Zenitsu Agatsuma
Me gusta su sonido
Cuando el rubio la conoció fue a inicios de preparatoria, solo mirarla hizo que su corazón latiera con fuerza por una mujer, no fue como sus anteriores veces en donde coqueteaba sin corazón alguno, sino, fue un sentimiento real, la mujer le sonrió dulcemente y se le acercó para preguntarle donde quedaba el aula, él rápidamente la guio entre tartamudeos y sonrojos.
Mientras más se conocían, el rubio estaba más y más seguro de que ella era su alma gemela, cada vez que lloraba, aunque, fuera de broma, la mujer le abrazaba suavemente y acariciaba sus cabellos con tanta ternura y dedicación, haciendo que se calmase rápidamente y solo quisiera los pequeños mimos que la mujer le daba, acariciando su espalda y a veces besando su cabeza. Siempre que coqueteaba con otras chicas ella se reía de él suavemente, Yūzā realmente creía que él era muy gracioso haciendo esos bailes ridículos o agudizando su voz más y más.
Lentamente la chica fue quedando cautivada por los pequeños actos tan tiernos que endulzaban su corazón, siempre que el rubio estaba involucrado la mujer se interesaba en el tema y estaba al pendiente de él, siendo un poco más amorosa intentando darle pistas para que el hombre se diera cuenta de sus crecientes sentimientos por él, sin saber que estos eran correspondidos desde el principio.
Sus pequeñas salidas de amigos empezaron a tener un toque romántico y sin darse cuenta ambos ya estaban tomados de la mano mientras caminaban por su tercer año de preparatoria, el chico siempre apoyando su cabeza en el hombro de la chica o abrazándola y ella estando encantada por los dulces tratos de su pareja el cual le mimaba bastante, demostrando su amor en público moderadamente y en la casa siendo muy amoroso y cariñoso, tan demostrativo y juguetón que daba diabetes.
Cada fin de semana se juntaban para ver cualquier tipo de películas, desde antiguas hasta nuevas, incluso veían serías y compartían sus fotos de perfil. No había momentos especiales ya que todos los días se encargaban de mostrar su amor como si fuese el primer día, pequeños besitos en la mejilla, en el rostro y en sus labios, tan mágico como una pareja de cuentos de hadas.
Y cuando tenían pequeñas inseguridades el contrario se encargaba se llenarlo con su amor y mostrarle todo lo bueno que tenía, cada vez que peleaban se distanciaban unas horas y luego con más calma hablaban y resolvían sus problemas de manera pacífica para terminar besándose dulcemente mientras comían helado y veían una película triste, agradeciendo no ser la pareja en esta película.
Siempre corrían en las mañanas y los fines de semana iban de pasear a distintos lugares los cuales apreciaban por sus vistas y, aunque no siempre eran bonitos, al menos tenían experiencias graciosas para contar a sus amigos los cuales realmente veían que su llama del amor era constante, no decadente ni creciente, siempre constante.
Zenitsu acurrucó su cabeza entre los pechos de su mujer y miró la tierna película de Disney que la mujer estaba viendo, todos esos musicales y demás, el rubio sonrió para sus adentro y besó el valle de los pechos de la mujer, bajando hasta su abdomen y escuchando este, una boba sonrisa escapó de sus labios y sus ojos cerrados sonrientes estaban teñidos de un suave rosa, le encantaba escuchar aquel pequeño sonidito en el abdomen abultado de su esposa.
—Zenitsu, precioso, sé que estás impaciente por verlos, pero no es necesario que siempre estés pegado a mi abdomen —sonrió tiernamente la mujer y acarició lo cabellos de su tierno esposo en cual se encontraba en pijama al igual que ella, estaba muy feliz porque su esposo la tratara con tanta delicadeza y la mimara más que antes.
—Me gusta su sonido —sonrió Zenitsu y miró el abdomen con unos ojos suaves, brillosos de esperanza, emoción y sobre todo, un amor desbordante que aceleraba el corazón de la mujer.
—Estoy seguro que a ellos están emocionados de conocer a su tierno papi —rio risueña la mujer y acarició los cabellos del chico—. Quisiera que tengan esos hermosos ojos achocolatados y tus bellos rasgos —sonrió la chica y se inclinó para besar suavemente los párpados del hombre el cual se sonrojó.
—Y yo quisiera que tuvieran tu sonrisa, la misma que me enamoró tan profundamente como ahora —ronroneó el rubio y apoyó su cabeza en el cuello de su mujer—, tus largas pestañas que decoran tus ojos luminosos y tu suave y brillante cabello —el hombre la abrazó suavemente, siendo sumamente cuidadoso con su abdomen—, también amaría que tuvieran tu melodiosa y tranquilizante voz —Zenitsu inhaló el aroma de su mujer, deleitándose con la suave fragancia a jabón por su ducha reciente.
—Te amo tanto —habló la chica y besó los cabellos rubios de su esposo.
—Yo también —habló dulcemente el hombre y besó suavemente su cuello—, me encantas, me enamoras y te has convertido en mi diosa —habló dulcemente el rubio cerrando sus ojos, deleitándose con los mimos de su esposa.
Quizás su embarazo no fue fácil, cuando ella le comentó sobre este él se desmayó y luego gritó emocionado que tuvo un bonito sueño, para darse cuenta de que era real y volverse a desmayar. El proceso fue lento, la mujer tenía antojos a distintas horas y el hombre fue extremadamente complaciente a la hora de cumplir con sus deseos para luego ser mimado por la mujer la cual le compartía de su comida o le daba pequeños masajes en sus sienes por el estrés de sus caprichos, aunque el hombre se sintiera encantado.
Usando Zenitsu se enteró que eran dos, se desmayó en el ultrasonido y luego despertó, al igual que la primera vez, dijo las mismas palabras, el doctor se las confirmó y se volvió a desmayar, entonces la cuidó mucho más que antes, haciendo que cada cosa del hogar se encargara él, haciendo que ella solo viera series o salieran a caminar juntos pequeños tramos para que sus pie no doliesen mucho por el peso extra, hay que recalcar que el rubio pensó mucho en ella y le comentó a sus amigos sobre quedadas en la casa para que ella no se aburriera por su embarazo, obviamente sus amigos hicieron tonterías que hacían reír hasta llorar a la chica.
Sin duda su amor era tan profundo, quizás no el primero, quizás no el último, pero solo sabían que debían disfrutar de esa cálida sensación en su pecho hasta la última gota, como si fuese el último día en que fuesen estar juntos y el primero de muchos.
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