
CINCO
Angus se levantó de la cama, dispuesto a correr tras Marisa, pero se detuvo y volvió a dejarse caer sobre el colchón mientras pasaba ambas manos por su cabeza. ¿Para qué se preocupaba por ella? Ni siquiera eran cercanos o amigos, no tenía porque correr detrás de esa mujer para pedirle disculpas como lo pensó en un momento. Únicamente le hizo una pregunta, tuvo su respuesta y no volvería a insistir... ¿o sí?
El hombre suspiró hondo y bufó, en realidad estaba encantado con Marisa y la deseaba para él. Quería disfrutarla, tenerla cerca y gozar de su cuerpo, sus caricias y besos. La mujer lo había hechizado y después de ese momento tan íntimo y apasionado que acababan de compartir, las ganas que tenía de ella no se suprimieron, al contrario, deseaba más. Pero si quería que Marisa accediera a convertirse en su amante, necesitaba más que una directa y simple pregunta.
Al día siguiente, Marisa se portó muy distante y cortante con Angus, apenas si le dirigió la palabra cuando él la saludó con su acostumbrada y encantadora sonrisa. La mujer tomó su taza de café y una tostada para sentarse de espaldas a Angus, frente al ventanal. Blackwood no se daría por vencido tan pronto, se levantó y se sentó junto a la chica mientras acariciaba su pierna.
-¿Por qué estás tan enojada conmigo? – Preguntó el hombre sin dejar de acariciarla.
La mujer le dedicó una mirada gélida y se apartó de él, dispuesta a mantener su distancia. No le respondió, continuó sumida en el silencio sin atreverse a mirarlo a la cara. Estaba muy molesta con él, ¡ella no iba a ser la amante de nadie! Quizá cometió un error en dejarse llevar por el deseo, pero ese error no volvería a repetirse.
-Supongo que no me vas a responder y tampoco vas a dejar de estar molesta conmigo – Murmuró Angus – Pero déjame decirte que aún está en pie mi propuesta...
-¡Pues búscate a otra! – Murmuró Marisa poniéndose de pie para alejarse del hombre.
Angus se levantó de un saltó y la sujetó de la mano, impidiéndole que avanzara un paso más. Marisa lo miró desafiante, ¡realmente estaba molesta! Los ojos de la chica centellearon y forcejeó para soltarse de Angus. El hombre le sonrió de forma seductora, mirándola detenidamente. ¡Marisa se veía preciosa! Esa minifalda de cuero negro se ajustaba exquisitamente a sus curvas, mostrando sus piernas largas y esbeltas, además de esa camiseta sin mangas que permitía entrever su sostén de encaje negro; y para rematar, unos zapatos de tacón que la hacían ver un poco más alta.
-¿Y ahora por qué me miras así? – Exclamó la joven - ¡Déjame en paz! – Jadeó y trató de soltarse.
La sonrisa de Angus no se borró de su rostro, la sostuvo firmemente por la cintura con el brazo derecho, mientras que su mano izquierda recorría suavemente su pierna. Marisa se estremeció bajo el tacto del hombre y contuvo un jadeo. ¿Por qué era tan débil? Se preguntó al darse cuenta que irremediablemente sucumbiría bajo el encanto de esos bellos ojos. La mano de Angus continuó su ascenso sobre el muslo de la joven y se coló debajo de la falda...
-¡Aprovechado! – Gritó ella y lo empujó sin éxito, ¡parecía de piedra!
-Sé lo que quieres – Murmuró Angus entre jadeos – Aunque trates de negarlo, tu cuerpo me dice otra cosa, ¿crees que no me doy cuenta?
-¡No es lo que crees! – Gimió Marisa tratando de que la soltara, aunque en realidad, él no se equivocaba.
Ella continuó con su intento de apartarse, pero el hombre era muy fuerte, sus brazos la ceñían firmemente, apretándola a su cuerpo. La chica se tensó y su piel se erizó al sentir la cercanía del hombre. Cerró los ojos e intentó concentrarse y parecer indiferente ante Angus, pero sus apetitosos labios estaban demasiado cerca de su cuello. Podía sentir su aliento tibio rozar su mejilla. Se estremeció y sin pensarlo, entreabrió los labios.
Angus, ante ese gesto, sonrió y se acercó aún más a Marisa sin dejar de acariciar sus muslos y unió su boca a la de ella para besarla con ímpetu. Ella le respondió inmediatamente y se dejó llevar por ese beso arrebatador. La lengua de Angus exploró su boca, moviéndose con maestría, acariciando su lengua. Ella no debía permitir que él continuara besándola y tocándola de esa manera, pero esas caricias eran tan delicadas y sublimes que lentamente arrebataron su cordura. La joven cerró los ojos mientras su cuerpo comenzaba a reaccionar ante ese delicioso roce. Sus pezones se endurecieron y su sexo comenzaba a lubricarse y palpitar.
Blackwood estaba muy pendiente de las reacciones de Marisa, sabía que ella estaba inquieta y aún molesta, pero le gustaban sus caricias. El rubor en el rostro de la joven la delataba, así como el acelerado ir y venir de su pecho, y esos suaves gemidos que se escapaban de su garganta. La mano de Angus acarició la parte interna de los muslos de la mujer. Ella abrió más las piernas y jadeó más profundamente.
Angus dejó escapar un ronco gemido cuando acarició el sexo de Marisa por encima de las bragas. Ella estaba húmeda, la tela estaba empapada. Sintió cómo la mujer se estremecía y presionó suavemente. Marisa sólo jadeó y apretó su mano sobre la de él. Angus sonrió y deslizó su lengua por el cuello de la joven hasta su mejilla. Marisa temblaba por completo. Una parte de ella deseaba que se detuviera y salir corriendo del lugar, pero la otra deseaba que continuara con esas caricias.
El hombre hizo a un lado la delgada tela de encaje que la cubría y sus dedos se abrieron paso a través de la aterciopelada humedad de Marisa. Ella ahogó un gemido y arqueó la espalda. Angus continuó acariciando el sexo tibio de la joven, trazando suaves círculos sobre su clítoris. Marisa abrió los ojos de golpe y dejó escapar un sonoro gemido, cuando esa deliciosa, pero sorprendente descarga la sacudió por completo. Ella volvió a gemir, Angus sujetó su barbilla con su mano libre, uniendo su boca en un beso aún más apasionado que el primero. La chica se sintió transportada a un nuevo universo, dejó de pensar y sólo se concentró en esas caricias que despertaron el deseo que ella trataba de dominar.
Marisa se apartó momentáneamente de Angus cuando él hundió un dedo dentro de su sexo y lanzó un hondo jadeo mientras él lo sacaba y la volvía a penetrar. Gimió con fuerza y comenzó a mover sus caderas y arquear la espalda. ¿Qué diablos estaba haciendo? No tenía porqué portarse así, pero a ella le gustaba. ¡Le encantaba ese hombre!
Angus sonrió, disfrutando de ese momento. Marisa era una joven muy apasionada y verla así lo excitaba cada vez más. Si no se controlaba, ¡le volvería a hacer el amor! Él continuó penetrándola, jugando con su sexo, mientras que los fluidos de la joven le empapaban la mano. Marisa se retorcía y gemía cada vez más alto. Angus se volvió a apoderar de la boca de la chica, callando esos gemidos que se habían convertido en gritos de placer. Con su lengua exploró su boca y la saboreó. Él continuó con sus íntimas caricias, penetrándola y presionando su clítoris con el pulgar. Marisa respiraba con dificultad, embriagada por el placer. La chica estaba a punto de estallar, su cuerpo temblaba ante las oleadas del orgasmo y se separó de Angus para dejar escapar un hondo gemino de satisfacción, liberándose completamente sobre la mano del hombre.
-¡Eso fue hermoso! ¿Sabes? – Murmuró Angus retirando lentamente su mano – Eres muy intensa, ¡y eso me encanta! ¡Me vuelves loco! – Gimió el hombre mientras lamía sus dedos, saboreando las mieles de la chica.
Marisa estaba muda, sorprendida ante las reacciones que ese hombre le provocaba. La chica respiraba rápidamente, sin embargo, le gustaban esas sensaciones y ¡deseaba más! quería pedirle a Angus que la tomara ahí mismo y le dejara tocarlo, explorar su cuerpo y dar rienda suelta la pasión. Blackwood estaba como hipnotizado contemplando a Marisa, se veía más hermosa que nunca con sus mejillas coloradas y respirando con dificultad. Se inclinó aún más y volvió a besarla con pasión y lujuria. Marisa respondió ante ese beso, aferrándose con firmeza al cuerpo del hombre, acariciando su ancha espalda e intentando despojarlo de su camiseta.
-Entonces... - Dijo él entre jadeos - ¿Aceptarías convertirte en mi amante?
De pronto, la magia que envolvía el momento se desvaneció, Marisa fue golpeada de nuevo por la realidad, inmediatamente se apartó mirando con odio al hombre.
-¡Eres un...! - Exclamó la mujer - Yo no soy de esas...
-¿Y qué tiene de malo? - Respondió Angus lamiendo su labio inferior - Creo que es una buena oportunidad, ¿no lo crees? - Suspiró - Te daría todo lo que necesitas, lo que te haga falta...
-¡Ya te dije que no! - Gritó Marisa con rabia - Ni creas que estoy tan desesperada como para convertirme en la querida de... un tipo como tú - Bufó muy molesta - ¡Olvídalo! - Murmuró y dio la media vuelta para refugiarse en su habitación.
*****
El regreso a San Francisco fue tenso e incómodo para la chica, aunque se sentó apartada de Angus, podía sentir su mirada pesada sobre ella y, si llegaba a cruzar miradas con el hombre, en sus ojos había un brillo de lujuria y en sus hermosos labios, una sonrisa maliciosa.
Para Marisa, esa tensión sexual era cada vez más insoportable; el verlo ahí sentado, con la camisa desabotonada, la cabeza recostada en el asiento y esa actitud relajada que lo hacía verse más sensual que nunca, lograba que su temperatura corporal aumentara. Apenas si logró contener las ganas de acercarse a él, sentarse sobre su regazo y comenzar a besarlo en esos labios tan deliciosos, mientras frotaba su pelvis sobre su sexo...
¿Pero por qué tenía esos pensamientos? Ese tipo era un patán que lo único que buscaba era acostarse con ella unas cuantas veces quisiera y después botarla como si se tratara de una cosa inservible. Trató de relajarse e ignorar al sujeto en cuestión, pero le fue imposible, no podía apartar la mirada del hombre y sabía perfectamente que él estaba disfrutando de ello.
Angus desvió la mirada de Marisa, era mejor permanecer relajado. El hombre sabía que la chica estaba nerviosa y que quizá también estuviera excitada. La manera en que se encontraba sentada y la expresión de su rostro le mostraban muchas cosas. Así que el hombre se puso cómodo, se colocó unos audífonos y cerró los ojos, quedándose dormido por un instante para evitar esas ganas que tenía de acercarse a Marisa.
Al llegar a San Francisco, la chica ni siquiera esperó a Angus y abandonó inmediatamente el aeropuerto, buscó un taxi con la mirada y abordó rápidamente uno que acababa de dejar a una pareja de ancianos. Marisa se sintió un poco más aliviada al alejarse de ese hombre, esperaba que él no la buscara de nuevo e insistiera. Su propuesta era muy tentadora, especialmente porque ella necesitaba el dinero, sin embargo, no tenía caso que volviera a pensar en él. Se lo había dejado muy claro y esperaba que Angus no fuera como un niño caprichoso; de lo contrario terminará cediendo ante los caprichos de ese niño.
*****
-Y bien, ¿no vas a decirme como te fue en tu fin de semana en Las Vegas? – preguntó Colette tomando una fresa para meterla a su boca.
-¿Para qué quieres saberlo? – exclamó Marisa sin responder a la pregunta de su amiga y continuó preparando su malteada – Sólo fue un fin de semana de negocios, es todo.
-¿Estás segura? – dijo Colette levantando las cejas y llevando más fresas a su boca – Para mí que algo pasó ese fin de semana y aunque tenga más de dos días intentando obtener una respuesta de tu parte, parece que jamás vas a revelarme nada, ¿o me equivoco?
-¡Es que no pasó nada! – murmuró la morena mientras bebía un gran sorbo de malteada de fresa – Y por favor, ya no vuelvas a insistir en el tema ¿de acuerdo?
-¡Cómo tu digas, preciosa! – respondió Colette levantando las manos – Aunque no entiendo porque te pones como una fiera, ¿te hizo algo el tal Angus?
-¡No! – gritó Marisa bebiendo con rapidez la malteada - ¿Me acompañarás?
-¡Sabes que sí! – exclamó su amiga – Es una buena oportunidad para nosotras – murmuró – Termina tu desayuno y nos vamos.
Marisa asintió, por el momento no deseaba hablar con su amiga sobre lo sucedido con Angus en Las Vegas ese fin de semana, no lo consideraba importante, ya que ¿para qué tomar en cuenta a ese tipo si estaba segura que él tampoco la tomaría en cuenta? Lo que consideraba primordial en ese momento era conseguir un empleo y gracias a los contactos de Zac, se enteraron que una tienda de ropa estaba buscando modelos para su catálogo.
Las chicas se dirigieron al centro comercial para la entrevista y después de esperar algunas horas, finalmente obtuvieron el empleo. Marisa y Colette estaban muy entusiasmadas ya que con lo que obtuvieran de ese empleo, podrían pagar la matrícula del nuevo semestre.
-¿Y qué harás con lo que ganaste en tu cita con Angus? – Preguntó Colette sacando de nuevo a colación al hombre.
-Le mandé poco más de la mitad a mis padres – Suspiró la chica – Creo que por ahora ellos lo necesitan más que yo – Sonrió – Sólo guardé un poco para costear mi viaje a México.
-Yo al final he decidido no asistir – Murmuró Colette ante la mirada atónita de Marisa.
-¿Por qué? – Preguntó sorprendida – Me parece una gran oportunidad.
-Para mí no – Exclamó su amiga – Al final, mi especialidad es la repostería y...
-Es cierto – Murmuró Marisa – Pero aún así te ayudará a reforzar conocimientos.
-Lo voy a pensar – Dijo Colette encogiéndose de hombros – Por cierto, ese chico de allá no deja de mirarte.
Marisa levantó la mirada, buscando al supuesto chico que no dejaba de observarla. Le parecía conocido, aunque por un momento no pudo recordar en dónde lo había visto. ¡Era guapo!
-Parece que viene hacia acá – Comentó Colette golpeándola suavemente con el codo.
Marisa comenzó a reírse, Colette tenía razón, el hombre en cuestión caminaba hacia ella y de hecho, también le sonreía.
-¡Marisa! – Murmuró el hombre una vez que estuvo cerca de ella.
La chica lo observó fijamente, ¡ya se acordaba de dónde lo había visto! Era el amigo de Angus, el chico que la recibió cuando llegó al bar. Marisa sonrió y saludó con un poco de timidez, realmente no recordaba su nombre.
-¡Hola! – Exclamó ella y extendió su mano para saludarlo.
-¿Te acuerdas de mí? – Preguntó Owen mirándola con curiosidad.
-¡Por supuesto! Pero... no recuerdo tu nombre – Respondió y se puso colorada.
-¡Soy Owen Dickson! Nos conocimos en la fiesta de cumpleaños de Angus Black...
-Sí, lo sé – Exclamó Marisa - ¡Qué gusto volver a verte!
Él asintió y miró a Colette que también sonreía. Marisa hizo las debidas presentaciones y Owen las invitó a tomar un café.
-¡Yo no puedo! – Comentó Colette – Te lo agradezco, pero tengo una cita con mi novio y ya no tarda en llegar.
-¿Tú podrás, Marisa? – Preguntó Owen.
-¡Desde luego! Yo encantada – exclamó la chica con una enorme sonrisa – Saluda a Zac de mi parte y dile que muchas gracias por toda la ayuda. Yo le llamaré más tarde. – dijo Marisa abrazando a Colette y besando su mejilla.
Colette se despidió de Owen con un fuerte apretón de manos y caminó a toda prisa para reunirse con su novio. Marisa miró a Owen y ambos se dirigieron a un café que se encontraba a unos pasos de ahí. Entraron en el lugar y ocuparon una mesa que se encontraba en el fondo.
-Buenas tardes, bienvenidos. ¿Qué van a tomar? – preguntó un joven mesero con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Marisa echó un ojo al menú que estaba impreso sobre la mesa, se le antoja a un café latte y unos pastelillos de limón, o quizá un panqué de naranja, estaba un poco indecisa al respecto. Miró a Owen, quién no le quitaba los ojos de encima, el hombre la miraba con mucha ternura, nada que ver con las miradas ardientes de Angus.
No tenía caso estar pensando en ese idiota, lo mejor para ella sería conocer bien a Owen, el hombre le gustaba, ¡él si era un caballero! Marisa le dedicó una sonrisa cálida y amistosa antes de ordenar.
El mesero tomó la orden y se alejó de la mesa dejando a la pareja sola. Owen volvió a mirar a Marisa y comenzó una charla con la joven.
-Estaba por entrar a una tienda a hacer unas compras, cuando te vi. - Exclamó el hombre y sonrió - Por eso no dudé en acercarme, pues pensé que jamás te volvería a ver.
-Yo pensé lo mismo - murmuró Marisa - De hecho no recordaba tu nombre y lo siento, pero si recordaba tu rostro. Por eso cuando Colette me dijo que no dejabas de mirarme, tu cara se me hizo familiar. Y es un gusto para mí poder hablar contigo. - Exclamó y sonrió.
-Créeme que me agradaste desde que te vi. – exclamó Owen – Soy una persona asocial y es raro que alguien me caiga bien con solo verlo.
-¡Es que yo soy especial! – respondió Marisa y comenzó a reír.
-Muy especial, eres magnífica. – murmuró y la chica se ruborizó - No sé si ya te lo habían dicho, pero te ves hermosa cuando ríes. – dijo el hombre y la tomó de la mano – Espero que esta no sea la primera y la única vez que salgamos a tomar algo juntos.
-¡Por supuesto que no! – dijo la chica – Seguramente podremos salir muchas veces más, si quieres puedo darte mi numero y así quedamos para salir algún día.
-De acuerdo – respondió Owen anotando el número de Marisa en una servilleta – Creo que te llamaré mañana, hay una película que me gustaría ver y me encantaría que me acompañaras. ¿Qué dices?
-¡Yo encantada! – respondió Marisa – Pero si es de terror, para mi es lo ideal. – exclamó – Adoro las películas de miedo.
-¡Entonces eres de las mías! – exclamó Owen y sonrió – Hay un cine exclusivo, donde todos los martes y miércoles aparece en cartelera una película antigua de terror.
-¿Y qué película veremos? – preguntó la joven con curiosidad.
-The Lords of Salem – respondió Owen – Es una película escrita, producida y dirigida por Rob Zombie y su esposa Sheri Moon Zombie es la protagonista.
-Me agrada el título – dijo Marisa y comió un trozo de panqué – Estoy segura de que la disfrutaré.
Owen le dedicó una sonrisa tierna y ambos continuaron con su charla, intentando conocerse más a fondo, ya que parecía que ambos compartían muchas cosas en común; como por ejemplo los gustos en cine, música y literatura.
-¡Sabía que eras de las mías! – Comentó Owen con una gran sonrisa – Por algo me caíste bien aunque no te conocía.
-Pues es raro encontrarse con chicos como tú, así de encantadores y agradables – Dijo Marisa – Espero podamos ser buenos amigos.
-¡Cuenta con ello! – Dijo Owen y extendió su mano a Marisa – Entonces, ¿amigos?
-¡Amigos! – Respondió la chica con una gran sonrisa en los labios.
Después de un rato, la pareja abandonó la cafetería y Marisa acompañó a Owen a hacer sus compras, de hecho, la chica lo ayudó a elegir un traje y algunas camisas que necesitaba. Estaban pasando un rato muy agradable, gastando bromas y riendo a carcajadas, hasta que la chica se dio cuenta que ya era tarde y debía ir a descansar.
-Creo que debo dejarte – Comentó Marisa – Se está haciendo tarde y mi casa no está muy cerca de esta zona – Murmuró y abrazó con fuerza a Owen – Realmente la pasé muy bien contigo.
-¿Crees que voy a dejarte ir sola? – Exclamó el hombre – Mi auto está en el estacionamiento, acompáñame y te llevo a tu casa. Así continuamos charlando, ¿no crees?
Marisa asintió de buena gana y comenzó a caminar del brazo de Owen, quién le estaba contando algunos chistes y ella lanzaba sonoras carcajadas. Después de un rato de risas y buena charla, Owen se estacionó frente al edificio donde vivía Marisa.
-¿Quieres pasar un rato? – Preguntó la joven.
-Te agradezco mucho, pero me veo obligado a declinar la oferta – Murmuró Owen – Voy a dejar que descanses, ya tendremos más tiempo mañana para continuar con nuestra charla.
-¡Tienes razón! – Respondió Marisa - ¡Muchas gracias! ¿Me llamarás?
-¡Claro! Eso no lo dudes, linda – Dijo el hombre mirándola fijamente.
Marisa le sonrió, lo abrazó con fuerza y depositó un beso sonoro en su mejilla. Owen también la abrazó, devolviéndole el beso. La chica se apartó y corrió hasta la entrada del edificio, dio media vuelta y le dijo adiós con la mano. Owen suspiró y dijo adiós antes de volver a su auto y ponerse en marcha.
*****
La relación entre Marisa y Angus parece no ser muy buena, aunque la atracción y la tensión sexual son inevitables. Ahora ha aparecido Owen, quién será, por decirlo así, el tercero en discordia y como pudimos darnos cuenta, entre él y Marisa hay muy buena armonía.
¿En qué desencadenará todo esto? No se pierdan los próximos capítulos.
Muchas gracias.
Maria Decapitated
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