Bucle
A la fecha de hoy, 24 de octubre del 2015, sigo sin entender esta rara emoción que me dejó marcado desde aquel día, fatídico para mis padres, en que nos echaron como perros de nuestro propio hogar.
¿Por qué será que no la comprendo? ¿acaso habrá algún problema allá arriba conmigo? Incluso cuando en ese instante me sentí fatal, desahuciado, desdichado, yo, años después, pareciera ser como si todo lo vivido no hubiese tenido ninguna repercusión en mí persona. ¿Por qué?
A mi corta edad en ese entonces, vi como las pocas pertenencias materiales que teníamos estaban tiradas como basura en plena calle. A penas estaba regresando a casa después de mi jornada escolar junto con un compañero que presencié todo aquel acto, como si fuese la noticia del año con todos los vecinos fisgoneando alrededor, mientras que otros simplemente observaban, aunque de igual manera, desde la entrada de sus viviendas.
En ese entonces, como dije, un sinfín de sentimientos que nunca había experimentado antes comenzaron a brotar en mi interior, sin embargo, por el bien común de no alterar más la situación, despaché a mi compañero con palabras suaves hasta que perdí su vista en la distancia. Él no mereció explicaciones mías, puesto que aun siendo unos críos que seguían aprendiendo de la grandeza del mundo, recordando aquella expresión que hizo, él ya había entendido todo desde un principio.
Acercándome, viendo como mis padres aun perplejos no sabían cómo reaccionar ante tal adversidad, sólo pude ver como uno de mis pocos juguetes favoritos estaba completamente destrozado por todo el peso encima que tenía. Aun si las personas que desalojaron la casa solo hacían el trabajo encargado, ¿eso no era demasiado cruel? A sabiendas de que había juguetes, y por ende un niño, no se tomaron ninguna molestia en resguardarlos siquiera. Ya de por sí no éramos una familia que se podía permitir lujos como comprar más juguetes o ropa nueva. ¿En qué estarían pensando esos idiotas?
Pero, si lo recuerdo bien, aun con todo aquello que hacía lamentarme a mí mismo por ser un inútil, de ser una carga más que un apoyo para la familia, después de poco tiempo todo volvió a ser como el resto de días.
Hasta la actualidad en la que estoy, sigo creyendo que mis padres, mi padre en especial, hizo un excelente trabajo dándome valores y enseñándome disciplina. Se podría decir que lo que soy es gracias a él y no a mí madre, que lo más seguro, si me hubiese criado solo ella, ya estaría descarrilado. Y no es un decir por decir.
Porque ya he sido testigo de la crueldad de este mundo a mi corta edad, de lo que conlleva vivir una vida llena de excesos sin sentido, es que no me permití lanzar la primera piedra hacía aquella persona que nos había condenado a una nueva vida desde cero.
Mi padre, hasta el último de sus días me dijo que me portara bien, que me quería y que era su mayor orgullo. Nunca había visto tanto amor en una sola persona, tanta confianza y esperanza en su propia descendencia, que no hice más que corresponder debidamente como se lo merecía una persona de su calibre. Porque ya no existirá nadie como él en mi vida.
¿Por qué será que todo terminó de esta forma? ¿Acaso nunca hubo un Dios que impidiera todo este lío? ¿Por qué él y no yo?
A veces, pienso que Dios tiene a sus favoritos. Debe tenerlos, ¡es Dios!
Incluso si recuerdo el pasado una y otra vez, intentando encontrar una explicación, sigo sin sentir nada de aquello que me atormenta. No logro entenderlo. Vivir una vida normal y plena después de desgracia tras desgracia. Estoy seguro que si fuera otro individuo, con otro pensamiento, con otros valores, con otras enseñanzas, entendería como me siento. Pero supongo que, entre lo bueno y lo malo de permanecer ignorante ante la incertidumbre, de no saber cómo sobrellevar un ultimátum, mi padre al final hizo un buen trabajo en criar a su más preciado hijo. Porque él no quisiera que su hijo estuviera triste después de su partida. Después de todo, ¡él era el regalón de la casa!
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Esto lo puedes encontrar en mi otro perfil. "John_Sobin"
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