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SIETE

Angus observó la ciudad de San Francisco a través del enorme ventanal de su oficina. Era un día caluroso y a pesar del clima, parecía hermoso. Consultó su reloj y apenas marcaba las 11:40 de la mañana. El hombre aflojó el nudo de su corbata y lanzó un gruñido de fastidio. ¡Estaba harto! Le pediría a su secretaria que cancelara el par de citas que tenía programadas para la tarde y abandonaría la oficina para tomarse el resto del día libre.

-Irene – dijo al momento que tomaba el auricular y se comunicaba con la línea de su secretaria – Cancela mis citas de esta tarde y cámbialas para el martes por la mañana, no me siento bien y tomaré el resto del día libre.

-Cómo usted diga, señor. – respondió la mujer - ¿Antes de irse puede firmar algunos documentos?

-Por supuesto – respondió Angus – Y por favor no te demores en traerlos, quiero irme cuanto antes.

-Si señor Blackwood. – exclamó la secretaria y colgó.

Angus se recargó en el respaldo de su enorme silla y continuó observando el paisaje. Quizá ese era un buen momento para hacerle una visita a Marisa, pensó al momento en que dio la vuelta y sus ojos se encontraron con una dirección que estaba anotada en su agenda. Leyó un par de veces los datos y sonrió con triunfo, acariciándose la barbilla. Trataría de averiguar si esa en realidad era la dirección correcta de la chica.

Los pensamientos de Angus fueron interrumpidos por Irene, quién entró llevando varias carpetas con algunos documentos que su jefe debía firmar. Angus rodó los ojos, pero de inmediato le sonrió a la mujer, tomó las carpetas y comenzó a revisar su contenido para estampar su firma en los papeles.

-¿Es todo, Irene? – Preguntó Angus una vez que hubo terminado - ¿No hay nada más por ahora?

-Es todo señor – Respondió s secretaria – Puede irse sin problemas – Sonrió con sinceridad – Le deseo un excelente fin de semana.

Blackwood agradeció con una sonrisa y su secretaria salió de la oficina. Angus se levantó de un salto, tomó su saco y su portafolio y salió de su oficina a toda velocidad. Sin embargo, antes de llegar al elevador, Angus se topó frente a frente con su amigo Wyatt, quién le dedicó una amplia y burlona sonrisa.

-¿Así que huyes como una rata, Blackwood? – Preguntó - ¿Qué no piensas quedarte a trabajar?

-¡Es mediodía y ya no tengo pendientes! – Se defendió Angus – Así que puedo ir a casa sin problemas y tomar un merecido descanso. Me duele mucho la cabeza y el cuerpo – Mintió – Quizá pesqué un resfriado, ¡no lo sé!

-Está bien Angus – Exclamó Wyatt dándole un par de palmaditas en la espalda - ¡Cuídate!

Wyatt se despidió de su amigo y continuó con su camino. Angus sonrió maliciosamente y entró en el ascensor. Debía apresurarse, con algo de suerte, esa dirección sería la correcta y podría ver de nuevo a Marisa. No comprendía esas ganas que tenía de verla, especialmente porque ella ya lo había rechazado. Aunque no iba a darse por vencido, esa mujer iba a caer y sería suya.

*****

Marisa tomó su móvil, acababa de recibir un mensaje de Owen. Inmediatamente lo abrió y lo leyó. En este, Owen le preguntaba si ya se encontraba lista para su cita de más tarde. La chica sonrió, en realidad no había pensado en que usaría para esa tarde. En ese momento sólo llevaba puesto un camisero en color blanco y zapatillas deportivas. Había decidido no usar sostén, ese día era demasiado caluroso y la prenda era molesta. Respondió rápidamente al mensaje de Owen con una respuesta afirmativa y arrojó el celular sobre la mesa de centro de la sala. Iría a la cocina, prepararía limonada y un snack de zanahoria y apio con un poco de queso crema.

Marisa estaba a un paso de llegar a la cocina cuando el timbre de la puerta sonó. Bufó molesta y se dio la vuelta para caminar hasta la puerta y así saber quién osaba tocar a su puerta a esas horas del día. Abrió lentamente y lanzó un gran grito al ver frente a ella a Angus Blackwood. El hombre estaba de pie frente a ella y sonreía de manera seductora.

-¡Hola, Marisa! – exclamó el hombre y se pasó la lengua por los labios - ¡Buenos días!

-¡Hola, Angus! – saludó la chica - ¿Qué haces aquí?

-¿Me invitas a pasar? – dijo con una sonrisa pero esta se borró de sus labios cuando Marisa cerraba lentamente la puerta.

-¡No! – murmuró la joven – Estoy muy ocupada, así que puedes venir otro día. – dijo y aventó la puerta.

Angus actuó de manera rápida y detuvo el cierre de la puerta con su hombro izquierdo. En sus labios volvió a dibujarse esa sonrisa seductora. ¡No iba a irse de ahí!

-¿Qué estás haciendo? – gritó Marisa – Te he dicho que tengo muchas cosas por hacer y tú sólo me quitas el tiempo.

-No te quitaré mucho tiempo, Marisa. – susurró Angus entrando en la casa y cerrando la puerta – No seas maleducada, ¿acaso no me merezco unos cuantos minutos?

Marisa suspiró resignada e hizo una seña al hombre para que la siguiera hasta la sala, invitándolo también a que tomara asiento. Angus le echó un ojo al departamento, era bastante pequeño, la sala, el comedor y la cocina estaban prácticamente en la misma habitación, tenía un pequeño patio trasero, un baño y dos recámaras. La chica se sentó frente a él y cruzó la pierna, mostrando un poco más de lo que debía. Angus sonrió al admirar las piernas largas y bronceadas de la mujer, conteniendo apenas su deseo de acariciarlas.

-¿Y bien? – Murmuró la castaña - ¿A qué debo el honor de su visita, señor Blackwood?

-¡Basta de formalidades, Marisa! – Murmuró el hombre – Llámame Angus – Dijo con tono autoritario – Creo que, después de lo que hemos compartido, está fuera de lugar – Exclamó lanzando una mirada ardiente a la chica, quién se ruborizó inmediatamente.

-¡De acuerdo, Angus! – Suspiró la mujer - ¿En qué puedo ayudarte? Pero antes, dime, ¿cómo conseguiste la dirección de mi casa?

-Tengo mis contactos – Respondió Angus con malicia y le guiñó el ojo - ¡Y no voy a decir más! Sólo estoy aquí porque quiero hacerte una propuesta.

-Si vienes a pedirme que sea tu amante, ¡mi respuesta es no! – Respondió ella tajantemente – No quiero ser la causa de un divorcio o...

-¡No estoy casado! – Rió Angus – No tengo compromiso con nadie y... ¡no es eso lo que vengo a pedirte! Así que, tranquila, nena – Exclamó y se sentó junto a la joven para comenzar a acariciar su pierna – Estoy aquí porque quiero que me acompañes y pases de nuevo un fin de semana a mi lado, ¿qué dices?

Marisa lo miró y se puso tensa. No sabía que responder, en especial porque la mano caliente de Angus se deslizaba lentamente sobre su pierna, ascendiendo peligrosamente para colarse entre sus muslos. La chica jadeó y cerró los ojos, abriendo un poco más las piernas. Ante ese gesto, Angus sonrió triunfante, pues estaba consciente de lo que provocaba en la mujer.

Lentamente, sus dedos hicieron a un lado las bragas de algodón que cubrían su sexo y comenzó a acariciarlo. Marisa gimió y echó la cabeza hacia atrás, recargándola en el respaldo mientras abría las piernas, dándole libre acceso. Algo dentro de ella le decía que debía parar y ser un poco más firme, pero ¡ella en realidad quería! Por eso no opuso resistencia, dejándose llevar por esas caricias.

-No he dejado de pensar en ti, Marisa – Murmuró Angus acariciando suavemente la húmeda feminidad de la chica – ¡Necesitaba verte y tenerte cerca como te tengo ahora! – Suspiró y la penetró con dos de sus dedos.

Marisa jadeó y balanceó las caderas ante esa deliciosa invasión. Definitivamente ese hombre era un peligro para ella. ¡Tenía que parar! La chica lanzó un gemido cuando él retiró sus dedos, pero volvió a penetrarla...

-¡Detente! – Gritó Marisa sujetando la mano de Angus - ¡Largo de mi casa! – Volvió a gritar y se puso de pie, señalando la salida.

Angus no dijo nada, se levantó también pero no fue hacia la salida, lentamente se aproximó a la mujer, quién a su vez dio un par de pasos hacia atrás, chocando contra la pared.

-¡Por favor! – Gruñó Angus - ¿Acaso vas a decirme que no lo deseas?

-¡Te dije que te fueras de mi casa! – Gimió Marisa - ¡Vete!

Angus no dijo nada, se acercó aún más a la chica y comenzó a acariciar lentamente sus senos, su cuello y su rostro. Ella lo miró sin atreverse a moverse, estaba plantada en el piso, rendida irremediablemente ante el hechizo de esos hermosos ojos. Marisa jadeó al sentirlo tan cerca y cerró los ojos cuando el tibio aliento del hombre rozó su mejilla, logrando que sus pezones se endurecieran, siendo visibles a través de la delgada tela de su camisero.

-¡Te deseo Marisa! – Murmuró Angus con voz ronca y sensual, consciente de lo que provocaba en la joven – No puedo dejar de pensar en ti – Jadeó – Cada vez que evoco nuestro encuentro de aquella noche, la sangre hierve en mis venas, me pongo inquieto, caliente y termino por autocomplacerme pensando en esa noche apasionada.

La piel de la morena se erizó. Ella también se masturbaba al recordar a Angus, el deseo se despertaba en su interior cada vez que recordaba ese pecho amplio, sus fuertes brazos y sus grandes manos recorriendo su piel. Marisa se mordió el labio inferior y volvió a jadear arqueando la espalda. Blackwood gruñó y apretó ambos senos de Marisa, lamiéndolos por encima de su ropa, ella se estremeció y gimió, acariciando la cabeza del hombre.

Angus se apartó y levantó el rostro para buscar la boca de Marisa. La besó, en un principio de forma pausada, como queriendo disfrutar de ese beso, saboreándolo de a poco. Ella se dejó llevar por ese beso lento y profundo el cual comenzó a crecer en intensidad. Angus la besó con hambrienta desesperación, rodeando con sus fuertes brazos el cuerpo esbelto de la mujer y acarició su espalda. Marisa se aferró a los brazos del hombre y correspondió a ese beso ansioso. La lengua de Angus penetró la boca de la mujer explorando en su interior, ella lo recibió con ganas e intensificó aún más ese beso arrebatador.

Blackwood abandonó los labios de Marisa, recorriendo sus mejillas con su boca hasta detenerse en su cuello. La chica se recargó con firmeza sobre la pared, disfrutando de esos besos sonoros sobre su piel y de las manos de Angus que rápidamente desabotonaron su vestido. Las manos masculinas acunaron los suaves senos de Marisa, apretándolos un poco. La chica jadeó y arqueó la espalda, ofreciéndose a él. Angus, de inmediato, inclinó la cabeza y deslizó su lengua sobre los pezones erguidos.

Durante un rato, Angus se entretuvo con los senos de Marisa, mordiéndolos, chupándolos o lamiéndolos a placer. La chica sólo gemía y se retorcía presa del placer, mordiéndose los labios mientras desabotonaba presurosamente la camisa de Angus para tratar de sacarla de su cuerpo. Angus rió y terminó de quitársela, permitiendo que ella lo tocara y se deleitara con la tibieza de su piel. Volvieron a besarse con ansias, entrelazando sus lenguas y regalándose caricias mutuas, perdidos en la pasión que poco a poco se desbordaba.

-¡Dime que me deseas tanto como yo a ti! – Gimió Angus contra los labios de la mujer.

-Sí – Jadeó Marisa – Mi deseo por ti es muy grande que apenas logro controlarlo – Exclamó y besó el cuello de Angus, al tiempo que sus manos trataban de desabrocharle los pantalones.

Cuando la chica logró su cometido, sonrió con triunfo e inmediatamente hundió su mano entre la ropa del hombre y se apoderó de su hombría erguida. Angus jadeó y dejó escapar un ronco murmullo, mordiéndose el labio inferior. Lentamente comenzó a masturbarlo, gozando con las expresiones faciales del hombre.

-¡Traviesa! – Bufó Angus acercándose a Marisa para besarla intensamente.

Fue un beso voraz, casi brutal. Las ganas de ambos apenas podían ser contenidas, pero su deseo de explorarse y disfrutarse al máximo era aún más grande. Ella continuó estimulándolo manualmente, entre tanto, los labios de Angus succionaban el cuello de la joven. Marisa suspiró y se apartó, descendiendo lentamente hasta que sus rodillas tocaron el piso de la sala. Él bajó su mirada y arqueó las cejas dedicándole una mirada perversa.

-¿Te vas a quedar ahí mirándolo? – Preguntó Angus con voz ronca - ¡Adelante, nena! Pruébalo, degústalo, disfrútalo que es para ti.

Marisa le sonrió, se mordió el labio y con una mano, tomó suavemente la base de su pene para deslizar su lengua sobre la punta. Él jadeó y se tensó, apoyando ambas manos sobre la pared de la sala. Ella lanzó una risilla y lo introdujo en su boca casi hasta su garganta, lo sacó de su boca y le dedicó una enorme sonrisa a Angus, quién sólo atinó a jadear antes de que Marisa volviera a meter su pene en su boca y comenzara a mover la cabeza hacia adelante y para atrás. El hombre cerró los ojos para disfrutar completamente de esa mamada.

-¡Joder! – Gimió Angus Mirando con deleite como Marisa saboreaba su pene – Me gusta cómo me chupas la polla.

Lejos de incomodarla con su comentario, ella levantó sus ojos para mirarlo, sonriendo con picardía mientras paseaba su lengua sobre el glande y volvió a meterlo en su boca, succionando con ganas. Esas palabras la habían prendido y mientras continuaba con la felación, con su mano libre comenzó a acariciar su sexo húmedo y caliente por encima de la tela de sus bragas, gimiendo sonoramente. Angus bajó su mano y la colocó sobre la cabeza de Marisa, la acarició antes de comenzar a dictar el ritmo de sus idas y venidas.

Marisa aceleró los movimientos de su boca, disfrutando de los gruñidos y gemidos guturales que brotaban de la garganta de Angus. Volvió a levantar su mirada para observarlo, parecía que lo estaba disfrutando, así que siguió con ese ritmo, hasta que él la detuvo, sujetándola con firmeza del cuello y obligándola a ponerse de pie.

-No queremos que esto termine así, ¿verdad muñeca? – Preguntó Angus y ella lo miró confundida – Ahora yo voy a comerte el coño – Dijo con voz profunda y sensual.

Marisa jadeó, más excitada que antes y casi se corre al escuchar esas palabras. Angus la tomó por las caderas y le dio la vuelta, colocándola frente a la pared. La mujer gimió con sonoridad, cerró los ojos y colocó sus manos sobre la pared, inclinándose frente a Angus, quién se puso de rodillas detrás de ella.

-¡Angus! – Murmuró Marisa sin poder decir otra cosa y apoyó la cabeza contra el muro cuando él le arrancó las bragas de algodón rosa.

Las manos de Angus le abrieron los muslos, revelando su sexo empapado en sus fluidos. Él sonrió y deslizó dos dedos sobre sus pliegues, logrando que ella se estremeciera y lanzara un gemido largo y profundo. La sujetó por las piernas y hundió su rostro entre sus glúteos. Su lengua larga y ancha se paseó entre los pliegues del sexo de la mujer con movimientos cortos y rápidos. De la garganta de Marisa brotó un chillido de gozo y abrió un poco más las piernas, levantando el trasero.

Angus besó las nalgas de Marisa y volvió a hundir su lengua en el sexo de la chica, deslizándola rápidamente entre sus labios y golpeando su clítoris. Ella volvió a gritar ante esas hermosas sensaciones que se apoderaron de sus sentidos. La lengua de Angus iba y venía sobre su sexo hasta su culo o bien, lamía también sus nalgas firmes y redondas.

-¡Sigue con eso! – Jadeó Marisa – Me estás volviendo loca.

-Mi lengua acaba de encontrar el paraíso – Susurró Angus y le golpeó el trasero con fuerza – Y este se encuentra en medio de tus piernas.

Marisa gimió y se estremeció cuando los labios de Angus succionaron su clítoris un par de veces. Una descarga de placer la recorrió, su vientre se contrajo y de nuevo lanzó otro gemido cuando él volvió a succionar con mayor velocidad, sintiendo cómo el orgasmo llegaba de golpe sin poder evitarlo. La chica cerró los ojos y se corrió en la boca de Angus, exhalando un grito.

Él se incorporó, satisfecho ante lo que había logrado. Marisa era una mujer intensa que lo llevaba hasta el límite. La miró, recorriendo el cuerpo desnudo de la joven y se lamió los labios, degustando su sabor. Marisa no podía dejar de mirarlo mientras Angus terminaba de quitarse la ropa, mostrándose desnudo delante de ella. El sexo de la chica comenzó a palpitar, ¡estaba excitándose de nuevo! Gimió, mientras su mano se deslizaba sobre sus muslos.

Angus tomó su cartera y extrajo un par de preservativos. La castaña sonrió al ver como deslizaba la pieza de látex sobre su sexo erguido y excitado. Él le devolvió la sonrisa y se acercó a ella para asaltar sus labios hinchados y enrojecidos en un beso cargado de lujuria y de pasión.

-¡No puedo esperar a estar dentro de ti! – Gimió Angus – Deseo sentir cómo tu sexo se contrae sobre el mío al recibirlo.

Marisa gimió con sensualidad y lentamente, él la empujó sobre uno de los sillones. Ella cayó de bruces, mostrando en toda su gloria su sexo empapado. Angus lo miró complacido y se aproximó para azotar sus nalgas, haciendo que ella lanzara un grito mezcla de placer y dolor.

-¡Hazme lo que quieras! – Gimió Marisa.

Con una de sus manos, Angus sujetó a Marisa por la cadera, mientas que con la otra guió su pene hasta la entrada de su feminidad, hundiéndolo lentamente. Marisa jadeó al recibirlo, apoyó las manos en el asiento del sillón y arqueó la espalda, volviendo el rostro y suplicando por otro beso. Él no se hizo del rogar, la besó lentamente mientras que su mano acariciaba uno de los senos de la chica y comenzó a embestirla con ritmo y cadencia.

Marisa apoyó ambas manos en el respaldo del sillón a medida que las embestidas de Angus tomaban mayor velocidad. La chica se mordió los labios y jadeó, mientras que sus chillidos y gemidos de placer se mezclaban con los gemidos y gruñidos de Angus. Él la sostuvo con firmeza por las caderas, las idas y venidas de la pelvis de Angus eran cortas y veloces, manteniendo ese ritmo constante, hasta que el cuerpo de Marisa comenzó a temblar y sus gemidos fueron más sonoros y estridentes. El orgasmo llegó de súbito para ella, fue una descarga de placer brutal que la hizo perder la cordura, sin embargo él no dejó de penetrarla. La apretó con fuerza contra su cuerpo y se inclinó, besando su espalda.

Angus gruñó y bufó, conteniéndose, Marisa acababa de tener un maravilloso orgasmo, pero él aún deseaba más; así que continuó embistiéndola con mayor violencia, besando y mordiendo la parte trasera de su cuello. Al mismo tiempo, Marisa gemía y bufaba, el placer que sentía era indescriptible, este bullía en sus venas. De nuevo, los músculos de su sexo se cerraron en torno al sexo de Angus quién había bajado un poco la intensidad de su penetración. Un escalofrió recorrió sus sentidos y todo a su alrededor se nubló. La mujer empujó sus caderas, golpeando con sus nalgas los muslos firmes del hombre quién parecía una bestia, jadeando y gruñendo embriagado por el placer.

Otra vez Angus retomó sus violentas acometidas, el placer para él estaba cerca, pero deseaba también que ella volviera a entregarse de la forma que lo había hecho hacía un rato. Quería volver a experimentar el delicioso temblor del cuerpo femenino.

-¡Vamos nena! – Gimió Angus apretándole los senos – Libérate conmigo – Jadeó – Dámelo todo, quiero que te entregues junto conmigo – Murmuró y llenó de besos la espalda de la chica.

Marisa lanzó un gritó y su cuerpo cayó en el sillón, temblando completamente ante esas arrolladoras sensaciones que volvieron a asaltar su cuerpo. Se liberó completamente, al mismo tiempo que Angus, quién cayó sobre ella, lanzando un ronco gemido.

*****

Marisa terminó de vestirse y revisó su maleta cerciorándose de que nada le faltara. Angus la había convencido de pasar el fin de semana junto a él y ella no había podido negarse. Después de que follaran sin control en la sala, lo que más deseaba la chica era volver a estar en brazos de Angus y ser suya una y otra vez.

Marisa lanzó un suspiro y cuando estaba a punto de salir de su habitación para reunirse con Angus que la esperaba en la sala, su móvil sonó, mostrando en la pantalla el nombre de Owen. ¡Había olvidado su cita! La mujer respiró profundo y contestó la llamada, tenía que pensar una excusa rápido, pero no tenía idea de que inventar.

-¡Hola Owen! - murmuró la chica - Estaba a punto de llamarte.

-¡Hola nena! - saludó Owen - ¿Lista para nuestra cita? Te recuerdo que en un par de horas pasaré por ti para reunirnos con tus amigos en el cine. - dijo con la voz cargada de alegría - Estoy ansioso por conocerlos y dime ¿por qué pensabas llamarme?

- ¡Ay Owen! - gimió Marisa y se mordió la uña de su dedo pulgar - Hace unos minutos me llamó mi madre y me ha pedido que vaya a casa. - murmuró Marisa - Mi padre ha estado delicado de salud y quiere hablar conmigo. – susurró tratando de sonar preocupada - Estoy muy apenada porque habíamos planeado esta cita con mucho entusiasmo, pero no puedo negarme. Mi padre quiere verme y hablar conmigo, pero podemos cambiar la cita para el próximo miércoles, ¿quieres? - Exclamó Marisa llena de pesar.

-No te preocupes, princesa. - respondió Owen con algo de decepción en su voz - Ve con tus padres y disfruta de este fin de semana a su lado. - murmuró - El miércoles me parece un gran día para nuestra cita doble. - dijo resignado.

-¡Eres un ángel! Te prometo que te lo recompensaré - exclamó Marisa - Gracias por comprender y ser tan bueno conmigo. ¡Te llamaré mañana! - Dijo lanzando un beso sonoro y terminando la llamada.

Marisa se mordió el labio inferior, ¡no tenía perdón! Eso no se hacía, pero... ¡qué rayos! Tenía necesidades y... rápidamente marcó el número de Colette, tenía que avisarle que la cita se había cancelado. Ya después le daría los detalles a su amiga, pero por el momento era mejor no revelar nada.

-¿Qué pasa, Mari? - dijo Colette - ¿Está todo bien?

-Sí, no pasa nada. - respondió Marisa - Sólo que me surgió un compromiso y tuve que cancelar nuestra cita doble junto a Owen.

-¿Por qué? - exclamó su amiga - ¿Algún problema con tus padres?

-No, ninguno. - dijo la morena y lanzó una risilla nerviosa - Aunque a Owen le he dicho que mi padre desea verme, pero a ti no te puedo mentir, la realidad es otra.

-¿Qué es lo que te traes entre manos? - Preguntó Colette - Dilo de una buena vez.

- Angus Blackwood me ha pedido que pase el fin de semana con él y no he podido negarme. - exclamó la chica - Quiero estar con él y no voy a dejar pasar esta oportunidad. - dijo Marisa con decisión - Ahora voy a dejarte, después te contaré todo. - murmuró

-¡Marisa, ¡eso no se hace! – Gritó Colette - ¡Eso es una grosería de tu parte!

- Te quiero – dijo haciendo caso omiso a las palabras de su amiga y sin esperar respuesta, terminó la llamada.

Marisa guardó el móvil en su bolso y sonrió ampliamente, tomó su maleta y abandonó la habitación para reunirse con Angus en la sala. ¡Estaba segura que sería un fin de semana inolvidable!

El hombre se encontraba sentado en el sillón bebiendo un vaso de agua y se puso de pie al verla llegar, dedicándole una mirada perversa.

-¿Estás lista? - preguntó al momento que dejaba el vaso en la mesa de centro de la sala.

-Si - respondió Marisa acercándose a él para besarlo con ternura.

- Vas a disfrutar de este fin de semana, te lo aseguro. - murmuró Angus en su oído mientras apretaba fuertemente el trasero de la chica y buscaba su boca para volver a besarla con desesperación.

-Eso no lo dudo - respondió Marisa entre jadeos y tomando la mano de Angus.

Él volvió a sonreír antes de caminar junto a la chica para abandonar el departamento.

*****

Tal parece que a Marisa le gusta hacerse del rogar, pero bien que cede ante los caprichos de Angus. Tuvieron un encuentro muy apasionado e intenso ahí en el departamento de la chica y es seguro que ese fin de semana va a ir por el mismo camino. Sin embargo, la actitud de Marisa me pareció bastante grosera con Owen. ¡Pero así va a ser la cosa!
¿Qué les pareció el capítulo? Espero sus respuestas y ¡gracias por su apoyo!
Maria Decapitated

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