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TRECE

Marisa tomó una de las donas de la caja y la mordisqueó, esperando a que su café se enfriara un poco. Ese día comenzaba la segunda semana de clases, ¡el tiempo se había ido volando! Aunque para su mala suerte, no volvió a ver a Angus y su cita con Owen había sido un desastre. Todo comenzó bien, fueron al cine, disfrutaron de una excelente película y fueron a cenar a ese restaurante de comida hindú que el propio Owen recomendó ampliamente, sin embargo, a mitad de su cena apareció una conocida del hombre y acaparó totalmente su atención. Marisa se sintió fuera de lugar, desconocía sus chistes, su charla y de todo lo que hablaban, porque se trataba de anécdotas. Eso la molestó, porque Owen ni siquiera se tomó la molestia de tratar de incluirla, haciéndola a un lado, así que fingió sentirse mal y se retiró a casa.

En realidad no le importaba la cita con Owen, de hecho, estaba tratando de evitar las llamadas de Owen por varios días, no quería escuchar sus estúpidas explicaciones o que le pidiera otra cita para compensarla, porque en realidad no tenía ganas de verlo. Sin embargo, esperaba ansiosa por un mensaje o una llamada de Angus, cosa que nunca sucedió desde la última vez que se vieron. Él la había llevado a su casa después de pasar la noche juntos, se despidió de ella con un gran beso erótico y se fue, dejándola con cara de boba y lanzando sonoros suspiros y aunque ella envió varios textos al hombre e intentó llamarlo un par de veces, Angus no se tomó la molestia de responderle.

-¿En qué piensas, Marisa? – Preguntó Colette al verla mordisquear descuidadamente la rosquilla mientras su mirada vagaba en la nada.

-En Angus – Suspiró Marisa – No me ha llamado... desde hace más de una semana – Gimió - ¡Y lo extraño!

-¿Y por qué no le llamas tú? – Exclamó Colette.

-Ya lo llamé y no me responde – Bufó Marisa mirando el celular – Quería verlo para...

-Quizá está muy ocupado y no tiene tiempo ni para eso – Comentó su amiga y comenzó a reírse – Deberías buscar a Owen y tenerlo de "repuesto" – Sugirió Colette a modo de broma y rió a carcajadas.

-Sabes muy bien que no – Respondió la chica con el ceño fruncido – No me atrae para eso... además, ¡estoy enojada con él después de lo que me hizo!

-¡Pues usa tu satisfyer! – Dijo Colette y tomó otra dona.

-No, no sería suficiente para mí – Sonrió Marisa de manera perversa - ¡Prefiero la verga de Angus! – Exclamó y estalló en carcajadas.

-¡Marisa! – Gritó Colette – Cállate.

-Es la verdad, ¿qué quieres que te diga? – Continuó riendo la castaña – Yo pensé que con mi ex el cholo había hecho de todo, pero no, Angus lo superó en todo.

-Ya no digas más – Exclamó su amiga – No me interesa saber los detalles.

-¡De acuerdo, de acuerdo! – Suspiró la chica – Pero debo decirte que estoy tentada a aceptar su propuesta...

-¿Cuál? ¿La de ser su amante? – Dijo Colette con interés - ¡La verdad es que estás bien loca, Marisa! – Se rió la chica - ¡Pero allá tú! Después no te andes quejando.

Marisa iba a responder el comentario de su amiga, pero su teléfono comenzó a sonar. La chica lo sacó de inmediato, creyendo que se trataba de Angus, pero no, quién le llamaba era su madre. Marisa se sorprendió ya que por lo general, Kelly no le llamaba en horario de clases, a menos que hubiera una emergencia, y prefería hacerlo por las tardes.

-¿Qué sucede mamá? – Preguntó la joven - ¿Todo está bien?

Marisa frunció el ceño pues su madre sollozaba y no respondía. Esa era señal de que algo no andaba bien, así que inmediatamente, Marisa se puso tensa y suspiró.

-¿Qué pasa mamá? – Insistió - ¿Está todo bien? – Dijo y guardó silencio, escuchando la respiración entrecortada de Kelly – Ma, por favor, necesito que te calmes para que me puedas decir de qué se trata – Suspiró mirando con preocupación a Colette - ¿Se trata de papá? – Preguntó temiendo lo peor.

-S-sí, es t-tú papá – Gimió Kelly – Hoy por la mañana, mientras tomaba su desayuno, él...

No terminó la frase, pues prorrumpió en llanto. Marisa se puso de pie de un salto y tomó su bolsa, siendo imitada por Colette, quién también reflejaba preocupación en su rostro.

-Dime en dónde están – Pidió Marisa – Yo me reuniré ahora mismo con ustedes.

-Estamos en la clínica del Doctor Martínez - Dijo Kelly con voz entrecortada – Tu papá está muy grave, Mari. Necesita el marcapasos... ¡pero es muy caro! Y necesitamos el...

-Voy para allá, hablaremos en la clínica y ya veremos lo que podemos hacer, ¡no te preocupes mami! – Respondió la chica tratando de infundirle ánimos a su madre.

-¡Por favor, no tardes! – Gimió la mujer – Te esperaré en la entrada.

Marisa corrió velozmente rumbo a la salida del campus, pero Colette la sujetó del brazo, deteniéndola.

-¿A dónde vas? – Preguntó preocupada - ¿Qué sucedió? ¿Está todo bien, Mari?

-Se trata de papá – Murmuró Marisa y se arrojó a los brazos de su amiga – Ahora mismo se encuentra en la clínica del doctor Martínez – Exclamó y rompió a llorar – Debo ir ahora mismo con mi mamá, creo que papá necesita con urgencia una cirugía.

¿Quieres que te acompañe? – Preguntó Colette tratando de consolarla – Por suerte traje mi auto... así no estarán solas.

-¡No, no! – Murmuró Marisa apartándose – Por favor quédate aquí y tomas las notas o lo que sea – Suspiró – También le avisas a los profesores... ¡yo te mantendré informada de lo que suceda!

-De acuerdo, ¡tienes razón! – Suspiró Colette - ¡Entonces ve! Y ten mucho cuidado... -Murmuró y volvió a abrazarla – Verás que todo va a estar muy bien, tu papá es fuerte y saldrá bien de esto.

-¡Gracias Colette! – Dijo Marisa besándola en la mejilla – Te llamaré luego.

Marisa se separó de su amiga y corrió a la salida, esperando encontrar un taxi que la llevara rápidamente al hospital. Para su buena surte, uno de sus profesores también abandonaba el edificio y al verla tan preocupada, el hombre se ofreció a llevarla. Durante el trayecto al hospital, Marisa le contó su situación y la preocupación que sentía en ese momento. Su padre no estaba bien y aunque ella lo llevó a consulta y el médico les dijo que el señor Davison se encontraba estable, su salud empeoró de un momento a otro. El profesor trató de tranquilizarla y levantarle los ánimos, pero parecía que Marisa no se iba a controlar.

Antes de que el profesor lograra estacionar su automóvil, Marisa le dio las gracias y bajó rápidamente del auto para entrar corriendo en la clínica. Su madre se encontraba en la entrada y en cuanto la vio, se arrojó a los brazos de la joven para echarse a llorar.

-¡Tranquila, mamá! – susurró Marisa - ¿Cómo está todo?

-El doctor me ha dicho que necesita el marcapasos – respondió Kelly – Pero el dinero del seguro no cubre la cirugía. – dijo la mujer y soltó el llanto - ¡No sé qué vamos a hacer! – gimió la mujer – Aunque incluyéramos el dinero que hemos ahorrado, no se alcanzarían a cubrir los gastos. – murmuró – Si tu padre no es intervenido esta misma tarde... ¡puede morir!

-¡No digas eso! – exclamó Marisa – Papá estará bien y de alguna forma vamos a conseguir el dinero que nos hace falta para cubrir el costo de la cirugía.

-¿Pero cómo? – sollozó Kelly – Será difícil conseguir un préstamo en este momento.

-¿Recuerdas a Angus? – preguntó Marisa y su madre asintió – Él me ha estado insistiendo en que me convierta en su amante y si accedo a su capricho me dará todo lo que yo le pida. – exclamó la joven – Él es nuestra única salida en estos momentos, así que mantén la calma que iré a buscarlo ahora mismo.

-Pero Marisa... - dijo su madre, titubeando ante la respuesta de su hija.

-No hay pero que valga ahora, mamá – bufó Marisa con decisión – Además, no tengo nada que perder, él me gusta y mucho, ya hemos estado juntos. Así que no será un sacrificio para mí y si este capricho mío y de él sirve para ayudar a papá, que así sea.

-Sólo cuídate Marisa, ¿de acuerdo?

-¡Sí mamá! – Suspiró la joven y la besó en la frente – Ahora mismo iré a buscarlo – Murmuró la joven antes de abandonar la clínica para ir en busca de Blackwood.

*****

Angus miró los mensajes de Marisa, ¡debió haberlos respondido! Pero estaba en el Reino Unido con su padre, el hombre lo había llamado, porque según él, no se encontraba muy bien de salud. Angus sabía que era una forma de manipularlo, su padre, aunque viejo, no era un hombre enfermizo, al contrario, era un hombre macizo, fuerte, un hueso duro de roer que no se doblegaba ante nada. Angus solía usar el dicho de: "hierba mala nunca muere" cada vez que pensaba en su anciano padre.

Desde hacía un tiempo, Algernon Blackwood se había alejado de los negocios, heredándole todo a su único hijo Angus. Para no aburrirse y sentirse útil, el anciano comenzó a escribir una serie de historias cortas, la mayoría de sus relatos eran cuentos de horror y misterio. El terror era uno de los géneros que apasionaba al señor Blackwood y todo lo que escribía era publicado en una página web, pero al crecer su fama, decidió lanzar un libro compilatorio con lo mejor de sus relatos; al ser un éxito rotundo, se concentró en escribir una novela y después otra, teniendo ya una buena cantidad de novelas del género, así como de ciencia ficción en un montón de librerías alrededor del mundo.

Angus no entendía para qué lo había llamado, su padre bien podía hacerse cargo de sus asuntos por sí solo. ¿Qué le costaba con decir que sí a ese director? Sólo trabajarían en la adaptación del guión de uno de sus libros para filmar una película y su padre mismo supervisaría el trabajo de los guionistas.

-Debes estar conmigo – Murmuró su padre - ¡Este es un gran logro en mi carrera! Y tú eres mi único hijo, quiero compartir contigo esta gran dicha.

-Y me da gusto – Comentó Angus – Estoy muy orgullosos de ti, papá – Respondió el hombre - ¡Te felicito!

-Pues no lo parece – gruñó Algernon.

-¡Tú tienes la culpa! – Bufó Angus – No debiste traerme con engaños, era mejor que me dijeras la verdad y no...

-¡Te conozco! Y estaba seguro que ibas a negarte a venir – Murmuró Algernon – Por eso tuve que fingir una enfermedad.

-Y yo tuve que dejar todo mi trabajo a medias, pensando que estabas con un pie en la tumba.

-¡Eso quisieras!

-¡No digas estupideces, padre! – Gritó Angus – Yo jamás he deseado tu muerte, aunque seas un viejo cascarrabias y siempre terminemos peleando – Suspiró – Te respeto y te quiero... así sea un hijo no deseado por ti.

-¡Ya vas a empezar! – Gruñó el anciano.

-Y bien, como ya arreglamos todo con respecto al contrato con esa empresa – Exclamó Angus – Yo regreso mañana a San Francisco, tengo muchas cosas por hacer...

-¡No! – Exclamó Algernon – Quédate conmigo un par de días más, hazlo por tu anciano padre.

-No puedo – Suspiró Angus – Sabes que no puedo hacerlo, además de atender mis asuntos, también tengo que atender los tuyos.

-¡Por favor! Sólo un par de días – Insistió el señor Blackwood – Y prometo que iré a visitarte.

-Siempre dices lo mismo y nunca vas – Murmuró Angus poniéndose de pie - ¡como sea! voy a hacer unas llamadas para avisar que me quedaré unos días más contigo – Dijo y salió de la habitación.

Angus pasó algunos días con su padre, trató de llevarse bien con él y de no discutir tan a menudo por cualquier tontería. Su madre solía decir que ambos tenían el mismo carácter, enfatizando en el hecho de que debían ser pacientes el uno con el otro. Angus lo intentaba, pero su padre no, quizá eso se debía a que Angus llegó demasiado tarde a la vida de su padre, cuando Algernon pensaba que no tendría descendencia; sin embargo, cuando toda esperanza estaba perdida para el matrimonio Blackwood, recibieron la maravillosa noticia, ¡se convertirían en padres!

En un principio, Algernon se mostró muy entusiasmado con el nacimiento de su unigénito, pero con el paso de los años, el bebé era más exigente e inquieto y él, cada vez más viejo y cascarrabias, que su paciencia llegó al límite y fue ahí que comenzaron los problemas, los cuales crecieron y crecieron cuando Angus entró en la adolescencia y se volvió un chico rebelde.

Angus terminó de arreglar su equipaje, ese día debía regresar a San Francisco pues tenía que estar presente en una reunión con los ejecutivos de su empresa. Quizá a su regreso llamara a Marisa, era obvio que le debía una disculpa por haberla ignorado en esos días, pero su padre absorbía todo su tiempo, con un capricho tras otro.

-¡Iré a verte en un par de meses! – Murmuró Algernon – Cuando el guión esté listo y yo pueda librarme de esa gente – Se rió el hombre – Además, gracias a tus ideas, he comenzado con una nueva historia y estoy muy emocionado – Suspiró.

-Quiero leer los avances – Dijo Angus y palmeó la espalda de su papá – Yo debo irme ahora.

-Que tengas un gran viaje, hijo – Exclamó el hombre y lo abrazó con fuerza.

Angus se apartó, besó la frente del anciano y salió de la enorme casa de su padre para subir a la limusina que lo esperaba y que lo llevaria al aeropuerto.

*****

Marisa entró en el edificio donde Angus laboraba, se miró en una de las puertas de cristal de la entrada, ¡ni siquiera se había cambiado de ropa! Aún llevaba puesto su uniforme, una filipina color rosa pálido, pantalones negros y zapatos de goma de color blanco. Ajustó su bolsa y caminó rápidamente hacia la recepción.

-¿Puedo ayudarle? – Preguntó una joven mujer elegantemente vestida que la miró con curiosidad.

-Yo... este – Titubeó Marisa – Necesito hablar con el señor Blackwood – Murmuró.

-¿Tiene alguna cita con el señor? – Preguntó la mujer - ¿Puede darme su nombre, por favor?

-Me llamo Marisa Davison – Respondió la chica – Pero no tengo cita, sólo puedo decirle que el motivo de mi visita es de carácter urgente.

-Permítame un momento – Dijo la mujer echándole un ojo a unos documentos – Voy a preguntar si el señor ya regresó de su reunión.

Marisa asintió y tomó asiento junto al área de recepción, esperando la respuesta de la mujer. De pronto escuchó algunas voces masculinas y volvió el rostro en dirección al sonido. Angus entraba en el edificio, acompañado de Owen y otro hombre. Marisa supuso que ese otro hombre se trataba de Wyatt, amigo de ese par.

-¡Owen! – Susurró Marisa y se ocultó detrás de una planta, no quería que la viera ya que la interrogaría sobre el motivo de su visita o algo peor y en ese momento, únicamente deseaba hablar con Angus.

-¡Señor Blackwood! – Murmuró la mujer de la recepción - ¿Podría venir un momento por favor?

Angus asintió, se despidió de sus amigos quienes se alejaron para entrar en el ascensor. El hombre caminó hacia la recepcionista, dedicándole una sonrisa y sin reparar en Marisa, que aún permanecía oculta detrás de esa planta ornamental.

-¿Qué sucede, Daisy? – Preguntó el hombre.

-Aquí hay un chica que solicita hablar con usted, pero no tiene ninguna cita y...

Marisa se levantó de su asiento al escuchar las palabras de la mujer y se acercó a Angus quién la miró bastante sorprendido, ¿qué hacía Marisa ahí? ¿Y qué le sucedía?

-La señorita Davison no necesita ninguna cita para hablar conmigo – Dijo Angus inmediatamente – Cuando ella venga a este lugar, por favor hazla pasar cuando antes.

-Como usted diga, señor.

Marisa esbozó una tímida sonrisa cuando Angus rodeó sus hombros con su brazo y la condujo lentamente hacia el ascensor. Cuando este cerró la puerta, Angus comenzó a hablar.

-¡Pero qué agradable sorpresa! – Sonrió el hombre – Pudiste haberme llamado, no había necesidad de venir hasta acá...

-No respondiste a mis llamadas, ni a mis mensajes – Murmuró la chica llena de tristeza.

-¡En verdad lo siento nena! – Exclamó Angus y la estrechó ente sus brazos mientras la besaba con desesperación – Tuve asuntos familiares que atender y... – Dijo una vez que se separaron.

-Bien, de acuerdo – Murmuró ella sin emoción – Pero... - Suspiró – no es por eso que estoy aquí.

-¿Entonces? – Preguntó Angus sin ocultar su asombro.

-¿Podemos hablarlo en tu oficina? – Respondió la joven.

Angus asintió y guardó silencio mientras la observaba detenidamente. Marisa no parecía la misma, su semblante era triste y parecía que había estado llorando porque sus ojos estaban hinchados. ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Tenía que averiguarlo pronto, para así poder ayudarla.

La pareja salió del ascensor y entraron en la oficina de Angus. Marisa se dejó caer en uno de los sillones e inmediatamente Angus se sentó a su lado. Él estaba a punto de comenzar con su interrogatorio, cuando la mujer se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar de manera desconsolada.

-¿Pero qué te sucede? – preguntó el hombre.

A Angus se le partió el corazón al escucharla llorar así, de una manera lastimera y llena de pesar.

-¿Qué pasa cariño? – exclamó Angus acariciando los cabellos de Marisa - ¡Dímelo! – susurró – Aquí estoy para ayudarte.

-¡Es mi papá! – gimió la chica – Estuvo a punto de sufrir un paro cardiaco esta mañana. – exclamó Marisa – Mi padre está enfermo del corazón y necesita una operación para que puedan colocarle un marcapasos. – murmuró – Por desgracia su seguro de vida no cubre esa operación. Intentamos incluir lo poco que tenemos ahorrado pero no es suficiente. – volvió a gemir – Si no lo operan esta misma tarde mi padre morirá. – dijo Marisa y volvió a llorar de forma desgarradora – Sólo quiero preguntarte una cosa – exclamó la chica entre sollozos.

-¿De qué se trata? – dijo Angus esperando la pregunta de la chica.

-¿Aún está en pie tu oferta? – preguntó Marisa y añadió – De ser así, acepto ser tu amante.

*****

Ella tiene sus razones para aceptar la propuesta de Angus, aunque sabemos que quizá hubiera aceptado sin que nada malo ocurriera. Desgraciadamente tuvo que ocurrir un problema que hizo a Marisa cambiar de parecer. ¿Creen que Angus vaya a ayudarla? ¿Cuál creen que será la actitud del hombre ante la respuesta de Marisa?
Espero sus comentarios y sus votos. Y muchas gracias por su apoyo a esta historia.
MariaDecapitated

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