándole algunas historias. Había sido realmente entretenido; cada gesto, mirada y sonrisa, me recordaban a la persona que alguna vez estuve enamorada, pero sabía que no era ella; y estaba consciente que, al pasar el tiempo me acostumbraría y tal vez llegara a superarla de una vez.
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Katerine Diana Beckett 11 años de edad
Había pasado un año y seguía cuidando de la niña de Emily. La carrera universitaria de la madre duraba alrededor de ocho años, ya que era de medicina, sin embargo me explicó que, cuando Katerine cumpliera los quince, no sería necesario que la cuidara.
Eso me alivió un poco, pero no me sentía del todo complacida. Le había agarrado un cierto cariño de amistad. Ella era inteligente y algo madura para su edad. Katerine estaba llena de sorpresas.
Coloqué una de mis cuentas de Netflix en su televisor como regalo de cumpleaños para Katerine, pero también para mí; que aburrido era estar haciendo nada por seis horas. Lo único nuevo era que Katerine ahora me recibía con un abrazo todos los domingos. Eso me hacía pensar en la confianza que estaba agarrando con mi persona.
Katerine Diana Beckett 12 años de edad
Salí de compras a una tienda comercial; era tiempo de botar las prendas que no utilizaba y repetitiva. Deseaba tener nuevas mudas y había traído a Katerine conmigo; obviamente no la podía dejar sola en su hogar y, lastimosamente mi único día libre eran los domingos.
Pensaba recompensarla en comprarle algo que quisiera por su compañía, aunque no tenía otra opción.
Al entrar al gran sitio comencé a mirar diferentes prendas que me parecían muy bonitas. Guardé una de mi talla en la canasta y, al instante mi falda recibió un pequeño tirón. Miré hacia bajo encontrándome con la mirada de Katerine, luego me enseñó un conjunto de ropa.
—¿Podrías probártelo? —pidió con un leve rubor en sus mejillas—. Por... favor. —Ella agachó su cabeza.
Lo agarré con delicadeza y le sonreí.
—Claro.
Caminamos hacia los vestidores y me probé la ropa que eligió. Ésta consistía en una falda de color gris con bordados blancos en las puntas, y una camisa de tonalidad rosado claro sin mangas. «Es bonito». Me gustó como veía con ese conjunto. Salí del vestidor y le enseñé a Katerine como me quedaba.
Ella sonrió y me contemplo con felicidad e impresión.
—¡Estás hermosa! —exclamó sonrojada.
—Gracias... —Rasqué sutilmente mi mejilla izquierda sintiéndome un poco nerviosa—. Me lo llevaré.
—¿¡Enserio!?
Asentí con una sonrisa y entré nuevamente al vestidor.
Ese día comimos helado y reímos mutuamente. La pasé bastante bien. Ella me acompañó a mi casa después de terminar con las compras y me ayudó con las bolsas y un par de cosas que compré para mi hogar.
Katerine Diana Beckett 13 años de edad
Amanda: ¿Y cómo te va?
—Muy bien. Ya saqué mi licencia y mañana me compraré un auto.
Amanda: Eso es un gran avance, te felicito. Pero preguntaba por Diana segunda.
La miré confundida.
—¿Qué tiene ella?
Amanda: ¿No te gusta?
«¡¿Gustarme?!»
—¡Claro que no! ¡Es una niña! —aclaré.
Sucy: La edad no importa.
—Pero la cárcel sí —dije y después le di un sorbo a mi copa de vino.
Barbara: ¿No la puedes ver como una persona? Y no... ¿Como una niña? —preguntó insegura.
—Ja. Que gran chiste. Que se parezca a Diana no significa que voy a tener una relación con ella.
Amanda: Conociéndote, te va a llegar a gustar —dijo y se sirvió más de la bebida alcohólica.
—¡Por supuesto que no! —exclamé y dejé la copa en la mesa—. Cambiemos de tema.
Hannah: Bueno, tal vez esto no lo tenga que decir, pero alguien te está tirando los ojos. —Agarró el tenedor.
Arqueé una ceja y la miré desconcertada.
—¿Quién? —pregunté.
Hannah: Pronto lo sabrás. —Sonrió y empezó a comer.
Lotte: Nosotras tenemos noticias.
Barbara tomó su mano e igualmente sonrió con un ligero rubor en sus mejillas.
Barbara: ¡Oficialmente somos pareja!
—Ya lo sabía —dije y me serví más vino.
Sucy: Por dos.
Amanda: Por tres.
Hannah: Por cuatro.
Amanda: ¿Qué dijiste Hannah? ¿Qué te ponga en cuatro? —soltó.
La mencionada la golpeó en el brazo y se sonrojó de vergüenza.
Hannah: ¡Deja de bromear! —dijo molesta.
Lotte: ¿Cómo? —consultó asombrada.
—Fueron muy obvias, pero no queríamos entrometernos. Deseábamos que ustedes lo dijeran.
Barbara rascó su mejilla de manera nerviosa.
Barbara: Bueno... antes estábamos en proceso para llegar a... eso —explicó.
Amanda: ¡Felicidades por las novias! —Levantó su copa.
Todas hicimos lo mismo y celebramos juntas. En esa noche pregunté por Constanze y Jasmika, y dijeron que vendrían en año nuevo para celebrar.
En mi trabajo me iba muy bien y mi salario incrementó un poco. Mi siguiente objetivo sería construir un negocio propio, sin embargo primero era necesario ahorrar lo necesario para hacer ese sueño posible.
Katerine Diana Beckett 15 años de edad
— —grité en canto dentro de mi auto.
«¡Tengo libre hoy y me siento muy contenta!» El jefe me había dado otro aumento por el tiempo y buen trabajo que realizaba. Con el dinero extra que ganaba cuidando a Katerine y mi paga mensual, conseguiría rápido mi próxima meta.
Me detuve en un semáforo rojo y esperé a que volviera a ponerse verde. Un poco a lo lejos observé a Emily caminar junto a su hija con unas bolsas. Les pité sutilmente y me estacioné a un lado, para después bajar del auto.
—Hola, ¿Para donde se dirigen?
Katerine sonrió con un leve rubor en sus mejillas.
—H-hola —contestó.
—Vamos a casa —dijo Emily.
—Las llevo —les ofrecí amablemente.
—¿Enserio? Muchas gracias. Vamos, Katerine.
Guardé las bolsas en el maletero y, descuidadamente la mano de Emily rosó con la mía de una manera delicada. Rápidamente lo ignoré y miré a Katerine con una sonrisa, sin embargo, ella lo había notado y me hizo sentir un poco incomoda; no obstante, después de subirnos todas al auto, Emily a lado mío y Katerine atrás, la observé por el retrovisor con intenciones de conocer como estaba, pero su expresión de molestia me creó confusión.
Ahora que lo pensaba, Katerine, estaba alcanzándome en estatura y, obviamente su físico había estado desarrollándose de poco a poco.
Al llegar a su casa bajamos las bolsas y me ofrecí a ordenarlas junto con Katerine. Le entregué mi varita y ella recitó el hechizo. Enseguida las cosas que compraron se acomodaron en su lugar y felicité a mi querida aprendiz. Ella me sonrió alegremente.
—Eso fue asombro —dijo Emily acercándose y posicionando una de sus manos en mi hombro derecho—. Akko —llamó y volteé a verla.
—¿Sí?
—Te invito a cenar hoy con nosotras. ¿Puedes?
Miré a Katerine de reojo antes de responderle, sin embargo, ella se retiró sin decir alguna palabra y subió las escaleras. Fruncí levemente mi ceño no entendiendo su comportamiento, para luego dirigirme hacia Emily y aceptar su invitación.
«¿Acaso está celosa?», pensé al no lograr quitarme el recuerdo de su expresión en el auto, sin embargo, era absurdo; mi pensamiento era totalmente absurdo. «Se le pasará».
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Para la cena me puse un vestido de color negro, largo y abierto en mi pierna derecha. Cambié de cartera a una que hiciera juego con lo que llevaba; mis zapatos de plataformas eran bajas y mi maquillaje era balanceado. «Es sólo una cena». No obstante, por un motivo quería verme hermosa.
Las pasé a buscar en mi auto a la hora que planearon y hablamos en el camino de diferentes cosas. Al estacionar el auto y bajarnos, recibí halagos por parte de Emily. Le agradecí amablemente y halagué también su atuendo, sin embargo, Katerine se había quedado callada desde que subió el auto. Debía admitir que me sentía un poco decepcionada y, extrañamente mis ánimos se bajaron un poco.
Traté de ignorarlos y continué con lo planeado en esa noche; no deseaba arruinarlo por mi mal estado repentino. La vestimenta de la pequeña niña era de una camisa blanca manga larga con un jean color negro y zapatillas del mismo color previo.
Cada una pidió su plato cuando el camarero apareció para tomar nuestras órdenes. El mío era un Chop Suey con un cóctel sin alcohol. Emily ordenó lo mismo causándome leve extrañes, y Katerine solo ordenó un batido de fresa con papas fritas.
—¿Y cómo va la universidad? —le pregunté en busca de un tema de conversación para bajar la poca tensión que se sentía en el ambiente.
—Muy bien. Gracias a la reconciliación de mi padre con mi madre, me están ayudando a pagarla.
—Me alegro. —Sonreí—. Y Katerine —llamé sutilmente—. ¿Cómo sigue el colegio? ¿Has hecho nuevos amigos?
—Sí y mis notas van bien, gracias por preguntar—dijo cortante jugando con la servilleta.
Levanté una ceja totalmente indignada. «¿Está molesta conmigo? ¿Qué he hecho mal?». Antes de que Emily pudiera decir algo, el mesero llegó con nuestras órdenes. «Eso fue rápido», pensé sorprendida. Luego de poner los platos en la mesa con las bebidas, extrañamente se me había quedado mirando con intenciones de hablarme, sin embargo, lo ignoré en el momento; no obstante, después de trascurrir un minuto decidí hablar.
—¿Se te ofrece algo más? —le pregunté sin verlo y agarré mi cóctel con normalidad.
—N-no, l-lo siento. Disfruten su comida —dijo e hizo una reverencia, para después retirarse.
—¿Eres famosa entre los chicos? —consultó divertida Emily.
—No, es normal que estas cosas pasen —dije con una sonrisa ligeramente incomoda.
Ella tomó su tenedor y me miró con una ceja levantada.
—
«¿A qué viene esa pregunta?», me consulté extrañada, pero no le di muchas vueltas.
—No. Y la última que tuve fue hace cinco años.
Emily se sorprendió.
—Vaya... eso es mucho tiempo.
—Sí, pero me siento bien como estoy y vivo. —Dejé el cóctel en la mesa, y antes de empezar a comer di las gracias en mi idioma natal.
—Eso me recuerda, a Katerine la han estado molestando muchas chicas y chicos desde que dejó la escuela y entró al colegio. Me hace sentir orgullosa de que mi hija sea tan bonita como para atraer a tantas personas.
«¿Por qué esas palabras las sentí como un golpe bajo?», me dije tratando de no fruncir el ceño.
—¿Enserio? Me alegro tanto... —«Necesito ir al baño». Me levanté con cuidado—. Iré al baño un momento.
Necesitaba relajarme y calmarme. No entendía por qué me había estado sintiendo de esa manera desde que, Katerine, no halagó mi vestuario; sin embargo, las palabras de Emily habían provocado que me sintiera peor.
Entré al baño y lavé mis manos. Deseaba mojarme el rostro, pero no podía debido a mi maquillaje. Después las sequé y me miré directamente en el espejo. «Decepción...», empecé a identificarlos. «Desánimos y, posiblemente celos». Fruncí mi ceño al estar consciente que estaba llegando a sentir esas emociones por esa niña en especifica. Agarré aire y lo solté bruscamente. «Soy una adulta, puedo controlar esto...»
—¿Estás bien? —preguntó una voz atrás de mi espalda.
—¡Ah! —Rápidamente tapé mi boca y la miré a ver asustada—. Dia- Katerine —corregí y, lentamente bajé mis manos—. S-sí... Estoy bien.
—¿Ibas a decir mi segundo nombre? —dijo y empezó a acercarse. Retrocedí por instinto.
—N-no —mentí—. ¿Q-qué haces aquí? Dije que volvería en un momento —le recordé y mi espalda chocó contra la pared.
—Quiero hacerte dos preguntas. —Me miró fijamente—. ¿Te gusta mi madre?
«¿Qué?». La miré confundida y sorprendida.
—N-no —contesté nerviosa por su cercanía.
Ella colocó de repente sus manos en la pared acorralándome por completo y ocasionando que me sobresaltara por su repentina acción.
—Es bueno saberlo. La segunda pregunta.
—Cuando sea mayor, ¿Serías mi pareja?
—¿Eh...?
«¡¿Qué?! ¡¡¡Esto tiene que ser una broma!!!. Mi rostro se sonrojó hasta las orejas.
—He pensado mucho en ti y me gustas —declaró y sus mejillas se ruborizaron—. Quiero que sepas que... no le tomo importancia tu edad y la mía.
«¡¡¡¿¿¿Qué???!!! ¡Me va a dar un maldito infarto!». Desvié mi mirada e intenté contener las reacciones que se presentaban en mi rostro. «¡¿Por qué ahora me siento mejor?!». Mis ánimos subieron repentinamente. «¡No me puede estar pasando esto! ¡Hannah te voy a ma...!». Unos labios pequeños, pero gruesos se posaron imprevistamente sobre los míos sacándome por completo de mis pensamientos.
Se movieron un poco torpe y lento. Y después se separaron. No logré contener mi impresión; me había dejado sin palabras. E inconscientemente llevé dos dedos a mis labios rememorando lo sucedido.
Ella me sonrió complacida.
—Te espero en la mesa —dijo y se dio la vuelta—. Por cierto, te vez hermosa —halagó y me guiñó el ojo derecho, para después irse.
Al quedarme sola tapé mi boca, me apoyé en mis piernas y empecé a procesar lo ocurrido.
«¡¡¡Una niña de quince años me acaba de robar un beso!!!».
Mis mejillas se sonrojaron abruptamente y mi corazón latió muy rápido. Esa intimidación había sentido jamás había sucedido antes. «¡¿Qué estoy haciendo?!». Observé las paredes que me rodeaban con inquietación. «Tengo que salir aquí, pero primero debo tranquilizarme y luego hablaré con mis amigas. Esto... no se quedará así», me aseguré.
Después de volver a la ''normalidad'' salí del baño y me acerqué a la mesa ignorando la mirada del mesero.
—Demoraste mucho —dijo Emily.
—Tu-tuve una llamada —me excusé tomando asiento.
—Pero, dejaste tu celular —volvió a decir y lo apuntó.
—Del ca-camarero —solté de inmediato y aclaré mi garganta.
—Está bien. Tu comida debe estar fría, ¿Quieres que lo llame para que te traigan otro pla...?
—N-no hace falta. Gracias —la interrumpí sin verla y comencé a comer. «En realidad se ha enfriado un poco».
—Yo si quiero algo más —dijo Katerine juntando sus manos—. ¡La comida en este lugar es deliciosa! —exclamó con alegría.
La miré de reojo y mis mejillas inmediatamente se ruborizaron. Ella giró a verme y me dedicó una de sus hermosas sonrisas. La contemplé por unos pocos segundos, para después bajar la mirada. «Quiero que esta noche acabe...»
Katerine Diana Beckett 17 años de edad
Durante todo ese tiempo no había podido apartarme de Katerine. Después de ese beso en el baño se apegó mucho más a mí, y su madre le había comprado un celular por sus buenas notas y no demoró en obtener mi número a través de ella.
Todas las noches, y después del trabajo me hacía preguntas de: Cómo estaba; si había comido, etcétera. Mi mente era un completo lio desde aquel beso. Ni se hablase de mis sentimientos, parecían una locomotora sin carbón, pero... cuando esa niña estaba cerca, era como si le echara fuego a lo que se encontraba apagado dentro de mí y conocía ese sentimiento.
No quería enamorarme de una menor de edad. De todas las parejas que había tenido, ninguna logró hacer que mi corazón palpitara por amor y no iba a dejar que esa niña lo consiguiera.
Eso me recordaba la vez que rechacé a su mamá en el momento que se me declaró. Dejé de trabajar en cuidar a su hija después de esa cena; sólo nos volvimos amigas, pero lejanas.
Admitía que la gracia que me causaba al recordar ese suceso inesperado donde mis labios se unieron con los de ella. Había sido hace dos años, pero aun así me causaba diversión. En ese tiempo Katerine era bajita y yo alta. Ahora había quedado enana por sólo cinco centímetros.
Había empezado a escribir en un diario todo lo que me sucedía en el transcurso de la vida. Amanda se rio de mí cuando conté a todo el grupo que, "la Diana segunda", me había robado un beso.
Mi cabeza era un desastre, sin embargo, al menos mi economía era estable y mi casa estaba en construcción. Compré los terrenos de al lado y la estaba agrandando como deseaba. El ahorro de mi futuro negocio seguía aún en proceso.
—Te invito a verme.
La miré confundida y ella me entregó un boleto.
—Tendré un partido de béisbol en el estadio del colegio.
«¿Béisbol?»
—Les hable a mis amigos sobre ti y esperan verte en primera fila —dijo con un leve rubor en sus mejillas.
«¿Les habló de mí? ¿Qué cosas les habrá dicho?». Tenía ligera curiosidad.
—Está bien. —Guardé el boleto en mi cartera y, nuevamente la observé—. Trataré de ir.
—¡Gracias! Entonces, iré a casa y me alistaré. El partido es hoy en la noche a las siete exactamente —dijo sonriente y se despidió con la mano.
Le devolví la despedida y proseguí a subir a mi auto.
Faltaban dos horas para la siete. Tenía tiempo de sobre para pensar en lo que le diría una vez que acabara el partido. No quería involucrarme en una relación fija con una adolescente. Ahor mi mente estaba un poco más aclarada, pero mi corazón seguía inseguro ocasionando que mis pensamientos volvieran a pensar en las palabras de Amanda.
"Tener algo ilegal en la cama se siente mejor. Te lo digo por experiencia propia. Además, no tiene nada de malo si sales con una chica menor que tú. Hay muchas más personas que hacen lo mismo; no eres la única.", me recordó, pero por mi parte no quería ser una más de la mayoría que mencionaba; me sentía incomoda y conocía la razón.
Sabía que no era la única y no lo veía mal: una persona mayor saliendo con una más joven, sin embargo, al ser mi propia persona quien estuviera pasando por eso... «No lo sé...» Era complicado.
Mi celular vibró dos veces en señal de un mensaje. Suspiré suavemente, para después tomarlo.
Fruncí mi ceño y tensé mi mandíbula. «Maldición». Era la misma hora del partido de Katerine. «Tendrá que perdonarme, no puedo dejar esos papeles sin firmar a un lado», pensé decidida. «Con eso poder iniciar la construcción de mi nuevo negocio», me recordó para no sentirme tan mal. Lo estaba haciendo por mí.
«Ahí estaré. Gracias», le contesté.
Llegué a mi casa y almorcé con un poco de inquietud. Últimamente había delgado un poco, pero sin perder mi buena figura. Me estaba comenzando a desahogar casi diario debido a muchas cosas que pasaban por mi cabeza, sin embargo, de algo me encontraba segura: le compraría un regalo a Katerine por no poder asistir a su partido.
Durante el tiempo que habíamos pasado juntas, conocimos más de la otra, pero acerca de mi pasado oculto que provenía de la academia donde anteriormente estudié magia, lo mantenía de esa manera: oculto. Ella no conocía el nombre de la institución y tampoco sabía quién había sido mi primer amor.
Aquella persona que amé con todo mi corazón y me hizo sentir lista, preparada y confiada en cualquiera ocasión, mas sin embargo, lastimosamente falleció. De tan sólo recordarlo me causaba un dolor en el pecho que a veces no soportaba del todo bien.
Terminé de colocarme mi pantalón azul y mi camisa de tonalidad roja. La prenda superior era algo ajustada, pero me gustaba como delineaba mi cintura. Seguidamente, tomé mis cosas y salí de mi casa.
Antes de ir directamente al sitio donde me toparía con el hombre de bienes y raíces, pasé por el centro comercial y compré el regalo para Katerine. Al llegar a la hora justa al restaurante, el señor, se hallaba esperando con tranquilidad. Él me sonrió al verme llegar tan puntual. Y la mesa que había escogido era una situada cerca de un gran ventanal que daba a la calle principal.
—Espero se encuentre muy bien, señorita Atsuko. Vamos a comer primero y después hablaremos del tema. Yo invito —dijo amablemente después de estrechar nuestras manos, para luego tomar el menú.
—Muchas gracias, Sr. Conrad —dije e imité su última acción.
La comida del lugar era realmente costosa y agradecía muy internamente que tuviera las intenciones de costear los gastos, puesto que, de no haber sido de esa manera, me quedaría sin pagar la cuenta de la luz.
El mesero no tardó en llegar y pedimos nuestras órdenes. Mientras hacían la comida hablamos de otros temas fuera del verdadero motivo de nuestro encuentro, sin embargo, después de terminar los deliciosos platillos, me enseñó unos papeles.
—El procedimiento es sencillo. Sólo tendrá que firmar en la raya que encontrará en la parte inferior derecha. Y después le daré otros papeles que tendrá y los guardará para cuando vaya a reclamarlos —explicó con una sonrisa.
Agarré los papeles y la pluma, y comencé a leerlos detalladamente antes de firmar. Honestamente no me había percatado de la hora, pero no le di importancia, al igual que el sonido de vibración de mi celular.
Luego de terminar le devolví la hoja firmada y observé por el ventanal. «Está lloviendo», pensé con nostalgia, sin embargo, el sentimiento cambió a uno de confusión cuando mi vista captó a una persona caminando bajo la lluvia.
Arqueé una ceja confundida mientras me preguntaba por qué se encontraba mojándose; no obstante, mi expresión nuevamente cambió a una de asombro en el instante que nuestras miradas se toparon. «Es ella...», me dije anonadada.
Me levanté asustada y agarré con prisa mi celular. «Cinco mensajes de Katerine. Veinte mensajes de Hannah. Dos de Amanda. Uno de Sucy. Ocho de Lotte y cuatro de Barbara». Fruncí el ceño enseguida. «¡Carajo!»
—¿Todo está bien? —dijo en un tonto de preocupación con los papeles extendidos en mi dirección.
Los tomé y guardé en mi cartera sin necesidad de verlo. «¡Maldita sea!»
—Sí. Muchas gracias por la cena. Tengo que irme —dije con prisa.
Salí corriendo del restaurante en busca de la persona que había visto fuera. Al captarla observé su caminar lento y cabeza agachada. «Mierda...». Era probable que, Katerine, hubiera malinterpretado las cosas en el momento que nuestras miradas cruzaron.
«¡Joder! Ella no me interesa románticamente», pensé mientras caminaba con rapidez. «¡¿Entonces por qué la estoy siguiendo debajo de la lluvia?!». Era absurdo; complementa absurdo. «¡No me entiendo! Pero ella... tiene algo que me hace actuar de una manera que sólo... me pasaba con...» Detuve mis pasos y la miré a la lejanía. «No puede ser...» «Esto sólo me pasaba con... Diana. Diana...»
—¡Diana! —grite deteniendo su andar.
Ella volteó sorprendida a verme. Nuevamente nuestros ojos hicieron contacto, pero los míos derramaban lagrimas que se confundían por la lluvia.
Avancé y me detuve frente a ella con la cabeza baja. «Ese nombre...» Tenía mucho tiempo que no lo decía y me dolía. No observé la expresión que poseía; no le di importancia. Sólo sentí como tomó mi cartera y despojó mi varita, para luego decir un hechizo que nos cubrió de las gotas del cielo.
Lentamente levanté la cabeza para verla con mis ojos cristalinos, pero, de repente, apareció una silueta transparente a su lado que me hizo expandir levemente mis parpados. «Diana...», pensé con un dolor agonizante en mi pecho. «Diana», volví a pensar, y antes que pudiera extender mi mano en su dirección, la voz de Katerine me detuvo provocando que desapareciera lo mostrado.
—¿Estás bien?
Parpadeé y giré a verla con lágrimas deslizándose por mis mejillas. Agarré aire, apreté mis puños y entrecerré mis ojos. Sin avisar la abracé y empecé a llorar sutilmente en sus brazos. «Tal vez no seas la verdadera Diana Cavendish que conocí, pero, quiero estar más tiempo en tus brazos imaginando que lo eres», me dije en consolación. «Tal vez pueda... decirle la verdad».
—Akko —llamó.
—Acompáñame a casa —pedí tomando distancia.
—No quiero ser una molestia. Y-yo iba para mi casa.
—No lo serás. Hablaré con tu madre después —dije y la tomé de la muñeca, para después llevarla conmigo a donde se encontraba mi auto.
Limpié mis lágrimas en el camino mientras recordaba aquellos momentos vivos en mi cabeza. La vez que me ayudaba con mis estudios; su sonrisa; su mirada; su calidez... ¡Absolutamente todo lo estaba recordando en ese instante! Mi mente daba vueltas, pero intenté no distraerme y enfocarme en el trayecto incomodo que se creó.
Cuando llegamos a mi hogar, Katerine, me entregó la varita e hice un hechizo que secó nuestros cuerpos. Al entrar dejé mis llaves en el comedor y me aproximé a la cocina.
—¿Tienes hambre? —le consulté.
—N-no. Estoy bi... bien —contestó de manera nerviosa.
—Está bien.
Mi celular comenzó a sonar, sin embargo, antes de contestarlo, despojé de mi cartera los papeles que me había entregado el señor Conrad, y se los entregué a Katerine. Después caminé hacia la cocina y respondí.
—Hola.
—¡Akko, por fin contestas!
—¿Hannah? ¿Qué sucede?
—Sí. Ella se encuentra en mi casa en este momento.
—¡Bien! Tuve una visión o un sueño, ¡No sé qué carajos fue! Pero estaba con la bruja Woodward. Espera. Te explico en una hora. Voy directo a tu casa y las chicas irán conmigo para explicarle a, ¡Todas! Lo que está sucediendo.
—E-está bien. Te espero...
Hannah colgó y volví a la sala. «Una hora es más que suficiente para contarle a Katerine la verdad». La observé aún de pie en el mismo lugar. Me detuve en una distancia poco lejos, crucé mis brazos y la miré con una expresión molesta en un intento de ocultar mi nerviosismo
—Felicidades. —Sonrió y abandonó los papeles en la mesa—. Conseguiste los terrenos que querías. Pronto tendrás tu propia empresa —dijo y desvió la mirada.
Suspiré y relajé mis hombros.
—Gracias. Mis amigas vendrán, y te quedarás esta noche conmigo.
— ¿P-por qué? —consultó con sorpresa.
—Necesito hablar contigo sobre algo importante antes que ellas lleguen. Así que... ¿Podrás escucharme?
Ella asintió.
—Bien, dame un segundo.
Me di la vuelta regresando a la cocina. Saqué un dulce del refrigerador, para después calentar el chocolate caliente que tenía guardado.
Volteé a verla con confusión provocando que nuestros rostros quedaran bastante cerca.
—Akko... —susurró con sus ojos posados en los míos.
—¿Q-qué pasa? —pregunté nerviosa y ruborizada.
—¿Te divertiste en Luna Nova? —dijo con una media sonrisa.
Arrugué mi entrecejo y retrocedí ligeramente. «¿Qué...?» Parpadeé confundida. «Espera... ¡¡¡¿Qué acaba de decir?!!!»
La separé bruscamente y mi espalda chocó contra el comedor. Seguidamente la apunté con el cuchillo en forma de amenaza. «¡E-esto... no es v-verdad! ¡Ta-tal vez es sólo... m-mi imaginación!», me dije sobresaltada. Katerine no sabía de que academia venía; nunca lo había mencionado.
—¡E-espera! ¡Baja el cuchillo! ¡Baja el cuchillo! —pidió con sus manos levantadas a los costados de su pecho.
—¡¿Cómo sabías que estudié en esa academia?! —exclamé asustada sin hacer lo que me ordenaba.
—¡Pu-puedo explicarlo! ¡Pero primero tienes que calmarte!
«¿Explicarlo?» Arqueé una ceja indignada. Acababa de decir el nombre de donde había estudiado, y sabía que iba a tocar el tema de la academia. «¡¿Cómo carajo desea que me calme?! ¿Acaso hizo un hechizo para leer la mente? No. Ella no realizó ninguno en el auto. Tal vez investigó. No, Katerine me había dicho con anterioridad que no tenía algún interés en hacerlo».
Cerré mis parpados y apoyé mi mano derecha en la esquina del comedor. «Esto es muy extraño...», pensé con la cabeza baja. Todo estaba empezando a darme vueltas. «Rayos...» Mis emociones se comenzaban a revolver. «Creo que voy a...» Y me desmayé.
.
.
—¿Estás bien?
Giré a ver en seco a donde provenía la voz. La miré con sorpresa quedándome como una piedra. «¡Hay una persona en mi cuarto!», exclamé asustada. «¡¿Cómo no me percaté?! ¡¿Acaso no fue un sueño?!». Enseguida despojé la sabana de mi cuerpo contemplando la ropa que llevé a la cena. «No fue un sueño...»
—S-sí... —respondí aún un poco asustada. Lentamente subí mis piernas a la cama recogiéndolas, para después ocultarlas con las sábanas—. ¿Tu dijiste algo sobre Lu-luna Nova? —le pregunté con inseguridad.
Katerine estaba sentada en la esquina de mi cama.
—No, ¿De dónde viene ese nombre?
«No lo dijo...» Parpadeé confusa. «Entonces no pasó... Tal vez estaba bastante cansada que mi mente colapsó y empezó a imaginar cosas. Sí. Eso sucedió».
—¿Cuánto tiempo estuve desmayada? —le consulté con más calma.
—Sólo fueron diez minutos. —Rascó de manera nerviosa su mejilla—. Antes de desmayarte mencionaste algo importante que me dirías.
«Oh... Ese tema». En ese momento no me sentía de humor para contarle aquella historia, sin embargo, no creía tener otra oportunidad igual. Necesitaba quitarme ese sentimiento en mi pecho.
Me levanté de la cama siendo seguida por la mirada de Katerine. Me acerqué a la cómoda de mi habitación y despojé de una de mis gavetas un libro de hechizo y un álbum de fotografías. Nuevamente me senté en mi cama, pero esta vez a su lado.
«Bien... ¿Ahora a donde dejé mi varita?»
—Sabes dónde está mi...
Ella me extiende lo que buscaba. La agarré con una expresión de confusión.
—Gracias...
«¿Desde cuándo la tenía consigo?» Exhalé suavemente. «No importa. Le contaré esa historia y me quitaré este peso de encima». Abrí el libro de hechizo y encendí la luz de mi varita. Busqué la página correcta y recité el hechizo apuntando el álbum.
Inmediatamente las imágenes salieron y flotaron por toda la habitación con una luz pequeña alumbrándolas.
—Katerine, comencemos desde el principio. —Moví la varita ligeramente hacia un lado—. Como sabes las brujas como yo estudian en academias de magia, y aprendemos a usar hechizos que ayudan a la sociedad en diferentes tipos de actividades. Al comienzo mi magia era muy inútil, ya que fue robada por una persona que había sido mi ídolo. —Mostré la imagen—. Shiny Chariot —mencioné—. Se dio por desaparecida cambiando su nombre a Ursula Callistis.
En el momento que la recuperé tras pasar por muchas cosas que no son tan relevantes mencionar, había una persona, la cual era muy engreída y superficial. Ella provenía de una familia con un apellido reconocido en el mundo de la magia y era descendiente de una de las nueve brujas más importantes en el mundo mágico. —Sonreí tenuemente—. Era la mejor estudiante del equipo azul.
—Diana Cavendish. Era su nombre. —Mostré nuevamente una fotografía—. Una chica... e-extraordinaria. Éramos muy diferentes. Diana era conservada, inteligente, elegante y educada; sus notas siempre se mantuvieron con una alta calificación. Aparte de eso, era muy hermosa. Y yo... era todo lo contrario. Era un desastre andante. —Rei ligeramente—. Me dormía en clases y los hechizos no me salían como deberían; no podía volar en escoba bien y acababa en el suelo con heridas.
Pero, Diana... siempre se mantuvo a mi lado. —Deshice el hechizo dejando la habitación a oscuras. Las fotografías volvieron al álbum—. M-me ayudó... Y nu-nunca se rindió conmigo. N-no le importaba si estaba ocupada o estresada. Cuando la necesitaba... siempre estaba allí. —Lágrimas de dolor empezaron a deslizarse por mis mejillas—. Lu-luego, s-se enfermó. —Katerine me miraba atentamente—. La enfermedad era la misma que padeció su madre. Y no...
Y n-no pudimos sa-salvarla. Sus últimas palabras fueron: Gra- gracias por estar a mi lado. —Me abracé y cerré mis ojos unos cortos segundos. Jamás... logré de-decirle lo que sentía. Y aún me duele recordarlo. —La miré y le sonreí—. Te pareces a ella. Tu rostro; tus ojos; tus labios; t-tu estúpida sonrisa; y el estilo de tu cabello. —Reí aumentando mi dolor emocional—. Hasta ti... tienes su nombre; sólo que, en tu caso, es el segundo.
L-la primera vez que te vi. —Empecé a limpiar con sutileza mis lagrimas—. De i-inmediato se vino a mi mente la imagen de Diana. Al pasar el tiempo a tu lado, te miré más como Katerine y no como Diana. Tenía miedo de mencionar tu segundo nombre y... L-lo siento por haberlo hecho antes, pero, ¿Me dejarías hacer algo? —pedí con una expresión de rogación.
Un rayo de luz alumbró la habitación por unos segundos cortos, permitiéndome ver el asentimiento ligero de Katerine. Suspiré temerosa y la acomodé subiendo sus pies a la cama. Seguidamente me senté en su regazo y la sujeté por los hombros. Otro rayo hizo que viera el sonrojo en sus mejillas.
—Qui... quiero decirle a la Diana del pasado, l-lo que nunca... logré. —Cuidadosamente coloqué mis manos en su rostro—. Diana... Yo...
Sus ojos azules me miraban con leve sorpresa y compasión. Ella era hermosa; ella era encantadora. «Ella se parece a ella», pensé y mordí mi labio inferior sin dejar de mirarla. «No es justo...»
Permanecimos en silencio unos minutos, hasta que giré mi cabeza y solté su rostro, para después comenzar a llorar desconsoladamente mientras arrugaba con fuerza mi camisa roja.
—L-lo s-siento no es justo que te esté haciendo e-esto. S-sé que no eres e-ella. —Negué con mi cabeza y temblé ligeramente—. L-lo siento mucho. La e-extraño... —La miré con mis ojos llenos de lágrimas—. La extraño... mucho.
Nuevos segundos en silencio pasaron. Sus manos y su cuerpo se movieron lentamente. Katerine me sujetó por los hombros, y no pude evitar esperar lo peor. Ella probablemente me dejaría de hablar o verme; probablemente también le había roto el corazón al decirle que estaba enamorada de alguien que no se encontraba con vida. De tan sólo recordar lo último hizo que llorara más.
Poco a poco mi cuerpo fue empujado y mi espalda se recostó en la cama. No me percaté de la posición en la que estábamos hasta que, agarré algo de aire.
No me moví; y no tenía intenciones de hacerlo. Me merecía cualquier tratado malo que recibiera en ese momento. «Me lo merezco». Katerine había estado ilusionada con tener una relación conmigo desde hace años.
—Akko... —susurró suavemente y deslizó con cuidado su dedo pulgar en mi mejilla quitando la lágrima recién salida—. Estoy contigo.
La lluvia empezó a cesar y luna por fin salió de las nubes alumbrando por completo la habitación. El ambiente se sentía acogedor, pero frio a la vez.
—Siempre has sido una niña problemática e infantil —dijo con una sonrisa y acarició mi mejilla.
—¿Qué...? —solté desconcertada.
Ella sonrió más. Arrugué mi entrecejo y la quité de encima empujándola hacia atrás, para luego sentarme en la cama.
—¿Qué tratas de decir? —consulté.
Katerine tomó igualmente asiento.
—Tus hechizos han mejorados y me alegro mucho por todo lo que has conseguido por tu esfuerzo. Quiero saber más de ti y de lo que estuviste haciendo mientras no estuve.
Levanté confusa una ceja.
—Pe-pero siempre estuviste conmigo.
—¿Aún no te has dado cuenta? —dijo y sonrió con diversión—. Que lenta eres, Miss Kagari.
«¿Mi- miss? ¿Qu-qué?». Estaba impresionada. «Sólo Diana me decía de esa forma».
—Pensé que lo notarias cuando hice el hechizo bajo la lluvia —Se aproximó ocasionando que retrocediera un poco—. No me enseñaste algún hechizo como ese, o, ¿Sí?
«Es cierto...» En ese momento ella tomó mi varita sin permiso y conjuró un hechizo para cubrirnos a las dos de la lluvia. No me había percatado de ese detalle: mi mente estaba distraída.
Sin embargo, al instante de entrar en cuenta recordé las palabras de Hannah. «Espera.... No...» Poco a poco unía los puntos. «Quiere decir que... ¿Katerine fue Diana... to-todo este tiempo?»
—Akko, no te desmayes —pidió y colocó una mano en mi hombro.
—¡¡¡No me toques!!! —exclamé.
Rápidamente alejó su mano y saltó del susto. En ese momento, la puerta de mi cuarto fue abierta bruscamente de una patada por Amanda.
—¡¿Diana segunda que le estás haciendo a Akko primera?! —gritó con la escoba en mano.
—¡Baja la escoba, Amanda! —ordenó Katerine bajándose de la cama.
—¡¿Cómo sabes mi nombre?! ¡Nunca he hablado contigo! —volvió a gritar la escoba.
Antes que Amanda se le lanzara encima, Katerine, agarró con rapidez mi varita y dijo un hechizo que nos cubrió a las dos, para luego tomar una postura firme y suspirar.
Amanda la miró asombrada al igual que Lotte, Sucy, Hannah y Barbara. Lentamente bajó la escoba, y con el ceño fruncido sacó su varita y la apuntó.
—¡Esperen! ¡No pelearán en mi casa! —grité asustada.
—¿Quién eres? —dijo amenazante.
—Eso ya lo debes saber, O'Neill —contestó con una sonrisa desafiante.
—¿Diana...? —susurró y bajó su varita.
—¿Te lo dijo? —le consulto Katerine confundida a la vez que, igualmente, bajaba la varita.
—Sí. Y me sorprende que un hechizo tan avanzado como ese funcionara. —Se acercó—. Reencarnación. Tu madre debió dar una parte de su otra vida para que diera resultado. Y una vez que Akko, o una de nosotras, dijera tu nombre podrías decir la verdad.
El hechizo se deshizo. Hannah cruzó sus brazos y sonrió de lado; sus ojos se cristalizaron.
—Te tomó mu-mucho tiempo volver, Cavendish.
Ella le devolvió la sonrisa.
—Más de lo esperado, England.
—¡Esperen un momento! —exclamó Amanda y encendió la luz de la habitación—. ¡Esto es una maldita locura! —Apuntó a Katerine—. ¿Están diciendo que esta mocosa de dieciocho años es Diana? —La volteó a ver—. Dime algo que sólo "la magnífica" —Hizo comillas con sus dedos—. Cavendish conoce.
Katerine colocó una mano en su mentón.
—Hazme preguntas y te las responderé.
—¿Qué día fue en el que Akko voló por primera vez? Quiero la fecha exacta.
—Veinticinco de junio del dos mil diecisiete en el patio de Luna Nova.
—E-esa fue fácil, ¿Qué hacías en tu tiempo libre en la academia?
—¿Antes del misil o después del misil? Especifica, por favor.
—A-antes.
Ella suspiró.
—Estudiar; atender los mandatos de las profesoras y caminar con mis amigas, Hannah y Barbara, por los pasillos. —Las miró con una sonrisa—. Una noche pedí la llave de una de las bibliotecas ocultas de Luna Nova, y comencé a buscar información sobre la vara brillante que poseía Akko en ese tiempo. Dando como resultado las siete palabras de Arcturus. —Nuevamente miró a Amanda—. Y después del misil, te quebraste un brazo por hacer maniobras en la escoba; Sucy una vez se sobrepasó con los hongos en la clase de la profesora Lucki; Hannah y Barbara cometieron un accidente al recitar un hechizo con pólvora brillante; Lotte lloró un día en el salón por escuchar las palabras de un espíritu que contaba sobre su vida; y Akko —mencionó y me observó—. El Metamorphie Faciesse nunca fue tu especialidad, pero lo lograste manejar a su tiempo —acotó con una sonrisa confiada.
Barbara: N-no puedo creerlo —susurró.
Sucy: Me canso de estar parada. Las espero en la sala —dijo y salió de la habitación.
Lotte: Voy contigo.
Carraspeé mi garganta y me levanté de la cama.
—Me apunto.
Amanda: Yo también.
Hannah: Vamos—le dijo a Katerine.
Encontrándonos en los muebles de la sala de mi hogar, Amanda pidió comida domicilio para todas. En mi caso no tenía hambre por todo lo que estaba pasando; además, había cenado con anterioridad. «Katerine, es Diana... O ¿Diana, es Katerine?».
Me costaba asimilar que eran la misma persona; y que la niña que había cuidado desde los diez años, era mi primer amor reencarnado.
La comida llegó junto con vinos y cervezas. Me levanté y busqué vasos y copas, para después de ponerlos en la mesa pequeña de la sala y tomar asiento a un lado de Katerine.
Amanda: ¿Nos estás diciendo que luego que moriste, la bruja Woodward con la bruja Beatrix, te dieron una oportunidad de regresar a la vida, pero comenzando desde cero?
—Exactamente, y conservando todos mis recuerdos pasados. Tuve que esperar que una de ustedes apareciese y dijera mi segundo nombre para poder contarle todo esto. Lastimosamente Hannah no lo dijo cuando me vio.
Lotte: ¿Fue tu decisión venir al mundo otra vez?
—Sí. Sin embargo, antes no lo deseaba hasta que, mi verdadera madre me convenció.
Sucy: ¿Iras a ver a tus primas y tía?
—No. Eso está en contra de las reglas que me dieron las brujas Woodward y Beatrix.
Barbara: Entonces... ¿Qué se siente estar viva nuevamente...?
—Extraño. Todo es nuevo; el mundo cambió y ustedes también —dijo mirándonos a todas—. Son mayor por nueve años y se ven espectaculares.
Amanda: Pero Akko se juega la condena.
—¡¿De qué estás hablando?! —le pregunté enojada con mis brazos cruzados.
Amanda: Tú sabes de lo que hablo. —Guiñó el ojo derecho.
Me sonrojé y me sobresalté ligeramente. Hannah empezó a servir el vino en las copas y la cerveza en los vasos.
Hannah: ¿Quieres Kateri- Digo Diana? L-lo siento.
Amanda: ¡No! —Puso su mano en el medio deteniendo a Hannah—. ¡Jugo para la niña! —exclamó, y agarró un cartón que había pedido y se lo entregó.
—Muy graciosa —dijo y lo tomó, para luego beberlo.
Me incliné y agarré una de las copas de vino.
—No. Mi personalidad ahora es la que conoces. Viví bajo el amor de mi madre; la mujer de cabellos rubios lacio es Bernadette —soltó y tomó del jugo.
Me atraganté con el vino y empecé a toser.
—¿Qu-qué? —dije y limpié mis labios.
Ella me miró de reojo.
—Ella no recuerda absolutamente nada. Ese fue el precio al darme la mitad de su vida para que, así, pudiera recordar y regresar.
«Así que... Bernadette se enamoró de mí y en esta vida su nombre cambió». Estaba empezando a asimilarlo. «No puede ser... Esto es mucha información para mi pobre cerebro».
Amanda: Tengo que admitir que... antes eras una lechuga con ese cabello, ahora te pareces a una banana muy amarilla.
—¿Eso es un halago o un insulto?
: ¿A-alguna noticia más que nos quieras decir? —dijo cambiando el tema.
Di nuevamente un sorbo a mi vino empezando a acomodarme.
—¡Sí! ¡Akko y yo somos pareja! —exclamó con una sonrisa.
Me volví a atragantar y toser. «¡¡¡¿Qué?!!! ¡¿Desde cuándo yo...?!»
Amanda: Quien lo diría. —Apoyó su codo en mi hombro—. En verdad te jugaste la condena, querida —dijo y guiñó su ojo derecho.
Lotte: ¿Cómo? —soltó anonadada.
—Se lo propuse en la cena. Cuando sólo tenía quince años—deja el cartón de jugo en la mesa.
«¡¡¡Nunca dije que sí a eso!!!»
Sucy: ¿Dónde la besaste?
—¡Si! —volvió a exclamar.
Barbara: Las felicito a ustedes dos.
«Mátenme...»
—Gracias Barbara —dijo y sonrió con orgullo—. ¿Ustedes saben que pasó con Andrew?
Amanda: No. —Miró para otro lado.
Lotte: Para nada. —Agarró los cubiertos.
Sucy: No lo recuerdo. —Tomó un sorbo de su vino.
Hannah: ¿Quién era? —Giro desconcertada a ver a la persona a su lado.
Barbara: Ni idea. —Se sirvió más vino.
—Qué bonita está la noche hoy. —Le di un sorbo a mi vino ignorando igualmente la pregunta.
La noche pasó entre charlas y risas; cada una contó sobre su vida y locuras, excepto mi persona. En esa conversación Diana se enteró los veinte novios y diez novias que había tenido, e incluyendo mi nula primera vez. Le debía dar las gracias a Amanda por soltar esa información no necesaria.
Las horas pasaron y las chicas tuvieron que irse. Suspiré y subí a mi habitación dejando a Diana en el salón. Seguidamente agarré mi pijama del guardarropa con intenciones de darme una rápida ducha.
«¡¿Por qué de tantas cosas que he comprado para esta casa, se me olvida comprar el bendito calentador?!» Exhalé frustrada y salí del baño con mi pijama puesta. «¡Que frio!», exclamé internamente, para después observar en la cómoda el regalo que le había comprado a Katerine. «Le servirá para descansar esta noche».
—¿Te sientes mejor?
Sin contestarle le lancé el regalo. Ella lo atrapó a tiempo.
—Lo compré como muestra de disculpa por no ir a tu partido de béisbol. Puedes darte un baño y ponértelo para esta noche —dije y caminé hacia la cama.
—Gra-gracias...
Me senté y coloqué mi celular a cargar. Diana no demoró en entrar al baño, mientras mi espalda se acostó en el colchón y mi mirada se fijó en el techo. Mis pensamientos empezaron a fluir. Algunos pro y contras aparecieron de la situación. Y los recuerdos no tardaron en también presentarse.
Anteriormente la Diana de la academia había demostrado algún interés en mi persona, aunque tal vez... era despistada para ese tipo de cosas. Fruncí mi ceño y entrecerré mis ojos. «Esto es una completa locura», pensé. «Le conté mi historia, para después descubrir que todo este tiempo había estado a mi lado». Estaba comenzando a enojarme.
Katerine salió del baño y me acomodé con intenciones de descansar. Deseaba mucho dejar de pensar, sin embargo, luego de tapar mi cuerpo hasta la cintura, Diana, se acostó a mi lado y habló.
—Akko.
—¿Estás molesta conmigo? —dijo y se acercó.
«Sí».
—No. Sólo quiero descansar.
Mi cintura fue abrazada por su brazo derecho.
—Entonces dormiré de esta forma contigo.
«Nunca nadie... Jamás... me ha abrazo mientras duermo». Y Diana no sería la exención. Aparté sus brazos con cuidado no pensando que actuaría. Sus brazos me envolvieron con fuerza manteniéndome contra la cama y volteándome boca arriba. Levanté una ceja confusa cuando la observé encima de mí.
Sin embargo, unas gotas hicieron que mi expresión de extrañes cambiara a una de preocupación y curiosidad. «¿Está... llorando?».
—Akko... —volvió a llamar—. ¿N-no te gusto?
«¿Qué...?» Mi ceño se frunció ligeramente. «No estoy de humor para hablar de ese tema». Desvié incomoda la mirada.
—Vamos a dormir, Diana.
—Contéstame —pidió y escondió su rostro en mi cuello—. Por... por favor. —Su cuerpo cayó levemente en el mío.
—Y-yo...
«Te amo. Mi corazón late por ti, pero... estoy confundida». No me sentía segura de decirlo. Ella se separó para verme nuevamente.
—¿Es por qué soy menor?
«Tal vez». Quizás esa era una de las causas de mi confusión.
—Te dije que no me importa la edad. Eres hermosa y me gustas mucho. Qui-quiero que seas mi esposa. —Mis parpados se abrieron ligeramente de la impresión—. I-iré a la universidad y, cuando salga tendré un buen trabajo.
«Katerine... Diana...»
—Lo siento, sé que estás cansada.
—Diana —llamé con neutralidad—. Tienes la oportunidad de estar con una persona de tu edad y comenzar una vida desde cero. Estoy segura que serás alguien profesional. No desperdicies tu tiempo teniéndome a mí. Voy a envejecer y moriré primero que tú.
— ¡Y eso que importa! —exclamó y sujetó mis hombros con firmeza—. ¡Eres la única chica que quiero en mi vida! ¡Yo te cuidaré cuando estés en silla de ruedas! Además... cuando les enseñé una foto tuya a mis amigos pensaron que tenías veinte y tres años y no veintisiete, pero, ¡Ese no es el punto! —aclaró un poco exaltada—. ¡Quiero me veas como una persona! ¡Y no como una niña menor!
—Las personas te mirarán mal.
—Es lo de menos. —Me soltó y cruzó sus brazos—. Me quedo contigo.
—¿Por qué te interesaste en mí?
—En mi vida pasada estuve enamorada de ti, sin embargo, cuando me enteré de mi enfermedad pensé en... no decírtelo. No quería que sufrieras más por mi perdida.
«¿Le creo?» ¿Cómo podía estar segura de sus palabras? Suspiré frustrada y dejé caer mi espalda en el suave colchón de mi cama. Restregué mi rostro con mis manos y, en el momento que las quité la observé otra vez arriba de mí.
—Mi Akko... —susurró con dulzura apegándose a mi oreja.
No pude evitar sonrojarme y sentir un leve cosquilleo en mi vientre, hombros y pecho. Sin embargo, intenté alejarla.
—Diana... espera.
—¿Qué pasa? —dijo con sutileza mientras ingresaba lentamente su mano en mi abdomen.
«No quiero que esto llegue a mayores. No aún... Quiero pensarlo primero sin tener que alejarme tanto. Deseo aceptarlo; y no quiero perder esta oportunidad, pero... necesito pensarlo».
Hice una ligera mueca y la miré con inseguridad.
—Necesito tiempo para... asimilarlo. Todo esto fue tan... repentino para mí, sin embargo... seré tu pareja.
—¡¿Enserio?! —exclamó emocionada y sonriente.
—Con una condición. —Saqué su mano—. Nada de sobrepasarse.
Ella se ruborizó y se alejó un poco.
—Lo entiendo... Pero, ¿Se aceptan los besos?
«¡¿Besos?!», pensé abrumada. «Bueno... creo que eso no tiene... nada de malo».
—Está bie...
Mis palabras fueron interrumpidas por sus labios. Fruncí mi ceño y le correspondí casi al instante, sin embargo con un poco de inseguridad. Seguí su ritmo lento y algo torpe por su parte. Lentamente empecé a dejarme llevar ayudándola a manejar mejor el beso.
Pasé mis brazos alrededor de su cuello atrayéndola más. Sus manos se movieron acariciando mis muslos creándome una sensación extrañamente agradable. De manera lenta otra vez, me moví y me acomodé con cuidado tomando asiento en su regazo sin necesidad de separar nuestros labios.
Mis manos tomaron su rostro ocasionando que los movimientos fueran más profundos y suaves. Sentía el calor empezar a provocar e incrementar mis hormonas. Hice un sonido leve dándole a entender que me gustaba lo que estaba sucediendo.
La punta de su lengua se deslizó por mi labio inferior y mi punto comenzó a palpitar dándome una señal de alto. Abrí mis parpados y me separé con la respiración agitada.
Sonreí con travesura y acosté su espalda en la cama. Mordí mis labios lujuriosamente causando que aumentara el deseo empezado. Sus mejillas estaban teñidas de un hermoso color rojo y su expresión me decía muchas cosas. Me tenía ganas; muchas ganas.
Arqueé una ceja y me quité de encima, para después acostarme en el lado que dormiría. Ella se levantó y se acercó apegando su pelvis contra mis glúteos.
—No me hagas esto, Akko —murmuró apegándome contra su cuerpo.
Quise suspirar, pero me contuve.
Diana soltó una queja, sin embargo no hizo nada más.
—Mala.
Me reí y le piñizqué su mejilla. «Esta Diana... es totalmente diferente a la primera». Sonreí. «Pero me gusta...» Me sentía... feliz e insegura; poseía aún inseguridades que me hacían dudar de muchas cosas, pero... esperaba quedarme a su lado.
—Diana.
—¿Sí...?
La acerqué y la abracé.
—Gracias por volver.
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💙Reencarnación❤
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🍁IDEAS ELIMINADAS🍁
· Katerine no iba a recordar nada de su pasado, y Akko era quien tendría el encuentro con la bruja donde le decía que ella era Diana. Esto cambiaría casi por completo la idea principal.
· Hacer oficial la relación de Hannah y Amanda.
· La parte +18 de esta historia era en su habitación, pero, me sentí un poco asfixiada cuando me metí en el papel de Akko en ese momento. Fue como: no me acostaría con alguien teniendo tantas inseguridades, tomando en cuenta que Akko es una despreocupada para algunas cosas, pero como es mayor, lo dejé sólo con un beso.
· La personalidad de Katerine iba a ser igual que la Diana Cavendish, pero lo descarté.
· Los amigos de Katerine conocerían a Akko diciéndole muchas cosas bonitas, creándole celos a nuestra querida Diana.
· Akko asistiría a la competencia de béisbol de Katerine.
· Akko iba a tener relaciones con sus ex parejas, pero, lo descarté también.
· En la cena que tuvo con el hombre, no trataría sobre asuntos de negocios. Iba a hacer una cita, y Katerine los vería besándose.
· Akko iba a llevar a Katerine a un bar, y en una conversación que tendrían Akko diría: No quiero que luego tu madre piense que te estoy corrompiendo. Dando a entender que algunas madres llegan a pensar de esa forma.
· 10- Akko iba a tener 18 años como decía la sinopsis antes de subir la historia, pero luego pensé que sería muy temprano que ella consiguiera, una casa propia y un buen trabajo con un salario alto. Además del embarazo de Emily.
🍁DATOS🍁
· La música del principio, fue una inspiración para la personalidad de Akko.
· Los lugares que visitó Akko existen realmente en Londres. Kennington Lane Café y All Star Lanes Brick Lan.
· El lugar Funding Circle donde trabaja Akko, es un mercado de préstamos entre pares que permite al público prestar dinero directamente a pequeñas y medianas empresas. (Gracias Wikipedia <3)
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¡No te pierdas su continuación!
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El siguiente One shot que se publicara sera: Amor de colegio, una historia paralela.
One Shot 19 (Amor de colegio)
Diana es trasladada a japón por un motivo de trabajo de la mama (o otra cosa), esta historia sera narrada por Akko.
Por si no están enterados de las sinopsis de los siguientes One shot después del 19, les invito a leer las conversaciones de wattpad, ahí publico noticias y otras cosas. nwn
Y esto ha sido todo, espero les haya gustado y sacado una sonrisa uwu, muchas gracias por sus comentarios bonitos, los leo completamente todos, no se sientan ignorados :'c.
¿Nos leemos? fuck, necesito una buena despedida >:v, bueno, bye bye.
Créditos a la dibujante: blee-bleep.tumblr
Traducido por mí.
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