Iguro Obanai Part.2
Discuciones
Yūzā se detuvo y gritó tan fuerte como su corazón dolía, sentía sus cuerdas vocales vibrar con fuerza y como su garganta ardía por el desordenado aire escapando de sus pulmones en aquel desgarrador grito, capaz de romper el alma de las personas más débiles, sus lágrimas caían sin control y sus piernas tenían hojas secas y tierra, su hermoso vestido blanco estaba sucio y algo roto, su cabello estaba desordenado por la carrera.
Sus ojos rojos aguados lloraron más fuertemente, pareciendo como si en cualquier momento su pupila se fuese a romper, su pecho ardió y es que no lo entendía, ¿Por qué? ¿Por qué había sido tan cruel? ¡Si no la amaba simplemente hubiese cortado la relación! ¡No hacerle tanto daño! ¿Acaso esas noches de desvelo no significaron nada? ¿Acaso sus risas? ¿Sus momentos sentimentales? ¿Ni siquiera la amistad que desarrollaron antes de entablar su relación? Dolía, le dolía tanto el pecho.
El agua sonaba fuertemente por debajo del precipicio y ella tenía la mente en negro, lleno de pensamientos, de recuerdos, ¿Sus besos siempre fueron tan frívolos? ¿Sus roces de mano solo fueron especiales para ella? ¿Acaso siempre fue una sustituta de la chica? Miró sus manos sucias y sin contenerse sollozo nuevamente apoyando su frente contra el suelo y encogiéndose, no importándole nada más que desahogarse.
Entonces mirando las imágenes que su cerebro recordaba, nunca vio la mirada del chico en ella, como si en sus ojos nunca hubiera existido, era como si viera a alguien más, lentamente sus lágrimas se iban derramando una y otra vez, miró su cabello largo y lo sintió moverle levemente por la fría brisa nocturna, sus ojos turbulentos llenos de tristeza desoladora era abrumadores y sus fuertes feromonas de apareamiento fueron convertidas en un fuerte sentimiento de tristeza, uno capaz de hacer llorar sin razón incluso a los alfas de alto rango que se acercaran aunque sea a diez kilómetros de distancia, en donde las feromonas eran más débiles.
Su palidez natural ahora parecía antinatural y sus cabellos oscurecidos le daban un toque siniestro, ella solo lloraba, recordando todo, ¿Por qué siempre apreció la ropa que él le regaló? ¿Por qué no se dio cuenta antes de que a ella no era a quien veía ese guapo alfa? ¿Por qué se convenció de dejar crecer su cabello? ¿De dejarse una chasquilla?
En un rio turbulento caían gotas de un pequeño rio hecho de lágrimas, que lentamente de deslizaban por el rudo suelo hasta caer en el agua violenta que parecía triste. Los árboles se balanceaban suavemente dándole un toque triste y la oscuridad del bosque se arrimaba sobre la chica.
Débilmente intentó levantarse, pero volvió a caer sintiéndose incapaz de poder hacer algo y se quedó ahí, tirada en el suelo con lágrimas sin detenerse, con un celo abrumador que fue derribado por su intensa tristeza y decepción, por todo el dolor en su corazón.
Y entonces se durmió, dejando que el bosque intentase consolarla.
Iguro que se quedó mirando la puerta sintió las primeras lágrimas deslizarse por sus ojos, estirando torpemente su mano por donde la mujer se había ido, recordando todos los momentos felices en los cuales su corazón se movía con locura por la pequeña sonrisa tímida de la chica, recordándola a ella con su bella sonrisa, entonces se sintió ahogar, como s no pudiera respirar.
¿Por qué fue él quien destrozó su sonrisa? ¿Su felicidad?
Sus memorias fueron a los más profundo a aquellos traumas que creía superados... los cuales ella había sellado y sanado con su dulce trato, sus palabras suaves, aquella mujer que le había dado todo sin importarle en absoluto abandonarlo todo por él... por alguien que no dudó en dejarla sola, en abandonarla y hacerla sufrir.
Iguro sintió sus manos sudar frio y su cuerpo temblar mientras su llanto se hacía más y más notable, no podía dejar de repetir las escenas en su mente, su familia la cual le maltrató desde pequeño por ser un hombre y, sobre todo, un alfa. Aún recuerda la sonrisa de esa mujer, la cual lentamente deslizó el cuchillo por su tierna piel joven y como sus familiares sonreían al ver el espectáculo, la mujer tenía dinero, el suficiente para sobornar a algunas autoridades y que todo su maltrato fuera encubierto.
"-Todos los alfas masculinos son iguales, no dudan en romper y jugar de las maneras que quieran con las mujeres omegas y no dudan en despreciar y subestimar a las betas, ustedes dan asco, y, sin duda alguna, te convertirás en aquel alfa que lastimará a su omega ya sea intensional o subconscientemente."
Las palabras resonaban en su cabeza una y otra vez.
"-Pero tranquilo, antes de que eso pase yo te mataré."
Obanai cayó al suelo hiperventilando y sudando como mares, su cuerpo temblaba fuertemente y su cabeza estaba llena de pensamientos irracionales, se sentía vulnerable, desprotegido.
"-Tranquilo, ellas se irán a la cárcel."
Sonrió un oficial justo que no se dejó sobornar y mostró las pruebas ante la ley y los medios de comunicación.
-Y-Yūzā -murmuró dolido, rogante, intentando buscarla con su mirada.
Desesperado por su toque cariñoso y con una suave sonrisa, repitiendo las mismas palabras "Todo estará bien, de ahora en adelante yo te cuidaré y salvaguardaré tus sueños, duerme tranquilo mi niño bonito"
«Yo la herí, yo la herí, yo la herí.» repetía en su mente una y otra vez, sintiendo su cuerpo doler, como si aquellos golpes fantasmas aún siguieran atormentándolo, entonces miró desesperado la puerta con lágrimas en sus ojos nublados, «Ella volverá, ella dijo que nunca me dejaría. Que siempre estaría conmigo.»
Entre lágrimas él la esperó durante toda la noche, sin importarle el frío o el dolor, sintiéndose perdido como un niño, temblando porque su madre no vuelva.
Sus vacaciones terminaron y aunque Obanai estaba un poco menos aturdido que al principio, la puerta por la que ella salió no volvió, él sabiendo que tenía que ir a trabajar ordenó la ropa con lentitud y torpeza, sintiendo sus extremidades tan pesadas y debilitadas, pero al momento de tomar las pertenencias de ella sus manos fueron suaves y ligeras, empacándolas con tanto cuidado.
A la hora de conducir él se preocupó, llevaba todas las cosas de la mujer en el auto y se sintió más pedido cuando intentaba llamarla y ella no respondía a nada, era temprano en la mañana, las cinco en punto, mientras conducía no le tomó atención a nada que no fuera la carretera enfrente a sus ojos y la llamada a la mujer, ni siquiera se dio cuenta como un auto pasó a su lado en dirección contraria, obviamente en el lado correcto de la pista, siendo divididos por la fina línea blanca de separación entre ambas carreteras.
Kyojuro intentaba llamar desesperado a la mujer omega, sus ojos eran fieros, sus manos apretaban firmemente el volante de conducir mientras estaba preocupado, su amiga le había llamado a las tres de la mañana, con una voz ronca y tan tenue como el susurro del viento en verano, una sola palabra escapó de sus boca.
"Ayu...d..a" fue lo único que escuchó antes de que la llamada se cortara, obviamente Kyojuro el que acababa de despertar estaba aturdido, pero rápidamente se recompuso por aquella llamada de su amiga y se levantó rápidamente vistiéndose con lo primero que encontró y corrió a su auto, encendiéndolo y partiendo a la dirección que le había dicho su amiga antes, él y ella habían acordado ese bello lugar lleno de naturaleza y con tantos lugares bellos.
Kyojuro no podía evitar pensar en lo peor, sin tomar en cuanta el otro auto que pasó cerca suyo en dirección contraria. El Rengoku no lo podía entender, ¿Qué había sucedido entre Iguro y Yūzā? ¡¿Qué demonios había sucedido para que la mujer le llamara en un estado deplorable como ese a las tres de la mañana?! Solo podía imaginarse lo peor y es que, ¿Cómo no hacerlo? Incluso en su llamaba podía sentirse la desoladora tristeza que emanaba.
El rubio había enviado un mensaje a su jefe explicando que no iría a trabajar hoy, era demasiado temprano, pero cuando el azabache se despertara sabría que no al menos no iría a trabajar. Kyojuro abrió la puerta de su auto con brusquedad apenas estacionarse y cerró de un portazo para abrir la puerta de la casa de una patada, revisó y revisó, pero no había absolutamente nada más que un aroma a tristeza que le pertenecía a Iguro y uno muy débil de Yūzā, al menos no olía a sangre.
Él la buscó por el pueblo sin resultados y finalmente se adentró en el bosque, sintiendo su corazón pesar por el olor de las feromonas, obviamente eran de celo, pero el dolor que provocaban era tan agudo que nadie se acercaría a menos de que estuvieran locos... o fueran Kyojuro.
El rubio sentía que se iba a desmayar por el dolor provocado, cada paso era tortuoso y embriagador, pero cuando vio el cuerpo de su amiga toda sensación se fue a la mierda y corrió hacia ella tomándola entre sus brazos y revisándola, estaba pálida y fría, sus labios levemente morados y su vestido algo roto, sus pies estaban descalzos y algo ensangrentados.
Con algo de pánico en sus ojos, suspiró cuando vio que no era nada serio, solo que si seguía en un clima tan frio podría contraer alguna enfermedad, si es que no lo había echo ya.
-Tranquila, Yūzā mi chica, ya estoy aquí -habló dulcemente el rubio con una sonrisa, pero con una expresión decaída.
-... -Yūzā entre abrió sus ojos aturdida levemente y miró una pequeña sonrisa suave y sintió un calor recorrer su cuerpo, cerró sus ojos e inconscientemente se aferró aún más al hombre que la calmaba, cacao... olía a cacao.
Rengoku con cuidado la llevó de vuelta a la casa y a dejó acostada en el sillón buscando alguna ropa o algo para cambiarla, pero no encontró nada, así que suspiró y la fue a acostar en la cama. Mirando la hora de su celular sonrió levemente, podría encontrar algo de ropa ya que eran las diez de la mañana, se había demorado tres horas en buscarla apenas llegó.
Dejándola descansar y asegurándose de que estaba bien, dejó las puertas y ventanas bien cerradas por si algún alfa estaba cerca y luego fue al pueblo, compró algo de comida para hacer una sopa suave, también jabón y shampoo y finalmente le fue a comprar ropa a la chica, sin intentando recordar su talla se pasaron diez minutos hasta que por fin pidió un vestido para la chica y mirando a otro lado levemente avergonzado miró a la dependienta.
-Disculpe -habló suavemente y la mujer le miró con interés- ¿Sabe donde puedo... conseguir ropa interior femenina? -preguntó avergonzado levemente y la señora rio enternecida.
-¿Qué talla necesita?
-... -Kyojuro se quedó en blanco, la señora lo miró y arqueó la ceja.
-¿No sabe la talla de su novia? Estos jóvenes de hoy en día -negó suavemente la señora.
-¡N-no es mi novia! -habló alterado el rubio negando levemente y la mujer le miró entrecerrando sus ojos- Es para una amiga... -habló tristemente el chico y sonrió con tristeza- Su novio y ella pelearon, al final el novio la dejó sin nada y ella corrió al bosque para desahogarse... su ropa estaba rota y necesita un baño.
-¡Oh! ¿Entonces ella es la del rumor de la tristeza del bosque? -preguntó la señora sorprendida.
-¿Tristeza del bosque? -frunció el ceño.
-Hace dos días cualquier persona que se acerque al bosque siente una tristeza enorme e incluso los alfas más fríos del pueblo se han roto a llorar y regresan a sus casas pidiéndoles perdón a sus omegas por sus comportamientos frívolos, dicen que es una tristeza abrumadora... -la mujer dejó de hablar al ver como los ojos del hombre ardían en furia y sus puños estaban apretados firmemente, sus venas estaban marcadas en su frente y su mandíbula estaba siendo presionada fuertemente.
-Así que el bastardo la dejó sola tres días en el bosque -aunque Kyojuro sonriera, la mujer entendió de inmediato el descontrol que sufría el hombre, a pesar de que soltó muy leves feromonas sentía que se iba a quemar, fue sorprendente el nivel de auto control que tenía el hombre.
-Joven, ¿De qué porte es ella? -intentó cambiar de tema la mujer al ver como el hombre rechinaba sus dientes.
-¡Oh! Es de este tamaño -el rubio empezó a hacer indicaciones con sus manos-, también tiene una pequeña cintura, y es así y su abdomen así y... -el hombre siguió detallando a la chica haciendo que la dependienta riera para sus adentros, al parecer la mujer eligió al hombre equivocado y ahora un hombre de verdad se preocupaba por ella.
Cuando Kyojuro regresó a la casa, se sentía mucho más aliviado, sonrió levemente al recordar su torpeza y olvidarse de los supresores, si no fuera por la simpática mujer que le mostró la ropa según sus teorías, él estaría pedido, fue muy amable de ella regalarte dos supresores para omegas.
El rubio rápidamente preparó una sopa y luego fue a buscar a la chica, al ver como seguía durmiendo y no podía despertarla por mucho que la moviera o llamara, él avergonzado la bañó y vendó las heridas en los pies y algunos cortes en los brazos por las ramas de los árboles, después de haberle abrochado el sostén y haberle puesto las bragas le pudo el largo vestido amarillo con girasoles naranjas y volvió a intentar despertarla.
-Vamos Yūzā~ -murmuró el rubio casi haciendo un puchero- ¡Si no te levantas el chocolate del mundo se acabará! -la chica seguía sin abrir los ojos- Qué raro, eso siempre suele funcionar -habló el rubio mirando a la chica, pasaron unos minutos más y al final pudo despertarla para darle de comer.
Kyojuro al final faltó una semana a su trabajo al igual que la chica, ambos no habían vuelto a la ciudad, el rubio pidiendo estas "vacaciones" explicándole a su jefe que una amiga sin familiares estaba mal y la mujer pidiendo unas vacaciones al igual que un cambio de sucursal, diciéndole a su jefa lo sucedido (la cual era una intima amiga de infancia) y haciendo que ella entendiera su situación y empezara con los trámites correspondientes.
El rubio cuidó a la chica, animándola constantemente y apoyándola fuertemente cuando ella le dijo que quería cambiar, primer fue su largo cabello claro, se lo tiñó a un oscuro azabache tan negro como una noche sin estrellas y se lo cortó casi como un chico, solo que dejó dos mechones largos los cuales en la punta se los tiñó de morado, Kyojuro le dijo que quedaba super linda y mona, que parecía una pequeña muñequita y la mujer se sonrojó levemente.
Luego cuando cambió sus aros de pequeñas serpientes blancas a dos cruces negras el hombre bromeó que se estaba volviendo darks y la mujer estalló en carcajadas, luego cuando compró esmaltas anaranjados y rojos, pintándose las uñas a lo Uzui, pero con esos dos colores el chico dijo que parecían dos llamas y que por favor no lo quemara, la chica volvió a reír.
Realmente, aunque el proceso fue lento y en la primera semana lo único que quiso fue consolarla, la sacó de su cuadro de tristeza para mostrarle que el mundo aún sigue, incluso él mismo le pidió a su jefe que le cambiara a otra sucursal, la cual estaba ubicada en la misma ciudad a la que se cambió la mujer y a unas cuadras de ella.
En todo ese proceso de cambio, pasaron tres meses, tres meses en que la mujer había desaparecido completamente de la vida de Iguro, no había ido a buscar sus pertenencias como ropa o su computadora, aunque fuese inmaduro, ella decidió no tener nada de lo que el azabache le había regalado, comprado o compartido, por eso la chica dejó todo en su anterior departamento compartido.
Obanai sentía que la culpa le estaba carcomiendo y su trabajo estaba en decadencia por los constantes fantasmas del pasado acechándolo, siempre que regresaba a su hogar había un frío departamento, tan silencioso que hasta la caída de una pluma de una aguja se escucharía y haría eco.
Él se sentía tan mal, todas esas palabras hirientes que le dijo a la omega se sentían dolorosas, durante toda la semana había intentado encontrarla o llamarla, pero nada, ¡Incluso Kyojuro no sabía nada de ella! Aunque sospechaba que él le ocultara la información de su paradero, un día llegó con la noticia que se iba otra sucursal, y entonces le acorraló y su cálida mirada que siempre desbordaba amor le miró fríamente, casi con odio indescriptible.
-Ella murió -habló tajantemente-. Y murió por tu culpa.
Entonces él quedó destrozado para nunca más volver a ver al rubio.
Pero, aunque el rubio haya dicho esas palabras, en realidad no se refería a la muerte física, si a la mental. La mujer había dejado de ser esa sumisa chica que está detrás de su alfa intentando hacerlo feliz, ahora era independiente y fuerte, seguía con su mismo carácter amable y suave, pero se había vuelto demasiado astuta ya que le habían abierto los ojos, ya si bien podría tener una suave sonrisa, podía soltar palabra afiladas si te acercabas con aluna intención maliciosa que ella detectara.
Mientras Obanai se hundía más y más, Yūzā salía adelante con una flameante sonrisa apasionada, tomada de la mano del rubio que le había ayudado tanto.
Mientras Obanai tenía que tomar pastillas e ir a médicos, la mujer estaba en el hospital con un nervioso rubio que le alentaba.
Cuando Obanai se sentía como la mierda y Mitsuri le intentaba ayudar, Yūzā estaba felizmente casada con Kyojuro, con su marca en el cuello, enseñándola al mundo y con dos pequeños rubios inquietos.
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