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La Dama del Bosque

Nota: este One Shot fue escrito en colaboración con AngiAlvarado F3RGrey vivimar1923 Katherinesv58  AriBelle20 como parte de la dinámica "Érase una vez..." Del grupo de Las Cerecitas.

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Érase una vez, que Christian Grey despertó solo en el bosque. Estaba desorientado y se preguntó cómo había llegado hasta allí, porque lo último que recordaba es que estaba en la oficina en una fiesta privada con una socia. Miró a su alrededor pero todo lo que pudo distinguir fue los árboles y el canto de algunos pájaros. Sintió el frío calando sus huesos, dándose cuenta que no podía permanecer mucho tiempo allí. Se levantó y caminó hacia delante, esperando encontrar un lugar donde le pudieran brindar ayuda.

O un móvil.

Se detuvo de pronto cuando reconoció el maletín de cuero negro que llevaba todos los días a la oficina, tirado en medio del camino.

<<Extraño>>, se preguntó.

¿Por que lo llevaba? Decidió no pensar mucho en ello y lo abrió para ver si tenía algo con lo que se pudiera comunicar... Nada. Solo un sobre color café que contenía un informe personal de una persona que no reconocía: Anastasia Steel. No leyó más porque la oscuridad dificultaba su lectura, así que siguió buscando por algo de utilidad en el maletín, de nuevo nada.

<<A la mierda los papeles>>, se dijo a si mismo. Esa frase le pareció conocida.

Siguió rebuscando hasta que encontró una serie de documentos, nada fuera de lo común para un hombre de negocios como él. Solo que estos incluían las palabras "compra/venta y Grey Enterprise Holdings" en el título.

Mierda.

Se preguntó cómo demonios había hecho semejante idiotez de vender su compañía. ¿En realidad lo hizo? ¿O su mente le estaba jugando una mala pasada?

Tomó el maletín con los brazos temblando de frío y continúo su camino hasta que encontró una sencilla cabaña en medio del bosque. Subió los escalones hasta la puerta y tocó 3 veces esperando escuchar pasos acercarse.

Ningún ruido.

Finalmente la puerta se abrió con un desvencijado chillido. Entró, notando que apenas podía ver nada ya que estaba completamente oscuro, pero pudo divisar entre las sombras el rostro de alguien. ¿Había alguien aquí? De repente la luz se encendió y quedó sorprendido por la hermosa mujer que estaba ante él con unos impresionantes ojos azules. Sus ojos grises fueron a dar a esos labios carmesí que por alguna extraña razón tenía ganas de besar. Y la mujer le parecía conocida, como si hubiera mirado esos ojos antes.

Tartamudeó antes de soltar un pequeño "hola". Al no tener respuesta, le preguntó a la chica de ojos azules si por casualidad tenía algún teléfono que le facilitara. Ella dijo con voz muy baja que la cabaña no tenía un teléfono o como comunicarse con la ciudad, ya que ella iba ahí para alejarse de la gente.

Ella debió notar la angustia en su rostro porque le ofreció quedarse a pasar la noche ahí, y la mañana siguiente lo llevaría al pueblo mas cercano para que pudiera comunicarse con quién él quisiera.

Christian no tenía otra alternativa.

En su cabeza los pensamientos volaban. Primero su falta de memoria, luego el puto compra y venta de la empresa y por último, esta mujer rara pero muy bella. Demasiado para un jodido día Lunes... Espera ¿Hoy era lunes, no?

De repente sintió un mareo. Se tocó la cabeza cuando un fuerte recuerdo apareció en su mente. La socia con la que se había reunido era Elena Lincoln, ya que le dijo que tenía una propuesta importante. No recordaba nada más. ¿Qué tenía qué ver Elena con todo esto? ¿Lo había drogado? No, imposible.

Miró de nuevo a la bella mujer del bosque y sus labios parecieron más esponjosos y suaves. Se preguntó que tan dulces serían sus labios y quiso morderlos. Sintió un cosquilleo en su entrepierna y se golpeó mentalmente tratando de volver en si. <<Cálmate Grey, no es momento para tener pensamientos sobre sexo>>.

Ella lo miró y sonrió, diciendo que se sentía tan sola y que este hombre tan guapo había llegado como caído del cielo. <<Sólo será esta noche>>, pensó Christian. <<Para mañana ya no estaré aquí, ¿Qué importa lo que ocurra esta noche?>>

La mujer lo admiraba como si fuera el hombre más guapo que hubiera visto en su vida, pidiéndole más, mucho más. Ella preguntó si él quería algo de comer o tomar, teniendo en cuenta que estaban a mitad del bosque. Christian supuso que también lo hizo para acercarse sin asustarlo, ya que de pronto estaba frente a él, tan cerca que las puntas de sus narices casi se tocaban. Parecía como si ella fuera una mujer sedienta en medio del decirte y Christian el agua que la salvaría.

Ella no lo pensó más y se abalanzó sobre él, dando el primer paso y tomándolo desprevenido. Y Christian estaba extasiado de que esta pequeña chiquilla le estaba dando un beso que lo llenaba. Lo estaba tocando y sus sombras no aparecieron. ¿Qué carajos? Se rindió entonces a la tentación y se dejó llevar por el impulso de desnudar a la desconocida y rendirse a ella.

Percibió el aroma de las flores en su piel y quiso tocarla completamente. La apretujó más fuerte contra su cuerpo mientras buscaba a tientas una habitación, una cama, un sillón, cualquier cosa serviría para caer en la tentación de la dama del bosque. Su aroma y el sabor de sus labios lo estaban enloqueciendo y la ropa le estorbaba, un fuego intenso creciendo dentro de su vientre que necesitaba apagar con la chica de ojos azules que ahora lo miraba con los ojos dilatados y llenos de deseo. Por fin encontró la puerta de la única habitación, ubicando la cama con dificultad por la oscuridad, pero a tientas la recostó sobre suaves sábanas de seda. Sin importarle nada de lo que había a su alrededor, comenzó a quitarse la ropa, notando que ella también lo hacía. Su deseo era tanto que temía que si continuaba mirándolo así, él no tardaría mucho en venirse.

Después que ambos se encontraron desnudos, no demoraron en unir sus cuerpos. Las manos deseosas paseaban por ambos cuerpos ofreciendo caricias y promesas de satisfacción. Christian sujetó el rostro de ella para inmovilizarla mientras lamía la delicada piel de su cuello. Se moría por llegar a esas pequeñas tetas con pezones rojo cereza que le hacían agua la boca. Ella, con manos impacientes, tocó las pronunciadas crestas de sus abdominales en forma. Sintió de nuevo el hormigueo en su bajo vientre.

La hermosa mujer parecía hambrienta. Quería tocarlo y besarlo en cada pedazo de piel a su alcance, sus manos de deslizaron rápidamente sobre el gran paquete que él tenía. Christian sabía que era atractivo, un perfecto Dios griego que atraía a mujeres a donde quiera que fuera. Ella cayó de rodillas frente a él haciéndole saber sus intenciones, y tragó audiblemente mirando su miembro erecto.

Quedo aturdida. Él era muy grande para su mano y para su boca, pero lo tomó con manos torpes y comenzó a acariciarlo de arriba a abajo desde la base. La tortura aumentó cuando incluyó lamidas en la punta y aumentó la presión de sus manos. Christian gemía porque era la puta gloria lo que la chica le hacía. Para cuándo ella lo puso en su boca, creyó que estaba alucinando porque sentía que su punta tocaba la campanilla de la garganta. Su corazón estaba tan acelerado que juró que tendría un infarto de tanto éxtasis.

Y no pudo aguantarse más, quería estar dentro de ella. La levantó de un solo tirón y la empujó hacia la cama donde ella abrió las piernas, mostrándole lo mojada que estaba por él. No lo pensó más e inclinó la cabeza entre sus piernas para lamer ese capullo rosado que se asomaba y regresarle el favor.

Ella era tan dulce. Su lengua repasó de arriba a abajo toda su abertura, probando el dulce coño de su ninfa salvadora. No podía tener suficiente de ella, su boca codiciosa se movía veloz sobre el néctar. No la dejaría ir nunca.

Ella llegó al éxtasis con un gran gemido y él se apartó para mirarla. Sintió la cabeza pesada y se la tocó, esperando aliviar un poco del dolor. Esta chica hacia que le doliera cuando la miraba. Decidió seguir con su labor y después preguntar, cuando tuviera la mente más fría y la sangre en los lugares correctos. Christian empujó sus piernas más abiertas y se acomodó entre ellas, sintiendo la calidez de su piel. No tenía un condón a la mano y no quiso arruinar el momento preguntándole a ella si tenía uno. Sabía que estaba siendo egoísta, pero algo en su interior le dijo que quería atarse a ella para siempre. Un pensamiento irracional para alguien como él.

Así que la penetró poco a poco sintiendo lo estrecha y húmeda que estaba, y se obligó a respirar profundamente para no acabar antes de tiempo. Cuando ya se había calmado un poco, la penetró completamente con movimientos duros. Había querido ir lento y con calma, absorbiendo cada detalle de ella pero no pudo al verla tan entregada y gimiendo con lo que él le hacía, que le era imposible. Sintió el cuerpo de ella tensarse y paró para girarla sobre sus manos y rodillas, tomándola desde atrás lo más profundo que pudo. Creyó que se volvía loco. Empezó a sentir un hormigueo iniciar en sus testículos y supo que estaba llegando su liberación, así que aceleró sus embestidas hasta que ambos llegaron al clímax de sus orgasmos y se desvanecieron sobre la cama, durmiendo abrazados.

Temprano en la mañana, Christian se levantó por agua y con curiosidad recorrió la cabaña. Todo era simple pero limpio, toques acogedores aquí y allá. Ahora que la primera luz de mañana le permitía ver con claridad, se percató del pequeño mueble junto a una gaveta con lo que parecían cables. Telefónicos. Habían sido arrancados de la pared y miró un poco más hasta que efectivamente encontró el aparato que había servido de teléfono en fechas anteriores.

—Pero ella dijo que... —intentó procesarlo con rapidez, pero el sonido de pasos ligeros lo interrumpió.

—¿Se te perdió algo, mi amor?

Su corazón se brincó varios latidos. La seductora mujer que lo miraba con una sonrisa depredadora no era la tímida chica que había llevado a la cama anoche. ¿Era alguna clase de trampa?

—Dijiste que no había forma de comunicarse desde aquí y mira lo que acabo de encontrar. —señaló el teléfono y los cables rotos.

—Estaban así cuando llegué.

Christian no podía creer esa excusa tan barata y consideró que la interrogación sería en vano. Ya le había mentido una vez ¿Que podría asegurarle que no le mentiría de nuevo? De todos modos ella ya le habría ofrecido llevarlo a un pueblo cercano para comunicarse ¿O no? La mujer se acercó contoneando su cuerpo desnudo y él no pudo apartar la mirada. Ella era una diosa que lo llamaba a quedarse en el paraíso privado que era su cabaña. Tocó su abdomen bien marcado y comenzó a besarlo mientras su mano descendía a su miembro semi erecto para estimularlo.

Christian gimió.

—No juegas limpio, nena.

Ella sonrío pícaramente y le susurró al oído, a pesar de que estaban solos en ese bosque.

—Dime, ¿te quieres ir y dejar esto que nos llama? O quieres quedarte conmigo para siempre, Christian Grey.

Un momento. ¿Cómo sabía ella su nombre? Ella respondió a su pregunta no formulada.

—Hace cuatro meses viniste a intentar comprar mi propiedad, ¿No lo recuerdas? —ella mordió su labio de forma distractora—. Pasamos tres días aquí, juntos. Dijiste que no querías dejarme ir y prometiste volver después de que vendieras tu empresa. ¿Lo hiciste?

Las piezas encajaron dentro de su mente como rompecabezas, incluida la reunión con Elena para convencerlo de no cometer una locura. De alguna forma, en medio de la embriaguez, se las arregló para volver con su dama.

—Anastasia.

—¿Si, Christian?

—No volveré a dejarte... Nunca.

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(◍•ᴗ•◍)❤

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