4. I came across a fallen tree
Sí, nuevamente estaba de vuelta en su lugar favorito, caminando con cuidado por el sendero de tierra. El sonido del agua volvía a ser un bálsamo para su corazón.
Fue un día bastante miserable, desde la terrible situación de la mañana hasta su jornada laboral, que no había hecho más que empeorar sus ya descolocados sentimientos, añadiéndole estrés a la ecuación. Todo fue una completa tortura para él.
Además, en ese periodo de tiempo, otro problema se sumó a su ya kilométrica lista. Su par era otro hombre. ¿Cómo se lo explicaría a sus amigos y a su familia? “Oigan chicos, resulta que no soy compatible con ninguna mujer, por eso mi par es un hombre”, sonaba un poco patético si lo decía de esa manera. Sin embargo, no había nada que hacer al respecto.
Una breve investigación, cuando tuvo algo de tiempo durante el día, le dijo que aquel hombre le había mentido, como suele suceder en los casos normales de parejas pares; él no tenía opción de rechazar a su par.
—Ese... Por su culpa casi terminé en la cárcel —susurró Izuku al llegar junto al tronco caído.
Le enfadaba pensar en el problema en el que casi se había metido. Por supuesto, aquel hombre no iba a admitir que fue él quien le dijo tales mentiras, deshaciéndose por completo de la culpa, sino que diría que fue el propio Izuku quien rechazó a su pareja impuesta.
Impuesta, esa palabra le sonó tan asfixiante a Izuku. La idea ya no le parecía tan alentadora como antes, pero al mismo tiempo se sentía anhelante ante el hecho. La necesidad de calmar su soledad libraba una batalla a muerte con su libre albedrío. Aunque desde un principio él sabía el resultado de esa pelea.
Izuku dio algunos pasos hacia el tronco caído y se subió en él para sentarse en medio, como siempre. Entonces vio algo inusual.
Envuelto en plástico y pegado con cinta de embalaje, había un papel con la palabra “Deku” escrita en él.
No hubo duda en Izuku al arrancar el papel del tronco. Miró a su alrededor en busca de la persona que lo dejó allí. ¿Acaso era una broma? No parecía probable, incluso si alguien hubiera visto el video, era muy difícil que supiera de ese lugar.
Solo Kacchan lo sabría, solo él podría llamarlo así. ¡Solo Kacchan podría haber dejado eso allí!
Quería abrirlo en ese momento, pero al mismo tiempo tenía miedo de hacerlo en ese lugar apartado, estando solo, y que al final todo resultara ser una broma.
Debía darle alguna seguridad a su corazón. La compañía ante la decepción parecía una buena idea.
Con ansias de sacar aquel papel de su envoltorio, no se quedó más tiempo allí. Caminó hacia el borde del tronco y saltó de él, corriendo todo el camino de regreso a su auto.
Ya en el coche, yendo hacia su apartamento, sus manos no dejaban de moverse sobre el volante y sus ojos se dirigían hacia el papel a su lado cada pocos segundos. Por poco no tuvo un accidente debido a su grado de distracción.
Su cuerpo ansioso no se pudo contener ni un momento, estuvo inquieto incluso cuando abrió la puerta de su hogar. Dentro, el sonido de una canción de apertura de anime sonaba un poco alto para el gusto de Izuku, pero lo ignoró y simplemente tiró su mochila, se quitó los zapatos y fue directo a sentarse al lado de su hijo.
—¿Qué tienes? —dijo Kota, volteando a ver a su padre.
Izuku estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el sofá y mirando fijamente un sobre de papel.
—Encontré esto en el tronco del árbol.
—¿En ese riachuelo donde te gusta ir a escuchar música?
—Sí.
—¿Era ese el lugar donde lo estabas invitando con la canción?
—Así es.
—¿Deku?
—Así solía llamarme.
Un pequeño silencio se formó mientras ambos miraban el sobre de papel con los ojos muy abiertos y una emoción palpitante. Después de un rato sin que nada sucediera, Kota se impacientó y saltó del sofá gritando a todo pulmón.
—¡Ábrelo de una vez!
Izuku lo abrió rápidamente, como cuando se quita una curita y se quiere acabar pronto con el dolor.
En el interior había tres cosas: una carta, un boleto de avión y una identificación para acceder a los bastidores del concierto de Fiadhaí.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Izuku, examinando detenidamente el pase.
—Creo que te está invitando a verlo.
Los ojos verdes de Izuku se encontraron con los negros de Kota antes de tomar el papel con la carta.
—Estúpido Deku, ¿en serio, un video con una canción? —leyó en voz alta Izuku, haciendo una mueca—. Funcionó, supongo que no fue tan mala idea. Te dejé esto porque no podía quedarme en Musufato por mucho tiempo, tenía un vuelo a Tokio temprano.
»No puedo creer que este maldito tronco todavía esté aquí. ¡Maldición! Incluso nuestros apodos siguen en él.
La mueca en el rostro de Izuku se intensificó un poco más, definitivamente no debió leer en voz alta eso.
—Papá, he escuchado cosas peores en la televisión, no te preocupes y sigue. —A esas alturas, Kota no estaría satisfecho a menos que supiera qué decía la carta, por eso se acercó a su padre con una sonrisa en el rostro.
—Pero ni se te ocurra repetirlas.
—No lo haré, lo prometo.
Con algo de duda reflejándose en sus ojos, Izuku siguió leyendo.
—Me fui por otro camino, lo que realmente quería decirte era que, como no tengo tiempo para esperar a que aparezcas, preparé todo para que vengas a Tokio. Te iba a dejar mi número, pero mi mánager no me dejó. —Izuku se detuvo, dejando salir un suspiro sonoro y entrecortado, demasiado teñido de asombro, y luego continuó—. También muero por verte, Deku. Desde que llegué a Japón solo pude pensar en ti, pero no he tenido tiempo ni sabía cómo buscarte.
»Espero que puedas venir. El vuelo es el viernes a las once de la noche, enviaré a alguien para que te recoja en el aeropuerto. Ya quiero verte, nerd.
El silencio regresó mientras Izuku asimilaba todo lo escrito en la carta y Kota daba pequeños saltitos emocionados a su lado.
—¡Papá, él quiere verte!
El grito de su hijo sacó a Izuku de su asombro, luego tomó al pequeño entre sus brazos y rió feliz. Eso era, con mucho, lo más emocionante que le había pasado en su vida.
Además, iba a volver a ver a Kacchan. Tal vez ese día no fue tan malo como creyó al principio.
Era viernes y él se encontraba dando vueltas por la casa mientras sostenía su celular con el hombro.
Sentado en la barra de la cocina, Kota veía a su padre pasar de un rostro sonriente a uno de completa tristeza.
—Comprendo, gracias de todos modos. Espero que tu niño esté bien —dijo Izuku, tomando el celular para colgar.
—¿Y bien?
—Shinso no podrá cuidarte, está en el hospital con su esposa e hijo. Todoroki y su esposa están en una cena con la familia de ella, y tienen un viaje de negocios mañana. Así que no podré ir.
Kota abrió sus ojos como si acabara de escuchar una barbaridad, una locura, ¡la cosa más horrible del mundo! Simplemente, su padre no podía perder esa oportunidad de esa manera, él no lo iba a dejar.
—Voy a empacar, nos vamos ahora mismo.
—Solo tengo un tiquete.
—¡Papá!
—Está bien, ve a empacar.
Izuku siguió su propio consejo y metió en una mochila la ropa que ya había escogido de antemano, junto a todo lo que creyó que podría necesitar.
Sus manos temblaban, la idea de perder la oportunidad de ver a Kacchan se sentía como un dolor fantasma en el pecho, y su garganta estaba apretada, casi de forma asfixiante. Quería llorar otra vez, pero a la vez no deseaba hacerlo, aún había solución.
—Si tienes tareas, lleva los cuadernos también, estaremos de vuelta el lunes por la mañana.
—El lunes, recuerda llamar para pedirme una excusa.
En menos de media hora, padre e hijo estaban en un taxi rumbo al aeropuerto, comiendo un par de panes que habían comprado en una pequeña panadería de su vecindario, junto a un café para Izuku y chocolate para Kota. No era la mejor cena del mundo, pero no quisieron perder el tiempo en ello, necesitaban llegar al aeropuerto temprano. Tenían la esperanza de poder solucionar algo allá.
—Todo estará bien, papá, solo respira un poco —tranquilizó Kota, mirando a su nervioso padre.
Últimamente, para Izuku sus viajes en auto se estaban convirtiendo en una tortura, como si de repente los vehículos se hubieran transformado en algo más que un simple transporte. En ese momento en particular sentía que su vida se encontraba al límite, estaban sucediendo demasiadas cosas impactantes para alguien sencillo como él. Esperaba que al final todo resultara bien o pronto su cansancio únicamente empeoraría.
Buscar un aliento de vida, una alegría, algo de emoción era un camino agotador al final del día, más si al terminarlo no se encontraba con nada. Es por eso que esperaba al menos responder a alguna de las preguntas que lo aquejaban, con eso todo valdría la pena.
El auto se detuvo frente al aeropuerto, Kota salió disparado del vehículo y esperó ansioso a que su padre pagara y bajara con las maletas.
En su caótico estado, Izuku apenas se dio cuenta del paso del tiempo, estaba en piloto automático, no había otra forma de describirlo.
Caminó por el aeropuerto, hizo fila y sacó sus documentos sin percatarse del todo de sus acciones. Solamente hasta que se encontró frente a una joven que le sonreía con amabilidad, pudo salir de sus pensamientos, al menos lo suficiente para darse cuenta de que tenía a alguien enfrente.
La empleada que usaba el uniforme de la aerolínea en la que Kacchan compró su tiquete, llamó suavemente a Izuku para preguntarle qué necesitaba. La cordial voz de esta por fin lo hizo reaccionar por completo para poder hablar.
—Disculpe, tengo un vuelo para las once, pero me surgió un inconveniente y tengo que llevar a mi hijo. ¿Hay algún asiento disponible para el mismo vuelo? —preguntó Izuku, acercando a la joven su tiquete.
—Espera un momento, reviso, señor —comentó esta, tomando el tiquete y mirándolo antes de buscar algo en la computadora a su lado. Luego de unos breves segundos, la mujer alzó la mirada—. Tengo una cancelación para su vuelo, aunque estarían separados, usted tiene un asiento en primera.
—No me importa, con tal de que mi hijo llegue conmigo a Tokio es suficiente.
Kota miró hacia su padre un momento y luego a las personas pasar.
Aunque, si bien todo esto era por su padre, él se sentía emocionado. ¡Lo que estaba sucediendo era una increíble aventura! Y él podría ser parte de eso.
Conocer a una banda famosa, ir tras bastidores de un concierto, ver a la persona que tenía así de feliz a su papá, todo sonaba demasiado bien para el pequeño. Aunque, era posible que Izuku lo dejara en el hotel y a duras penas pudiera ver televisión y comer algo de comida chatarra, aun así, si ese fuera el caso, todavía podría decirle a Eri que fue a Tokio ese fin de semana. La historia seguía siendo lo suficientemente buena como para contar.
—Muchas gracias —dijo Izuku, tomando un nuevo tiquete para alejarse junto a Kota—. Te tocará ir separado de mí.
—No te preocupes, estaré bien. ¡Vamos a ir a Tokio y veremos a Kacchan!
Pocas veces Kota se veía así de animado, y la verdad, tal vista tenía feliz a Izuku. Todo estaba saliendo bien, era como si el destino deseara que aquel reencuentro se llevara a cabo.
—Sí, vamos a ver a Kacchan —susurró Izuku, con una enorme sonrisa.
Cuando bajó del avión, Izuku sentía que sus tripas querían comerse entre ellas y la comida que le habían dado no había sido algo que ayudara a su situación. Su hijo se encontraba igual, según pudo ver en su ceño fruncido y notable irritación.
Cuando llegaran a donde sea que se fueran a quedar, pediría algo de comer, o bajaría el mismo a buscarlo.
Una vez fue por las maletas y se encontró saliendo del aeropuerto, recordó que se suponía que alguien iba a ir a recogerlos. Detuvo su caminar justo frente a las grandes puertas y miró hacia atrás con duda.
Kota también se había detenido, e igualmente dirigió su mirada hacia atrás, sin entender por qué su padre no continuó caminando.
—¿Papá?
—Se supone que alguien venía por nosotros. ¿Será buena idea esperar aquí?
Caminó hacia un lado y se quedó allí mirando a todo el que pasaba. Kota se sentó junto a su padre en el suelo, jugando distraídamente con los cordones de sus zapatos.
Varios minutos pasaron sin que alguien se les acercara. Era tarde, tenía hambre y su hijo probablemente estaba igual. La comida en un aeropuerto era demasiado cara, por lo que la mejor opción era irse de allí. ¿A dónde? ¿A un hotel? Buscó en sus bolsillos la carta de Kacchan, tal vez allí estaba el nombre del hotel, pero entonces, una persona se paró a su lado.
—¿Midoriya Izuku?
Izuku alzó la mirada olvidando su labor de buscar la carta y descubrió a un hombre, por lo menos unos quince años mayor que él, mirándole fijamente, con una expresión que solo podía decir “me acabo de despertar”.
—¿Quién pregunta?
—Soy Aizawa Shota, el manager de Fiadhaí. Bakugo me pidió que viniera por ti.
La expresión de Izuku cambió de inmediato, al instante la emoción fue visible en su rostro.
Por su parte, Kota se levantó del suelo y tomó la mano de su padre.
—Entiendo. Gracias por venir por nosotros, Aizawa-san.
—¿Nosotros? —Aizawa miró al niño al lado de Izuku con una ceja levantada.
—Este es Kota, mi hijo, no tenía con quién dejarlo, así que tuve que traerlo conmigo.
La expresión del mayor era un poema, demasiado complicada en ese momento, como si algo estuviera mal en la interacción.
—Entiendo. Síganme.
Con eso, Aizawa se dirigió a las puertas del aeropuerto y caminó con calma entre las personas que entraban y salían. A unos cuantos metros un auto gris, de aspecto lujoso, esperaba silenciosamente. El manager se detuvo frente a este y fue directo a la cajuela.
—Las maletas —pidió Aizawa, con voz plana.
Izuku se acercó, entregó sus maletas y se quedó de pie junto a este sin saber qué hacer.
—¿Qué esperas? Entra al auto —indicó Aizawa.
Todavía sintiendo demasiada timidez, Izuku abrió la puerta trasera y entró al vehículo, acomodándose hasta la mitad. Debido a sus nervios, solo hasta que su pierna chocó con algo a su lado, se percató de la otra persona dentro.
El aire se le escapó y su corazón dio un brinco. Un par de ojos rojos y una sonrisa arrogante eran dirigidos hacia él. La poca luz que entraba por la ventana golpeaba el cabello rubio del hombre y hacía que tanto este, como su piel blanca, se iluminarán como si tuvieran luz propia.
La visión era hermosa. Camisa negra, chaqueta blanca, varias perforaciones en sus orejas y una en su labio inferior. Una presencia poderosa, imponente y eso dejó sin aliento a Izuku.
—Kacchan.
—Deku —dijo una profunda voz.
Katsuki se acercó un poco a Izuku, alzando una mano en dirección a este, justo cuando alguien más entró al auto cerrando la puerta tras él.
—Papá, cuando lleguemos podemos comprar algo de comer, o pedirle a Aizawa-san que pare en un restaurante de comida rápida.
La voz de Kota detuvo a Katsuki, los dos adultos se quedaron viendo al menor como si despertaran de un sueño.
—¿Papá? —cuestionó Katsuki.
La sola palabra estaba llena de confusión y algo más que Izuku no pudo identificar.
—¡Tú eres Bakugo-san! —exclamó el niño emocionado.
Hola, el cuarto capítulo. ¡Ya apareció Kacchan!
¿Qué tal el Kacchan? 😏
Espero que lo disfrutarán, y gracias por leer hasta aquí, eso me hace feliz.
Si quieren ayudar a la historia a llegar a más personas, no olviden votar y comentar. Si no saben que decir pueden dejar un emoji de un árbol (🌳).
Si encuentran algún error no duden en decirme, se lo agradecería mucho.
No siendo más, nos leemos en el próximo capítulo o en otra de mis historias.
Los quiero.
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