2. Sat by the river and it made me complete
—¿Te llamaron? —preguntó Todoroki Shoto, un amigo de Izuku y parte de la banda, deteniéndose de sacar su bajo.
—¿Es en serio? —Esa vez fue Hitoshi Shinso el que habló, dejando de jugar con sus baquetas.
—Mañana tengo mi cita —respondió Izuku, viéndose realmente nervioso.
Una pareja, tener una pareja era algo que empezó a creer como imposible. Parecía ser que sus amores estaban destinados al fracaso desde un inicio. A esa altura de su vida había empezado a contemplar la posibilidad de que permanecería solo hasta morir.
Tratando de no pensar demasiado en su desastroso pasado amoroso, descargó el estuche de su guitarra y se dispuso a sacarla. Ensayarían sin Ochaco, no tenían de otra, les habían llamado para tocar el viernes de la próxima semana y simplemente no iban a rechazar aquel pedido.
Si ella ya no era feliz tocando con ellos, no había mucho que pudieran hacer. Por tal motivo, nada más le avisaron del ensayo y dejaron que la chica tomara su decisión.
—Entonces estaremos celebrando una boda pronto —soltó Shoto, deteniéndose para poder mirar a Izuku con una gran sonrisa—. El gobierno da como seis meses para preparar la boda. Dime que tienes ahorros guardados para eso.
Los movimientos incómodos de Izuku fueron suficiente para que sus amigos supieran que este no estaba preparado.
—¡No importa! —exclamó Shinso, saliendo de su normalmente calmada forma de ser—. Tenemos seis meses, de ahora en adelante invertiremos todo lo que ganemos tocando en tu boda.
—Yo puedo pedirle a Fuyumi que te deje a un buen precio el pastel.
—Esperemos que tu futura esposa no quiera algo muy grande.
—Aunque no nos alarmemos tanto. Puede que ella también tenga ahorros para esto.
Sus amigos siguieron hablando de su futura boda mientras Izuku se daba cuenta de ello. Por estúpido que sonara, solo hasta que se lo mencionaron pensó en esa parte crucial del asunto.
Iba a casarse, pasó de ser un desastre en el romance, a pronto contraer matrimonio con una desconocida. ¿Negarse? No, eso no era una opción, a menos de que quisiera una multa y pasar unos cuantos años tras las rejas. Y alguien como él, con un hijo a bordo y todas las de perder, no podía permitirse algo así.
Igual, siempre se podía divorciar en caso de que fuera imposible el vivir juntos. Debía agradecer que las leyes habían cambiado en los últimos años. Una medida que buscaba lograr una reducción en el maltrato intrafamiliar, que empezó a tomar fuerza ante la imposibilidad de una separación.
¿Y si algo así le sucedía? ¿Y si aquella mujer y él no eran compatibles en otros aspectos más allá del reproductivo? ¿Y si, ni siquiera llegaban a gustarse?
Desde el peor de los escenarios hasta el más benevolente, la idea de su boda comenzó a crear hielo en el corazón de Izuku. Si lo pensaba de esa forma, aquella cita se sentía más como una tortura que cómo una bendición.
Le empezó a subir dolor de cabeza con la avalancha de pensamientos y dudas que toda la situación le estaba trayendo. El malestar era tan insoportable que nada más deseaba escapar de él.
En ese momento todo lo que quería era tocar su guitarra y olvidarse de lo demás. Y eso se dispuso a hacer cuando la conectó a los parlantes, sin embargo, a penas tocó un acorde cuando la voz de Shoto lo interrumpió.
—¿Y si es mucho menor que él? —preguntó Shoto.
—No digas eso —regañó Shinso.
—Es una posibilidad. No es un caso raro.
—También puede ser que la chica fuera rechazada por una pareja anterior, y le asignaran a Midoriya —comentó Shinso, acomodándose tras la batería.
—¡Oye, eso suena feo! —exclamó Izuku, visiblemente ofendido.
—Bueno, con tu edad es posible. Cómo pasó con Iida-san, que fue rechazado por la pareja que le impusieron en un principio, y luego lo emparejaron con Ochaco.
Izuku suspiró, las palabras de Shinso eran verdad, aunque no era algo tan común. Muy pocos tenían el valor de rechazar a su pareja par. Aquella jovencita, de apenas veinte años, era increíblemente valiente o increíblemente estúpida.
—Se llama Mei, ¿no? —intervino Shoto—. Escuché que tenía una relación con uno de sus profesores de la universidad.
—También lo oí. Dicen que él está esperando a que la chica salga de la cárcel —continuó Shinso.
—Bueno, si ya se cansaron de hablar de la vida de alguien más, ¿ensayamos? —dijo Izuku, al borde de su paciencia. Ese día parecía ser que no poseía demasiada, cosa extraña en él.
—Lo malo es que, si es verdad que la pareja que le pusiera a Midoriya fue rechazada antes, la compatibilidad de los dos es baja. Quizás un setenta por ciento. Sara difícil que tengan hijos —comentó Shoto.
Ya no soportó más la negatividad que estaban tomando sus amigos en el asunto. Mejor callarlos y llevarlos por un camino más amable, como el de por fin tocar una canción.
Sin importarle más la conversación, Izuku empezó a tocar. El sonido de su guitarra lleno el vacío bar de forma estridente, pero armoniosa.
Se perdió en la melodía y en los acordes en poco tiempo, dejando que su corazón se saciara. Un bálsamo para su agitada mente, por fin un respiro al ruido cotidiano de su vida, que solo había aumentado desde aquella llamada.
—¿Pero no te da miedo?
La frase dicha por Shinso a través de un micrófono, salió disparada por los parlantes. Las palabras confundieron a Izuku, quien de inmediato dejó el siguiente acorde en el olvido.
¿Miedo? Sí, estaba aterrado de muchas cosas, pero sabía muy bien que Shinso debía estar refiriéndose a una en concreto, aunque no tenía idea de a qué se refería exactamente.
—¿Miedo de qué? —preguntó el guitarrista, mirando a su amigo con duda. ¿Por qué este se veía tan serio al respecto?
—De que tu pareja no sea una mujer.
¿Que no fuera una mujer? La idea sonaba equivocada. Durante toda su vida entera le dijeron que estaría con una mujer.
No supo que contestar, la conversación quedó en silencio hasta que el sonido chirriante de los parlantes los hizo taparse los oídos. Esa fue la forma en la que Shoto dijo: "es mejor que continuemos".
Empero, a pesar de que el ensayo tomó el lugar de la conversación y todo quedó en el olvido para sus amigos, la frase dio vueltas en la cabeza de Izuku por lo que quedaba de día.
Ni siquiera lo había considerado cuando le llamaron, pero la posibilidad estaba allí. ¿Aquello era algo que le molestara de alguna forma? A esa altura no sabría decirlo.
¿Si siempre creyó que estaría con una mujer, estar con un hombre resultaba como algo malo para él? No especialmente. Desde muy joven se dio cuenta de que tenía una inclinación por los de su mismo sexo, aun así todavía le gustaban las mujeres.
Cómo ejemplo de ello, su primer amor fue un hombre, e Izuku estaba seguro de que eso fue amor.
No obstante, aun si estar con un hombre no sonaba mal para él, no podía decir lo mismo de la sociedad.
Eso sería un desastre. A esa conclusión llegó horas después mientras conducía.
Estaba moviéndose y actuando en automático, mientras sus pensamientos recorrían esos lugares.
Sin embargo, pronto todo ello quedó atrás cuando algo más apremiante en la lista de sus problemas, sin aparente solución, ocupó el primer puesto mientras manejaba, supuestamente, a su apartamento. Se estaba haciendo viejo, esa era la única idea que recorrió su mente mientras se daba cuenta de que realmente conducía hacia su lugar seguro.
Como siempre, dejó estacionado su auto muy lejos de su destino real, y caminó por el sendero de tierra rodeado de maleza por algunos minutos.
Se estaba haciendo viejo para ser quisquilloso y dejar que la sociedad lo retuviera. No debía importarle quien fuera su pareja par, no tenía tiempo para eso.
Dos amores tuvo su vida y los dos se fueron lejos de él, dejando un amargo sabor en la boca y un profundo dolor en su pecho.
La idea de que realmente no servía para el amor era un constante tormento desde que cumplió treinta. ¿Acaso a eso le llamaban la crisis de los treinta? ¿Podía durar tanto tiempo? Ya había pasado algunos años desde que subió al tercer piso. Pronto cumpliría treinta y cuatro, y la desazón era demasiado grande para soportarla.
Se estaba haciendo viejo y tarde o temprano quedaría solo. Cuando Kota volara del nido, Izuku no tendría a nadie más.
El tiempo se le agotaba.
¿Y el amor? ¿Qué había del amor?
Escuchó el agua correr mientras se acercaba al tronco caído en medio del pequeño riachuelo. El simple sonido le llenó de paz, y al sentarse en la vieja madera del árbol muerto, que hacía las veces de puente, el peso de su vida se alejó por un instante.
Se estaba volviendo viejo, melancólico y lamentablemente amargado. Quizás aquella llamada le daría una respuesta a su cansancio, quizás lo empeoraría todo, no obstante, no deseaba mortificarse con esas ideas. No ahora, no cuando estaba teniendo un momento de paz.
Sacó su celular y no tardó en poner a reproducir una canción. Su favorita, la que le recordaba a su primer amor.
Su primer amor, le sonaba cursi decirlo así, pero no había otra forma de llamarlo más que esa.
Aquel primer amor fue uno más alegre y dulce que el que tuvo con la madre de Kota.
Si el recuerdo de ella se apegó a él por el dolor que le causó, su primer amor estaba fresco en su memoria por la alegría con la que lo bañó.
Mientras el sonido de la música lo envolvía, una sensación de vacío, algo parecido al anhelo, tomó su corazón.
"Oh, simple thing, where have you gone?", sonaba de fondo sobre el sonido del agua, recordándole sucesos de un pasado muy lejano. Arrojándolo a aquellos días donde todo parecía estar pintado de colores y la vida era más liviana, más llevadera, más alegre.
Entonces una pequeña locura nació.
¿Y si intentaba buscarle? Por lo menos hablar con su primer amor. ¿Era algo inapropiado? Probablemente, este ya tendría su par, sin embargo, sintió que era necesario para él, para poder continuar, para encontrar algo que lo obligara a continuar, o quizás para alejar los recuerdos que lo retenían. Tal vez, solo era la canción dándole un terrible consejo, aun así, tenía que hacer las paces con parte de su pasado, y de esa forma encontrar el rumbo.
No se puede vivir de recuerdos, no se puede anhelar lo que ya no volverá.
¿Por qué no hacer lo mismo con ella? Era sencillo, no fue el mismo tipo de separación. La madre de Kota simplemente los abandonó, dañándolo en el proceso. Su antigua novia nunca lo buscó de nuevo e incluso lo evitó, ¿Qué podía hacer Izuku en esas circunstancias? Nada. En cambio, su primer amor no tuvo otra opción más que irse, dejando un adiós y un tallado mal hecho en aquel tronco.
Solamente eran un par de niños que empezaban a entender que significaba la palabra amor, cuando tuvieron que separarse. Una mudanza a otro país, oportunidades de empleo, la búsqueda de un mejor futuro por parte de sus padres. Todas esas cosas no las entendía su yo niño, este solo sabía que perdía a una de las personas que más amaba y nunca lo volvió a ver.
Con una sonrisa triste miró a su lado, justo donde se encontraban dos palabras talladas en la madera, encerradas por un corazón mal hecho. "Deku y Kacchan", eso era lo que se podía leer allí.
Cuando la canción terminó, frunció el ceño, tomando la decisión de regresar a su hogar. Tenía una clase que preparar para el día siguiente, y una cita de la cual no podía escapar.
Dejó el plato con comida caliente frente a Kota, estaba moviéndose en piloto automático nuevamente. Se había propuesto a encontrar a Kacchan, ¿pero cómo se suponía que haría eso? Este probablemente seguiría en viviendo en Inglaterra y ni siquiera sabía exactamente en que ciudad de aquel país se encontraba.
Era probable que su idea de hallar a su primer amor fuera nada más un anhelo inalcanzable. Debió pensarlo mejor antes de ilusionarse a sí mismo de forma tan estúpida, empero, siempre había sido así, un soñador sin remedio.
—Está bien, papá, dime que te está pasando. ¿Es por mi futura madrastra? —cuestionó el niño, dejando a un lado sus palillos para ver con seriedad a su padre—. El que debería estar preocupado por la madrastra, soy yo, no tú.
Las dos cejas negras, como el carbón de Kota, se fruncieron de forma tierna, según la opinión del mayor. Era cierto, el niño debía estar demasiado preocupado por la nueva persona que entraría a su vida de forma tan abrupta.
Había sido un tonto egoísta al no pensar en eso, se reprendió el mayor en su interior.
Izuku se sentó al lado de su hijo, y pasó una mano por su propio cabello negro mientras recostaba su peso en esta.
¿Qué le decía al niño? Su mente era un hervidero de pensamientos, y no estaba seguro si era buena idea soltar el más apremiante para él, pues era un antojo ridículo.
Por alguna razón, quiso encontrar a Kacchan antes de su cita, pero eso era imposible de realizar en una noche.
Al final, ante la insistente mirada del niño, terminó por decir una versión menos compleja de su problema.
—Quiero encontrar a alguien para hablar con él, pero no sé cómo hacerlo.
El niño negó con la cabeza antes de levantarse de la mesa e ir a la sala por su teléfono. Regresó con este y se sentó de nuevo moviendo el aparato un poco.
—Nombre de la persona que estás buscando —pidió el pequeño, mirando fijamente la pantalla en espera de una respuesta.
—¿Para qué?
—¡Papá! ¡Solo dímelo!
Con un poco de duda, Izuku al final cedió, después de todo, nada perdía con intentarlo.
—Bakugo Katsuki.
El niño escribió rápidamente el nombre en el buscador y le dio a la lupa, esperando hasta que se desplegaron múltiples páginas. Kota abrió los ojos sorprendido, y entró a la primera opción que aparecía. Era una biografía, no muy diferente a las tantas que había consultado para hacer tareas.
Dentro de la página, junto a la típica información biográfica, había una foto de la persona en cuestión. Girando el teléfono hacia Izuku se la mostró, casi pegando la pantalla a los ojos verdes de este.
—¿Es él?
Izuku se apartó un poco, miró la imagen puesta frente a él y arrugó la nariz de forma pensativa.
Cabello rubio cenizo, piel blanca y ojos rojos. Por obvias razones, esa persona era mucho mayor que en sus recuerdos, pero no tenía duda de que se trataba de Kacchan.
No tuvo mucho tiempo para contemplarlo, pues Kota apartó el celular de su cara y empezó a leer con rapidez. Luego buscó algo más en el aparato y al cabo de algunos cortos minutos una canción salió de este.
Era una melodía rítmica, con un toque de rock, pero que al mismo tiempo le hacía pensar en una aventura épica de fantasía. Aquello era algo que Izuku normalmente no escucharía, sobre todo cuando el ritmo se volvió más violento.
—Kota, ¿y esa canción? —preguntó Izuku, con ojos muy abiertos, llenos de duda.
—¿La persona en la imagen que te mostré era al que buscas?
—Sí, lo es.
—¿Por qué lo buscas?
—Es un viejo amigo. Solo quiero saber de él y preguntarle cómo está. Nada muy importante.
El niño vio su comida con duda, la cual probablemente ya se encontraba algo fría, y luego volvió a mirar a su padre.
—Papá, la persona que te mostré es el baterista de una banda Inglesa muy famosa, dudo mucho que puedas comunicarte con él.
Al escuchar esas palabras, Izuku sintió como toda esperanza, que no sabía que tenía, se quebraba poco a poco.
Quizás todavía tenía la esperanza de volver a ver a Kacchan —a pesar de todos los años que habían pasado—, para por fin estar con él, tal y como habían soñado cuando eran niños.
Pero qué ingenuo fue.
Hola, casi que no lo logro. No tengo celular y se me daño el teclado del computador, he hecho maromas para publicar.
Gracias por votar y comentar, eso ayuda a la historia a llegar a más personas.
Habrá nuevo capítulo todos los miércoles.
Por favor, si les gusto, denle amor votando y comentando. Si no saben qué decir, pueden dejar un emoji de un micrófono (🎤).
Si encuentran algún error no duden en decirme se los agradecería mucho.
No siendo más nos leemos en el próximo capítulo o en otra de mis historias.
Los quiero.
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