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NUEVE

Angus y Marisa abandonaron la cocina y subieron a toda prisa la escalera para llegar a la habitación. Cuando estaban a punto de entrar, el móvil de Angus comenzó a sonar, el hombre maldijo por lo bajo y se disculpó con la chica para responder la llamada de uno de sus mayores clientes. Marisa sonrió y entró en la habitación, caminó hasta el cuarto de baño para quitarse la bata, cepillar su cabello y lavar sus dientes.

Al salir del baño tomó su celular y respondió a algunos mensajes de Zac y Colette. Realmente no deseaba hablar con nadie, así que sólo deseó buenas noches a sus amigos y se metió a la cama. Estaba muy cansada, pues el viaje había sido agotar y el sexo con Angus la había dejado un poco adolorida. Se mordió el labio al recordar los intensos momentos de ese día, ¡realmente había sido bueno! Y le encantaría repetir la dosis, sin embargo, su cansancio era más fuerte que todo. Marisa lanzó un gran bostezo, se acomodó en la cama y cerró los ojos para quedarse inmediatamente dormida.

Media hora después, Angus entró en la habitación. Sólo la luz de la mesa de noche iluminaba la estancia y le daba un toque lúgubre. El hombre lanzó un suspiro y se sentó sobre la cama para observar a Marisa que dormía profundamente. ¿Por qué tenía que dormir? Él había imaginado que ella lo estaría esperando desnuda y sentada sobre la cama de una manera provocativa e incitándolo a poseerla de una forma salvaje y descontrolada. Pero el hombre se llevó una gran sorpresa al ver que Marisa dormía y que todos sus planes de follar durante toda la noche se habían venido abajo.

Angus se levantó de la cama y también entró en el cuarto de baño para asearse y después de salir de ahí se dejó caer sobre la cama, derrotado. Volvió a suspirar y se metió bajo las sábanas, para su sorpresa, Marisa estaba desnuda, lo que lo puso más caliente que un fogón. El hombre se acomodó junto a ella y la abrazó, el contacto con la piel de la chica le provocó una agradable sensación y comenzó acariciarla. Marisa murmuró algo entre sueños, se dio la vuelta, cubriendo la cadera del hombre con su pierna. Angus sonrió y la estrechó entre sus brazos, cerró los ojos y también se quedó profundamente dormido.

*****

Marisa se despertó alrededor de las siete de la mañana, el sonido de las olas golpeando las rocas la hizo abrir los ojos. Los rayos del sol comenzaban a iluminar la habitación. Sonrió al mirar a Angus. El hombre la tenía fuertemente ceñida de la cintura y dormía como un bebé, la chica deslizó su mano sobre el rostro de Angus y lo besó varias veces. De pronto se sintió muy emocionada al estar tan cerca de él.

Ella se levantó cuidadosamente de la cama para no despertarlo, se puso unos shorts y una camiseta, cepilló su cabello y lo recogió en una coleta alta antes de abandonar la alcoba. Bajó a la cocina y comenzó a buscar los ingredientes necesarios para preparar un rico desayuno. Sonrió al encontrar lo necesario en la alacena y se dispuso a prepararlo todo. Sería algo sencillo y seguramente Angus quedaría encantado con ello. Se le ocurrió también que podrían salir a desayunar a la playa, la vista de allá afuera era magnífica; el sol brillaba, no había viento y el mar azul estaba en calma.

Angus despertó y buscó a Marisa palpando el colchón, decepcionado se dio cuenta que ella no estaba en la cama, el colchón estaba frío, así que lógicamente ella se había levantado desde hacía un buen rato. Bufó y se estiró, levantándose de un salto para entrar en el sanitario donde se lavó la cara y se vistió a toda prisa. Salió de la habitación y bajó a la cocina.

El hombre buscó a Marisa y no pudo encontrarla, ¿dónde se había metido? Se preguntó mientras a su nariz llegaba una deliciosa mezcla de olores, chocolate, huevo frito y...

-¡Buenos días! – Gritó la joven - ¿Me puedes ayudar por favor? – Preguntó Marisa acercándose Angus y depositando un beso en su mejilla – Encontré una pequeña mesa en el garaje y me gustaría llevarla hasta la playa.

-¿Desayunaremos allá? – Preguntó Angus y Marisa asintió – Por cierto buen día. ¿Cómo dormiste?

-¡De maravilla! – Murmuró ella llevando un par de sillas – El día está precioso y me pareció una buena idea desayunar allá afuera, ya te lo había comentado ¿no?

-¡Exacto! – Sonrió Angus – Ayer me lo dijiste... ¿dónde te gustaría que pusiera la mesa?

Marisa observó el sitio y señaló un lugar cerca de la casa. Angus armó la mesa y la colocó en el lugar, mientras la chica acomodaba las sillas. Después volvieron a la cocina y Marisa le entregó una bandeja, ella tomó otra y juntos regresaron a la playa para tomar el desayuno.

-Espero que te guste – Murmuró la chica destapando las viandas – Preparé chocolate con leche. Había un panqué de caja y unos totopos para botana los cuales me sirvieron para preparar unos deliciosos chilaquiles – Sonrió con orgullo.

Angus arqueó la ceja y contempló su plato. Efectivamente, contenía los totopos bañados en una salsa roja y decorados con un huevo frito, además de un poco de queso y crema ácida. Parecía un platillo interesante que él jamás había probado. Así que con un poco de recelo tomó una pequeña porción con el tenedor y lo llevó a su boca.

-¡Delicioso! – Murmuró degustando el bocado – Lo que me encanta es la mezcla de texturas y de sabores. Lo crocante de los totopos, la cebolla frita, la salsa y el huevo. Definitivamente tienes mi aprobación.

Marisa sonrió emocionada y sus ojos brillaron de felicidad. ¡Le había gustado el desayuno! Suspiró y se dispuso a comer, mirando de cuando en cuando a Angus, que comía vorazmente, disfrutando de ese desayuno tan delicioso.

-Hacía tiempo que no disfrutaba de un buen desayuno – Murmuró Angus bebiendo un largo trago de chocolate con leche.

-Los chilaquiles son mi desayuno favorito – Murmuró Marisa con un sonrisa – Recuerdo, como si fuera un sueño que mi mamá me servía un plato de chilaquiles con un huevo, una taza de chocolate caliente y una concha rosa – Sonrió la chica cortando un trozo de panqué y sumergiéndolo en el chocolate.

-Dijiste que tu familia es mexicana – Murmuró Angus - ¿O me equivoco?

-No te equivocas – Respondió Marisa mirando su taza de chocolate – Yo vine a Estados Unidos cuando tenía un par de años. Los hermanos de mi papá estaban aquí en San Francisco y ellos le ayudaron a conseguir un empleo y una casa donde vivir – Sonrió – Mi papá trabajaba como intendente en una fábrica y mi mamá cuidaba niños en una casa de gente de dinero. Yo me llevaba bien con los niños de la casa y jugaba con ellos – suspiró – Recuerdo que tuve una niñez muy bonita, siempre trato de recordar lo bueno para que con el paso de los años no se me olvide – Dijo con melancolía – A menudo me la paso interrogando a mis tíos sobre mis padres para tenerlos vivos en mi memoria.

-¿Y cómo fue que perdiste a tu familia? – Preguntó Angus tomando la mano de Marisa entre las suyas.

-No sé si recuerdes aquel incendio en una zona de condominios de Mission District – Murmuró la joven.

-Después de demoler ese lugar construyeron un centro comercial – Murmuró el hombre - ¿Fue ahí? – Preguntó y sintió como Marisa apretaba su mano – Tranquila... si quieres no digas nada.

-Fue en ese incendio – Suspiró la chica – Yo tenía siete años y acababa de entrar a la escuela. Recuerdo que esa tarde cumplía años una de las niñas que cuidaba mamá, me invitaron a la fiesta y ella me llevó en el bus – Sollozó – Pero ya no regresó por mí, en la noche, los señores de la casa vieron en las noticias lo sucedido y comenzó la búsqueda.

-Fue muy poca la gente que sobrevivió a ese incendio – Exclamó Angus apesadumbrado.

-Luego, al siguiente día unos policías y gente de servicios infantiles fue por mí. Una psicóloga habló conmigo y me dio la noticia. Mis tíos querían quedarse conmigo, pero fue imposible, ¡eran ilegales como mis padres! Me mandaron a un hogar temporal, con los que ahora son mis padres adoptivos – Dijo la chica y sonrió – Después de todo no tuve un final tan malo. Jasper y Kelly me criaron, me educaron y sobre todo, volcaron en mi todo su amor y devoción.

-La verdad lamento lo de tus padres, ahora comprendo porque tratas de recordarlos siempre – Murmuró Angus – Pero me da gusto que hayas encontrado una familia que te cuida y te protege.

-¡Claro! He sido muy afortunada – Murmuró Marisa – Pero dime, ¿qué hay de tus padres?

Angus se llevó una mano a la cabeza, ¡esa era una de las preguntas que le gustaba evitar! El hombre siempre había preferido no hablar sobre sus padres y temas familiares. Su vida privada era un misterio y sólo las personas más allegadas a él (que eran muy pocas), conocían a fondo a Blackwood. Apuró el contenido de su taza y se limpió los labios con una servilleta antes de comenzar a hablar.

-Mi madre murió hace diez años – Suspiró – Y mi relación con mi padre siempre fue muy mala; para comenzar, él ya estaba viejo y con poca paciencia para cuidar de un niño. ¡Prefería trabajar! Mi madre quería tener una familia más grande, pero ya no pudieron tener más hijos. Creo que eso los frustró, a los dos.

-Me parece algo ridículo – Murmuró Marisa – Perdón pero esa forma de pensar de tu padre es tonta...

-Lo sé – Dijo Angus encogiéndose de hombros – Nunca nos llevamos bien y para colmo, soy su viva imagen en todo sentido. Nuestro carácter es muy similar y siempre terminamos discutiendo por cualquier cosa, por insignificante que esta sea.

-En verdad lo siento mucho – Exclamó Marisa y le acarició el rostro – Pero después de todo es tu padre, sería bueno que te acercaras a él, hablaran y estuvieran más unidos...

-¿Quieres ir adentro? – Preguntó Angus ignorando completamente la observación de Marisa

La joven frunció el ceño y lanzó un hondo suspiro. No tenía caso, él no quería hablar de su vida, era un hombre demasiado cerrado en ese sentido y ella respetaría su privacidad. Marisa se encogió de hombros, asintió y se levantó para ayudar a Angus a recoger la mesa para después entrar en la casa. Llegaron a la cocina y mientras se disponían a lavar los platos y las bandejas, el móvil de Angus volvió a sonar.

-¡Maldición! – exclamó el hombre al mirar la pantalla de su teléfono.

-Responde si quieres, yo me haré cargo de todo. – respondió Marisa mientras enjuagaba los platos.

-Gracias, te espero en la habitación. – finalizó Angus y salió de la cocina.

Marisa terminó de lavar los platos y salió de ahí para dirigirse a la alcoba. Abrió lentamente la puerta y lanzó un suspiro al contemplar a Angus recostado sobre la cama. Él acababa de terminar su llamada, su celular estaba sobre la mesa de noche y tenía los ojos cerrados. Marisa se mordió el labio al verlo así, desenfadado y muy, muy sexy. La chica se mordió el labio inferior, cerró la puerta de la habitación para caminar hacia la cama, contoneando las caderas.

Angus abrió los ojos y la miró de manera sensual, sonriendo ampliamente. Marisa también le sonrió y reptó sobre la cama, sentándose a horcajadas sobre su abdomen.

-¿Quieres jugar? – murmuró Angus y se lamió los labios.

-¿Por qué no? – Respondió Marisa inclinándose para unir su frente a la de Angus - ¿A ti no te gustaría? – Preguntó y se mordió el labio inferior, mientras comenzaba frotar su pelvis contra la de Angus.

Él lanzó un gruñido, sujetó el rostro de Marisa con ambas manos y unió sus carnosos labios a los de ella en un beso lento y apasionado. La chica se dejó llevar por ese beso, Angus besaba de manera magistral, había una nota erótica en ellos que lentamente despertaba el deseo, disparándolo más allá de sus límites.

Angus lanzó un gemido ronco, la pelvis de Marisa se frotaba sensualmente sobre la suya, logrando que lentamente comenzara a excitarse, además, estaba la forma en que ella respondía a ese beso, disfrutando del roce de sus labios que poco a poco crecía en intensidad. Sin dejar de besarla, la estrechó con fuerza entre sus brazos, pegándola a su cuerpo; las manos masculinas estaban sobre la espalda de la joven y de vez en cuando sobre su trasero, estrujándolo.

Marisa continuaba frotándose contra él, Angus comenzaba a excitarse pues podía notar su erección por encima de sus pantalones deportivos. La chica lanzó un gemido más alto cuando la lengua del hombre recorrió su cuello, Ella arqueó la espalda y jadeó mientras las manos de Angus apretaban su trasero. Con un rápido movimiento, él invirtió la posición y quedó sobre la joven. Durante unos instantes se miraron con intensidad y compartieron un par de sonrisas traviesas.

Angus acarició la cintura de Marisa y ella arqueó la espalda, apoyando las plantas de los pies sobre el colchón y levantó la pelvis, apretándola contra la de él. Blackwood jadeó y levantó el borde de la camiseta de la chica para depositar varios besos sobre la piel de su abdomen, haciendo que se erizara. Angus rió, acariciando uno de los senos de la chica, mientras ascendía hasta su cuello para besarlo, o bien, morder el lóbulo de su oreja, logrando que Marisa lanzara una sexy carcajada.

-Quería hacer esto desde anoche – Murmuró Angus – Pero te quedaste dormida.

Ella volvió a reír, pero no le respondió, sólo su boca buscó la de él para poder besarlo con desesperación. En realidad ella también quería tener sexo con Angus y no desaprovecharía la oportunidad, metió las manos bajo la camiseta del hombre y acarició su abdomen firme y marcado. Durante varios minutos se repartieron caricias y besos cada vez más apasionados, explorando sus bocas con la lengua y acrecentando la pasión y sin que ella se lo esperara, la despojó de los shorts, lanzándolos a un rincón de la habitación.

Marisa lanzó una carcajada al ver el brillo del deseo en los ojos de Angus, mezclado con algo de sorpresa, ella no llevaba ropa interior. Él dejó escapar un suspiro antes de asaltar la boca de la joven con más besos apasionados y urgentes. Y una vez más, la tomó de la cintura para colocar a la chica sobre él. Ella lo miró con lujuria, mordiéndose los labios y gimiendo mientras su pelvis no dejaba de rozar la de él.

-¡Hazme tuya! – Gimió Marisa acariciándose lo senos – Para eso estamos aquí, ¿no es sí?

Angus murmuró algo ininteligible, estaba demasiado excitado y su pene endurecido crecía, motivado por el sensual roce de Marisa. La joven apoyó las manos sobre el colchón y continuo balanceando la cadera con mayor violencia, dándose cuenta de lo que provocaba en el hombre y en ella misma, pues su sexo estaba completamente empapado y palpitaba. Ella gimió cuando Angus le levantó la camiseta, apoderándose de sus senos, los cuales llenó de besos, los lamió y succionó ávidamente los pezones. Volvieron a besarse con desesperación, los besos eran fieros y llenos de lujuria, la pasión comenzaba a hacer estragos en su cordura y no pensaban en otra cosa más que en satisfacer sus deseos sexuales.

El hombre se incorporó, sentándose sobre la cama, con Marisa sobre sus piernas y le sacó la camiseta, dejándola completamente desnuda. Ella gimió y arqueó la espalda cuando la boca de Angus tomó posesión de uno de sus senos, lamiendo su areola, succionando y mordiendo el pezón. La habitación se llenó de los jadeos y suspiros de la joven quién continuó frotándose contra Angus.

Blackwood cayó sobre el colchón, sus brazos se aferraron a la joven antes de devorar su boca con un beso urgente, posesivo y voraz. Marisa recibió la lengua de Angus, entrelazándola con la suya y succionándola. Las manos del hombre estaban en toda la espalda y las nalgas de la chica, mientras que de vez en cuando, sus dedos rozaban la feminidad de la chica y jugueteaban con sus pliegues húmedos.

De repente, él la tomó por las nalgas, empujándola hasta colocarla sobre su rostro y tomar posesión con sus labios del sexo de la mujer. Marisa dejó escapar un profundo gemido cuando la boca de Angus se apoderó de sus labios y comenzó a succionar. Arqueó la espalda y apretó sus senos con fuerza. Las manos de Angus se aferraron a la cintura femenina y la apretaron aún más contra su boca. Ella comenzó a balancear las caderas y se inclinó hacia atrás, para apoyar una de sus manos sobre el colchón, mientras que la otra se deslizaba sobre el abdomen del hombre y se colaba bajo sus pantalones, tomando posesión de su erguida masculinidad.

Angus ahogó un gruñido cuando Marisa acarició su pene, él apretó sus brazos en la cintura de la chica y aceleró los movimientos de su lengua sobre el clítoris de la mujer. Ella gemía y se frotaba contra su boca, arqueando la espalda mientras que su cabellera castaña caía sobre su espalda. Los pechos de Marisa rebotaban cada vez que ella se friccionaba con furia contra la barbilla de Angus, su nariz y su boca, casi asfixiándolo, pero a él no le importaba aquello, simplemente no quería dejar de darle placer, saciándose con el torrente desbordado de su sexo.

Marisa gemía retorciéndose, gritando de placer cuando las primeras oleadas del orgasmo la asaltaron. Continuó con su agresivo vaivén de caderas, friccionando los pliegues de su sexo sobre la boca del hombre, se apoyó sobre la cabecera y lanzó un nuevo grito de puro gozo cuando se corrió. Angus no dejó de chupar y lamer su feminidad, extasiado ante los espasmos de la joven. Quién se apartó de su boca y descendió sobre el pecho masculino hasta sentarse de nuevo sobre el vientre de Angus. Él la sujetó con fuerza mientras la besaba con pasión, penetrando su boca con la lengua. Desesperada, Marisa levantó el borde de su camiseta para acariciarle el abdomen. Angus se incorporó un poco y le ayudó a quitársela, ella sonrió y lo empujó de nuevo sobre la cama para llenar de besos su pecho y recorrerlo con la lengua.

Angus suspiró y la atrajo hacia él, devorando la boca femenina con un beso fiero y erótico. Ella le acarició lentamente los hombros, el pecho, el abdomen, deteniéndose sobre la cintura de sus pantalones. Bufó molesta ante esa barrera que le impedía continuar tocándolo, así que sin perder el tiempo se deshizo de la prenda y ambos quedaron completamente desnudos.

Marisa sonrió y reptó sobre Angus, compartiendo un nuevo beso, lascivo y profundo. Lentamente ella abrió más las piernas para rozar con su sexo el pene de Angus, él dejó escapar un gemido ronco ante la deliciosa sensación que eso le provocó. Ella lo miró con picardía y comenzó a frotarse lentamente sobre su carne. Él le sonrió y tomó su nuca con una mano y asaltó los labios hinchados de la joven con otro beso violento y desesperado. Marisa gimió contra la boca de Angus, sintiendo cómo sus fluidos empapaban el miembro endurecido de Blackwood.

Lentamente, la mano del hombre se deslizó sobre las costillas de Marisa hasta su trasero, estrujo su glúteo con fuerza antes de tomarla por la cintura con ambas manos para colocarla sobre el colchón. Ella rió cuando Angus se colocó sobre ella, besándola lentamente en los labios. La chica levantó la pierna y acarició las caderas del hombre con la pantorrilla. Angus abandonó los labios de Marisa par besar su cuello, lamerlo y morderlo. Después continuó con su descenso hasta los pechos de la chica, donde se entretuvo un rato, repartiendo besos, mordidas y chupetones.

-¡Ponte en cuatro! – Murmuró Angus con voz gutural apretándola por la cintura.

Marisa volvió a reír ante la orden, pero esa risa se convirtió en un gemido cuando Blackwood le dio la vuelta y se colocó tras ella, juntando sus piernas y levantándole el trasero. La chica apoyó los codos sobre la cama y acomodó su rostro sobre las almohadas, mordiéndose el labio cuando él le propinó un par de azotes sobre sus nalgas.

-¡Auch, duele! – gimió con voz sensual.

Angus rió y se inclinó sobre ella, mordiendo su trasero, luego deslizó su lengua ancha y caliente sobre la feminidad de Marisa, haciéndola tiritar y lanzar un hondo suspiro. Una y otra vez, la lengua del hombre se paseó entre sus pliegues, su clítoris y su culo. Marisa únicamente atinaba a lanzar fuertes gemidos, apretando la colcha con sus manos.

Inesperadamente, Angus se apartó, ignorando las protestas de la chica y rápidamente buscó un preservativo en el cajón del buró para colocárselo. Marisa, a pesar de todo no se movió hasta que Angus volvió a colocarse tras ella, y le acarició las nalgas. Ella giró el rostro y le dedicó una sonrisa. Él le correspondió y se inclinó besándola con pasión mientras la sujetaba con fuerza de la cadera y la embestía sin ceremonias. Marisa lanzón un chillido de placer y Angus comenzó a moverse con ferocidad, empujando su pelvis contra el trasero de ella. Marisa cerró los ojos y se dejó llevar por la pasión y las deliciosas sensaciones que la invadieron, mordiéndose el labio o gimiendo sonoramente.

La mujer echó la cabeza hacia abajo y jadeó. Angus la sujetaba con firmeza, embistiendo salvajemente y dejando escapar varios gemidos guturales. La fuerza con la que Angus la penetraba la hizo caer de bruces sobre el colchón, él se inclinó aún más, apoyando las palmas de las manos sobre la cama. Gimió con sonoridad y le mordió el hombro derecho.

Marisa seguía gritando, jadeando y gimiendo. Estaba enloquecida de placer y sólo se aferraba a las sábanas para buscar apoyo. Deseaba liberarse, pero sabía que aún no podía hacerlo deseaba entregarse al placer junto con él. Angus bufaba a medida que sus embestidas fueron más y más toscas, enloquecido cuando las paredes vaginales de ella lo aprisionaron, provocándole mayor placer. Él le besaba el cuello o se lo mordía, mientras que la mujer levantaba el trasero y se contorsionaba debajo de él. De pronto, la mano de Angus sujetó el cabello enmarañado de Marisa y tiró de este. Ella echó la cabeza hacia atrás y recibió ese beso descontrolado y cargado de erotismo. Sintió cómo él se liberaba y estallaba; ella lo siguió después, dejando escapar un agudo chillido de satisfacción y juntos cayeron sobre la cama.

*****

Al día siguiente, ambos se levantaron muy, muy tarde, el día anterior prácticamente lo habían pasado haciendo el amor, tomando algunos descansos para comer y dormir por ratos. Esa tarde salieron de nuevo a la playa, hacía una tarde preciosa y decidieron aprovecharlo para tomar el sol y nadar un rato en el mar. Después fueron al centro de Pacific Grove donde almorzaron e hicieron algunas compras.

-¿Te gusta? – Preguntó Angus señalando un enorme bolso de un reconocido diseñador que se exhibía en un aparador.

-Es un poco ostentoso – Murmuró Marisa – Pero ¡sí! Sí me gusta – Sonrió emocionada.

-¡Vamos a comprarlo! – Respondió el hombre y la tomó de la mano antes de entrar a la tienda.

Además del bolso, Angus le compró un perfume y un gran estuche de maquillaje. Marisa estaba contenta con sus regalos, ¡ya tendría algo para presumirle a Colette! Ella usaba productos económicos, clones, porque no podía darse el lujo de comprarse algo tan caro y se aprovecharía ahora que Angus se mostraba generoso obsequiándoselos.

-¿Regresaremos a la casa de la playa o es hora de volver a San Francisco? – Preguntó Marisa – Vi que guardaste el equipaje en el auto.

-¿Olvidaste algo? – Preguntó Angus con el ceño fruncido – Porque podemos regresar por él.

-¡No, todo está en mi maleta! – Murmuró ella sacando un paquete de goma de mascar de su bolso y ofreciéndole un poco al hombre – Creo que es momento de irnos, el viaje en carretera será largo y muy pesado.

-¿Cuándo regresas a la escuela? – Preguntó Angus llevándose a la boca un enorme cuadro de chicle color naranja.

-El próximo lunes – Sonrió Marisa – Esta semana la quiero pasar con mis padres, quizá le haga una visita relámpago a mis tíos y prepare mis cosas para el nuevo semestre.

-¿Te gustaría pasar el próximo fin de semana conmigo? – Preguntó Angus con una gran sonrisa en sus labios – Haré un viaje breve a Los Cabos...

-Suena tentador, pero no, ¡gracias! – Dijo Marisa y le devolvió la sonrisa – No quiero distractores – Murmuró y amplió la sonrisa al ver la expresión de sorpresa en el rostro del hombre ¡lo había rechazado! Y ninguna mujer antes se atrevió a rechazar a Angus Blackwood – Quiero estar al cien ahora regrese a clases, ¡no me lo tomes a mal! – Dijo y lo tomó de la mano – Ya nos volveremos a ver, sólo espera a que arregle mis horarios ¿de acuerdo?

Angus no respondió, se concentró en el camino y siguió conduciendo. En realidad no tenía nada que hacer en Los Cabos, sólo deseaba estar con ella de nuevo, ni siquiera sabía porque, pero estaba fascinado con Marisa. Durante el trayecto, Marisa se acomodó en el asiento y se quedó dormida, ¿cómo podía dormirse en esa incomodidad? Además, pudo haberse quedado despierta y charlar con él. El hombre bufó y lanzó un largo suspiro mientras buscaba algo de música para no aburrirse durante el trayecto a San Francisco.

Unas horas después, la chica despertó y se estiró, bostezando ruidosamente. Angus la miró, recorriendo el cuerpo femenino de manera descarada. Ella le sonrió y se encogió de hombros.

-¿Ya llegamos? – Preguntó con una gran sonrisa y él negó con la cabeza - ¡Que mal! – Continuó e hizo un puchero - ¡Tengo hambre!

-Aquí cerca podemos parar a comprar algo, hay una estación de gasolina y...

-¡Perritos calientes! – Gritó Marisa con júbilo – Me encanta comer las porquerías que venden en las tiendas de las gasolineras – Exclamó mientras se daba la vuelta para arrodillarse en el asiento y comenzar a hurgar en su maleta – Además tengo sed y creo que quiero hacer pipí – Dijo sacando una botella de agua de su equipaje.

-Entonces no bebas más agua – Murmuró él sin poder apartar los ojos del trasero de la mujer... ¡tenía que concentrarse en la carretera! – Ya casi llegamos.

Unos minutos más tarde se detuvieron en la gasolinera. Marisa bajó corriendo sin esperarlo y entró a los sanitarios. Luego se reunió con Angus en la tienda para comprar algunos comestibles y un par de sodas. Regresaron al auto y él se puso en marcha, entretanto, Marisa daba un gran mordisco a una de las salchichas y después le ofrecía un poco a él. La chica comenzó con su cháchara, contándole anécdotas de sus pocos viajes en carretera o de sus visitas a sus familiares mexicanos. Angus no paraba de reír, pues se trataban de cosas muy chuscas y graciosas.

-¡Por fin llegamos! – Murmuró estacionando el auto frente al edificio en el que vivía Marisa.

-¿Tan pronto? – Preguntó ella con una gran sonrisa.

-Dormiste casi todo el viaje...

-¡Estaba cansada! – Protestó y le enseñó la lengua – Pero, ¡gracias por todo, Angus! – Murmuró besando la mejilla del hombre – Quizá pronto podamos repetir la...

-¿Has pensado en mi propuesta, Marisa? - Respondió Angus sujetando el rostro de la chica para besarla con intensidad.

Era una propuesta demasiado tentadora, pero ¡no! Era como prostituirse, vender su cuerpo por dinero. Ella no estaba tan desesperada como para hacerlo, ¡no! Definitivamente no.

-¡Olvídalo! – Murmuró apartándose de él – Eso es prostitución y yo no soy una prostituta, ¡ya te lo dije!

-Pero... ¡sólo serás para mí! – Dijo Angus con cinismo – Serás sólo mía...

-¡Te he dicho que no! No insistas – Exclamó la chica con firmeza.

-Entonces, ¿por qué aceptaste pasar el fin de semana conmigo? – Preguntó Angus enarcando las cejas.

-¡Porque se me dio la gana! – Gritó Marisa – Porque tenía ganas de coger – Sonrió – Y tú eres un hombre fácil, Angus – Exclamó y amplió su sonrisa – Además, coges rico – Finalizó y tomó sus cosas para salir del auto y caminar rumbo al edificio sin siquiera voltear atrás.

*****

¡Ay Angus! Creo que esta chica es muy difícil, es como la horma de su zapato. Es seguro que algo venga a cambiar la vida de Marisa y no le quede otra opción más que aceptar la propuesta de Angus. ¿Qué les pareció el capítulo? Dejen sus comentarios e impresiones y por supuesto sus votos, son bienvenidos.
¡Hasta el próximo capítulo!
Maria Decapitated

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